El erizo azabache maldecía un millón de veces el hecho de haber aceptado ser el niñero de la hija de una amiga de su madre.

—Si no hubiera abierto la boca no estaría metido aquí —refunfuñó mientras se mantenía de brazos cruzados en el sillón de la sala.

Suspiró al escuchar unos pasos bajar presurosos de las escaleras, la pequeña batería había llegado.

—¡Hola señor Shadow! —se acercó a saludarlo mientras le daba un abrazo.

Shadow no odiaba a los niños, pero para él, era mejor si mantenía cierta distancia.

Únicamente aceptó cuidar a la pequeña coneja porque le iban a dar una cantidad considerable semanalmente, después de todo, estaba renunciado a sus tardes en soledad para pasarlas con una coneja extrovertida e hiperactiva.

—Hola Crema.

—¿Iremos al refugio de animales? Mi mami dejo dinero en el cajón que esta al lado del frutero, recuerde que debemos ir a comprar mi Chao —empezó a saltar en el sillón una vez que se subió al mismo sillón.

—Si mocosa, si iremos, pero primero te haré algo de comer. Si te sacó así te puedes desmayar —se levantó para dirigirse a la cocina y comenzar a preparar un platillo sencillo.

Shadow caminaba de la mano con Cream, la cual daba saltos de felicidad.

Desde hace mucho le había dicho a su mamá que quería una mascota para no sentirse sola, ya que aunque tuviera la compañía del azabache era muy complicado tratar de convivir con él.

Vainilla se preocupó al escuchar eso y rápidamente comenzó a cuestionar en sus pensamientos al azabache, y Cream al ver el semblante de su mamá, rápido se apresuró a cambiar la perspectiva.

Aclarandole qué Shadow en ningún momento se ha propasado con ella ni la ha tratado mal, pero el erizo conocía de todo menos la diversión infantil.

Y convivir con él era algo muy difícil ya que constantemente tenía su ceño fruncido.

Por lo que su madre al ya estar tranquila, accedió a dejar que tuviera una mascota.

Y ahí estaban, erizo y coneja en dirección hacia el refugio de animales de Green Hills.

—¿Podré escoger el Chao que quiera?

—Si mocosa, siempre y cuando entre en el dinero que dejó tu madre.

—¡Siiiii! —dio pequeños saltitos feliz.

Una pequeña sonrisa se asomó por la boca de Shadow, aunque no le agradaran mucho los niños, esa pequeña conejita se había ganado su cariño poco a poco.

Cuando llegaron al refugio, los ojos de Cream se iluminaron al ver una cantidad inmensa de animales, daba pequeños balbuceos cuando veía a algunos animales como gatos o perros que se encontraban libres por ahí.

A su encuentro llegó una erizo con un uniforme qué pertenecía al refugio.

—Muy buenas tardes, ¿en que los puedo ayudar?

—Quiero un Chao señorita —dijo mientras juntaba sus manos en su pecho con una sonrisa.

La erizo rosada sonrió y solamente asintió pidiéndoles qué los acompañará.

—Los chao están en un invernadero aparte, ya que son criaturas algo tímidas y pueden ponerse nerviosas con algunos otros animales que tenemos aquí, uno de mis compañeros se encuentra ahí, cualquier información sobre ellos él se las puede brindar sin ningún problema.

Cuando llegaron a una puerta de cristal con paredes azules, la erizo ingresó una tarjeta de seguridad logrando qué la puerta se abriera y pudieran entrar.

Shadow permanecía callado y algo aburrido, no soportaba el olor a animal y el saber que ahora tendría que cuidar a una coneja junto a una ridícula bola le molestaba mucho.

Varios chillidos llamaron su atención y levantó la mirada, quedando maravillado con lo que veía.

Un erizo azul tenía en sus manos a un Chao azabache con franjas rojas, qué casualmente se parecía mucho a él, mientras que el Chao se restregaba contra su mejilla abrazando su cabeza lo más que podía debido a sus brazos pequeños.

—¡Sonic tienes visita!

—¡En seguida voy Amy!

—Bien los dejo, cualquier cosa pueden preguntarle a Sonic.

El azabache vio como el cobalto se acercaba a ellos con algunos Chaos detrás de él, fue en ese entonces que Shadow pudo admirarlo mejor.

—Mucho gusto, soy Sonic , soy el cuidador de los Chao —extendió su mano en espera del saludo.

—Shadow —correspondió el saludo.

Ambos sintieron una pequeña corriente eléctrica, mientras que Cream observaba todo de manera curiosa.

Instintivamente sonrió.