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Después de una larga misión, Madeleine regresa a casa, está muy agotado. Prácticamente llega al sofá de este. Espresso paso por ahí, pudiendo oler el aroma a quemado, mira al dueño del olor y solo le reprocha.

— Ve y date una ducha, apestas.

— Perdón, estuve combatiendo contra un dragón.

El caballero se disculpa, sin levantar su cuerpo de aquel sofá que lo hace sentir tan cómodo.

— Entiendo, pero aún así, ve y date una ducha, mañana se termina el día de estar contigo, ya que mañana se abrirá el instituto de magia.

— ¿Ya tan rápido?

— Ha pasado un mes. Y eso fue porque hubo contratiempos.

— Si, contratiempos... Bueno, está bien, iré a darme una ducha.

Espresso solo afirma, viendo cómo a duras penas el caballero sube las escaleras y es que el caballero venía muy cansando, con deseos de tumbarse a la cama y dedicarse a dormir.

Espresso espero a que el caballero se duchara, le ayudaría a curar los leves rasguños, sabía que ese paladín no era de resultar muy herido, pero era una pequeña muestra de su afecto.

Subió hasta la habitación, con un botiquín y algunas gelatinas comestibles, para que el joven guerrero pudiera disfrutar de estas mientras era curado. Cuando llegó miro a Madeleine ya fuera del baño, usando un pantalón de pijama.

— ¿Vienes a curarme?

— Si.

— ¡Genial! Eres como mi Healing.

— Sabes que soy un mago, pero se cómo curar a personas sin magia, no como lo hace Pure Vanilla o Herb.

— Entiendo, entiendo, eso es lindo de tu parte.

— Toma, come, has venido hambriento y lo más seguro es de que vengas cansando.

Madeleine toma la gelatina, sonríe con inocencia, solo para sentir como el moreno hace su trabajo, a principio sentía ardor, pero aquello se desvanece.

— Me gusta que hagas esto, realmente eres como...

Guardo silencio. No quería incomodar a Espresso, por ende solo se dedicó a comer, hasta que el profesor hablo.

— ¿Ser, como?

— ¡¿Eh?! Bueno... Tu sabes... Un buena... Esposa...

Aquello último logro susurrar. Madeleine era un mar de secretos ante los ojos de Espresso, lo único que el profesor sabía es de que Madeleine venía de la ciudad República, que su familia era noble y que simplemente hacia su deber.

— ¿Esposa? Soy hombre, aparte no sería de tu gusto.

Espresso no parecía molesto, ni contento, estaba neutral, respondiendo ante aquello, como si le estuviera siguiendo el juego.

— Aparte, no sería adecuado, tu familia pensara que solo busco estatus.

— Realmente mi familia le importa poco el estatus. Tu serías perfectos, me haces feliz.

Madeleine se giro, dejando la gomitas sobre la cama, ya que las había tirado de su plato, mientras tomaba las manos del profesor. El moreno miro la cara del caballero de la luz, demostraba un aura de inocencia, cosa que Espresso comprendió.

— En mis tierras, existen las parejas destinas Madeleine, es imposible que yo pueda quererte si eso piensas.

— ¿Cómo hacen eso? Sería capaz de ser tu pareja destinada.

Espresso solo guardo silencio, realmente eso fue algo repentino y de manera tranquila respondió.

— Es una pequeña marca de nacimiento.

Espresso se puso de pie, enfrente de Madeleine, se giro y se hinco, demotrando su pequeña marca en la nuca. Madeleine miro atento, su mano llegó hasta esa sonar, su pulgar roso con sumo cuidado. Un deseo enorme surgió sobre el caballero, en cambio el profesor sintió el toque algo imprevisto.

— Es lindo.

La marca tenía la misma forma que los conjuros de aquel profesor, sin embargo no se negó en lo más mínimo, el no tenía una marca, a menos que el no estuviera enterado, se sintió miserable, aún así, se acercó hasta él, pasando sus manos sobre el cuerpo del profesor.

— Made-Madeleine... ¿Qu- Que haces?

Supiro, al sentir como esas manos entraban entre su ropa, mientras se hincaba detrás de Espresso, de como su boca daba pequeños suspiros en la nuca de este. La mirada de Madeleine se hizo sería, deseosa por ese cuerpo, de manera suave y sutil, tocó los pequeños pezones del profesor, pudiendo escuchar los suaves jadeas, y leves réplicas de este, parecía que el paladín disfruta porque no paro de hacerlo, mientras su respiración seguía en la nuca de este, beso aquella marca y de como alejaba la camisa de botones oscura del cuerpo del profesor.

— Espero no le moleste a tu destinado que he tocado algo tan preciado.

Susurró, a decir verdad, Madeleine estaba celoso, celoso de esa pareja destinada, tendría a la mejor persona del mundo.

— ¿Uugh? Madeleine~ no jue- jueges....

Espresso estaba molesto, pero debido al momento era imposible saber si era cierto o no. Madeleine siguió disfrutando, bajando su mano por el abdomen de este dejando que su otra mano siguiera jugando con el pezon. La mano tocó el botón de los pantalones, bajo sobre este, tocando la intimidad de su profesor.

— ¿Una pequeña situación no sera inoportuno?

Los suspiros de Espresso comenzaban a ser más notorios y eso parecía gustarle al rubio. Espresso estaba perdiendo los estribos, los toques y roces eran demasiado, era como si su cuerpo reaccionarán de manera positiva, se recargo está vez sobre el pecho del caballero, pudiendo ver cómo su intimidad comenzaba a despertar, mientras esa mano no paraba de tocarlo sobre su ropa.

— Made-Madeleine... ~

Lo llamo, lo miro desde su postura, miro esos ojos, esos lindos zafiros que parecían firme en la decisión que estaba haciendo, de como parecía brillar por el momento.

— ¿Si mi amado profesor?~

Pregunto de manera suave, dejando de frotar su mano en el cuerpo de este para atraer los labios a su boca y besar a su amado. Realmente le estaba gustando y aunque se acabará el tiempo de estar juntos, ese momento lo usuaria para eso. Después de todo, dejaría claro que el profesor solo era suyo, tuviera o no un destinado.

Espresso se sentía tan raro, se acordó de todo, una vez Eclair le contó cómo suele ser la protagonista en un momento erótico y no solo eso, sino también en hombres, siendo sumisos ante los ojos del dominante, realmente se avergonzo demasiado. Su respiración pesada y su cuerpo que seguio temblando todo por el momento que estaba pasando.

— Te acostare en la cama, el suelo no es digno de un cuerpo tan lindo y delicado como el tuyo profesor.

La sonrisa de Madeleine fue de inocencia, cargo a su amado, lo acomodo con cautela en aquella cama, alejoas gomitas estorbosas y se dedicó a quitar esa ropa estorbosa de su amado, dejando ver su cuerpo, era delgado, los huesos eran algo notorio, no tenía anchas caderas, pero era realmente tentador. A menos eso era para Madeleine, quien de manera suave tocó la mejilla de este pudiendo alejar un poco los anteojos, que ya estaban desacomodados.

— Esto... No está bien...

— Lo sé, pero no puedo perder este momento, eres alguien importante para mí, no se porque, pero, mataré a todo aquel que te alejen de mi.

Susurró, besando suavemente los labios del profesor, bajando lentamente por el cuello de éste, mientras sus manos seguían acariciando la parte superior, sin tocar la zona íntima que aún seguía protegida por los pantalones de su profesor. Apretó los pezones de su amado, los dejo por momentos solo para besarlos, morder levemente y seguir lamiendo con amor. Mientras su cabello caía sobre el cuerpo de Espresso, haciéndole sentir cosillas placenteras.

— Ne- Necesito más~  Mmm~

Aquello sorprendió al caballero, sonrió, no le negaría el momento, así que quitó los pantalones bajando lo suficiente, alejando la estorbosa ropa íntima de este y finalmente dejando libre el sexo de su amado, quien mientras besa los labios del profesor, coloca su pulgar contra la punta, haciendo que este solo diera un gemido suave quien fácilmente oculto

— No te contengas. Solo somos nosotros dos.

De nuevo esas caricias se hacía, Espresso las sentía mejor, increíbles, para su primera vez, estaba avergonzado, pero realmente el deseo que estaba naciendo era más grande, su rubor y la sensación en su estómago fue incrementando con cada acción en esa zona "delicada".

Madeleine disfrutaba, miraba los gestos y los suaves gemidos de su amado, su mano subía y bajaba en el miembro del profesor, alguna veces tocaba la punta y la apretaba como si estuviera jugando con ella haciendo que el profesor diera un gemido más alto. Lo estaba disfrutando, lo estaba complaciendo, los besos no se hicieron de esperar, continuando con aquellos deseos de tenerlo consigo, tomo asiento en la cama atrayendo el cuerpo desnudo de su profesor, sus manos apretaron el trasero, mientras el moreno estaba arrodillado, sostenía sus manos en los hombros del rubio.

— Hehe~

— No es gra- cio- cio- so

— ¿Por qué no? Te ves bien estando así, mira esta linda carita~

Madeleine acaricio la mejilla del profesor, se acercó a darle un beso, para ese momento Espresso había caído en el deseo del momento, se estremeció cuando sintió como los dedos de Madeleine entraron a su entrega, jugando con su trasero con cada segundo.

— Uugh~ mmm~

Las manos de Espresso apretaban los hombros de Madeleine, realmente se sentía bien, el caballero de la luz parecía divertirse.

— ¿Te gusta?

La pregunta avergonzo demasiado a Espresso, aunque al caballero le importo poco siguió disfrutando de aquello. Era increíble.

Los labios del rubio siguieron mordiendo, besando el beso del moreno, mientras sus dedos hacían un trabajo en el trasero de este, Madeleine podía escuchar los gemidos de su amado, le gustaba lo que estaba haciendo, no iba a mentir, le estaba dando excitación, ese cuerpo delgado y lindo daba de que hablar.

_

Sus dedos recorrieron una vez más el cuerpo de Espresso, una vez más cuando lo recostó sobre la cama, el se acercó lo suficiente, le sonrió suave.

— Realmente eres así de lasivo...

— ¡Ca-Callate!

Hablo irritado.

— Ni siquiera he entrado y la te has corrido, esto es seña de que es tu primera ver. ¿Cierto?

Espresso no respondió y es que nuestro profesor le había mencionado que ya no era un hombre virgen, eso a principio molesto a Madeleine, pero ahora se sentía todo lo contrario, bajo un poco sus pantalones, dispuesto a darle un poco más de lo que tanto pueda querer.

Abrió las piernas de Espresso, este quedó realmente confundido, pero al notar lo que haría ese caballero, sintió un poco de terror.

— Made-Madeleine...

Lo llamo, estaba por detenerlo no quería que hiciera eso, sentía que le dolería demasiado. El caballero se acercó, beso los labios de su profesor y le susurró con amor.

— Lo haré lento. No te haré daño a menos que tú no quieras. Hehe~

Dicho y hecho, Madeleine se alejo, y de manera suave y relajada, colocó su miembro en la entrada trasera de su profesor. Lo había preparado para esto, pero debía ser cordial, suave con su amado, entraba poco a poco, mientras los leves gritos de su profesor eran notorios, le daba pequeños besos, los susurros eran notorios, pidiendo que se calmara que pronto el dolor pasaria.

Cuando finalmente entro, se sintió bien, apretado y placentero, nunca creyó que su amado fuera así de estrecho. No sé movió, se dedicó a besarlo, para ese momento, Espresso parecía una chica, los gemidos eran demasiado suaves, su cuerpo era pequeño y a pesar de ser un hombre parecía ser más de una mujer, era evidente que no tenía caderas pero no iba a mentir, era perfecto.

Una vez que Espresso respondió a un beso, fue una seña para que se moviera y de manera suave y lente comenzó a moverse, eran suaves y simples, sin mucha fuerza, sujetaba las caderas del profesor, mientras seguía con las embestidas, que cada vez se hacían más fuerte.

Madeleine podía mirar el rostro de Espresso, esos gestos y esas lágrimas de palcer que salían, eran claro que estaba haciendo bien si trabajo, no fue hasta el momento fue haciéndose rudo, y los besos fueron transformados a pequeñas marcas y mordeduras, la espalda del caballero era un lindo que las uñas de cierto profesor dejaron marca. El momento entre ellos era demasiado íntimo. Madeleine mordía la pierna de su amado, a menos la que queda a su costado de su hombro, mientras las embestidas no paraban.

Los gemidos eran notorio, el lugar estaba vacío, solo ellos estaban en esa pequeña cada, disfrutando de ese hermoso y tentador momento.

Sin avisar y decir nada, Espresso termino por correrse. Manchando parte de su abdomen, mientras el rubio miraba aquello con diversión, se acercó a este y beso con dulzura los labios, mientras el seguía moviendose con rapidez y brusquedad.

Los duros movimientos de Madeleine concluyen, una vez que terminan corriendose dentro de Espresso, no sale de él hasta tiempo después, quien sin separarse de los labios de su amado le sigue besando con amor y deseo.

_

La mañana finalemente llegó, Espresso despertó, estaba demasiado cansando, su cuerpo le dolía rotundamente. Estaba seguro que estaría sucio a sudor y esas sustancias de su cuerpo. Abrió sus ojos al acordarse que día era ese. Se levantó y antes de que pudiera salir de la cama una mano lo detuvo.

— No irás a ningún lado.

— ¿De qué hablas? Hoy el es día. Tenemos que estar ahí presentes.

— Descuida, hablé con los directivos. No es necesario que tú estes presentes, necesitas descansar primero, no te preocupes, estás limpio, se que no te gusta estar sucio. Te di un baño y te limpie, las sábanas están limpias.

Espresso se ruborizo enormemente.

— Te ves lindo.

Beso la mejilla del profesor y se puso de pie.

— Iré por tu desayuno, no intentes nada.

Madeleine se encontraba vestido de manera casual, camisa de mangas largas blanca, posiblemente de botones, un chaleco sin mangas color azul y en el cuello de éste un gran gema zafiro era notoria, pantalones oscuros y unas botas color café claro. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, el paladín le dedicó una sonrisa y después salió para buscarle algo de comer.

Para cuando regreso traía una buen desayuno, café, donas y un omelette, todo para su querido profesor. El profesor se levantó algo complicado el dolor en sus caderas era notoria, la comida estaba sobre la mesa de noche, en lo que Madeleine le ayudaba a su querido a tomar asiento.

— Prometo no hacerlo tan duro.

— ¿Quien dice que lo volveremos a hacer?

— Bueno...

Intento buscar una palabra, pero realmente no encontró una que le diera a responder, por ende solo guardo silencio, esto fue notorio por Espresso, quien tomando de aquellos pliegues en dónde estaba esa gema zafiro, lo jalo hasta él.

— Olvídate también de dejarme con las ganas.

Lo soltó, estaba ruborizado y de manera tranquila se acomodo, la almohada le daba soporte en su espalda, mientras el moreno tomaba el café, admitia que el café sabía espantoso, no era como él los hacía, sin embargo, había notado el gran esfuerzo de su caballero, incluso se dejó alimentar por él.

Ambos estuvieron conviviendo, en la semana el profesor iba a dar clases en la escuela, que a decir verdad estaba más tranquilo y no era un amargado como muchos estudiantes decían, incluso Eclair noto el cambio.

Durante las noches trabajaba ya sea con sus experimentos o con algo nuevo, en este caso, los encuentros íntimos que tenía con el caballero, que después de convivir un mes con el, había logrado conocer a este individuo, y de manera sutil, su corazón, finalmente acepto el amor que juraba ocultar y destruir por él.

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