022
Un amor no correspondido.
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📍EN MEDIO DEL
BOSQUE, PUEBLO DE ORDAN.
Ban dio un ligero salto y se acercó en dirección a Gowther, observándolo de arriba a abajo con una sonrisa tranquila en su rostro.
— ¿Entonces que contiene esa armadura, eh? — Se paseó por detrás del peli rosa, metiendo sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón — Por tu forma de hablar, siempre creí que había un anciano dentro~
— Por tu mirada, forma de caminar, tono, actitud y la cicatriz en tu mejilla. Eres Ban, el muerto viviente, ¿Verdad? — Gowther alzó ligeramente la mirada para observar al mencionado, dado la ligera diferencia de altura.
Ban soltó una ligera risita burlona, asintiendo.
— ¡Lo compro, tú eres Gowther!
— Además, debo decir. Que los chicos que te acompañan, son la viva imagen del Meliodas y Annabeth que conocí. — Gowther se giró a observarlos con tranquilidad.
— ¡Es correcto! Yo soy el capitán Meliodas, Gowther. — Meliodas se señaló a sí mismo y sonrió amigable.
— Así es, y yo soy Annabeth. — Asintió la mencionada, cruzando sus brazos bajo su pecho y observando en silencio a Gowther.
— ¡Mocosos! ¿Ustedes son los capitanes de los ocho pecados capitales? — Uno de los caballeros los observó sorprendido, frunciendo el ceño.
— ¿Qué? ¿Te sorprende? — Meliodas le observó.
— No lo comprendo.
— A ver, ¿O sea que no los ves en ellos? — Le cuestionó Ban a Gowther, pasando por detrás suyo — ¡A ver ese de allá! ¡Te irás de espaldas, ese es King!
Señaló al mencionado y mostró una sonrisa burlona, mientras que el hada se encontraba atrapado por unos aros de luz que le habían dirigido anteriormente.
— No, ese es otro. — Gowther de igual modo observó a King, escaneándolo. — Tono, olor, estructura ósea. No es nada parecido al King que conocía.
— ¿Su olor? — Cuestionaron Ban y Annabeth al unísono. Ambos se observaron por unos momentos, y después sonrieron divertidos.
King de transformó en su versión humana segundos después, para demostrarle a Gowther que era el mismo King de antes. Al hacerlo, los aros de luz se desvanecieron por King ser un poco más grande y gordo.
— Ese es el King que conozco.
— ¡Que reunion tan linda! — Exclamó Ban, mostrando una sonrisa alegre que enseñaba ambos de sus colmillos.
— ¡Wonderful! — Uno de los caballeros llamó la atención de todos, aplaudiendo un poco. Este portaba una máscara que ocultaba su rostro. — No solo nos topamos con Gowther, sino con cuatro pecados más... ¡Happy! Me encantaría combatir con ustedes, pero es una lástima. Nuestra misión de hoy solo es tomar la cabeza del gigante armado y llevarla devuelta al reino.
— ¿Puedes decirnos quién está dentro de la armadura? — King se acercó a Gowther junto a los demás pecados. Todos se mostraban tranquilos, realmente no veían como peligro a aquellos caballeros.
— No estoy seguro de eso. — Mencionó Gowther con su típico rostro sin emoción.
— Bien, es hora de trabajar. — El caballero con la máscara dirigió su gran arma en dirección de los pecados, y en consecuencia, a la del monstruo de gran armadura.
— Disculpa, ¿Te molestaría dejarlo en paz? Por favor. — Pidió el peli rosa.
— Oye, Gowther. ¿Por qué no solo les das lo que quieren? — Cuestionó Ban, mostrándose confundido.
— Solo intentábamos protegerlo porque creímos que eras tú. — Añadió esta vez King.
— ¿Entiendes la situación, no? — También se unió a la conversación Annabeth. Todos observaban a Gowther con atención.
— Si...
El monstruo en pocos segundos rompió su propia armadura, soltando un fuerte grito que causó dolor en los oídos de todos los presentes.
— Aún después de sentir su poder demoniaco, ¿Crees que puedan derrotarlo? — Les cuestionó Gowther a los caballeros, mientras observaba al gigante ser al lado suyo.
— Por supuesto. — Aseguró el enmascarado, observando la escena. — Pienso que al menos dos... O uno de nosotros morirá. Pero es un hecho, que nos llevaremos como trofeo esa cabeza.
— Es una decisión muy fría, en ese caso no hay otra opción. — Gowther comenzó a alzar uno de sus brazos, mientras todos le observaban atentos.
De un rápido movimiento, el propio Gowther le cortó la cabeza a aquel monstruo. Todos le observaron con sorpresa.
Meliodas y Annabeth se dirigieron una mirada curiosa el uno al otro, y luego volvieron a posicionar su atención en Gowther.
El monstruo cayó al suelo, y el peli rosa les ofreció la cabeza decapitada a los caballeros.
— Puedes tomarla. — Se fue acercando a su dirección, con cabeza en mano. — Es el modo más pacífico de resolver esto. Si una batalla agresiva se desata entre nosotros, la estela acabará con los habitantes de Ordan. Eso sin mencionar que, al hacerlo, los caballeros habrían perecido en vano.
— Bien, acepto tu oferta. — El caballero se acercó a tomar la gran cabeza que yacía en la mano de Gowther. — Me agradas, Gowther, la cabra. Por respeto a tu fuerza y a tu leyenda, nos retiraremos por hoy. — Se dio la vuelta, y luego les observó de reojo — Pero estoy seguro, de que un día, nos ordenarán ir tras sus cabezas. Mientras tanto... Ay, olvídalo. ¡Bye, bye!
No tardaron en marcharse todos aquellos caballeros, dejando solos a los pecados.
— ¡Bye-bye! — Se despidió de igual modo Gowther, moviendo su mano en forma de despedida.
— Parecías mostrar compasión por ese monstruo en la armadura. — Mencionó Annabeth, alzando ligeramente una de sus cejas y agachándose en cuclillas a observar el cuerpo inerte de aquel ser.
— Compasión... ¿Entonces fui compasivo con él?
— Es tu armadura, ¿No es así? ¿La utilizabas para proteger a ambos? — Está vez cuestionó Meliodas.
— No era eso, pero eventualmente iba a terminar así.
— Bueno, yo me largo. — Habló después de mucho tiempo Annabeth, levantándose del suelo. Se veía pálida, y muy cansada, dado a su desmayo anteriormente. Dado a eso, también estaba un poco de mal humor. — Por si no estaban enterados, me desmayé como por media hora cerca del río. Me siento mal, así que los espero en la taberna.
Comenzó a caminar y les dio la espalda, yéndose de aquel lugar, dejando a los varones con las palabras en la boca.
No tardó mucho en llegar a la Taberna, aunque hubiese caminado a un ritmo ligeramente más lento de lo normal.
Al llegar, se encontró con Diane, afuera del Sombrero de Jabalí.
Diane abrió sus ojos sorprendida, al ver llegar a su mejor amiga sola, sin alguna otra compañía.
— ¡Mejor amiga! ¿Y los demás, donde están? Ya se están tardando mucho. — Mencionó la gigante, observando de arriba a abajo a Annabeth — ¿Lograste cazar algo? ¡Estoy segura que fuiste la ganadora!
— Diane... Me siento mal. No pude cazar nada. Creo que iré a descansar a mi habitación... — Mencionó con un semblante cansado, realmente se veía muy pálida, más de lo normal, y aquello Diane lo notó inmediatamente. Junto sus cejas ligeramente, preocupada por Annabeth.
La mencionada no tardó en entrar con dificultad a la taberna, encontrándose con Elizabeth y un anciano.
A aquel anciano lo había visto antes, pero su vista estaba ligeramente nublada y no podía verlo muy bien, por lo tanto, no recordaba de donde lo había visto.
Se recostó en la puerta, sosteniendo su cabeza mientras sentía que iba a caer desmayada pronto, nuevamente.
— ¡Señorita Annabeth! — La voz de Elizabeth fue lo ultimo que atinó a escuchar.
— Ya veo, entonces ¿Meliodas y Annabeth sobrevivieron?
Annabeth llevaba unos cuantos minutos desmayada, la princesa se encargó de recostarla y cuidarla mientras tanto. Era lo menos que podía hacer.
Ahora solo debía esperar a que despertara.
Elizabeth no sabía nada sobre el tema, lo único que creía que era la razón de los desmayos de Annabeth, era debido a su anemia. Pero estos desmayos eran más que eso.
Luego de terminar de cuidarla, le sirvió un poco de cerveza al anciano, y se encargó de conversar con él.
— ¡Que gusto escucharlo! — Agregó el anciano, viéndose realmente aliviado y feliz por Meliodas y Annabeth.
— Aquí tiene. — Le sirvió un poco de cerveza, y se la entregó encima de la mesa.
— Lo siento, yo debería servirte a ti, princesa. — Se lamentó el anciano.
— Tranquilo. — Elizabeth le mostró una dulce sonrisa.
El anciano le dio un gran trago a la cerveza, degustándola, para después volver a hablarle a la albina.
— Aunque debo admitir que me asustaste. — Elizabeth le observó atenta — Tu bello rostro y tu bella voz... Todo es igual a ella, ¡Creí que Liz había vuelto a la vida! Si esa chica siguiera viva, sería una mujer como ninguna.
— La chica de la que habla, ¿Es su hija, señor? — Cuestionó la princesa.
— Liz era su sobrenombre. — Respondió — Tenia el mismo nombre que tu, Elizabeth.
— ¿Qué?
— Siempre estuvo enamorada de Meliodas.
A este paso, la princesa estaba más que sorprendida. No se hubiese imaginado nada de esta historia que le estaba contando el señor Caín.
— Liz combatía para la nación enemiga, y cuando frustraron un ataque nocturno en Danafor, fue capturada y sentenciada a muerte. — Agregó, bajando un poco la mirada — Parece que fue vendida como esclava a esa nación, no confiaba en nadie más que en si misma.
— ¿Cómo fue que conoció al señor Meliodas?
— Meliodas fue quien la salvó a ella y a varios de sus compañeros, en ese entonces, era el capitán de los Caballeros Sagrados. — Contestó el mayor — Pero antes, Meliodas ya había encontrado a Annabeth, luego de ser la responsable de la
catástrofe del reino Manovium y ser sentenciada en Danafor. Ambos fueron quienes salvaron a Liz.
— ¡¿La señorita Annabeth fue encarcelada!?
— Meliodas también fue el responsable de salvarla. — Caín le dio nuevamente un sorbo a su tarro de cerveza, que poco a poco iba tomando — Quizá fue un encuentro del destino... Comenzó a relacionarse con ambos. Aunque al principio pensaba que era un engreído, Liz pronto se sintió atraída por Meliodas.
A pesar de saber que Meliodas tenía a su pareja, siendo esta Annabeth, los sentimientos de Liz no tardaron en aparecer. Era su maldición, vivir un amor no correspondido, siendo su mejor amiga quien lo impedía.
— Liz era una chica con un encanto poco común, todos comenzamos a simpatizar con ella. Incluso Annabeth, hasta se volvieron inseparables, las mejores amigas del reino. Aún recuerdo esos hermosos recuerdos. — Finalizó el anciano con un rostro nostálgico.
— No puedo creer que haya llamado engreído al señor Meliodas... — Mencionó Elizabeth, dándole la espalda al mayor. — El señor Meliodas es tan... Tan gentil, así es él.
Caín río ligeramente.
— ¿Conoces el motivo por el que Meliodas no carga una espada decente?
La princesa negó levemente.
— Por que es demasiado poderoso, nadie ha enfrentado a su espada y a él para contarlo. Por eso no carga una espada. Supongo que si, Elizabeth, Meliodas es bastante gentil. — Sonrió suavemente, terminando de contar toda aquella historia.
Y Annabeth había despertado desde hace ya algunos minutos, habiendo escuchado todo eso.
Le fue imposible, no comenzar a sentir un gran ardor en su pecho al recordar a su antigua amiga, Liz.
O fue eso, hasta que escuchó un estruendoso golpe, donde había estado anteriormente con sus compañeros los pecados.
— ¡Señorita Annabeth!
— Ya estoy bien. Elizabeth. — Se limitó a responder, levantándose de donde anteriormente había estado acostada, como si nada hubiese pasado. — Iré a ver que sucede, quédense aquí.
Con intenciones de irse, el anciano le interrumpió.
— ¡Annabeth!
La mencionada paro en seco, soltando un pesado suspiro, aún sin girarse a verlo.
— ¿Sucede algo? — Se limitó a preguntar.
— Me alegra mucho verte, Annabeth. Me alegra verte con vida.
A Annabeth le parecía difícil ver a los ojos a aquel anciano. Le traía muchos recuerdos, malos y buenos, pero más que todo, malos.
No podía olvidar, como aquel mismo anciano, años atrás, le recriminaba el hecho del amor no correspondido de Liz.
Si supiera que, si fuese por ella, hubiese preferido sacrificarse a si misma antes que ver a todas las reencarnaciones de Elizabeth sufrir.
Annabeth se giró a verle, mostrando un rostro serio, no podía olvidar lo ocurrido años atrás.
— Te lo agradezco. También es bueno verte con vida, Caín.
— Tengo algo para ti y Meliodas. — Le avisó, rebuscando entre sus ropas aquel objeto que iba a darle. — Son las espadas que les obsequió Liz.
No tardó en mostrarle aquellas dos armas, ocasionando que los ojos de Annabeth comenzaran a cristalizarse.
📍BOSQUE DEL
PUEBLO ORDAN
Los compañeros de Annabeth descubrieron que aquel monstruo en realidad era un antiguo Caballero Sagrado que todos algún día habían conocido.
Precisamente, el padre de la actual caballero, Guila.
Se había convertido en aquel horrible ser, gracias a los planes de los caballeros, de hacer beber a todos de aquella sangre prohibida. La sangre de los demonios.
— ¿Cómo se convirtió en esto? — Se cuestionó King en voz alta.
— Aquí viene. — Aviso Gowther, mientras el monstruo se acercaba a ellos.
— ¡Dale! ¿Me recuerdas, cierto? ¡Sal de ese trance, Dale! — Meliodas intentaba con todas sus fuerzas ayudar a aquel antiguo caballero, aunque aquel monstruo ya se estuviese dirigiendo a su dirección, con la intención de herirlo.
— ¡¿Qué crees que haces idiota?! — Ban no se tardó en empujar al rubio, para recibir el golpe en su lugar.
Habían llevado bastante tiempo discutiendo entre ellos dos, de hecho, desde que comenzaron aquel enfrentamiento contra el monstruo.
— ¡Abajo, capitán! — King le avisó — ¡Invocación: Fuego contra fuego!
Inmediatamente su Chastiefol lanzó varias cuchillas en dirección al monstruo, pero ninguna de ellas pareció dañarlo o herirlo de alguna manera.
— ¿Huh? ¿No lo perfora? — Se dijo a si mismo con confusión. — En ese caso...
— ¡Detente King! — Ordenó Meliodas.
— ¿Ah? Pero puedo- — King no tardó en ser empapado por una gran cantidad de baba y mocos del monstruo, quien se lo había lanzado.
— ¡Dale, ya es suficiente! — Le reclamó el rubio, nuevamente, a aquel ser.
— ¿Sabes de que ya tuve suficiente? — Le habló Ban, a su lado, levantándose del suelo con una cara de pocos amigos, ya harto del capitán — ¡De tu idiotez!
No tardó en propinarle un golpe a Meliodas en su hombro, dejándolo caer al suelo.
— Ban golpeó al capitán, ¿Por qué fue? — Se cuestionó Gowther.
— Gowther... ¿Qué tal si cooperas un poco...? — Le cuestionó King, recomponiéndose del suelo.
— ¿Me dejarías pensarlo un poco?
— ¡¿Pensar en qué?! — King se mostraba un poco disgustado.
— ¡Si no vas a ayudar, entonces vete al diablo! — Ban también ya se mostraba molesto, todos aquellos varones ya se encontraban de aquel modo. — ¡No salvarás a nadie con tu inútil falta de acción! ¡Terminarás matándonos a todos!
Esto iba dirigido tanto para Gowther, como para Meliodas.
— Ban...
— ¡Señor Meliodas!
Elizabeth se apareció, junto a Annabeth a su lado, quien comenzó a correr en dirección a aquel horrible monstruo.
La velocidad de Annabeth era algo destacable de la castaña, sus fuertes piernas siempre le brindaban aquella facilidad al correr. Era uno de los pecados más rápidos.
En mano, tenia aquella espada que Caín le había dado anteriormente, cosa que Meliodas no paso desapercibido, sorprendiéndole bastante.
— Esa espada...
— ¿No te molesta... Que nuestra Annie se encargue de todo? — Le cuestionó Ban, mostrando una ligera sonrisa, mientras observaba de igual modo a Annabeth, maravillado. Esto saco de sus pensamientos al rubio.
Annabeth dio un alto salto en el aire, y sacó la espada de su funda, no tardando mucho en propinarle diversos cortes a aquel monstruo demoniaco.
Se encontraba enfadada, entristecida, amargada, todo gracias a aquel recuerdo de Liz.
— ¡Señor Meliodas! ¡Liz no quería que lucharan, sino que vivieran! ¡Yo deseo lo mismo! — Elizabeth no tardó en lanzarle su espada de igual modo, para que luchara al lado de Annabeth.
Meliodas la atrapó con facilidad, y no tardó en imitar las acciones de Annabeth. Directo hacia el antiguo cuerpo de Dale.
— ¡Lo siento, Dale! — Meliodas le propinó otros cuantos cortes, terminando con Dale por completo.
Annabeth permanecía con un rostro serio, sin expresión alguna. Y esto, todos los presentes lo habían notado.
Ambos volvieron a guardar sus respectivas espadas en sus fundas, observando como los pedazos del antiguo monstruo, caían al suelo.
Elizabeth los observaba con una dulce sonrisa, desde lejos.
— ¡Eso fue increíble, capitanes! — Eligió King, acercándose a ellos.
— Pienso igual. — También elogió Gowther.
— Oye, King, ¿Tú estás bien? Vi como la baba de ese monstruo te empapó. — Cuestionó Annabeth, observándolo con seriedad, a cómo usualmente lo hacía. King estaba acostumbrado a recibir tratos dulces por parte de ella, pero era distinto esta vez.
— Si... Tranquila, voy a sobrevivir. — Asintió King, observándole preocupado.
— ¿Ya viste como querer es poder, capitán? — Ban se giró a observar a Meliodas, aunque luego comenzó a acercarse en dirección del antiguo cuerpo de Dale. — Siempre Annie debe encargarse de todo, eres un desconsiderado.
Se percató de algo pegado a su pecho, así que se encargó de arrancarlo de ahí mismo.
— Pero, un humano transformado en demonio, ¿Cómo es posible? — Se cuestionó King, mientras Ban se encargaba de terminar con aquella cosa.
— Una maldición, o quizá un experimento, o un hechizo. — Le respondió Meliodas.
Aquella cosa que tenía Ban en manos, comenzó a emitir ligeros gritos
— ¿Entonces, es un demonio hecho por la mano del hombre? — Volvió a preguntar King, notablemente confundido.
— No solo eso, utilizan Caballeros Sagrados de Liones.
— Pero no hay modo que trabajen a espaldas de los dos Grandes Maestros de los Caballeros Sagrados. — Pensó nuevamente el hada, hasta que todo le hizo sentido — ¡¿Entonces?!
— Si. Posiblemente uno de los Grandes Maestros esté involucrado. — Meliodas le observó, sabiendo que ambos pensaban lo mismo.
— ¿Hablamos de Dreyfus... O quién?
Meliodas y King hablaban y sacaban sus conclusiones entre ellos, mientras Annabeth solamente se encontraba observando a Ban en silencio, y a aquella cosa que tenía en manos.
— Mátala de una buena vez. — Llamó la atención de Ban, viéndose cansada y ya harta de que su compañero no hiciera nada. Se encontraba con los brazos cruzados, con una mirada seria en dirección a su amigo.
Gowther se adelantó a mandarle una flecha de luz a aquel pequeño ser, observando a los demás.
— Hendrickson. — Mencionó este mismo peli rosa.
— ¿Dedujiste algo, Gowther? — Le cuestionó Meliodas.
— Si, es casi asegurado que el involucrado en este incidente sea el Gran Maestro de los Caballeros Sagrados, Hendrickson.
Aquel pequeño ser rojo soltó nuevamente ligeros gritos, por lo cual, Annabeth, ya molesta, se acercó en dirección a Ban con la intención de terminar con aquella cosa de una buena vez.
No le agradaba ver seres demoniacos, verlos le recordaba constantemente que pertenecía a aquella despréciale raza.
— Oye, tranquila nena, yo me encargo. — Ban la notó molesta, y dispuesta a terminar ella misma con la vida de aquella cosa. Pero el se encargó de aplastar con su propia mano a aquel ser, mostrándole una ligera sonrisa juguetona a la castaña. — ¿Lo ves? No hay razón para que estes molesta conmigo~
— Lo hay, y muchas. Pero no estoy de humor para pelear contigo. — Se giró y le dio la espalda, frunciendo el ceño con sus brazos cruzados bajo su pecho.
— Tranquila, ya relájate Annie. No es bueno que tengas tus problemas de ira en estos momentos, sabes lo que puede llegar a pasar. — Ban no tardó mucho en acercarse a abrazarla por detrás, mientras que Annabeth soltaba un pesado suspiro, enfadada.
— Ya tengo hambre, ¿Podemos regresar? — Observó a Meliodas suplicante y cansada, queriendo irse de aquel lugar lo antes posible, y alejarse de los restos de aquel demonio.
Ban tomó a Annabeth y la cargó sobre sus hombros con facilidad, sorprendiendo a la chica ligeramente.
— Vamos ya, tranquila. El idiota de tu mejor amigo te preparará algo delicioso para que puedas sentirte mejor. — Le dedicó una dulce sonrisa a la castaña, comenzando a avanzar con ella en brazos.
Annabeth simplemente lo observó, apenada, pero también agradecida. Sin dudas, quería muchísimo a aquel idiota.
— Si, Diane debe estar preocupada. — Agregó King, comenzando a caminar con Annabeth y Ban.
— Ajá, pero por la capitana. — Le respondió Ban, riendo ligeramente.
— ¡Tarado! — Le recriminó King.
Gowther se quedó unos momentos con el cuerpo inerte de Dale, recordando los momentos que paso con aquel hombre convertido en demonio. Junto a él se quedaron Meliodas y Elizabeth, mientras los otros tres se marchaban de ahí.
Meliodas se había percatado del cambio de actitud de Annabeth, pero dejó que Ban se encargara por el momento. No quería provocarle más enojo a su pareja, en estos momentos, el odio a los demonios en los corazones de Annabeth, era inmenso.
Ahí estaba incluido Meliodas.
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— NOTA DE AUTORA:
hola a todaaaaa, y bienvenidas nuevamente a esta linda historia 💗
se recordarán que meses atrás les había prometido seguir con la historia, pero lastimosamente volví a recaer en depresión por lo mismo del fallecimiento de mi padre. pero esta vez estoy intentando seguir adelante, así que aquí estoy 💗
ayyyy, estoy tan emocionada por retomar el pasado de Annie, ahí verán que poco a poco se irá descubriendo más <3
eso será todo personitas preciosas, habrá pronto un nuevo capítulo, así que no duden en votar y comentar 💕💕
he estado editando todos los capítulos, por si quieren pasarse a releerlos, cambie mucho la narrativa para una lectura más cómoda y agradable 🩷
también quería presentarles un fic que estoy retomando, y que también le tengo mucho cariño <3 me encantaría verlos por ahí también
por si quieren pasarse a leerlo, los espero por ahí 💗 por si les interesa snk también JAJJAJAJJA
los quiero mucho, nos leemos en un próximo capítulo 🍓
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