🌹𝑼𝒏 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐 𝒔𝒆𝒏𝒕𝒊𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐🌹
Un par de semanas habían bastado para que aquella aura hostil –al menos por parte del príncipe–, desapareciera. Namjoon nunca se sintió tan incómodo a su lado excepto por las veces que el menor se quedaba viéndolo de más. Sabía que el príncipe tenía ganas de hablar hasta por los codos pero siempre se detenía de último momento.
En ese instante se encontraban en el comedor, Namjoon había insistido en torturarlo teniéndolo cerca casi las veinticuatro horas del día. Solo dejándolo libre cuando le ordenaba irse a dormir. El almuerzo fue servido para ambos y en silencio se dispusieron a almorzar. A veces sus miradas chocaban, a veces cada uno veía al otro de reojo y rápido para no ser descubiertos, pero siempre acompañaba en la mesa el mismo sonido de los cubiertos chocando en los platos.
SeokJin se había acostumbrado a obedecer cualquier cosa que el mayor le dijera, al principio lo hizo por su paz mental, y ahora, esperaba y contaba cada segundo para poder escuchar su voz. En cambio Namjoon, sufría cada vez que tenía que dejar de ver el hermoso rostro del príncipe. Era algo nuevo y extraño de parte de ambos.
Al terminar la comida, Namjoon carraspeó intentando llamar la atención de Jin, y lo hizo, porque los ojos claros de él se posaron en los suyos. Entonces tomó el valor para decir aquello que tenía pensado hace unos escasos dos días.
—¿Te gustaría salir del castillo?
SeokJin no supo cómo reaccionar a eso, solo que por la sorpresa el tenedor calló en el plato haciendo un ruido estorboso.
—¿Es… enserio?
—Si no quieres pues sigue encerrado —Namjoon se encogió de hombros, restándole importancia mientras bebía de su copa de vino.
—¿Bromea? ¡Claro que quiero salir!
—Bien, come rápido para que salgamos.
—Espere. Usted… ¿Saldrá conmigo? —Namjoon asintió.
—Vigilaré que no quieras escaparte.
¿Cómo Namjoon podía decirle a Seokjin que en realidad quería verlo de nuevo entre aquellas flores?
¿Cómo Seokjin podía decirle al rey que le encantaba la idea de salir con él?
Ambos se quedaron callados terminando sus comidas y luego levantándose para encaminarse hacia las puertas dobles que se abrieron de repente, como si tuvieran vida y esperaran que ambos pasaran a través de ellas. La tarde era hermosa, el viento corría suave alborotando su cabello y la fuente como siempre, se encontraba limpia y funcionando.
Se encaminó hacia las rosas y estas al tocarlas se hicieron más grandes y coloridas como la primera vez. Se tumbó de piernas cruzadas sobre el pasto y disfrutó con una sonrisa el tocar sus delicados pétalos. De pronto, como en aquella mágica ocasión, una rosa se alzó hacia él, y con dos hojas en su tallo simulando unos pequeños brasitos ésta hizo una reverencia hacia él.
—Hola, príncipe Seokjin.
—Hey, hola. Ahora sabes mi nombre. —Susurró recordando que la pequeña flor le había preguntado.
Volteó rápidamente hacia atrás, encontrando a Nam con la mano un poco alzada hacia él, y en cuanto lo vió la escondió en su espalda disimulando ver a otra parte. Volvió su vista a la flor y otra vez se encontraba como una hermosa rosa roja entre varias otras. Se levantó con una sonrisa resplandeciente y sacudió su pantalón para acercarse al rey.
—Usted lo hizo.
—Mmm, ¿Hacer qué?
—La rosa —apuntó hacia el rosal—. Usted hizo que cobrara vida.
—Nop, no fui yo.
—No se haga, lo ví.
—Aaah, me parece que vió mal, príncipe Seokjin.
Namjoon caminó hacia la fuente con sus manos en su espalda ignorando al castaño que se quedó detrás de él, Seokjin pudo ver un movimiento extraño en ellas que no comprendió hasta que algo rozó su mano suavemente. Era una rosa perfectamente cortada, flotando al lado de él hasta que la agarró.
Su estómago sintió mariposas y un chillido de emoción se guardó en los más profundo de su garganta ante el gesto del rey. Era hermosa, y olía delicioso. Aún no podía creer que él hubiera hecho todo eso.
Normalmente solo los hechiceros y brujos la poseían, y estos últimos no la utilizaban para fines buenos. Pero claro. También había escuchado que la sangre real poseía poderes mágicos, ahora sabía que eso era más que verdadero.
Caminó hasta quedar al lado de Nam, muy cerca de él y su mano muy cerca de la suya. La acercó cada vez más tratando que apenas se pudieran rozar sus dedos. Namjoon observó aquello y de inmediato se apartó. No podía dejar que Seokjin lo tocara.
—Creo… que es hora de entrar.
Jin no protestó, había sido un momento muy corto afuera, pero si obedecía sabía que otro día podría volver a salir, y quizás conseguir otra rosa de parte del rey.
La cena fue silenciosa pero más amena, y al terminarla Namjoon sugirió que ya era demasiado tarde para estar despierto, por lo que se levantó deseando una feliz noche yendo a su habitación
Por la mañana los animós de él estaban más que elevados, tenía ganas de hacer tantas cosas y no sabía qué. Pero entonces un recuerdo de semanas atrás vinieron a su mente. Rápidamente se dirigió a la cocina, abriendo las puertas apurado y asustando a las chicas dentro que se entretenían compartiendo chismes del pueblo.
—¡Chicas!
—Príncipe ¿Pero qué ocurre? ¿Por qué tanta prisa?
—En primera, dejen de llamarme príncipe, díganme Jin. En segunda, díganme que aún tienen los ingredientes para el pastel.
Las chicas se vieron entre sí y una de ellas se dirigió hacia la alacena para verificar.
—La mayoría si, solo faltan los huevos y la leche, que consumimos en vista de que no se iba a ocupar para el postre.
—Oh, lamento eso. Bien, necesito que vayan a conseguir lo que falta.
—¿Harás el pastel? —Jin asintió efusivamente y ambas chicas dieron saltitos con aplausos en sus lugares.
Ni diez minutos pasaron cuando ambas chicas salieron del castillo rumbo al mercado para comprar lo faltante, Seokjin estaba nervioso, mentiría si no. Las probabilidades que a Namjoon le gustara lo que iba a preparar era una en un millón, pero al menos lo haría para él y para las chicas, y Yoongi si acaso también gustaba de probarlo.
Mientras esperaba a las chicas se sentó en la orilla del ventanal al lado de la puerta principal, con un libro en sus piernas flexionadas. Estaba tan metido en la lectura que no se dió cuenta de la presencia tras él hasta que escuchó su risa y volteó.
—Eres chistoso, haces muchos gestos cuando lees.
—Mmm. Al menos muestro emoción ante la lectura —la sonrisa inocente de Jin lo hizo sonreír—. No como alguien que conozco.
—Ah, ese alguien debe ser un completo amargado. —suspiró—. Porque que pena si no arruga la nariz cada que algo le disgusta, o rueda sus ojos ante un cliché o cuando un personaje hace algo estúpido, o abre la boca ante sorpresa, o bufa molesto cuando no pasa lo que queria. O —y en ese momento sus miradas se encontraron, la de Namjoon más brillante de lo normal, la de Jin asombrada con un ligero brillo en ella—... O grita de emoción ante el romance.
—¿Siempre me observa cuando leo? —su voz salió sutil y avergonzada, Namjoon jamás creyó vivir para ver eso, pero las mejillas de Jin estaban sonrojadas.
—Para mí es imposible no hacerlo.
Las mejillas de Jin ardieron aún más, y su pecho sufrió de una explosión de sentimientos distintos. Salvado por la campana, dirían, pero más bien lo salvaron las puertas del castillo abriéndose. Para DaHyun y JiHyo ya era común verlos juntos, pero cada vez que lo hacían no podían no verlos como una hermosa pareja, ellos no sabían, pero ellas amaban verlos juntos cada vez que se sonreían sin aparente razón, solo porque sí y porque no.
—Príncipe, trajimos lo que pidió. —DaHyun alzó la canasta de compras y Namjoon volteó con curiosidad.
—Estaremos en la cocina —JiHyo empujó a su hermana hasta que ambas desaparecieron entre sonrisas.
—¿Pediste algo?
—Solo algunas cosas para preparar algo en la cocina. —se abajo del ventanal de un salto dejando el libro ahí para después—. Con permiso.
Se encaminó hacia la cocina, sintiendo la mirada puesta en él. Y no era para menos, Namjoon estaba sumergido en ver las hermosas curvas del muchacho que caminaba con gracia.
Ciertamente no estaba acostumbrado a tener contacto con nadie que no fuera su amigo y las dos chicas, el joven conductor de las carrozas y el jardinero que venía pocas veces al mes al castillo, pero anteriormente había socializado con infinidad de príncipes y princesas, duques, condes, y nobleza por doquier, pero jamás había visto alguien que se pudiera comparar a la belleza que tenía Seokjin.
—Tú no caíste, tú te aventaste de un barranco por Seokjin —Namjoon dejó de ver hacia donde se había ido el chico castaño, percatandose que mordía su labio inferior inconscientemente—. Y por lo que veo, te tiraste de cabeza de lo más alto.
Yoongi reía con mucha diversión al ver a su amigo viendo indecentemente al príncipe.
—Cállate.
—No te avergüences, es un chico hermoso. Si no fuera por tí trataría de conquistarlo.
Namjoon lo observó casi matándolo con la mirada, y cuando se percató tomó una postura mecánica para no quedar en evidencia ante el mayor.
—Yo no soy impedimento… no sé de qué hablas.
—¿A, no? En ese caso entonces lo empezaré a cortejar y le pediré una cita fuera del castillo. —hizo ademán de caminar en dirección de la cocina, pero inmediatamente fue detenido por una mano aferrada a su brazo.
—Ni se te ocurra, él es mío. Además, tú ya tienes pareja. —La sonrisa de Yoongi fue amplia, y la sorpresa de Nam al decir aquello lo llevó a retroceder.
—¿Ves? Te gusta, admite que Seokjin y tú pueden tener un futuro juntos.
—¿Qué clase de futuro tendría él con alguien como yo? Sin salir del castillo, sin poder regalarle una cita a través del campo sin que las personas as se asusten al verme.
—Él podría ser…
—No lo es, jamás podrá verme más que como lo que soy.
Yoongi se quedó en silencio y en vista de aquello Namjoon se encaminó escaleras arriba hacia su cuarto, en dónde al fin podría pensar y dejar salir aquella angustia que le carcomía el alma. Era curioso cómo estaba en un remolino de emociones, cómo le hacía sentir estar lejos y cerca del castaño. Tenía un impulso por acercarse más de lo debido, pero sabía que no podía hacerlo sin que él saliera lastimado.
Ese impulso era demasiado fuerte, incluso llegando a quedarse congelado para no reaccionar sin pensar. Las consecuencias de eso serían terribles, y él lo menos que quería era lastimar a Seokjin o que sufriera por su culpa.
Al fin y al cabo creía que si había algo que le hacía sentir cosas cálidas por el príncipe, aceptaba que había descubierto un raro, nuevo y muy bonito sentimiento en su interior.
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