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—Oh que raro. — Dijo el hombre abriendo una carpeta azul.

— ¿Qué? —Exclamó un confundido Cinco. Melissa miró al hombre y se acercó para ver la carpeta.

—Nada, el ojo no ha sido comprado por nadie aun.

Klaus bajó del escritorio y también se acercó, colocándose a un lado del nervioso hombre. Quien lo miró algo temeroso, lo que causó una pequeña risa de parte de Melissa.

— ¿Qué? ¿De qué hablas?

—Aquí dice que el ojo con ese número de serie...—Lance negó, notablemente confundido. —No puede ser... Todavía no ha sido fabricado.

Levantó la vista hacia Cinco, al igual que Melissa y Klaus.

— ¿De dónde lo sacaste?

Cinco no los miró, bajó la mirada hasta el granito del escritorio, negando levemente mientras soltaba un sarcástico suspiro.

(...)

— ¡Eso estuvo muy bien! ¿No? ¿Qué pasa con mi consentimiento¨, infeliz? — Río Klaus cuando salieron del edificio, Melissa caminó a un lado de Cinco, quien miraba el suelo pensativo.

—Klaus eso no importa. — Espetó un Cinco comprensiblemente harto, Melissa rodó los ojos y pasó en medio de ellos mirando la calle.

—Ay, ¿por qué te preocupas tanto por ese ojo? —Melissa giró y miró a Cinco, sin decir una palabra.

—Sí, ¿por qué es tan importante ese ojo? —Se posó delante de Cinco cuando este se acercó a Klaus.

Cinco la miró y apretó los labios, dando dos pasos y quedando justo delante de la pelirroja.

—Allá afuera hay alguien que perderá un ojo en la siguiente semana. Y provocará el fin de la vida en la tierra como la conocemos. —La chica pudo sentir el caliente aliento a café en sus labios, pensó en retroceder un paso pero se quedó firme, mirando los verdes ojos de Cinco.

El chico se quedó solo un segundo mirando sus ojos, pero giró, pasando su mano por su barbilla, Melissa respiró hondo y miró a Klaus, quien los miraba curioso. El golpeado chico de excéntrica personalidad, pasó delante de ella siguiendo a Cinco.

—Oye, me das los 20 dólares ahora ¿o qué? —Dijo y Cinco lo miró, como si no lo creyera.

— ¿Los 20 dólares? —Melissa sonrío débilmente, aguantando una risa.

—Sí, mis 20 dólares. —Exclamó Klaus como si fuera obvio. El ojiverde se acercó a Klaus, se notaba su enojo. Y a Melissa, a Melissa se le hacía gracioso verlo enojado.

— ¿El apocalipsis se aproxima y tú solo piensas en drogarte? —Melissa volvió a rodar los ojos y miró a Klaus.

—Ay Dios, eres más odioso de lo que pensaba. —Klaus mira con gracia a la pelirroja.

— ¿Ves hermanito? Hasta la zanahoria admite que eres odioso. Además, también quiero comer algo, me crujen las tripas ¡gruuur! —La pelirroja ríe aunque el sobrenombre no le gustara, pero eso parece no hacerle gracia a Cinco, pues suelta una ofensa, como era costumbre.

—Eres un inútil. Son todos unos inútiles. —Soltó mirando tanto al golpeado Klaus, como a la ahora llamada zanahoria, Melissa.

—Ay por favor, ¡Relájate un poco anciano!

Cinco caminó por su lado, rozando levemente su hombro con el de la chica de cabello rojo, se sentó en el escalón delante del gran edificio y Klaus miró los árboles verdes junto a la casa color beige delante de ellos.

—Oye, ¿sabes? Acabo de darme cuenta de por qué estás tan tenso. ¡Debes estar caliente como tetera¡ —La pelirroja soltó una risa, ignorando la mirada seria de Cinco. Se sentó en el escalón, algo alejada de Cinco. Klaus ignoró la mala mirada del chico y siguió hablando. Al igual que Melissa se sentó a un lado de Cinco, a su derecha, los tres miran hacia enfrente. —Tantos años solo sin ver a nadie, debieron volverte loco. Es demasiado.

Y era cierto, los primeros años lo habían sido para el pequeño Hargreeves, solo, y aguantando el calor, la muerte. Hasta...

—Yo no estuve solo. —Tanto Klaus como Melissa giran para verlo con atención.

-Pensé que el apocalipsis destruía toda la vida en la tierra...- Pensó la pelirroja, escuchando las palabras de Cinco mientras acomodaba su pelirrojo cabello a un lado de su cuello, llamando un poco la atención de Cinco, quien miró el cabello brillante de la chica.

—Oh, ¿con quién? —Cuestionó Klaus mirando al ojiverde algo extrañado.

Cinco asintió, volviendo para mirar al frente, los autos pasar por la calle, la ligera brisa moviendo las hojas de los árboles, y mirando de reojo, el pelirrojo cabello de Melissa levantarse con la brisa.

—Se llamaba Delores. —Su voz era triste, melancólica. — Pasé treinta años con ella.

Melissa giró para mirarlo, y Cinco la miró también, en ese momento, la brisa pasó por el flameante cabello de ella, moviéndolo suavemente, retirándolo de su hombro para colocarlo en su espalda, dejando la piel de su cuello libre.

—Wow, treinta años, eso es...Demasiado. —Dijo y el chico asintió.

—Treinta años, oh wow, lo máximo que estuve con alguien fue no sé... ¿Tres semanas? —Melissa despegó su mirada de la verde del chico, volviendo a mirar hacia enfrente. Cinco también lo hace, escuchando la interesante historia de un casi serio Klaus. —Y fue solo porque estaba cansado de buscar un lugar en donde dormir...

Klaus se queda hablando solo porque Cinco toma el antebrazo de Melissa, acercándose lo suficiente para tocar con su mano el llamativo cabello de la chica. Melissa solo alcanza a protestar cuando estuvieron en la parte trasera de un taxi, con un conductor confundido.

—No pares. —ordenó el chico, serio, e ignorando las protestas de Melissa. —Solo sigue conduciendo.

Cinco se acercó a la ventana abierta y se despidió de un exasperado Klaus.

— ¡Hey, mis 20 dólares¡ —Melissa alcanza a escuchar la protesta de Klaus desde el otro lado del asiento, estirando el cuello para lograr verlo.

Golpeó su brazo y sonrío al ver la mueca en el rostro mayormente inexpresivo de Cinco.

—Eres un idiota, ¿lo sabías?

—Si, no es la primera vez que lo dices, pero gracias por informar, zanahoria.

Melissa rodó los ojos, primero Ocho, ahora zanahoria.

—Me llamo Melissa. —replicó y se apoyó en el asiento del taxi.

(...)

— ¿Qué hacemos aquí? —Preguntó mientras seguía a Cinco por un centro comercial. Ya era de noche y las luces azules golpeaban contra la olivácea piel de Cinco y la blanca con pecas de Melissa.

Cinco movió la linterna contra su rostro haciendo que los ojos brillantes de Melissa se cerraran por la luz,

—Cállate. —ordenó el chico y Melissa gruñó en respuesta, tratando de acostumbrar la vista después de que el chico retirara la linterna de ella.

Caminaron unos minutos por los pasillos hasta que Cinco susurro un nombre, exaltando a la pelirroja que se había estado sofocando al silencio y al leve ruido de sus pisadas contra el suelo.

—Delores. —Melissa alzó la vista y vio a tres maniquís delante de ella, pero su atención, al igual que la de Cinco, se enfocó en el bien vestido maniquí de en medio. —Que gusto verte.

La chica de cabello anaranjado pasó su mirada extrañada del maniquí a Cinco, quien no despegaba su mirada. Una mirada melancólica y triste, como la que tenía cuando habló de Delores. Un chip se activó en la cabeza de Melissa y abrió sus labios, formando una o perfecta. Sorprendida y confundida.

— ¿Ella es Delores? —El asintió, serio, volviendo su mirada a Delores.

—Te extrañe. —Volvió a hablar, ahora no tan melancólico, sino, ¿sonriente? Eso era extraño en él, con lo poco que le conocía, Melissa sabía que no era un chico sonriente. —Obviamente.

Una sonrisa queda se colocó en los levemente rellenos labios del ojiverde, haciendo que solo por un momento, el hecho de que hayan entrado a un centro comercial para hablarle a un maniquí supuestamente llamado Delores, fuera algo completamente normal.

Un pensamiento se le paso por la mente.

—Bueno, supongo que un maniquí es mejor que estar masturbándote solo por más de 30 años. —Comentó burlona.

—Ya sé lo que tienen Klaus y tu en común. —Respondió con frialdad, pero la sonrisa de la pelirroja seguía intacta.

De repente, Cinco vio al igual que Melissa, dos figuras humanas con armas en sus manos.

— ¡No¡ —Gritó sobre el sonido ensordecedor de la bala destruir a Delores mientras tomaba el antebrazo de Melissa, llevándola a el pasillo de ropa a un lado de ellos.

— ¡¿Quiénes son?¡ —Exclamó la pelirroja por sobre el fuerte ruido cada vez más cercano a ellos.

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