Capitulo 10
10 | No fue mi culpa.
"No hay amor más digno de ese nombre que aquel que es incondicional, puro y desinteresado."
Megumi dejó caer las flores al suelo y, mientras las flores caían, las esperanzas de Inari porque su mejor amigo no la viera pasar por aquella situación se fueron.
Quería correr, no quería darle explicaciones.
<< No, no, no. >>, aquella palabra se repitió constantemente en su cabeza.
A medida que Megumi avanzaba hacia ella, Inari daba dos pasos atrás, él tenía el seño fruncido. Intentaba verla más de cerca pero ella no se lo permitía.
Megumi apretó los puños.
—¿Fue tu padre? —la voz gutural y gélida de Megumi la dejó paralizada.
Megumi levantó las manos al ver lo asustada que Inari se encontraba.
—No te tocaré, Inari —dijo—. Solo quiero que me digas si el que te hizo eso fue tu padre o alguien más.
Ella se quedó callada.
—No me molesta que me toques —balbuceó, al borde del llanto—. Tú no..., yo nunca te temería. Pero no quiero que me veas así.
Ella tapó su rostro, avergonzada.
No sabía por qué.
Aquellos golpes no habían sido culpa de suya, ella no había hecho nada para merecerlos, pero aún así se sentía avergonzada.
¿Por qué ella era la avergonzada? ¿Por qué su padre no sentía lo mismo que ella?
Se sintió patética.
—Lo siento —jadeó entre llantos, sus rodillas se debilitaron, Megumi la abrazó para que no cayera al frío suelo—. Lo siento mucho.
—No es tu culpa, Inari, nada de esto es tu culpa —dijo él, sintiendo sus ojos arder.
Megumi sufría cada vez que Inari lo hacía.
No era empatico, pero la amaba tanto que le dolía verla llorar.
—Lo siento —repitió por última vez, aferrándose a Megumi.
—Tú no tienes la culpa de nada, Inari, eres la víctima —él se separó de ella para tomar su rostro entre sus manos, mirando con dolor los golpes en sus pómulos y su ojo ligeramente morado.
Él pensó que ver sus golpes por mucho tiempo la incomodaría, por ende, cerró los ojos y besó sus lágrimas.
—Todo está bien, Inari —dijo él, besando sus mejillas, saboreando las lágrimas saladas, saboreando el dolor de la rubia—. ¿Quieres ir a casa?
Ella asintió, tomando la mano de Megumi mientras sentía como su pecho dolía, era tan doloroso que las lágrimas salían sin parar de sus ojos.
Ambos se subieron al auto y se mantuvieron en silencio hasta llegar a la residencia Fushiguro.
Antes de abrir la puerta de su casa, Megumi escondió a Inari detrás de él.
—¡Felicidades! —exclamaron Nobara e Itadori desde dentro de la casa.
—No vamos a celebrar nada. Váyanse —dijo el pelinegro.
—¿Perdió? —dijo Nobara con preocupación.
—Váyanse —volvió a decir—. Ganó, pero tienen que irse. Ahora.
Itadori y Nobara compartieron miradas y, sin protestar, salieron de la casa sin mirar a Inari. Ambos sabían que algo había sucedido, algo que ella les contaría cuando estuviera lista.
Megumi e Inari entraron a la casa y se quedaron parados frente a la puerta cerrada durante un rato antes de que Inari caminara hacia el sofá.
Ambos se quedaron callados por un momento.
—¿Por qué no dijiste nada? —Megumi rompió el silencio—. Si no confiabas en mi..., no me molesta, lo entiendo. Pero no puedo creer que te quedarás callada.
—¡No! Si confío en ti...
—¿Entonces?
Inari bajó la cabeza.
—Me da vergüenza.
Megumi apretó los ojos ante las lágrimas que amenazaban con salir.
—¿Es la primera vez que él te golpea?
—Si.
Megumi apretó los labios antes de formular su siguiente pregunta.
—¿Es la primera vez que alguien te golpea?
—No.
El azabache se pasó los dedos por el cabello, apretando este, bajando la cabeza.
—¿Por qué no...?
—¡No lo sé! —exclamó, levantándose rápidamente del sofá.
Estaba molesta y no era por la preguntas de Megumi.
Se sentía molesta conmigo misma.
—¡Pensaba que no necesitaba ayuda! —gritó—. Sé que me estaba mintiendo a mi misma y a todos los de mi alrededor, pero no podía evitarlo.
>> La primera vez pasó tan...¡Ahg! Estaba en una fiesta con sus amigos y hablé demasiado con el hombre que tenía a mi lado, Alexandre dijo que lo dejé en ridículo —dijo, llorando con rabia ante los malos recuerdos—. Me reí porque parecía tan..., me reí y se le oscureció la mirada. Eso fue lo último que recordé antes de despertar la mañana siguiente con el ojo hinchado.
Inari limpiaba sus lágrimas con rabia mientras Megumi la escuchaba:—Pensé que sería la única vez, pero fue astuto después de eso, se aseguró de que nadie viera los moretones o las señales de que me lastimaba —siguió.
>> Se disculpaba y decía que era mi culpa, todo a la vez, y era muy conveniente. Me dijo que me equivocaba tantas veces que lo creí, me dijo que estaba loca tantas veces que lo creí —suspiró antes de seguir hablando—. La última vez, me despertó con una patada en la espalda porque revisó mi teléfono y vio un nombre que no conocía en el. Me pateó tan fuerte que me rompió las costillas y casi me revienta el pulmón.
Inari se abrazó a sí misma, llorando tan descontroladamente que casi se queda sin aire.
—Creí que la culpa era mía, me sentía tan avergonzada que no podía hablar, me había quitado mi voz. Me había robado mi identidad —dijo entre sollozos, intentando controlar su respiración.
Megumi, quien intentaba ayudarla a respirar, no pudo contener sus lágrimas.
—Lo siento, Inari, lo siento mucho —sollozó él, abrazándola.
Él podía sentir el corazón de Inari latir con fuerza. Ella dejó salir un grito para luego sollozar en los brazos de su mejor amigo.
—¡Me duele! Me duele mucho, es difícil, yo no merezco esto —sollozó—. No hice nada malo. No fue mi culpa.
Megumi apretó su agarre sobre Inari mientras ella seguía repitiendo las palabras "No fue mi culpa".
—¿Por qué me hicieron esto? —sollozó, bajando la voz—. ¿Por qué? Yo hice tanto para complacerlos, les di todo, di tanto de mi y no fue suficiente.
Megumi no sabía que decir, solo la abrazó y besó sus lágrimas, la escuchó hasta que se calmó. La sostuvo hasta que ella se quedó dormida entre sus brazos después de tanto llorar.
Inari abrió ojos, estirando su cuerpo para luego fijar mi vista en una esquina de mi habitación. Su mente estaba en blanco y ella quería que se mantuviera así.
<< Quisiera estar en la nada. >>, pensó.
Para Inari, estar en la nada era como flotar en una piscina, sin pensar, sin sentir. Simplemente florar.
Estar en la nada también podía ser como recostarse en el pasto durante una noche de lluvia, simplemente dejando que las gotas caigan en tu rostro mientras mantienes los ojos cerrados. Ella recordaba con felicidad como Luka la llevó a hacer aquello durante una de sus citas. Se sintió bien.
Después de un rato de pensar, desvió su vista hacia otro lado, encontrándome con un hermoso par de ojos color zafiro.
Se miraron por un rato, segundos, aunque para ellos parecieron ser horas. Estaba preocupado, ella lo notaba, Megumi era como un libro abierto que solo ella podía leer.
—Traje comida —susurró, mostrando dos envases de fideos instantaneos y dos cajas con hamburguesas, papas fritas y refresco—. No estaba seguro de cual querrías así que traje ambos.
La rubia sonrió mientras él abría las cajas con hamburguesas, poco a poco pudo olvidar lo que había sucedido en la mañana.
Inari sonrió, colocandose de nuevo la capucha de la sudadera que le había prestado Megumi, metiendo una papa a su boca.
Inari encendió el televisor de la habitación de Megumi. Quería ver Caricaturas. Las noticias eran muy deprimentes y el drama de las novelas solo me hacía querer suicidarse.
Ella se puso sus lentes para pantallas y comenzó comiendo los fideos. Planeaba comer ambas cosas.
—La próxima semana habrá examen —dijo Megumi, en un claro intento para saber como se encontraba ella.
Por su parte, Inari asintió.
—Te va muy bien con las tareas, eres la única que saca calificaciones perfectas —declaró el azabache, mirandola.
—Evidentemente lo soy, soy buena en todo a lo que le pongo esfuerzo —respondió, en un intento de parecer animada.
Inari volvió a desviar su mirara hacia las caricaturas y siguió comiendo.
Ella no era el tipo de persona que sabía manejar el dolor correctamente y usaba aquellas situaciones para no cometer aquellos mismos errores.
Ella se sumía en el dolor, lloraba por las noches, escuchaba música deprimente —para sentirse aún más miserable—, comía más comida chatarra de la habitual, no dormía y solía usar siempre ropa negra.
Reflejaba sus sentimientos en sí misma y en lo que le rodeaba.
Se bañaba cada tantos días, su habitación se desordenaba y descuidaba sus deberes.
Afortunadamente, gracias a que su tristeza de aquel instante se debía a recuerdos del pasado y una amarga situación con su padre, esta vez no pasó por aquellas situaciones. Ella le atribuía y eso a Megumi.
Claro, el sufrimiento no se detenía.
Había sido un largo tiempo el que había estado ocultando su situación, después de todo ella había estado en aquella relación dos meses antes de comenzar su relación con Luka.
Un dato que le había omitido a Megumi era que Luka había sido el mejor amigo de Alexandre, siendo también la misma persona que la llevó al hospital cuando él le había roto las costillas y, según tenía entendido. Luka era la persona que se había encargado de devolverle los golpes a Alexandre.
Lo último que supo de este último fue que había quedado internado en el hospital.
Él había sido la única persona que sabía su situación, aunque se había enterado un poco tarde, la ayudó a salir de esa relación.
"¿Por qué no me habías dicho que mi mejor amigo era un maltratador." Aquellas palabras que le dijo se habían quedado en su mente. "Joder, Inari, lo siento. Si tan solo lo hubiera sabido antes..."
Ella estaba muy agradecida con él.
Por eso lo seguía amando, de cierta manera, ella creía que el sentimiento jamás se desvanecería por completo. Pero ambos debían seguir y avanzar.
Aunque era casi imposible, Luka era demasiado perfecto —a sus ojos—, y le eta imposible odiarlo u olvidarlo.
Pero, precisamente por el amor que le tenía, intentaría hacerlo.
Inari sonrió ante esos pensamientos y Megumi, quien no sabía que pasaba por su cabeza, le alegró verla sonreír.
—Te doy diez yenes por tus pensamientos —dijo él.
Inari se llevó la mano al pecho, intentando parecer ofendida.
—Me ofende, señor, mis pensamientos valen, mínimo, quinientos yenes.
Ambos soltaron una risita.
Espero hayan disfrutado el capítulo ♡
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Gracias por leer.
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