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ii • madame bovary


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CAPÍTULO DOS
Madame Bovary
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𝓔l atardecer había caído recientemente en el tranquilo pueblo de Forks, obligándome a encender algunas luces en la pequeña, pero sin duda acogedora, librería en la que, si se podía decir de alguna forma, trabajaba. Este pequeño local localizado en el tan conocido Port Ángeles pertenece a mi abuela, quien antes había pertenecido a su madre. Bonnie hace ya casi un año había dejado de trabajar aquí, mas que nada por el tema del viaje y por sus débiles rodillas, aunque debes en cuando pasaba a tomar algo. ​

De todas formas, amaba con todo mi corazón este pequeño lugar.​

Internarme entre las miles de estanterías de madera, la música antigua que sonaba en el tocadiscos de la esquina, las palabras del libro de turno y el olor de la vela aromática de menta y chocolate, me hacían sentirme viva sin necesidad de la adrenalina. ​

En ocasiones, un buen libro podía generarme el mismo vértigo y emoción que tirarme desde un avión en paracaídas. ​​

Me encontraba sentada en la silla detrás del pequeño escritorio de madera, el cual poseía una modesta computadora junto a la caja registradora, e inmersa en mi clásico favorito en todo el universo, cuando escuche sonar la campañilla que se encontraba encima de la puerta de entrada.​

El indicativo de que un nuevo cliente había pasado a mi segundo hogar me hizo levantar la cabeza con una amable sonrisa automática.​

A esta le siguió una mueca de sorpresa casi al instante. ​

Por todos los ángeles ¿Acaso estos han decidido visitar la tierra? pensé.​

Delante de mi se encontraban los dos adolescentes mas bellos que me había cruzado en mi vida, y si bien es verdad que mi lista no era tan larga, podía apostar que ellos sin duda superaban con creces a cualquiera. La chica era de contextura pequeña y fina como una bailarina de ballet, su rostro delicado, sus labios delgados y grandes ojos dorados le daban la apariencia como si fuera una hada del bosque, esas que mi abuela me contaba al dormir, simplemente hermosa.​

El chico, con su porte recto y tenso como en la vieja época, su cabello rubio brillante por debajo de la barbilla, su mandíbula afilada, su gran altura y cuerpo sin grasa pero musculoso y estilizado me daba la sensación de que estaba sacado de alguna clase de pintura renacentista o barroca. Por dios, si pudiera teñirse el cabello de rojo podría hacerse pasar por el ángel caído de Alexander Cabanel, su expresión de sufrimiento se adecuaba demasiado a esa obra.​

Se me fue cada gota de aire en mi cuerpo al cruzar nuestras miradas por primera vez, su mirada dorada como la luz del sol me quemo como si realmente tuvieran el poder de esa estrella. Note, con una claridad que me sorprendió, como su expresión de sufrimiento, pasaba por mi anatomía. La sensación que note en su rostro me abrumo. ​

Sufrimiento, tensión, confusión y finalmente, anhelo.

— ¡Que alegría encontrarte al fin, Aurora! Ha pasado tanto tiempo —gritó de forma leve la chica, mientras se acercaba a mi dando pequeños saltitos llenos de gracia.

Esa oración me saco de mi ensueño, la mire confundida ¿Quién es esta chica y como sabe mi nombre?  Mi instinto, que hasta ahora no sabía que había apagado, me gritaba con fuerza que huyera, que me alejara de ellos tan rápido como mis piernas pudieran. Casi me estremecí en mi lugar.

— Perdóname, llegamos hoy en la mañana al pueblo de Forks, estaba buscando un lugar en el que vendieran libros antiguos y me recomendaron venir hasta aquí —me sorprendió su rapidez al hablar—. Me costo trabajo encontrarte. —concluyó aun saltando sobre sus pies y mirándome emocionada.

Que ternura, pensé. ​

Obligando a mi cuerpo a que perteneciera donde me encontraba, le sonreí transmitiéndole toda la calidez que albergada. Tenia mucho sentido lo que decía, era muy amigable y nueva en el pueblo, tenía y quería darle una buena impresión.

— Te entiendo, Port Ángeles puede ser un laberinto incluso para lo que vivimos aquí —ella solo rio con una emoción la cual me era desconocida su causa—. Bueno, bienvenidos a Forks...​

— Alice Cullen —me comunicó al darse cuenta de que no sabía su nombre, durante una fracción de segundo me pareció ver una pisca de tristeza en su mirada pero fue remplaza al ver a acompañante detrás de ella—. El es mi hermano, Jasper Hale. ​

Lo mire los pocos segundos que tardo en inclinar su cabeza a modo de saludo, nunca había apartado su mirada de mi y yo no quería quedarme atrapada en la suya. Ahora entendía porque el extraño parecido en sus ojos.

Rápido, mire a Alice. ​

— Estoy encantada de conocerlos. Espero que les guste la lluvia y el bosque, es lo que más abunda en Forks. Además de la gente curiosa, claro —bromeé nerviosa mientras me levantaba del asiento, marcando la página que leía aun si no era necesario—. En fin, ¿Cuál es el libro que buscabas?​

Ella pareció pensárselo unos segundos, como si momentáneamente se hubiera olvidado de esa cuestión. Luego, de la nada misma, sonrió con picardía.

— No te preocupes, yo puedo buscarlo. Además, quizás encuentre algo más de mi interés.

Antes de alejarse con un balance que provocaría envidia en cualquier bailarina, vi como esta miraba a su hermano con una sonrisa a la vez que este la fulminaba. No sabia porque Alice no se había desmayado del miedo en ese momento, yo sin duda lo hubiese hecho. ​

Me senté de nueva cuenta, un poco confundida por la actitud de los hermanos. El ruido, causado por la silla de madera acercándose al escritorio, hizo que su mirada volviera a mi anatomía con curiosidad. Con algo de duda, volví a agarrar el libro por donde lo había dejado, sin embargo, no lo empecé a leer de nuevo. Me parecía un acto un poco irrespetuoso. ​

Carraspeé nerviosa. ​

— Y cuéntame, ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Qué te parece el pequeño pueblo hasta ahora? Aunque calculo que no pudieron de ver mucho ¿Ya habían estado antes? —pregunte en un balbuceo, me sentía completamente estúpida—. Lo siento, no respondas si no quieres. Te dije que la gente del pueblo era curiosa, me incluyo en eso. ​

Mi pequeño delirio producto de mi gran defecto, hablar cuando me siento nerviosa, debió causarle gracia según lo que interprete en su mirada.

Aunque su sonrisa no hizo acto de presencia. ​

— El viaje estuvo bien. —pareció casi como si se obligara a soltar esas palabras, de todas formas, me pareció gratamente que respondiera. El tono ronco de su voz, como si fuera la primera vez que hablaba en mucho tiempo, hizo que mis rodillas temblaran. Agradecía tanto estar sentada—. El pueblo, ahora, me parece... interesante.

Ladeo un poco la cabeza, causándome una clase rara de ternura. Aun me seguía analizando con la mirada. ​

— Particularmente nunca había estado en el pueblo antes de hoy, aunque algunos de mi familia si —contesto mi última pregunta segundos después—. ¿Qué hay de ti?​

Su genuina curiosidad hacia mi persona me dejo asombrada. En algún lado al fondo de la tienda me dio la sensación de que Alice estaba saltando, en su mismo eje al parecer, o esa sensación me daba el casi imperceptible ruido que producía gracias al viejo suelo de madera. ​

— Nací una extrañamente linda tarde de octubre y viví toda mi vida aquí. Apenas si llegue a salir ligeramente de Seattle —conteste encogiéndome de hombros, pareció que la sonrisa tiro por un microsegundo de sus labios—. Calculo que aquí moriré también.​

Mi pequeña broma, cotidiana entre los pueblerinos, causo que su cuerpo se tensara por completo. Oh genial, pensé. Quizás la muerte le causa impresión.

— ¿Y te gusta el clima? —pareció que soltó lo primero que se le ocurrió, como si quiera pasar rápidamente de tema. Mi ligera sonrisa lo sorprendió. No podía creer que me estuviera preguntando por el clima.​

— Me encanta el frio. Y la lluvia me causa una paz que a veces hasta me parece irreal. Asi que sí, me gusta mucho el clima de Forks —otra vez, mi pequeño delirio pareció fascinarle. ​

Parecía a punto de decir algo más cuando Alice volvió a aparecer, esta tenia la apariencia de un pequeño cachorro, casi hasta diría que temblaba de felicidad. ​

— ¡Lo encontré! —exclamó mientras me lo entregaba. Madame Bovary de Gustave Flaubert se encontraba entre mis manos. Su estructura, sin duda vieja pero cuidada, se sentía fría. ​

— "¿Cómo querías que viviera sin ti? La felicidad crea habito y luego ya no se puede vivir sin ella." —recite de forma inconsciente, me encantaba este libro. Alice me miro orgullosa y a la vez, como si estuviera a la espera de algo—. Gran elección.

Me di la vuelta a la espera de registrar la venta o devolución del libro que me figuraba en un listado prolijamente ordenado.​

— "La audacia de su deseo protesto contra el servilismo de su conducta, y por una especie de hipocresía ingenua, acabo por considerar que aquella prohibición de verla era como un derecho que él se concedía para amarla." —La ronca voz de Jasper Hale pareció retumbar en la habitación, aunque no estaba segura, solo sabía que si lo hizo en el fondo de mi corazón. Este parecía retorcerse sin darle pena arruinarme en el proceso. ​

Al girarme, su rostro permanencia serio. ​

Y su hermana tenía la apariencia de que estaba punto de desmayarse.​

— Que buena memoria —reí un poco impresionada—. Y ese sin duda un hermoso fragmento. —pude balbucear nerviosa al sentir su mirada quemándome. Emprolijando sin necesidad mi sweater de lana beige, me dirigí esta vez a Alice—. ¿Deseas llevártelo o alquilarlo? La segunda opción es más conveniente si me preguntas, por el tema de que varia el precio, además pondrías el tiempo de préstamo.

— La segunda opción será, entonces. —dijo con su voz cantarina—. Doce días me parece bien. —me interrumpió antes de que le preguntara. ​

Le sonreí divertida, esta chica sin duda era muy rara, pero me caía muy bien. Tal vez podríamos hacernos amigas. Me dio el dinero justo y en efectivo en cuanto le informe cuánto costaría la garantía por llevárselo.​

— Muchas gracias, Aurora, por todo. Supongo que nos cruzaremos en el instituto ¿Cierto? —preguntó con una sonrisa mientras se volvía a enganchar del brazo de su hermano. ​

— Claro, cualquier duda que tengan no duden en buscarme. Y puedes llamarme Rory, ya estamos en confianza. —bromeé y coloque mi fleco detrás de mi oreja al ver que comenzaba a tapar mi visión. ​

— ¡De acuerdo! ¡Dios, ya quiero que conozcas al resto de mis hermanos! —salto un gritito de emoción—. Presiento que todos seremos muy grandes amigos, Rory. ​

— Presiento lo mismo.

No sabia porque, pero realmente sentía que los hermanos iban a cambiar un poco mi monótona vida. Anhelaba realmente no estar equivocándome.

Con Finn había tenido la misma sensación y no me había equivocado. ​

Como un latigazo, mi mente revivió la conversación que había tenido con él esta mañana, en donde advertía de la llegada de los mismos que ahora se encontraban frente a mi.

Ahora entendía a que se refería cuando dijo que eran raros.

— Tienes con que regresar a casa, ¿Verdad?

La voz de Jasper me saco de mis recuerdos.

Bueno, al menos eran unos raros lindos.

— Si, no te preocupes —sonrojada vi momentáneamente la hora en el reloj que colgaba de la pared ¿En que momento se me había pasado toda la tarde?—. Mi amigo no tarda mucho en venir por mi. ​

Solo pude verlo asentir con duda mientras era arrastrado por su hermana hacia la salida. Esa escena produjo una sonrisa en mis labios. ​

— Buenas noches, Aurora. ​

Mi nombre en sus labios me causo un escalofrío que me acompaño junto al silencio casi ensordecedor de la tienda. No había notado cuando la música había dejo de sonar.








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