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Alarick
—¡No dejaré que vaya sola! —golpe con mis palmas el escritorio de Ares.
—Angeline ya acepto — respondió sin regresar a mirarme — Son ordenes del señor tenebroso.
El señor tenebroso le había dado la orden a mi padre de que nosotros: mi hermana y yo seriamos los encargados de ir a rescatar a los prisioneros de Azkaban, incluyendo a Lucius Malfoy capturada e inculpado la noche del ataque al departamento de misterios. Como castigo hacia Draco Malfoy por fallar en su misión, no fue asesinarlo, fue castigarlo en no poder ir a salvar a su padre, aunque sinceramente he creído que Lucius prefiere quedarse encerrado que volver a toparse con el señor tenebroso, o es lo que al menos Ares interpreta, siempre a tomado a los Malfoy como unos cobardes.
Claro esta que el señor oscuro no esta contento ni conmigo, ni con Angeline. No logramos cumplir ninguna misión, aunque hemos tenido suerte de no verlo aun desde la salida de Hogwarts no tardaremos en estar frente a él y posteriormente recibir un fuerte castigo.
No puedo imaginar a mi hermana irrumpiendo la prisión de Azkaban, pienso siempre en lo peor, que algún dementor la ataque, un auror la descubra o incluso un asqueroso mortifago se aproveche que va sola y...— prefiero no imaginarlo—
— Yo iré con ella — Ares regreso a verme, moviendo su cabeza lado a lado en modo de negación y riéndose ante mi propuesta.
— ¿Esa es tu idea?— pregunto con un tono de ironía — ¿y que harás?
— Lo que he hecho toda mi vida, cuidarla — Ares estallo en ruidosas carcajadas, como si lo que dije fuera el chiste más cómica que había escuchado en toda su vida — Sí, se que es difícil de entender para alguien que nos abandono.
Mi contestación lo enfureció, quedando en total silencio mirándome con unos ojos que parecían dagas dispuestas a clavarse en mi pecho. Acerco su cuerpo al escritorio buscando mi mirada.
— Tu no puedes hacer nada ¿no te das cuenta de ello?— hizo una extraña mueca con sus labios una especie de media sonrisa que consto en alzar ligeramente su labio superior — no pudiste defenderte en este maldito entrenamiento ¿Crees que vas a sobrevivir en Azkaban?
— Sí estoy cerca de ella si, soy más fuerte a su lado.
— No, no, Alarick — decía entre risas, recargándose en su silla alta y negra, tallando un poco su barbilla — tu no eres fuerte como dices, eres todo lo contrario — guardo silencio unos segundos y de nueva cuenta su mirada se posaba sobre mi — eres débil, y estando allá lo echarías todo a perder, provocarías la muerte de tu hermana.
La furia acumulada en mi interior se desato, no me importaba en estos momentos quien era Ares, mi padre o no, no permitiría que dijera algo como eso. Sus palabras causaron punzadas en mi pecho, si, pensar que mi hermana podría salir lastimada me volvía loco y hervía mi sangre, no me importaba si corría yo mismo el riesgo de ir y morir en el intento, con tal de que ella estuviese a salvo. Mi instinto fue pararme rápido de mi asiento desenfundado mi varita, Ares hizo exactamente lo mismo que yo tirando un poco de sus cosas bien acomodadas en su escritorio, no pude detener el rebote de mi hechizo el cual evidentemente Ares me regreso, mi cuerpo cayo con fuerza de espaldas al suelo, mi cabeza reboto unas cuantas veces pero no perdí del todo la conciencia, solo me gane un fuerte dolor de cabeza y un mareo.
—Nunca podrás Nunca podrás enfrentarte a un duelo cerca de tu hermana si en lo único que piensas es protegerla, ella es tu mayor fuerza pero tu más grande debilidad.
—Al menos yo me preocupo por su bienestar —me regreso la mirada aun teniéndome en el suelo, Ares resoplo, se agacho tomándome del saco y acercándome hasta quedar cerca de su cara —La verdad duele ¿no es así?
—¿Verdad? —me soltó de forma brusca, acomode de nuevo mi ropa y relaje mis hombros, mientras veía que ahora es el quien perdía los estribos. Empezó arrojando objetos de su escritorio contra la pared, volándolos en mil pedazos, no tardo en que toda la habitación estuviera llena de vidrios y muebles rotos —¡Estuve 11 malditos años en forma animal! Todo eso lo hice por ustedes, yo me encargue de que sus vidas no fueran cobradas por el señor tenebroso y te atreves a decirme eso —Note sus ojos enrojecidos, algo había más que desesperación en el y eso era miedo.
—¿De verdad quieres mostrarte así ante mi? —me burle — tú solo te preocupas por ti, te da miedo que el señor tenebroso te asesine por nuestros errores ¿No es así?
Su rostro no cambio en lo absoluto, creí que se volvería loco, que se exaltaría pero fue todo lo contrario, sus ojos se llenaron de lagrimas que controlaba para no derramarlas, era un rostro de miedo y decepción.
—Siempre creí que serías tu quien entendería la razón de mis acciones —se dejo caer sobre su sillón de cuero negro — Eras tan idéntico a mi, que creí que quizás serias tu quien me comprendería y dejaría de juzgarme —me regreso a ver — Pero me equivoque, mis propios hijos....¡No!— Ares empezó a carcajearse de forma frenética y poco a poco su risa se apagaba con un llanto desesperado, vi a mi padre como nunca imagine: quebrado.
Esto realmente me estaba incomodando, no entendía que hacer. Simplemente me quede esperando que seria lo próximo a decir, Ares recargo su cabeza en el respaldo del sillón, observando el alto techo unos instantes, apoyo sus manos en los costados de su asiento, tomo una gran bocanada de aire y se levanto, dirigiéndose hacia la amplia y alta chimenea de su estudio, observando atentamente la enorme pintura que colgaba sobre la pared tapizada de escarlata, era un recuadro de el y al parecer nuestra madre del día de su vida. Escuche que pronuncio unas palabras que no entendí y al instante la chimenea se fue haciendo más amplia y más alta dejando a la vista una puerta de madera, Ares suspiro y regreso a mirarme.
—Es tiempo de que veas esto...—Sin más que decir ilumino el oscuro camino que habita detrás de esa puerta y me invito a pasar.
Angeline
Lave mi rostro con agua fría, pasando un paño suave para secarlo con ligeros toques. No entiendo como es que crecí tanto en tan poco tiempo, estoy por cumplir 17 años y mi cansancio, mi estrés e inquietudes son iguales a las de alguien mucho mayor. Mi rostro esta más delgado, mi cabello más largo y ondulado, mi piel se ha tornado más pálida pero aun hay un poco de rosado natural en mis mejillas. Mi color natural de cabello era rubio, muy dorado casi como los rayos del sol el mismo tono que mamá nos heredo a mi hermano y a mí, y es que ahora lo noto mucho el gran parecido que tengo con mi madre...
—Mamá... —recargue mis manos en el borde del lavabo, inclinándome hacia enfrente quedando muy cerca de mi reflejo— ¿Dónde estás? —susurre con un nudo en la garganta— necesitamos de ti, siento que he perdido mi camino y he olvidado quien soy.
Era tonto esperar una respuesta que nunca tendría, mi madre estaba muerta, mi padre fue quien la asesino y eso nada lo iba cambiar.
Termine de secar mi rostro, Sali del baño de mi habitación y presencie un extraño silencio, no es que la gran mansión tenga ruido todo el tiempo, ni siquiera escucho a las aves cantar, no todos los días, de hecho...casi nunca. Tenia un extraño presentimiento, llame a mi hermano, pero no escuche nada, ni siquiera el eco de mi voz. Baje las escaleras hasta el piso de abajo y no escuchaba nada, fue hasta que antes de cruzar un pasillo largo y lleno de retratos de mis ancestros vi a Ares saliendo de su despacho junto con mi hermano, Alarick se notaba alterado, como si le hubieran dicho la peor noticia de su vida, tenia sus ojos rojizos y brillosos, su rostro cubierto de lágrimas y negaba constantemente moviendo su cabeza de un lado a otro, sin dejar de sujetarla, mi mellizo se percato de mi presencia junto con Ares, ambos estaban actuando extraño, Ares me miro apenas unos segundos y luego me dirigí hacia mi hermano, sus verdes ojos tal y como los que Ares nos heredo estaban cubiertos de lagrimas que desbordaban por su delgado rostro.
Mi hermano no pudo mantenerme la mirada fija, agacho la mirada y apoyado por su bastón se alejo de mi con mucha prisa, sin dejarme preguntarle que sucedía.
—¡Alarick!
—¡Déjalo! — me detuvo Ares sujetándome por el brazo, ambos vimos a mi hermano subir las escaleras y perderse en los pasillos de arriba, para posteriormente azotar la puerta de su cuarto encerrándose.
—¿Qué le dijiste? — me solté del agarre de Ares, mirándolo molesta esperando una explicación —Te hice una pregunta ¿Qué fue...?
—¡Basta! — exigió con un gesto frustrado, con los dedos de su mano masajeo su entrecejo —es hora de cumplir con lo acordado, yo iré contigo.
—¿Qué? Acordamos que yo iría sola, Alarick no puede acompañarme por su condición. Me rehusó a ir contigo.
—¿Te rehúsas? ¿crees que esto es un maldito juego? Aquí no estas para decir que y como hacer las cosas, no tienes derecho a exigir nada. O cumples...o mueres, Angeline, escoge.
Odiaba admitir que Ares tenía razón, no estaba para exigir ni cambiar las ordenes del señor tenebroso, ironía de la vida, recién entraba a Hogwarts confiaba en Potter del regreso de Lord Voldemort y juraba mi lealtad con él, ahora, estoy del lado contrario contra mi voluntad, luchando para proteger a los que amo. La única razón por la que acepte ir a Azkaban fue para rescatar al padre de Draco, sufría por el al igual que su madre, si Draco no podía ir por su padre, yo sí, todo por mi adorado Draco, extrañaba estar con el, no hemos podido estar cerca o si quiera hablar desde que salimos de Hogwarts, eso ya tiene días.
—¿Lista? — pregunto terminando de abotonar su saco nuevamente— es hora de cumplir con nuestra misión Angeline.
—No tenemos opción.
—Escucha, pon mucha atención, no estaré todo el tiempo contigo Azkaban tiene una alta seguridad en aurores y dementores, por nada del mundo dejes que ningún Dementor se acerque.
—¿Qué es un dementor...?
—¿No sabes lo que es? — negué, Ares torció sus labios de forma burlona— ¿Y eres Ravenclaw?
—Vas a decirme o...
—Es una criatura oscura y siniestra que resguardan Azkaban, se encargan de succionar cualquier sentimiento de felicidad, dejándote en la miseria y tristeza de forma desesperante...¿Por qué crees que la mayoría están allí se vuelve loco?
—Entiendo —resguarde la información en mi memoria— Estoy lista. pero ¿Cómo llegaremos?
—Sígueme.
Salimos de la casa, sintiendo el viento frío rozar nuestras narices. La luna apenas dejaba asomarse a través de las nubes grises, odiaba no poder ver el hermoso mar de estrellas en el cielo, extrañaba mirarlas y acordarme de mi querido Draco.
—Accio flecha plateada —pronuncio Ares y en menos de lo que esperaba una escoba apareció delante de nosotros. Era larga completamente blanca, parecía como si hubiese sido tallada mármol, su tallo era torcido pero bastante firme — Era de mi padre —anuncio, tomándola con sumo orgullo— jugué con ella en mis mejores partidos de Quidditch, me hubiera gustado que Alarick la tuviera—dejando atrás sus pensamientos melancólicos, subió sujetando muy bien el mango de la escoba, miro a la parte trasera invitándome a subirme, me sentía incomoda estar muy cerca suyo, más no tenía opción — sujétate, esta es la única forma de llegar a Azkaban.
Nuestros pies poco a poco se fueron levantando del suelo, mi corazón palpitaba al máximo, jamás había montado una escoba y mi experiencia con ellas en vuelo era nula. Desee que fuera Alarick quien viniera con nosotros. De forma rápida y casi violenta nos elevamos por los cielos, sentía el aire golpear con fuerza mi rostro, alborotando mis rubios cabellos que se enredaban en mi cara, tenia miedo de perder el equilibrio y caer. La casa ahora parecía solo un punto de luz desde arriba, rodeado de diversos puntos oscuros y secos como lo eran los pinos y arboles que la rodeaban, desde arriba se apreciaba más el amplio terreno de la mansión Edevane.
Empezamos nuestro camino de manera rápida y fugaz, nos elevábamos de forma inclinada.
—Por nada del mundo mires abajo Angeline— Grave error, hice todo lo contrario a lo dicho miré a mis espaldas y no vi nada más que el punto de luz de la mansión hacerse cada vez más diminuto. Por instinto me aferre a la espalda de Ares, sintiéndome de esa forma protegida y sin miedo a caerme. Sentí los hombros de Ares tensarse, no esperaba este gesto, ni siquiera yo, pero era eso o caer a mi rotunda muerte.
—¿Por qué no lo dijiste antes? —pronuncie sintiendo mis labios temblar y viendo como nos abríamos paso entre las nubes grises a toda velocidad.
—Tranquila, ya casi —dijo Ares, agachándose un poco para agarrar más velocidad. Rompimos una barrera de nube y del otro lado lo primero que vi fue la inmensa y redonda luna, nunca vi algo tan hermoso como esto, era brillante, sumamente brillante y estaba tan cerca de esta y las estrellas que casi podía sujetarlas con mis manos. Mis labios dibujaron una amplia sonrisa —Hermoso ¿verdad? Este era el pasatiempo favorito de tu madre, recorrer el cielo estrellado, siempre decía que si pudiera guardar una estrella para ustedes lo hubiera hecho...
Me conto Ares con un tono de voz diferente al habitual, fue un pequeño dato que me hizo brincar el corazón de alegría y me imagine a mi madre sonriente con sus manos alzadas intentando sujetar una estrella para nosotros.
La velocidad volvió a ser rápida, esta vez íbamos en línea recta por encima de las nubes, los edificios de la ciudad entraban y salían de nuestra vista cuando las nubes no interrumpían. De pronto todas esas pequeñas luces se esfumaron dejando un enorme manto oscuro, moviéndose de manera flameante era el inmenso mar.
—Angeline escucha bien —Hablo Ares a lo que preste atención — tienes que estar muy atenta a lo que sucede a tu alrededor —hablo fuerte y claro prese a la presión y ruido del viento golpeándonos —Bien, sujétate.
Descendimos un poco de forma en picada para pronto volver a línea recta, abriéndonos paso entre las nubes y sintiendo la brisa que el mar salpicaba hacia nosotros, no muy a lo lejos alcance a divisar un punto que conforme nos acercábamos tomaba la forma de una alta torre, que , se encontraba rodeada de un aro negro moviéndose en diferentes dirección sin romper el bien hecho circulo a su alrededor: Azkaban.
—Estamos cerca... —indico Ares susurrante.
Para ese momento una sensación de incomodidad me invadió, intente que mis oídos captaran más allá del silbido del viento y que mis ojos lograran ver a través de esas nubes grises, parecía muy calmado todo, demasiado fácil, estábamos a nada de llegar a la gran prisión que ya de cerca parecía no acabar de lo alta que estaba.
Fue entonces que, cuando mis ojos se entrecerraron y enfoque mejor mi visión, note una silueta oscura acercándose de nuestro lado derecho.
—¡CUIDADO!
Alerte a Ares y este se desvió con un movimiento brusco hacia abajo, por un momento imagine que caería al vacío logre con un brazo sujetarme con fuerza al saco de Ares, logrando así acomodarme mejor. Una luz verde rozo nuestra cabeza proveniente de la punta de la varita de un mortifago. Ares gruño al ver delante suyo aparecer tres aurores más, dispuestos atacarnos,
—¡Angeline tendrás que saltar! toma es la varita de Malfoy, Narcissa me lo entrego, la estuvo guardando...—ordeno Ares, entregándome la varita del padre de Draaco, prosiguiendo atacar a un auror, tirándole de su escoba, me quede helada con su orden ¿saltar? Miré el agua y solo pensé en el duro golpe —¡Angeline haz caso! ¡Salta! —exigía desesperado, lanzando ataques y bloqueando algunos cuantos, los aurores empezaron a rodearnos y yo trataba de contraatacar— ¡HAZLO! Yo tratare de ganarte tiempo... —tuvimos que avanzar con prisa, mientras yo desviaba los ataques—Maldición...
Una masa de dementores se nos acercaban, Ares se detuvo dejándonos en medio de dementores y aurores, volteo a sus espaldas viendo como se aproximaban los aurores y delante suyo los dementores, alzo su varita en alto y con fuerza pronuncio —EXPECTRO PATRONUM
Una radiante luz emergió de su varita, una luz sumamente poderosa que incluso encandilo a los aurores desviándolos de nuestro camino, perdiendo el control de sus escoban. De esa hermosa luz azul se formaba una pantera negra que salto a los seres oscuros, alejándolos de nosotros. Era el mismo patronus de mi hermano.
—¡Angeline YA!
Sin tener tiempo de pensarlo salte de lo más alto que pude, mis brazos se agitaban por el aire intentando encontrar con que sujetarme, fueron como mil dagas atravesar mi piel lo que sentí al tener el contacto con el agua fría y alborotada del mar, cuando subí a la superficie tome una gran bocanada de aire, tratando de que el agua no entrara a mi boca, el oleaje era muy fuerte me costo arduo trabajo nadar a la orilla, donde me arrastre por la arena aliviada de tocar tierra firme. Mire al cielo, viendo como el duelo de Ares con aurores hacia parecer que los choques de luces se confundieran con relámpagos en una tormenta.
—¡Hey! —un auror me intercepto, pero me defendí haciendo que levitara por el aire y arrojándole al mar.
No había tiempo que perder, debía ser rápida. Me adentre en la prisión, por suerte hasta ahora no encontré a nadie que estuviera resguardando, supongo que todos los aurores estaban ocupados con Ares.
Los pasillos eran asquerosos, los prisioneros algunos de ellos me miraban con morbosidad y decían comentarios obscenos, otros estaban sumidos en su locura. Sus gritos, risas, y hasta llanto me ponían la piel de gallina, tenía miedo e intentaba no demostrarlo.
Doble a la derecha, un pasillo oscuro y nada iluminado, ni por la luz de la luna. Escuchaba una gotera, y pasos de lo que podían ser asquerosos roedores.
Por fin pude dar con el señor Malfoy, estaba sentado en una esquina de su celda con la piel amarillenta, ojeras muy marcadas bajo los ojos del mismo color que los de Draco, se miraba mal, no era más ese hombre frio e imponente de antes.
—Señor Malfoy...—me acerque a los barrotes de su celda el me miro casi sorprendido.
—Miren nada más...—escuche con voz ronca y grotesca a mis espaldas— Es la princesita de Edevane — exclamo Dolahov acercando su rostro a los oxidados barrotes —¿te perdiste primor?
—Vengo por usted — me dirigí a Lucius Malfoy, ignorando por completo la risa del mortifago— ¡Bombarda! — los barrotes explotaron al instante, causando una fuerte explosión, entre a la celda acercándome a Lucius y entregándole su preciada varita que no dudo en tomar — es hora de llevarlo con su familia.
Lucius Malfoy casi me sonrió, miro un momento su oscura y fría celda, parecía temeroso de salir, libere a los demás mortifagos entre ellos a los hermanos Lestrange, Dolohov, Crabbe..y otros.
—¿y nuestras varitas, mocosa? — me pregunto de forma brusca Rookwood.
—¿Te parece que la tengo, imbécil?
Un fuerte golpe se escuchó, los aurores estaban atacándonos, no quedaba otra que correr.
—¿Dónde está tu cobarde padre? — pregunto atacando a un auror el esposo de Bellatrix usando sus puños, no le gustaba la idea de luchar como un muggle, pero en base que no poseían sus varitas, no tenia opción.
—Ganando tiempo — respondí, desviando unos cuantos ataques mientras corríamos intentando no ser atacados, cuando de la nada el idiota de Rabastan me tomo del brazo, arrebatándome mi varita y empujándome con fuerzas al suelo —¿Qué demonios haces?
—No quiero morir por culpa de ti, mocosa —Rabastancomenzó a atacar lanzando a diestra y siniestra avada Kedavra, algunos de sus ataques lograron dar con los aurores, mientras que otros golpeaban los barrotes y paredes de la prisión.
El alboroto causo gritos y risas entre los prisioneros. Lucius Malfoy apenas y podía defenderse, sus movimientos y ataques eran torpes. Llegamos a un punto en donde varios de los prisioneros estaban escapando, por una explosión causada por Rabastan, uno en medio de su locura se aferro a su brazo, agradeciendo entre risas y llantos exagerados lo que creía seria su liberación, el mortifago se lo quito de encima con asco, matándolo al instante.
—¡Maldita sea, No! — trate de quitarle mi varita y este solo alejo su brazo de mí, empujándome de espaldas, resbalando en el suelo, sintiendo la humedad y lo pegajoso que se encontraba. Pronto me encontré rodeada de los mortifagos, todos mirándome burlones, a excepción de Lucius Malfoy quien simplemente se mantenía alejado, temiendo por él mismo. Rabastan me apunto con mi varita, observándome de arriba abajo, ladeando sus labios, burlándose de manera seca— ¿Qué carajos estas haciendo? — grite, sintiendo un dolor en mis rodillas y brazos, al levantarme Rodolphus me sujeto del cabello, jalándome con fuerza, haciendo que gritara un poco, me hizo ponerme de rodillas delante del mortifago que apuntaba a mi cabeza con mi propia varita.
—Tu padre nunca debió meterlos en esto, mocosa, no debió ni siquiera traerlos a este mundo —un fuerte trueno se escucho a lo lejos, seguida de una ventisca que alboroto el uniforme viejo y zarrapastroso de cada uno de los mortifagos— Es una lastima que una belleza como tú se pierda —acaricio mi cara con mi varita, burlándose de mi acompañado del resto— pero, Ares ya perdió a su querida Demetria... ¿Probamos si soporta perderla una segunda vez?
Mis pupilas se dilataron al ver como Rabastan alzaba la varita, mientras empezaba a pronunciar la maldición imperdonable, pero para esto. Un destello verde impacto en su pecho, y el mortifago cayo de espaldas al suelo, sin mostrar señales de volver a levantarse.
—Será mejor que la sueltes, si no quieres terminar como tu maldito hermano —Ares amenazaba a Rodolphus, quien no tuvo opción que soltarme en cuanto eso paso, corrí a tomar mi varita, sentí un escalofrió al ver el rostro del en blanco, sus ojos seguían abiertos y solo veía el vacío en ellos.
—Pagaras muy caro, Edevane —amenazo Rodolphus manteniendo sus manos en el aire con una mirada de impotencia.
Un fuerte ruido nos hizo volver a todos a nuestras espaldas, una inmensa nube negra avanzaba hacia nosotros: Dementores.
—¡Malfoy! —grito Ares, haciendo volver a la realidad al asustadizo Lucius, este temblaba de ver lo que se avecinaba, corrió hasta mi padre y presto atención a lo que diría — Los esperan en la Mansión —indico, el padre de Draco asintió, tomando un objeto que habia sacado de su saco, una especie de copa plateada con gemas incrustadas — No tienen la suficiente fuerza para "aparecer" esto es el traslador que los llevara a la Mansión, vayan, nosotros los alcanzaremos. —Dicho esto, Lucius Malfoy tomo con manos temblorosas la copa, seguido del resto y en cuestión de segundos habian desaparecido —¡Angeline!
Corrí hasta el, ya era tiempo de irnos, teníamos que irnos, sin embargo, antes de que pudiésemos hacer cualquier cosa Ares me empujo a la derecha, siendo atacado por uno de los tantos dementores que se acercaban. Vi claramente como este succionaba lo que parecía ser su alma, lentamente.
Pensé en huir, mi oportunidad para deshacerme del asesino de mi madre recibiría su merecido, por fin la muerte de mi madre seria vengada. Pero no, algo en mi lo impedía, tal vez por el hecho que aun sigue siendo mi padre...
Volví a ponerme en pie, observando como poco a poco estas criaturas se acercaban a terminar con nosotros ,y con la varita en mano, sujetándola firmemente exclamé
—¡Expecto Patronum!
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