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𝐈𝐈. 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐄𝐑 𝐂𝐎𝐍 𝐔𝐍 𝐕𝐀𝐌𝐏𝐈𝐑𝐎.

Bajaba las escaleras con su botella con agua en mano. Saldría a correr un poco. No había hecho nada en todo el día y tampoco tenía planes para hacer ahora, así que porqué no mejor entrenar el cuerpo, en vez de estar en su habitación mirando televisión o leyendo.

Antes de tocar siquiera la perilla de la puerta, la voz de su hermana se escuchó desde la cocina.

— ¿A dónde vas Astraea? — dijo con las manos en la cintura.

Típico de madre.

Sabía lo que se venía, la retaría por querer salir a estas horas de la tarde, provocando que sus tímpanos explotasen, o que los vecinos tengan que cortarse los oídos, ante la fastidiable voz de su hermana. Claro era que no la dejaría salir.

— iré a correr un rato. — dijo acomodándose un mechón de pelo rebelde .

Su hermana dejó de cortar las frutillas. Ahora la miraba con completa furia.

— ¡No!, de ninguna manera saldrás sola. Creí que ya te había dejado en claro que no podías salir sin mí compañía.

Si, el otro día habían estado hablando por prácticamente tres horas, sobre por que no debía salir desde ahora sin su permiso o compañía.

No le quedaba de otra que subir a su habitación nuevamente, si no quería hacer enojar a su hermana.

Adiós planes de correr .

Eso hasta que la voz de Stefan resonó hasta sus oídos.

— yo la acompañó Elena—
dijo dulcemente el castaño.

Elena lo miró fijamente por unos segundos a su novio, pensando en su respuesta. Se mordía el labio inferior, junto a su pie que se movía sin ritmo.

—De acuerdo, pero le harás caso a todo lo que Stefan te diga, ¿Me entendiste? — ordenó su hermana mirándola fijo.

Asintió con la cabeza.

Junto a Stefan salió de la casa. Si bien no le molestaba la presencia del vampiro. Era igual de tranquilo que ella. Ambos respetaban el silencio y nunca lo rompían, a no ser que fuera necesario.

Ahora lejos de su casa, corrían con la brisa dándoles en la cara. Y la hermosa vista del atardecer. La noche se acercaba, pero eso no importaba ahora .

Se estaba quedando sin aliento, Stefan corría demasiado rápido, y no podía siquiera ir detrás suyo. Disminuyó la velocidad, parando junto a un árbol. Bebiendo desesperadamente de su agua, mientras se apretaba el pecho, era
imposible controlar su respiración.

Al mayor no le costó darse cuenta de que la menor ya no lo seguía, ahora tomaba agua agitada. Debía admitir que se había pasado, era obvio que Astraea no llegaría a su velocidad.

— ¿Qué pasó?, ¿La mejor corredora no puede con un vampiro? —se burló el mayor.

Negó con la cabeza.

Por supuesto que no, él era un vampiro, como lo dijo. Es fuerte y veloz. En cambio ella es débil y lenta a su lado.

Se sostuvo en sus rodillas. En cualquier momento se iba a desmayar. Habían estado corriendo por una hora a toda velocidad sin parar un segundo. Eso era demasiado, incluso para ella que estaba acostumbrada a correr a una velocidad "sobrehumana". Palabras dichas por su hermana. Pero jamás a la velocidad de un vampiro.

Unos brazos fuertes la levantaron como una pluma.

— ¡Stefan! — Grité desesperada.

De esta manera, ahora corrían juntos. Sólo a la velocidad de Stefan.

Siguieron así una hora más, hasta llegar a lo que parecía ser una cafetería. No era mucho de salir, así que. No estaba muy acostumbrada.

Se sentaron en una mesa un poco alejada de las personas. El mozo no tardó mucho en traernos el menú y después tomarnos la orden.

—¿Ya saben lo que van a pedir?— cuestionó el mozo.

—Si, para mi un té con tostadas — dijo Stefan.

— ¿y para la señorita? — dijo ahora mirando hacia mí.

Elena siempre le hacía ella el café, por lo que era el único que había probado. Probar de otro tipo no le haría mal.

—Un café y un Cruasán , por favor—. Dije rápido pero relajada.

—De acuerdo, en un segundo se los traigo.

Y con eso se fue, dejándonos nuevamente a ambos solos.

Stefan y ella compartían el hobby de correr. A ambos les relajaba correr. Sentir la brisa golpeando sus caras, el sol iluminando su cuerpo .

Además correr la mantiene en forma. Sobretodo cuando debe correr al ritmo de la velocidad vampírica de su mejor amigo Stefan.

— ¿Te has cansado?— preguntó su amigo.

— Como no te lo imaginas — reí.

Jugué con mis manos aburrida. Miré la hora en mi muñeca. Habíamos corrido por 2 horas. Menos que la última vez. Que habían sido 4 horas.
Si, una total locura, pero para un vampiro no lo era. Y para ella que después de tanto tiempo ya se había acostumbrado, tampoco .

Pronto llegó su comida. El café y el té desprendían un vapor, debido a lo caliente que estaba.

Ambos comenzaron a comer en silencio. Un silencio que no era incómodo. Para nada. Ella se sentía a la perfección con Stefan.

Por fin su panza dejaba de crujir. Estando ahora satisfecha por la tan necesaria comida. Aunque el café y los Croissant no fueran una comida "saludable", su panza aún así la necesitaba. Debido a que hoy no había almorzado la suficiente comida para su cuerpo. Su panza le reclamaba a gritos comida.

Mojó el croissant en la pequeña taza de chocolate caliente. Y la llevo a su boca , saboreando lo delicioso que era. Definitivamente el mejor croissant que había probado en la vida.

— ¿Cómo esta?

Asintió con la cabeza. Indicando que le gustaba. A lo que Stefan le dirigió una pequeña sonrisa.

Mientras seguía comiendo, se dedicó a ver la cafetería. Era grande, con varios detalles provenientes de Francia: Cisnes y flores pintados en el techo, tazas con pequeños toques dorados, Y la música ambientada en Francia. Era una melodía tranquila y relajante, pero a la vez elegante .

Era una cafetería muy linda. Lastima que ella estaba totalmente desubicada al llevar ropa de ejercicio. Si bien las personas no la miraban mal. Sabía que no era ropa para venir a una cafetería tan... delicada.
Todos vestían de traje y vestidos. Ellos si encajaban.

—¿Alguna vez fuiste a Francia? — preguntó Stefan dándole un sorbo a su té.

— No , ¿Y tú?

— Dos veces. Es un lugar bastante bonito y tranquilo. Nunca pierden su cultura —contaba el castaño— este lugar me hace recordar mucho a allí.

Cuando terminaron de Comer, se levantaron de sus asientos, pagaron la cuenta Y salieron del local. Caminando los dos a la par del otro.

La noche ya había caído en el, ahora azul cielo. Para acortar el camino, Stefan la cargó y usó su velocidad vampírica para llegar a casa. Y ahorrarse los regaños de Elena.

— Bueno , aquí estás, sana y salva, ma princesse.

Sonrió ante su halago. Y como despedida plantó un beso en su mejilla, Haciendo que esta se volviera rojiza. Con eso se fue antes de que su hermana los viera y malinterpretara las cosas.

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