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𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟒

"I'm so pathetically intense. I just can't be any other way."

—Sylvia Plath.

Septiembre, 1946. Extractó del diario de Abigail Clemont.

¿Cómo amas a quien no puede amar? No porque no quiera, no, sino más bien porque no tiene la capacidad de sentir una emoción tan profunda como el amor, amor que destruye y rompe, pero que completa y llena, sentimiento tan temporal pero tan eternamente y trágicamente inmenso.

No es culpa suya el no ser capaz de comprender la inmensidad de tal sentimiento, el es muy divino para un sentimiento tan mortal y humano.

Septiembre, 1945. Tren a Hogwarts.

Al entrar al tren Abigail y Adeline partieron caminos. Abigail se juntó junto a varias de sus compañeras de 6to año mientras que Adeline se sentó sola hasta el final del tren. Adeline, acurrucada en su asiento, se sentía como un pétalo desprendido de una rosa, flotando a la deriva. A su alrededor, el bullicio de sus compañeras era una melodía discordante que no lograba alcanzar las profundidades de su ser. Anhelaba la tranquilidad de un bosque solitario, donde el único sonido fuera el susurro del viento entre las hojas. Claro aquello no pasaría ni en sus más dulces sueños (tomando en cuenta que sus sueños nunca eran dulces) todavía tenía muchas cosas en las que pensar que no permitirían que su mente se tome un, tan necesitado, descanso.

Suavemente la brisa acariciaba a Adeline con una suavidad que ella no había conocido nunca. Alguien que no conoce la suavidad la confunde rápidamente con la brusquedad que tanto conocen. Desde lejos se notaba la incomodidad que Adeline aludía, era dulce no notarla pero una vez que tus ojos se posaban en ella tu boca notaba un sabor amargo, como el de un limón podrido. Así sabía ella que no estaba hecha para la dulzura que a su hermana le salía tan natural. No todas las personas nacen con el don de que el mundo las ame con tan solo un vistazo.

Carta anónima a Tom Marvolo Riddle.

Creo que mi cadáver está empezando a descomponerse. Puedo verlo. Me has dejado como un guante sin mano que lo vista. Un cuerpo desnudo de piel, agujereado por insectos. Venas carmesíes y huesos blancos y carne gris, que alguna vez fueron el receptáculo de personas tan vivas como tú, mucho después de la rigidez cadavérica.

Ojos marrones, lechosos, abiertos, fijos en un cielo helado. La curva de mis labios abierta. Solía existir una sonrisa allí. Un lamento final y eterno para ti. Creo que me encontrarías hermosa.

A.C.

Septiembre, 1945. Diario de Adeline Clemont.

Me parece terriblemente espléndida la vista hacia Hogwarts, la niebla lo cubre todo con su manto y me recuerda un poco a Yorkshire donde mi madre había comprado una finca, eran pocas las veces las cuales visitaba aquel lugar, pero los pocos recuerdos que tengo son gratos.

No tengo mucho que escribir pues nada interesante ha sucedido en el tiempo que llevo sentada en este tren, pocas han sido las interacciones que he tenido con nadie en el tren y aún menos han sido los entretenimientos del viaje, pero supongo que es mejor así. No existe nada peor que un aburrimiento mal utilizado y mi propio aburrimiento siempre me ha llevado a lugares poco explorados por mi mente, lo cual suele ser tan productivo como lo es amar.

Debieron haber pasado más o menos 2 horas desde la salida del tren hasta su llegada a Hogwarts donde los profesores nos dieron la bienvenida y poco después empezó la ceremonia de bienvenida de primer año. Nunca me fue muy atractiva esta ceremonia ni siquiera en mis primeros años en Hogwarts, aunque supongo que mi punto de vista no suele ser el más objetivo cuando a eventos sociales se refiere. Después de alrededor de media hora de escuchar nombres y ver cómo eran sorteados a sus respectivas casas decidí (probablemente no en mi mejor juicio) que disfrutaría más de mi día fuera del gran comedor. No sería la primera ni mucho menos la última en escaparse del gran comedor en estas celebraciones.

Estuve más o menos una hora en la torre de astronomía disfrutando de lo que serían unos de los pocos momentos de genuina e ininterrumpida paz cuando sentí una figura acercarse, no tuve el valor para voltearme pero supuse que había de ser un profesor juzgando únicamente por la altura y el caminar del individuo. No recuerdo muy bien sus palabras pero si puedo describirlo (espero) bastante bien. Ojos oscuros y dichosamente hipnóticos, facciones afiladas y una mirada aún más afilada como si estuviera ahí simplemente para parecerse lo más posible al filo de la espada de un verdugo, vestido en el uniforme de Hogwarts descubrí entonces que no era sino más que un alumno de séptimo año con el cual yo había cruzado caminos pocas y casi inexistentes veces. Intentaré recordar sus palabras para anotarlas pero debo de admitir que no fue su decir lo que me llamó la atención sino su persona, no suelo ser una mujer vanidosa ni que le encuentre mucho valor al atractivo de los otros pero cuando de él se trataba no era porque veían mis ojos a un trágicamente bello muchacho (aunque esa parte fuera verdad también) sino porque existí en el una oscuridad tan sublime que al gusto podría yo decir que sería tan dulce como la miel.

—Supongo, y espero equivocarme, que no estás aquí por mera confusión al intentar llegar al gran comedor -Acusó con mirada severa el joven. Recuerdo haber escuchado una que otra cosa sobre el y pude deducir correctamente su nombre, Tom, su apellido me era un misterio pero estaba segura de que Tom o algo parecido era su nombre.

No respondí y creo que fue mejor así porque estoy segura de que si hubiera dicho la más mínima palabra mi boca me abría traicionado y mis palabras tropezado.

Mi silencio fue la respuesta que el necesito para continuar acercándose, por un momento pensé que se acercaba hacia mí, ¿en qué momento me volví tan vanidosa? Claramente no era así pues fue a parar frente a la baranda de la torre de astronomía. No dijo nada mas. El silencio hubiera sido delicioso si no fuera por la incomodad que su presencia me causaba sin razón aparente. Debía de haberme ido en ese momento, tal vez hubiera sido para mejor, pero al igual que Orfeo no soy lo suficientemente fuerte para no voltear a ver lo que deseo.

Me levanté del suelo donde estaba sentada y me acerqué a la baranda fijando la mirada a la misma nada que el.

Fecha desconocida. Extractó del diario de Tom Riddle.

¿Que soy si no un monstruo? La palabra es familiar y no me genera ningún sentimiento de repulsión ni odio, de hecho me reconforta de una manera bizarra. Pensé que conocía el hambre antes de esto. Encontré ese tipo de contacto insoportable. Ser testigo. Desear. El deseo es feo. Incesante. Formado como dos manos alrededor de un cuello.

El amor ha de ser el sentimiento más punzante existente. Lo único a lo que lo podría comparar sería a la incesante furia existente en el ser humano. Esa es otra de las razón por las cuales deseo desprenderme de la mortalidad de mi cuerpo temporal.

𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑𝐀:

Me releí Dracula y me entró un buen de inspiración. Ayyy noc ame este capítulo demasiado ojalá y les guste tanto cómo a mi. ¿Quien creen ustedes que le mando la carta a Tom?  A ver si adivinan. Voy a empezar a usar este banner para las notas de autora porque literal lo amo demasiado 😍😍😍.

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