extra
Ⅷ ecos del sueño
Sus párpados se abrieron con una lentitud inusual, como si llevaran el peso de mil edificios. Luchó por mantenerlos abiertos. Cuando la oscuridad dejó de inundar su vista, lo primero que vio fue el techo de una habitación mucho más iluminada que la suya.
¿Qué carajos? ¿Era otro sueño? ¿Era la realidad?
— Soobin... —escuchó una voz familiar, aunque su visión aún estaba demasiado borrosa para identificar a la persona—. ¿Estás bien? —esa voz se acercó más, y Soobin supo sin mirar que alguien estaba junto a él.
— ¿Dónde estoy? —preguntó, lo primero que se le ocurrió, y luego giró lentamente la cabeza hacia su izquierda.
— Estás en el hospital —explicó su hermanastra—. ¿Te encuentras bien? ¿En qué demonios estabas pensando?
— ¿De qué hablas? —Soobin frunció levemente el ceño cuando un dolor de cabeza repentino lo golpeó.
— De los somníferos —le recordó, extendiéndole un frasco de pastillas—. ¿Querías suicidarte acaso?
Ella suspiró pesadamente, intentando calmar su tono y su humor. Sabía que Soobin no estaba en su mejor estado de salud en ese momento.
— No, solo quería dormir —murmuró Soobin.
No quería solo dormir, quería soñar, quería soñar para siempre, y si hubiera muerto ese día, no se habría arrepentido.
— No puedes tomar dos pastillas así, te desmayaste.
— ¿Y tú por qué estabas en mi casa? —preguntó con genuina curiosidad.
— Quise invitarte a desayunar y te encontré inconsciente. Agradece que dejaste la puerta sin cerrar con llave. —Se levantó, negando levemente con la cabeza antes de tomar un vaso de agua y entregárselo a Soobin—. Iré a hablar con el médico.
Soobin asintió mientras bebía un poco del agua, su cabeza aún daba vueltas y se sentía confundido y desorientado por tanto.
En cuestión de minutos, su hermanastra llegó hacia él y le dio la noticia de que ya podía ir a casa y que no tomara esos medicamentos a menos que fueran recetados. Soobin aceptó, pensando que la próxima vez tomaría solo una.
Soobin ingresó a su casa, aún tambaleante después de su estancia en el hospital. Su hermanastra, una joven de carácter firme pero con un profundo cariño por Soobin que nunca pudo mostrarle porque el joven simplemente no quería relacionarse con ella, lo acompañaba. Ella cerró la puerta detrás de ellos, observando el departamento.
La habitación estaba llena de bocetos y lienzos inacabados, reflejando el estado mental tumultuoso de Soobin. La mirada de Lía vagaba con preocupación hasta que sus ojos se conectaron con una pintura que, aunque no era la única terminada, parecía ser la única con un alma.
Soobin soltó un quejido mientras se sentaba en su sillón.
— Soobin, tienes que cuidarte mejor. No puedes seguir así —dijo su hermanastra, con un tono suave, pero firme.
El mayor bufó, acomodándose en el sillón, sin poder hacer contacto visual con su hermanastra.
— Gracias, pero ya no necesito tus sermones innecesarios, estoy bien —respondió despreocupado.
— ¡No, no estás bien! Casi te matas tomando esas pastillas. No entiendo en qué pensabas —se quejó ella, preocupada.
— No entiendes y nunca lo harás. Nunca entenderás lo que se siente perder a tu familia y a tu hogar.
— No busco entenderte, busco ayudarte, porque si tú no tienes optimismo, puedo tenerlo yo por ti.
Los ojos de Soobin se iluminaron levemente ante las palabras de su hermanastra, una memoria de uno de sus sueños olvidados y no lúcidos llegó a su mente.
"— Debes tener cuidado con el fuego, te pudiste haber quemado peor —dijo Yeonjun mientras atendía la quemadura de Soobin.
— No tienes que preocuparte, es algo superficial. No es importante.
— Si tú no puedes encontrar la fuerza para cuidarte, déjame ser quien te cuide entonces."
Sacudió su cabeza levemente y fue como si su mirada volviera a apagarse antes de responder: — No entiendo por qué de repente te acuerdas de mí y quieres cuidarme. Creí que todos ustedes se habían olvidado de mí.
— Yo siempre pensé en ti, Soobin —confesó ella—. Fuiste una de las primeras personas por las que comencé a pintar.
Ella explicó, y de su bolso sacó una pequeña fotografía donde se encontraba frente a un lienzo, Soobin frunció levemente el ceño.
Era la pintura que había visto en la cafetería de Marlon.
— Soobin, el día que te echaron, yo solo tenía seis años. Tú perdiste a tu familia, pero yo también sentí perder a un hermano. Sé que no hay comparación, pero ya no necesitas estar solo.
Soobin bajó la mirada, sin saber exactamente qué decir o qué responder, eso era algo que no tenía idea.
— Vuelve a casa conmigo.
— Ese no es mi hogar —respondió Soobin en voz baja.
— Pero este tampoco lo es, ¿verdad? —Soobin se mantuvo en silencio una vez más—. ¿Cuál es tu hogar, Soobin? —ella preguntó.
Donde sea que Yeonjun se encontrase, ese era su hogar.
— No vas a encontrarlo aquí, ni tampoco tomando pastillas o encerrándote en una misma rutina. Ya te lo dije, si no tienes optimismo para buscar un hogar, lo tendré yo por ti. Ven a Windsor conmigo e intentaremos sanar y dejar el pasado.
— Iré —dijo en un tono que, por más que sonara seco, Lía pudo percibir como algo positivo—. Si algo sale mal, ten por seguro que no tendré reparo en volver. Si eso pasa, no quiero que vuelvan a aparecer en mi vida.
Ⅸ escenario sombrío
No sabe cuánto tiempo se irá, aunque planea que no sea por mucho. Lleva consigo un poco de ropa y paga por adelantado el alquiler de su apartamento, algo que podía permitirse gracias a lo que había ganado trabajando en la fábrica textil. Al descuidar su salud, la mayor parte de sus ingresos se destinaban a los servicios básicos.
Cuando sale de su apartamento, su hermana ya lo espera en lo que parece ser su auto o el de su madre, sentada en el asiento trasero con un chofer al frente. Soobin nunca se había subido a un auto antes.
— Sube, ya tenemos que irnos.
El chofer ayuda a Soobin con sus maletas y luego le abre la puerta trasera. Soobin comienza a sentirse incómodo por la atención, había olvidado lo que era recibir ese trato.
Jamás hubiese pensado que su vida cambiaría de esa forma en unas semanas. Aunque no parecía mucho para él, sin duda lo era. Yeonjun había cambiado su arte, su rutina, sus prioridades, y ahora influía en sus decisiones.
Tal vez Yeonjun no era solo un invento de su mente. Tal vez era una manifestación de algo. Tal vez era hora de cambiar las cosas y tratar de sanar.
Ambos permanecieron casi en silencio hasta que el chofer se detuvo. Soobin volteó la cabeza hacia la ventanilla y sintió que el arrepentimiento caía sobre él como un balde de agua fría al ver esa casa nuevamente.
— Estarás bien —susurró su hermana mientras el chofer le abría la puerta del auto.
— Señor, permítame ayudarle con sus maletas —ofreció el chofer a Soobin, pero este negó con la cabeza.
— No, no se preocupe, yo puedo hacerlo —respondió amablemente Soobin.
— Sí, Chris, ayúdame con mis maletas, por favor —pidió Lía con una sonrisa mientras Soobin tomaba las suyas.
Soobin llevaba dos maletas y una pequeña de Lía. Cuando tropezó con un escalón cerca de la entrada, la pequeña cayó. Soltó un bufido y dejó las otras dos para agacharse a recogerla, pero entonces alguien más lo había hecho.
Al levantar la mirada para agradecerle al chofer, sus palabras murieron en su garganta. Sus labios se entreabrieron y su corazón comenzó a latir con una intensidad que nunca había sentido antes. Frente a él, con una presencia que parecía irreal, estaba Yeonjun. Su cabello castaño largo acariciaba su cuello y sus ojos, tan familiares y profundos, lo miraban con una intensidad que le hizo estremecer hasta el alma.
— Oye —dijo Yeonjun, su voz era un eco perfecto del hombre que había visitado sus sueños y atormentado sus pensamientos—. ¿Estás bien? ¿Quieres que te ayude? —su tono era suave, casi íntimo, como si solo ellos dos existieran en ese momento.
La piel de Soobin se erizó, cada fibra de su ser reaccionando a la presencia de Yeonjun. Era imposible, y sin embargo, ahí estaba, más real que cualquier sueño.
— Oh, Yeonjun, no esperaba verte aquí tan temprano —saludó Lia, acercándose, pero sus palabras se perdieron en el vacío que solo Soobin y Yeonjun compartían.
Soobin no podía apartar la mirada, su mente un torbellino de emociones. La persona que había llenado sus noches de pasión y sus días de anhelo estaba frente a él, y no entendía por qué su corazón lo reconocía como si siempre hubiera pertenecido a él.
El aire entre ellos parecía cargado de electricidad, una tensión palpable que hacía que cada segundo se sintiera eterno. Soobin quería hablar, quería tocarlo, asegurarse de que no era un producto de su imaginación.
— Gracias —murmuró finalmente, su voz temblando por la avalancha de sentimientos que lo inundaban.
Yeonjun le sonrió, una sonrisa que parecía tener el poder de encender cada rincón oscuro de su alma.
— De nada —respondió Yeonjun, sus ojos nunca apartándose de los de Soobin, creando un vínculo que parecía indestructible.
Los sueños eran tan vívidos en su mente que se sentía como si después de compartir toda una vida con Yeonjun lo conociese de nuevo, era abrumador y no podía creer que hasta este punto no se había desmayado ya.
— Ven, vamos adentro. — dijo Lia hacia Soobin.
Su cuerpo por suerte respondió y comenzó a seguirla pero sentía que su mente no estaba en el mismo lugar.
Y como si no fuese poco, el padre de Soobin se acercó a la escena. Los ojos de Soobin posaron rápidamente en el hombre sonriente, alegre y pensó por un momento que ese no era su padre.
— Hijo...estoy tan feliz de que estés aquí. —dijo el hombre en voz baja y lo abrazó, cosa que Soobin no esperó.
Incluso de niño jamás había recibido un abrazo de su padre, volvió cuestionarse si todo era un sueño mientras se paraliza en el lugar, sin poder ser capáz de devolver el abrazo.
— ¿Qué tal el viaje? ¿Cómo has estado? — preguntó el hombre al alejarse pero Soobin seguía en su ensoñación.
Sus ojos se fijaron en los de su padre y aquellos viejos ojos no ocultan el brillo de emoción ni tampoco las lágrimas que parecían querer escapar.
Soobin lo alejó levemente, sintiendo que su padre estaba actuando como si ese día Soobin se hubiera largado por decisión propia.
— Estoy bien. — respondió serio y su padre asintió, sus ojos no cambiaron, él estaba feliz que Soobin haya decidido regresar.
El hombre se alejó de Soobin cuando comenzó a toser, Lia se acercó a socorrerlo.
— Papá, ya te dijeron que no puedes levantarte de la cama. — ella le susurró.
— Por favor, déjeme llevarle a la cama, le haré un té. — dijo Yeonjun hacia el hombre y la mirada de Soobin se posó rápidamente en él — Soobin va desempacar mientras usted descansa.
— Bien, gracias Yeonjunnie.
Soobin frunció el ceño ante la escena y su hermana lo notó.
— Vive aquí desde que papá enfermó. — le explico Lia.
— ¿Y tu madre? — preguntó el azabache hacia su hermanastra.
— Se fue por un tiempo, ella no soportaba a Yeonjun... ni tampoco la fascinación de nuestro padre por el trabajo de Yeonjun. — explicó pero a ella no pareció importarle que su madre se haya ido — Yeonjun es una muy buena persona y está muy atento a nuestro padre aunque no tengan ningún vínculo sanguíneo o más honesto.
— Iré a desempacar. ¿Qué hicieron de mi cuarto? — la pregunta se sintió amarga en su lengua.
— Nada, todo está casi igual a como lo dejaste.
— ¿Casi? —Soobin preguntó y Lia sonrió con una pequeña sonrisa.
La casa aunque se podía ver tan solitaria como siempre lo fue, no tenía la misma sensación que unas semanas antes de que Soobin se vaya. Anteriormente la simple vibra del lugar te hacía querer huir pero ahora era como una gran casa hogareña.
— Cuando era niña...entraba a tu cuarto y veía tus anotaciones y dibujos.— confesó — Pero no moví nada de lugar, a veces sigo limpiando el lugar, Yeonjun lo ha hecho en ocasiones.
— ¿Sí? — Soobin soltó rápidamente, avergonzándose un poco por su reacción al oír de Yeonjun.
— Sí. No sé si te molesta pero después de haberse quedado dormido allí una vez lo siguió haciendo otras noches. — ella le contó esperando que Soobin no se moleste y no tenga problemas con Yeonjun, pero Soobin solo sonrió un poco y asintió.
— Está bien, no te preocupes. — respondió mientras volvía a tomar sus maletas y caminaba hacia su habitación.
Al momento de entrar a la que era su habitación una ola de recuerdos lo golpearon, siendo difícil para Soobin avanzar. Su cuarto ya no olía a él pero sin duda se veía tal cual la recordaba.
Dejó una de sus maletas sobre la cama, aún procesando que estaba allí y que Yeonjun también. Pensaba que en cualquier momento iba a despertar.
Mientras desempacaba algunas de sus cosas casi en automático, con su mente trabajando, su cepillo de dientes casi cayó al suelo pero Soobin rápidamente pudo tomarlo. En cuanto su mirada estuvo clavada en el suelo también pudo observar algo peculiar, casi debajo de la cama. No supo qué era hasta que lo tuvo en sus manos.
Una corona de plumas.
— Lo siento. — escuchó una voz y volteó casi de inmediato la cabeza hacia la puerta — Eh...Soy Kim Yeonjun. — se presentó mientras acariciaba sus manos — Lia hizo unas galletas y le gustaría que cuando termines de desempacar meriendes con ella. — dijo el castaño.
Soobin sonrió por la ternura genuina de Yeonjun, tan idéntico a como había pensado, soñado y fantaseado.
— Iré en unos minutos, gracias. — dijo el pelinegro acercándose al mayor.
— Bien, con permiso. — murmuró el castaño con la cabeza gacha.
Pero antes de que Yeonjun pueda retirarse Soobin lo tomó de la muñeca. Yeonjun volteó hacia él, extrañado por el contacto. Soobin por otro lado sintió un cosquilleo y una corriente eléctrica leve corriendo por su columna. Era mejor que un sueño, por más que podía sentirlo al despertar se sentía como si no lo hubiese hecho, no recordaba ese tacto pero este se había sentido diferente.
— Perdóname. — se disculpó pero aún así no lo soltó — Esto creo que es tuyo. — lo soltó suavemente mientras le entregaba la corona.
Yeonjun alzó las cejas de sorpresa, su mirada clavada en el accesorio.
— ¿Cómo...? ¿Cómo sabes que es mía? — preguntó confundido mientras tomaba el objeto.
Soobin no tuvo que decir nada, simplemente sonrió levemente sin abrir sus labios . sus ojos brillaron y Yeonjun comprendió pero no quería creerlo.
— Bin...— susurró.
Lo había entendido, por supuesto, ambos habían estado teniendo esos sueños.
Lejos de lo que Soobin creyó que pasaría, Yeonjun se aclaró la garganta y dijo: — Lia te esperará en el comedor. — y se marchó a pasos muy rápidos. Soobin quería detenerlo porque lo había tomado por sorpresa pero no lo hizo.
Soobin terminó de empacar y se acomodó con rapidez, siquiera se detuvo a observar su cuarto, a revisar sus cosas. Quería ir por Yeonjun pero Lia lo esperaba en el comedor. Bajó por supuesto y era verdad, ella estaba allí sentada, con una taza de té y unas galletas.
Yeonjun también estaba junto a ella y apenas levantó la mirada y notó que Soobin estaba allí se alejó un poco de Lia.
— Búscame en mi taller más tarde para hablar de eso. — le dijo Yeonjun con una sonrisa antes de irse.
Soobin arqueó una ceja, curioso mientras arrastraba una silla para poder sentarse frente a Lia.
— ¿Terminaste? — ella preguntó mientras bebía de su té y Soobin asintió.
— ¿Ustedes...? — Soobin jugó un poco con el mantel de la mesa — ¿Se llevan muy bien? — preguntó antes de tomar una galleta.
Lia se alzó de hombros y terminó de masticar antes de hablar: — Sí, creo. Nos hemos llevado bien desde que llegó. Es un buen artista. — ella confesó con sinceridad.
— ¿Artista? — Soobin preguntó intrigado y emocionado.
Quizás ese era el vínculo que los había unido a través de sueños translúcidos.
— Así es, es diseñador de modas. — ella dijo y la sonrisa de Soobin se borró.
— ¿Qué tiene de artística la ropa? — soltó casi riendo.
— Por favor, mucho. No solo es ropa. — Lia dijo casi obvia — Como sea, tú no sabes pero es el diseñador más influyente de Windsor y el más polémico, pero eso no lo hace menos increíble.
— ¿Por qué polémico? — Soobin volvió a preguntar casi burlón.
Lia giró los ojos casi harta de que Soobin no comprenda.
— ¿Y por qué él está aquí? No me dijiste que habría alguien nuevo.
— Oh, bueno. Hace algunos años nuestro padre se obsesionó con los diseños de Yeonjun y desde entonces trabaja para él, cuando papá enfermó le pidió a Yeonjun que viva aquí por un tiempo.
Era extraño volver a esa casa y actuar como si nada hubiese pasado, pero la conversación con Lia fue más larga de lo que había planeado, casi oscurecía cuando ella se levantó de la mesa diciendo que tenía unos pendientes y que hablarían más tarde.
Soobin se quedó solo en el comedor, aún pensando en la conversación sobre Yeonjun, aún pensando en Yeonjun.
"Búscame en mi taller" — le había dicho Yeonjun a Lia.
¿Tenía un taller en la casa? Estaba dispuesto a averiguarlo, claro.
Se levantó y casi sin hacer ruido, comenzó a caminar y vagar por la casa.
Todo se veía casi igual a lo que recordaba.
Vagó y vagó hasta que dio con el que era el segundo estudio de su padre que anteriormente era el primero antes de construir uno junto a su habitación.
La luz cálida llamó su atención y se asomó lentamente. A medida que se acercaba podía divisar una sombra que llegaba a asomarse por la puerta, además de un dulce tarareo que lo llamaba como si de un marinero encantado por el canto de una mitológica belleza se tratase.
Acarició el tapiz de la pared hasta llegar al marco y estar lo suficientemente cerca.
Por supuesto que se trataba de Yeonjun, no tuvo que ver esa sombra claramente ni tampoco detenerse a oír bien las melodías que entonaba para saber que era él.
Yeonjun parecía no percatarse de que Soobin estaba tras él.
Mientras tanto la mirada del pelinegro vagaba por la habitación algo desordenada, dado que era el lugar de trabajo de Yeonjun y el suyo tampoco era muy ordenado que digamos. Pudo observar bocetos de diseños extravagantes y unos que otros diseños al parecer sin terminar pero eran de tela, ropa de verdad, ropa a la que Soobin no estaba acostumbrado a ver.
¿Qué eran esas prendas tan coloridas y extravagantes? Nadie vestiría así por la calle, ni siquiera las personas más influyentes del mundo.
— ¿Se te ofrece algo? — la voz de Yeonjun hizo que el pelinegro pegara un brinco del susto.
Relamió sus labios tratando de balbucear en reacción al susto pero luego de tragar duro dijo — No...pero...era el único lugar de la casa con luces a esta hora y me dio curiosidad. — confesó asintiendo levemente — Lamento haber entrado así solo que te vi aquí y pensé que te gustaría un poco de compañía.
Sus ojos brillaban con esperanza, el fuego de las velas brillaban más intensamente en el reflejo de estos. Yeonjun tomó aire antes de sacudir levemente su cabeza como si quisiera expulsar un pensamiento.
— No necesito compañía, gracias. — él dijo y sonrió con los labios sellados.
Su sonrisa, su tono y su postura fueron amables pero la mirada de Soobin cambió y la luz de las velas en sus iris fueron violentamente apagadas por la fría ventisca que Yeonjun emitía. Porque eso sintió Soobin.
No comprendía lo que estaba pasando. Creyó por un momento que Yeonjun también había estado teniendo esos sueños.
Quería enfrentarlo por más demente que suene la idea. ¿Estar conectados en sueños? ¿Haber tenido una hermosa relación en ellos? No tenía sentido, ellos siquiera se conocían.
Pero en lugar de eso el pánico se apoderó de él, el pensamiento de que Yeonjun repentinamente se aleje de él por eso. Así que en su lugar solo dijo: — Oh... está bien. Hasta mañana.
Y se marchó.
Ⅹ luces y colores
Las lentejuelas resplandecen bajo la tenue luz de los focos, capturando cada destello y devolviéndolo en un estallido de colores. Un corsé ajustado de terciopelo negro abraza la cintura, contrastando con una falda voluminosa hecha de plumas y tul en un degradado de azules y morados. El corsé está adornado con intrincados bordados dorados, formando patrones que recuerdan a enredaderas y flores exóticas.
El maquillaje es una obra maestra en sí misma: ojos ahumados en tonos oscuros, labios carmesí, y un contorno que define los rasgos, exagerándolos, haciéndolos más audaces, más expresivos. La peluca, una cascada de rizos en un vibrante rojo fuego, enmarca un rostro cuya expresión es una mezcla de desafío y elegancia.
Tacones altos de charol negro, con hebillas doradas, añaden unos centímetros más a la ya imponente figura. Los movimientos son precisos, calculados, una coreografía que combina gracia y poder. Cada paso es una declaración de libertad.
Tras el escenario, un Yeonjun de 22 años observa con los ojos brillantes de fascinación. Había diseñado esa prenda con sus propias manos, cada puntada, cada detalle meticulosamente pensado. Pero ahora, al ver a la Drag Queen luciendo su creación, algo en su interior hace clic. Quería ser ella, quería verse así de hermosa, comprendiendo en ese preciso instante qué es lo que quería hacer con su vida.
La audiencia observa en silencio, boquiabierta, mientras la Drag Queen recorre la pasarela, convirtiendo el escenario en su reino personal. En ese momento, la moda deja de ser un simple reflejo de estilo y se convierte en una voz, una protesta silenciosa contra las normas rígidas y las expectativas conservadoras.
Las Drag Queens que desfilan, cada una un lienzo viviente de la visión de Yeonjun, no solo modelan ropa; encarnan un movimiento, un grito de resistencia y orgullo. En cada pliegue, en cada adorno, se teje una historia de lucha y triunfo. Y mientras el desfile llega a su clímax, el mensaje queda claro: el arte, en todas sus formas, es una poderosa herramienta de cambio, y en las manos adecuadas, puede derribar los muros de la opresión.
Era el mensaje que Yeonjun juró dar hasta su último aliento. Libertad.
Libertad para ser auténticos, libres como las luces y los colores en una pintura.
Recién liberado de la sombría cárcel. A su lado, su abogado, un hombre de aspecto serio pero ojos comprensivos, caminaba en silencio. Habían pasado días de incertidumbre y tensión, pero finalmente, las autoridades habían decidido que su atrevimiento en la pasarela no merecía una larga condena.
— Gracias, señor Wayne. — dijo Yeonjun, rompiendo el silencio mientras giraban la esquina hacia una calle más iluminada. — Sin usted dudo que yo haya podido salir tan pronto.
El abogado asintió con una ligera sonrisa. — Ese es mi trabajo. Me alegra que haya resultado de esta forma. Si tiene algún otro inconveniente no dude en llamarme. Pudo haber salido con una advertencia pero usted y yo sabemos que no tiene intenciones de detenerse. — comentó el abogado riendo. Sabía lo soñador y entusiasta que era su cliente.
— Por supuesto.
Lejos de ser disuadido, Yeonjun regresó a su estudio con renovada determinación. Continuó diseñando para la comunidad drag, creando piezas que no solo eran estéticamente impactantes, sino también cargadas de significado. Yeonjun no sentía que simplemente estaba haciendo diseños, no era la misma sensación al realizar otras prendas.
De pronto tenía miles y miles de ideas, temía no vivir lo suficiente para realizar todas.
El hecho de que la moda deje de pensarse solo como ropa bonita dentro de los estándares, le entusiasmaba. Él quería ser parte de ese movimiento, quería ser ese artista.
Pero necesitaba alimentar más su cabeza, necesitaba encontrarse con más personas que sientan lo mismo que él.
Una noche se aventuró por las calles hasta un bar que por fuera podría parecer uno común y corriente pero la realidad era que era un bar clandestino para personas que merecían ser libres.
El bar era agradable al igual que el ambiente. Era tranquilo, un jazz suave sonando entre las conversaciones de las personas.
Eran personas como él, como tú y como yo. Pero ellos tenían que esconderse.
Yeonjun caminó lentamente hasta tomar un asiento solitario.
Entonces el jazz comenzó a bajar, un spot sobre el escenario. Y de las sombras emergió una persona, una drag.
Su cabeza estaba gacha pero su corona de plumas estaba en alto. Su piel negra brillaba cálidamente bajo esa luz, su cabello rizado y esponjado la hacía lucir tan glamurosa con ese vestido un poco ajustado. La garganta de Yeonjun se secó.
La drag levantó sus brazos en cuanto la música sonó de golpe y entonces también levantó la mirada. Yeonjun la reconoció de inmediato y su corazón comenzó a latir con fuerza.
Ella comenzó a cantar y el público se emocionó, comenzaron a aplaudir alegremente pero Yeonjun seguía en trance. Pero la voz de la drag era preciosa, podía transmitir su pasión, amor y alegría al público. Ella hacía notas verdaderamente altas a pesar de tener una voz gruesa y tenía esos cantos de iglesia afroamericana que Yeonjun fascinaba.
Siquiera pudo escuchar su nombre, no había estado lo suficientemente atento antes. Ella terminó de presentarse y todos, absolutamente todos se levantaron de sus asientos para aplaudirla. Yeonjun pudo sentir la emoción en el público y se puso de pie igualmente.
— Disculpa, ¿Quién es ella? — preguntó Yeonjun hacia uno de los mozos.
El mozo sonrió, le parecía cómico la cantidad de personas que preguntaban. — Es Ámbar. La estrella del bar. — dijo el hombre antes de retirarse
Ella arrojó un beso al público con una sonrisa brillante. Al notar la mirada intrigada de Yeonjun, se acercó con una sonrisa cálida. Tomándolo por sorpresa. — Yo te conozco. — ella dijo — Así que tú eres el talentoso diseñador que me hizo brillar aquella noche — dijo Ámbar, su voz suave pero llena de fuerza.
— ¿Me reconoce? — preguntó sorprendido — S-sí, soy yo, señorita Ámbar. — habló dejando que los nervios lo coman por completo.
— Puedes decirme John, cielo. — tranquilizó y Yeonjun asintió — ¿Qué te trae por aquí?
— Bueno. Para serle sincero la noche en que modeló mi vestido yo me sentí muy emocionado por cómo se veía usted y sentí una emoción muy distinta a lo que había sentido. — Yeonjun se tomó un respiro al notar que estaba hablando demasiado y con su voz temblorosa — Yo quiero seguir haciéndole prendas, quiero seguir diseñándole vestidos.
John sonrió de oreja a oreja, enternecido y alegre de lo que había causado en ese joven.
— Por supuesto que sí. ¿Qué te parece si mañana a esta hora después de mi presentación charlamos más sobre tus diseños? Creo que eres fascinante, tu trabajo es fascinante y me encantaría tenerte de mi lado.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que ambos congeniaran. Yeonjun le enseñó su mundo y John el suyo y no eran muy distintos entre sí.
Una tarde en la que John estaba plácidamente en la casa de Yeonjun observándolo trabajar se le ocurrió algo que por alguna razón no se le había ocurrido antes.
— Yeonjun... —John llamó la atención de Yeonjun, quien levantó la mirada, expectante—. ¿Te gustaría ser Drag Queen?
— ¿Yo? —Yeonjun se señaló a sí mismo, como si no creyera que la pregunta iba dirigida a él—. No, no podría.
— ¿Por qué no?
— Porque no lo haría tan bien como tú. No me vería tan genial como tú. No soy tan seguro como tú. Y nunca me aplaudirían como a ti —confesó rápidamente. John soltó una risa nasal y negó con la cabeza mientras se acercaba a Yeonjun.
— Es curioso, porque yo me transformé en Drag Queen el día que quise dejar de ser yo —dijo con una sonrisa triste.
— ¿De qué hablas? —preguntó Yeonjun, con evidente confusión.
— John era un hombre inseguro que jamás tomaría las riendas de su vida. Yo no me convertí en Ámbar por John; me convertí en John por Ámbar. Sin ella, no existiría la persona que viste cantar y modelar tu vestido.
— Bueno... lo he pensado. Pero no estaba tan seguro. ¿Tú qué opinas?
— Ven, déjame mostrarte.
John se esmeró en crear la Drag Queen que vivía dentro de Yeonjun, aceptando y apoyando todas las ideas que Yeonjun proponía. Cada elección de maquillaje, cada pieza de vestuario, cada gesto ensayado frente al espejo, todo fue cuidadosamente guiado por la experiencia y la paciencia de John. La transformación fue más que física; era un renacimiento.
John comenzó el proceso con delicadeza, guiando a Yeonjun a través de cada paso. Le enseñó cómo aplicar la base, cómo contornear su rostro para resaltar sus mejores características, y cómo aplicar sombras y delineadores que hacían que sus ojos brillaran con una intensidad nueva y poderosa. Cada pincelada era una revelación, cada detalle una nueva capa de confianza.
— Mira —dijo John, sosteniendo un espejo frente a Yeonjun—. ¿Qué ves?
Yeonjun se miró al espejo y vio a alguien nuevo. Vio a alguien confiado, audaz y deslumbrante. Vio a Cherry Sugar Rush.
— No puedo creerlo —susurró Yeonjun, tocando suavemente su reflejo.
— Créelo. Ella siempre ha estado dentro de ti, esperando salir. Ahora, muéstrale al mundo quién eres.
La noche del debut, Cherry Sugar Rush se presentó bajo las luces del escenario, que brillaban intensamente, iluminando cada movimiento y cada gesto con un brillo casi mágico. Yeonjun, ahora Cherry, se movía con una gracia y seguridad que jamás había imaginado poseer. Cada paso era firme, cada palabra resonante, cada mirada cautivadora. El público estalló en aplausos, y Yeonjun sintió una ola de euforia y libertad que nunca había experimentado.
Ⅺ aplausos sombríos
¿Fue un grave error haber aceptado?
Sí. Pero fue peor haberse quedado.
El señor Choi no podía simplemente traer a su hijo de vuelta a la casa de donde fue echado y esperar que este la considerara nuevamente su hogar.
Soobin se sentía asustado y agobiado. Solo quería volver a su pequeño apartamento, dormir y soñar eternamente con Yeonjun. Soñar con el Yeonjun de sus sueños, porque el Yeonjun frente a él no era su Yeonjun.
No charlaban mucho; Yeonjun no parecía querer. Los días pasaron con una tensión palpable en el aire, ambos sumidos en sus propios pensamientos y sentimientos.
Pronto, toda la atención de la casa se centró en el desfile que se llevaría a cabo en Nueva York. La emoción era palpable, pero Soobin no podía compartirla.
— ¡Felicidades! —exclamó Lía, abrazando al joven diseñador con entusiasmo.
— Muchas gracias —agradeció Yeonjun, esbozando una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos.
Entonces, el padre de Soobin se acercó, una cálida sonrisa iluminando su rostro. Soobin, desde las escaleras, observó toda la escena con una mezcla de resentimiento y tristeza.
— Lamento mucho no poder estar presente en un desfile tan importante para ti —se disculpó el hombre, entregando a Yeonjun un ramo de rosas—. Estoy orgulloso de ti. Siempre supe en qué te transformarías.
Yeonjun no respondió, solo abrazó cálidamente al hombre, sus ojos brillando con una mezcla de emociones contenidas.
Soobin decidió no bajar esa mañana. Le dijo a su hermana que tenía fiebre, pero que no se preocupara. La realidad era que no quería bajar; estaba arrepentido de haber aceptado quedarse. Solo quería volver a casa, a su pequeño refugio de soledad y sueños.
Cuando oscureció, bajó a la sala y se sorprendió por la cantidad de ropa y dibujos esparcidos por la habitación. Al parecer, Yeonjun se estaba preparando intensamente para el desfile. No estaba seguro y tampoco le interesaba demasiado, aunque no podía evitar sentirse intrigado por el talento evidente de Yeonjun.
Soobin se paseó observando las prendas terminadas y los dibujos detallados. Yeonjun lo sorprendió una vez más al aparecer de repente.
— Creí que estabas enfermo. ¿Te sientes mejor?
En cuanto Soobin volteó, tuvo que retroceder por lo cerca que se encontraba Yeonjun.
— Ya me siento mejor —dijo Soobin y volvió a bajar la mirada a las creaciones de Yeonjun—. ¿Tendrás un desfile? —preguntó, queriendo sacar conversación. Yeonjun asintió—. ¿De ropa... rara? —Yeonjun soltó una risa, negando con la cabeza.
— No, es una pasarela de arte —explicó Yeonjun, su tono lleno de pasión.
— ¿De qué hablas?
— Pues de arte. El objetivo de las prendas no es solo que se vean bonitas, sino que expresen y cuenten una historia —siguió explicando mientras organizaba algunas cosas en la sala.
— ¿Expresar... con ropa? —Soobin frunció el ceño—. La ropa no expresa.
— Claro que lo hace —dijo Yeonjun, obvio.
— Mm, no. Todos afuera llevan la misma ropa de siempre. No expresa nada.
— Bueno, eso también expresa algo. Para mí, expresa la vida manejada y miserable de la gente cuya rutina los consume por dentro. Y luego hay prendas que expresan todo lo contrario, y eso es lo que yo hago. Pero como todo arte, es subjetivo. Así que puedes pensar lo que quieras.
— Pues yo creo que es una farsa —soltó sin pensar antes.
Yeonjun soltó un suspiro antes de arrojar suavemente al sillón las cosas que tenía en la mano y luego se volvió hacia Soobin.
— Esto es mi arte, Soobin. Representa quién soy y lo que defiendo. No puedes simplemente descartarlo porque no lo entiendes —dijo con calma, sus ojos reflejando la pasión que sentía.
— No es que no lo entienda. Es que no tiene alma, no tiene la profundidad del arte verdadero. Es superficial —soltó encogiéndose de hombros.
— ¿Superficial? ¿Sabes lo que implica desafiar las normas de género y la represión en cada pieza que creo? ¿Sabes lo que es poner tu alma en algo, sabiendo que la sociedad te va a condenar por ello? Yo, como muchos de nosotros, corremos el riesgo de perder nuestra vida por esto.
Soobin bufó, casi soltando una risa.
— No seas exagerado.
Yeonjun suspiró una vez más, dejando que la calma recorriera su cuerpo. Aunque daría todo por gritarle a Soobin que es un completo imbécil.
— Me gustaría estar exagerando, en serio. Pero no todos podemos refugiarnos en el arte clásico que ya ha sido aceptado por la sociedad, como tú.
Soobin sintió un nudo en la garganta. Había algo en las palabras de Yeonjun, algo en la forma en que las decía, que resonaba profundamente en él. Tal vez, solo tal vez, había algo más en el arte de Yeonjun que él aún no lograba comprender.
— Aceptado pero ni bien recibido. ¿Sabes cuántos años he estado tratando de vender una maldita pintura? — soltó Soobin, su voz cargada de frustración.
— Pues en lugar de descartar todo el arte no clásico, deberías empezar a pintar un poco más con el alma que con el pincel. Quizás así dejes de ser un poco menos fracasado, Soobin — replicó Yeonjun, su rabia reemplazando la calma. Soobin no pudo responder, paralizado por la dureza de las palabras de Yeonjun, quien se marchó a su taller, dejando a Soobin solo con sus pensamientos.
Mentiría si dijera que no había estado evitando una charla con su padre durante esos días en la casa. Pero tarde o temprano la confrontación llegaría, y ocurrió una tarde en la que Soobin tomaba té solitariamente. Su padre se levantó de la siesta y decidió acompañarlo.
— Creí que no te gustaba el té — dijo el hombre mayor, riendo un poco mientras tomaba asiento frente a Soobin.
— No es sorpresa que no sepas algo de mí — respondió Soobin casi sin pensar. No estaba listo para hablar pacíficamente con su padre, no cuando no lo había perdonado.
La sonrisa en el rostro de su padre se borró y se acomodó en la silla.
— ¿Quieres galletas? Yeonjun las hizo — comentó el hombre, dejando unas galletas en el centro de la mesa.
— ¿Por qué estás evitando esa conversación? — empezó Soobin — Tratas de actuar como si te hubiera perdonado.
— Bueno, hasta hace unos días creí que el que me evitaba eras tú — replicó su padre, y Soobin no pudo protestar — Hijo... Sé que jamás vas a perdonarme.
— Bien — dijo Soobin, bebiendo su té.
— Pero me gustaría que sepas lo arrepentido que estoy. Sé que no puedo cambiar nada de lo que he hecho, pero no he dejado de pensar en el futuro. En cómo me sentiré después de no haberlo intentado y en cómo te sentirás tú al pensar que tu padre lo intentó aunque haya sido tarde.
— Dejó de importarme hace tiempo todo lo que hacías — dijo Soobin — Dejó de importarme el día que dejó de importarte mamá.
La mirada de su padre se dilató, sus ojos brillaron, amenazando con el comienzo de un llanto silencioso. Soobin jamás había visto a su padre llorar.
— Tu madre... si tan solo pudiese evitar el día en el que se casó conmigo. Ella hubiese sido feliz y libre — habló el hombre con nostalgia — Pero aunque tampoco me amaba... ella te amaba a ti, te amaba con todas sus fuerzas y comenzó a amarme porque juntos pudimos tenerte.
El nudo en la garganta de Soobin comenzó a arder y bajó la mirada.
— ¿Y por qué la traicionaste?
— Porque era un maldito idiota, por eso — dijo el hombre — Y la culpa casi me mata. De verdad me sentía perdido y me perdí en el alcohol. Yeonjun me rescató.
La mirada de Soobin se elevó con rapidez.
— Y quedé enamorado de su trabajo, me sentí bien después de mucho tiempo.
Soobin solo bufó, apoyando su rostro sobre su palma.
— Escuché la pelea de la otra vez — habló el hombre — Sé que no comprendes el arte de Yeonjun, a mí también me costó entenderlo. Pero si estás interesado, tenlo.
El señor Choi deslizó una tarjeta hacia Soobin. Este la tomó y vio que en ella había una dirección.
— Ve allí los viernes a las nueve de la noche.
— No me interesa Yeonjun — dijo Soobin, encogiéndose de hombros y dejando la tarjeta sobre la mesa.
El señor Choi también se encogió de hombros antes de levantarse de su asiento y retirarse lentamente. Soobin observó la tarjeta en la mesa y, como si el comedor estuviese rodeado de gente, deslizó la tarjeta hasta guardarla sutilmente en su bolsillo.
Sentado en la soledad de la sala, Soobin sintió el peso de las palabras de su padre y de Yeonjun. La tarjeta quemaba en su bolsillo, un recordatorio de las posibilidades que aún no estaba dispuesto a explorar. Pero algo dentro de él, una pequeña llama de curiosidad y quizás esperanza, le decía que esa dirección podría ser el comienzo de algo nuevo. No estaba listo para admitirlo, pero la idea de entender el arte de Yeonjun y lo que significaba para su padre comenzó a tomar forma en su mente.
Soobin ya no podía sentirse a gusto en esa casa. A pesar de que todo parecía marchar normal, él no estaba listo para aceptar esa casa nuevamente como su hogar. Quería largarse a toda costa. Decidió que esa misma noche sería su última en esa casa. Mientras todos dormían, comenzó a empacar sus maletas nuevamente. Bajó las escaleras en silencio, cuidando cada movimiento para no hacer ruido. Cuando estaba a punto de abrir la puerta, una voz pronunció su nombre, asustándolo y haciéndolo dar un pequeño brinco.
— ¿Qué haces? — preguntó Yeonjun, sosteniendo una vela en su mano derecha. Su mirada se dirigió al suelo y luego a los ojos de Soobin. — ¿Te vas? ¿Por qué?
— Porque ni siquiera quería venir. No quiero estar aquí y se lo dije a Lia, si algo salía mal me largaría.
— ¿Y qué es lo que se supone que está mal, Soobin? — preguntó Yeonjun, visiblemente confundido y con un tono molesto, como si estuviese indignado.
— Todo, todo está mal. Esta casa no es mía y esta familia tampoco — respondió Soobin, alzando un poco la voz. El ceño de Yeonjun se frunció y dejó la vela en un estante antes de acercarse más a Soobin.
— Él es tu padre, te guste o no, Soobin, y lo está intentando por ti — replicó Yeonjun, visiblemente molesto, pero Soobin no se quedó atrás.
— ¿Y quién eres tú para entrometerte en lo que hago y no hago? Hablas como si supieras todo lo que viví con ese hombre — atacó Soobin, sin darse un respiro.
— Sí lo sé — dijo Yeonjun en voz baja. Soobin soltó un bufido.
— ¿Ah sí? ¿Quién te lo dijo? ¿Él? — preguntó Soobin, claramente burlón pero sin dejar atrás ese tono de molestia en su voz.
— Me lo dijiste tú — respondió Yeonjun suavemente. La expresión de Soobin se relajó y dio unos pasos hacia atrás para tomar sus maletas.
— Entonces no tienes por qué detenerme — dijo, ya no molesto pero sí decepcionado, completamente destrozado. Yeonjun siempre supo todo, Yeonjun vivió esos sueños y ahora le daba la espalda cuando Soobin más lo necesitaba.
— Bin...— murmuró Yeonjun, dando un paso adelante. Soobin se detuvo pero luego de negar suavemente con la cabeza, abrió la puerta.
— Soobin, espera — Yeonjun no dudó en seguirlo hacia afuera. — Está lloviendo a cántaros.
— No me interesa — respondió Soobin mientras seguía avanzando por el césped.
— ¿Cómo piensas volver a Londres? — Yeonjun alzó un poco la voz desde su lugar, evitando mojarse y enfermarse justo antes de su evento importante.
— Me las veré yo solo, como siempre.
— Ni siquiera traes dinero para el boleto — Yeonjun bufó antes de empezar a perseguirlo, aún bajo el techo de los pasillos.
— También me las arreglaré solo.
— ¡Bin! — gritó Yeonjun, ya frustrado. Soobin se giró una vez más hacia él.
— No me digas así — dijo casi entre dientes. — ¿Qué carajos tienes ahora, Yeonjun? — preguntó, parado en el césped mientras la lluvia lo empapaba.
— ¡No puedes rendirte tan fácil con todo! — exclamó Yeonjun mientras se abrazaba a sí mismo por el frío.
— No, no hablo de eso — Soobin soltó sus maletas y se acercó a Yeonjun, completamente empapado. — Hablo de lo nuestro. ¿Qué fue para ti?
Aunque tarde o temprano esa pregunta surgiría entre los dos, Yeonjun no la había esperado.
— ¿Lo nuestro? Soobin... fueron sueños y fantasías, nada más — dijo en un tono obvio que hirió profundamente a Soobin.
— ¿Sueños y fantasías nada más? Pudimos conectarnos a través de un maldito sueño sin siquiera conocernos... ¿y dices que solo fueron sueños estúpidos?
— Fueron hermosos — interrumpió Yeonjun. — Pero fueron eso, solo sueños. No dudo que es una situación extraña, pero nada de eso fue en serio.
— Yo me enamoré de ti — dijo Soobin en voz baja y Yeonjun negó con la cabeza.
— No, no es cierto, Soobin. Tú te enamoraste del Yeonjun de tus sueños. Yo soy esto, soy lo que viste en la sala y soy lo que viste en mi taller. Soy eso que no te gustó y eso que no conociste en tus sueños, porque estás empezando a conocerme ahora, Soobin.
— Yeonjun... casi me mato tomando pastillas para volver a verte, ¿comprendes? No puedes simplemente rechazarme así, destruirme y esperar que no me largue de esta puta casa. Porque sé que tú no me amas.
— No, no te amo — dijo Yeonjun con firmeza. — Porque no te conozco. Pero tú tampoco me amas. Solo estabas obsesionado por deshacerte de tu rutina. En tu realidad tú luchas por morir pero yo lucho por vivir, Soobin. No somos compatibles.
— Perfecto, entonces no me detengas, me iré.
— No te estoy pidiendo que te quedes por mí — dijo Yeonjun antes de tomar el brazo de Soobin para detenerlo. — Tienes una hermana y un padre que quieren conocerte y están dispuestos a amarte como antes no lo habían hecho. ¿Vas a dejar ir esa oportunidad, Soobin?
Se quedó inmóvil, su corazón latiendo con fuerza. Las palabras de Yeonjun resonaban en su mente, mezcladas con el sonido de la lluvia que caía a cántaros. Miró hacia la casa y luego de nuevo a Yeonjun, su mente dividida entre el deseo de huir y la posibilidad de una nueva oportunidad..
Ⅻ plumas
Soobin observó fijamente la tarjeta entre su pulgar e índice. Después de esa charla con Yeonjun, se había preguntado qué es lo que realmente amaba de él, porque era claro que el Yeonjun de sus sueños no era el mismo que tenía frente a él ahora.
Finalmente, se levantó del sillón dispuesto a ir hacia esa dirección en la tarjeta.
Era viernes por la noche cuando caminó por las vacías calles hasta llegar a un pequeño bar que coincidía con la dirección de la tarjeta. Un guardia en la entrada no lo dejó ingresar al principio.
— Lo siento, me recomendaron este lugar — dijo Soobin mostrando la tarjeta. — Solo vengo a ver el show.
No sabía de qué trataba el show, pero la tarjeta decía que había un espectáculo, así que fue suficiente para convencer al guardia y poder ingresar. Por supuesto, la primera pregunta que surgió en su mente fue: "¿Por qué un bar común y corriente necesita tanta seguridad?" Pero luego pensó que podría ser por la inseguridad de la zona.
Caminó entre las personas hasta encontrar una pequeña mesa con solo una silla, donde decidió sentarse y esperar a que el reloj marcara las nueve.
A las 20:58, el presentador apareció en el escenario.
— Damas, caballeros y personas queer — anunció el presentador.
Soobin frunció el ceño ante la palabra desconocida, pero le restó importancia.
— Es un placer para nosotros anunciar que esta noche tenemos un show especial de nuestra estrella, nuestra diseñadora e ícono de nuestro movimiento. Un fuerte aplauso para Cherry Sugar Rush.
Las luces se apagaron de golpe y entonces comenzó a sonar una guitarra eléctrica en un tono suave, sugiriendo sensualidad al público. Todos guardaron silencio mientras la guitarra se adueñaba del momento.
Una luz fría iluminó el escenario. El presentador ya no estaba allí; en su lugar, había lo que parecía ser una mujer. Pero cuando Soobin enfocó mejor su mirada, sus ojos se abrieron de par en par y sus labios se entreabrieron levemente.
Cherry, como la habían llamado, comenzó a cantar sujetando el micrófono con la mirada baja.
— Sometimes I get emotional... and I can't seem to find the way I'm supposed to go, and all these so-called people that I'm supposed to know. — El público no tardó en hacer escándalo, silbando y aplaudiendo en cuanto los movimientos de la drag queen dejaron de parecer tímidos. Estaba claro que era parte del show empezar de esa manera.
Cherry subió las manos por el micrófono, moviéndose suavemente antes de alzar más la voz a medida que se acercaba al coro.
— I can't hold back these tears, let me cry. They say a man ain't supposed to cry... So I'ma let the song cry, I'ma let my soul cry through these words.
El verdadero show comenzó cuando Cherry empezó a bailar, y el público enloqueció. Soobin se preguntó: "¿Sabrán estos hombres que Yeonjun no es una mujer?" Pero luego notó que las miradas no eran de deseo y lujuria como en los bares normales. Eran de admiración y alegría.
Soobin no los culpaba; Cherry era hipnotizante. Su atuendo, su maquillaje, su cabello rubio, ondulado y largo, su voz, sus movimientos... todo en ella era cautivador. Soobin estaba sin palabras.
Entonces Cherry observó al público y, aunque Soobin estaba bastante al frente, no esperaba hacer contacto visual. La mirada de Cherry era confusa, sorprendida pero también esperanzada. Cherry comenzó a bajar del escenario mientras cantaba, dirigiéndose hacia él.
— What am I supposed to do? — cantó mientras tocaba el hombro derecho de Soobin con su mano libre. — Hold it all together when I think of you? In my heart, I'm thinking you were gone too soon. May you rest in peace, yet I can't sleep. — continuó cantando mientras caminaba a su alrededor. El público silbaba. — 'Cause my point of view, got me in a state of mind, I'm so confused. — Al dar toda la vuelta, se sentó en las piernas de Soobin, de espaldas. El escándalo del público no cesó. — Crying raindrops so that I can bloom. — cantó echando la cabeza hacia atrás en el hombro de Soobin. Soobin solo la observaba, con miles de pensamientos en su cabeza. — So what am I to do? — dijo después de levantarse de golpe para dirigirse una vez más al escenario y seguir con el resto del show.
Cuando el show de Cherry terminó, todos aplaudieron y ella agradeció lanzando pequeños besos al público con una alegría inmensa en su rostro.
Apenas Cherry se bajó del escenario y el presentador comenzó a anunciar a la siguiente cantante, Soobin se levantó de su asiento decidido a seguir a Yeonjun.
Se abrió paso entre la multitud, sintiendo que su corazón latía con fuerza. No sabía exactamente qué le diría, pero sabía que tenía que hablar con él. Encontró a Cherry, aún en su atuendo de espectáculo, hablando con algunas personas detrás del escenario.
— Yeonjun — llamó Soobin con voz firme, atrayendo la atención de todos a su alrededor.
Cherry se volvió, sus ojos se encontraron con los de Soobin y por un momento, el tiempo pareció detenerse.
— Tú no puedes pasar aquí, es sector privado para los artistas — Soobin fue detenido por un guardia.
— No te preocupes, viene conmigo — intervino Yeonjun, tomando la mano de Soobin. El guardia asintió y se hizo a un lado. Soobin se dejó llevar por Yeonjun hasta su camerino.
— ¿Qué haces aquí, Soobin? — preguntó Yeonjun, cruzándose de brazos.
— Estaba pensando en lo que me dijiste, en que no estoy enamorado de ti porque no te conozco. Quise comprobarlo — explicó Soobin. — Así que vine a ver cómo eres en realidad.
Yeonjun dio una media sonrisa, alegre de que Soobin pudiera ver esa parte de él, porque aunque pudiera no gustarle, aceptaba que era una faceta importante.
— Y... ¿qué te pareció Cherry? — se atrevió a preguntar Yeonjun.
— Es magnífica — respondió Soobin sin pensarlo, pero esta vez con sinceridad. — Es igual a ti.
— ¿Eso crees? — Yeonjun se acercó más a Soobin.
— Sí, es confiada, linda, talentosa... — habló Soobin en voz baja. — Y ambos me traen loco.
Yeonjun soltó una risa, negando con la cabeza.
Soobin sonrió, contento de que Yeonjun aceptara el cumplido. Sabía que Yeonjun no sentía lo mismo; de lo contrario, el labial de Yeonjun ya estaría corrido porque Soobin estaba aguantando las ganas de devorar esos labios como todo un caballero.
— Me cambiaré y me iré. Puedes irte o esperarme.
— Te espero, no te preocupes.
Aunque Soobin tenía mucho que comprender del arte de Yeonjun y muchas cosas que aún no entendía, esa noche supo que no necesitaba entenderlo todo para apreciar el alma y el amor que Yeonjun dedicaba a sus proyectos. Soobin nunca supo cómo hacer eso. Le costaba expresar a través de una pintura, algo completamente visual, mientras que Yeonjun podía hacerlo con una prenda, un baile, un boceto, una canción. Yeonjun era más artista que él, y Soobin lo había menospreciado.
Soobin se había aferrado al arte clásico como la única forma de expresión, sin detenerse a pensar qué expresaba realmente el arte clásico y cómo lo hacía. No estaba mal explorar más formas y mundos; después de todo, eso era el arte, y lo imperfecto también era correcto.
Con el paso de los días, el padre de Soobin mejoró con paciencia, algo increíble incluso para los médicos. Yeonjun estuvo en Nueva York durante esos días para su desfile.
— ¿Te vas, hijo? — preguntó el señor Choi.
Aún costaba y dolía, pero si algo había aprendido, era a dar una oportunidad más. Quizás jamás lo perdonaría, pero tampoco se perdonaría a sí mismo por no haber intentado un cambio en su vida.
— Sí, necesito volver a mi casa; me echarán a la calle si no pago la renta — explicó Soobin riendo levemente. — Volveré en vacaciones.
En cuanto quiso alejarse, su padre lo acercó para abrazarlo. Soobin abrió los ojos en demasía, sintiéndose de repente abrumado.
— Lo siento, sé que no debería. Pero voy a extrañarte — explicó el hombre al separarse. Soobin asintió antes de acercarse para darle el abrazo en su lugar. El señor Choi lo recibió, y una paz lo envolvió, sintiendo como si su corazón dejara de ser estrujado.
— Hasta luego — se despidió Soobin.
Mientras caminaba hacia la puerta, Soobin pensó en todo lo que había cambiado. Aún había mucho que trabajar, muchas heridas por sanar, pero por primera vez en mucho tiempo, se sentía listo para intentarlo. Al mirar atrás, vio a su padre y a Yeonjun, cada uno con sus propios desafíos y sus propias formas de arte, y se dio cuenta de que estaba en el camino correcto. Tal vez no entendía todo, pero estaba dispuesto a aprender.
En cuanto caminó unas calles desde la casa de su padre, Soobin oyó una bocina y por instinto volteó hacia el dueño del carro.
— ¿Te ibas sin avisar?
Soobin soltó una risa al ver a Yeonjun con sus lentes levemente hacia abajo. Se acercó hacia el auto de Yeonjun negando levemente.
— Sí, quería escaparme de ti — bromeó el menor.
— Pues qué mal por ti — Yeonjun rió ligeramente — ¿Quieres que te lleve al centro? Necesito pasar por allí — dijo y Soobin asintió alzándose de hombros.
— Claro — respondió antes de rodear el auto y subirse en el asiento del lado. — ¿Cómo te fue en tu pasarela? — preguntó Soobin mientras olía las flores que Yeonjun le entregó.
— No, solo sostén mis flores.— Yeonjun rió un poco — Fue genial, Nueva York es más grande de lo que recordaba — dijo mientras arrancaba el auto.
— Wow, ¿has ido a Nueva York antes? — preguntó Soobin con curiosidad.
— Sí... con un viejo amigo.
— Genial — comentó Soobin, y Yeonjun solo sonrió con nostalgia.
Se detuvieron unas calles antes del centro de la ciudad.
— Bajaré aquí, puedes esperarme o...
— Iré contigo, no te preocupes — interrumpió Soobin bajando junto a Yeonjun. Con curiosidad, Yeonjun soltó una risa negando.
— ¿Qué hacemos aquí?
— De visita — respondió Yeonjun mientras subía la pendiente de césped que parecía eterno.
— ¿Qué es este lugar? — preguntó Soobin bufando mientras subía por la colina cubierta de hierba.
En cuanto levantó la mirada, frunció el ceño con extrañeza.
Ese era el campo de su sueño, donde había pintado a Yeonjun y donde el sol nunca caía, donde el cielo siempre tenía un tono ámbar.
Yeonjun siguió caminando entre las hierbas, siendo seguido por Soobin hasta que llegaron a un árbol. Yeonjun depositó entonces las flores a los pies del árbol.
— Es la tumba de un amigo — susurró Yeonjun, y Soobin lo miró atento. — John descansa aquí, pero Ámbar siempre será eterna para mí.
— ¿Quién es John? — preguntó Soobin confundido.
— Fuimos muy buenos amigos, él me enseñó cómo encontrarme y cómo ser una Drag Queen — explicó Yeonjun con una sonrisa nostálgica. — Ámbar fue mi musa por mucho tiempo, lo seguirá siendo.
— ¿Puedo preguntar qué le sucedió? — Soobin preguntó en voz baja.
— Lo asesinaron — dijo Yeonjun, recordando esa noche tan vívidamente. — Hubo una manifestación, la primera a la que asistí. De repente lo perdí entre la gente y encontraron su cuerpo más tarde. Las autoridades dijeron que fue posible un suicidio, pero conozco a John y su cuerpo mostraba marcas de violencia. ¿Ahora comprendes por qué hago todo esto? Estoy harto de que asesinen a personas por ser quienes son.
— ¿Y... qué tal si te sucede algo a ti? — preguntó Soobin con preocupación en su voz.
— Está bien, habrá personas que continuarán haciéndolo por mí y por los demás. El miedo no me detendrá — Yeonjun tomó la mano de Soobin para guiarlo de vuelta hacia el auto. Soobin dio una última mirada al lugar antes de desaparecer entre el césped.
El camino de regreso en el auto fue tranquilo. Soobin reflexionaba sobre lo que había descubierto esa noche: más allá del mundo de Yeonjun como diseñador y drag queen, había profundidad y propósito en cada acción y cada expresión artística. Había aprendido más sobre Yeonjun en unas horas que en todo el tiempo que habían pasado juntos. Estaba empezando a ver lo que Yeonjun realmente significaba para él, no solo como un interés amoroso, sino como alguien con quien compartía un entendimiento más profundo.
Cuando Soobin regresó al auto y ocupó nuevamente el asiento del copiloto, se sentía abrumado por la profunda historia que acababa de escuchar. La conversación con Yeonjun había revelado tantas capas de su vida y de sus sueños que ahora resonaban en su mente con una intensidad inesperada.
— ¿Vas a Londres de nuevo, verdad? — preguntó Yeonjun, con un brillo juguetón en los ojos mientras ponía en marcha el auto.
Soobin asintió lentamente, sintiendo un nudo en la garganta al pensar en los cambios que estaban por venir.
— Sí, quiero resolver algunas cosas antes de mudarme a Windsor — respondió sonriente.
Yeonjun volteó hacia él repentinamente, una sonrisa genuina iluminando su rostro.
— ¿Te mudas? — preguntó con sorpresa, pero también con una alegría palpable.
El corazón de Soobin dio un vuelco. ¿Yeonjun estaba tan contento por su decisión? Era un sentimiento dulce para él.
— ¡Ja! Le gané 20 dólares a tu hermana. Sabía que querrías mudarte —bromeó Yeonjun, rompiendo la tensión.
Soobin bufó girando los ojos, tratando de no reírse de sí mismo.
Al llegar al centro, Soobin bajó del auto, con Yeonjun siguiéndolo en silencio. El ambiente estaba cargado de despedida.
— Bueno, supongo que es un hasta pronto —comentó Yeonjun, inclinando ligeramente la cabeza, sus ojos revelando una mezcla de emociones que Soobin no pudo descifrar del todo.
— Tal vez. Intentaré quedarme en Londres. No permitiré que ganes veinte dólares y no compartas la mitad —dijo Soobin, con una sonrisa, decidido a seguir su propio camino.
Yeonjun rodó los ojos con diversión, pero había algo más en su mirada, una complicidad y cariño que Soobin reconocía profundamente.
— Bien, ten un buen viaje —dijo Yeonjun finalmente, su voz baja y su mano reposando cálidamente en el hombro de Soobin por un momento más.
Soobin asintió y se alejó hacia el tren, sintiendo un frío intenso que le hizo meter las manos rápidamente en los bolsillos. Allí, entre sus dedos, encontró un trozo de papel. Al principio pensó que era dinero, pero al abrirlo descubrió una carta con una dirección escrita a mano.
"En caso de que sigas creyendo que los sueños se cumplen puedes cumplir aquél sueño en donde me pintaste como aquella pluma. Con amor; Cherry Sugar Rush."
ojo ojoooo HAPPY PRIDE MONTH (casi termina)
arriba hice un dibujito de ámbar vieron? jiji así me la imagino yo más o menos.
Ámbar está inspirada en Marsha P. Johnson, que en paz descanse.
Al principio pensé que este iba a ser el menos interesante de la saga pq no la tenía tan planeada y PARA MI terminó siendo la mejor, la amo, la adoro muak muak.
SAGA DE FICTION CONCLUIDAAA mentira casi pq falta seduction q ya casi está. Esta semana subí DOS caps, hice un dibujo de 10 horas para un concurso e hice mis tareas, diosito dame algo bueno porfi
concluido el viernes 21 de junio del 2024 a las 07:05am escuchando song cry de yeyito
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