la fatídica noche.

1 DE OCTUBRE DEL 2005:

Australia, Brisban

Su padre la estaba vigilando desde su escritorio, mientras ella tocaba el arpa suavemente, a la misma vez el miedo se apoderaba de sus dedos, sin impedir el exquisito sonido que salía de las cuerdas.

Sus ojos se encontraban cerrados, no porque sienta la música, si no que prefería no ver la mirada de su padre sobre ella, la hacía sentir inofensiva.

De la nada, gotas rojas caían por sus piernas para deshacerse en el piso de su casa. Su vientre estaba abultado y sentía como sus piernas flageaban.

— ¡¿Que carajo?! — Oyó la voz de su padre, antes de que la agarrara de los hombros para sentarla en el sofá. — Siéntate, relájate, traeré a una mucama.

Su respiración estaba agitada y no sabía que hacer.

— Mi niña — Su nana apareció — Traje una toalla y unas tijeras. Tu solo puja.

Obedeció.

Soltó un grito desgarrador, antes de escuchar el llanto de un bebé. Segundos después perdió la conciencia.

(...)

En la duodécima hora del primer día de Octubre, una adolescente en Australia dió a luz a una bebé pelirroja. El mismo día y hora que los Umbrella, pero 16 años después. Lo más extraño de todo es que no estaba embarazada cuando empezó el día.

Sir Reginald Hargreeves viajo hacía el otro lado del mundo solo para comprobarlo con sus propios ojos.

(...)

— ¿Cuánto desea por ella? — Preguntó intentando tocar la mejilla de la bebé, pero su joven madre la apartó. — Denme un precio, el que sea.

La joven vio a sus padres, ellos se miraron entre sí para luego dejar un papel en la mesa.

Sir Reginald agarro el papel.

No necesitamos dinero, solo llévesela y no vuelva, no se lo comenté a nadie.

El multimillonario levantó la vista, los señores Langford asintieron.

— Les aseguro que estará en buenas manos — Dijo antes de arrebatarle la bebé a la joven madre, quien empezó a llorar desconsolada — Asunto resuelto.

(...)

Al día siguiente, Sir Reginald dejó a la bebé con la pareja Anderson, quienes la cuidaron todos los días por más de 14 años. Mientras Sir Reginald los visitaba todas las tardes para trabajar en sus poderes.

(...)

Nadie se entero de la existencia de Melissa Anderson, ni los periodistas, ni las cámaras, ni el mundo, ni los Umbrella.

Es un secreto, un secreto que está a punto de revelarse.