🦋Capítulo 3-La primer mentira🦋
Despierto enredado entre las sábanas de la cama de Namjoon, los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana anunciando un nuevo día. Me siento cansado a causa de la vigorosa noche pasional que tuve con mi novio, luego me estiro en la cama para ponerme en marcha a la ducha.
El agua caliente cae sobre mi piel, llevándose consigo el cansancio y dejando una sensación de frescura y renovación. Me tomo mi tiempo, disfrutando de la tranquilidad del momento, antes de secarme y envolverme en una toalla suave. De vuelta en la habitación, selecciono uno de mis trajes Valentino favoritos, un regalo de Namjoon que conservo en el clóset de su habitación. El tejido fino y el corte perfecto del traje me hacen sentir poderoso, elegante.
Frente al espejo, me ajusto la corbata y me acomodo el cabello, cada mechón en su lugar. Mi reflejo me devuelve una imagen de confianza, de alguien que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. En ese momento, veo a Namjoon entrar a la habitación. Él ya está vestido, con su traje impecable y su colonia favorita dejando un rastro de canela en el aire. Sin embargo, su ceño fruncido y la tensión en sus hombros me dicen que algo no está bien.
—Buenos días —saludo con una sonrisa, intentando inyectar algo de ligereza en la atmósfera mientras me ajusto el reloj de pulsera.
—Buenos días —responde él, su voz carece de su calidez habitual. Abre uno de los cajones de su escritorio y saca una carpeta repleta de documentos. Papeles que parecen gritar urgencia y responsabilidad—. Me tengo que ir, surgió algo importante en la oficina.
—¿Más importante que desayunar con tu novio? —pregunto, medio en broma, medio en serio. La idea de un desayuno juntos, compartiendo planes para el día, me había ilusionado—. ¿No lo puede solucionar tu secretaria?
Namjoon aprieta los labios, una clara señal de que lo que sea que ha surgido es serio, quizás incluso preocupante.
—No, es algo que tengo que ver personalmente —dice, y aunque su respuesta es cortante, puedo ver en sus ojos que preferiría quedarse—. Lo siento Jimin, de verdad; lo siento.
Con un suspiro, recoge sus cosas y se dirige a la puerta. Me quedo parado, observándolo alejarse, sintiendo cómo el espacio se llena de un silencio incómodo. No hay un beso de despedida, ni una promesa de volver pronto. Solo el eco de la puerta al cerrarse y la sensación agridulce de un adiós apresurado.
Mi molestia es palpable, pero aún así, con un suspiro resignado, me dirijo a la cocina de la amplia mansión. El aroma del café recién hecho se mezcla con el olor a pan tostado y mermelada, pero no logra levantar mi ánimo. La empleada doméstica, que normalmente me recibe con una charla animada y una sonrisa, hoy me mira con una expresión de pena que no logro descifrar. ¿Por qué esa mirada? ¿por qué no está charlando como siempre? No tengo tiempo para indagar; mi mente está en otro lugar.
Con un gesto mecánico, tomo la taza de café que me ofrece y la bebo de un solo sorbo, sintiendo cómo el líquido caliente baja por mi garganta, prometiendo una energía que no llega. Dejo la taza en la encimera con un golpe seco y salgo de la mansión, sin mirar atrás. Mi Lamborghini me espera, un reflejo de mi éxito y poder, pero hoy parece solo un medio para llegar a mi destino.
El motor ruge bajo mis órdenes y las calles de la ciudad pasan en un borrón mientras conduzco hacia la oficina. Al llegar, los pasillos del edificio se convierten en un laberinto que recorro con pasos rápidos y decididos.
Leia, mi asistente, está justo allí, en la puerta de mi oficina, con otra taza de café en sus manos. La tomo sin agradecer, la cafeína es lo único que parece capaz de mantenerme en pie. Pero el doble americano es demasiado, y mis manos tiemblan ligeramente, provocando que la taza se escape de mis dedos y se estrelle contra el suelo.
—¡Mierda! —exclamo, la frustración de la mañana encontrando una salida en ese pequeño accidente.
—¿Pasa algo, señor Park? —Leia se acerca con preocupación, pero la ignoro, mi atención fija en los pedazos de cerámica esparcidos por el suelo—. Señor Park, yo lo limpio, va a cortarse —insiste ella, pero apenas la escucho.
Levanto la mirada, encontrando los ojos de Leia llenos de una preocupación que no es solo profesional. Hay algo más, algo personal en su mirada, ella me aprecia, lo noto, lo siento.
—Tengo un mal presentimiento, Leia —confieso, dejando que mi voz revele una pizca de la inquietud que siento—. ¿Algún caso ha fracasado? ¿Hay algo que no me han dicho?
—No señor, todo está bien —responde, pero hay una hesitación en su voz que no me gusta.
—Estaré en mi oficina, no me interrumpas —digo, intentando recuperar el control de la situación.
—Pero Jeon Jungkook lo está esperando adentro, dijo que usted lo citó ayer. —Leia me detiene antes de que pueda entrar.
—Es cierto —respondo, recordando la reunión que había programado.
Con un gesto suave, le entrego el pedazo de cerámica que había recogido del suelo a Leia, quien se apresura a limpiar el desorden. Luego, con una respiración profunda para calmar el torbellino de pensamientos y emociones que me asaltan, entro a mi oficina. Allí está él, Jeon Jungkook, ojitos de Bambi. Está sentado en el sofá, su atención fija en el teléfono hasta que nota mi presencia y lo guarda con rapidez.
—Buenos días, señor —saluda con una voz que denota un respeto mezclado con una cautela nacida de la incertidumbre.
—Buenos días —respondo, intentando que mi tono sea ligero, aunque la seriedad de la situación pesa sobre mí—. Te preguntarás por qué te he citado tan temprano.
—¿Va a despedirme? —pregunta, y puedo ver cómo ha reunido todo su coraje para enfrentar la posibilidad.
—No —digo, y una sonrisa se dibuja en mi rostro al ver su alivio. Es curioso cómo su presencia y su genuina preocupación logran aliviar el estrés que me ha acompañado toda la mañana—. Tengo una pregunta para ti, y espero que no te ofendas.
—Oh... ¿Cuál pregunta? —inquiere, claramente intrigado.
—¿Te molestaría si te compro unos cuantos pares de zapatos? —le propongo, observando cómo sus ojos se amplían, sorprendido por la inesperada oferta—. Considéralo una compensación por el mal rato que te hizo pasar el señor Kim Taehyung —añado, explicando el motivo detrás de mi propuesta.
—No me molestaría, pero no creo que sea apropiado —responde, jugueteando con sus dedos, un gesto que revela su nerviosismo.
Paso mi lengua por mis labios, humedeciéndolos antes de hablar.
—¿Por qué no? Quiero que te veas a la altura de este bufete. Nadie te tomará en serio si vas con las suelas despegadas. No estoy minimizándote, estoy siendo realista —le aseguro, queriendo que entienda que mi intención es ayudarlo a proyectar la imagen correcta.
—Bueno, si es por esa razón, acepto —dice finalmente, y una sonrisa genuina ilumina su rostro.
—Entonces vamos —le digo, levantándome de mi silla con decisión.
—¿Ahora? —pregunta, sorprendido por la prontitud de mi invitación.
Su inocencia me divierte; hay algo refrescante en su falta de cinismo, algo que me recuerda a tiempos más simples.
—Sí, ahora —confirmo con firmeza.
—Pero tengo que trabajar... —protesta débilmente, consciente de sus responsabilidades.
—¿Olvidas que soy tu jefe y el dueño de este lugar? —digo con una sonrisa burlona, rodando los ojos ante su preocupación innecesaria—. ¿Sabes conducir?
Asiente con la cabeza, un poco confundido por el cambio de tema.
—¿Tienes licencia? —continúo, y vuelve a asentir—. Entonces toma mis llaves —le digo, lanzándole las llaves de mi automóvil y las atrapa con ambas manos—. Anoche no dormí mucho y no quiero ser quien conduzca, seré el copiloto.
Dicho esto, salgo de la oficina con paso decidido, dejando atrás la tensión de la mañana. Momentos más tarde, escucho sus pasos apresurados detrás de mí, tratando de alcanzarme. Al salir al estacionamiento, mi automóvil está en su lugar, cerca de la puerta para que yo evite caminar tanto.
—Presiona el botón —digo con firmeza, observando cómo él asiente con la cabeza y extiende su mano hacia el panel de control. Con un clic suave pero decidido, las puertas del vehículo se deslizan abiertamente, invitándonos a entrar en su interior futurista.
—Señor —dice con una voz que denota una mezcla de respeto y preocupación—, debo admitir que hace mucho que no me siento detrás del volante.
—No te preocupes por eso —respondo con una sonrisa tranquilizadora—. Este auto es uno de los más seguros del mercado y cuenta con la última tecnología en asistencia al conductor. Además, está completamente asegurado. Así que, por favor, sube ya y pongámonos en marcha.
Momentos más tarde, nos encontramos serpenteando las calles de Seúl, con el GPS marcando claramente nuestro destino. De vez en cuando, lanzo una mirada furtiva a Jungkook, quien parece estar luchando con sus nervios. A pesar de la tensión palpable, mantenemos un silencio cómplice durante todo el trayecto. Finalmente, después de algunos intentos, logra estacionar el auto con precisión, y no puedo evitar sentir un atisbo de orgullo.
Una vez dentro de la tienda, me dejo llevar por un impulso de generosidad. Comienzo a seleccionar una variedad de zapatos de diseñador, trajes elegantes, camisas de seda y un par de relojes que capturan la esencia del lujo. Hoy, decididamente, me siento generoso.
—Pruébate esto —le sugiero, extendiéndole un traje que complementa perfectamente el outfit completo que he elegido para él.
—Oh... —Jungkook murmura.
Con un gesto de asentimiento, entra a los vestidores. Al salir, la transformación es asombrosa. El traje le sienta como si hubiera sido hecho a medida para él, y su porte se ha vuelto refinado, imponente. La elegancia natural que posee se ha potenciado, y no puedo evitar pensar que es increíblemente apuesto.
—Me gusta, quédatelo —afirmo con una sonrisa de aprobación—. ¿Serían tan amables de enviar todo esto a la dirección del señor Jeon?
—Por supuesto, será un placer —responde la empleada con una sonrisa profesional.
—Dale los datos —le indico a Jungkook, quien se acerca a la empleada y comienza a proporcionarle la información necesaria para la entrega.
Mientras observo la interacción, siento una satisfacción tranquila al saber que, de alguna manera, estoy contribuyendo a la confianza y el estilo de Jungkook. Es un pequeño cambio, pero uno que, espero, tenga un impacto positivo en su vida.
Mi teléfono no ha dejado de vibrar en los últimos minutos, una insistencia que se ha vuelto imposible de ignorar. Con un suspiro resignado, finalmente decido atender la llamada que tanto parece urgir mi atención.
—Señor Park, ¿dónde se encuentra en este momento? —la voz de Leia, mi asistente, suena tensa a través del auricular.
—Estoy de compras —respondo con una sonrisa, intentando aliviar la gravedad de su tono mientras observo a Jungkook, quien parece fascinado con el escaparate de la joyería.
—Señor, este no es el mejor momento para ir de compras. Los periódicos no han dejado de llamar, preguntando si va a cancelar el anuncio de su compromiso.
—¿Y por qué haría algo así? —pregunto, aún entre risas, sin darle demasiada importancia a la situación.
—Es que... Bueno... No sé cómo decirle esto por teléfono, es algo delicado.
—Leia, por favor, habla de una vez. Estoy en medio de algo importante —mi tono se endurece ligeramente al notar la seriedad de su hesitación.
—Acaban de publicar una noticia sobre el señor Kim Namjoon. Parece que...
—¿Qué pasa con Namjoon? ¡Dilo ya, Leia! —mi paciencia se agota.
—Le ha sido infiel, señor Park.
—Te llamo luego.
Corto la llamada de manera abrupta, sintiendo cómo la curiosidad y la preocupación comienzan a invadirme. Sin perder tiempo, saco mi teléfono y comienzo a buscar frenéticamente en internet el artículo que ha causado tal conmoción.
"Kim Namjoon, magnate de negocios ha sido visto en distintos burdeles de mala muerte con la misma mujer e incluso se le involucra con la venta de sustancias ilegales.
La imagen de Namjoon besando una y otra vez a la misma mujer y con distintos atuendos rompe mi corazón.
—Maldito hijo de puta, se le ha caído el teatro, por eso estaba molesto en la mañana.
Con la determinación marcando cada uno de mis movimientos, tomo el teléfono y marco rápidamente el número de Leia. Ella responde casi de inmediato, su voz llena de una preocupación palpable.
—Leia, escúchame bien, quiero que canceles la publicación del artículo inmediatamente. No habrá ninguna boda —mi voz es firme, cortante, dejando en claro que no hay espacio para discusión.
Sin esperar respuesta alguna, cuelgo el teléfono. A través del cristal de la joyería, veo a Jungkook compartiendo una sonrisa cómplice con la empleada. Me acerco al mostrador, donde realizo el pago de las piezas que hemos seleccionado. Una vez finalizada la transacción, me dirijo a Jungkook y le pido las llaves del coche.
—Vamos, tenemos cosas que hacer —le digo con un tono que no admite réplica.
Jungkook asiente, entregándome las llaves. Mientras salimos de la tienda, puedo sentir la ira hirviendo en mi interior. Ese traidor, ese... ese hijo de puta va a pagar caro por la humillación que me ha hecho pasar. Y aprovecharé el favor que le acabo de hacer a Jungkook para asegurarme de que así sea.
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