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Capitulo 7

07 | Kujō

Inari despertó, desorientada.

Las sábanas de algodón suave se le deslizaron entre las piernas cuando apoyó los pies sobre el firme y pulcro suelo.

No tardó mucho en darse cuenta que se encontraba desnuda.

Caminó hacia un espejo de cuerpo completo que se encontraba en la habitación, no pudo evitar abrir los ojos, sorprendida. Su cuerpo se encontraba lleno de mordidas y chupones.

Lo peor era que no recordaba que había pasado, pero tenía dos cosas dadas por hecho.

La primera era que anoche había bebido demasiado. La segunda era que, seguramente, se encontraba en la casa de con quien se había acostado anoche.

Aunque encontraba cierta familiaridad en su entorno.

Lo primero que quiso hacer fue vestirse, sin embargo, se llevó una gran sorpresa al notar que su ropa no se encontraba allí.

—Mierda —susurró.

Desesperada, tomó la sabana que se encontraba en el suelo y se aventuró a salir de la habitación, asegurándose que no hubiera nadie alrededor.

Afortunadamente, lo primero que vio al salir de su habitación fue su ropa interior.

No tardó mucho en ponérsela.

Mientras caminaba por la casa, siguiendo los rastros de ropa masculina en el suelo, encontró su camisa y, por último, sus pantalones.

Lo malo fue que, junto con sus pantalones, encontró a cierta figura masculina que la miraba desde arriba con una ceja levantada.

—¿I-Itadori? —tartamudeó nerviosa.

El de cabellos rosados sonrió ligeramente, manteniendo su ceja levantada.

—Intenta otra vez —dijo, con una voz ligeramente más ronca de la que su amigo solía usar.

Inari retrocedió dos pasos.

—Sukuna.

—El único y original.

La rubia tragó duro, desviando su mirada.

—¿Itadori y yo...?

—No, no fue él —dijo, bebiendo de la taza de té que llevaba en la mano—. Las marcas en tu precioso cuerpo las hice yo, pero, no pasó de eso. Te quedaste dormida cuando estaba por empezar.

Ella soltó un suspiro de alivio cuando escuchó al hombre decir aquello.

—¿Por qué saliste?

—Deditos de queso —respondió, encogiéndose de hombros.

—Oh...

—Por cierto, cuando estas ebria eres realmente interesante —dijo él, sonriendo.

Ella no pudo evitar sonrojarse ante aquello.

—No quiero saber nada —dijo ella de inmediato.

Sukuna sonrió malevolamente.

—Como digas, pero, no vuelvas a cantar nunca. Si es posible.

El rubor de las mejillas de Inari aumentó.

—¡Dije que no quería saber nada! —exclamó.

—Ajá —respondió Sukuna, restandole importancia, mirandola con picardia—...just give a reason, just a little is enough...

Cuando Sukuna comenzó a cantar aquella canción por lo bajo, Inari logró recordar como ella se había subido a la barra, cantando, mientras Nobara y Megumi intentaban hacer que bajara.

—¡No! —exclamó, llevando sus manos a su rostro, abochornada.

El hombre soltó una carcajada ronca.

Sukuna caminó hacia uno de los sillones de la sala de estar, sentándose y bebiendo lo último quedaba de su té.

—Ven aquí —dijo, dándole dos palmadas a sus piernas.

Inari dudó, sabia que no debía confiar en Sukuna, sus amigos se lo recordaban constantemente.

—No tengas miedo —dijo, con diversión.

—Ya me voy —dijo ella, buscando sus zapatos.

—Inari...

—¡No! Si llego a hacer algo contigo sin el consentimiento de Itadori sería como...¡una violación! —exclamó ella—. Es su cuerpo y no haré nada sin su consentimiento, antes estaba borracha y...Dios, me siento muy culpable. Debo pedirle disculpas después.

Sukuna se encogió de hombros.

—Te está escuchando —susurró—. No sé calla, quiere que le de el control.

—¡Dáselo!

Él fingió pensarlo por un rato.

—Nah.

Inari terminó por colocarse sus prendas faltantes y miró a Sukuna con molestia, sin embargo, luego de ver la hora en su teléfono abrió los ojos con sorpresa.

—Mierda —dijo, corriendo a la puerta del departamento e intentando abrirla—. Sukuna, por favor abre, tengo algo importante que hacer.

Sukuna la miró con diversión por un momento, quería fastidiarla, pero al ver la desesperación en su rostro abrió la puerta y la dejó irse.

Inari miró a su padre con incomodidad mientras esté peinaba su cabello de forma que esté se viera formal.

—Quita esa cara, todos los que vinieron lo hicieron porque querían, si no querías venir te hubieras quedado donde tu amigo. Espero que no me dañes la tarde —dijo.

—No lo haré, papá.

—¿Y Levi?

—En la escuela, tenía actividades del club de fútbol hoy, mamá lo va a ir a buscar.

El padre de Inari chasqueó la lengua.

—Es bruja no es tu madre, es la madre de Levi, no compares a tu madre con esa arpía —ante la mirada de molestia de su padre ella no solo asintió—. Sonríe y pon tu mejor cara.

El padre de Inari, Akihito, tocó la puerta dos veces. Una mujer joven no tardó en abrir, sonriente, abrazando al rubio y luego a la menor.

—¡Tiempo sin verlos! Los estábamos esperando, pasen a la mesa, ya están todos allá —mientras varias personas la saludaban, Inari sonreía.

Se encontraba en una reunión familiar, sin embargo, ella se sentía como si estuviera rodeada de desconocidos.

Tanto ella como su padre se sentaron en la mesa, Inari se encontraba entre su padre y su abuela, sus manos se encontraban sobre sus piernas, apretando los bordes de su falda mientras ella las miraba.

No se sentía cómoda en aquel entorno, por lo cual, cuando la comida fue servida ella sólo se limitó a comer sin integrarse a la conversación que mantenían entre todos alegremente.

Por lo menos fue así hasta que sintió todas las miradas sobre ella.

—...Si ella supiera lo fea que se ve con esa cara de amargada... —escuchó decir a su abuela a penas le prestó atención a la conversación

Inari frunció el ceño de inmediato.

—Ah...solo necesita un dulce, pero yo resolverá el problema, mira lo que te compró tu abuelo. El chocolate que te encanta —ella desvió la mirada hacia su abuelo, quien le extendía un chocolate en barra que ella despreciaba.

—No, papá, no es buena idea —intervino su padre—, tiene tendencia al acné y el chocolate lo empeora.

<< Eso era cuando tenía catorce años...>>, pensó Inari.

—Inari, si necesitas alguna cosa, hija. Pídelo —dijo su abuela—. Nadie aguanta esa cara de amargada.

Inari mordió su labio inferior.

—¡Callense! —gritó—. ¡Dejenme en paz! Por favor, déjenme, no es que esté amargada, mucho menos gruñona. Odio esta familia, odio a mi padre, odio todo sobre mi vida. Desearía estar muerta y a ustedes ni siquiera les importa.

De verdad, Inari habría deseado decir aquello, pero al final no fue más que producto de su imaginación ya que, en realidad, se había limitado a sonreír y asentir.

Lo que más dolió, luego del almuerzo, fue pasar toda la tarde observando como su padre bebía junto a sus tíos. Observaba cada botella de cerveza que su padre tomaba como si está llevase dentro un veneno mortal.

Cosa que, a la larga, podía ser cierto.

Al caer la noche, cuando el sol se ocultó y ya eran aproximadamente las nueve de la noche —había pasado todo el día en casa de sus abuelos—, uno de sus tíos la ayudó a llevar a su padre hacia el auto, donde lo dejaron en el asiento del copiloto.

—Ten cuidado de regreso —dijo su tío, colocando una mano en su hombro y deslizando esta por su brazo.

Aquel gestó hizo que Inari se tensara, pero no dijo nada al respecto, solo se limitó a despedirse de todos y subir al auto, conduciendo hasta la casa de su padre.

Al llegar, se quitó el cinturón de seguridad y rodeó el auto para abrir la puerta del copiloto y retirar el cinturón de su padre, ayudando a este a levantarse dado a que se tambaleaba cada vez que caminaba. Al cerrar la puerta, le puso seguro al auto y ayudó a su padre a llegar al departamento.

Con su llave, Inari abrió, suspirando mientras hacía esfuerzos por llegar a la habitación de Akihiro, sin embargo, esté de repente se habia soltado de ella y la había empujado.

El rubio de dirigió a la puerta y la cerró, poniéndole seguro, tomando del brazo a Inari y arrastrándola hacia la sala.

—¡Eres una vergüenza! Me dejaste en ridículo frente a todos —gritó de repente.

—Papá, ¿de que...? —un golpe en su mejilla hizo que inari se callara.

—¡Cállate! Basura inservible —gritó, dándole otro golpe.

Inari intentó retroceder, sin embargo su padre le dio otro golpe de puño cerrado con tal fuerza que logró tumbarla al suelo.

—Eres igual a la zorra de tu madre —siguió hablando, lanzandole una patada al vientre, dejándola sin aire por un momento—. No mereces nada, zorra hija de puta.

En un acto de desesperación, Inari intentó gatear hasta la puerta, sin embargo, su padre la agarró del cabello. Ella lloraba, asustada.

—Todos se burlan de mi por lo zorra que es mi hija, te comparan con tu madre, todos los días con un hombre nuevo —Akihiro obligó a Inari a levantarse mientras la sostenía del cabello—. Si sales esta noche de casa y vas a con tu amigüito te cojere de los pelos y te arrastraré a casa.

Akihiro la soltó bruscamente, dejando a Inari llorando, asustada. Daba gracias a Dios porque su padre no hubiera seguido golpeándola.

A la mañana siguiente, su padre entró a su habitación, llorando, la abrazó, le pidió perdón. Ella se conformó con eso.

Se había quedado a pasar la noche por miedo a que su padre cumpliera su palabra.

Ella miraba su reflejó en el espejo, su rostro se encontraba lleno de hematomas que serían difíciles de ocultar, sin embargo, lo hizo, convenciendose a sí misma de que aquella sería la última vez que algo así pasaría.

<< Por lo menos no me reventó el labio, él si lo hacia. >>, pensó Inari.

Simplemente debía ser fuerte, pero no podía evitar llorar mientras se veía a sí misma. Ya no podía más.

No sabía cuánto tiempo podría aguantar aquello, pero debía hacerlo, por Levi. No quería mudarse y dejarlo solo con su padre, sabia que si lo hacía el tendría que lidiar con lo que ella lidiaba en aquellos momentos.

Estaba dolida.

Era la primera vez que su padre hacia algo así. Solían ser solo bofetones ¿Como había llegado a eso?

Ella sabía que su padre la quería, tenía que quererla, esperaba que una situación así no se repitiera.

Sentía impotencia. Pánico. Miedo.

Odiaba el día en el que había normalizado aquel trato, odiaba que su padre no fuera el primer hombre en tratarla de esa manera, odiaba ser incapaz de defenderse.

Al terminar de maquillarse, Inari salió de casa en dirección a casa de Megumi, quien la recibió con una sonrisa que ella imitó.

—¿Todo bien? —preguntó Megumi—. ¿Por qué llevas tanto maquillaje? Se nota hasta acá.

Inari se cruzó de brazos, mirando a su mejor amigo con una ceja levantada.

—¡No es que esté mal! Te ves hermosa, te apoyo si quieres colocarte quince kilos de base, en lo personal no me gusta, pero si tú te sientes cómoda está bien —dijo de inmediato, haciendo que Inari soltara una risita.

—Así me gusta —dijo Inari con una sonrisa, acariciando el cabello de su mejor amigo—. ¿Que quieres almorzar?

—Pollo al curry —dijo Megumi con una larga sonrisa.

Inari imitó su sonrisa.


Bueeeno, espero que esto explique un poco el comportamiento de Inari.

Perdón por perderme durante tanto tiempo, acabo de entrar a la U.

Espero les haya gustado el capítulo. No olviden votar y comentar.

Gracias por leer.

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