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Parte única.

Desde que se había levantado por la mañana, Akito sabía que ese día era uno de 'esos días'. Sí, después de meses de limitación emocional, había llegado a su quiebre... o lo más cercano a ello, pero, aún sabiendo esto, se negaba a aceptarlo o siquiera mostrarlo; no era esa clase de persona que se dejaba ver vulnerable ante los demás, al final de cuentas.
Quién sabe, quizás no era una recaída, sino simplemente era un conjunto de cosas, tal y como la falta de sueño que últimamente estaba teniendo, o la falta de apetito que lo estaba debilitando, o tal vez el hecho de sus malas calificaciones a pesar de haber estado estudiando, o tal vez lo estaba frustrando que, aún con sus esfuerzos constantes en las prácticas con Vivid BAD SQUAD como en solitario, no podía seguir el ritmo ni la coreografía de la nueva canción que darían en una presentación cercana.

O tal vez no era nada y solo estaba sensible porque eran las tantas de la madrugada y seguía sin conciliar el estúpido sueño.

Soltó un quejido lo más silencioso posible y tomó su celular junto a sus audífonos para escuchar música. En cuanto prendió su celular, fue recibido por el fondo de pantalla de un parque en plena época de otoño que era iluminado por la puesta del sol; si se prestaba atención, en el fondo se podía ver a Toya y a sí mismo de espaldas. No pudo evitar recordar el momento que Kohane mandó la foto al chat grupal de Vivid BAD SQUAD diciendo que la disculparan por tomarles fotos sin sus previos consentimientos, empero, no podía perder la oportunidad de capturar un momento tan idóneo. Cuando recibieron la foto, Toya estaba con él ya que se había quedado a dormir tras una sesión de estudio para los exámenes, por lo que pudo apreciar en primera fila cómo sus ojos grises serenos resplandecían.

En esa misma noche el fondo de pantalla predeterminado de Toya fue reemplazado por dicha foto, y Akito no tuvo más opción que imitarlo tras una pequeña sonrisa llena de ilusión por parte de su compañero.

Tras ese recuerdo cálido, se quedó con la mente en blanco, simplemente viendo el fondo de pantalla de forma distante.
El pensamiento de hablar con Toya se le cruzó por la cabeza, y realmente lo consideró por unos segundos ya que ambos habían llegado al acuerdo de que no tenían que guardarse cosas entre ellos (en especial cosas que los estaban afectando), que eran compañeros y, por ello mismo, si uno caía, el otro estaba allí para ayudarlo a levantarse. Y en todos esos años siendo BAD DOGS y Vivid BAD SQUAD, se lo habían demostrado mutuamente en más de una ocasión, así que... ¿por qué no confiar en su compañero?
Con esa ferviente impulsividad creciendo en su pecho, buscó el contacto de Toya y...

Ese maldito sentir en su pecho lo golpeó.

¿Qué demonios estaba pensando? Era una completa estupidez. Toya debería estar profundamente dormido en esos momentos y, además, ¿qué le diría? Ni siquiera el mismo Akito sabía dar una explicación a lo que estaba sintiendo, sin contar que Toya ya tenía sus propios asuntos como para agregarle las mierdas de él. No podía ser así de idiota y egoísta.
Pero su reacción fue tardía ya que la pantalla de su celular mostró la foto de perfil de Toya mientras el botón de colgar se hacía presente, y el primer tono sonó. Entró en pánico y, con el móvil casi resbalándose de sus manos, colgó la llamada. Rápidamente apagó la pantalla bruscamente, lo aventó a su lado y se tapó el rostro con las manos, ahogando un quejido. Como si con ello esquivara la realidad.

¡Mierda, mierda, mierda...!

Eran las tres de la mañana, así que la posibilidad de que Toya no haya escuchado su celular sonar eran realmente altas; se trató de aferrar a eso, al menos.
Justo cuando los latidos de su corazón se estaban regularizando, su celular sonó con esa configuración de timbre distintivo que solo a una persona le había puesto. ¡Mierda! Una ola de náuseas se combinó con la opresión de su pecho y la obstrucción en su garganta, y su cabeza punzó más todavía. De forma violenta, se sentó en la cama e hizo el amago de tomar su celular, ergo, sus movimientos fueron interrumpidos cuando una sensación cercana al desmayo lo abofeteó. Repentinamente, todo se volvió distorsionado y las ganas de simplemente tirarse al piso y acurrucarse en una esquina hasta dejar de sentir se pronunciaron.

Ah. Estaba volviendo a suceder. Estupendo.

Quería gritar, quería llorar, quería que alguien incluso lo lastimara con tal de que lo sacara de allí. Quería dejar de sentir y pensar. Quería que todo desapareciera. ¡Quería que todo ya acabara de una maldita vez! Pero su estúpida garganta no emitió ningún sonido. Ni siquiera podía respirar.
Intentando desesperadamente mantenerse cuerdo, se mordió el interior de su labio hasta sentir ese jodido sabor a metal en su boca y apretó con sus manos el pantalón chándal negro que traía puesto, incapaz de sentir dolor alguno que lo sacara de la oscuridad que lo estaba consumiendo. El lejano sonido de la llamada de su celular se detuvo, por lo que todo se sumió en un absoluto silencio. En ese momento, estaba casi dispuesto a suplicar para que Ena azotara algún objeto contra la pared de su habitación y lo sacara de su trance.

Todo lo que Akito quería era dormir. ¿Por qué incluso dormir estaba siendo tan difícil?

Bien pudieron pasar segundos u horas, no lo supo, pero su celular volvió a sonar y vibrar entre las sábanas de la cama, para su gran alivio. Desesperadamente tomó el teléfono como pudo y, con la mano temblorosa (el mareo persistía), atendió.

—Buenas noches, Akito. ¿Para qué me llamaste?

Escuchó la voz algo somnolienta de Toya y, si hubiese sido en otra circunstancia, seguramente hubiese pensado en lo adorable que sonaba su compañero de esa forma, pero... su mente aún estaba nublada. No podía pensar. Aún así, saber que alguien estaba allí ayudó a distraerlo. Cerró sus ojos y empezó a jadear, tratando de regular su respiración y, en especial, disminuir esa presión en el pecho que tanto odiaba.

—¿Akito...?

Cierto. Estaba en una llamada con Toya.

—Eh, comp..., compañero, lamento haberte llamado tan tarde, ejem, apreté el botón de llamar por accidente —alcanzó a decir mientras luchaba por mostrar su voz habitual de indiferencia, pero los titubeos y su voz áspera no ayudaron.

—No tienes que disculparte por ello —le oyó susurrar mientras se oía un poco de ruido de fondo. A juzgar por el sonido, supuso que Toya estaba sentándose más cómodamente en la cama—. ¿Todo bien?

Esa sola pregunta hizo que su pecho comenzara a palpitar más fuerte y su vista se nublara un poco, pero esta vez por las lágrimas que ni siquiera sabía que estaba conteniendo. Como siempre, Toya tan intuitivo.
Por un segundo, sus sentimientos pelearon para echar más atrás a su racionalidad, por lo que lo invadió un impulso de abrir la boca y... desahogarse, simplemente echarse a llorar y decir que estaba exhausto de todo, que quería que esas sensaciones que lo ahogaban se largaran para nunca volver, que deseaba dejar de pensar aunque fuera por unas horas, que...

No. Akito no era así de emocional. Él ni siquiera era una persona emocional. Maldito insomnio.

—Sí, todo bien por aquí, solo... —su garganta se apretó, así que tuvo que volver a carraspear—. No podía dormir, eso es todo.

Mintió descaradamente (a medias, según su perspectiva) y estaba seguro de que Toya lo sabía muy bien porque..., bueno, ¿quién llama a alguien a las tres de la mañana y dice que fue un simple accidente? Ni siquiera el bicho raro de Tsukasa caería en algo así.

—¿Episodio de insomnio?

Aún así, Toya no le reprochó nada. Hasta parecía dispuesto a seguir con la llamada, a sabiendas de que tenían clases dentro de unas horas.
Dios, ¿seguía siendo tan patético con sus mierdas emocionales que aún tenía que arrastrar a Toya en el proceso? Incluso habiendo pasado más de un año desde su última recaída, ¿no había mejorado en nada?

—Nah, solo no puedo dormir.

Siguió con su mentira, por supuesto. Ya había sido lo suficientemente egoísta interrumpiendo el sueño de Toya, como para preocuparlo innecesariamente.

—¿Desde cuándo? —Escuchó el cuestionamiento de su compañero y casi pudo sentir esa mirada gris fría y analítica sobre su persona. Esa maldita mirada que podía jurar que veía a través de él con una facilidad que daba miedo.

—No impor...

—Akito.

Oh, mierda. Toya ya estaba usando ese particular tono de voz, semejante a un regaño que realmente no llegaba a serlo (como una advertencia, por denominarlo de una manera). No podía seguir mintiendo más.

—Desde hace unos días —se rindió, aunque no completamente. Era terco y lo tenía más que presente; aparentemente ya era algo que todos los Shinonome traían por defecto—. Pero no es nada, tal vez solo estoy algo ansioso por nuestra presentación. Ya sabes, esta vez será en un livehouse de más renombre.

De verdad esperaba que, por el sueño, Toya no notara sus titubeos. Ya no quería seguir mintiéndole (ni preocupándolo) de forma tan directa.

—Mmh...

Pero, por supuesto, Toya no era una persona crédula en esas situaciones, mucho menos cuando se trataba de él y sus estupideces sentimentales. Conocía muy bien ese «mmh» de su compañero; no le estaba creyendo en lo absoluto, empero, le estaba dando su espacio y diciéndole silenciosamente que, si quería hablar del asunto, allí estaba.
La garganta de Akito se volvió a cerrar y sus ojos volvieron a empañarse un poco. No merecía a un compañero como ese precioso chico de ojos grises y peculiar cabello azul de dos tonalidades, en definitiva; pese a todos esos años siendo BAD DOGS, seguía sintiéndose inmerecedor de las atenciones y preocupaciones de Toya por su persona. Es decir, ¿por qué alguien como Toya tenía que velar por un estúpido como Akito, quien se dañaba y forzaba a sí mismo aún sabiendo las consecuencias?

Ciertamente ser compañeros implicaba ver por el bienestar del otro, cuidarse y ayudarse cuando alguno tropezara con sus propios pasos y empezara a dejar de caminar firmemente; eran iguales. Tenían que estar en perfectas condiciones para darlo todo en el escenario y cumplir su objetivo en común, y el estar en perfectas condiciones no solo implicaba lo físico, sino lo emocional; debían que poner alma y corazón en sus actuaciones, demostrar que realmente iban a superar RAD WEEKEND, que no solo eran niños haciendo un poco de ruido, que no solo ladraban. Akito lo supo desde el momento en que empezó a buscar un compañero, incluso desde antes de que el señor Ken le hablara apropiadamente sobre el tema, mas sin embargo, no quería ser una carga innecesaria para alguien que ya tenía problemas familiares más serios que los suyos.

—Deberías irte a dormir ya, Toya —sugirió con un tono de voz más calmado, rozando lo amargo.

—¿Y tú?

«Da igual, esto es solo algo momentáneo por falta de sueño», quiso contestar, pero...

—Estaré bien, compañero. Iré a calentar leche o alguna tontería así —respondió en su lugar.

El silencio se hizo presente en la línea de Toya, lo que podía significar dos cosas: se había dormido o estaba analizando minuciosamente sus próximas palabras; Toya era así de dedicado a la hora de buscar cómo dirigirse a otra persona, después de todo. Si Akito se centraba y cerraba los ojos, prácticamente podía imaginar a Toya con el ceño levemente fruncido que enfatizaba sus bonitos luceros grises, oh, y también la forma en cómo se llevaba la mano derecha a su mentón mientras hacía una mueca pensativa que era imperceptible para la gente que no lo conocía tanto como el propio Akito (y los Tenma, pero ellos no importaban en esos momentos). Toya era tan... ¿cómo decirlo? ¿Precioso, tal vez?

Espera, ¿qué? ¿Cómo que precioso? Bueno..., si tenía que ser totalmente honesto, era innegable que Toya era una persona visualmente atractiva: alto (incluso más alto que el propio Akito, lo que le daba un poco en el orgullo ya que parecía que nunca podría alcanzar esos centímetros que los distanciaban); con cabello sedoso y muy destacable por el sorprendente balance de tonos azules; una cara tan definida y perfecta, tan perfecta que hasta había escuchado comentarios de chicas diciendo lo envidiable que era la piel cutánea de Toya como para no tener imperfecciones; hermosos ojos grises que reflejaban los sentimientos y emociones que su rostro no mostraba a grandes escalas; una hermosa y pequeña marca de nacimiento debajo de su párpado izquierdo (que le provocaba querer tocarla, pero jamás lo diría en voz alta); unas mejillas suaves y definidas junto a unos labios no tan gruesos, blandos (o así parecían) y de un agradable tono rosado; un cuello largo que hacía juego con una nuez de adán no tan prominente. Oh, y no iba a olvidar esas bonitas manos con dedos largos, delgados y algo callosos, manos que solo podían pertenecer a un pianista con un considerable recorrido.

Y ni siquiera se tenía que hablar de la voz de Toya, ¿verdad? Aquella voz pulcra, fina, incluso elegante, poderosa, desbordante de emociones y, sobre todo, hermosa. La voz de su compañero era simplemente... increíble; por algo había quedado completamente cautivado en cuanto lo oyó cantar por primera vez, años atrás. Su ego no se rompía al admitir que su compañero era el chico más atractivo que había visto, simplemente era vergonzoso admitirlo en voz alta. Porque no todos los días pensabas que tu compañero de canto era precioso en todos los sentidos sin que la gente te viera raro o te juzgara en silencio. Estaba seguro de que si An lo escuchara, se reiría hasta el cansancio, le diría a la cara que era un gay patéticamente enamorado de su mejor amigo y después llamaría a Akiyama para contarle, lo que desembocaría a que los dos bichos raros de tercero, la idiota de Ena y su grupo raro de Nightcord junto a su amiga idol de Miyamazusaka Girl's Academy supieran del asunto; y así sería como todos los alumnos de las dos preparatorias, sus amigos, conocidos, cantantes de Vivid Street e incluso los mismísimos Virtual Singers estarían al tanto de sus pensamientos. Y lo peor: Toya se enteraría entre todo el ajetreo (y de cualquier otra persona que no fuera él mismo, lo cual era más patético aún).

Pero Akito claramente no estaba enamorado de Toya y mucho menos era gay. Qué demonios.

—¿Quieres que te cante?

La repentina pregunta de Toya lo sacó bruscamente de sus divagaciones, lo cual agradeció internamente; maldición, de verdad se ponía sentimental y estúpido a esas horas de la madrugada.

—¿Ah? ¿Cantarme? —Se limitó a contestar, aturdido. ¿Había estado tan sumergido en sus pensamientos que perdió el hilo de la conversación?

—Cuando era niño y me quedaba a dormir en la casa de los Tenma, Tsukasa y Saki cantaban a la hora de dormir. Así que... creo que puede funcionar contigo.

Escuchó la aclaración de su compañero y se tomó unos segundos para procesar sus palabras. Akito sabía que era la segunda persona que más conocía de la complicada y negligente infancia de Toya, y no pudo evitar imaginar a un Toya pequeño con problemas de insomnio mientras era arrullado por los hermanos Tenma.
Había ocasiones donde Akito de verdad hubiera deseado conocer a Toya desde mucho antes, y esa era una de esas ocasiones. Tal vez no hubiesen cambiado muchas cosas en las vidas de ambos, pero... quizás hubiera sido más llevadero si tenían a alguien con quien acudir cuando sus familias se portaban como unos hijos de puta.

Al menos le tranquilizaba saber que Toya tuvo a los Tenma en esa época tan solitaria y, en especial, que gracias a las palabras de Tsukasa pudieron conocerse.

—No tienes por qué hacerlo.

—Eres mi compañero, Kitto —el estómago del susodicho se revolvió ante esa oración, y más por la profundidad y el cariño con la que la pronunció Toya. No era tan común oír a Toya decirle «compañero», mucho menos ese sobrenombre de «Kitto»—, y has estado conmigo en todo momento desde que nos conocimos. Y... ya lo dijimos antes, ¿cierto? Que vamos a confiar y apoyarnos en el otro. Así que permíteme ayudarte, compañero.

Hombre, ese chico era tan..., ¡tan...! ¡Mierda! Dejó el celular en sus muslos y se llevó la manos al rostro para ahogar un quejido. Dios, los pálpitos de su pecho se reavivaron al igual que las ganas de llorar, pero ya no era doloroso como antes. La sensación era cálida y reconfortante, como siempre que se trataba de Toya y su maldita habilidad para ablandarlo en segundos.

—Bien —accedió en voz baja, chasqueando la lengua para tratar de disimular el desastre de sentimientos que lo estaban invadiendo.

Alcanzó a escuchar un resoplido en la línea de Toya, lo cual interpretó como un amago de risa. Su rostro ardió más y esas sensaciones cálidas se intensificaron, por lo que volvió a quejarse en voz alta. Contradictoriamente, no podía disimular la estúpida sonrisa que se colocó en su rostro (y de la que estaba seguro que Toya sabía, aún si no estaban frente a frente). Soltó un suspiro, esperando que eso disminuyera un poco los rápidos latidos de su corazón, y finalmente se dejó caer acostado boca arriba mientras ponía el celular en el costado izquierdo de su cabeza. No quería pensar demasiado en lo que estaba sintiendo.

—¿Algo en particular, Kitto?

Ahogó otro quejido ante el «Kitto» y dio un leve manotazo a la cama, protestando silenciosamente. De verdad no era justo que Toya le siguiera llamando de esa forma. Maldito dúo Kagamine, quienes habían empezado a llamarlo con ese sobrenombre y terminaron contagiando a Toya en el proceso.

—Lo que quieras.

—De acuerdo.

Por un breve momento, el lado de Toya se quedó en silencio, lo que le sirvió a Akito para tratar de regularizar su alterado estado anímico. Al paso que iban, Toya iba a matarlo algún día. Cuando finalmente consiguió calmar su ritmo cardiaco, la tranquilidad de su habitación se rompió por un tarareo suave y arrullador que provocó que se quedara viendo el techo, con la mente en blanco. No pasaron demasiados segundos para que reconociera la melodía que emitía su compañero: Ghost City Tokyo de Ayase, uno de los compositores favoritos de Toya. Casi de forma instintiva, cerró sus ojos y comenzó a seguir el tarareo de Toya; ¿quién podía culparlo? Siempre que oía cantar a su compañero, la chispa en su pecho reavivaba con todas sus fuerzas. Era así desde que se conocieron.

De repente ya ni siquiera recordaba qué lo tenía tan alterado tiempo antes. Ya nada importaba, simplemente se sumergió en la tonada dulce y tranquila de Toya. Todo se sentía tan lejano, tan sereno, tan... relajante. Un suspiro profundo se escapó de su boca, uno que no sabía que estaba conteniendo.
Mientras la melodía avanzaba, algunos recuerdos de años atrás le empezaron a llegar. Recordó las primeras veces que escuchó cantar a Toya en aquel callejón de artistas callejeros, y la sorpresa que sintió al oír el gran dominio de voz que poseía el que en ese entonces era un desconocido de cabello de dos tonalidades azules y fríos ojos grises. Para ser exactos, tuvieron que pasar tres ocasiones para que Akito finalmente decidiera acercarse a aquel chico que no parecía pertenecer a Vivid Street; después de todo, el uniforme de Toya era de una secundaria prestigiosa, claramente destacaba demasiado entre todos las personas y estudiantes que vestían más acorde al estilo callejero. Y ni hablar de esa poderosa y pulcra voz que parecía ir más de la mano con el jazz o algo referente a lo clásico.

Era increíble que un estudiante de secundaria tuviera tanto potencial y que aún no lo hubiera visto actuar en algún livehouse ni que no fuera algo reconocido entre los cantantes jóvenes de Vivid Street. Así que Akito, como el chico desesperado por obtener el debido reconocimiento (y callarles la boca a todos los idiotas que alguna vez le dijeron que solo ladraba, mas no mordía) y empezar a forjarse un camino para superar RAD WEEKEND en el futuro, se acercó a aquel cantante desconocido para intercambiar palabras y descubrir si todavía no tenía algún compañero de canto. Para su fortuna, ese chico era relativamente nuevo en ese mundo y, mejor aún, estaba solo. Esa misma tarde no solo descubrió la dicha de cantar con otra persona y que esta le complementara a la perfección, de conocer a quien enseñarle el maravilloso y amplio mundo de la música callejera, alguien que no lo veía solo como un mocoso que decía disparates y que estaba dispuesto a aceptar un desastre volátil como lo era Akito, sino que también conoció la dicha de tener un compañero y, a su vez, empezó a entender lo que implicaba ser compañero de alguien tras enterarse de la historia de Toya y el imbécil de su padre.

Y así iniciaron el tambaleante camino hacia su objetivo en común, tropezando, levantándose, riendo, llorando, maldiciendo, peleando, reconciliándose, volviendo a caer y tendiéndose la mano para reincorporarse. Y seguían en ello, solo que ya no eran BAD DOGS contra el mundo, sino dos asociaciones unidas por la misma meta. Vivid BAD SQUAD.

¿Quién lo diría? El antiguo futbolista frustrado (y pintor, aunque eso no contaba realmente) uniendo fuerzas con un prodigioso pianista que se rehusó a seguir el camino de su consagrada familia de música clásica. Ambos de mundos tan distintos, pero los problemas familiares, de confianza, de habla, de honestidad, la negligencia para tratarse y entenderse a sí mismos y, en especial, la pasión por la música callejera los hicieron congeniar y acoplarse al otro. Su dúo era gracioso, rozando lo irónico, empero, allí estaban, juntos como compañeros, y parecía que sería así por un muy largo tiempo. Y dos molestas y ruidosas chicas (y con molestas y ruidosas se refería exclusivamente a An) se habían colado y no parecía que se alejarían de ellos pronto (y no quería que se alejaran nunca, ergo, ni con amenazarlo con hacerle comer zanahorias lo admitiría en voz alta). Sí, esos tres se habían metido tanto en su vida que ya eran como su familia encontrada.

Y si ellos eran como su familia... debía confiar más, ¿verdad? Así como Toya confió al contarles su negligente infancia y su dilema con la música clásica, así como Kohane confió en ellos para que la guiaran en la música callejera y le ayudaran con sus problemas de confianza en sí misma, así como An les abrió las puertas de su vida (y cafetería) y los aceptó a todos, aún con los malentendidos. Así también él debía confiar en ellos, ¿cierto? Ya lo habían regañado antes por las sobreexigencias hacia su propia persona, por callarse sus problemas... Sí, ¿por qué dudaba tanto? Ellos no lo juzgarían (aunque An tal vez se burlaría un poco, pero...) ni lo dejarían atrás, se lo habían demostrado en más de una ocasión. No pudo evitar sonreír, sin saber si era de forma agridulce o divertida; solo era una sonrisa. Toya y An tenían razón: podía llegar a ser un maldito obstinado y terco que se alejaba cuando pasaba 'por esos momentos', mas sin embargo, los tres ya habían aprendido a lidiar con esa parte suya, por lo que... tenía que aprender a ser más honesto con lo que sentía.

Ah, de verdad estaba sentimental esa noche, ¿no?

Para cuando acabó el tarareo suave de Toya, el nudo en estómago y la presión de su pecho se habían disipado en su totalidad. En su lugar, pequeñas gotas de agua salada descendían por sus mejillas. Llorando, Akito estaba llorando. Contradictoriamente, no dolía; era más como... alivio o algo así. Un desahogo o una aceptación, probablemente.
Ja, era cierto. No estaba solo. Desde que Toya se metió a su vida, seguido de esas dos melosas y tontas chicas, el señor Ken y los Virtual Singers, ya no estaba solo. Aún con sus mierdas emocionales, ellos no se iban a ir de su lado ni lo iban a rezagar. Eran un equipo, eran sus compañeros, eran como la familia que tanto deseó tener de niño. Contaba con ellos, especialmente con ese precioso chico de ojos grises que velaba por su bienestar a costa del propio. Su luna, su preciada alma gemela (y no de forma homorromántica, en lo absoluto) que momentos antes le estaba cantando a las malditas tres de la mañana, sin importarle su horario de sueño.

—Buenas noches, Kitto.

Esas palabras llenas de cariño parecieron ser el detonante para que sus ojos se cerraran y su cerebro se desconectara; finalmente el sueño hacía acto de presencia en su cuerpo. Y todo gracias a su compañero del que claramente no estaba estúpidamente enamorado, mejor conocido como Toya.

O̶ ̶t̶a̶l̶ ̶v̶e̶z̶ ̶s̶í̶ ̶e̶s̶t̶a̶b̶a̶ ̶u̶n̶ ̶p̶o̶c̶o̶ ̶b̶a̶s̶t̶a̶n̶t̶e̶ ̶e̶n̶a̶m̶o̶r̶a̶d̶o̶,̶ ̶p̶e̶r̶o̶ ̶e̶s̶o̶ ̶e̶r̶a̶ ̶a̶l̶g̶o̶ ̶c̶o̶n̶ ̶l̶o̶ ̶q̶u̶e̶ ̶l̶i̶d̶i̶a̶r̶í̶a̶ ̶d̶e̶s̶p̶u̶é̶s̶.

Esto es chistoso, pero no chistoso de risa, sino chistoso de "oh, solo iba a escribir como mil palabras para este one-shot, pero terminaron siendo cuatro mil ciento y pico, ja, ja". Simplemente chistoso.

En fin, he aquí mi primer one-shot para Project Sekai, específicamente para BAD DOGS ya que los amo demasiado, tanto que solo puedo expresarlo con fanfics. Idk, de verdad no planeaba extenderme tanto, pero... sencillamente sucedió. Akito (a quien claramente odio con toda mi existencia) hizo de las suyas, y algunos headcanons que tengo de Toya decidieron que debía incluirlos.

No sé hasta quién sabe cuándo alguien va a leer esto, pero espero que le haya gustado este humilde escrito de estos dos idiotas enamorados, aka Toya y Akito. Y genuinamente espero haber conseguido caracterizarlos apropiadamente ya que no estoy tan al día con los eventos porque ni siquiera tengo instalado el juego, lmao. Digamos que la tostadora que tengo de celular decidió que no quería ser compatible con Project Sekai ENG y tengo que conformarme con traducir vídeos de YouTube, jajan't.

¡Nos leemos!

Posdata: sí, tengo este headcanon de Toya siendo fan de Ayase porque cantó Ghost City Tokyo y, en especial, porque su VA (Ito Kent) cantó un short de Racing Into the Night en un directo y también interpretó un papel de la audio-novela(?) que se sacó hace un tiempo. Sin contar que Ayase fue quien compuso Cinema para el primer evento de Akito y el VA del jengibre (Imai Fumiya) se aventó el mismo tema de Racing Into the Night y lo publicó en YouTube, así que esos son motivos suficientes para mí.

Posdata dos: en este rincón tenemos la fuerte creencia de que Toya no llamaría cariñosamente «Aki» a Akito, sino «Kitto». Y esto claramente no ha sido impulsado por la canción Utsuro Wo Aogu y la parte de "Shinoida yoru ga kitto bokura", cantada por Toya.

-Lindassj1

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