𝐈. 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀𝐒
Sus ojos se fueron acostumbrando a la fuerte luz de a poco. Cuando sus ojos estuvieron finalmente abiertos, sintió una presencia a su lado.
Se dio vuelta en la cama, chocando de frente con esa persona.
Stefan Salvatore.
Unos ojos verdes la miraban fijamente, su pelo castaño descansando en la almohada.
El novio de su hermana estaba por quinta vez en su cama. Si su hermana se enterase, la mataría.
—¿Quieres desayunar, Amore? —su voz suave le relajaba.
Tan solo hacía dos meses que lo conocía y prácticamente lo quería como su mejor amigo, más que el novio de su hermana, Elena.
Aún así confiaba más en Stefan que en Damon. Damon tenía algo que no le terminaba de encajar, habían dudas entre medio aún. De las cuales Damon no se atrevería a responder.
Stefan era tierno, dulce, amable, la entendía, la apoyaba en todo momento sin importar qué, la cuidaba, la hacía sonreír. Él era el amigo perfecto, sobretodo para ella.
Envidiaba su perfecto italiano y francés. Su hermana tenía demasiada suerte de salir con alguien como Stefan.
Tenía ganas de un café con tostadas, hacía mucho tiempo que no comía tostadas, aveces Elena le hacía, pero no todo el tiempo. Decía que el café era muy malo, y que si tomaba tanto quedaría loca.
— magari un caffè con pane tostato— su pronunciación era horrenda, pero él la entendía.
Su perfume a hombre era exquisito, era su favorito. Sabía que él se lo ponía solo cuando la visitaba, gracias a esa vez en la que lo halago.
Flashback
Había tenido que ir a la casa de los hermanos Salvatore, para llevarle el abrigo que se había olvidado en su casa, Stefan.
Al golpear la puerta Damon le abrió, dejando ver unos ojos azules que la miraban con curiosidad, ante la extraña presencia suya. Con una simple mirada le indicó que entrará.
Si bien ella no conocía del todo a Damon, él si lo hacía. Él la conocía perfectamente, incluso más que su hermana. No tenía la menor idea de donde pudo sacar información suya, pero lo que si sabía era que, además de ser un vampiro, también era un buen detective, y que unía las piezas tan rápido como la luz, llegando hasta la verdad.
— ¿Qué busca la pequeña Gilbert? — habló el mayor de los Salvatore.
Dejó de mirar la chimenea, para mirar a el vampiro detrás suyo.
— Busco a Stefan, se olvidó su abrigo en casa, Elena me pidió que se lo trajera —. Dije con nervios .
Damon miró mi brazo donde colgaba el abrigo de jean color marrón. Volvió su mirada a mí, examinandome .
— Está arriba, en su habitación. cualquier cosa que necesites, estaré en la biblioteca.
Y sin más se fue dejándome parada, sola, junto a la chimenea. Estaba tan paralizada que se le olvidó a lo que había venido.
Salió de su nube de pensamientos, y obligó a sus piernas subir a la habitación de Stefan.
Cuando finalmente encontró la puerta de la habitación de el dueño de el abrigo, golpeó vergonzosamente la puerta. Se escuchó unos pasos acercarse a ésta. Finalmente la puerta se abrió dejando a la vista a el menor de los Salvatore, Stefan.
— Astraea, hola, ¿qué haces por aquí? — dijo observando asombrado.
— Vine a traerte tu abrigo, te lo olvidaste en casa y Elena me pidió que te lo trajera, ella no podía venir.
Estiré mi brazo, entregándole el dicho abrigo. Segundos después lo tomó dudoso.
Tenía una fragancia exquisita, como adictiva, jamás había olido algo parecido. Olía a una mezcla de vainilla y menta, con un toque de ¿Canela? .
— Tu aroma es... me gusta—. dije sin encontrar las palabras para describir lo que olía.
Fin del Flashback
Desde ese entonces Stefan solía usar esa colonia, pero era extraño, cuando estaba con su hermana Elena, ella no lo sentía, a diferencia de ella. Lo sentía a la perfección, pero su hermana no. Como si solo ella pudiera olerlo.
Aunque lo había pensado bastantes veces, llegando a la conclusión de que era demasiado extraño, había preferido dejarlo de lado, no darle importancia a sus locuras.
Se levantó de la cama al sentir ese aroma a vainilla y menta llamarla, como si sus aromas pudieran unirse.
Bajó las escaleras, guiada por ese aroma que tanto amaba, por el cual posiblemente se derretía.
Se encontró con el castaño sirviendo café en una taza, al lado unas tostadas recién hechas.
— ¿Te has puesto perfume hoy? — preguntó el castaño cuando se sentó en la mesa.
Lo miró extrañada, en ningún momento se había puesto perfume, ni siquiera la noche anterior al bañarse.
Todo esto le estaba resultando muy raro .
— No, de hecho lo único que siento es tu perfume.
Stefan frunció en el ceño, como de costumbre.
— no me he puesto perfume tampoco—. dijo.
Entonces, ¿Ni siquiera stefan puede oler el aroma que ella sentía a la perfección?
Lo que Astraea no sabía, era que estaba extrañamente conectada a el castaño vampiro.
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