🦋Capítulo 7-Bésame Kim🦋
—Vamos señor Park —dice Leia riendo mientras hago muecas graciosas cuando me toma fotografías en mi escritorio—. Van a pensar que es comediante y no se lo tomarán en serio.
—Ya, ya.
—Listo. —Sonríe y se acerca para entregarme mi teléfono.
—¿La tengo que poner en mi perfil?
—Sí, las apps de citas son fáciles de usar.
—Solo la quiero para distraerme y no pensar en Namjoon —confieso al colocar mi nombre en la aplicación.
—Bueno, alguien así de guapo como usted podrá encontrar a alguien pronto.
—Leia, ya te dije que me hables de tú. —Sonrío.
—No quiero —dice mordiéndose los labios—. Prefiero mantener la formalidad porque los empleados que le hablan de tú terminan enamorados de usted y con el corazón roto.
—¿Estás diciendo que soy un mal hombre? —Cruzo los brazos.
—No. Solo digo que prefiero evitar controversias.
—Bueno, mira mi perfil ha quedado lindo. ¿No? —Estiro el teléfono para que lo vea y asiente sonriendo de oreja a oreja.
—El candidato perfecto, señor Park.
El sonido urgente en la puerta se intensifica, como si el destino mismo estuviera llamando. Leia, se acerca a la puerta y la abre, revelando la figura agitada de Kim Taehyung. Su frente está perlada de sudor y su respiración es rápida, signos claros de la urgencia que lo impulsa.
—Señor, la niña despertó. ¿Puedo ir a verla? —pregunta con voz entrecortada por la emoción.
Leia, aún confundida, frunce el ceño ligeramente, incapaz de seguir el ritmo de los acontecimientos.
—¿Cuál niña? —inquiere, su voz teñida de sorpresa.
Antes de que pueda obtener una respuesta, me levanto de un salto, la silla bajo mí emite un chirrido de protesta ante el movimiento abrupto.
—¡¿Estás seguro de eso?! —exclamo, la adrenalina ya bombeando por mis venas.
—Me lo confirmó su madre —afirma Taehyung, su mirada fija en la mía, transmitiendo la seriedad de la situación.
—¿Cuánto tiempo falta para el juicio? —mi voz apenas es un susurro, consciente de que cada segundo cuenta.
—Dos horas —responde con precisión.
—Entonces no hay tiempo que perder. La confesión de la niña podría cambiarlo todo —digo, tomando mis llaves y saliendo a toda prisa con Taehyung a mi lado.
Nuestra carrera por los pasillos de la oficina no pasa desapercibida. Los empleados nos miran con asombro, algunos con una sonrisa divertida en sus rostros, mientras nosotros seguimos adelante, el eco de nuestros pasos resonando en las paredes.
—¡¿Llevas los documentos para el juicio?! —grito por encima del ruido de nuestros pasos apresurados.
—¡Sí, y también una grabadora para capturar cada palabra de la niña! —responde Taehyung, su voz llena de determinación.
—¡Perfecto! —exclamo, sintiendo un atisbo de esperanza.
De repente, Min Yoongi aparece frente a nosotros, sus manos extendidas para detenerme antes de que choque contra él.
—¡Wowowowo! —exclama, una sonrisa juguetona en su rostro—. Pensé que esto era un bufete de abogados, no una pista de atletismo.
—Lo siento —digo, mirándolo directamente a los ojos, y él responde con una sonrisa gatuna.
Jungkook, con una pila de documentos en sus brazos, nos observa con curiosidad.
—¿Por qué van corriendo? —pregunta, su voz llena de intriga.
—No hay tiempo que perder, señor Park —responde Taehyung, antes de agarrarme de la muñeca y tirar de mí para continuar nuestra carrera hacia el estacionamiento.
Aunque veo a Jungkook morderse el labio, lo ignoro. La urgencia de llegar al hospital supera cualquier otra preocupación.
Conduzco a toda velocidad, Taehyung a mi lado, riendo y animándome mientras maniobro entre los coches. Ambos compartimos una sonrisa emocionada, anticipando el momento en que finalmente descubriremos la verdad detrás de este caso tan enigmático.
Al llegar al hospital, la hija del señor Lee nos espera. Con una expresión seria pero amable, nos guía a través de los pasillos hasta la habitación privada donde su hija acaba de ser trasladada. Nos permite entrar, y allí está ella: una niña coreana de aspecto dulce, con los ojos hinchados por la medicación, pero cuya sonrisa irradia una vitalidad contagiosa.
—Ji ae, ellos son tus abogados, cariño —dice su madre con ternura, sentándose al borde de la cama y tomando la mano pequeña de su hija.
—Que guapos, parecen idols —dice sonriendo, y su comentario parece aligerar el peso del aire.
—Gracias linda —responde Taehyung con una sonrisa genuina, su gratitud evidente en el brillo de sus ojos.
Me acomodo en el sofá frente a la cama, intentando proyectar una presencia tranquilizadora para la niña que nos observa con curiosidad infantil.
—¿Podemos hacerte unas preguntas? —pregunto, mi tono suave pero firme, y ella asiente con la cabeza, una muestra de confianza que me honra.
Taehyung se inclina hacia adelante, sus ojos fijos en Ji ae, transmitiendo seriedad y compasión.
—Bueno, solo será una pregunta —dice, y puedo ver cómo Ji ae se prepara mentalmente para la pregunta que podría cambiarlo todo.
—¿Cuál pregunta? —su voz es apenas un susurro, pero llena de una fuerza que solo los inocentes poseen.
—¿Qué sucedió el día del accidente? —Taehyung lanza la pregunta al aire, y por un momento, el tiempo parece detenerse. La niña se queda mirando a la nada, como si pudiera ver a través del velo del tiempo y traer de vuelta los recuerdos que tanto necesitamos.
Decido ser más específico, consciente de que la claridad es esencial cuando se trata de conversaciones con niños.
—¿Quién te empujó por la escalera? —mi pregunta es directa, y la reacción es inmediata. Ji ae comienza a llorar, sus lágrimas un reflejo del miedo y el dolor que ha estado guardando.
Su madre, con un instinto protector que solo una madre posee, trata de calmarla, susurrándole palabras de consuelo. Mientras tanto, mi corazón late con fuerza, temiendo que la presión pueda ser demasiado para la pequeña.
Echando un vistazo a Taehyung, busco la confirmación de que está grabando cada momento crucial. Una sonrisa de alivio se dibuja en mi rostro al ver que su trabajo es impecable, capturando cada palabra, cada sollozo.
—Fue la señorita Choi —la confesión de Ji ae llega como un susurro, pero con la fuerza de un grito en la quietud de la habitación—. Ella se molestó conmigo porque miré que le estaba robando joyas a mi mami.
—Y por poco me roba la vida de mi hija —dice, y puedo sentir la indignación y el dolor que lleva dentro—. ¿Esto es prueba suficiente? Necesito r a pedirle perdón a mi hermana y refundir en la cárcel a la señora Choi —concluye, y en sus palabras, hay un eco de la justicia que está por venir.
Nos levantamos, sabiendo que el tiempo es esencial. Con la grabación en mano y la verdad revelada, nos dirigimos al juzgado, listos para enfrentar lo que sea necesario para asegurar que la justicia prevalezca.
El juicio fue rápido. Taehyung, se movió a través de los procedimientos legales con una habilidad que dejaba poco margen para la duda. La grabación que presentamos como prueba fue la clave, un testimonio inquebrantable de la verdad que resonó en cada rincón de la sala.
La señora Choi, enfrentada con la irrefutable evidencia y la perspectiva de una condena más severa, aceptó que el testimonio de la niña era verídico. En un intento por mitigar su castigo, accedió a una declaración de culpabilidad a cambio de una reducción de su sentencia. La familia del señor Lee, que había estado dividida por el conflicto y la desconfianza, encontró un terreno común en la búsqueda de la verdad y la justicia. Incluso en medio de la adversidad, se tomaron un momento para felicitar a Taehyung por su excepcional desempeño.
Una vez que el juez declaró el caso por culminado, me dirijo a Taehyung con una instrucción clara.
—Espérame aquí —le digo, asegurándome de que se quede mientras yo me acerco al señor Lee, quien está a unos metros de distancia, compartiendo el alivio y la alegría del resultado con su familia.
—¡Señor Park! —exclama al ver que me acerco, una sonrisa de gratitud adornando su rostro—. Agradezco el servicio, excelente como siempre.
Su comentario fue un recordatorio del trabajo duro y la dedicación que se puso en el caso, pero hay algo más que necesito abordar, algo que no puedo dejar pasar.
—Me alegra y será el último —respondo con firmeza, mi tono dejando en claro que no hay margen para negociaciones.
El señor Lee parpadea, sorprendido por mi declaración.
—¿Perdón? —pregunta, confundido.
—Amenazó a mi abogado de muerte, eso no lo puedo tolerar —continuo, mi voz tranquila—. ¿Sabe que puede obtener hasta cinco años en prisión por hacer este tipo de amenazas?
El señor Lee palideció, la gravedad de la situación finalmente asentándose en su conciencia.
—Busque otro bufete para sus futuros problemas legales, Golden Busan no piensa ayudarle en nada más —concluí, dándole la espalda y dejando atrás cualquier posibilidad de futuras colaboraciones. Con permiso.
Me alejo, regresando a donde Taehyung me espera. Él escuchó la conversación, pero se mantuvo en silencio, su expresión seria y pensativa. No es hasta que nos subimos a mi automóvil que el silencio se rompe.
—No era necesario.
—¿No? —Alzo las cejas—. A mí me parece que sí porque ayer estabas asustado y absolutamente nadie puede hacerte sentir así.
—Que ganas tan locas tengo de besarle los labios, señor Park —dice de la nada y giro el rostro sorprendido ante en comentario.
—¿Por qué dices eso así de la nada?
—Porque me siento una damisela rescatada por mi príncipe.
Me inclino hacia él mirándolo a los ojos siendo prisionero de mis deseos carnales.
—Bésame Kim.
Taehyung oscurece la mirada y entonces besa mis labios pasionalmente provocando que mi miembro crezca. Rápidamente muevo mis piernas y presiono el botón en el control del automóvil para mover el asiento y subirme encima de Taehyung. Una pierna en cada lado, él acaricia mi espalda y me quita el saco, yo beso su cuello y comienzo a desabotonar su camisa con habilidad.
—¿Y si nos miran? —pregunta entre jadeos.
—Es un tesla, puedo oscurecer los vidrios. —Entonces giro un poco mi cuerpo, muevo la pantalla del vehículo y los vidrios se ponen oscuros haciéndonos invisibles al exterior—. Solo no hagas ruido, Kim.
—No prometo nada.
Al decir eso se desabotona el cinturón y mientras yo hago lo mismo con el mío escucho el sonido del zíper, acto que me excita porque sé que se viene el placer pecaminoso.
Cuando finalmente logro bajarme los pantalones saco un condón de la guantera para que se lo ponga, él lo usa rápidamente y sin avisarme coloca la punta en mi aro rosa.
—Supongo que tienes experiencia —me dice rompiendo toda formalidad proveniente de sus labios.
—Por supuesto —digo sonriendo con picardía.
—Entonces no necesito usar mis dedos —dice y me carcajeo haciendo el cuello para atrás.
Mientras suelto la carcajada siento que se empuja hacia mi interior y entonces me dejo caer para sentirlo por completo. Tan grueso, tan grande, tan delicioso.
—Vamos Kim. —Lo miro a los ojos imaginando la piel canela de Namjoon y lo que me hacía sentir—. Hazme venir.
Comienza a moverse rítmicamente junto conmigo y toma mi pene con la mano derecha acariciando con cuidado para tantear el terreno y al notar que no soy tan sensible y delicado usa más fuerza. Ambos estamos jadeando, sudados y brincando.
—Jefe. ¿Vas a despedirme después de esto?
Despedir.
Me quedo quieto, dejo de brincar al instante recordando que Jungkook me dijo algo parecido. ¿Por qué me siento extrañamente culpable? No tengo ninguna relación con él.
—No.
Endurezco la mirada y me aparto de Taehyung. Él capta de inmediato que mi libido se ha terminado, lo veo chasquear la lengua a medida que se quita el condón que no fue llenado. Ambos nos vestimos rápidamente en el automóvil y yo regreso al volante.
—¿No debí hacer esa pregunta? —me mira mientras se pone el saco.
—No, no debiste. Por favor, no menciones nada de esto en la oficina.
—No tienes que decirlo Jimin, se guardar secretos.
—Y háblame de usted, que no se te olvide que soy tu superior.
—Entiendo. —Asiente.
El resto del camino fuimos en silencio y al llegar dejé que se bajara del automóvil primero para entrar a mi oficina después que él. ¿Jungkook se dará cuenta? Él ha sido amable conmigo, creo que no debí precipitarme con Taehyung.
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