❝牙齿残缺❞
"El 'hada de los dientes' vistió su atuendo una vez más"
El famoso asesino incógnito del pueblo, conocido cómo "Mr. Tooth Fairy" apodado así por la policía local y familiares de las víctimas, atacó una vez más a sus víctimas favoritas. Tres niños de 10, 13 y 8 años fueron encontrados sin vida. Como es costumbre de este infame asesino, los niños tenían la marca representativa que deja en cada una de sus víctimas.
Les faltaban los dos caninos e incisivos, seguidos de los molares de la parte interior de la boca. Y las mejillas estaban cortadas de forma longitudinal de extremo a extremo, dejando ver todo el interior de la cavidad bucal de los infantes. El misterioso asesina es buscado intensamente por las autoridades de todo el país; se desconoce completamente su apariencia lo cual entorpece bastante el proceso de búsqueda.
La policía está implorando por testigos para poder ayudar a la causa la cual tiene preocupados a muchos pueblerinos. Un total de 8 niños y preadolescentes fueron los que pasaron por las manos de "Mr. Tooth Fairy" hasta ahora.
Los procesos de extracción de las piezas dentales fueron realizados con las herramientas profesionales necesarias y una calidad de trabajo muy elevada. Por lo que se cree que el asesino tiene acceso a hospitales y un título en medicina dental. Las búsquedas e investigaciones en hospitales de todo el pueblo y otras pequeñas ciudades limítrofes han aumentado intensamente.
El jefe de la policía local, el señor Park Seong Hwa, junto con otras personalidades poderosas del mundo político, han decido finalmente aplicar la pena máxima para este individuo misterioso una vez que se lo encuentre.
Pena de muerte.
【☠】
El decir que estaba emocionado le resultaba sumamente poco. Su madre siempre le decía y le repetía con un tono de felicidad, que quizás él era el único niño del planeta que amaba ir a un consultorio médico. Pero es que la adoración que sentía por la medicina era enorme y a veces, simplemente inexplicable ante las otras personas; Por supuesto que planeaba estudiar alguna carrera universitaria relacionada con eso cuando creciera y siempre que lo pensaba, se emocionaba aún más.
Su padre, un reconocido traumatólogo, siempre que podía, le regalaba libros bastante morrocotudos acerca del cuerpo humano, los cuales leía como si de una revista se tratara. Pensó que lo más amaba era la salud dental, sabía los nombres de absolutamente todos sus dientes y también de algunos de los procesos dentales más complejos.
Aun así, con tantas palabras arduas en sus libros; siempre contaba con su indispensable diccionario a un costado para consultarle absolutamente todas sus dudas de aquellas letras que llegaban a mezclarse en su mente y causarle dolores de cabeza. Otros niños de su edad tal vez les pedían a sus padres que le leyeran cuentos fantásticos y nada realistas, pero eso no era lo que le gustaba a Jongho.
Jongho amaba la realidad, su realidad, donde las cosas sucedían y nada era un invento de su imaginación. Por este extraño amor por la realidad, es que la personalidad de ese niño se veía envuelta en una fina capa polar que tal vez lo alejaba de las personas más populares de su entorno escolar, pero a él poco y nada le importaba, porque se consideraba satisfecho y no necesitaba la aprobación de nadie más que de sus padres.
Aquella mañana de abril despertó a las seis de la mañana, un horario prudente para alguien como él. Sabía que, si corría al cuarto de su madre, ésta lo regañaría y no era lo que precisamente buscaba, por lo que se quedó esperando hasta que se cumpliera una hora razonable para abalanzarse encima de ella y despertarla. En el día de hoy debía ir a hacerse un control dental, lo cual lo emocionaba mucho; iba muy seguido al dentista gracias a que ahora sus dientes habían pasado a tener una protección conocida vulgarmente como "Brackets" que recubría todas sus piezas dentales; Tanto las superiores, como las inferiores.
Los primeros días padeciendo de aquel dolor necesario, incluso le daba hasta vergüenza mostrar su blanca dentadura en una tímida sonrisa, pero luego de varios apodos —nada creativos según Jongho— por parte de sus compañeros tales como "Dientes de lata" "Dientes de motosierra" o preguntas como "¿Qué sucedió? ¿Te tragaste un alambrado?" entre otras cosas; Aprendió a vivir con los frenillos y aceptar que era por su propia salud.
Pero, la parte buena de tenerlos es que debía ir seguido al consultorio de su querida dentista, hecho que lo alegraba muchísimo. Su dentista era la señorita Jeon Somin; una joven que a Jongho le parecía muy agraciada y caritativa, que, además, y lo más importante, entendía el amor de Jongho por la medicina dental.
Ella siempre le contaba todo tipo de datos interesantes acerca de su salud y como cuidarse correctamente, y el niño siempre seguía todo al pie de la letra, miedoso por cualquier cosa que sucediese con él. Luego de quedarse en su cama por un buen rato, vacilando entre sus pensamientos, finalmente se cumplieron las nueve de la mañana; y Jongho, no tardó en levantarse de un salto de su cama y salir corriendo mientras arrastraba la tela de la base de su pantalón por el piso, es que diablos, le quedaba demasiado grande aquel pijama con estampado de ositos.
Abrió la puerta del cuarto de su madre lentamente, y paseó su ojo atento por toda la habitación, intentando contener una risita algo irrefrenable.
— ¡Mami! ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Ya casi es hora! — Vociferó con toda la fuerza que sus mismísimas cuerdas vocales de niño le permitieron, y se lanzó directo al lado izquierdo de la cama matrimonial, el lado de su padre, que allí no estaba debido a que el trabajo lo mantenía ocupado ya desde temprano, dejando a su joven mujer y su pequeño hijo. La mujer frunció el ceño y soltó un quejido.
— ¿Jongho? Es temprano todavía... — Dijo su madre con un tono somnoliento y gandul, sin siquiera abrir sus ojos tan rasgados. Su hijo suspiró pesadamente y ella se dio la vuelta para envolver la pequeña y débil anatomía de su retoño con sus largos y delgados brazos, lo cual hizo que el niño mostrara sus dientes metalizados en una tierna sonrisa.
— ¡Vamos mami! ¡Levántate! ¡La señorita Somin está esperando por mí! — Gruñó el menor intentando zafarse de las dulces ataduras que le estaba proveyendo su progenitora. La mujer dejó salir un suspiró hondo y abrió los ojos, encontrándose con la angelical imagen de Jongho. Ella le devolvió la sonrisa y le explicó que aún faltaban tres horas para su consulta. El menor refunfuñó y se recostó a su lado, su madre tomó su pequeña manito para acariciarla, aunque sabía que esto le molestaba bastante.
La mujer prendió la televisión, que estaba ubicada en un mueble frente a su cama, para entretenerse un poco, encontrándose con el canal de las noticias locales, sintonizado automáticamente. En él estaban pasando una noticia, que por cierto la mujer de cabello negro aseguraba que ya había visto antes, acerca del misterioso asesino serial que amenazaba el pueblo.
''Se han registrado al menos 7 defunciones de infantes de entre 8 a 16 años, todos anteriormente torturados de forma violenta. Se recomienda salir con mucha precaución y mantener a los niños bajo una vista segura todo el tiempo''
La reportera aconsejaba con una mueca que no aspiraba a ningún tipo de broma. La señora Choi arqueó las cejas y dirigió su mirada a su hijo, quien no lucía completamente feliz al oír aquello en la televisión. Ella paró de acariciar su manito.
— Mami ¿Me va a matar a mi también? — Preguntó el niño ingenuo, pero con un toque de chiste en su voz. Su madre lo miró circunspecta.
— Jongho, por amor a Dios... ¿Qué cosas dices, hijo? — Le respondió la mayor exaltada por la tan repentina y macabra pregunta de su niño. La pelinegra se quedó un buen rato explicándole al chico que nada malo le pasaría, y respondiendo sus inocentes preguntas acerca de lo que estaba sucediendo con aquel extraño y misterioso asesino del que todos estaban hablando; Dejó escapar algunas mentirillas piadosas para no bombardear al jovencito con información que no era necesariamente apropiada para su edad y por supuesto no era de relevancia.
Luego de terminar la charla, para distraerlo, le pidió que vaya a su cuarto a cambiarse el pijama y colocarse algo de ropa cómoda para ir camino al hospital, más precisamente al dentista. La señora Choi admiraba muchísimo y sabía acerca de la vivacidad y también la intrepidez de su querido hijo, pero esto no significaba que lo dejaba hacer lo que quisiera, claro que no. Jongho estaba regido por las reglas de la casa, las cuales seguía sin clamor alguno.
Pasados unos quince minutos desde el pedido de su madre, Jongho se presentó ante ella vestido correctamente. Su camisa a rayas blancas y azules que tanto distinguía con una imagen de una caricatura de esas que él amaba. Unos pantalones cortos color beige, sus típicos calcetines, ambos de diferentes colores por alguna razón, y sus zapatillas rojas que usaba aunque no le agradaran solo porque su abuelita se las había regalado en uno de sus cumpleaños.
— ¡Ya estoy listo mamá! — Profirió vigoroso mientras daba pequeños saltitos que potenciaban su felicidad y ansia. La señora Choi le sonrió con ternura, ella también se había ocupado de su imagen corporal, arreglándose correctamente para estar presentable ante la melindrosa sociedad que no tendría piedad con una mujer cuarentona —pero aún así bella— de su calibre.
Tomó a su hijo por su suave manito una vez más, y el niño le sonrió mostrando sus dientes metálicos decorados con ligaduras elásticas de todos los colores del arcoíris. Y así ambos salieron de la casa, camino hacia el hospital, que para suerte de los piecitos de Jongho, estaba muy cerca de su querida y acogedora morada. Por fin la señora Choi le veía una clara ventaja al vivir en la zona céntrica de la ciudad. Aquella mañana de invierno estaba relativamente más calurosa que de costumbre, pero todos ya estaban seguros de que en la noche a lo mejor una ola polar los invadiría nuevamente.
Jongho daba pequeños saltitos intentando esquivar las grietas del cemento que conformaba la vereda, jugaba con su imaginación mientras hacía ruiditos con su boca. Su madre lo miraba con una ligera sonrisa en el rostro y admiraba su extensa e ilimitada utopía de niño.
Luego de varios minutos caminando por las transitadas y atosigadas calles, llegaron a la entrada del enorme hospital. Jongho sintió un aire de inspiración recorrer todo su sistema de arriba hacia abajo, y con una sonrisa segura, avanzó hacia adentro, con su madre por supuesto, porque ella era su compañera de aventuras favorita y la única que necesitaba.
Apenas entró a la ya muy conocida policlínica, el teléfono de su madre comenzó a sonar. Ella atendió y Jongho se vio curioso por saber quien podría ser, y como todo niño pequeño intentaba adivinar quien era mirando las muecas de su madre al hablar y las palabras cortadas de esta misma. Finalmente ella cortó la llamada.
— Mi amor, mamá debe ir a la oficina de urgencia, acaba de llamarme mi jefe. ¿Crees que puedes ir solito con la señorita Somin? ¿Recuerdas dónde está el consultorio? — Su madre se arrodilló para quedar a la altura de Jongho, y le explicó su situación con voz aquietada. Jongho asintió con la cabeza sin decir nada.
— Excelente, cariño, ve directamente con ella. No salgas del edificio ¿De acuerdo? Cuando termine tu sesión, quédate sentado en los asientos cercanos a la recepción, yo pasaré a recogerte, pero no salgas a la calle solito ¿Sí cariño? — Preguntó la mujer mientras le acomodaba las mechas con las manos. El niño asintió varias veces más, tranquilizando a su mamá, ésta se acercó un poco y le dio un pequeño beso en la frente.
— Adiós mi príncipe, recuerda no salir. — Repitió la dama mientras seguía engalanando los cabellos de su niño que el viento de fuera se había encargado de desperdigar y enredar.
— ¡Sí má! ¡Ya me lo dijiste tres veces! — Exclamó el muchachito con una sonrisa, su madre arqueó sus finos labios escarlatas y se dio la vuelta para poder llegar rápidamente a su destino, confiando en que su hijo haría lo que ella le había indicado; La señora Choi nunca había tenido quejas con respecto a la conducta de su niño, porque él era muy educado, hablaba lo justo y necesario y era muy quieto. A diferencia de otros que tal vez eran más revoltosos y desobedientes.
Jongho concebía algún tipo de sentimiento extraño, como un miedo insólito. Él no estaba acostumbrado a estar sin su madre en un lugar que no sea la escuela, y por más que creía conocer hasta el rincón más subliminal de aquel edificio, había una mala espina brotando en él, pero ese pensamiento no duró ni siquiera un minuto, que enseguida se distrajo entre su imaginación. Sabía bien que el consultorio de la señorita Somin estaba en el tercer piso, a la derecha.
Miró la enorme escalera de anchos escalones y fue dando pequeños saltitos hasta ella, para poder subir hasta el tercer piso. Aunque fueran muchos escalones, a él no le importaba ni se quejaba. Finalmente, luego de envolverse en sus propios juegos mientras subía las escaleras, llegó hasta el tercer piso. Dio un suspiro hondo y observó toda la sala incluido el pasillo de la derecha. Estaba todo solitario, no había nadie por aquellos recovecos.
Jongho fundía su mirada en las paredes, y en los apliques antiguos que estaban colgados en ellas, con viejas lámparas, que algunas no funcionaban y otras titilaban a tal punto de querer cortarse y dejar la sala común y el pasillo hundidos en la oscuridad total, porque, aunque fuese de día, las ventanas estaban fuertemente cerradas. Era un ambiente sumamente tétrico al cual Jongho ya se había acostumbrado, pero algunos detalles le seguían dando cierto repelús del cual se le era imposible escapar.
Normalmente cuando su madre observaba que había muchas personas en los alrededores, ambos se sentaban en la sala a esperar por el turno correspondiente, pero el chiquillo de cabello negro se recalcó a sí mismo que no había absolutamente nadie por allí, por lo que decidió avanzar hasta el consultorio él mismo.
Caminó lentamente por el pasillo mientras centraba su mirada en sus zapatillas rojas con sus calcetines de diferentes colores y tarareaba alguna canción de su serie animada favorita. Al subir nuevamente su vista se encontró con una placa que lo calmó un poco.
''JEON SO MIN — ESPECIALISTA EN ODONTOLOGÍA INFANTIL''
El menor curvó sus labios en una especie de sonrisa temblorosa y tocó la puerta en la dulce espera de ver un rostro conocido, un cabello negruzco liso hasta los hombros, ojos almendrados y labios rosados. Esperaba encontrarse con Somin, su dulce voz y apariencia. Mientras esperaba a que ella le abriera la puerta, se dispuso a observar las distintas pegatinas con formas dulces y tiernas que ella misma había pegado en la puerta del consultorio para hacerlo ver un poco más lindo y menos amenazante para los niños pequeños, pero él nunca había tenido miedo, así que no entendía.
Entonces, la puerta se abrió. Jongho sintió un escalofrío por los nervios recorrerlo de pies a cabeza y entonces subió la mirada. Se extrañó bastante al encontrarse un rostro completamente desconocido, o que al menos no figuraba en su enorme catálogo de fisonomías ya vislumbradas anteriormente. Se quedó callado, no supo qué decir, puesto que el plan que él mismo había armado en su cabeza se había visto interferido.
— ¡Hola! ¿Vienes a atenderte? —
Un muchacho de cabello azabache, de gran altura —mucho, más alto que él—, ojos oscuros y brillantes, y una sonrisa amplia y blanca, se encontraba ahora frente a él, le había hablado con toda la dulzura del mundo, y por supuesto que Jongho no tenía ni idea de quién era. No respondió nada, ni siquiera con un gesto, y solo se le quedó mirando por unos cuantos segundos, la timidez había jugado contra él.
— ¿Estás bien? — Volvió a cuestionar el más alto con un tono de preocupación al ver al menor en un trance extraño. Jongho intentó deshacerse de sus pensamientos moviendo su cabeza hacia los lados.
— Sí. —Dijo algo entrecortado. — ¿Usted quién es? ¿Y la señorita Somin?
— ¿Yo? Mi nombre es Jeong Yunho, y soy vicario de la señorita Jeon, quien tuvo algunos problemas para asistir al trabajo. —Le explicó amablemente el joven de la bata blanca conservando su sonrisa.
— ¿Es de esa gente que es pagada para matar a otras personas? — Le preguntó Jongho al escuchar aquella palabra tan extraña, pero Yunho solo carcajeó al escuchar esa pregunta y ante la confusión de Jongho.
— No, esos son sicarios, y yo soy un vicario, ayudante de la señorita Somin. — dijo riendo el mayor. Jongho formó una ''O'' con sus labios y se avergonzó un poco ante su confusión.
— ¿Entonces usted es dentista? Yo también quiero ser dentista. — Comentó el chiquillo ya listo para recibir algún tipo de halago como siempre sucedía cuando decía ese tipo de cosas y demostraba su agudeza.
— Eso es genial, apuesto que serás un gran dentista cuando crezcas. — Le dijo Yunho posando una mano sobre el cabello suave y liso del menor el cual se tomó el trabajo de acariciar con ternura. Jongho le sonrió mostrando sus dientes y Yunho se percató de los brackets que recubrían su dentadura, detalle que le pareció muy tierno, y añadía ese toque de inocencia a la apariencia de Jongho.
Yunho lo invitó a pasar al ya conocido consultorio. Era extraño para Jongho que ni Somin ni su madre estén junto a él, pero, de todas formas, al parecer Jeong era alguien mucho más divertido que ellas dos. Automáticamente se sentó en el sillón estomatológico que estaba ubicado a la izquierda, sus pies quedaban en el aire debido a su corta estatura, por lo que no perdió la oportunidad de balancearlos hacia delante y atrás.
— ¿Cómo es tu nombre? — Preguntó Yunho mientras se colocaba sus típicos guantes de látex y preparaba las herramientas de revisión.
— Choi Jongho. — Respondió el más pequeño. El pelinegro se acercó a él y le volvió a sonreír con ternura.
— Que lindo nombre tienes. — Halagó Yunho. Jongho le sonrió por última vez y abrió la boca listo para recibir su chequeo mensual. Yunho tomó el espejo bucal y se dispuso a observar todos y cada uno de sus dientes.
Había quedado sumamente enamorado de las piezas dentales del pequeño Jongho, y no se parecían a ningunas otras que él haya visto jamás. Eran todas preciosas y lo que más quería era guardarlas en una caja de cristal y poder apreciarlas por siempre. Miró y apreció especialmente los caninos, incisivos y molares, que tenían pista de haber crecido torcidos, pero gracias a la ortodoncia necesaria pudieron corregir su estructura y ahora lucían perfectos, blancos y pequeños.
— Tus dientes están muy bien, Jongho. Los cuidas mucho, ¿verdad? — Preguntó el mayor, y Jongho solo se limitó a asentir con la cabeza. Jeong miró de reojo las pinzas de extracción que estaban junto a los demás instrumentos y le dedicó al jovencito una sonrisa que a su parecer había sido algo siniestra, pero lo pasó por alto enseguida.
— Jongho tú... Me habías dicho que quieres ser dentista cuando crezcas ¿Verdad? — Yunho se alejó un poco de él para tomar una de las paletas de fresa que tenía Somin allí para los niños y dársela al pequeño. Jongho pasó de estar acostado sobre el sillón a sentarse en el borde de este. El menor volvió a asentir con entusiasmo por la pregunta y tomó la paleta para quitarle el envoltorio en menos de un segundo y meterla en su boca.
— ¿Te gustaría ser mi ayudante? — Le preguntó el pelinegro agachándose para tomarlo de sus diminutas manitos y tantear la suave piel del niño. Esa pregunta le iluminó el mundo al pequeño Jongho quien dejó caer su mandíbula conformando un rostro de sorpresa mezclado con felicidad.
— ¡¿Qué?! ¡¿Usted habla en serio?! — Dijo el muchachito completamente sorprendido. Yunho le sonrió con honestidad.
— Claro que sí. Puedes ayudarme con mis pacientes nocturnos. ¿Qué te parece? — Le dijo mientras acariciaba con ternura las manos del chiquillo. El niño de cabello negro sentía que iría a explotar de felicidad, pero Jongho se detuvo en una de las palabras dichas por Jeong. ''Nocturnos'' Entonces esos pacientes asistirían de noche. Enseguida su rostro de felicidad se transformó en uno de desasosiego. El mayor se percató de esto.
— ¿Qué sucede, Jongho? ¿No quieres? — Le preguntó algo preocupado.
— Es que... Mi mamá no va a dejarme salir de noche. — Respondió el más bajo. Yunho entendió su situación e intentó buscar alguna resolución.
— ¿Vives cerca de aquí? — Cuestionó el mayor, Jongho asintió con la cabeza y le indicó que vivía tan solo a dos calles del hospital, además resaltó que sabía cómo llegar, porque hacía ese recorrido todo el tiempo.
— Puedes venir de todas formas. Tu mami y tu papi estarán dormidos, y volverás a tu casa antes del amanecer. ¿Qué te parece, cariño? — Propuso el mayor. Jongho se quedó pensativo, en verdad anhelaba con todo su corazón esta oportunidad, pero sabía que a ni a su madre ni a su padre les agradaría descubrir que salió de casa sin su permiso previo. Jeong lo miraba esperando una respuesta que lo alegrara.
— Está bien... — El menor dijo y mostró sus dientes en una sonrisa completamente emocionado por la idea. Yunho le devolvió la sonrisa, esta vez con una mirada extraña que el de menor altura notó, pero sin embargo ignoró.
— Bien cariño, nos vemos pronto. Te voy a estar esperando en la entrada del hospital a medianoche ¿Sí? — Yunho volvió a revolverle los cabellos al niño quien lamía su paleta de fresa bastante contento, este asintió con la cabeza una vez más. El pelinegro abrió la puerta del consultorio y se despidió de su mini-paciente.
Cerró la puertezuela y se apoyó en ella, dejando escapar una risa poco amigable, porque efectivamente todo estaba saliendo a la perfección, tan solo esperaba que el niño fuera lo suficientemente inteligente como para poder escapar de sus padres sin ser descubierto.
Jongho, por su parte, volvió a encontrarse cara a cara con el pasillo que helaba su sangre, estaba nervioso, pero de todas formas lo atravesó. Debía seguir el plan que su madre le había dicho, por lo tanto, ahora era momento de bajar y sentarse en una de las sillas cercanas a la recepción.
Su sonrisa de emoción era digna de retratar, estaba muy ansioso por el evento de hoy en la noche, y miles de preguntas rodeaban su cabeza. ¿Será que podré repararle un diente a alguien? ¿Voy a ser vicario del señor Jeong? ¿Acaso podré utilizar el torno dental? Jongho estaba más que emocionado por eso, pero, no podía dejar que su mamá se entere de su plan secreto con su nuevo amigo, porque probablemente lo castigaría.
Así que intentó controlar su emoción. El niño se sentó en los pequeños silloncitos que estaban justo lado a la recepción, para esperar por su madre, mientras seguía comiendo esa paleta de fresa que sabía mucho mejor que siempre. Luego de varios minutos de esperar por ella, finalmente llegó; La mujer se alegró muchísimo de que su hijo siga sus instrucciones al pie de la letra, y aunque no se sorprendió, se contentó bastante.
— Hola mi vida. ¿Cómo ha ido todo? — Su madre lo abrazó y besó su mejilla. Jongho se ocupó de contarle lo poco que el mayor le había hecho, después de todo, solo era un control de crecimiento de sus dientes, así que mucho no debía hacerle más que revisarlo por arriba. Le contó sobre la señorita Jeon, sobre los vicarios y sobre la deliciosa paleta de fresa. Se le hacía sumamente difícil el controlar la tentación de contarle a su madre, pero sabía que se metería en muchos problemas si le decía algo, así que simplemente se guardó todo su regocijo para sus adentros.
Esa misma noche, la cena transcurrió de forma normal como todos los días, su padre comentó acerca del nuevo dentista que se había incorporado al equipo médico del hospital debido a la extraña desaparición de Jeon Somin. El señor Choi describía al nuevo chico como ''conveniencia argumental'' debido a que semanas después de que Jeon dejara de asistir al trabajo, él presentó su currículo. Dijo que el pelinegro era bastante alegre, y tenía una chispa bastante vivaz típico de una persona joven casi adolescente.
— Jongho, tu cita de hoy fue con él ¿O no? — Inquirió su padre mientras vertía mostaza picante en su naengmyeon. El niño, quien estaba sumamente entretenido jugando con los palillos de la cena, subió la mirada ante la voz gruesa de su padre, y asintió con la cabeza.
— ¿Qué ha sucedido con Jeon? ¿Acaso enfermó? — Preguntó la señora Choi a su esposo, quien negó con la cabeza.
— Nadie sabe nada de ella, cariño. Pero queremos creer que sí. — Aseguró su padre con un tono lastimero al recordar a su compañera de trabajo. La señora Choi hizo una ''O'' con sus labios.
Jongho escuchaba la conversación aunque intentaba mantenerse al margen, porque si había algo que él sabía muy bien, era que sus padres eran expertos en averiguar sus mentiras, y él era un niño muy honesto y dejado, por lo que si se le escapaba alguna palabra que delatara su plan, todo estaría perdido.
Luego de cenar esperó pacientemente a que sus padres decidan ir a la habitación que ambos compartían. Se quedó sentado en la sala jugando con su consola de videojuegos hasta que sus padres le dieron las buenas noches, justo a las doce.
— No te duermas muy tarde, Jongho. Mañana debes asistir al colegio. — Le dijo su madre y le dio un tierno beso en la mejilla para despedirse de él. El niño asintió con la cabeza.
Jongho se quedó al menos una hora despierto, y se levantó lentamente para revisar si sus padres ya se habían quedado dormidos, y en efecto ambos estaban profundamente dormidos, Jongho achicó sus ojitos en una sonrisa y cerró la puerta intentando no hacer ningún estruendo. Tomó su campera de abrigo que le quedaba excesivamente grande, su gorrito de invierno y sus guantes, para seguido tomar las llaves y con todo sigilo del universo, salir de su casa lentamente.
Se encontró con calles completamente desiertas, una noche profunda y oscura. La única iluminación que tenía en ese momento era la luz de la enorme luna que estaba en el cielo expectante. El viento cortante y frío también era parte del aterrador panorama, sin duda las calles lucían mucho más amigables de día. Jongho comenzó a caminar mientras cantaba alguna canción en tono bajito. Intentaba hacer un mapa mental de a donde ir, recordando la enorme cantidad de veces que había estado por esos alrededores. Caminó con rapidez por las dos calles que conformaban su trayectoria hasta llegar cerca del hospital.
— ¡Señor Jeong! ¡Aquí estoy, no empiece sin mí, por favor! — La voz aguda del menor resonó por todo el callejón, y Yunho giró la cabeza encontrándose con la delgada figura que tanto quería apreciar. Jongho se acercó y apoyó sus manos en sus rodillas, respirando rápidamente. Subió la mirada para encontrarse con el dentista, quien tenía una sonrisa algo extraña, el anterior nombrado no expuso ni una sola palabra, cosa que al menor le pareció inaudita.
Jeong comenzó a caminar hacia la puerta de la clínica. Jongho miraba hacia todos lados tratando de dar con alguna persona que estuviera allí afuera esperando a que el mayor abriera la puerta para entrar al establecimiento, pero sus ojos no pudieron encontrar nadie, estaba todo solitario y silencioso, ni un alma pasaba por allí, cosa que extrañó aún más al niño. El mayor sacó una llave de su bolsillo y desbloqueó la puerta para luego solo entrar y comenzar a caminar por la oscuridad del pasillo, sin siquiera prender las luces de este.
— ¡Señor! ¿Cómo usted tiene esa llave? ¿Es como una llave maestra verdad? Creí que solo los guardias la tenían. — Decía Jongho mientras corría tras el intentando seguir el paso tan rápido del mayor.
— La robé de administración. — Aseguró el mayor con un tono que le heló la sangre al menor, el cual estaba algo confundido, como si toda aquella personalidad fantástica y divertida que resguardaba el más alto se hubiera esfumado de un momento para otro y ahora parecía como que su persona estaba cubierta de un aura extraña. El menor mordió sus labios ahogándose con sus propias palabras. Jeong no le había dicho que se callara ni nada parecido, pero, su tono de voz en aquella última respuesta le indicaba a Jongho que lo mejor sería quedarse en silencio, un ambiente algo tenso se formó a medida que avanzaban por el pasillo camino a la escalera para subir al siguiente piso, no se oía absolutamente nada tan solo el sonido de los zapatos de Jeong golpeando contra el suelo de cerámicos y haciendo un ''Tac, Tac, Tac'' que no hacía otra cosa que poner excesivamente nervioso a Jongho. El ambiente oscuro lo estaba aterrando.
— Señor... T-Tengo miedo. — Dijo el menor en un susurro. De repente los pasos del mayor cesaron, y Jongho sintió la mano del pelinegro entrelazarse con la suya, lo cual lo sobresaltó de repente, pero luego hizo que se calmara un poco.
— No temas. — Le respondió el mayor. Jongho insistía en que la voz de Yunho era sumamente profunda e inspiraba un temor terrible, ni siquiera parecía el mismo chico sonriente con el que había hablado en la mañana. Jongho no podía ver por donde estaban caminando, y solo se guiaba por el tirante brazo del mayor quien al parecer lo jalaba para que apure el paso.
Cuando finalmente atravesaron todo el primer piso y el segundo, se enfrentaron al aun más aterrador pasillo de las luces titilantes. Jongho seguía sin ver a nadie, y el agarre de la mano de Yunho ya le estaba doliendo, porque el mayor estaba apretando su manito con fuerza, tanto que dejó salir un quejido que al parecer molestó un poco al pelinegro.
Cada vez que pasaban por debajo de una de las luces, Jongho miraba directamente al rostro del mayor, el cual era una mezcla pavorosa de locura, alegría y ese sentimiento de ''Todo ha salido tal y como lo planeé'' que Jongho no sabía explicar con una palabra concreta. Y a todos estos factores, se le sumaba, como si de una cereza en un pastel se tratara, una sonrisa sumamente torcida que temblaba de vez en cuando.
El menor estaba asustado, ya no quería estar allí, y no había sido una buena idea escapar de casa, la presencia de Jeong ya no se veía como una figura de protección, si no como una amenaza que crecía con cada paso que ambos daban por aquel pasillo tan oscuro. Yunho paró en la puerta de su consultorio, y abrió la puerta con otra llave que sacó de su bolsillo, Jongho movía su muñeca en busca de poder soltarse del poderoso agarre.
— Señor Jeong... Quiero irme a casa. — Dijo entrecortado. Estaba demasiado nervioso. La única respuesta que recibió fue una tétrica risa, que lo incomodó mucho más. El mayor empujó al niño dentro del oscuro consultorio y cerró la puerta con la misma llave con la que la abrió. Sentía que su corazoncito estaba a punto de explotar de tan rápido que latía.
— Jongho... ¿Qué tal si te sientas en el sillón? Cálmate bebé... — Dijo Yunho mientras avanzaba hacia él y se arrodillaba para quedar a su altura. El pequeño pelinegro lo miró con desconfianza y ganas de llorar, pero intentaba ahorrarse sus lágrimas porque él era un muchacho fuerte y valiente que no debía temerle a nada, o al menos eso decía su madre. El niño se quitó su abrigo, avanzó hasta el sillón estomatológico y se sentó en este.
— ¿Dónde están las personas que íbamos a atender? — Se atrevió a preguntar en un acto de valentía el más pequeño. El mayor, quien estaba de espaldas con su uniforme puesto y haciendo varios ruidos metálicos que ponían nervioso al niño, le respondió con un ''No te preocupes, suelen llegar tarde'' En ese punto, Jongho no estaba seguro si confiar en las palabras ajenas.
— ¡¿Qué hace?! ¡Déjeme por favor! — Chillaba el pequeño.
— Quieto, mi amor, quieto... — Más temprano que tarde, Jongho sintió un agudo pinchazo en su brazo. Logró ver una no muy amigable jeringa ser insertada en su antebrazo, cosa que lo hizo dar un alarido de dolor e impresión. Pero, antes que pudiera reaccionar, sus ojos se estaban cerrando completamente, y un sueño invadía todo su cuerpo, haciendo que su anatomía se sintiera sumamente pesada y difícil de mover, y en menos de lo que esperaba, cayó rendido ante el sueño.
Yunho le había inyectado sufentanilo un opioide parenteral que lo había anestesiado por completo.
En lo que el niño descansaba tranquilamente, el pelinegro, con todo su plan ya armado, tomó unas sogas algo viejas y desgastadas de su bolso y ató las muñecas del niño, a su vez que los pies. Lo amarró al sillón, de forma que este no podía mover ninguna de sus extremidades.
Y en lo que el pequeño despertaba, Yunho se dispuso a preparar todas las herramientas necesarias para comenzar con su ansiada tortura y también le quitó los frenillos que suponían un gran obstáculo. Para desgracia de Jongho, no sería obligatorio el utilizar anestesia esta vez...
Luego de unos 30 minutos de espera, Jongho pudo recién parpadear, intentó mover sus brazos y piernas, pero nada sucedía, sentía que su circulación se cortaba con las sogas que apretaban sus articulaciones. Todo estaba algo borroso, pero pudo sentir una mano que acariciaba su rostro.
— ¿Ya has despertado, cariño? — Escuchó una voz profunda pero fina que se coló por sus oídos. Supo identificar en ese momento que se trataba de la voz del señor Jeong, y, por lo tanto, la mano que estaba acariciándolo también sería de él. Jongho soltó un quejido de dolor por la presión de las sogas.
— ¡Me alegra tanto que quieras regalarme esos hermosos dientes! — Exclamó el pelinegro mientras sostenía una pinza en sus manos, la cual Jongho, ya con su conciencia recuperada, reconoció como una pinza de extracción. Abrió sus ojos como platos y comenzó a sudar del terror que le inspiraba aquel dentista.
— ¡No! ¡Déjeme ir! ¡Quiero irme a casa! — Gritaba el menor mientras forcejeaba para soltar las duras ataduras de la lía. No pudo evitar comenzar a llorar, pues la presión era demasiada, estaba muy asustado y desesperado, todo en aquel consultorio lucía como el mismísimo infierno, y el diablo estaba justo a su lado.
— Tranquilo, quédate quieto. — Decía Jeong con un tono aterrador mientras tomaba al menor por las mejillas y prácticamente lo obligaba a abrir la boca.
El hombre introdujo la pinza en la boca del más pequeño, tomando uno de sus pequeños dientes, su molar derecho, para más precisión. El menor tironeaba con todas sus fuerzas, las lágrimas caían por su sien, y su respiración estaba completamente fuera de control.
Yunho puso una mano en el frágil y blanquecino cuello del más pequeño, apretando con fuerza. Presionó la pinza aún más, y ya con el agarre perfecto, tironeó hacia arriba con potencia, intentando quitar la pieza dental. Jongho temblaba del dolor y soltaba alaridos terribles. El pelinegro sonreía mientras movía su mano estratégicamente haciendo un vaivén para poder aflojar el diente desde la raíz.
Luego de varios minutos de tironear hacia arriba, Jongho pudo escuchar el sonido de sus encías rompiéndose en un espantoso ''Crunch'' que creyó que quedaría en su mente para siempre. El chorro de sangre que salió despedido del agujero de su carne bucal fue lo suficientemente abundante como para ahogarlo. La sangre que se desbordaba por sus labios se mezclaba con su sudor y sus lágrimas. Los temblores de su cuerpo eran fuertes, nunca creyó que podía sentir un dolor más grande que el que estaba sintiendo en ese instante.
El dentista observó el pequeño diente bañado en sangre que estaba en la punta de la pinza. Sus guantes de color blanco estaban ahora manchados por el líquido carmesí, al igual que el armonioso color níveo de su barbijo el cual bajó y dejó por debajo de su mentón. Yunho dejó la mini pieza dental en la charola de metal, y se acercó hasta él.
El niño estaba temblando del dolor mientras lloraba descontroladamente, y de su boca seguía escurriendo plasma escarlata. El mayor relamió sus labios y se acercó a él. Pasó su pulgar por el labio inferior del niño, el cual estaba goteando pequeños hilillos de sangre, y no pudo evitar la tentación de acercarse a él y besarlo. Podía catar el sabor recio del flujo rojizo del niño, se le hacía sumamente delicioso de saborear.
Jongho, por su parte, estaba teniendo miles de sentimientos encontrados, realmente no entendía qué es lo que el mayor le estaba haciendo, pero le dolía muchísimo. Yunho seguía empeñado en devorar los pequeños labios del chiquillo, había mordido varias veces estos y creyó que tal vez lo había lastimado, pero eso significaba más de ese dulce néctar carmesí que tanto amaba probar. Terminó de besar al menor, dejando un hilo rojizo que conectaba sus propios labios con los ajenos.
— Ah Jongho... tu sangre es tan dulce. — Gimoteo el mayor mientras acariciaba el contorno del rostro ajeno. Estaba siendo sumamente complacido por el pequeño niño, había sido el mejor de todos hasta ahora, era perfecto, cada centímetro de su cuerpo.
Horas y horas pasaban, y Yunho no paraba de lastimarlo más y más, parecía tener una extraña obsesión con hacerlo sufrir y también con su sangre. Escuchaba aquel ''Crunch'' una y otra vez cada que el mayor se ocupaba de arrancar sus dientes, de tan solo imaginar la carne de sus encías siendo destrozada le daban escalofríos.
Había 5 piezas dentales pertenecientes a Jongho en aquella bandeja metalizada la cual estaba cubierta de espesa sangre que también pertenecía al niño. Cada uno de los dientes se le había sido arrebatado de formas diferentes, una más dolorosa que la anterior, y el plasma carmesí no paraba de salir de los hoyos que sus dientes habían dejado. Jongho se había quedado sin lágrimas, su corazón seguía latiendo a una velocidad increíble.
Sentía el sabor metálico de la sangre aún más fuerte cada vez que el mayor se le acercaba para besarlo, pero él simplemente no podía decir ni hacer nada. Estaba retorciéndose en su propia sangre, sudor y lágrimas. Si había algo que quería en ese momento era a su madre, quería abrazarla y que le diga que todo esto era un simple mal sueño, que todo estaba bien. Un mareo extraño lo estaba invadiendo de repente, pestañeó varias veces, y Yunho se percató de esto.
— Has perdido mucha sangre, amor mío. Pero no te preocupes, ¡Es el último diente! ¡Y acabaré de volverte aún más hermoso de lo que eres! — Exclamó el mayor, y seguido de esto, soltó una risa maníaca. Jongho pudo volver a escuchar el sonido de las herramientas siendo preparadas, quería gritar muy fuerte, con todas sus fuerzas, pero no tenía sentido, pues, nadie lo oiría.
Yunho se acercó a él con el torno dental. Al ver aquella herramienta que presentaba una gran amenaza hacia él, sus piernas comenzaron a temblar muchísimo, nuevamente y con las pocas fuerzas que le quedaban, tironeó de las viejas sogas que lo mantenían amarrado al sillón una vez más.
Jeong introdujo el aparato en la boca del niño, prendiéndolo de inmediato y perforando a gran velocidad su diente canino izquierdo, y llegando hasta la carne de la encía que retenía el hueso. ¡Diablos que esto le dolía! Le dolía demasiado, aquel aparato girando a gran velocidad dentro de su encía, rompiendo y desgarrando cualquier pista de carne que hubiera a su paso. Jongho dobló su columna vertebral hacia arriba mientras daba un estruendoso alarido de dolor.
Al parecer, la fuerza que estaba imponiendo ahora mismo con sus piernas le fue suficiente como para cortar la vieja soga que lo ataba. Cuando se dio cuenta de esto, inmediatamente dispuso sus piernas hacia delante para darle una patada en el estómago al dentista con todas sus fuerzas posibles, el mayor se hizo hacia atrás, adolorido.
Y Jongho, volvió a intentar soltar sus manos de las sogas, cosa que logró tirando con todas sus fuerzas y deshaciendo el nudo, las marcas rojizas que estas le habían dejado le dolían como el demonio, pero de todas formas ignoró esto.
El torno cayó al suelo desde las manos de Yunho, y este se estaba acercando a él de una forma algo amenazante y con una mueca de odio terrible. Jongho se paralizó y en una fracción de segundo pensó que podría hacer para salvarse, así que tomó el torno del suelo, infló el pecho en busca de toda la valentía posible y lo accionó directo en medio de la frente del mayor, haciendo que este perfore su cráneo como si de una bala se tratara, matándolo en el instante.
El cuerpo sin vida del más alto cayó al suelo, terminando de clavarse aún más el filoso torno en el cráneo.
Jongho se quedó mirando horrorizado como el charco de sangre que salía de la cabeza del difunto dentista aumentaba en tamaño. El menor estaba paralizado ante la escena ante él ¿Acaso él había acabado con la vida de una persona? ¿Se lo merecía? ¿Iría a la cárcel? El menor corrió hacia la puerta de entrada, dispuesto a pedir ayuda, pero estaba trabada, intentó abrirla y la golpeó con fuerza.
— ¡Ayuda! ¡Por favor! — Chillaba el niño mientras golpeaba la puerta con sus puños, intentando llamar la atención de cualquier persona. Su boca seguía sangrando sin parar, cosa que lo ahogaba de vez en cuando. Divisó entonces, la puerta del pequeño armario que estaba congeniado con el consultorio. Se escondería allí hasta que alguien lo encuentre, estaba demasiado asustado, cansado y adolorido, sentía que se desmayaría en ese mismo instante, ya no aguantaba ni un poco más.
Corrió hasta la puerta color café y la abrió, volvió a paralizarse completamente, al ver que apenas abrió la puerta, cayó sobre él el cadáver de quien menos se esperaba.
— ¿S-Señorita Somin? — Pudo gimotear Jongho en un hilillo de voz al ver la mujer tendida en el suelo con un enorme corte en la garganta que no pretendía nada bueno.
¿Acaso esa pesadilla que estaba viviendo podría ser peor? Gritó asustado y se sentó en el suelo, poniendo su cabeza en medio de sus rodillas y rodeando estas con sus brazos. Comenzó a sollozar y a balancearse de atrás hacia delante. Todo su cuerpito el cual estaba cubierto de su propia sangre y también del difunto mayor, temblaba, estaba realmente asustado y angustiado. Sin duda aquel era el peor final para alguien como él.
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"El asesino en serie conocido como ''Mr. Tooth Fairy'' fue encontrado muerto en el consultorio de una de las clínicas de salud privada del centro de Seúl. El asesino fue identificado al instante gracias a una víctima que había sobrevivido a los ataques.
El niño que fue encontrado en un rincón del consultorio estaba fuertemente shockeado por los eventos que al parecer ocurrieron en aquel lugar y en donde él mismo estuvo envuelto.
Junto al cadáver del mayor y el niño, había otro cuerpo, que fue inmediatamente identificado como una dentista empleada de la clínica, quien había sido reportada como desaparecida hacía algunos días atrás, todos los estudios que fueron realizados hasta ahora apuntan a que la mujer de unos 25 años fue asesinada por el difunto asesino quien también habría abusado del menor.
El pequeño niño, quien sufrió de las típicas lesiones que el malviviente se encargaba de proyectar en todas sus víctimas, fue devuelto con su familia, y estaría bajo intensiva revisión psicológica. Se espera que, dentro de unos meses, el niño pueda declarar ante un juez, contar los hechos ocurridos cronológicamente y explicar un poco más acerca de lo que sucedió. Para finalmente, cerrar el misterioso caso de Mr. Tooth Fairy''
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Muchísimas gracias por leer y gracias a @DIEJOUBU por permitirme adaptar su obra. ♡
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