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único

-escena sexual en el capítulo VII-

conexión visual

Soobin se sorprendió por sus propias palabras, pronunciadas casi sin pensar. La revelación resonó en el aire, llenando el espacio entre ellos con una tensión palpable. Yeonjun levantó la mirada del lienzo, sus ojos se encontraron con los de Soobin, centelleando con una mezcla de sorpresa y...una sensación que recorrió a Soobin en un escalofrío.

— ¿Yo? — preguntó, su voz apenas un susurro.

Soobin asintió lentamente. No había planeado revelar la verdad detrás de su obra de arte, siquiera estaba seguro de lo que era hasta ese momento, pero una fuerza más grande que él lo había impulsado a hacerlo. Era como si su corazón hubiera hablado a través de sus pinceles, revelando la imagen de Yeonjun sin que él mismo lo supiera.

— Sí, eres tú. — confirmó, su voz resonando con una extraña mezcla de nerviosismo y determinación.

Yeonjun se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Luego, una sonrisa lenta se extendió por su rostro, iluminando su expresión con una calidez que Soobin no había visto antes.

— Entonces, ¿esto soy yo en tus sueños? — preguntó, sus ojos brillando con una chispa traviesa.

Soobin asintió, sintiendo el calor de un rubor subiendo por sus mejillas. No es que haya sido la primera y última vez pintando a alguien, incluso ha pintado personas en poca ropa, pero aquella mirada que le brindaba Yeonjun hacía que sus rodillas fallen.

La mirada de Yeonjun regresó hacia la pintura para apreciarla más, sus ojos se afilaron y mordió su labio interior como si pudiese concentrarse más. No se veía físicamente allí pero sin duda era él, una pluma alta, brillante, elegante, él podía verse en aquella pluma.

La sonrisa de Yeonjun se ensanchó aún más, y Soobin sintió cómo el peso de la confesión se aligeraba.

No comprendía nada sobre su cuerpo en ese momento, su tartamudeo, sus rodillas débiles, su respiración agitada, sus mejillas rojas. No comprendía nada pero si solo era un sueño no debería buscarle alguna explicación.

— Eres talentoso, Soobin. — dijo bajo el pelinaranja, luego regresó su mirada hacia él sacudiendo su cabeza para que sus mechones de cabello no molesten sus ojos, Soobin bajó la mirada hacia las manos de Yeonjun, abrigadas en su abrigo.

Con pasos apresurados, se dirigió al rincón de la cocina donde se encontraba su estufa de carbón.

— Tú...¿Cuántos años tienes?— preguntó Yeonjun, con una sonrisa divertida mientras observaba a Soobin moverse nerviosamente por la habitación.

Soobin se detuvo un momento, sintiendo el calor subir a su rostro. Se sentía apenado cada vez que Yeonjun le hablaba, su voz era...bonita.

—Yo... tengo vinticuatro —respondió Soobin, intentando concentrarse en su tarea mientras evitaba el contacto visual con Yeonjun.

Yeonjun, envuelto en su abrigo y con una expresión de ligera curiosidad, miró cómo Soobin se arrodillaba frente a la estufa de carbón, luchando por mantener la calma. Soobin abrió la pequeña puerta inferior de la estufa, sus manos temblorosas mientras sacaba un cubo de carbón y comenzaba a colocar los trozos negros y brillantes en la cámara de combustión.

— ¿Y tú? — Soobin preguntó.

— Veintiséis. — Yeonjun contestó.

Soobin regresó su mirada unos segundos hacia atrás notando que Yeonjun parecía tener frío, Soobin se apuró aún más, rasgando páginas de un periódico viejo que usaba al pintar y haciendo bolas de papel. Las colocó debajo del carbón y encendió una cerilla, acercándola con manos temblorosas al papel. Las llamas empezaron a devorar las páginas arrugadas, y el fuego se avivó rápidamente, pero Soobin casi dejó caer la cerilla en su nerviosismo.

— Cuidado, no te vayas a quemar. —comentó Yeonjun con una risa suave, encontrando la torpeza de Soobin algo entrañable.

Soobin cerró la puerta de la cámara de combustión, asegurándose de que el aire fluía correctamente a través de las aberturas para mantener el fuego vivo. Poco a poco, el calor comenzó a irradiar desde la estufa, llenando la habitación con una calidez reconfortante. Se enderezó, respirando aliviado y frotándose las manos cálidas mientras observaba el fuego danzar tras las rejillas de hierro.

— Gracias. —dijo Yeonjun, acercándose un poco más a la estufa y sonriendo de manera amistosa.

— De nada. —respondió Soobin, aún algo nervioso, pero satisfecho de haber podido ayudar.

Al observar los profundos y rasgados ojos de Yeonjun, esos ojos de zorro que parecían penetrar su propia alma, Soobin se cuestionó si todo lo que estaba experimentando era simplemente un sueño. Nunca antes había experimentado un sueño lúcido de esta manera. Podía sentir el frío, la calidez, y cada vez que Yeonjun lo miraba fijamente, podía sentir su pecho vibrar con una sensación completamente nueva para él.

¿Qué diablos estaba pasando en este sueño?

— ¿Tú también has tenido esos sueños? — preguntó de repente Yeonjun, su mirada fija en el fuego detrás de las rejillas. Soobin asintió y Yeonjun lo miró de reojo.

— ¿Y tú qué sueñas? — preguntó Soobin.

— Sueño con un escenario oscuro, luego una luz de muchos colores cae sobre mí. Levanto la mirada y veo a un hombre aplaudiéndome. El sonido de sus aplausos llama mi atención y es el único sonido en el teatro, es espeluznante. Y luego, veo un garrote de policía en una de sus manos. Retrocedo, asustado, y de repente frente a mí cae una corona de plumas. Levanto la mirada y el hombre desaparece, pero no el garrote. — explicó Yeonjun, volteando luego su mirada hacia Soobin.

Por supuesto que Yeonjun era aquella mujer, pero Soobin no podía comprender por qué ambos estaban de cierta forma conectando aquello y si Yeonjun de verdad existía o solo era un alma en pena.

— ¿Qué hay de ti? — preguntó el mayor irrumpiendo los pensamientos de Soobin.

— Sueño con una mujer que baila, y yo simplemente la observo. Pronto el escenario comienza a desmoronarse junto con las luces. Volteo hacia un lado y veo un lienzo en blanco y rasgado, como si un animal salvaje hubiera salido de allí. — relató Soobin, y ambos se quedaron mirándose fijamente. — No tengo idea de qué pueda significar.

— Estoy igual que tú. — murmuró el pelinaranja.

escenario caído

Al despertar, simplemente se mantuvo con una sonrisa estúpida clavada en el techo por los siguientes 10 minutos hasta que se sentó en la cama y observó su estúpida y pequeña habitación gélida y solitaria como siempre. Su sonrisa se borró poco a poco y una sensación incómoda creció en su pecho.

Odiaba estar vivo...la mayoría de las veces. Odiaba ver su estilo de vida y el cómo esta reflejaba el terrible fracaso que él era. Un pintor inútil, desempleado, quebrado y sin inspiración. Nunca fue una persona que destaque mucho en algo pero por lo menos deseaba una vida estable.

Pero su mirada se clavó en esa pintura, esa pintura en específico y no pudo evitar sonreír al recordar de quién se trataba. Era su mejor obra hasta ahora y aunque había dicho que lo primero que salga bien lo vendería de inmediato simplemente no pudo con esta.

No estaba seguro de qué trataba su sueño, de qué trataba el de Yeonjun, quién o qué era Yeonjun y mucho menos lo que sentía por ese hombre...¿tal vez admiración? no estaba seguro, pero necesitaba volver a verlo y no podía esperar a volver a dormirse pero desgraciadamente no era opción, debía seguir buscando trabajo.

A pesar de las numerosas negativas que había recibido en sus intentos anteriores, se negaba a rendirse. Con determinación en su mirada, se aventuró nuevamente en las calles de Londres en busca de empleo.

Sin embargo, como había temido, el día transcurrió sin éxito. Las puertas se cerraban una tras otra, dejando a Soobin desanimado y agotado. Fue entonces cuando recordó a Kai, su compañero de la fábrica donde solía trabajar. Con la esperanza de que Kai pudiera ayudarlo de alguna manera, se encaminó hacia la casa de su ex compañero.

— ¡Soobin! — lo recibió el chico con una sonrisa de oreja a oreja — ¿Qué tal estás? ¿Quieres pasar?

Soobin asintió sonriendo con los labios sellados, realmente había extrañado a ese risueño.

— Me alegra verte de nuevo. — comentó Kai invitando a su amigo a tomar asiento, Soobin accedió.

— Me alegro de verte también, creo que ha sido un mes. — dijo Soobin riendo levemente.

— ¿Cómo estás? ¿Qué te trae por aquí?

— Te seré sincero Kai. — Soobin empezó y el menor prestó más atención en las palabras de Soobin — Necesito trabajo, solo quería saber si podrías ayudarme con eso, sé que tienes más familiares con fábricas, no importa si está a dos horas de aquí.

Kai alzó las cejas sorprendido. Pero claro, Soobin no tenía nada que perder, por supuesto que no le importaba incluso irse a otro país para mantenerse vivo.

— Claro que puedes contar conmigo, Les enviaré una carta y apenas tenga una respuesta te llegará a tu buzón, trataré que sea lo más pronto posible. — dijo Kai con sinceridad, después de todo solo echaron a Soobin porque Kai no podía ser despedido, es familiar del señor Thompson.

— Muchas gracias Kai, en serio.

Charlaron unos minutos más antes de que se ponga el sol, entonces se despidió de Kai, Soobin se sintió más animado que en mucho tiempo. Preparó rápidamente algo de cena y se acostó, ansioso por recibir noticias de Kai y por lo que pudiera deparar el futuro. Aunque sabía que la noche anterior había sido difícil para conciliar el sueño, cerró los ojos con la esperanza de que esta vez sería diferente.

Para su suerte, no pasó mucho tiempo hasta que quedó profundamente dormido, ni siquiera lo notó. Cuando abrió los ojos, se encontraba en ese lugar y lo reconoció de inmediato: era su habitación. Sin embargo, la luz cálida parecía pintar la habitación, y siempre estaba presente el atardecer en el cielo. Lo más sorprendente fue cuando volteó hacia su lado: esa parte de la cama no estaba vacía. Yeonjun descansaba a su lado.

Ahora lucía una simple camisa sin mangas blanca, su cabello desordenado y un pequeño puchero en sus labios.

Soobin no pudo evitar acercarse aún más. El aroma a cereza de Yeonjun golpeó sus sentidos olfativos casi de inmediato. Observó los brazos de Yeonjun y sus manos debajo de la almohada, su mirada bajó hasta su cuello y clavículas. Una sensación lo abrumó; quería descansar allí y olfatear más a fondo, pero no podía hacerlo. Él y Yeonjun eran extraños.

Pero... era solo un sueño.

Soobin se arrastró un poco más en la cama, sintiendo el calor reconfortante del cuerpo de Yeonjun cerca. Un suspiro escapó de sus labios mientras se acercaba tímidamente al pecho de Yeonjun, impulsado por una fuerza inexplicable que lo llevaba hacia él. Sin pensarlo demasiado, se dejó envolver por los brazos de Yeonjun, buscando consuelo y seguridad en su abrazo.

Para su sorpresa, Yeonjun no solo no lo rechazó, sino que abrió sus brazos para recibirlo, permitiéndole acercarse aún más. Soobin se encontró sumergido en el cálido abrazo de Yeonjun, sintiendo la suave respiración de su pecho y el latido tranquilo de su corazón. La cercanía y la intimidad los envolvieron como una manta reconfortante, haciendo que Soobin se sintiera seguro y protegido por primera vez en mucho tiempo.

Sin embargo, su momento de paz se vio interrumpido cuando se dio cuenta de que Yeonjun estaba despierto gracias a una leve risa de su parte. Abrió los ojos de golpe, sintiendo un repentino rubor en sus mejillas al encontrarse con la mirada de Yeonjun, llena de ternura y complicidad.

— Perdóname. —murmuró Soobin, apartando la mirada por un momento, sintiéndose avergonzado por su arrebato de afecto.

Pero antes de que pudiera decir algo más, la risa suave de Yeonjun llenó la habitación, disipando la tensión que había surgido entre ellos.

— No tienes porqué disculparte, Soobin. Estoy feliz de que estés aquí — respondió Yeonjun con una voz suave y reconfortante, acariciando suavemente el cabello de Soobin — Aquí, solo somos nosotros.

Soobin se sintió abrumado por las palabras de Yeonjun, como si estuviese esperando que le digan eso por mucho tiempo.

Recordó entonces esas dos semanas de sueños que no podía controlar, aunque fue raro al principio tener a Yeonju tan cerca en su regazo, besar y tocar su cuerpo, pareciera que ahora no le molestaba tenerlo cerca o avergonzaba, aunque no estaba seguro sobre el cariño tan íntimo.

— Siento que aquí yo te comprendo y tú me comprendes. — confesó repentinamente Yeonjun — Quiero...quedarme aquí.

— Yo también quiero eso. — Soobin también confesó.

En aquel espacio, desprovisto de las cadenas de la realidad, ambos se encontraban libres de responsabilidades, permitiéndose simplemente estar, ya sea conversando tranquilamente o disfrutando del silencio, fundidos en un abrazo reconfortante.

A pesar de que Soobin encontraba consuelo en esta conexión, no podía ignorar la inevitabilidad de su situación. Esta relación especial que sentía con Yeonjun, tan genuina y profunda en sus sueños, era efímera. Yeonjun solo existía en el reino de la mente, y algún día, ese vínculo se desvanecería, dejando tras de sí solo la realidad fría y distante.

Aunque Soobin no había tenido la oportunidad de conocer a Yeonjun en la vigilia, en sus sueños no lúcidos, compartían momentos que parecían sacados de una vida juntos. Conversaban con ternura, cocinaban, dormían y se sumergían en la intimidad de su compañía. Era difícil mantener la fachada de la realidad después de haber experimentado esa conexión tan profunda.

Resultaba intrigante que Soobin no recordara haber soñado esos momentos con Yeonjun, como si estuvieran incrustados en su mente como recuerdos, en lugar de simples fantasías oníricas.

Entonces despertó una vez más y bufó queriendo llorar repentinamente, recordando que esa no era su vida real. Que Yeonjun no existe y esa relación no existe, que ese dulce ser que comprende su arte no existe.

Con el poco dinero que le quedaba en el bolsillo, Soobin se dirigió al supermercado, sus pasos lentos y pesados reflejaban el agotamiento que lo consumía. Compró algunos alimentos básicos, pero la comida le sabía insípida y sin sabor, incapaz de saciar el vacío.

No pasó ni una semana entera hasta que Soobin pudo obtener respuesta de Kai, la carta relataba que había sido aceptado en una fábrica textil pero que el único turno disponible era en la noche, de todos modos aceptó trabajar esa misma noche. Estaba de buen humor a pesar de no haber tenido sueños lúcidos últimamente pero no podía quejarse, en todos ellos disfrutaba de la compañía de Yeonjun y cada vez parecía ser tan embriagador.

"— Cuando vuelvas quiero que me pintes." había pedido Yeonjun antes de que se despertara.

Su día transcurrió con normalidad a excepción de la noche que ya había comenzado a trabajar en un puesto bajo pero era suficiente, había conseguido un trabajo y era casi imposible teniendo en cuenta la situación. No podía esperar a volver a casa y dormir para ver a Yeonjun.

Al llegar a casa siquiera se molestó en dormir, cayó agotado en su cama y esperó pacientemente caer en su alegre sueño.

Cuando volvió abrir los ojos frunció el ceño, estaba en su sueño, sabía que lo era per era de noche y Yeonjun no se encontraba allí.

— ¿Yeonjun? — preguntó caminando por toda la casa sin obtener respuesta — Yeonjun — volvió a llamar, comenzando a desesperarse.

Corrió hacia la puerta y la abrió de golpe pero no pudo divisar nada más que kilómetros y kilómetros de nieve a lo lejos era como estar en medio de ella y cayó arrodillado en el suelo.

No, Yeonjun no podía irse tan pronto.

lienzo rasgado

El ritmo de los días se desaceleró para Soobin cuando Yeonjun dejó de aparecer en sus sueños. Cada noche se convertía en una agonía silenciosa, una espera ansiosa por el momento en que el rostro familiar de Yeonjun reaparecería en su mundo onírico. Pero, noche tras noche, sus esperanzas se desvanecían en la oscuridad, dejándolo sumido en una gélida habitación.

Cada momento de vigilia estaba marcado por la ausencia palpable de la presencia de Yeonjun, y Soobin se encontraba anhelando desesperadamente el dulce consuelo.

Durante la noche, trató de distraerse con su trabajo en la fábrica textil, pero su mente siempre volvía a Yeonjun, a la sensación que lo consumía. Cada momento libre era una oportunidad para sumergirse en el recuerdo de los momentos compartidos, de las risas y los abrazos que ahora parecían tan lejanos y fugaces.

El tiempo pasaba lentamente, con cada vez que se deslizaba hacia el día trayendo consigo la cruel realidad de esa ausencia. Soobin se encontraba perdido.

Y entonces, una semana se convirtió en dos, y dos en tres, y aún Yeonjun no volvía. La desesperación de Soobin creció con cada día que pasaba, sus esperanzas desvaneciéndose como humo en el viento. Se preguntaba qué había hecho mal, qué había causado la desaparición repentina de Yeonjun, pero no encontraba respuestas.

Finalmente Soobin llegó a una conclusión inevitable. Si quería volver a ver a Yeonjun en sus sueños, tendría que hacer un sacrificio.

Soobin observó con la carta de renuncia que acababa de escribir. Sus manos temblaban ligeramente mientras doblaba el papel y lo colocaba en un sobre. La decisión había sido difícil, pero sabía que era lo correcto. Sin Yeonjun en sus sueños, no había nada que lo mantuviera atado a ese trabajo nocturno.

Después de dejar la carta en el buzón, Soobin se recostó en su cama, exhausto tanto física como emocionalmente. El estrés y la ansiedad habían dejado su marca en su rostro, y su aspecto pálido y demacrado era un reflejo de la lucha interna que había estado librando durante semanas.

Tras pasar las horas, escuchó un suave golpe en la puerta. Kai, su amigo y antiguo compañero de trabajo, estaba parado en el umbral, con una expresión de preocupación en su rostro.

— Soobin, ¿puedo pasar? —preguntó Kai con gentileza.

Soobin asintió débilmente, sintiendo un nudo en la garganta al ver a Kai entrar en la habitación. Sabía que tendría que enfrentarse a las preguntas de su amigo, y no estaba seguro de si tendría las respuestas adecuadas.

Kai se sentó junto a él en la cama, estudiando su rostro con atención.

— Me han informado sobre tu carta de renuncia. —comenzó Kai, con voz suave—. ¿Puedo preguntarte qué te llevó a tomar esta decisión?

Soobin vaciló por un momento, sintiendo el peso de la mentira en su boca. No quería preocupar a Kai ni hacerlo pensar que estaba perdiendo la razón por un amor que solo existía en sus sueños.

— Estoy... enfermo. —murmuró Soobin, desviando la mirada — No me siento bien, y creo que necesito tomarme un tiempo para cuidar de mí mismo.

Kai frunció el ceño, preocupado.

— ¿Estás bien? ¿Necesitas que te lleve al médico?

Soobin sacudió la cabeza rápidamente, forzando una sonrisa débil.

— No, no es necesario. Solo necesito descansar un poco. Gracias por preocuparte, Kai.

Kai parecía querer decir algo más, pero finalmente asintió con comprensión.

— Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para ti, ¿de acuerdo?

Soobin asintió, agradecido por la preocupación sincera de su amigo.

— Gracias, Kai. Significa mucho para mí.

Con eso, Kai se levantó y salió de la habitación, dejando a Soobin solo con sus pensamientos. Sabía que había tomado una decisión difícil y quizás nada conveniente pero era lo que necesitaba. Ahora solo quedaba esperar. 

Se encontraba recostado en su cama, mirando fijamente el techo en la oscuridad de su habitación. La noche era silenciosa, pero su mente estaba llena de pensamientos tumultuosos que lo mantenían despierto una vez más.

Mientras esperaba en vano que el sueño lo envolviera, una sensación de vacío y desesperación comenzó a apoderarse de él. Se preguntaba cómo había llegado a este punto, cómo había sido capaz de dejar su trabajo en medio de la crisis económica, de mentirle a su amigo y de sumergirse en un mundo de sueños del que ahora se sentía completamente desconectado.

Todo comenzó a parecerle absurdo e irracional. ¿Por qué había arriesgado su estabilidad y su futuro por unos sueños que ahora se le escapaban de las manos? Se preguntaba si acaso había estado persiguiendo una ilusión, si todo ese tiempo había estado huyendo de la realidad y buscando refugio en un mundo de fantasía.

Y entonces, una pregunta más dolorosa aún se abrió paso en su mente. ¿Por qué no podía soñar con Yeonjun? ¿Por qué todas esas noches en vela, todas esas pastillas para dormir, no habían traído de vuelta esos encuentros mágicos y reconfortantes que tanto ansiaba?

Soobin se sentía perdido y confundido, atrapado en un laberinto de emociones y dudas. Se preguntaba si tal vez todo esto era una señal de que estaba destinado a estar solo, de que nunca podría encontrar la felicidad y la plenitud que tanto anhelaba. Pero su cuerpo comentó a ceder ante las pastillas y sus párpados cayeron.

plumas dramáticas

Soobin finalmente sucumbió al cansancio y cayó en un sueño profundo. En ese mundo de fantasía, se encontró de pie en su apartamento. Las luces brillantes y los colores cálidos lo rodeaban, y en el centro de la habitación, vio a Yeonjun, radiante y sonriente, como si fuera la personificación misma de la felicidad.

Todos los pensamientos y las dudas que habían atormentado a Soobin desaparecieron al instante al ver a Yeonjun. En ese momento, todo lo que había arriesgado, todas las decisiones difíciles que había tomado, parecían valer la pena. Había encontrado a Yeonjun, había vuelto a su lado, y eso era todo lo que importaba.

Yeonjun corrió hacia él con los brazos abiertos, una sonrisa brillante en su rostro. Soobin no pudo evitar devolverle el abrazo con fuerza, sintiendo la calidez y la familiaridad de su cuerpo contra el suyo. Era como si el mundo entero se desvaneciera a su alrededor, dejando solo a él y a Yeonjun, unidos en un abrazo que trascendía la realidad.

Los ojos de Yeonjun brillaban con emoción mientras miraba a Soobin, como si estuviera viendo un sueño hecho realidad. Y en ese momento, Soobin supo que no importaba lo que pasara en el mundo real, mientras pudiera estar con Yeonjun en ese lugar mágico, todo estaría bien.

El calor del cuerpo de Yeonjun era reconfortante, y Soobin se dejó envolver por su amor y su presencia. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento, y todo lo que importaba era estar juntos, bajo el suave resplandor del atardecer.

Las preocupaciones y los miedos de la vida real se desvanecieron, reemplazados por una sensación de paz y plenitud que llenaba cada rincón de su ser. En ese momento, Soobin supo que había encontrado su verdadero hogar, en los brazos de Yeonjun, bajo el cálido abrazo del atardecer.

—Te extrañé —susurró el pelinaranja, y Soobin soltó una risa. — Hablo en serio, no te burles de mí —se quejó el mayor.

— No lo hago, solo... yo también te extrañé. —confesó Soobin y acarició el frío rostro de Yeonjun, observando sus ojos sepia de cerca y bajando la mirada a sus carnosos labios, rojizos y húmedos.

Quería besarlo, en serio quería hacerlo.

— Bueno...— Soobin interrumpió el silencio cuando sintió que su mirada había estado clavada en esos labios por mucho tiempo — ¿Qué quieres hacer h-...?

Yeonjun soltó una risa leve antes de tomar el rostro de Soobin entre sus manos y acercarlo al suyo, juntando sus labios con los ajenos y fundiéndose en un cálido beso.

Soobin cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de los labios de Yeonjun contra los suyos. Sintió una oleada de emoción y alivio recorrer su cuerpo, como si en ese beso se liberaran todas las ansiedades y temores que había acumulado. Sus manos se deslizaron hasta la cintura de Yeonjun, atrayéndolo más cerca, deseando que ese momento nunca terminara.

Yeonjun, por su parte, profundizó el beso con una suavidad y firmeza que hablaban de un deseo compartido. Sus dedos se entrelazaron en el cabello de Soobin, acariciándolo con ternura. El mundo a su alrededor se desdibujaba, y todo lo que importaba era la conexión que compartían en ese instante.

Cuando finalmente se separaron, ambos se quedaron con la frente apoyada una contra la otra, respirando entrecortadamente y con los ojos entreabiertos.

— Eso es lo que quería hacer. —susurró Yeonjun con una sonrisa, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y afecto.

Soobin respondió con una sonrisa tímida, su corazón latiendo con fuerza.

— Entonces, hagámoslo de nuevo. —dijo Soobin, sintiendo una nueva ola de valentía y deseo.

Y así, en medio de la cálida luz del atardecer, se perdieron una vez más en un beso que prometía más que cualquier palabra.

— Tú me prometiste una pintura. —habló Yeonjun cuando sus labios se alejaron de los ajenos.

— Oh, tienes razón. —dijo el menor con una sonrisa, sin dejar de rodear la cintura de Yeonjun con sus dos brazos, mientras los brazos de Yeonjun descansaban en sus hombros.

— Quiero que me pintes como a esa pluma. — susurró el mayor. — Quiero estar libre, elegante, bella y desnuda como ella. ¿Sí?

Soobin tragó duro antes de asentir con rapidez. Ya había mencionado que no era la primera vez que pintaba gente sin ropa, pero el hecho de que fuera Yeonjun lo ponía un tanto nervioso.

— Sí, claro. Haré mi mejor esfuerzo —dijo Soobin, tratando de sonar seguro.

Yeonjun sonrió, acariciando suavemente la nuca de Soobin con sus dedos.

—Sé que lo harás —respondió con un guiño—. Confío en ti.

Soobin sintió su corazón acelerarse. No era solo la idea de pintar a Yeonjun desnudo, sino la manera en que Yeonjun lo miraba, con confianza y expectación. La conexión entre ellos era palpable, y Soobin sabía que esta pintura sería más que solo un retrato; sería una representación de todo lo que Yeonjun significaba para él.

Se separaron lentamente, y Soobin comenzó a preparar su material, su mente llena de ideas y emociones. La calidez del atardecer seguía envolviéndolos, creando un ambiente perfecto para el momento que estaban a punto de compartir. Con cada pincelada, Soobin se prometió capturar no solo la belleza exterior de Yeonjun, sino también su espíritu libre y elegante.

Yeonjun, mientras tanto, se desnudó con una gracia natural, su confianza y comodidad irradiando en cada movimiento. Se posicionó frente a Soobin, con la luz del atardecer bañando su piel en tonos dorados, en su sueño no había nieve y la temperatura era cálida. Soobin tomó una profunda inspiración, sintiendo que cada duda y nerviosismo se desvanecían, reemplazados por una determinación tranquila, dispuesto a hacer el cuadro que Yeonjun esperaba ver.

— Listo cuando tú lo estés. — dijo Yeonjun suavemente.

Soobin asintió, sus ojos llenos de concentración y admiración.

— Estoy listo.

La pose de Yeonjun podría sugerir la curva de la pluma. La naturaleza de su cuerpo y movimiento podría ser talento puro, y Soobin se atrevió a preguntar; — ¿Te habían pintado antes?

Yeonjun soltó una leve risa.

— No, nunca. — respondió con una cálida sonrisa, tan cálida como su cabello algo desordenado, los bordes de éste brillaban intensamente por el radiante sol al igual que su espalda.

— Me alegra ser el primero. — confesó Soobin repentinamente con una sonrisa, Yeonjun no dejó de mantener el contacto visual con él y Soobin quería tanto detallar esos ojos.

Yeonjun se movió con gracia, adoptando una pose que emanaba libertad y elegancia, imitando la ligereza de una pluma al viento. Cruzó los brazos sobre su pecho, abrazando sus propios hombros como si se envolviera en un cálido abrazo. Sus piernas se cruzaban un poco entre ellas, una pose de pudor, pero luego inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que sus cabellos anaranjados cayeran libremente. Su cuerpo se curvó hacia adelante, creando una línea suave y natural.

El atardecer se mantenía constante, un eterno resplandor dorado que bañaba todo a su alrededor. Los cabellos naranjas de Yeonjun se transformaban en un dorado brillante bajo la luz del sol, mientras sus ojos cafés relucían con la misma calidez. Cada detalle de su cuerpo desnudo irradiaba juventud, salud y pasión, pero sin una pizca de erotismo. Era una imagen pura y hermosa, capturando la esencia de lo que significaba estar verdaderamente libre y vivo.

Soobin observó a Yeonjun fijamente y aunque la luz del sol no le daba directamente, estaba seguro que en sus oscuras orbes había un destello de admiración, su corazón latía con fuerza ante la visión que tenía frente a él. Levantó el pincel, sus manos ahora firmes y seguras, y comenzó a trabajar.

Ya no solo se trataba de un pincel y su imaginación, ahora tenía la viva imagen de Yeonjun frente a él y trataría de expresarse lo mejor posible.

Soobin siempre había sido un chico de pocas palabras y las que tenía no eran de mucho significado, nunca supo comunicarse, usar correctamente el lenguaje. Hasta que comprendió que el arte también habla, también comunica, también es un lenguaje y es de los primeros que entendemos y aprendemos al nacer, incluso cuando se decía que el ser humano carecía del lenguaje verbal, estos se comunicaban a través de sus pinturas.

Quería comunicarse con Yeonjun en su forma más pura y real.

Mientras trabajaba, Soobin se sumergió por completo en el proceso, perdiéndose en la creación. Los colores vibrantes se mezclaban y se entrelazaban en el lienzo, formando una representación vívida de Yeonjun, eternamente atrapado en la luz dorada del atardecer. Sus manos parecían moverse por sí solas, guiadas por una fuerza interior que sabía exactamente cómo plasmar cada detalle, cada sombra, cada reflejo de luz.

Yeonjun se mantuvo en su pose, su mirada fija en Soobin, una brisa atravesó a ambos, Yeonjun cerró los ojos sintiendo su cuerpo adormilarse de pronto por la brisa tan reconfortante, cuando los abrió se encontró con los profundos ojos de Soobin clavados en él.

Cuando Soobin finalmente dio el último toque al lienzo, se detuvo y se apartó, observando su obra con ojos críticos pero satisfechos, aún nervioso, no estaba seguro si a Yeonjun le parecería suficiente.

— ¿Está terminada? — Yeonjun preguntó y Soobin asintió.

Yeonjun se acercó con entusiasmo y una sonrisa brillante, poniéndose de pie a un lado e Soobin, la brisa llevó el dulce aroma de Yeonjun hasta las fosas nasales del menor y su respiración se volvió agitada.

— Es más que perfecto —respondió suavemente, su voz llena de emoción mientras sus labios se entreabrieron de sorpresa ante el retrato, Yeonjun podía sentir que realmente Soobin había capturado su esencia y logró el propósito de su elegancia y libertad.

Soobin sonrió, sintiendo que todo lo que había arriesgado y sacrificado había valido la pena. En ese eterno atardecer, con Yeonjun a su lado y la obra de arte completa ante ellos, supo que había encontrado algo más que inspiración; había encontrado una parte de sí mismo, a ese pintor que había estado buscando, alguien que era todo lo contrario a lo que solía decirse.

Mientras esos pensamientos vagaban por su mente, el resoplido de Yeonjun llamó su atención. Soobin volteó rápidamente la mirada hacia Yeonjun, quien abrazaba su cuerpo y temblaba ligeramente.

— Oh, lo siento — se disculpó el menor, quitándose su abrigo para colocarlo sobre los hombros de Yeonjun. Este agradeció con una cálida sonrisa — Será mejor que entremos.

Yeonjun asintió y, tras dar dos pasos, se sorprendió al sentir sus pies levantados del suelo. Instintivamente, rodeó el cuello de Soobin con su brazo y, al mirar hacia él, notó que lo estaba cargando.

— ¿Qué haces? — indagó riendo.

— No voy a dejar que camines descalzo hasta la casa — respondió Soobin, mientras se dirigía hacia la pequeña cabaña que, por dentro, se veía exactamente igual que su apartamento.

El pelinaranja soltó una risa antes de dejar caer su rostro en el pecho de Soobin, disfrutando del aroma que desprendía su cuerpo.

Al llegar al dormitorio, Soobin arrojó a Yeonjun a la cama de manera que parecía brusca, pero ambos sabían que solo estaba bromeando, ya que Soobin cayó sobre él.

— ¿Vas a dejar la pintura afuera? — preguntó Yeonjun, mientras Soobin rodeaba su cuerpo con sus brazos, descansando ahora en su pecho.

— Sí, mientras se seca — murmuró Soobin.

— Mm, Soobin — llamó el mayor, pero no obtuvo respuesta — Bin...— dijo, y Soobin alzó la mirada hacia él.

— ¿Sí? — preguntó sonriente — Me gusta que me llames así, hazlo más seguido.

— Bueno... Bin, estoy desnudo, ¿podrías hacerte a un lado para que pueda vestirme?

— Creí que estábamos cómodos — se quejó Soobin, haciendo un ligero puchero. Yeonjun giró los ojos, divertido.

— Estamos cómodos, pero aún así necesito vestirme — replicó Yeonjun con una sonrisa, mientras intentaba liberarse del abrazo de Soobin.

Finalmente, Soobin se movió a regañadientes, permitiendo que Yeonjun se levantara y buscara algo de ropa. Mientras lo hacía, Soobin lo observaba con una mezcla de admiración y afecto, preguntándose cómo alguien tan etéreo y significativo podía formar parte de sus sueños, cómo podía ser irreal.

despertar en silencio

Soobin bufa mientras sigue con la mirada las líneas que traza en el lienzo con el pincel. No causa el efecto que quería y hunde la punta del pincel en el aguarrás para retirar la pintura.

Había pasado horas tratando de conseguir ese cuadro que había hecho en sus sueños pero era imposible repetir el mismo proceso, pose, colores, efecto, trazos. Se sentía como cuando había comenzado a pintar, era inútil.

Sin lugar a dudas en el mundo de su sueño inclusive él era perfecto así como su arte, muy alejado de la realidad que vivía.

Entonces se recuesta en la silla dejando liberar su frustración en un suspiro, dejando caer su cabeza en la silla, observando el techo de madera.

— Ratas estúpidas. — murmuró al ver el hoyo en una de las maderas.

Tres golpes suaves a la puerta llamaron su atención y volteó hacia ella rápidamente por el susto, luego cerró los ojos con fuerza, necesitaba dormir y estaba ansioso por ello.

— Ahí voy. — dijo cuando los golpes se repitieron — ¿Bueno? — dijo al abrir sin siquiera percatarse de quien se trataba.

Su mirada se afiló por la repentina luz y por inercia extendió una mano para que la sombra de este cubriera su rostro.

— Soobin. — mencionó una voz aguda y su garganta se secó.

Cuando su vista se acostumbró rápidamente bajó la mirada y frunció el ceño.

— ¿Tú qué haces aquí? — escupió casi de inmediato.

La mujer baja tragó duro y pestañeó unas cuantas veces más, sintiéndose apenada.

— ¿No vas a saludarme siquiera? — se quejó ella y Soobin alzó una ceja.

— Largo. — musitó antes de retroceder y querer cerrar la puerta pero ella fue más rápida y lo detuvo.

— Tampoco estoy aquí por gusto, Soobin.

Soobin había estado evitando el contacto visual pero alzó la mirada hacia ella, ambos mantenían una mirada de rencor, ambos odiándose por historias mal contadas del otro.

— ¿Entonces? — casi escupió hacia ella — ¿Qué razón tienes para estar aquí?

— Papá está enfermo. — susurró ella.

Soobin casi carcajeó, pero solo soltó una risa nasal y en cuanto ella levantó su rostro completamente furiosa por la reacción de su hermanastro, Soobin intentó cerrar la puerta, pero fue detenido una vez más.

— ¡Escucha, Soobin! — ella lo empujó hasta el interior del apartamento — Creí que habías madurado después de todo pero veo que no.

— ¿Madurar? — Soobin soltó otra risa — ¿Qué carajos sabes tú, Lia? No hables desde tu privilegio.

— Vine hasta aquí porque nuestro padre delira y repite una y otra vez que lo perdones, te necesita ahora. — ella dijo más calmada.

— No voy a volver a Windsor. Él nunca fue mi padre y nunca va serlo.

El nudo en la garganta hacía que la voz de Soobin fuese un poco débil. Había evitado esa conversación por ocho años.

— Él está arrepentido por todo lo que ha hecho. — ella suplicó, tratando de comprender a su hermano, pero jamás podría.

— No me interesa. — dijo bajo.

— Me quedaré en Londres por tres días, piénsalo, por favor.

Y ella se marchó, Soobin retrocedió unos pasos y azotó la puerta fuera sí. Jamás perdonaría a ese hombre, se lo prometió desde muy joven. ¿Cómo perdonaría a un malnacido? Lía no entendería eso jamás, tampoco quien decía ser su nueva madre.

Soobin no recuerda mucho a su madre y duele como el infierno, pero las nanas que lo cuidaron le habían dicho que era un tesoro de Dios, que era la mujer más dulce que el mundo pudo haber tenido y que lastimosamente perdió cuando Soobin cumplió seis años. No volvió a festejar su cumpleaños de la misma forma.

Esa sensación de malestar y rabia se acumuló en su pecho y sin dudarlo e incluso sin estar seguro si lo vería, caminó hasta el baño y pronto dos pastillas para dormir estaban bajando por su garganta.

Antes de llegar hacia su cama, comenzó a sentir un mareo y se sostuvo del mueble que se atravesó. Pensó entonces que había sido la peor idea que se le ocurrió pero su alcoba gélida y solitaria se volvía cálida con cada segundo que pasaba y simplemente dejó que su cuerpo caiga al suelo.

En cuando abrió los ojos una vez más, se encontró con un cuerpo sobre él, abrazándolo, el aroma llegó a sus fosas nasales y entonces reconoció de inmediato a Yeonjun, le devolvió el abrazo.

— Eres tú. — susurró con suavidad.

Yeonjun se alejó de él y elevó un poco una ceja antes de decir; — ¿Qué? ¿Esperabas a alguien más?

— Claro que no. — rio Soobin mientras acercaba a Yeonjun más a su cuerpo, el pelinaranja sonrió y dejó un beso en los labios ajenos, esperando un beso dulce pero en lugar de eso recibió un beso largo, sintiendo que Soobin estaba tratando de descargar todas sus penas en aquel beso. — ¿Te sientes bien? — susurró Yeonjun una vez que sus labios se separaron.

— ¿Quieres que sea sincero contigo? — Yeonjun asintió rápidamente — No, no me siento bien.

— ¿Qué pasó, Bin? — Yeonjun indaga arrastrando un mechón de pelo tras sus orejas.

— Mi hermanastra me visitó. Me dijo que mi papá enfermó y quiere que vaya a verlo. — explicó Soobin pero sabía que necesitaba dar más información — Pero yo prometí no volver a verlo.

— ¿Por qué?

— Porque cuando él me corrió de la casa me dijo que no vuelva. — susurró bajando un poco la mirada y Yeonjun acarició su rostro sin levantarlo.

— ¿Puedo saber por qué te corrió? — Yeonjun dijo en el mismo tono suave.

— Él engañó a mi madre mientras ella enfermaba, se quedó con una mujer que tenía una hija y luego me hizo de menos a medida que pasaron los años hasta que terminó echándome de la casa a los dieciséis porque me prohibió visitar la tumba de mi madre. — explicó, su garganta aún dolía.

— Bin...— el pelinaranja dejó un beso en la cabeza del pelinegro — Haz pasado por tanto. — susurró antes de tomar el rostro de Soobin en sus manos — Y aún así eres alguien que me alegro cada día de haber conocido. Estoy orgulloso de ti, no merecías nada de eso. — susurró contra sus labios — Eres increible, Choi Soobin.

Soobin no perdió la oportunidad y besó esos esponjosos labios, con dulzura, con ternura, no quería que nada arruine su momento a solas con Yeonjun. Pegó aún más su cuerpo con el de Yeonjun hasta que este tuvo que abrir sus piernas y sentarse completamente sobre Soobin. Soltó un sonoro gemido en cuanto Soobin mordió su labio más fuerte de lo habitual y con sus mejillas rojizas se alejó del pelinegro, apenado por la situación.

— L-lo siento, sé que no es la ocasión pero fue tu culpa. — acusó aún avergonzado y Soobin carcajeó levemente, volviendo a atraer a Yeonjun hacia él.

— Suenas muy lindo —confesó el menor con una voz baja y grave. Yeonjun tragó saliva, y sus manos temblorosas se apoyaron en los hombros de Soobin.

— ¿Qué haces? Creí que te sentías mal. No quiero aprovecharme de la situación... —dijo Yeonjun, mientras su piel se erizaba por los besos húmedos que Soobin dejaba en su cuello.

— Amor, esto es lo que planeaba hacer en cuanto te viera hoy, pero me distraje con tus preguntas —rio Soobin levemente, sabiendo que las mejillas de Yeonjun probablemente estaban ahora de un rojo intenso, lo cual confirmó cuando este le dio un manotazo suave.

Entonces, Soobin retomó su camino por el cuello de Yeonjun, dejando besos húmedos y lentos que le arrancaban suspiros. Las manos del menor viajaron por la cintura estrecha de Yeonjun hasta sus piernas, notando entonces que estaban desnudas.

Desde el día que las pintó, tan largas y pálidas, se había preguntado si eran tan suaves como parecían. Al posar su mano en el muslo de Yeonjun, disfrutó primero de cómo cualquier parte de Yeonjun podía ser rodeada por una sola mano suya, y luego de la suavidad de su piel, que se erizó dos segundos después del contacto.

Su mano derecha recorrió el muslo de Yeonjun, subiendo hasta desabrochar su camisa. Cuando llegó al botón superior, pudo observar el rostro de Yeonjun y comenzó a preguntarse si estaba soñando o si había muerto, porque no había forma de que el paraíso no fuera tener a Yeonjun sobre él con esa expresión.

— Eres hermoso —susurró antes de besar los labios de Yeonjun mientras quitaba el último botón y lo ayudaba a despojarse de la camisa.

Yeonjun se separó un segundo de los labios de Soobin para quitarse por completo la camisa, e inmediatamente se acercó de nuevo a los labios ajenos para devorarlos con pasión, ímpetu y deseo. Soobin sonrió entre el beso, feliz de no ser el único que había deseado tanto.

En sueños no lúcidos, habían tenido encuentros acalorados, pero nunca llegaban a algo más allá de besos y caricias.

El pelinaranja comenzó a mover sus caderas de forma circular sobre el pelinegro, quien ahogó un gemido ante la sensación, hundiendo sus dedos en la carne de Yeonjun, probablemente dejando marcas.

— Por un momento creí que dudabas —bromeó Soobin, y Yeonjun rió un poco.

— Por favor, puedo ser más apasionado que tú —susurró en un tono bajo y burlón mientras se alejaba un poco de Soobin a gatas.

— ¿Ah, sí? ¿Por qué no me lo muestras?

— Bien, como quieras.

El pelinaranja se alejó de la cama lo suficiente para encender la radio. Soobin no recuerda el nombre de la canción que comenzó a sonar; la ha oído en el restaurante de Marlon, así que dedujo que era jazz. Su ritmo lento y encantador envolvía tanto a Soobin como a Yeonjun, quien se paró frente a él con una expresión casi seria, pero llena de emoción. Los ojos de Soobin brillaron cuando el cuerpo frente a él comenzó a moverse elegantemente. Sin maquillaje ni plumas, vio a esa mujer del escenario, y era Yeonjun, moviéndose con la misma gracia mientras acariciaba su propio cuerpo. Soobin pensó que era el único que podía desnudarse con tal lentitud, elegancia, pasión y seducción. Era increíble de ver, y su respiración se cortó por un segundo.

Yeonjun se acercó a él solo para acariciarlo sobre la ropa, tocando su abdomen y sus muslos. Cuando Soobin no pudo resistir y levantó la mano para rodear la cintura de Yeonjun, este dio un giro al compás de la música, la cual dio un estruendo, empezando el coro. Yeonjun terminó de espaldas, sentado sobre Soobin, con su cabeza descansando en su hombro. Soobin hundió su nariz en el cuello de Yeonjun, embriagándose con su aroma y bajando la mirada por su cuerpo, que comenzaba a arquearse sobre él.

Soobin pensó que antes muerto que ser capaz de dar un espectáculo así en una habitación.

La mirada del pelinaranja se dirigió a Soobin, sus respiraciones mezclándose mientras se miraban fijamente.

— Déjame ser parte del show ahora —pidió Soobin, pero antes de que Yeonjun pudiera aceptar o negarse, se levantó de la cama con Yeonjun encima suyo.

Yeonjun jadeó ante la sensación de la brisa rodeando su miembro, y cuando Soobin lo alzó de los muslos, manteniendo sus piernas abiertas, duró poco, dado que en segundos Soobin lo volteó, haciendo que Yeonjun lo rodeara con sus suaves piernas.

— ¿Por qué soy el único que está sin ropa? —se quejó Yeonjun con un leve puchero, y Soobin rio antes de dejarlo sobre la cama sin salir de entre sus piernas. En ese momento, pensó que podía ser uno de sus lugares favoritos.

Fue entonces cuando Yeonjun obtuvo la esperada vista del cuerpo desnudo de Soobin. Este se quitó la camisa primero y, como si hubieran pasado días, besó a Yeonjun con deseo. No tuvo delicadeza en acercarse de golpe y colisionar sus labios con los ajenos. A Yeonjun no le disgustó de ninguna manera; arqueó su espalda, elevó una de sus piernas hasta las costillas de Soobin y acarició su mejilla, bajando sus dedos hasta su cuello. Soobin tomó la pierna elevada de Yeonjun, acariciándolo mientras que con su otra mano se deshacía del botón de sus pantalones.

El más alto se alejó y se relamió los labios al observar a la obra maestra bajo su cuerpo: un Yeonjun con sus cabellos naranjas en su frente, ojos levemente cerrados, labios hinchados, mejillas rojas y respiración acelerada. Soobin quería retratar esa imagen, pero no estaba seguro si podría hacerlo tan bien.

— Muero por tener una pintura tuya así —confesó mientras bajaba la mirada por todo el cuerpo de Yeonjun, quien sonrió complacido por el halago.

Yeonjun soltó un gemido cuando Soobin tocó su miembro erecto, arqueando una vez más su espalda. La sensación recorrió toda su columna vertebral, y no pudo detener sus gemidos mientras arrugaba sábanas, mantas y almohadas en sus manos.

— Quiero hacerte el amor, Yeonjun. Quiero hacerte mío —susurró Soobin.

— He sido tuyo siempre. No es casualidad que estemos aquí, Bin —dijo Yeonjun en el mismo tono. Soobin, completamente embriagado por esas palabras, volvió a devorar los labios de Yeonjun, abriendo más sus piernas para tenerlo más a su disposición.

Entre gemidos ahogados por besos fuertes y desesperados, Yeonjun sintió como Soobin bajaba su mano ocupada en su miembro. Yeonjun gimió ante el contacto repentino de los dedos de Soobin acariciando su entrada, cubiertos con su líquido preseminal.

Pero Soobin pronto se detuvo en seco y levantó la mirada hacia Yeonjun, sus mejillas y orejas de un rojo intenso.

— ¿Qué pasa? —preguntó Yeonjun con una risa que Soobin consideraría tierna en otra situación.

— Quiero ser lento contigo, pero dime si es lo que tú quieres.

Yeonjun frunció un poco los labios, comprendiendo la preocupación de Soobin.

— Yo... no he estado con otro antes —respondió, y Soobin alzó las cejas, sorprendido aunque esperaba esa respuesta. Temía preguntar y que tal vez Yeonjun se enojara. — Pero... me gusta disfrutar mi tiempo a solas —sugirió con una media sonrisa. Soobin soltó una risa nasal.

— Estamos igual —dijo Soobin en voz baja, acariciando el rostro de Yeonjun y retirando algunos mechones de su frente.

— Sé como quieras ser conmigo. Confío en ti —confesó Yeonjun al oído del otro joven.

De repente, la tensión y las miradas se cortaron por la desesperación de volver a colisionar sus labios. Además del jazz sonando en la radio, el sonido de sus besos y chasquidos era lo único en la habitación. Todo en paz, solo ellos dos.

Yeonjun soltó un gemido ahogado en la boca de Soobin cuando este retomó el camino de sus dedos hacia su entrada, tanteándolo sin poder detenerse.

Soobin se distanció de los labios de Yeonjun para concentrarse en preparar a su amante, además de querer apreciar una vez más esa vista preciosa. Con una postura pecaminosamente arqueada, la luz se reflejaba suavemente en las llamas de su cabello, creando un arco iris de destellos alrededor de este ángel bañado en las cálidas luces que entraban por la ventana.

Yeonjun gimió, casi gritó, cuando Soobin introdujo el primer dedo. La sensación era extraña para ambos, y aunque sabían que sería difícil, Yeonjun no quería detenerse. Si Yeonjun no quería que Soobin parara, Soobin no iba a parar.

— Muévelo —pidió el pelinaranja casi sin aire. Soobin obedeció, y con su mano libre acarició el miembro de Yeonjun, no solo para tranquilizarlo, sino también para aprovechar el líquido que desprendía. Yeonjun gimió dulcemente.

Poco tiempo después, un dedo se transformó en dos, y pronto Yeonjun necesitaría más y más. Los gemidos y jadeos que dejaba escapar Yeonjun eran infinitos y se volvían más fuertes con cada roce a su punto dulce. Los gemidos temblorosos lo abandonaron cuando Soobin enredó sus dedos en el cabello tras su cabeza y lo acercó más, besándolo sin sentido, sin pudor alguno. Mordisqueó su labio inferior y chupó hasta que Yeonjun gritó pidiendo más, su mirada clavada en esos dedos que entraban y salían de su entrada con fuerza.

Soobin sacó sus dedos de Yeonjun y envolvió esa misma mano alrededor de su propio miembro que goteaba. Yeonjun lo miraba con cierta fascinación que Soobin encontraba agradable.

Yeonjun se acostó de lado en la cama, doblando un poco su cuerpo para observar a Soobin. Soobin tragó duro porque la posición, por más normal que fuera, por el simple hecho de tratarse de Yeonjun, aumentaba su líbido.

La mirada de ambos estaba fija en cómo el miembro de Soobin ingresaba lentamente en la estrecha entrada de Yeonjun. Este gimió ante el ardor y alzó su mano derecha para hundir sus dedos en su propia carne, arrastrándolos con fuerza para revelar más de su entrada. Soobin soltó un gemido; la sensación era demasiado intensa, sumada a las acciones de Yeonjun.

Ambos gimieron cuando Soobin tocó fondo.

Soobin, casi abrumado por la intensidad de la sensación, se retiró pero se detuvo en seco cuando Yeonjun soltó un quejido. Sus dedos se hundieron en el brazo de Soobin con fuerza, por lo que decidió esperar a que Yeonjun se acostumbrara.

— Muévete, Bin —pidió el pelinaranja cuando estuvo listo, y Soobin no dudó en comenzar a moverse, robándole gemidos y suspiros a Yeonjun a medida que aceleraba.

El propio placer de Soobin lo abrumaba una y otra vez; el cuerpo de Yeonjun se apretaba a su alrededor, la excitación se enrollaba en su abdomen y corría por sus venas hasta que lo único en lo que podía pensar era en cómo Yeonjun apretaba su miembro cada vez que entraba en él nuevamente.

— ¡Mmh, Bin! —gimió Yeonjun entrecortadamente, una serie de palabras salían de sus labios mientras dejaba caer la cabeza y su respiración se cortaba. Él era hermoso así. Soobin quería verlo desmoronarse, quería grabar en su mente esa imagen porque no soportaba la idea de despertar y olvidarla.

Soobin tomó la pierna derecha de Yeonjun y la colocó sobre su hombro, cambiando el ángulo de sus embestidas y tocando el punto dulce del chico nuevamente.

— Oh, mierda, Bin, sigue así por favor-ah —Soobin sonrió y comenzó a moverse más lento, pero golpeándolo con fuerza para frotar su próstata. —Mmm... —Yeonjun casi se derretía ante la sensación, mirando al más joven con los ojos entrecerrados. —Más... —gimió con voz débil, agarrando la sábana.

Con un último empujón, Soobin se liberó profundamente dentro de Yeonjun. El calor y la resbaladiza llegada de Soobin enviaron a Yeonjun al límite también, quizás más pronto de lo que habían pensado.

Permanecieron así durante unos segundos hasta que Soobin se dejó caer sobre Yeonjun y lo abrazó, hundiéndose en su cuello una vez más y dejando que ese aroma tan dulce lo rodee.

Las horas no tardaron en caer con rapidez, a ninguno de los dos pareció molestarle. Soobin se mantenía acostado y en silencio observando ese atardecer eterno, escuchó la respiración pesada de Yeonjun y sonrió inconscientemente. Bajó la mirada para ver al pelinaranja dormir, se veía increíble bajo la luz cálida.

Pero entonces el sol comenzó a caer como si fuera la cruel realidad, Soobin frunció el ceño al levantar la mirada. No, en su sueño el sol no caía nunca.

— Cariño...— Soobin quiso llamar a Yeonjun y tocar su hombro pero Yeonjun ya no se encontraba sobre él durmiendo — Yeonjun... — susurró como si al nombrarlo volvería a aparecer.

Debería haber despertado ya.

La única razón del por qué este os va tener un extra es pq AMO el personaje de Yeonjun que hice acá se los juro, antes de cada fic le hago una breve historia a cada personaje y simplemente no puedo dejarme la historia de Yeonjun solo para mi. 

asi k si el extra va ser casi solo Yeonjun, fue la razón del por qué evitar contar de él en este cap 

y bueno, ojalá les haya gustado ji, nos vemos cuando terminen los parciales y la uni me coja de 4

cap concluido el viernes 7 de junio del 2023 a las 20:55, avisen errores.

pd: te odio sistema de representación materia del culo

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