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005

🥀: Serpiente y lobo
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📍BOSQUE DE LOS
SUEÑOS ALBO.
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— ¡Oye cerdo, ven aquí, así te doy tu merecido! — Gritó el cerdito con recelo, mientras llegaba corriendo al sitio en donde había dejado a los pecados. Elizabeth iba atrás de el.

— ¡Señor Meliodas! ¿Está bien? — Preguntó la princesa con notable preocupación, llegando a su lado.

— Si, estoy bien. — Meliodas sonrió.

— Nosotras también estamos bien, ¿Sabes? — Annabeth le llamó la atención, alzando una ceja con notable confusión.

— E-eh me alegra...

— ¡Oye! ¿Donde está ese cerdo? —  Siguió el cerdito con su drama.

— Tu también eres un cerdo. — Contestó Meliodas con gracia.

— Uh, Huele delicioso. — Diane seguía con lo mismo de querer comerse al cerdito. Hawk ante ese comentario, no pudo evitar chillar más de lo que chilla normalmente, mientras que la princesa Elizabeth se acercaba al capitán.

— ¡Señor Meliodas! ¿Se encuentra bien? — Elizabeth seguía con la preocupación por el capitán, y tocó con delicadeza su hombro .— ¡Está herido!

— ¿Esto? Nah, no es nada. — Meliodas le sonrió nuevamente.

— Está aquí sano y salvo, parado frente tuyo, ¿A caso lo ves muerto? — Interfirió Annabeth con notable cansancio de escuchar las quejas de Elizabeth, se mantenía  con los brazos cruzados, mostrando su descontento.

Diane sólo observaba disgustada a la princesa; desde que la vio, le había dado muy mala espina. Con la vestimenta que traía y como se acercaba al capitán, ¡Daba una malisima impresión!

— ¡Oye! ¡Deja de estar como trepadora con el capitán! — Diane le llamó la atención.

— P-pero.

— ¡Estar a su lado es el deber de Annabeth! ¿Te quedo claro? — Diane seguía.

Anabeth suspiró e inhaló para tranquilizarse, pues estos momentos no eran para uno de sus ataques de Amargura u otra irritación; así que rápidamente y de un ágil salto, llegó al hombro de su amiga para decirle algunas palabras a su oído. Y al decirle estas palabras, Diane inmediatamente se tranquilizó y le sonrió.

Mientras las dos amigas hablaban animadamente, Hawk seguía quejándose de las quemaduras y golpes que Gilthunder le había propinado, a decir verdad, si eran golpes y quemaduras graves, pero no eran para tanto; pues Meliodas que estaba mucho más grave, no se mantenía quejando.

Annabeth dirigió su mirada y atención hacia Hawk, para luego dirigirle una dulce sonrisa, pues por culpa del niño que ella cuidaba, el salió herido. Sentía que era su responsabilidad.

— Tranquilo Hawk, yo te curare.

— ¡Gracias Ananeth, tu eres la única que se preocupa por mi! — Le agradeció inmediatamente el cerdito mientras se acercaba a ella.



📍EL SOMBRERO DE
JABALÍ, ABORDO DE
LA MAMÁ DE HAWK.
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Annabeth se encontraba curando al cerdo como lo había prometido, había tomando una toalla húmeda para colocarsela en el lomo y para poder curar la "gran" herida que estaba en el cuerpo del cerdo.

— ¡Ahí mero! — Exclamó con satisfacción el cerdito. —Estúpido caballero, me las pagará.

Annabeth quedó en silencio observando el suelo mientras pensaba.

— Por cierto, ¿Conoces a ese caballero, Annabeth?

— Ah, ¿Hablas de Gil, no? Entonces, si, lo conozco. Lo conozco desde que era un niño. — Contestó a la pregunta del cerdito. — El era un niño muy dulce y atento conmigo, hasta Meliodas llegaba a creer que pasaba más tiempo con Gil que con el. — Una suave risa salió de su boca al recordar — Su padre era Zaratras, maestro de los Caballeros Sagrados. Gilthunder me admiraba y queria mucho, pero creo que ahora me odia...

— ¡No digas eso! Tu eres una persona muy dulce, ¿Cómo alguien va a odiarte? — Comentó el cerdito, intentando dar ánimos, a lo que la castaña sólo sonrió y se encogió de hombros.

Ya que el cerdito no sabia cuántas personas odiaban a aquella chica, Annabeth tenía un pasado, y muchos enemigos.

Annabeth suspiró y luego se levantó del suelo, ya que anteriormente había estado de rodillas para estar a la altura de Hawk.

— Bien Hawk, reposa un poco en el cuarto de Elizabeth, yo iré afuera. Cualquier cosa sólo llámame —Comento por última vez, mientras abría la puerta y salía de la taberna.

Ahí se encontró con Diane y Meliodas, los cuales estaban hablando animadamente.

Diane notó la presencia de su mejor amiga, a lo que sonrió a más no poder, Meliodas estaba en su mundo viendo el cartel de otro pecado, así que no se dio cuenta de su presencia.

— ¡Annabeth, amiga! ¿Ya has visto mi cartel? ¿A que he cambiado mucho en estos 10 años, eh? — Tomó en sus manos a su amiga y la colocó en su hombro derecho, en donde Annabeth podría observar el gran y bello paisaje.

— ¿A caso no has visto el mío? —Annabeth le siguió el juego, soltando una pequeña risita mientras mecía su cabello de forma vanidosa y modesta.

— Nah, ¡El mío es mil veces mejor! — Contradijo la gigante.

Estas dos amigas acostumbraban a jugar así, pelear amistosamente sobre quién era la más bella del lugar.

— Oh, hablando de bellezas, ¿Has visto el cartel de Meliodas? — Mencionó Annabeth de repente, queriendo llamar la atención de su pareja para que se uniera a la animada platica que ambas estaban teniendo — Dios, en el cartel se ve como todo un hombre. Pero cuando lo ves en persona, es solo un niño.

Con solo esas palabras, Annabeth logró captar la atención de Meliodas. Este dejó a un lado el cartel, y posó toda su atención en ella.

— Con que un niño, eh.

Él, el cual viajaba en el otro hombro de la gigante, de un ágil salto se dirigió a donde estaba Annabeth, el hombro contrario de Diane.

— Si hago esto, ¿Todavía soy un niño? — Preguntó con notable diversión y una sonrisa divertida, enterrando inmediatamente su rostro entre los pechos de Annabeth y aprovechando a acariciar los bordes de sus lados.

Annabeth soltó una ligera risa y negó con la cabeza, no tardando en apartarlo de aquella zona.

Había un ligero carmín en sus mejillas, significaba que se había avergonzado un poquito. No era común en ella, pero todo esto había sido tan inesperado que reaccionó de esa forma.

Diane río divertida al ver a su pareja favorita conviviendo.

— En público no, Meliodas... — Susurró suavemente en un pequeño regaño, desviando la mirada. No estaba enojada, pero simplemente se había apenado un poquito.

— !Pero si siempre lo hago!

— ¡Ya, ya capitán! ¡Dale su espacio a Annabeth! — Regañó entre risas la gigante, tomando de la punta de la camisa a Meliodas y colocándolo en el lomo de la mamá de Hawk.

La princesa junto al cerdito no tardaron mucho en salir de la taberna para encontrarse con los demás.

— Bien, nuestra próxima estación será la prisión Baste. — Comentó Meliodas, aprovechando que todos los presentes se encontraban ahí.

— Me niego.

Ante ese comentario de la princesa, todos dirigieron sus miradas hacia ella, extrañados.

— ...Porque primero debemos curarle las heridas, señor Meliodas. —Terminó de decir, haciendo que los rostros confundidos de los demás desaparecieran.

— No te preocupes Elizabeth, estar con Annabeth me hace sentir mejor. — Dijo el rubio muy despreocupado y sonriente. El apreciaba que la princesa se preocupara por el, pero no era para tanto.

— ¿En verdad?

—¡Sí! Y tocar sus pechos me hace sentir mucho mejor. — Contestó por segunda vez, claramente bromeando y riéndose.

Annabeth sólo rodó los ojos divertida.

— Bueno, si eso lo hace sentir mejor... — Habló, ya tranquila. — Señorita Annabeth, ¿Podría dejar que el señor Meliodas la toqu-

— ¡Claro que eso no lo hace sentir mejor! ¡Es tan solo un pervertido! —Exclamó un Hawk histérico.

—Tan sólo iré a la habitación a descansar, eso me hará sentir mejor. — Informó el rubio suavemente, sonriendo con tranquilidad — Annabeth, ¿Podrías acompañarme?

— Claro.

— No se porque mi mente pide que no malpiense esto... — Murmuró el cerdo con desconfianza.

— Tranquilo, no pasará nada, a fin y a cabo son pareja. — Diane le tranquilizó.

Luego de eso, los dos entraron a la taberna para dirigirse a la habitación que compartían.

Tan pronto Meliodas abrió la puerta, su cuerpo cayó al suelo. Annabeth intentó levantarlo, y eso hizo, lo cargo inmediatamente entre sus brazos y se levantó del suelo.

Tan pronto hizo aquello, se dio cuenta que Meliodas no reaccionaba y estaba totalmente ido de sí mismo, estaba desmayado. Le fue inevitable no mostrarse preocupada inmediatamente.

Llevó su mano hacia el pecho de su pareja, para poder asegurarse si alguno de sus corazones latía; este latía, pero muy despacio a lo normal, preocupando más a Annabeth.

— ¡Meliodas, Despierta! — Gritó con desesperación, mientras sacudía de todas las formas posibles el cuerpo de Meliodas.

Elizabeth y Hawk subieron rápidamente las escaleras para encontrarse con la horrible escena de aquella pareja.

Diane igualmente, salió disparada al escuchar el gritó de su amiga hacía la ventana más cercana para poder observar. Al ver la situación, sus ojos se abrieron como platos.

A la gigante le dolió mucho observar la desesperación de su amiga y con un rostro tan asustado. Y sabía, que estos eran uno de sus ataques de ansiedad, los cuales podían llegar al punto de volverse en amargura

Entonces, recordó, recordó las palabras de Merlin.

"Sí es que Annabeth llega a entrar en una etapa de desesperación o ansiedad, la única solución es noquearla. Así se evitará una gran catástrofe de amargura"

Diane asintió y tomó su decisión: tendría que noquear a Annabeth.

Rompió la ventana, y con gran dolor en su corazón, con simplemente su dedo índice, tocó la nuca de Annabeth y le dio un suave golpe.

Para la gigante fue un "suave" golpe, pero para Annabeth no lo fue, por lo tanto cayó desmayada.




📍10 MINUTOS LUEGO,
ALDEA MÁS CERCANA,
DALLMALY.
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La gigante se encontraba en una aldea buscando a un doctor para que le ayudará, con Annabeth y Meliodas en brazos. Todo el mundo huía de la gigante al ver su gran tamaño.

Todos tenían la idea de que ella les haría daño, pero eso era una vil mentira. Ella nunca les haría eso, nunca le haría daño a personas inocentes.

— ¡Oigan! ¡Disculpen! ¿No saben en donde puedo encontrar a un doctor? — Preguntó la gigante con un tono dulce a los pequeños humanos.

Toda la gente salió corriendo aterrada al ver a la gigante en su aldea. Esto de algún modo hizo sentir mal a Diane, era obvio de que ella ya estaba acostumbrada a escuchar ese tipo de apodos. "Monstruo" o "Gigante asqueroso", eran ejemplos de cosas que solían decirle.

Aquello ya no le llegaba a afectar, pero ver el cuerpo de su mejor amiga en aquel estado, si le afectaba muchísimo.

Seguramente si Annabeth se encontrará despierta en estos momentos, le hubiese hecho sentir mejor, con las dulces palabras que siempre le dedicaba. Pero lastimosamente ella no se encontraba a su lado en estos momentos.

La princesa junto a Hawk llegaron corriendo con la respiración agitada al seguirla por tanto tiempo.

— ¡Espera! — Chilló Hawk.

— ¡Señorita Diane, Hawk y yo nos encargaremos de buscar un doctor, no se preocupe! — Exclamó la princesa.

— ¡No! ¡Yo me haré cargo, tu vete! — Le contestó bruscamente, ella quería solucionarlo sola.

— ¡P-pero!

— ¡Todos huirán de ti! ¿No te has visto en un espejo? — Habló de repente el cerdo sin intención de hacerla sentir mal, pero no sabía que ese comentario logró afectar notablemente a Diane.

Todo quedó en silencio después de ese tonto comentario. Diane miraba mal a la princesa y al cerdo, hasta que suspiro rendida.

— Bueno... yo me quedare. — Finalmente accedió.

La princesa junto al cerdo al escuchar esas palabras, sólo sonrieron y siguieron con su camino en busca de un doctor.

Diane sólo se quedo observando los cuerpos de su amiga y capitán con una mirada triste. Quería ayudarlos, y mucho, pero su tamaño le evitaba hacer eso; todos huían de ella pensando que era un monstruo.





📍15 MINUTOS LUEGO,
CASA DEL DOCTOR DANNA.
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La gigante se encontraba observando los pequeños cuerpesitos de su amiga y capitán por medio de la pequeña ventana que había en el lugar.

— Está es una medicina muy efectiva que utilicé... — Habló el doctor que accedió a atenderles, mientras le daba de beber al capitán.

— Gracias doctor. — Agradeció Elizabeth. — ¿Y a la señorita Annabeth, que le dará?

— Ella lo único que necesita es descansar, pronto despertará. — Le Informó con tranquilidad.

Elizabeth se acercó hacía Annabeth para tocarle la frente con la palma de su mano, ya que al parecer estaba pálida. Sus deducciones eran ciertas, Annabeth tenía fiebre.

— Doctor. — Llamó la princesa. — La señorita Annabeth parece tener fiebre.

— Veamos, con sólo un paño mojado ayudará. — Habló el doctor mientras el objeto ya mencionado lo colocaba en la frente de la castaña. — Con eso bastará.

— Gracias, doctor. — Agradeció

— Para ser sincero, no puedo creer que unos jóvenes puedan aguantar eso. El joven tiene varias quemaduras graves y la señorita tiene una fiebre muy alta.

Sin mas, el médico salió de la habitación.

Elizabeth dio un largo suspiro y habló.

— ¿Ahora que haremos?

— Iremos a la prisión Baste. — Informó el cerdo.

— Yo sola iré a la prisión Baste. — Le Contradijo Diane mientras se levantaba del suelo.

—¿Qué?

— Cuando Annabeth despierte, querrá ir a la prisión lo más antes posible. —Predijo Diane — Quiero ahorrarle ese trabajo y que su fiebre disminuya.

La princesa Elizabeth salió del pequeño hogar junto al cerdo para ir con Diane, ya que ella quería acompañarla.

— ¡Yo también iré! —Informó la princesa con determinación.

— No necesito estorbos — Dijo sin rodeos — Mira tu cuerpo, delgado y como el de una muñeca. — Le hizo ver la realidad. — ¿Qué crees que podrías hacer? Sí lo único que puedes hacer es cambiarle las toallas al Capitán.

La princesa sólo abrió su boca sorprendida

— ¡No todas las chicas son tan fuertes como tu! — Le Respondió Hawk.

Diane volteó a verlo molesta y Elizabeth suspiró.

— Y-yo... También me gustaría hacer algo por el Capitán y por Annabeth. —Habló Elizabeth — Yo sé que la señorita Annabeth me ha salvado muchas veces... Y ya no me gustaría ser un estorbo para ella...

— ¡No es como que se arriesgara por ti, bien?! — Gritó Diane mientras azotaba el suelo con notables celos.

— Señorita Diane...

La gigante suspiró.

— Annabeth desde que la conozco... ha sido así conmigo... Siempre ha sido así de dulce, risueña y linda... —Sonrió con notable tristeza. — Cuando estaba afuera de mi hogar y estaba peleando con unos caballeros, ella me defendió y salvó, ella sola... En esos momentos ella estaba alejada del capitán, buscándolo. Desde que la vi, pensé que era increíble ver a una mujer tan fuerte sin necesidad de un hombre. Yo... yo soñaba con ser de su tamaño, y pensaba ¿Cómo se sentiría ser de su tamaño para poder abrazarla?

Estas palabras conmovieron a la princesa y a Hawk, al parecer el pecado de la envidia no era tan mala como aparentaba ser... En el fondo era solo una niña dulce e indefensa, con un gran corazón.

— Y desde entonces, he querido luchar para proteger a mi mejor amiga. —Siguió.— Yo se que nunca seré de su tamaño como tú, Elizabeth, pero lo único que puedo hacer por ella, es luchar.




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🥀 — NOTA DE AUTORA:

nuevo capitulitoooo🌸 si, esta algo corto pero denle amor:(

m encanto escribir este cap, la vdd soy muy fan d la relación q tiene mi annie con diane😿😿 ES Q QN NO LAS VA A AMAR? vean, son todas unas masitas 😭💗💗

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