🌹𝑺𝒂𝒄𝒓𝒊𝒇𝒊𝒄𝒊𝒐🌹
Era la primera vez que SeokJin se quedaba dormido junto a él, literalmente no se dió cuenta en qué momento habían llegado a esa posición, pues se había quedado recostado en su pecho recibiendo caricias en su cabello, hasta que los dos se quedaron dormidos. Aunque anhelaba que fueran sus manos cálidas y no los separara unos guantes.
Se levantó en silencio, observando casi el anochecer a través de las ventanas y las estrellas asomarse en el cielo junto a la luna casi llena. Observó una última vez a Namjoon durmiendo plácidamente, su respiración siendo una sutil melodía, ansiaba con todo su corazón poder besar sus gruesos labios. Él también quería un para siempre.
Caminó fuera del lugar rumbo a su habitación para prepararse como aquella vez. Ésta vez no regresaría sin una solución. Preparó lo necesario y cuando estuvo fuera del castillo escuchó una voz.
—¿Necesitarás de nuevo un caballo?
—Yoongi… yo…
—No hace falta que me lo digas, sé perfectamente dónde irás.
—¿No intentará detenerme? —Inquirió algo curioso.
—Yo haría lo mismo por la persona que amo.
—Su… su pareja… ¿Por qué jamás lo ha traído al castillo?
Ambos caminaron hacia los establos tras una seña de parte del mayor.
—Lo conocí no hace mucho. Él es mi vida entera, es justo lo que siempre quise —suspiró—. Pero tengo temor a que se aleje de mí cuando sepa quién soy y de dónde vengo.
—¿Él lo ama? ¿Es una buena persona?
—Qué pregunta. Jimin es la persona más maravillosa que pude haber conocido. Él es perfecto para mí, pero yo no lo soy para él.
—¿Por qué?
—Porque él tiene un futuro planeado por sus padres, con un esposo que podría darle todo cuanto pudiese, y yo no puedo ofrecerle mucho que digamos
SeokJin lo veía enternecido. Yoongi no era la persona precisamente más abierta del mundo, por eso se sorprendía que le estuviese diciendo aquello con tanta confianza.
—Si el amor de ambos es grande, lograrán estar juntos cueste lo que cueste —ambos llegaron al establo y Yoongi preparó al caballo con las palabras del príncipe haciendo eco en su cabeza. Cuando lo ayudó a subirse SeokJin le dió una última mirada al hombre—. Cuando regrese quiero conocer a su chico, dígale y verá que si él lo ama, su reacción lo sorprenderá.
En medio de la noche, con la luna creciente en todo su esplendor emprendió camino entre el bosque, tenía planes de regresar lo más rápido que pudiese al castillo, no sabía exactamente que tipo de solución buscaba pero tenía que haber una forma.
El camino de hecho fue casi tan largo y aburrido como la primera vez. Nada más los búhos y los grillos acompañaban su camino, junto con él crujir del las ramas bajo las patas del caballo. Poco tiempo después sintió sus piernas entumecidas, así que no lo pensó mucho para bajar del animal y empezar a caminar jalando las cuerdas.
Silbaba y pateaba un par de rocas, tenía que admitir que tenía sueño, había caminado lo que calculaba eran un par de horas y aún le faltaba mucho más de la mitad del camino. Debajo de un árbol se detuvo, el caballo dobló sus patas y se echó en el suelo, y SeokJin pudo recostarse en su costado para dormir.
Cuando medio despertó, la comezón en la nariz no lo dejó tranquilo. Movió su mano por encima de su rostro aún con los ojos cerrados, pero la comezón siempre regresaba. Hasta que los abrió por completo y vio algo colorido frente a sus ojos abrir y cerrarse con lentitud, sonrió, aquella mariposa parecía no querer apartarse.
Lamentablemente tuvo que ahuyentarla, pues debía continuar su camino hacia Nursia, el pueblo de los brujos donde una vez encontró a Jieun, solo esperaba que la mujer no se negara a ayudarlo, ahora venía más que preparado para cualquier condición.
Al llegar al bosque en el que la primera vez la encontró, se detuvo campantemente y se permitió respirar antes de verla y enfrentarla.
—¡Jieun! —gritó, escuchando un poco lejos unos pasos— ¡Jieun, sé que estás ahí! ¡Me mentiste! ¡Dijiste que con unas palabras sinceras el hechizo terminaría!
Una risa acechó a su alrededor, y como neblina blanca nuevamente la mujer apareció, solo que esta vez montada arriba del caballo en el que venía. Con su encantadora sonrisa y sus esbeltas piernas cruzadas.
—Yo nunca dije que las palabras tenías que decirlas tú, cariño.
—¿C… cómo?
—Es él quien tiene que entregar su corazón.
—Pero… él hizo, sé que él me ama.
La mujer asintió sonriente.
—Si estás aquí no dudo que él haya sido lo suficientemente bueno. Pero ¿Te ha dicho que te ama? —el príncipe guardó silencio, pues Namjoon jamás había dicho aquellas palabras—. Exacto, él no las ha dicho.
—Eso es injusto.
—Es el hechizo más justo que he hecho, y se merecía más por imbécil. Gracias a eso soy lo que soy ahora, yo no pedí pertenecer a la oscuridad —alzó la voz molesta, descendiendo del corcel y encarando al príncipe.
—No puedo permanecer ni un minuto más lejos de él. No puedo tocarlo, no puedo abrazarlo ni puedo besarlo y eso es gracias a tí —apuntó a su pecho—. ¡Ahora quiero que hagas lo que sea para poder estar con él y deje ese maldito pensamiento de que encontraré a alguien más!
La mujer sonrió acercándose cada vez más a él. Tal vez había una forma…
—¿Qué estás dispuesto a darme a cambio?
SeokJin caminó hacia el caballo y sacó del morral dos bolsas pesadas dejándola caer a los pies de la mujer, en donde se veían las monedas brillantes. Justamente antes de salir del castillo había preparado esas bolsas de oro para ofrecerlas a la mujer a cambio de una solución.
—Si lo que quieres es oro ahí están, te dará para pasar hasta tres vidas con eso.
—¿Qué es lo que quieres?
—Si no puedes quitarle a él ese hechizo, pon uno en mí para poder ser igual a él.
La mujer quedó en blanco, completamente atónita ante las palabras del jovencito. Así fue por un par de segundos, en donde trató de leer algún tipo de arrepentimiento en el chico, pero no, ese niño estaba dispuesto a algo tan peligroso por amor.
—Muy bien. El oro me sirve —Jieun avanzó hasta que sus rostros quedaron demasiado cerca, Jin no quería demostrarle miedo—, pero yo quiero otra cosa.
—¿Qué quieres?
—Tu pureza, un pequeño sacrificio de tu parte —susurró en sus labios.
—¿Qué es eso?
—Tu inocencia, tu pureza, todo lo que tenga que ver con la bondad en tu corazón. Todo eso que te detiene de cometer los impulsos de tu corazón.
—Trato hecho —dijo sin siquiera titubear. La mujer se separó sonriente de oreja a oreja.
—Debí pedir algo mejor, pero ni modo.
La mujer caminó unos metros lejos de SeokJin, el chico no entendía lo que estaba pasando hasta que ella volteó con rapidez y alzó su mano hacia él. Intentó hablar pero no pudo, intentó moverse pero una presión que mantenía su cuerpo paralizado no le permitía hacer movimiento alguno. Lo tenía atrapado.
Cayó al suelo de espalda, golpeando su cabeza y mareándose un poco. Sus ojos se cerraron por lo que no veía nada más neblina a su alrededor. No pudo escuchar por completo las palabras que aquella mujer pronunciaba, solamente pudo captar tres palabras que llamaron su atención: amor, sinceridad y lujuria.
Cuando despertó su cabeza dió vueltas, tantas que creyó que en algún momento vomitaría. Se levantó con cuidado para ver a su alrededor, Jieun no se encontraba por ninguna parte, y las bolsas de oro tampoco.
—Maldita bruja ladrona —gruñó molesto.
No se sentía bien para seguir persiguiendo a una mujer que no estaría dispuesta a ayudarle, se montó al caballo y emprendió camino de regreso conforme pasaba el tiempo se sentia cada vez mejor, con la unica diferencia es que en su interior sabía que algo había cambiado.
El camino de regreso terminó, viajó directamente hacia él establo y se quedó ahí recostado en un montón de paja antes de entrar al castillo. Pero pronto sintió una mano jalarlo de sus prendas hasta ponerlo de pie.
—¿Qué demonios…? SeokJin ¿Qué hiciste?
—¿Cómo que qué hice? Me duele la cabeza.
—No lo dudo ¿Acaso esa bruja? ¡Ah! —SeokJin se apartó con miedo ante el repentino grito de Yoongi.
—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?
—¡Esa mujer te embrujó! —Jin procesó aquellas palabras y se dió cuenta. Observó sus manos, y a decir verdad su piel estaba más clara que de costumbre.
—Lo cumplió… —murmuró con una sonrisa.
—¡Tú le pediste esto!
—Si, era la única manera de estar con él.
—Tú si estás demente, niño. Namjoon va a matarme, tengo que esconderte para que no te vea por los momentos, vamos.
Yoongi colocó una capa encima de su cuerpo y por un pasillo distinto lo guió hasta su cuarto. Se despojó de su ropa y se colocó frente al espejo, no podía creer lo que veía, el rey en definitiva iba a notar ese gran cambio. Pero no le tomó tanta importancia, no quería esperar mucho para verlo.
Así que fue directo al cuarto de baño y se dió una ducha relajante y sin prisa, de todas formas él no sabía aún de su presencia en el castillo. Se vistió ligero y aprovechó la tarde para descansar un poco y finalmente salió con la misma capucha cubriendo su cuerpo y cabeza.
Caminó hasta el comedor, ambas bibliotecas, pero él no se encontraba, no fue hasta que se lo encontró en un pasillo. Sus ojos recayeron en su cuerpo provocando estragos en todo su ser, tuvo en su vientre una sensación placentera. Ni en sus más recónditos sueños fantasiosos pensó que debajo de tanta ropa el rey escondiera un abdomen demasiado definido.
Ahora no se veía triste en comparación a la última vez, ahora se veía serio y molesto dándole un toque sexy. No llevaba camisa, estaba descalzo nada más con su pantalón de vestir puesto.
—Jin, ¿Dónde fuiste? Estuve a punto de ir a buscarte, por el amor al cielo me tenías preocupado. —dijo casi sin siquiera respirar—. No vuelvas a salir sin avisar, no tienes que pedir permiso, no soy quién para impedirte salir. Pero al menos te ruego que me avises.
No hizo caso alguno a las palabras del rey, simplemente avanzó hacia él.
—¿Qué haces con eso puesto? —SeokJin parecía no reaccionar, solo avanzaba hacia él con una clara intención, hasta ese momento Namjoon se dió cuenta de su grave error—. Jin, no te acerques. Jinnie, por favor —empezó a retroceder cuánto pudo pero el chico no se detenía—. SeokJin, detente.
—Shhh, ¿Siempre habla mucho?, porque créame su alteza, lo menos que yo quiero en estos momentos es hablar.
La boca de Namjoon se secó ante esa declaración y en el tono que lo hizo, tuvo que apartar cualquier tipo de pensamiento impuro para controlarse.
—Qué estás diciendo. Jin, no estoy jugando, demonios, no quiero lastimarte.
—Hágalo, en estos momentos aceptaría todo de usted. —el rey jadeó y no pudo verlo, pero SeokJin mordía su labio.
—¿Qué te está pasando? Quítate eso.
Quitó la capa que cubría el cuerpo del menor con fuerza, intentando vanamente distraerlo de sus actos. Pero quizás ese fue un error aún más grande que salir sin camisa en busca de un vaso de agua a la cocina en medio de la noche.
—¿Qué demonios…?
—Hola, Namjoonie.
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