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●•𝐒𝐄𝐆𝐔𝐍𝐃𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄•●


Los tiempos oscuros pueden unir a las personas y también separarlas.







☆☆☆

No tardaría mucho en llover, el cielo estaba repleto de nubes grises emitiendo algunos truenos y relámpagos. El frío calaba hasta los huesos y en la mansión Vance algunas gotas ya empezaban a caer, la habitación de los mellizos estaba totalmente oscura se podía sentir la pesadez, la tristeza y mucho miedo en esta.

La menor de los mellizo, miraba como en el cielo nubloso, se formaba una extraña figura : era su marca.

—Angeline —  La llamó su hermano, entrando a la habitación al mismo tiempo que un trueno se escuchaba.

Ambos posaron sus miradas en su fiel gato negro, que estaba parado en la cama de estos, el minino salto transformándose ante los ojos de los mellizos: Se transformo en un hombre, mejor dicho, Ares, mostrando así donde se había escondido todos estos años que se le creyó muerto.

El mortifago acomodo su cabellera negra detrás de sus orejas de una forma minuciosa y elegante, algo muy común en el , tomo su varita y más que agradecido de no volver a tomar esa forma animaga nunca más.

—Es hora — exclamo con su voz áspera, camino de largo hasta llegar a la puerta junto a su primogénito, esperando se le uniera su hija.

Angeline tomo su bolso y antes de salir de la habitación, la miró una última vez, dejando en esta todos esos recuerdos que habían formado a lo largo de los años. Bajaron las escaleras con su padre tras de ellos. La luz de la chimenea era lo único que iluminaba el living de la mansión, observaron todos aquellos retratos en las repisas.

— Niños...¿son ustedes?—  se escucho la voz de su abuela quien se encontraba sentada en su sillón junto al fuego de la chimenea.

— Sí, ya vamos.  — contesto la menor con un hilo en su voz.

Antes de que pusieran un pie en el ultimo escalón, Ares se adelanto indicándoles que aguardaran. Con sumo cuidado camino hasta estar a unos metros de la abuela de los menores, analizando cada retrato en donde el compartió momentos inolvidables con quien había sido su esposa, se podía notar en su semblante frívolo algo de...nostalgia, tal vez.
Era difícil de descifrar con su dura actitud.  Angeline escondió su rostro en el hombro de su hermano conteniendo el llanto, mientras esté miraba lo que estaba por suceder.

Ares saco su varita y apunto por la espalda a la anciana.

— ¡Obliviate!

Aquellas fotografías fueron modificadas al igual que los pensamientos de la anciana, los mellizos no tenían  otra opción, era eso o esperar a que ella muriese en un intento seguro de querer protegerlos. Ares, les indico que salieran de la casa, no sin antes estos dieran un ultimo vistazo a su viejo hogar.

— Los collares. —  indico Ares ya empapado con las gotas de lluvia.- el que les di hace un año, úsenlos, son un traslador. Los llevara a un lugar donde puedan quedarse, yo los seguiré. —  Dicho esto, se esfumo en una bruma oscura.

Los mellizos se tomaron de las manos, asintieron y tocaron ambos collares al mismo tiempo para aparecer en una mansión con decorado gótico en un amplio terreno rodeado de altos pinos y cubierto por el manto negro de la noche, al lado un lago sumamente tranquilo.

Se miraron entre si y avanzaron, automáticamente aquella enorme reja con una enorme "E" en medio, esta se abrió dándoles paso. El camino a la gran mansión era largo.  Se pararon frente aquella enorme puerta con perilla de plata, antes de que Alarick la tocara esta se abrió hacía dentro.

Se dejo ver un amplio vestíbulo pobremente iluminado, el techo es tan alto y lleno de lámparas de araña de plata y diamantes, una larga alfombra en color vino que cubre la mayoría del suelo y muchísimos retratos colgados en las paredes tapizadas. Caminaron hacía otra habitación esta estaba abierta: la sala de estar. Una habitación más iluminada con largos ventanales, cuadros y retratos y una amplia chimenea de mármol sobre la cual hay un enorme cuadro de un hombre con rasgos finos y mirada prepotente. Hay unos cuantos sillones y sillas con cojines morado oscuro al igual que la alfombra y el tapiz.

La chimenea se prendió haciéndolos girar y una sombra negra apareció dejando a la vista Ares tras ese rastro de humo.

—¿Dónde estamos? — pregunto Alarick.

—Esta es su casa. La Mansión Edevane. Herencia que todo Edevane a recibido, algún día todo esto va ser de ustedes.

—¿Qué hacemos aquí?—  interrogo la menor, observando cada detalle de la habitación.

—Necesitamos un lugar donde estar ¿no crees Angeline?— respondió fríamente —  ese de ahí — señalo el enorme retrato sobre la chimenea. — es Magnus Edevane, el padre de mi tataraabuelo. El fue el que construyo todo esto...

Ares les había dado una breve aunque larga historia de la mansión y el gran linaje de sangre pura de los Edevane. La menor se sentía de manera muy extraña, bastante familiarizada con algunas cosas o pasillos de la gran casa como si ella ya hubiera estado allí.

La noche era una de las más frías y tormentosas, Angeline no lograba conciliar el sueño en aquella gran habitación con colores de su casa, un relámpago fuerte la hizo sentarse de golpe en su cama y abrazar con fuerza sus piernas. El chillido de la madera de la puerta se oía, miró hacía esta, notando que era su hermano quien deseaba entrar, ella asintió dándole permiso, haciendo  espacio en la amplía cama para su hermano.

— Es raro no tener cerca tus ronquidos. — a menor le dio un leve empujón entre pequeñas risas.

— Mañana es el día ¿verdad?

— Así es. — respondió Alarick,  sin quitar la vista del color morado oscuro de las sabanas. —  estaremos frente al señor tenebroso.

—Al...desde que salimos de Hogwarts. He soñado, mejor dicho, he estado recordando todo sobre aquella noche

—¿Qué exactamente? — pregunto con intriga.

—Cuando Ar...papá. — el solo llamarlo así le sabía a vinagre. —  me lanzo el Obliviate, ¿Qué fue lo que paso después?

El rubio suspiro de manera nostálgica. Poso su mirada en la nada, mientras su hermana lo miraba detenidamente, ahora se daba cuenta del gran parecido que tenía su hermano con su padre.

Alarick se había dejado el cabello largo y si no fuera por ese tono rubio, sería la misma copia de Ares, al final de cuentas en casi todo eran parecidos, la manera en que el se esmera por siempre lucir impecable y elegante, sus facciones finas y sin duda atractivas, los ojos. Era su padre en una mejorada versión.

—El iba hacer lo mismo conmigo. —  finalmente hablo. Sus ojos estaban apagados demostrando lo doloroso que le era recordar  — pero...Solo me miro y me susurro. "Llegara el día en que todo esto se sabrá y será solo para ganarme la confianza del señor oscuro. Ustedes serán nuestra salvación, hijo." El quería volver a ganarse la confianza del señor tenebroso.

— ¿Por qué?  — mascullo Angeline.

— Porque el día que los padres de Harry murieron y mamá traiciono a los mortifagos avisándoles a los Potter y Longbottom que irían tras ello  a Ares se le otorgo la misión de matarla pero no lo hizo...hasta 10 años después. Que fue exactamente el día que el señor tenebroso re apareció. Fue entonces que Lord Voldemort lo amenazo con asesinarlo por traición y el le pidió una última oportunidad para demostrar que el seguía siendo fiel...

— Asesinar a mamá...— concluyo — ¿y si terminamos igual?

Alarick abrió la boca más no dijo nada. El silencio reino en aquella habitación Se escuchaba solamente el golpear de las gotas de lluvia a los ventanales.  Angeline ya se sentía uns traidora.

— ¿ Por qué hacemos esto? — pregunto cabizbaja —   No quiero hacerlo, tengo...tengo miedo...

— Yo también Angeline. — ella lo miro a los ojos — El miedo es mi amigo desde que se lo de nuestro padre. Desde hace 6 años que nos volvimos uno ¿Pero sabes? contigo ese sentimiento se va.

— Juntos somos invencibles. — trazo una sonrisa. — es lo que mamá nos decía cuando éramos niños.

— Y ahora necesitamos ponerlo en practica. ¿De acuerdo?

Ella asintió y Alarick se despidió, besandole la frente para regresar a su habitación e intentar conciliar el sueño.

La mañana siguiente, Angeline se estaba arreglando, se miro frente aquel espejo de cuerpo completo.

Había cambiado tanto en un año su cuerpo se había amoldado mejor, dejándola unas curvas bien marcadas, su rostro seguía igual de bello y su cabello tan largo y con esos rizos ligeramente marcados. Aunque también se notaba lo mucho que sufría, lo difícil que a sido sobre llevar esto.

— Es hora de irnos —  Ares, entró a la habitación y ella lo miro ya con tanta normalidad o eso es lo que el temor se había vuelto. — con ese color de cabello eres igual a Demetria.

Escucho un tono algo nostálgico en su frívolo padre. Pero era verdad, el rubio la hacía resaltar la belleza que había heredado de su madre, aunque las facciones eran semejantes a su padre. En la sala de estar ya se encontraba Alarick con una vestimenta similar a la de su progenitor, ambos traían un saco de vestir en color negro, debajo una camisa con botones dorados muy al estilo del siglo XIX.  La camisa de Ares era azul, mientras que la de Alarick verde esmeralda.

— Sujétenme bien. —  indico y sus hijos lo tomaron cada uno de un brazo.

Apareciendo entonces, frente a las rejas de una gran Mansión. Los menores se miraron y luego de unos minutos apareció un hombre bajo y encorvado con una sonrisa asquerosa . Se acerco a los barrotes viejos del enorme portón y se aferro a ellos mostrando sus uñas sucias y largas.

— Ares Edevane. — dijo con voz chillona. — no creí verte por aquí...¡Jamás!

— ¡Abre ya colagusano! — Exigió.

Colagusano abrió la reja, Ares entro primero y sus hijos lo siguieron, Angeline sintió algo de miedo y asco al ver al hombre sonriéndole con sus podridos dientes, aferrándose más al brazo de su hermano.

Entraron a la gran mansión demasiado elegante. En el living cierta mortifaga los esperaba.

— Vaya, los Edevane nos honran con su presencia. —  hablo entre risas Bellatrix. —  me da gusto verte de nuevo querido...a ti y a tus, hijos. — miro con cierto descontento a los mellizos.

— ¡Ares! — la voz de una mujer se escucho a sus espaldas, una mujer hermosa y elegante. La cual tenía una mirada triste.
— ¡Narcissa!—  se acerco a ella tomo su mano y le dio un beso. — amento lo de Lucius...— intentó escucharse sincero.

— Gracias, estamos haciendo todo por traerlo de regreso.

— Permíteme   presentarte a mis hijos. — os hermanos se acercaron junto a su padre. —  son Alarick y...

— ¿Angeline?

Y es que ni uno esperaba verse ahí y menos en tal situación. Su corazón se acelero al verlo bajar las escaleras, sabía que el tenía tantas preguntas como ella. Le dolió ver sus ojos grises apagados por la noticia de su padre y a el le sorprendió verla tan diferente en todo aspecto.

—Draco...

~Angeline ~

No había tiempo de aclarar nada. Para ambos fue obvio que terminaríamos aquí, ambos éramos hijos de mortifagos y ahora nos tocaría a nosotros continuar con ese legado.

La Mansión Malfoy era el cuartel de Lord Voldemort y aquí nos volveríamos parte de su legión.

Estábamos en una mesa negra y larga y en esta, estaban muchos mortifagos que no, nos quitaban la mirada de encima, la puerta se abrió de golpe dejando ver al profesor Snape. Si, Alarick me había dicho que el también era parte de esto, es por eso que Ares le había pedido que le enseñara la Oclumancia y que yo no me enterara de todo esto.

— Severus — dijo Ares al verlo entrar. — que grato verte.

— Habla por ti, Edevane. —  mascullo Snape, mirándonos con desagrado.

— ¡Hay que llamarlo! —  dijo Bellatrix.

Ares se levanto de su asiento, estiró su brazo izquierdo, levantando su manga para dejara la vista su marca, posó la varita encima de esta y la marca volvió a tener ese color negro.

El ambiente se puso frío,  para todos ellos esto era normal. El candelabro de la mansión empezó a temblar y las grandes ventanas se abrieron dejando entrar una brisa fría y una sombra negra que poco a poco tomo forma en el frente de la mesa, era el. Era el mismísimo Lord Voldemort

— ¡Bienvenidos! Hermanos Edevane...—  su voz era casi como escuchar el ruido de una serpiente. Mostro una risa algo diabólica que me hizo asustar.

— Mi señor. — Ares se acercó, haciendo una extraña reverencia. — ellos son mis hijos.

— Lo se Ares. Y me alegra el saber que han tenido esa magnifica idea de unirse a mi. —  se levanto para empezar a caminar hasta nosotros. — de pie.

Alarick y yo nos paramos para quedar cerca de el. Voldemort nos analizaba de pies a cabeza caminando alrededor de nosotros junto a esa enorme serpiente que me ponía muy nerviosa.

— Por un momento creí que estaba frente a la mismísima Demetria Edevane. — e rió y los mortifagos igual — quiero creer que ustedes no cometerán los mismos errores que su madre ¿Verdad?

-Claro que no, mi señor -dijo Alarick sin bajar mirada, mostrándose seguro de lo que decía. — seremos leales.

— Eso es lo que yo espero. -se detuvo delante de nosotros- díganme, mis niños...¿quién será el primero en dar este gran paso? ¿serás tu, preciosa Angeline?- su varita rozaba mi barbilla.

— Ve cariño, no seas tímida - me susurro Ares atrás de mi.

Asentí e intente no parecer nerviosa, Voldemort me tomo del brazo subió la manga de mi pequeño saco y me miro.

— ¡Solo dolerá un poco! — poso si varita en mi ante brazo y empecé a sentir un gran ardor poco a poco la marca se fue plasmando en mi piel.

El me soltó con fuerza mientras dejaba a la vista sus dientes tras una tétrica sonrisa y risa. Mi brazo ardía como si mil agujas estuvieran pinchándome la piel. Alce mi vista y me conecte con esos ojos grisáceos y temerosos, no había vuelta atrás, ya era parte de esta nueva orden.

Los mortifagos al igual que Voldemort se habían ido dejándonos solo a Bellatrix, Narcissa, Ares, Draco, Alarick y yo. Mañana era nuestro regreso a Hogwarts y el señor tenebroso nos había dejado una ardua tarea a cada uno de nosotros, mientras Ares hablaba o mejor dicho, discutía con Bellatrix y Narcissa. Alarick y yo estábamos en una esquina de esa habitación.

— Mañana regresamos. — susurre

— Lo se. — me respondió Alarick —  es momento de poner nuestra mejor cara.

— No podemos fallar.

— No lo haremos. — confirma, seguro de si mismo.

Mi hermano apretó los labios y salió de la habitación al verlo irse también alcance a ver a Draco pasar. Decidí seguirlo para saber como estaba, que sentía, como estaba sobre llevando todo esto, si yo la pasaba mal, no puedo imaginar como la pasaba Draco, su padre en Azkaban y el con una misión de vida o muerte.

— Angeline...— escuche a mis espaldas. Regrese a ver y era Narcissa. —  por favor, ven conmigo...

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