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Capitulo 4

04 | Gojo

Inari se encontraba en la barra de aquel club, sentada en una de las butacas solitarias, golpeando sus dedos contra la madera de esta, observando a Nobara bailar con un chico que le resultaba inquietantemente conocido y esperando a que el bartender tomara su pedido.

—Buenas noches, señorita, ¿qué le puedo servir? —amable, él sonrió, limpiando el vaso que llevaba en las manos.

—Un Manhattan y un whisky en las rocas, por favor —dijo Inari.

Ya la había invitado a bailar varias veces, sin embargo, no podía hacerlo sin alcohol en su sistema porque, de alguna u otra manera, terminaba recordando a Luka.

Luego de un rato de ocio, antes de que sus bebidas llegaran, ella desvió la mirada hacia la derecha, observando como debajo, un pequeño balcón que daba una vista perfecta a la segunda plata, la discoteca, la cual estaba abarrotada de personas, siendo Nobara una de las que bailaban animadamente.

Podía ir, si, pero no quería. Principalmente porque no quería molestarse en convivir con personas con las que no quería estar.

Si Nobara la invitaba a bailar aceptaría, pero no quería bailar con ningún desconocido. O por lo menos eso era lo que ella creía.

—Aquí tiene, señorita — dijo el amable mesero, entregando primero el Whisky.

lnari no tardó en llevarse el vaso ancho a los labios, bebiendo aquel líquido de un solo trago y sintiendo como este bajaba por su garganta junto con un ardor familiar.

Tal vez, aquel día se acostaría más temprano, no tenía muchas cosas que hacer y, además, quería irse lo más pronto posible de aquel lugar que la detenía de continuar con su plan de morir ahogada en lágrimas y odio hacia sí misma y los hombres con los que antes había tendió una relación.

No supo realmente en qué momento terminó tomando más vasos whisky de los que debería.

Aburrida y ligeramente feliz —por efecto del alcohol—, ella cruzó sus piernas y observó el elevador. Esperaba a que alguien realmente carismático entrara y la sacara de su aburrimiento. Para su desgracia, la únicas personas que salieron del elevador habían sido una pareja de hombres mayores de edad que se coqueteaba indiscretamente el uno al otro.

Inari hizo a un lado su cabello, soltando un resoplido, haciendo que su cuello fuera más visible, mostrando una hermosa gargantilla de encaje negro que combinaba con su vestido de seda de este mismo color.

Al desviar la vista hacia un lado y ver como, cerca de ella, un hombre que aparentaba ser un poco más mayor que ella —descomunalmente atractivo— la miraba, Inari levantó su copa, en forma de saludo, apartando luego la mirada bebiendo de esta mientras sonreía.

Él le sonrió, era una sonrisa lenta y apreciativa.

Inari pensaba que tal vez podría divertirse un poco con aquel hombre para aliviar las penas de su corazón roto

Inari pasó su lengua por su labio superior, observando como el hombre se levantaba de su asiento y se sentaba a su lado. De cerca era aún más atractivo de lo que se veía de lejos.

—¿Qué hizo una dama como tú para terminar en un sitio como este? —dijo el hombre, quien había pedido un cóctel al sentarse, sonriendo juguetón mientras observaba a la rubia.

—Un hombre me trató mal — dijo ella, siguiéndole el juego.

—Tienes mal gusto en los hombres, tal vez —el muchacho agradeció al mesero cuando este le entregó su cóctel.

—Él no es tan malo, solo hizo algo estupido, pero es lindo —dijo, acariciando la boquilla de su copa con su dedo índice, observando al hombre frente a ella con una sonrisa, mirándolo de arriba a abajo.

El albino se llevó la copa a los labios, bebiendo de esta sin despegar su mirada de ella, sonriendo ligeramente.

—¿Por qué no estás con tus amigos?— preguntó, de repente, intrigado, ella levantó sus cejas y sonrió—. Me es imposible creer que una belleza como tú haya venido sola.

—Mi mejor amiga está bailando, posiblemente lo haga toda la noche —dijo la rubia con una sonrisa—. Tú eres mi única compañía.

El albino se levantó, extendiendo su mano hacia la rubia:—¿qué tal si bajamos un rato y bailas conmigo? —ella lo observó con duda—. Vamos, no muerdo.

<< A la mierda, solo se vive una vez así que puedo arruinarlo todo por lo menos una vez. >>, pensó ella antes de responder.

—Tú no, pero, yo si.— respondió ella con una sonrisa juguetona, tomando la mano de su acompañante y caminando delante de este, mientras que él la observaba caminar con una larga sonrisa.

—¿Tuviste una ruptura? —preguntó él, caminando a la par de la rubia, quien se dirigía hacia el ascensor que los llevaría a la pista de baile—. No te veo muy triste por eso.

—La vida es mucho más que lanzarse a llorar por un chico —mintió ligeramente, tratando de mantenerse digna, sonrió, apoyándose en una de las paredes del ascensor, cruzada de brazos—. No tengo porque sufrir por alguien que no supo valorar lo que tenia, él se lo pierde, aunque si me gustaría vengarme un poco.

Cuando bajaron, ambos bailaron un par de canciones juntos, Inari contoneaba su cuerpo de manera seductora, su acompañante le seguía el ritmo. Se tomaron varias fotos juntos e incluso bailaron con otras personas. Luego de un rato de bailar, cuando ambos ya se encontraban agitados y cansados, decidieron salir del la discoteca, adentrándose al elevador que conectaba el club con el bar del hotel que había arriba.

—Ah, por fin, necesitaba estar en un lugar tranquilo y solitario.

El albino sonrió ante el tono coqueto de su acompañante, hundiendo uno de los botones del ascensor, haciendo que ella ladeara la cabeza con confusión:—El bar está en el segundo piso —dijo Inari.

—Las habitaciones entán arriba, si no quieres venir conmigo puedes salir, no tendré problemas con eso —se limitó a responder el albino, dándole una sonrisa juguetona.

Inari imitó su sonrisa, sin moverse de donde se encontraba. El ascensor no demoró mucho en cerrar sus puertas.

Después de que ambos llegaran a una de las habitaciones —la cual fue reservada por el albino— y charlaran por un rato, tanto él como Inari se observaron por un largo minuto, la atracción y tensión sexual entre los dos era algo imposible de ignorar, por ende, sin meditarlo, él juntó sus bocas en un beso apasionado. Sus lenguas rozaban insasiablemnte con afán de tener el control. Sus cuerpos se pegaban cada vez más al del otro mientras las temperaturas de estos aumentaban.

Las manos del albino descendieron hasta el trasero de la chica y luego hasta sus piernas, sosteniendo estas con firmeza y levantandola para poder llevarla hasta hasta su cama, donde la tiró con suavidad. La deseaba, la deseaba con locura, se le veía tan perfecta que era imposible no hacerlo.

Él le puso seguro a la puerta de su habitación, quitándose la camisa mientras caminaba hacia ella, haciendo que la femenina pudiera deleitarse con el tonificado cuerpo del atractivo hombre frente a ella, quien se sentó en la punta de la cama, agarró fuertemente sus tobillos, y la arrastró por la cama hasta dejar sus piernas colgando fuera de esta. Él le regaló una sonrisa traviesa a Inari mientras sus ojos recorría todo su cuerpo.

Cuando Inari quiso darse cuenta, él ya se encontraba arrodillado entre sus piernas, ahora subidas en los hombros del hombre, quien retiró su ropa interior.

Cuando él sonrió, bajando su cabeza, instantaneamanete Inari exhaló, sintiendo la lengua del albino acariciar su intimidad, haciéndola arquear la espalda, perdida en placer. La lengua del aquel hombre realmente hacia maravillas y, cuando este introdujo uno de sus dedos en su interior, ella no tardó en cambiar aquellos jadeos por gemidos, haciéndola, luego de un rato, llegar al orgasmo.

Él, rápidamente, se desprendió de las prendas que le quedaban y tomó un condon de su mesa de noche.

Él cargó a Inari hacia el centro de la cama, para posteriormente ubicarse entre sus piernas, encima de ella. Besó cada parte de su cuerpo, luego de retirar el vestido, dejando marcas a su paso.

El vaivén de sus cuerpos mantenía su temperatura corporal alta. Inari podía sentir las manos del albino recorrer rincones de su anatomía que ni siquiera ella conocía. No tardó mucho en soltar un largo jadeo al sentir el miembro del hombre adentrarse en ella.

Un escalofrío recorrió la espalda de la menor, siendo seguido por una descarga eléctrica que hizo que se estremeciera. Él había aprisionado sus muñecas por encima de su cabeza con una de sus manos, las cuales eran realmente grandes y la retenían sin ningún problema; su otra mano, que hasta entonces solo había estado recorriendo sus curvas, se encontraban ahora sujetando fuertemente la piel de sus caderas, apretandola. El resto de su cuerpo se encontraba entre sus piernas, regalandole un frenesí de placer que no había recibido desde hace unas semanas.

La anchura del cuerpo de su acompañante permitía que Inari mantuviera sus piernas abiertas, sin problema alguno, permitiéndole a él envestirla con comodidad, golpeando cada parte de su interior. Mientras tanto, sus labios acariciaban la oreja de la más baja, haciendo que ella escuchara jadeos y gruñidos provenientes del hombre al ritmo de sus embestidas.

—Joder...— sus embestidas seguían, ninguno de los dos parecía dar señales de cansancio.

La habitación se llenó de los sonidos lascivos de sus pieles chocando, gruñidos ahogados, gemidos y jadeos. Él no tardó mucho en comenzar a plantar besos en su cuello, dejando algunas marcas en este.

—¡Ah!— gritó ella, sintiendo como el miembro del contrario se hundía con más profundidad, haciendo sus embestidas aún más rápidas.

Ambos no tardaron en llegar al clímax, siendo él el primero en llegar al orgasmo, su cuerpo se desplomó sobre el de Inari, las respiraciones de ambos estaban agitadas y el sudor recorría sus pieles. Sus pechos subían y bajaban apresuradamente gracias al cansancio. Ella le había dado a él el mejor sexo de su vida.

Luego se algunas rondas más, él se tumbó a un lado de Inari y, de alguna manera, ambos terminaron dormidos.

Cuando Inari despertó, se encontraba algo desorientada al no reconocer su entorno, sin embargo, al ver el cuerpo tendido a su lado, recordó, con vergüenza, todo lo que había sucedido la noche anterior.

Con sumo cuidado, se levantó de la cama y comenzó a vestirse con la ropa que había sido tirada en el suelo, luego de eso, se dirigió al baño, donde notó que tanto su maquillaje como su cabello estaba hechos un desastre.

Intentó arreglarse lo mejor posible, quitándose el sudor y pasando papel higiénico húmedo por su rostro para retirar los restos de maquillaje corrido en este.

Al salir del baño, comenzó a buscar su teléfono, el cual, anteriormente llevaba en su escote. Al encontrarlo debajo de la ropa de su acompañante, lo tomó, dándole un último vistazo al hombre, retiró la funda de su teléfono y sacó tres billetes de mil yenes y los dejó sobre la cama, a un lado del albino.

Al hacerlo, se dirigió hacia la puerta y la abrió con delicadeza, saliendo de la habitación de hotel.

Avergonzada, Inari suspiró, dudaba en si debería tocar o no la puerta del departamento de los Fushiguro. ¿Habría alguien allí? ¿La juzgarían?

Eso era lo que normalmente hacía su padre, llamándola constantemente por insultos denigrantes, lo peor era que —la mayoría de las veces— creía en todo lo que él decía.

Sabía que, en parte, estaban preocupados. Había recibido varias llamadas de Megumi, Itadori y Nobara, pero ¿la tratarían como a una zorra?

Aunque ella creía que lo era. Aquella no había sido su primera aventura de una noche y ellos lo sabían.

Revisó su teléfono una última vez. Eran las dos de la tarde.

Intentó arreglarse como pudo, intentando verse presentable:—Oye, rubia —preguntó una voz detrás de ella, Inari se giró, viendo a un hombre de, aproximadamente, treinta años—. ¿Cuánto?

Ella lo miró con confusión:—¿Perdón? —preguntó, tartamudeando un poco.

—¿Cuanto cobras la hora? —volvió a preguntar—. Veo que entras y sales de esta casa, supongo que el viejo Fushiguro te paga para follar.

—Yo no...—Antes de terminar la frase, el hombre abrió los ojos con sorpresa, entendiendo que era aquello que estaba a punto de decir.

—¡Oh! Lo siento mucho —se disculpó de inmediato—...es solo que..., pareces prostituta. Bueno, lo siento, adiós.

Gracias a la vergüenza, las mejillas de Inari se pusieron rojas. Todo el valor que había reunido para intentar tocar la puerta de los Fushiguro había desaparecido.

Cuando estaba por retirarse, dispuesta a irse a casa, humillada, preparándose mentalmente para escuchar a su padre insultarla y denigrarla por cómo iba vestida, la puerta se abrió, mostrando una figura alta y fornida.

Inari retrocedió mientras Toji la observaba con confusión.

—¿Que haces aquí? ¿No se supone que deberías estar en la universidad o en la habitación del mocoso? —preguntó, recargado en el marco de la puerta.

—¿Megumi no está? —Toji negó con la cabeza.

Ella soltó un largo suspiró, algo más tranquila, si Megumi no estaba tendría la oportunidad de verse más presentable para cuando él llegara.

—Tal vez debería hacer copias de las llaves —susurró Toji para si mismo.

—¿Perdón?

—Que hay que hacer una copia de las llaves, para ti, si no hubiera estado en casa te quedarías afuera —dijo, echándole un vistazo a como Inari iba vestida—. Pasa. Iré a comprar algo.

Inari le obedeció, observando minutos después como el padre de su mejor amigo se iba, dejándola sola. Ella aprovechó eso.

Rápidamente, se dirigió al baño de su mejor amigo, lo primero que hizo fue ducharse, quería que las gotas de agua se llevarán los rastros de sudor o cualquier otro líquido con el que su piel haya tenido contacto.

Quería dejar de sentirse sucia.

Al terminar, Inari envolvió su cabello en un paño de seda y se envolvió en una toalla para secar su cuerpo, necesitaba despejar su mente, por lo tanto, comenzó a arreglarse. Depiló los pequeños vellos de sus piernas que comenzaban a salir, depiló sus cejas, colocó cremas de delicioso aroma en todo su cuerpo. Comenzó a hacerse mascarillas en el rostro mientras acomodaba su cabello para que, al secarse, esté saliera con pequeños y adorables rizos. Usaba masajes para marcar su clavícula y mandíbula. Se maquilló.

Y durante esas tres horas que tardó en arreglarse, Inari solo pensó en una cosa: "¿Esto hará que Megumi no piense que soy una zorra?"

Pero, de hecho, para Inari era emocionante la cantidad de tiempo que invertía en ella. Le encantaba el ritual, la atención a los detalles, la ansiedad y la emoción que sentía en el estomago.

Aun si era consciente que todo aquello lo hacía para sentirse mejor consigo misma por lo que había hecho anoche. Era su manera de "purgarse" de la horrible sensación de sentirse sucia.

Al terminar, se miró al espejo y sonrió, acto seguido, salió del baño y se puso su vestido favorito, el vestido era blanco, de tiras, con pequeños volados en el escote y una cinta en la mitad de este, le llegaba hasta por debajo de las rodillas.

Cuando la puerta de la casa se abrió, Inari salió de la habitación de Megumi, con timidez, suspirando con resignación al notar que el que había entrado era Toji.

—Bienvenido a casa —dijo ella.

Toji levantó las cejas, sorprendido por aquella frase.

—Toma —dijo, lanzando una caja que Inari recibió con dificultad.

La rubia frunció el ceño, confundida, al abrir la caja se encontró con un llavero de astronauta color azul atado a un par de llaves pintadas de rosa.

—Uno de esos es tu color favorito ¿no? La mayoría de tus cosas son de esos colores —dijo, sentándose en el sofá, evitando la mirada de Inari.

En realidad, su color favorito era el gris.

—De hecho, es el gris, pero el azul es mi segundo color favorito —susurró, sonriente, rotando que algunos dedos de Toji tenían rastros de pintura rosa—. Gracias.

—No hay de que.

Justo cuando Inari estaba por acercase a él y sentarse a su lado, la puerta se abrió, por lo cual, ella se levantó rápidamente y se dirigió hacia esta.

—¡Bienvenido a casa! —tartamuedeó.

Megumi al verla abrió ligeramente la boca y levantó las cejas, se le veía agotado, sus ojeras estaban realmente marcadas y su piel parecía estar más pálida. Inari se preocupó enseguida.

—Megumi, ¿estás...?

Antes de poder terminar de hablar, Megumi la tomó entre sus brazos y la abrazó.

—Gracias a Dios estás bien, estuve buscándote todo el día, fui a tu casa, a la universidad, a la discoteca —comenzó a hablar—. Pensé que algo malo te había pasado. ¿Por qué no contestaste mis llamadas?

—No tengo saldo..., a demás, pensé que estarías enojado conmigo o algo así —respondió Inari—. Perdón por haber hecho que te preocuparas, primero quería cambiarme y alistarme antes de verme contigo, no quería que pensaras que yo era una...

—Sh, Inari, mantén esa linda boquita cerrada. No soy tu padre. Jamás actuaré como él —Megumi se separó de Inari, mirandola a los ojos.

Ella miró a Megumi con preocupación.

—¿Quieres que te prepare algo de comer? Estás pálido.

—No desayuné.

—¿Tampoco almorzaste?

—Me tomé una bebida energizante —respondió Megumi, encogiendose de hombros.

Inari golpeó su hombro, él se quejó instantáneamente.

—Eso no es comida.

—Evidentemente, por algo se llama bebida energizante, porque es una bebida —respondió Megumi, como si aquello fuera una obviedad.

—¡Megumi! —exclamó—. Sabes a lo que me refiero, eso no te alimenta nada, ve a darte un baño. Prepararé algo de cenar.

—Pero hoy es sábado de pizza...

—Si hubieras almorzado tal vez lo sería —dijo Inari, colocando una mano en su cintura y apuntando a Megumi con su dedo índice—. Ve a darte un baño, cuando termines la cena estará lista y luego te irás a la cama, esas ojeras se borraran con una buena noche de sueño.

Megumi bufó:—¿A la cama o a dormir? —dijo, con una sonrisa traviesa.

Inari se sonrojó ligeramente.

—A dormir —dijo, con severidad.

Megumi puso los ojos en blanco:—Si, mamá —dijo, con un tono cansado.

Inari suspiró, quitándose un peso de encima al haber hablado con Megumi, al desviar su mirada hacia Toji, notó que este tenía una sonrisa ladina en sus labios mientras la miraba.

—¿Pasa algo?

—No, no pasa nada —dijo, ampliando su sonrisa—. Es bueno que el mocoso tenga a alguien se preocupe por si come o duerme bien.

Inari solo asintió, algo confundida.

—Adivina que es lo que cenaremos hoy —dijo Inari con una sonrisa.

Megumi observó a su mejor amiga con una ceja levantada, luego, observó el plato de comida tapado y viceversa.

—Definitivamente no es pizza.

—Te gustará más que la pizza.

Megumi frunció el ceño.

—¿De qué clase de universo vienes? Loca.

Inari sonrió quitándo la tapa del plato de comida, Megumi levantó las cejas, sorprendido al ver que había en el plato.

—Creo que tienes razón, tal vez deba enviarle estas alitas marinadas en jengibre a Itadori y pedir algo de pizza para ti.

Megumi se negó repetidas veces.

—Tú ganas esta vez.

Inari sonrió, dirigiéndose a la cocina para servir el plato plato de Toji, quien salió de su habitación, soltando un gruñido de molestia combinado con frustración.

—Inari, ¿queda algo de comida para alguien más?

Ella asintió:—Siempre hago comida extra por si alguno quiere repetir —contestó—. ¿Por qué? ¿Alguien va a venir?

—Si, alguien molesto que espero se vaya de inmediato —dijo, con molestia—. ¿Te ayudo en algo?

—No, puede ir a sentarse —dijo ella con una sonrisa, entregándole un plato de comida a Toji.

Toji la obedeció, sentándose frente a Megumi, quien comía felizmente sus alitas.

—Tengo una duda, ¿tú estudias negocios como el mocoso? —preguntó Toji.

—Tengo nombre, de hecho, tú me lo pusiste.

Toji miró a su hijo con una ceja levantada:—¿Si? Te felicito, pero no te pregunté —respondió, haciendo que Megumi lo pateara por debajo de la mesa—. Hijo de...

—Señor Toji, si, estudio negocios junto a Megumi —dijo Inari, intentando evitar que padre e hijo pelearan.

—No me digas señor...

—También estudio marketing y publicidad —dijo ella, ignorando el comentario de Toji.

Toji la miró por un momento mientras ella se sentaba.

—Así que estudias dos carreras.

—También es poliglota e hizo un curso de diseño —agregó Megumi.

—Él diseño es una carrera ¿ok? —dijo Inari con molestia—. Mi madre creyó que debía aprender el idioma universal así que desde que soy pequeña me educó para hablar dos idiomas, japonés e inglés, luego en la secundaria habían clases de francés y español así que me obligaron a tomarlas.

Toji sonrió, felicitandola. Cuando estaba a punto de probar la comida, el sonido de dos toques en la puerta hizo que frunciera el ceño.

El azabache se levantó de su asiento, se dirigió a la puerta y la abrió:—Entra antes de que me arrepienta —Inari no levantó su vista de su plato hasta que Toji la llamó—. Inari, él es Gojo Satoru, un parásito con el que no deberías cruzarte.

Al levantar la mirada, Inari abrió los ojos con sorpresa, acto de Satoru imitó.

—Ah, si, un placer —dijo rápidamente, volviendo a desviar la mirada a su plato.

Gojo sonrió. Aquella noche que pasó con Inari había sido la primera aventura de una noche que tuvo, pero fue agradable, más que agrable, había sido una noche increíble. Esa misma mañana había despartado, atontado pero de buen humor, al menos hasta que vio los billetes que ella le había dejado.

Al principio todo lo que pudo hacer fue reír y luego, por alguna razón desconocida, se sintió algo avergonzado y enojado. Ella había estado entre sus brazos toda una noche y luego le había dejado tres billetes de mil yenes.

¿Eso era lo que valía para ella? Se preguntó a sí mismo por un momento. No podía creer que una mujer le había pagado por sexo. Quería saber más de esa mujer. Había pasado casi todo el día intentando buscarla, pero no la había encontrado por ningún lado, después de todo, no sabía ni siquiera su nombre.

—¿Ella es tu novia, Megumi? —dijo Gojo, con un tono que hizo que el nombrado lo mirara con molestia.

—Es mi mejor amiga —dijo, con molestia.

Inari solo se limitó a comer, no quería levantar la mirada, sabía que, si lo hacía, todos notarían lo sonrojado que estaba su rostro. Mientras Megumi y Toji hablaban con Gojo, Inari solo se limitó a comer y existir, fue así hasta que ambos Fushiguro se levantaron.

—¿A donde van? —preguntó ella, tartamudeando.

—Me cepillaré los dientes y me lavaré las manos —dijo Megumi.

—Voy por cervezas, se acabaron —dijo Toji.

Cuando ambos se fueron y la dejaron a solas con Satoru, no pudo evitar sentir como su corazón se aceleraba, recordando los sucesos de la noche anterior.

—Entonces..., Inari, es un placer conocerte oficialmente —dijo él en tono juguetón.

Inari se sonrojó aún más.

—Gracias —se limitó a decir ella, terminando de comer y levantándose rápidamente de la mesa.

—Tengo una duda —dijo Gojo, haciendo que ella se detuviera—. ¿Valgo solo tres mil yenes?

Inari se sintió aún más avergonzada.

—Yo..., es todo lo que traía, solo me quedé con algo de dinero para el taxi —susurró.

Satoru levantó las cejas, sorprendido.

—Fu-fue para los gastos de la habitación, para tu desayuno y para... —balbuceó ella, iba a seguir hablando, pero entonces notó que Satoru estaba sonriendo.

—Entiendo —dijo—. ¿Me darías tu número de teléfono?

—¿Para que?

—Para estar en contacto, por si algún día requieres de mis servicios —bromeó—. Me interesas.

Inari lo pensó por un momento.

¿Debería darle su número? Anoche todo fue muy espontáneo, había sido un error, jamas imaginó volverse a cruzar con aquel hermoso hombre y, sin embargo, el destino le jugó una mala broma y terminó encontrandoselo la noche siguiente.

Ella no solía cometer los mismos errores que cometía cuando se encontraba en una discoteca, sin embargo, aquel hombre frente a ella le había hecho olvidar aquello.

—Bueno...—dijo, Gojo sonrió.

Nada malo podía salir de eso, ¿verdad?

Bueno, hola, espero hayan pasado un buen fin de semana.

¿Les gustó el capitulo? Espero que si.

No olviden votar y comentar.

Gracias por leer ♡




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