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Te bailo, muevo mi cuerpo al ritmo de la música lenta y tu mirada en mi me dice cuanto me deseas.

¡Oh!, ellas me envidian.
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La suave música resuena por toda la habitación, donde el Sultán se encuentra sentado, con el Guardia de sus aposentos a su lado de pié, mientras una criada le ofrece vino.

Su mirada se dirige a la puerta cuando está se abre, siendo su amado quien entra primero, con un vestido que lo hace ver hermoso.

El rojo contrasta tan bien en esa piel pálida.

Pronto, JiMin camina al frente y las cuatro concubinas toman lugar detrás de la Sultana.

La música resuena un poco más fuerte y su entretenimiento da comienzo con JiMin de lado mostrando con descaro su muslo descubierto.

El levantar de sus brazos a un lado y sobre su cabeza, ese pronunciado movimiento de cadera lo tenía mal.

El sultán tenía la mirada fija en su esposa y lo podía ver.

El como ese movimiento de cadera tenía al Sultán como embrujado.

JiMin lo sabía y no podía estar más orgulloso de si mismo.

El saber que el Gran Sultan del mundo tenía sus ojos puesto en él y no en las otras concubinas que con esfuerzo trataban de seguir los movimientos de la Sultana.

Incluso, el pasha tenía sus ojos puestos en esos muslos que se mostraban con cada movimiento.

Levanta un brazo a la altura de su cabeza mientras el otro se posa en su cadera, su pierna se eleva con suavidad en dirección al Sultán y ahora es el movimiento de sus pechos lo que llama la atención de los que estan presentes en esos aposentos.

Y es cuando una de las concubinas, de nombre Këren camina moviendo sus caderas y se postra a los pies del sultán, su brazo elevándose a la altura de su pecho y subiendo su vestido para mostrar su muslo descubierto.

La mirada de Këren se dirige al Sultán, notando como este no le regalaba siquiera una mínima de atención, pues su Majestad no podía apartar sus ojos de la Sultana.

"Esta embrujado" es lo que pensó.

Y el baile termina con JiMin en medio de las concubinas, quienes se dejaron caer con su mirada a los pies del Sultán, a espera del pañuelo morado.

No sabía que él Sultán no tenía consigo dicho pañuelo.

—Todos, fuera...— es la voz de su Majestad que resuena ante el silencio, sin siquiera apartar la mirada de JiMin.

—Majestad, ¿Desea que una de las concubinas se preparé?....— pregunta el pasha, el encargado de cuidar quien entre o sale de los aposentos del Sultán.

—Fuera...— es lo que dice y enseguida, todos salen de la habitación, quedando JiMin y el Sultán.

—¿Desea que también me marche? ...— pregunta JiMin, acercándose a su esposo.

—No, quédate.

JiMin sabia que después del entrenamiento su Sultán no lo dejaría salir de sus aposentos, y él estaba preparando.

Listo para entregarse a su esposo y Sultán.

—Tu baile es muy bello...— dice cuando por fin lo tiene en sus brazos —No podía apartar mis ojos de tí... — confiesa, aunque no era un secreto como tal.

—Como debería de ser Sultán, sus ojos siempre estarán fijos en su esposo...














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-Park.

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