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prólogo

Ⅰ fría sintonía

La oscuridad envolvía el espacio, y una melodía fría flotaba en el aire, distante y etérea. Una luz ilumina entonces un escenario. En el centro, una figura femenina se preparaba para danzar, irradiando un glamur que desafiaba la realidad. Su rostro oculto no podía empañar la sensación de su increíble belleza.

Él observaba, atrapado en la soledad de su propio ensueño. Miró a su alrededor, pero sus ojos volvían siempre a ella, conectándose de repente con los suyos. Los ojos de la mujer eran como los de un zorro, brillantes y llenos de astucia, sus labios lucían carnosos, brillantes. Cada movimiento suyo era una promesa, una invitación a lo desconocido.

Lucía una bailarina profesional, sus movimientos fluidos y precisos, como si estuviera flotando en un sueño. Él podía sentirse en el cielo, hipnotizado por la elegancia de su danza. Su cabello rubio estaba recogido con una especie de moño de plumas en un alto peinado que caía en cascadas largas y lustrosas sobre sus hombros. Su cuerpo, largo y delgado, estaba envuelto en un traje de plumas que brillaba a la luz tenue, acentuando cada línea y curva con un misterio sobrenatural. Su maquillaje era cargado y dramático, resaltando sus rasgos con una intensidad casi irreal.

La música se volvía más intensa, las notas vibraban en el vacío, cargadas de una tensión que llenaba cada rincón. La atmósfera era eléctrica, cada compás parecía acercarlos más, hasta que la distancia entre ellos desaparecía en una conexión inexplicable.

De repente, el escenario empezó a desmoronarse. Las luces parpadearon, el suelo tembló, y ella desapareció sin dejar rastro. Al voltear, junto a él había un lienzo en blanco, arañado, como si algo intentara liberarse de su interior.

El silencio retornó, profundo y opresivo. Todo era un sueño, una ilusión efímera que se desvanecía con la misma rapidez con la que había aparecido. La irrealidad permanecía, dejando una huella indeleble, como un eco lejano de una sinfonía nunca escrita.

Y todo volvía a lo que era antes, la oscuridad de su habitación, sus pertenencias en el suelo. Su cabeza daba vueltas, frunció el ceño con molestia y alzó la mirada para observar ese lienzo en blanco que parecía que no dejaba de acecharlo.

Echó un suspiro pesado y negó alborotando sus cabellos azabache antes de voltear la mirada hacia su buró para ver la hora en su reloj.

05:00AM

Y este comenzó a vibrar y hacer escándalo, anunciando que era hora de levantarse. Sus ojos se cerraron de golpe por el estruendo que parecía taladrar su cabeza y apagó el reloj.

Cuando se levantó de la cama, sin molestarse en tenderla, su mirada vagó por el suelo y maldijo que haya decidido dejar sus cosas regadas. Aún sin intenciones de levantarlas caminó arrastrando sus pies por el frío piso hasta llegar al baño, su apartamento en el east end no era muy amplia de todos modos.

Con pereza, remojó su cepillo de dientes en el agua del grifo y luego lo sumergió en el pequeño frasco de pasta dental en polvo que descansaba sobre el lavabo. Una pequeña cantidad de polvo blanco se adhirió a las cerdas del cepillo mientras lo sacaba, y un ligero aroma mentolado se desprendió en el aire. Observó todo con detalle, como si fuese de suma importancia. Sus ojos eran pesados pero el movimiento automático de dirigir el cepillo a su boca lo despertó. Cuando terminó lavó su rostro con el agua fría para despertarse un poco.

Caminó hacia la cocina, sintiendo el frío penetrar sus huesos, y decidió que esa mañana era mejor no tomar una ducha. El agua fría no sería precisamente revitalizante cuando no tenía gas y la nieve caía afuera.

Sorbió su nariz, sintiendo la congestión pesar en sus ojos aún adormilados por la gripe.

Se acercó a las alacenas de la cocina, buscando algo reconfortante para desayunar. Sus dedos rozaron el pan de centeno y miel, claro lo único a su disposición.

En pocos minutos ya había terminado su desayuno y con rapidez comenzó a vestirse, se aseguró de estar presentable para su jornada en la fábrica. Optó por un conjunto simple pero limpio: unos pantalones desgastados pero bien cuidados, una camisa blanca ligeramente arrugada y una chaqueta de lana gris desgastada pero cómoda. Para completar su atuendo, se puso un par de zapatos negros pulidos y un gorro de lana para protegerse del frío de la mañana.

Abre la puerta principal y sale al aire fresco de la mañana, que por la temporada parecían ser las ocho de la noche.

Caminando por las calles, observa los edificios de ladrillo rojizo que bordean las aceras, algunos de ellos con ropa tendida en los balcones y ventanas abiertas dejando escapar el sonido de la radio. Se envuelve más en su abrigo, sintiendo el aire frío de la mañana rozar su rostro.

Pronto pudo acercarse a la multitud de trabajadores que se dirigían a sus empleos en la ciudad. Observó los elegantes trajes de los hombres de negocios y los modestos vestidos de las mujeres que pasaban a su lado.

Tal vez con los años se había hecho más observador que el resto.

Al llegar a la parada del tranvía, se detuvo junto a la pequeña caseta donde se vendían los boletos. Sacó su monedero del bolsillo y contó cuidadosamente las monedas que tenía guardadas. Con un suspiro de alivio, se aseguró de tener suficiente dinero para comprar su boleto de tranvía para el día. Con un gesto de agradecimiento, recibió su boleto y lo guardó en su bolsillo con cuidado. Luego, se unió a la fila de pasajeros que esperaban en la parada del tranvía, listo para abordar.

Sube al tranvía junto con los demás pasajeros, encontrando un asiento cerca de la ventana para disfrutar del paisaje urbano en movimiento. El tranvía se pone en marcha, balanceándose suavemente por las calles adoquinadas mientras avanza hacia el centro de la ciudad. A medida que el tranvía avanza, observa cómo cambian los paisajes urbanos, pasando de calles residenciales a avenidas más concurridas y bulliciosas. Los edificios altos y los letreros luminosos dan paso al ajetreo y el bullicio del centro de la ciudad, donde se encuentra la fábrica.

Bajó del tranvía en la parada más cercana a la fábrica. El edificio de ladrillo rojizo se alzaba ante él, con chimeneas humeantes que indicaban la actividad industrial en su interior. Inhaló profundamente el aire impregnado de olor a pintura. Al entrar en la fábrica, se unió al bullicio de la planta de producción. La maquinaria zumbaba y los trabajadores se movían de un lado a otro, realizando sus tareas asignadas con eficiencia. Se dirigió hacia su estación de trabajo, donde le esperaban los botes de pintura para ser empaquetados.

Los botes de pintura, fabricados previamente en la fábrica, estaban dispuestos en filas ordenadas sobre una mesa larga. Tomó uno a la vez, inspeccionando cuidadosamente cada bote para asegurarse de que estuviera en perfectas condiciones. Colocó cada bote en una caja de cartón resistente, asegurándose de que estuvieran bien protegidos para su transporte.

Una vez que la caja estuvo llena, la selló con cinta adhesiva y la colocó en un carrito junto con otras cajas llenas de productos terminados.

Resultaba repetitivo y agotador, pero desde que pudo recordar aquel sueño, el cual persistía constantemente en su mente, su enfoque se mantuvo concentrado. Si no fuera por la persistencia de ese sueño, tal vez no lo recordaría del todo, pero desde aquella noche, su mente se aferraba a él, repitiéndolo una y otra vez. Cuando finalmente emergía de su ensoñación, se daba cuenta de que su jornada laboral en la fábrica ya había concluido.

Pero esta vez fue irrumpido por alguien más, su compañero de trabajo quien se acercaba a él con una sonrisa sin que este supiera.

— Hey, Soobin. — saludó el castaño con una sonrisa en su rostro, Soobin alzó la mirada sin dejar de empacar.

— Hola, Kai. — dijo casi de inmediato y bajó la mirada.

— ¿Qué tal estás? — preguntó el hombre comenzando a trabajar también con otros botes de pintura.

— Mal, como todos aquí. — sinceró mientras dejaba la caja en el carrito. — Ya pueden llevar esta tanda. — avisó mientras regresaba a su lugar de trabajo.

— Bueno, sí, creo que todos estamos igual. — asiente Kai con una media sonrisa — Creo que incluso se ha reducido el personal.

— Por supuesto que han despedido gente, la fábrica está luchando por mantenerse a flote, y nosotros estamos sintiendo el peso de eso en nuestros salarios.

— Es triste ver cómo la crisis ha cambiado tantas cosas. Recuerdo cuando empecé aquí, las cosas eran diferentes. Había más trabajo, más estabilidad. — Kai dijo con un brillo de nostalgia en sus ojos.

— Bueno, he vivido en estas condiciones desde que tengo 16 años, imagínate ahora que estamos al borde del despido o reducción de sueldo. Es frustrante.

— Estoy harto de esto, y de esta estúpida pintura, no sé qué tenga pero he tenido sueños raros. — Hueningkai carcajeó levemente mientras depositaba la caja sellada en un carrito.

— ¿Sueños...? — Soobin dejó de empaquetar y alzó la mirada hacia su compañero — ¿Qué clase de sueños?

Kai dejó de sonreír lentamente al ver la expresión tan desconcertada de Soobin.

— Bueno... sueños raros. — explicó — Sueño mucho con pintura, no recuerdo bien pero hoy soñé que era un marinero, navegaba un barco y el mar era pintura.

Soobin solo alzó las cejas relajando su rostro, como si hubiese estado decepcionado o como si hubiese esperado que su compañero de trabajo le diga que ha estado soñando lo mismo con él cuando era algo improbable.

— ¿Por qué? ¿También sueñas eso? — ahora Kai preguntó y Soobin solo soltó una risa nasal, negando con la cabeza y volviendo a su trabajo.

— No, no se parece nada a eso. — comentó riendo.

— Entonces, ¿qué soñaste? — Kai preguntó y Soobin alzó la mirada solo un segundo para ver el rostro de su compañero que parecía de verdad intrigado.

Bueno, después de todo ese era Kai. Siempre se preocupaba por sus compañeros y era muy amable, bastante diferente a lo que se creía. Pues Kai era alguien que había nacido en lo que se llama cuna de oro, cualquiera pensaría que se trataría de un arrogante hijo de papi.

— Con una mujer. — dijo bajo y Kai silbó riendo.

— ¿Enamorado, amigo? — bromeó mientras encintaba una caja.

— No, para nada. — Soobin contestó riendo también un poco. — En mi sueño ni siquiera me acerco a ella o veo bien su rostro, solo está a punto de bailar y luego el escenario cae, ella ya no está y hay un bastidor rasgado junto a mi, eso es todo. — explicó y Kai frunció un poco los labios.

— Bueno, también es raro.

Más tarde, Soobin, junto a otros compañeros, fue llamado a la oficina del superior. Soobin y Kai intercambiaron miradas preocupadas; Soobin era un trabajador ejemplar, sin antecedentes de problemas, por lo que ambos intuían el motivo del llamado.

Al finalizar su jornada, Soobin se dirigió a la oficina. Con un permiso para entrar, se adentró, observando al señor Thompson revisando unos documentos, visiblemente estresado.

— Señor. — saludó Soobin — ¿Me necesitaba?

— Seré directo, señor Choi. La fábrica está en una posición muy difícil. Lamentablemente, hemos decidido que necesitamos despedir a más personal para intentar mantener la operación. Supongo que usted comprende.

— Claro, lo comprendo. — Soobin asintió y bajó la mirada cuando el señor Thompson deslizó un sobre hacia él.

— Después de revisar nuestra situación y las necesidades actuales, hemos tomado la difícil decisión de dejarte ir. Tu último día será hoy, y te pagaremos el mes completo como compensación.

— Gracias. — murmuró Soobin, tomando el sobre.

— A ti, por todos estos años. Espero que las cosas mejoren. — añadió el señor Thompson, con un tono de sincera gratitud.

Cuando Soobin se retiró de la oficina notó que Kai lo había estado esperando, este siquiera tuvo que preguntar al ver el sobre y echó un suspiro.

— No pueden echarte. — dijo Kai y Soobin comenzó a caminar, dejando a su compañero atrás.

— Pues ya lo hicieron, era predecible. — comentó Soobin sin interés.

— Yo podría hablar con el jefe, no es justo, tú necesitas este trabajo más que yo.

Soobin se detuvo en seco y volteó hacia Kai.

— No te preocupes, Kai. Lo entiendo. Todos estamos pasando por tiempos difíciles y alguien tenía que ser despedido. Me las arreglaré de alguna manera.

— Si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en decirme. Nos ayudaremos mutuamente como siempre. — Kai dijo sinceramente.

— Gracias. Te lo agradezco de verdad. — Soobin asintió antes de marcharse.

Soobin salió de la fábrica, sintiendo el frío invierno que se adentraba en sus huesos mientras caminaba por las calles, pensando en si ir directamente a su hogar o bajar unas paradas antes para ir al mercado. El aire estaba cargado con el olor a carbón y humo de las chimeneas de las fábricas cercanas, creando una atmósfera sombría y grisácea. El cielo estaba cubierto por nubes pesadas y grises, anunciando la posibilidad de más nevadas.

Soobin, con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo para protegerse del frío, se detuvo brevemente frente a la fachada de una pequeña cafetería en una esquina tranquila. Bastante familiar. La fachada de ladrillo rojo y la puerta de madera gastada le daban un aire acogedor y hogareño al lugar, contrastando con el ambiente frío y desolado de la calle.

Al entrar, fue recibido por el cálido resplandor de la luz tenue y el murmullo suave de las conversaciones de los clientes. El aroma tentador del café recién hecho y los pasteles recién horneados llenaba el aire, invitándolo a quedarse y olvidarse del frío del exterior.

Soobin se acercó al mostrador, donde un menú escrito a mano en una pizarra anunciaba las delicias culinarias disponibles: sándwiches de jamón y queso, sopa de verduras, pasteles de carne y una variedad de bebidas calientes, desde café y té hasta chocolate caliente.

— ¡Soobin! — saludó el dueño con una sonrisa amplia al verlo, contagiando el ambiente con su energía positiva.

Parecía que todos lo saludaban con la misma efusividad, y Soobin se preguntaba si era el único que realmente la estaba pasando mal.

— Marlon...— saludó Soobin con una leve sonrisa, agradeciendo la bienvenida.

— ¿Qué tal estás? Tanto tiempo, ¿has estado yendo a otras cafeterías acaso? — bromeó el de tez negra, riendo con su cálida voz mientras invitaba a Soobin a tomar asiento en las banquetas del mostrador.

— Por supuesto que no, amigo. — respondió Soobin con una sonrisa, estrechando la mano de su amigo — Solo que últimamente no me he podido permitir un café. — confesó con un suspiro, y Marlon asintió comprensivamente.

— No te preocupes. ¿Quieres un café?

— Por favor. — Soobin aceptó, agradecido, mientras Marlon daba instrucciones a una de sus empleadas para preparar el pedido habitual de Soobin, un café sin azúcar.

Cuando Marlon volvió su atención a Soobin, notó que este tenía la mirada fija en uno de los cuadros colgados detrás de él. Los ojos de Soobin se afilaron hacia una obra en particular, captando el interés de Marlon.

— ¿Qué es eso? — preguntó Soobin, señalando el cuadro con curiosidad.

— Oh, eso. Es una pieza de arte que conseguí en un buen lugar. Dicen que este tipo de trabajos es bastante aclamado en la actualidad. — explicó Marlon con entusiasmo.

Soobin hizo una mueca de desagrado. ¿Eso era arte? Parecía más bien un dibujo realizado por un niño de seis años. Líneas gruesas y finas dispersas de manera aparentemente aleatoria, colores de piel y sombras desastrosamente ejecutadas, proporciones faciales y corporales deformadas.

— Parece basura. — comentó Soobin sin rodeos.

— Bueno, parece ser el arte de hoy en día. — respondió Marlon con una risa, tomándose el comentario de manera ligera, aunque para Soobin no era tan gracioso.

— ¿En serio la gente paga por eso y lo considera arte? — continuó quejándose Soobin, tomando un sorbo de su café antes de proseguir — Sin ánimos de ofender.

— Tranquilo, amigo. — asintió Marlon sin perder la sonrisa — Lo adquirí porque he visto este tipo de pinturas en muchas calles de Peckham. Pensé que atraerían a más clientes al negocio.

La mirada de Soobin exploró el lugar, notando dos pinturas más que seguían la misma línea abstracta, llenas de líneas, círculos y cuadrados.

— No puedo creer que estas pinturas se hayan vendido y las mías no. — soltó con una risa que reflejaba más amargura que alegría.

— ¿Sigues lidiando con ese problema? — preguntó Marlon, preocupado.

— Nunca ha dejado de ser un desafío para mí. Ahora, ni siquiera puedo encontrar la inspiración para pintar.

— ¿Sabes qué han tenido estos artistas que tú no? — murmuró casi en un susurro.

— ¿Dinero? — sugirió Soobin, riendo irónicamente.

— Una musa. 

Ⅱ bailarina ojos de zorro

El taller estaba iluminado por la tenue luz de las velas, impregnado del olor familiar de los óleos, el aguarrás y el barniz. Soobin se encontraba frente al lienzo en blanco en el caballete, una página vacía burlándose de sus esfuerzos. A su alrededor, otras pinturas fallidas ocupaban las paredes. Eran obras técnicas pero carentes de alma.

Con un suspiro, se dejó caer en su sillón, sintiéndose como un fracaso. Tomó un sorbo de té caliente, permitiendo que su aroma reconfortante llenara su alma cansada antes de dejarse llevar por el sueño.

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontró nuevamente en su taller. Pero esta vez, todo era diferente. Los tonos cálidos inundaban la habitación, infundiendo una sensación de esperanza y positividad en el aire. Soobin se sintió desconcertado, como si hubiera entrado en otra dimensión de su propia vida. ¿Era su apartamento tan oscuro y frío que incluso un simple rayo de sol lo transformaba?

Entonces, ella apareció. La figura misteriosa y deslumbrante de sus últimos sueños entró en la habitación con una gracia casi etérea. Cada paso que daba parecía resonar con una melodía de confianza y autoexpresión. Soobin la observaba con fascinación, incapaz de apartar la mirada. Con su traje de plumas, guantes celestes hasta los codos, maquillaje dramático y ojos de zorro, era una visión de pura belleza clásica como una obra de Élisabeth Vigée Lebrun. Soobin podía sentir que su respiración se cortaba.

A medida que la mujer se acercaba, algo extraño comenzó a suceder. Su maquillaje se desvanecía, revelando una piel suave y radiante debajo. La peluca desapareció, mostrando mechones de cabello naranja y brillante. Su extravagante atuendo se transformó en una vestimenta más simple y ordinaria. Finalmente, frente a Soobin, estaba un chico común y corriente. Parecía de su edad.

Sin embargo, antes de que Soobin pudiera comprender completamente lo que estaba sucediendo, el chico se sentó en su regazo. Soobin, sorprendido, extendió las manos instintivamente para sostenerlo, pero se dio cuenta de que no tenía control sobre su propio cuerpo. Era como si sólo pudiese ser testigo de lo que estaba pasando.

Con una voz suave pero firme, Soobin preguntó: — ¿Cuál es tu nombre?

Pero no tenía intenciones de hacerlo, solo era un testigo de su sueño. El joven en su regazo sonrió y supo entonces que se trataba de esa mujer, podría reconocerla incluso en otro cuerpo.

Antes de que el joven pudiera responder, Soobin se encontraba con la respiración acelerada, sentado sobre su cama y nuevamente en su oscura y gélida habitación que si no fuera por el alba asomándose entre los edificios frente al suyo estaría mucho más oscura. Aún así, nunca se habrá visto tan radiante como aquél sueño.

Después de tantos años trabajando en la fábrica, el ritmo de despertarse a esas horas se había arraigado profundamente en su ser. Así que, cuando la noche se volvió una batalla contra el insomnio, Soobin no tuvo más remedio que rendirse al despertar precozmente. Se levantó con la misma resignación que le había acompañado en los últimos días, sabiendo que el descanso era un lujo que no podía permitirse.

El café y los huevos revueltos fueron su desayuno, una simple rutina alimentaria después de haber gastado parte de su escaso dinero en la compra de ayer y en el pago del gas. Aunque el trabajo aún no llegara, ese dinero sería su tabla de salvación hasta entonces. Sentado en la alfombra frente a su cama, observó el lienzo en blanco que lo desafiaba cada día. ¿Qué significaba la bailarina en su sueño? ¿Y por qué ahora era un hombre? Eran interrogantes sin respuesta, y decidió dejar de buscarlas.

Mientras saboreaba su café, la paleta de colores llamó su atención. Jugó con los tonos, mezclando y experimentando hasta que surgió un sepia oscuro que decidió aplicar al lienzo en un acto impulsivo. Luego, con un blanco perla, trazó líneas aleatorias, sin un propósito claro. La forma tomó vida propia bajo sus pinceles, y cuando pareció encontrar una figura, se dejó llevar por la inspiración.

Con la sanguina oscura que fue aclarando poco a poco en su paleta, delineó una luz que caía sobre las líneas blancas, creando un contraste sorprendente y mezclando en el lienzo por el color sepia. Luego, con trazos delicados y el blanco perla, dio forma a una pluma que descendía con gracia desde la parte superior del lienzo. Tomó su pincel abanico para hacer unas formas sobre esa línea algo curva, añadió unas barbas más de un color naranja fuerte en la pluma, se veía glamurosa, fina, delicada pero joven, elegante y era libre.

Cuando se apartó para observar su creación, Soobin sintió una extraña satisfacción. Quizás no entendía completamente lo que había pintado, pero eso no importaba. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía libre de las expectativas y los juicios externos. Su arte era suyo, y eso era suficiente.

Había terminado mucho más temprano de lo que había creído a mitad de la obra, entonces decidió que iba a dedicar ese día a buscar un trabajo, no quería perder el tiempo y el día parecía prometer más de lo usual.

Con un abrigo gastado pero cálido envolviéndolo y una expresión decidida en su rostro, se dispuso a recorrer las calles en busca de trabajo.

Caminando por las transitadas calles del East End, observó los carteles de "Se busca personal" en las ventanas de las tiendas y las fábricas que bordeaban las calles empedradas, pero parecía ser un personal con estudios de economía y administración. Sabía que encontrar un trabajo no sería fácil, especialmente sin un título universitario, pero estaba decidido a hacer todo lo posible para asegurar su sustento, la realidad es que no podía permitirse ni un día de descanso y tampoco estaba del todo acostumbrado.

Entró en varias tiendas y establecimientos, ofreciéndose como mano de obra dispuesta y trabajadora. Sin embargo, muchas veces fue recibido con miradas escépticas y respuestas negativas, ya que la competencia por los pocos puestos de trabajo disponibles era feroz.

A medida que avanzaba el día, Soobin comenzó a sentirse desanimado por la falta de éxito en su búsqueda de empleo. Aunque lo suponía pero tenía una pizca de esperanza.

Los días pasaron lentamente para Soobin mientras buscaba desesperadamente trabajo y luchaba con sus pensamientos sobre aquél chico o aquella mujer.

Cada noche, Soobin se sumergía en un mundo de sueños donde la figura del joven dominaba sus pensamientos, sin embargo, nunca lograba escuchar su nombre claramente. Hubo una única noche en la que creyó haberlo oído, pero extrañamente no podía recordarlo. Aunque le importaba más encontrar a la mujer que realmente anhelaba ver, sabía que en realidad se trataba de ese chico. Era una experiencia desconcertante tenerlo tan cerca en sus sueños, sentir su presencia, su contacto, y sin embargo, no conocer su identidad plenamente.

Sin embargo, una noche todo cambió. Soobin se encontró en un sueño lúcido, consciente de su propio estado onírico y con la capacidad de dirigir sus acciones. En la penumbra, la figura del joven apareció ante él, irradiando una luz etérea y envolvente. Con el corazón latiendo fuertemente en su pecho, Soobin se levantó de la silla en la que solía aparecer en sus sueños, causando que el joven retrocediera, sorprendido, hasta chocar contra la pared.

— ¿Qué estás haciendo? — inquirió el chico, casi amenazándolo con el dedo, como si temiera por su propia seguridad.

— ¿Yo? ¿Y tú? — replicó Soobin, mostrando un ligero atisbo de molestia. Sin embargo, finalmente planteó la pregunta que tanto había rondado en su mente —. ¿Cuál es tu nombre?

— ¿Para qué quieres saberlo? — contraatacó el joven, mostrando una determinación palpable.

— Porque te lo he preguntado durante una semana y no me lo has dicho — respondió Soobin, señalando la importancia de la interrogante.

— Me llamo Yeonjun, Kim Yeonjun — reveló finalmente el joven.

— Yeonjun... — musitó Soobin, dejando escapar un susurro.

— ¿Y tú? ¿Cómo te llamas? — preguntó el pelinaranja, mostrando un atisbo de nerviosismo.

Soobin lo examinó de arriba abajo, notando su atuendo peculiar que lo hacía destacar entre los demás hombres.

— Soy Choi Soobin — declaró, y el pelinaranja dio unos pasos más cerca.

— Bueno, un gusto. — respondió con una sonrisa leve, aunque Soobin no pudo evitar sentirse incómodo, recordando los sueños pasados y los momentos de intimidad que habían compartido. Yeonjun notó su mirada clavada en sus labios y, visiblemente incómodo, desvió la atención hacia las paredes.

— Esa pintura... — susurró, acercándose a un bastidor, y Soobin desvió rápidamente su mirada hacia donde Yeonjun se dirigía —. ¿Tú la hiciste?

Soobin frunció el ceño al ver su obra reciente, expuesta allí frente a ellos.

— Sí, yo la hice — confirmó, mientras la mirada fascinada de Yeonjun se posaba en el lienzo.

— Es bellísima. ¿Qué significa? — preguntó el pelinaranja, y Soobin reflexionó brevemente, consciente de que la obra era más una expresión de su propia confusión e inquietud que de un significado concreto.

Soobin sintió que responder era inútil, como si la pregunta careciera de una respuesta concreta. Su mente se sentía vacía, pero su corazón parecía haber tomado la palabra antes que su mente pudiera formular una respuesta. Finalmente, dejó escapar las palabras: — Eres tú.

prólogo concluido el sábado 1 de JUNIOOOOO  a las 23: 45 sean felices geis y aproveché para hacer de este os algo así, sé que no parece (ahre q si pq son gays) pero siempre quise escribir algo más jijiji

Este os está más planeada que mi vida así q no espero q les guste pq es muy aburrido yo sé, pero con que me guste a mi basta y sobra, ya si le gusta a alguien más bueno... cosa suya ah

avisen errores chau, happy pride month 🏳️‍🌈🏳️‍⚧️

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