𝒊𝒙.𝗌𝗁𝗂𝗍, 𝗄𝗅𝖺𝗎𝗌
—Esto es incomodo, ¿Lo sabes? —Se atrevió a decir Melissa, jugando con unas pulseras que traía en su brazo derecho. —Viendo como un hombre camina sospechosamente a su lugar de trabajo, que inusual.
Cinco suspiro fastidiado por el sarcasmo de la pelirroja, hacía unas horas que habían llegado y seguía a la defensiva. Él era consiente que era su manera de protegerse por lo ocurrido aquella noche.
—Él oculta algo, yo lo sé.
—Claro, ¿Y tu sabes todo lo correcto en el mundo, no? —Ironizo nuevamente.
—Tarde o temprano tendremos que hablar de lo que paso. —Comentó, aún viendo por la ventana.
—¿Qué se supone que paso? —Aunque su mirada no estaba sobre ella, en su voz sentía sus nervios.
—Nosotros... Nosotros nos besamos, y casi. —Siendo sinceros, él tampoco sabía como hablar del tema, pero no le gustaba tener nada pendiente. Trago saliva nervioso. Carajo, ¿Cómo es que en tan poco tiempo no se la podía quitar de la cabeza? ¿Cómo es que permitió que lo acompañara a estas cosas? ¿Desde cuando sus bromas y su sarcasmo eran necesarios en cualquier momento? No le gustaba depender de nadie, nunca.—Casi...
—¡Cállate! —Chillo de la nada, provocando que Cinco volteara a verla. —No tenemos que hablar de lo que paso.
—Sí, tenemos.
No sabía el motivo verdadero del porque él sacaba el tema. Si bien no quería tener nada pendiente. En el fondo sabía que esa solo era una excusa para calmar a su sub consiente, realmente quería saber que opinaba ella sobre lo que paso. Quería que admitiera que sentía algo por él, porque tal vez, solo tal vez, sea algo mutuo. Él precisamente no era un experto en el tema, pero tan solo pensar en Melissa diciendo que sentía algo por él le causaba un fuerte sentimiento. Sus hombros se tensaban, sus mejillas se sonrojaban y su voz empezaba a fallarle. En cuestión de segundos, dentro de sus pensamientos, supo cuál era el verdadero motivo. Quería que ella se enamorará de él, y él quería corresponderla. Aunque no sabría como reaccionar, nunca tuvo una novia. Solo a Delores, pero ella no cuenta. A Delores nunca tuvo que llevarle flores o preguntarle oficialmente.
—Está bien, ¿Quieres hablar de eso? Hablemos de eso. Nos besamos, de un momento a otro estaba semi desnuda y estabas encima mío. Entre en pánico, te empuje, te caíste de la cama, agarre tu camisa porque mi sudadera estaba lejos, me la puse y me hice la dormida para no hablar del tema. ¿Feliz? —Finalizo mirándolo a los ojos.
—Se sintió bien. —Soltó de la nada. —Tus besos, se sintieron bien. Me gustaron, tu me gustas.
La sinceridad de Cinco la puso nerviosa, sus mejillas se pusieron rojas y desvió la mirada.
Por su parte, Cinco no sabía de donde había salido todo eso. Solo sabía que se determino terminar con ese sentimiento que tenía en el pecho. Pensó que si decía lo que sentía en ese momento, el sentimiento se irá. Pero no fue así.
—Cambie de opinión, no quiero hablar de esto. —Comentó Melissa, poniéndose de pie para pasar a la parte trasera de la camioneta.
(...)
—¡Cinco! —Gritó Luther, logrando que el pelinegro saliera de su transe. E ingresando a la camioneta, golpeándose son el techo.
—¿Que..?
—Ay, no puedo.... —Murmuró Luther, logrando al fin entrar y cerrar la puerta. —¿Estás bien?
—¿No deberías...? ¿Cómo nos encontraste?
Número Uno señalo la parte trasera, seguido de unas risas femeninas que se escuchaban de atrás.
Ambos voltearon, y Cinco frunció el ceño al ver la escena.
Klaus se encontraba abrazando a Melissa de la cintura, mientras ella reía y trataba de alejarse.
—Un poco de privacidad chicos, mi amiga es tímida. —Comentó, antes de que Cinco le tirara una bola de papel, ocasionando que la soltara. —¡Oye!
—¡Salgan! —Gritó Cinco furioso. —¡No pueden estar aquí! Estamos en algo importante.
Número Cuatro y la pelirroja se acercaron, las risas de Melissa cesaron al ver el rostro del pelinegro.
La verdad es que a Cinco lo invadió un sentimiento desconocido para él. Le molestaba el simple hecho que Klaus tuviera la valentía para abrazarla de un momento a otro. Y que él, incluso estando solos, solo podía tocarle el cabello. Algo muy tonto para un asesino.
—¿Ya encontraron a su hombre muerto, Cinco?
—No. —Respondió, aguantándose las ganas de botarlo de una vez por todas.
—¿De qué está hablando? —Cuestiono el de mayor altura.
—¿Qué importa? Es Klaus —Minimizó Cinco. Sintiendo un golpe en su hombro, proveniente de la pelirroja. —¿Qué quieres Luther?
—Ahmm, creo que Grace tuvo algo que ver con la muerte de papá.
—¿Quién es Grace? —Preguntó Melissa.
—Es una robot que tenemos como mamá. —Le respondió Klaus como si nada.
—Necesitamos que vuelvas a la academia, es importante. —Le pidió Luther.
—Es importante. —Repitió el pelinegro irónico. —No tienes noción de lo que es importante.
—¡Oigan! —Llamó Klaus. —¿Nunca les conté de la vez que me depile la cola con un postre de chocolate?
Todas las personas encontradas allí, a excepción de Número Cuatro, fruncieron el ceño confundidos.
—Dolió muchísimo—Dijo Klaus riendo.
—¿Por qué sigues aquí?
—¿Qué? ¿Necesito una excusa para estar con mi familia? —Preguntó irónico abrazando a Melissa por los hombros, mientras Cinco maldecía internamente.
—No pero estamos tratando de hablar enserio. —Reprimió Luther.
—¿Y yo soy incapaz de hablar enserio? ¿Eso es lo que insinúas? —Preguntó ofendido.
—Klaus, Luther tiene razón. —Apoyó Cinco, viendo allí una oportunidad para que él se vaya. —Afuera.
—¿Cómo?
Klaus abrió la puerta, pero antes de cerrarla Melissa también se bajo, ante la atenta mirada de Cinco, quién negaba con la cabeza como es que logró que ella lo acompañase.
—¡Bien! ¡Pero me voy con la zanahoria andante! —Festejo Klaus, abrazándola por los hombros para empezar a caminar. —¿Quieres hacer algo divertido?
(...)
—Mierda, Klaus. Estás loco. —Exclamo Melissa con una sonrisa, viendo como el mayor agarraba un montón de dulces con las manos.
—Tu agarra dos sodas, y súbete. —Dijo agachándose para que se subiera en sus hombros.
La pelirroja no lo dudo por un instante y obedeció. Klaus se puso de pie y empezó a correr con la pelirroja sobre sus hombros sacándole el dedo medio al policía que los perseguía.
—¡Alto! ¡Hey! ¡Deténganse! —Les gritaba el oficial, pero ellos no pararon.
—¡Hola perras! —Gritó Klaus jadeando.
—¡Oigan! ¡Vuelvan aquí!
—¡Aun lado imbécil! ¡Los malditos Hargreeves llegaron! —Chilló Klaus subiendo al taxi con Melissa.
A lo lejos, Cinco los siguió con la mirada.
—Aunque empiezo a preguntarme si fue una buena decisión. —Observando como su taxi se iba.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro