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Capitulo 3

03 | Yuji y Sukuna

Mientras Inari se paseaba tranquilamente por los pasillos de la universidad, se dio cuenta de que estaba de muy buen humor. Y aquello era irónico, pensó, porque estaba a punto de entrar en un salón lleno de gente y enfrentarse a los horrores que Megumi le había relato aquella misma tarde.

Sin embargo, se consolaba pensando que, después de la clase de esa tarde, iría a preparar uno de los postres más exquisitos que había probado, prepararía un affogato. Un postre tan exquisito con tres de las cosas que más adoraba, café, chocolate y helado, pero más que solo chocolate era un mezcla de varios sabrosos ingredientes que lo hacían aún más dulce y apaciguaban lo amargo del helado.

Llegó a la conclusión de que su buen humor se debía a la ilusión que le hacía volver a casa de Megumi y estar, por fin,con alguien completamente sobrio.

Aquello no significaba que no amaba a su padre, claro que lo amaba, a pesar de eso, era un verdadero alivio no tener que estar alerta en cada momento.

Inari hizo su cabello a un lado, entrando al salón, siendo Luka lo primero que observó al entrar. Sus ojos se cruzaron, cuando lo hicieron, ambos tuvieron sentimientos encontrados.

Para Luka fueron arrepentimiento, culpa y dolor.

Para Inari fueron tristeza, decepción y resignación.

Con la frente en alto, la rubio tomó asiento a un lado de una ventana, justo en ese momento, la clase dio inicio. A ella le era imposible prestarle atención, después de todo, sus pensamientos se encontraban rondando alrededor de aquel al cual consideraba su amor más grande.

Quitárselo de la cabeza parecía tarea imposible, tal vez era por su apariencia sofisticada, su mirada profunda y su porte elegante. Tal vez era el color de su ropa, que con el reflejo de la luz le recordaba a las cerezas agridulces que amaba comer comer cuando era niña.

En fin, Luka tenía algo, algo singular que le impedía pensar en otro. Sería muy difícil quitárselo de la cabeza. Porque cuando se sentaba a solas con él y compartían aunque sea un trozo de chocolate amargo también la llevaba a las nubes.

Su relación no solo se trataba de algo carnal, para Inari había sido como si sus almas se enlazaran, Luka era todo aquello que una vez soñó en un hombre.

Él la había hechizado en cuerpo y alma.

Luka nunca la había dejado sola, era protector, amable, atento. Estando sin él, sentía como si su corazón se ahogara en lágrimas, buscando con desesperación su amor, por alguna razón, siempre había tenido esa necesidad de buscar el amor de otras personas.

Entre aquellas divagaciones, pérdida en sus pensamientos, ahogándose en los recuerdos. El tiempo había pasado y la clase había terminado. Aquello la dejó desorientada.

—Inari, ¿Podemos hablar? Si no quieres, mi iré, lo entiendo completamente —la voz de Luka la sacó de sus pensamientos.

Era tan atento y tan educado que le dolía.

Inari asintió, Luka de inmediato se sentó a su lado y esperaron a que la última persona saliera del salón.

—Inari, en serio lo siento, no quise lastimarte —dijo, con sinceridad.

—Sé que esa nunca fue tu intención, Luka, tú no eres así —dijo Inari, sonriendo mientras tomaba las manos de Luka.

—Es solo que ella..., pasó muy de repente, era muy linda y...., sé que debí resistirlo, pero no pude y lo arruiné todo —dijo, casi al borde de las lágrimas—. No le echaré la culpa al alcohol, por lo cual, asumiré toda la culpa. Pegame o insultame. Haz lo que quieras, seguramente lo merezco.

—¿Solo fue una vez? —Luka asintió.

—Esa fue la primera vez que algo así sucedió.

—Está bien —ella sonrió con dolor, sintiendo las lágrimas bajar por su mejilla.

—Siento haber sido tan...poco hombre, ¿podríamos ser amigos? —preguntó él, con una sonrisa débil.

Inari negó con la cabeza:—No, Luka, por lo menos no por ahora —susurró, tomando las manos del mayor.

—Lo entiendo, intentaré alejarme de ti y darte tu espacio, cuando quieras hablar me avisas.

—Lo haré.

Inari se levantó, sintiendo su pecho dolor como nunca lo había hecho antes, comenzó a caminar hacia la salida del salón.

—¡Inari! —Luka la llamó cuando estaba apunto de salir, ella se giró—. Te amo.

Inari entre abrió sus labios, sintiendo una gran necesidad de lanzarse a sus brazos, de besarlo, de perdonarlo. Pero se resistió. Terminar era lo mejor.

Pero entonces ¿por qué se sentía tan mal?

Con la poca fuerza de voluntad que le quedaba, salió del salón y soltó un largo suspiro, bajando la cabeza mientras lágrimas silenciosas caían de sus hermosos ojos.

Cierto chico de cabellos rosas que pasaba por ahí lo notó y se apresuró a acercarse a ella:—Kujō, ¿estás bien? —preguntó él.

Inari se detuvo al escuchar su apellido, observando con genuina sorpresa al muchacho frente a ella.

—¡Itadori! —exclamó, sorprendida, limpiándose las lágrimas y abrazando al hombre—. Pensé que vendrías en una semana.

El muchacho, sonrojado, miró a la rubia con nerviosismo.

—Si, bueno, me dieron de alta antes.

Itadori Yuji e Inari había sido buenos amigos desde su primer año en la universidad, se habían conocido en una fiesta organizada para los de primer ingreso. Él era un estudiante de fisiología que, a demás, jugaba en el equipo de fútbol dado a que tenía una beca deportiva.

—¿Sabes cual fue el detonante la última vez? —Itadori soltó un largo suspiro y asintió.

—Los deditos de queso —confesó—. No sé por qué aparece cada vez que como eso.

—Tendrá que ver con la situación que viviste, sabes que él solo aparece para protegerte —Itadori asintió.

Yuji tenía algo llamado trastorno disociativo de la personalidad, gracias a este, dos personalidades distintas convivían en un mismo cuerpo. Por un lado estaba la personalidad de Yuji.

Itadori era una persona honesta, amigable y le resultaba bastante fácil socializar con otros. Se preocupa mucho por los demás. Se veía realmente atraído por la personalidad, naturaleza y comportamiento de las personas. En resumidas cuentas, para Inari, Itadori era un amor de persona.

Por otro lado estaba Sukuna Ryomen.

Sukuna poseía un espíritu libre que solo se guiaba del placer y, dada su personalidad sádica, disfrutaba inmensamente del sufrimiento de los demás. Era codicioso y siempre quería mantener el control de la situación sin preocuparse por las consecuencias. Solía aburrirse fácilmente cuando alguien no llenaba sus expectativas.

Incluso para Yuji, la historia de Sukuna era un misterio, lo unido que todos sabían eran que Sukuna había protegido a Yuji de algún trauma de su infancia, todos creían que esa era la razón por la cual él no hablaba sobre su historia.

—Si tan solo no me hubiera hecho estos tatuajes ridículos debajo de los ojos lo toleraría un poco más —dijo, Inari no pudo evitar sonreír—. A demás, nunca se calla, siempre me pide tener el control.

Inari asintió, no entendía por completo la situación de Yuji, sin embargo, intentaba apoyarlo en lo que fuera posible.

—Bueno, basta de mi, ¿por qué no me dices porque llorabas? —dijo Yuji, con un tono de preocupación.

—Es complicado..., en resumen, terminé con Luka —dijo, algo incomoda, sintiendo sus ojos arder.

—Oh..., lo siento mucho —dijo, abrazando a Inari—. Estoy por ir a una cafetería, ¿te gustaría ir conmigo? Pago yo.

Inari negó con la cabeza.

A Inari le incomodaba bastante que la invitarán a comer, siempre solía pagar su propia comida o pagaba la cuenta por completo, si no era así, la próxima vez que salía con aquella persona ella era la que invitaba.

No le gustaba que las personas pagaran por ella porque se sentía con la obligación de tener que estar con esa persona aunque no quisiera.

—Iré a casa de Megumi a sentirme sola, soltera y deprimida —dijo—. Prepararé un postre, ¿quieres venir? Claro, habría que decirle a Megumi primero.

—¡Claro! Iré a preguntarle —dijo, sin dudar en su respuesta.

Inari metió una cucharada se helado cubierto de café a su boca, sin despegar ni un segundo la mirada de la pantalla, se encontraba cubierta por una cobija de lana que Megumi le había dejado antes de salir con Itadori a buscar la pizza que comerían para cenar.

Por alguna razón, no había podido ir con ellos, sus ganas de salir se habían reducido en peligrosas cantidades. Le dolía incluso respirar.

Ella había abierto su corazón a alguien y esa persona lo había pisoteado.

Se sentía enfada, triste y perdida a la vez. Conocía esa sensación. La había vivido mil veces anteriormente. Principalmente al estar con su padre. Ya había lloraron antes y no veía el motivo por el cual hacerlo en aquel momento.

¿En que momento había permitido que alguien se metiera tanto en su vida como para destrozarla al marcharse? ¿En que momento su felicidad comenzó a depender del amor de una persona?

¿Por qué fue más duro hablar con él aquel día que terminarle cuando le pilló engañandola?

Esto último se lo atribuía a la adrenalina y la ira que sentía en aquel momento, esas emociones, junto a una dolorosa sensación de traición, fueron las que la protegieron de sentir la inmensa soledad y tristeza que la abrazaban en aquel momento.

Lo más triste de la situación era que ella no podía odiarlo, por más que quisiese, Luka era una persona maravillosa. Solo se consolaba fingiendo odiarlo.

Se mentía al pensar que odiaba que Luka había luchado por ella incluso cuando ella no quería que la relación siguiera, odiaba que no lo hubiera hecho aquel día, odiaba pensar que tal vez —si se lo pedía y se lo ganaba— Lo perdonaría.

Ella nunca esperó que precisamente él la terminaría haciendo sufrir de aquella manera, después de todo, eran la pareja perfecta. Era lo que todos decían y era lo que ellos mismos creía.

Inari no se acostumbraba a la idea de tener que alejarlo por su propio bien, tampoco entendía porque Megumi había comenzando a odiar a Luka, mucho menos entendía porque lo hacia Itadori. La idea de odiar a alguien no le gustaba, no era algo propio de ella, pero se sentía ligeramente obligada a odiarlo para poder superarlo.

Odiaba amarlo, y no podía esperar llegar a un punto de superación en que que Luka no provocara ningún sentimiento en ella, aunque en esos momentos no sabía si aquello sería posible.

Mientras el café derretía el helado, Inari veía la pantalla y movía los controles del mando con destreza, ganando la misión del juego y pasando al siguiente nivel.

No quería sumergirse en un remolino de autodestrucción, no como en su última relación, pero no conseguía hacerse a la idea de intentar avanzar. Era realmente complicado cuando te encontrabas en una relación que realmente valía la pena.

Por lo menos, eso era lo que ella pensaba.

Inari le dio un ultimo sorbo a su café, envolviendose en las cobijas, salió de la habitación de Megumi para poder acostarse en el sillón frente al televisor y colocar la película que podrían para comer aquel delicioso manjar que traían sus dos amigos.

—¿Inari? —preguntó una voz grave.

—Esa soy yo —dijo, con voz algo apagada—. ¿Puedo ayudarlo en algo, señor Toji?

A Toji le sorprendió un poco la apariencia desarreglada de la mejor amiga de su hijo, después de todo, la mayoría de veces portaba una apariencia prolija y arreglada, junto con una voz vivaz que acompañaba a su personalidad.

—¿Sucedió algo? —preguntó Toji—. ¿Donde está el mocoso?

—Fue por la pizza —respondió, evitando la primera pregunta.

—¿Sucedió algo? —volvió a preguntar.

Inari suspiró, dudosa de su decirle o no al padre de su mejor amigo sobre la situación que se había presentado y lo miserable que se sentía.

—Mi novio y yo rompimos —susurró—. No es nada, en una semana estaré bien.

Toji, sin que ella se diera cuenta, gesticuló una media sonrisa al recibir aquella información.

—¿Hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor? —dijo.

Inari lo miró por un momento, pensando, la actitud de Toji era, sin dudas, extraña. Comparado a como trataba a su hijo, a ella la trataba como una reina, lo cual le causaba algo de intriga.

Inari se hizo a un lado y luego palmeó dos veces el asiento a su lado, Toji no tardó en sentarse, acto seguido, ella colocó su cabeza sobre las piernas del padre de su meior amigo.

Toji estaba algo desorientado, pero no tardó mucho en entender las señales que Inari hacia para que le acariciara el cabello.

<< Esto es patético. >>, pensó el mayor, avergonzado por lo que hacía.

—Esta no es la primera vez que me pasa ¿sabe? Megumi es testigo de eso —comenzó a hablar—. Pero si es la primera vez que rompe el corazón alguien que realmente valía la pena.

—¿Los demás no valían la pena? ¿Entonces por qué estabas con ellos?

Inari se detuvo a pesarlo por un momento. Ni siquiera ella lo sabía.

—Es complicado —susurró—...gracias por esto, señor Toji.

—No hay de que —susurró, con una voz grave—, y no me digas señor.

Inari sintió un escalofrío al sentir que aquella escena era realmente familiar.

Cuando Inari estaba por decir algo, el sonido de la puerta hizo que se levantara rápidamente y se alejara lo más posible de Toji:—Ya llegamos —canturreó Itadori.

—¿Trajiste algo para tragar? —preguntó Toji.

—Para nosotros, no para ti —respondió Megumi con fastidio, entrando a la casa.

—¡Inari Kujō! —chilló una voz femenina.

Inari se estremeció, cuando menos se lo esperaba, sintió el peso de su mejor amiga sobre ella.

—Nobara —dijo la rubia, dándole dos palmadas en la espalda a la castaña para que se quitara de encima.

—Cariño, Luka no vale mierda, no te merece. Es un imbecil —comenzó a decir—. Sabía que algo iba a hacer mal, nunca me cayó bien ese idiota, no te dije antes porque parecias muy enamorada. Siempre lo supe.

Nobara hizo que Inari se levantara del sofá, intentando arrastrarla hacia la habitación de Megumi:—Te vas a poner divina, vamos a tomar algo solas porque no necesitamos de hombres para ser felices —dijo, haciendo énfasis en la última parte mientras miraba a Megumi e Itadori.

Los dos muchachos la miraron, el primero frunció el ceño con molestia mientras que el otro la miraba con confusión.

—Nobara, es jueves, no quiero ir a tomar nada —protestó Inari, liberándose del agarre de su mejor amiga y caminando hacia donde Itadori y Megumi comían pizza.

—Entonces iremos mañana, mucho mejor, me da más tiempo para buscar algo lindo para que te pongas, así haremos que Luka tenga ganas de morirse —dijo ella, sonriente—. A demás, desde mañana irás conmigo al gimnasio.

Inari miró a Megumi con un puchero.

—A mi no me mires —dijo, mordiendo su pizza.

—Inari, no permitiré que te eches a morir como la última vez —dijo Nobara—. No puedes pasar toda la vida encerranda, vestida de negro, escuchando música y sin dormir toda la noche.

Inari miró a su mejor amiga con el ceño fruncido.

—No critiques mi estilo de vida, claro que puedo.

Megumi soltó una risita al escuchar aquello.

—No importa, mañana irás conmigo a una fiesta quieras o no —dijo.

Inari suspiró, resignada, observando por el rabillo de ojo como Toji entraba a su habitación.

—Como sea —dijo, haciendo que Nobara chillara de felicidad.

Hello hello.

Espero que este tercer capitulo les haya gustado.

No olviden votar y, sobre todo, comentar.

Gracias por leer ♡






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