𝒊.𝗇𝗈𝗍 𝖾𝗏𝖾𝗋𝗒𝗍𝗁𝗂𝗇𝗀 𝗂𝗌 𝗉𝗂𝗇𝗄
SE LEVANTÓ CON PEREZA DE SU CAMA, coloco sus manos en su hombros y empezó a hacerse masajes a si misma. Su cuerpo le dolía, sus ojos le pesaban, dudaba mucho que se mantuviera despierta en su turno.
Vio a su alrededor, su cama improvisada, su ropa doblada en un rincón, hace menos de dos horas se hizo tendencia la noticia de que Sir Reginald Hargreeves había fallecido. En ese mismo momento "Sus supuestos padres" la dejaron en la calle.
Todo le cayó como un balde de agua fría, sus padres no eran quienes creían que eran, y siquiera se preocuparon en ayudarla o darle un lugar en donde vivir. Simplemente dejaron que siga por su cuenta.
Tuvo suerte de ser amiga de la dueña de la cafetería donde vendían donnas y bebidas. La verdad no se había tomado la molestia de aprenderse su nombre. Pero, bueno, le debía la vida a esa señora.
Le dio trabajo, y un lugar en donde vivir. Si, ella vivía en el almacén de la tienda. Agnes es un amor de persona.
Se cambió de ropa y se coloco un mandil para empezar a atender en el negocio.
(...)
Hace unos minutos...
— ¿Te ahorro algo de tiempo? — Habló Diego apoyándose en el marco de la puerta — Todas cerradas, no hay entradas forzadas ni indicio de lucha. Nada fuera de lugar.
Diego se acercó a su hermano.
— Wow, que enorme estas, Luther. ¿Cuál es tu secreto? ¿Batidos proteicos? ¿Dieta especial?
— ¿Qué quieres? — Interrumpió Luther.
Diego sacó una hoja de su bolsillo, para después extenderla a su hermano.
— El informe de la autopsia — El más grande intento agarrarlo pero Diego alejo el objeto divertido — Ah.
Luther agarro el papel.
— ¿Y por qué lo tienes? — Abrió el papel.
— Bueno, porque yo... — Se sentó en una silla — Se lo sustraje al forense. Y vaya sorpresa, su muerte fue, bueno, normal. Un infarto común y corriente.
— Si. ¿Y?
— ¿Qué haces aquí? Revisando las ventanas.
— ¿Fuiste el primero en llegar? — Preguntó rápidamente.
— Pogo lo encontró
— Si, hablé con Pogo. No encontró el monóculo de papá.
— ¿Y cuál es tu punto?
— ¿Acaso recuerdas haber visto alguna vez a papá sin su monóculo?
— No
— Alguien se lo llevó. O sea que quizás no estaba solo cuando murió.
Diego se puso de pie.
— Aquí no hay ningún misterio, nada que vengar, nada que resolver, nada de eso. Solo... Un viejo que murió triste, en una mansión vacía, justo como el se lo merecía.
Luther sacó otro papel amarillo de su bolsillo.
— Si no hay nada que revelar — Abrió el papel y se lo enseñó a su hermano — ¿Por qué papá guardaba está dirección y este nombre en su cajón?
El pelinegro agarro el papel.
— Melissa Anderson — Murmuró leyendo el escrito — ¿Quién es ella?
— No lo sé, pero voy a averiguarlo — Se hizo espacio, empujando a su hermano para salir de la habitación.
— Te acompañó — Concluyó saliendo junto con él.
(...)
La campana de Griddy's Doughnuts sonó, indicando que una persona acababa de llegar.
Dos hombres entraron al local.
- Otros tipos raro - Pensó Melissa antes de acercarse a donde ellos estaban.
— ¿Puedo ayudarlos en algo? — Preguntó sujetando una pequeña libreta y un lápiz.
Ambos jóvenes se vieron entre ellos.
— Buscamos a... — El más grande vio el papel que traía en sus manos — Melissa Anderson.
La pelirroja abrió los ojos.
- Carajo - Pensó, viendo hacía ambos lados, el último cliente se había ido hace unos minutos.
Melissa vio hacía la puerta, apenas la observó está se cerró.
Esa acción hizo sobresaltar a ambos jóvenes.
La pelirroja agarro un cuchillo de una mesa, se impulso y se colgó del cuello de Diego, a pegando el cuchillo en su garganta, pero sin cortarlo.
— Quienes son ustedes — Dijo, mientras Luther no sabía cómo reaccionar — ¡Díganme quienes son ustedes y que hacen aquí!
— ¡Wow, Tranquila! — Dijo Diego colocando sus brazos en son se paz, para no hacerle daño — ¡Solo veníamos a hablar!
— ¡Quién los envió! — Replicó — ¡Hablen!
— ¡Somos hijos de Sir Reginald Hargreeves! — Confesó Luther, ya que no sabía que hacer en ese momento. No todos los días una chica de 15 años amenaza con un cuchillo a tu hermano.
El agarre de Melissa se suavizó.
— Tienen 5 minutos — Habló, bajándose de la espalda del chico. — Empezando, ahora.
Miró su reloj y se sentó en una silla frente a ellos.
Ambos se miraron confundidos, hace menos de un segundo ella parecía una sicaria profesional.
— Bueno — Luther agarro una silla y se sentó frente a ella — Queremos saber que o quien eres de papá.
— Y lo principal — Diego se sentó — ¿Cerraste la puerta con la mente o algo por el estilo?
— Adivino — Se cruzó de brazos — Tú eres Luther — Señaló — Y tú Diego. Número uno y dos.
— ¿Tu...?
— Me presento — Extendió su brazo — Melissa Anderson, telequinesis y clarividencia, soy la número ocho.
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