𝒊𝒊.𝗂 𝖺𝗆 𝗇𝗎𝗆𝖻𝖾𝗋 𝖾𝗂𝗀𝗁𝗍
Ambos jóvenes se miraron y empezaron a reír.
— Tu no puedes ser la número ocho — Comentó Luther dejando de reír, al ver el rostro serio de la chica.
— Si — Apoyó Diego — ¿Cuántos años tienes? ¿Trece?
— Tengo quince — Corrigió la pelirroja — Dios, Sir Reginald tenía razón, ustedes no estaban preparados para esto.
Melissa se puso de pie y empezó a caminar hacía atrás del mostrador.
— Pogo debe saber que está pasando — Susurro Luther.
Diego se puso de pie.
— Debes venir con nosotros — Habló el pelinegro — Solo queremos respuestas. ¿Cómo es que tienes poderes?
— ¿Cómo los conseguiste tu? — Contraataco — No soy la persona que debe darles explicaciones, les agradecería que cerraran la puerta al salir, gracias.
La vista de Diego se posó en el antebrazo de la pelirroja, tenía el tatuaje.
La pelirroja les dio una sonrisa forzada y empezó a pasar un trapo viejo por el mostrador limpiándolo. La puerta se abrió sola y ambos jóvenes salieron.
(...)
— ¡¿Había otro número y papá no nos lo dijo?! — Preguntó Diego llegando hacía la sala de estar, sobresaltando a sus hermanos, quiénes estaban sentados en el sofá.
— Alto — Allison se puso de pie —¿Hay otro número?
— Debe haber una explicación razonable para esto — Intento calmar Luther — Papá jamás nos ocultaría algo por nada.
— ¡Tu mismo la oíste Luther! —Atacó Diego — ¡Ella tiene poderes! ¡Tiene el logo de Umbrella en el antebrazo! ¿Como explicas eso?
— Genial — Klaus se sentó en el sofá con un vaso de alcohol en su mano — Tenemos una hermanita. ¿Es linda?.
—¡Tiene 15 años! — Habló nuevamente el número dos — Es algo ilógico.
— Es imposible — Murmuró Vanya.
— Lo que dice el señor Diego es verdad — Pogo apareció en la escena — Es hora de que les cuente algo, que su padre ah estado ocultando.
— ¡¿Por qué ahora?! — Preguntó Diego.
— Diego — Regaño Luther — Deja que Pogo hable.
Los hermano Hargreeves se sentaron en el sofá.
— Hace mucho tiempo, su padre recibió una llamada — Narro Pogo — Una joven en Australia había dado a luz, pero no de forma normal, ella no había estado embarazada cuando se levantó por la mañana. La bebé nació a la misma hora y día que ustedes, pero en distinto año. Es algo extraño, pero paso. A Sir Reginald no le pareció buena idea traerla a la academia, retrasaría el aprendizaje de ustedes, no tuvo otra opción más que dejarla con unos padres adoptivos. Hace unas horas, fui a recoger a Melissa para traerla con ustedes, pero, al parecer, sus padres adoptivos la botaron de su casa cuando se enteraron que Sir Reginald había muerto, por eso encontraron esa dirección, en verdad es mía, me la habían dado porque me dijeron que allí es donde estaba alojándose. Ustedes vinieron, y no pude ir a recogerla.
Los Hargreeves se quedaron en silencio, hasta Klaus.
—¿Cómo se llama? — Se atrevió a preguntar Allison.
— Melissa, Melissa Anderson — Respondió Pogo.
— ¿Qué poderes tiene? — Preguntó Vanya.
— Ella... Todavía es un descubrimiento, Sir Reginald trabajo con ella desde que tenía un año, cuando ella movía sus juguetes con la mente. Hasta ahora, sabemos que tiene telequinesis y búsqueda de personas con la mente. No fue fácil descubrirlos, Sir Reginald no pudo trabajar con ella a tiempo completo.
—¡¿Y que esperamos?! — Klaus se puso de pie, con una sonrisa en el rostro — ¡Vamos a por nuestra hermanita adoptiva!
— Ella no es nuestra hermana — Contradijo Luther — Creo, que siquiera debería estar en el funeral de papá.
— También es alguien especial para ella, Luther — Apoyó Allison — De alguna manera, él también es su padre.
— No me parece correcto — Finalizo yéndose.
(...)
Horas después
Un auto se estaciono afuera del Griddy's Doughnuts, de allí salió un niño de unos 13 años aproximadamente, vestía un uniforme, y empezó a caminar hacía dentro del local.
Se sentó en la barra, tocó la pequeña campana, segundos después un hombre apareció, sentándose a su lado.
— ¡Mel por favor atiende! ¡Se tapó el lavabo! — Pidió Agnes a la menor.
Melissa rodó los ojos, tomó su pequeña libreta y salió hacía el mostrador.
Tenía la vista en su libreta.
— Bienvenidos a Griddy's Doughnuts — Empezó sin ocultar su molestia — ¿Qué les traigo?
— Ehh, un bollo de chocolate — Pidió el mayor.
— Listo. ¿Y tu?
Levantó la vista, encontrándose con los ojos verdes del muchacho sentado frente a ella. Reconocería ese uniforme en donde sea. Sir Reginald le había hablado de él, el desaparecido número cinco. Agarro el filo de su sudadera y la bajo todo lo que pudo para que su tatuaje se ocultara.
Por el otro lado, Cinco la reconoció deinmediato. Era ella, era la chica que había visto muerta bajo lo que quedaba de The Umbrella Academy, ella era la chica que había ayudado a sus hermanos para luchar contra el Apocalipsis. Pero, ni con ella lo habían logrado. Ella tenía algo especial, y él debía averiguarlo.
— ¿Melissa? — Preguntó observando su nombre en el pequeño letrero.
— Eso es lo que dice mi gafete. ¿no? — Respondió sarcástica — ¿Qué vas a querer? ¿Un vaso de leche?
Cinco frunció el ceño. ¿Quién se creía que era?.
— Café, negro — Respondió cortante.
— ¿No estás muy chico como para beber café? — Preguntó escribiendo el pedido en su libreta.
— ¿No estas chica como para trabajar? — Se defendió con una pequeña sonrisa, era dura, le agradaba.
— Touche — Respondió con una sonrisa, guardando su libreta en uno de sus bolsillos, para dirigirse hacía la cafetera.
Sentía su mirada en ella, pero no le presto atención. Escuchaba como hablaban, simplemente preparó el café, con sinceridad, no le importaba en lo más mínimo ese chico.
Agarró el café y el bollo y lo tendió sobre la mesa.
Observo como el chico se lo tomaba. ¿Cómo es que se seguía viendo como un niño de trece?
— Yo pagaré por él — El hombre le tendió el billete.
Agarro el dinero, se fue a la trastienda para darle el billete a Agnes.
— No tengo cambio — Respondió la anciana — Iré a buscar, tu ve a atenderlos.
Intento replicar, pero se rindió y volvió a salir hacía el mostrador. El hombre ya no se encontraba allí. En cambio, el chico no se había ido, estaba guardando un papel en su bolsillo.
— ¿Sabes quién soy, verdad? — Preguntó Cinco, apoyando sus brazos en la mesa.
— Todos saben quién eres, solo que no te recuerdan — Respondió inclinándose hacía adelante.
— Y ¿Quién eres tú, Melissa Anderson?
— ¿Cómo sabes mi apell...? — Se detuvo al ver a unas personas afuera de la tienda. — Tienes que irte. Ahora.
Cinco observo por el reflejo de la pequeña campana.
— Creo que no querrás ver esto — Habló Cinco.
— Yo creo que si. — Contradijo, limpiando la mesa con un trapo.
Los hombres entraron y apuntaron con el arma a Cinco y a Melissa.
— Que rápido, creí que tardarían más en encontrarme.
— Okey, comportémonos como profesionales ¿Si? — Habló uno de ellos. — Ahora párate y acompáñanos, quieren hablarte.
— No tengo nada para decir
— No tiene porque complicarse — Su vista se poso en la pelirroja, quién veía a su alrededor, sin embargo su rostro no reflejaba miedo — No quiero matar a dos niños, no iré a casa con eso en mi conciencia.
— Yo no me preocuparía por eso, no vas a irte a casa — Habló Cinco.
Cinco vio a la pelirroja, quién asintió. Seguido de eso cogió un cuchillo y se teletransporto.
Melissa provoco que el arma del hombre caído disparara en la cabeza al hombre que la estaba apuntando a ella.
De la nada, Cinco apareció frente a ella, encima del mostrador.
— Tarados — Llamó el chico, antes de desaparecer.
Todos empezaron a disparar.
— Mierda — Murmuró Melissa al ver todas las balas dirigirse a ella.
La pelirroja controlo las balas con la mente, provocando que estas disparen brutalmente sobre uno de ellos, matándolo.
Cuando los hombre se alistaron para dispararle a ella, un sonido se oyó desde afuera, distrayéndolos.
Cinco había tocado la puerta para luego desaparecer.
Segundos después apareció detrás de un hombre ahorcándolo.
Melissa tomo impulso, trepándose sobre la espalda de uno, para después mover su cabeza brutalmente, matándolo.
La pelirroja bajo al suelo, viendo como el cuerpo inerte del hombre caía.
Todos los hombre ya estaban tirados en el piso.
Cinco se colocó la corbata y movió la cabeza de un hombre, matándolo de la misma manera en la que lo había hecho Melissa segundos antes.
— Somos un buen equipo — Habló Cinco.
— No somos un equipo — Contradijo acomodándose su sudadera.
— ¿Me ayudas? — Preguntó con un cuchillo en la mano.
La pelirroja asintió, agarro el cuchillo e hizo un corte limpio en el brazo del chico.
Cinco metió sus dedos dentro, sacando un pequeño chip.
— Tengo que coserte eso — Dijo Melissa apunto de irse a la trastienda.
El pelinegro apareció frente a la chica deteniéndola.
— No, tenemos que salir de aquí — Dijo jalándola del brazo.
— Un momento — Se detuvo — ¿Tenemos?
— Si, no te puedes quedar aquí, eres una testigo, además, no creas que no vi tu tatuaje.
Cinco volvió a jalarla del brazo, sacándola de la tienda y botando el chip al piso.
(...)
— ¿Estás seguro que es legal estar aquí? — Preguntó Melissa caminando por la pequeña sala de estar.
— No lo sé — Respondió sentándose — ¿Cómo es que tienes poderes?
— De la misma manera que tu. Puede que no me creas, pero yo soy...
— El número ocho — Interrumpió — Por eso estabas allí.
— ¿Donde? — Dijo curiosa sentándose frente a el. — Yo no te había visto en mi vida.
— Pero yo si, lastimosamente.
— ¿De que hablas?
El sonido de la puerta abriéndose se escucho. Cinco prendió la pequeña linterna.
— Cielos — Suspiró la recién llegada, con una mano en su pecho.
— Pon seguro en las ventanas — Ordeno el chico.
— Vivo en el segundo piso — Replico Vanya.
— Los violadores trepan.
— Eres muy raro — Dijo cerrando la puerta.
La mirada de la castaña se poso sobre la pelirroja, quién se sentía incomoda.
— Supongo que tu eres la número Ocho — Dijo sentándose a su lado.
— Prefiero que me digan Melissa — Dijo con una pequeña sonrisa — Tu debes ser Vanya.
— ¿Eso es sangre? — Preguntó la mayor viendo la mejilla de la chica, intentando tocarla.
La pelirroja se alejo. No le agradaba del todo.
— ¿Qué hacen aquí?
— Decidí que solo puedo confiar en ti.
— ¿Por qué yo?
— Porque eres ordinaria — Dijo secamente.
Melissa lo golpeo en el brazo.
— Auch — Se quejo — Y porque me escucharas.
— De acuerdo — Dijo antes de ponerse de pie.
— ¿Que fue eso? — Preguntó Cinco refiriéndose al golpe de hace unos segundos.
— ¿Acaso no has oído de algo que se llama respeto y acertivismo? — Regaño — Debes ponerte en el lugar de la otra persona. ¿Acaso te gustaría que te dijeran eso?.
— No me molestaría. Porque se que no lo soy.
— Eres un idiota, Cinco — Susurro por último antes de acomodarse en su asiento.
Vanya apareció.
— ¿Acaso ustedes son...? — Preguntó viendo la cercanía en que estaban ambos jóvenes.
— No — Dijeron ellos a la vez separándose.
— Okey — Dijo con una pequeña sonrisa, se acercó a su hermano.
Cinco levantó la tela de su brazo, para dejar ver una herida abierta.
— Cuando me quede varado en el futuro. ¿Saben que encontré?
— No — Respondió Vanya.
— Nada. Absolutamente nada. Hasta donde se yo era el único ser vivo que quedaba. Nunca descubrí que aniquilo a la humanidad. — Empezó a decir — Pero si encontré algo, la fecha en que sucede. El mundo acaba en ocho días, y no tengo idea de como evitarlo.
Las dos chicas se quedaron en silencio.
— Voy a preparar café
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