🌹𝑴𝒊𝒐🌹
Sus ojos se abrieron y lo primero que captó fueron los rayos del sol entrando por la ventana que antes estaba completamente sellada. Se levantó y se acercó a respirar profundamente el aire libre, la vista daba a un hermoso jardín, el balcón gozaba de una vista hermosa y un encanto sin igual, entonces se preguntó con gran curiosidad si acaso él resto del castillo también era iluminado por el hermoso día de afuera.
No esperó ni un segundo para ir a descubrirlo. Con prisa se adentró al cuarto de baño y se bañó en la amplia tina de mármol, a decir verdad se quedó sumergido en ella un par de minutos disfrutando el agradable aroma de los líquidos de baño, olían a frutos rojos con un toque de vainilla que empezó a adorar desde que entró y olfateó tal delicia.
Salió y rumbo al armario no optó por colocarse algo formal como otras veces, si no y pantalón oscuro y una camisa manga larga color beige con decoraciones doradas. Al caminar por el pasillo no evitó aligerar el paso hacia las escaleras, descubriendo la iluminación de más. Bajó con prisa hacia la salida, intentó abrir la puerta pero como era de esperarse, estaba bloqueada. No se sintió tan mal, al menos podía ver a través de los ventanales hacia el exterior, y al caminar hacia uno de ellos y ver a través de él su corazón casi se detuvo.
—La… la fuente.
Era el castillo fantasma, estaba en el interior del castillo fantasma, todo ese tiempo estuvo dentro de él y no se había dado cuenta.
—Buenos días, príncipe. —JiHyo hacia limpieza en el salón, como era de costumbre hubiera seguido a la chica para charlar si no fuera por su sorpresa—. Oh, ya viste en dónde estás.
—¿Cómo es posible?
Unos pasos pesados se escucharon como ecos detrás de él, al voltear Namjoon se caminaba en su dirección con la capa cubriendo su rostro nuevamente.
—Retirate un momento, JiHyo, por favor.
—Si, señor.
SeokJin alzó su rostro hacia él más alto, estaba embobado logrando ver nada más sus labios.
—¿Por qué se cubre si ya lo ví ayer?
Con un suspiro pesado llevó sus manos a la tela y la retiró con algo de temor, era diferente ahora a plena luz del día. SeokJin claramente ya lo había visto, pero el asombro al verlo era el mismo. No quería admitir que apesar de aquellas características en su rostro, a decir verdad él era muy hermoso.
—Por eso no quería que me vieras.
—Yo esperaba un rostro peludo, garras en las manos y colmillos. —Namjoon alzó una ceja e inmediatamente sonrió mostrando unos hoyuelos preciosos en sus mejillas que instaló una sensación extraña en el estómago del príncipe.
—Supongo… que esto es menos terrorífico.
—Es lindo —ladeó su cabeza con una sonrisa tierna— ¿Por qué? Parece que su rostro fuera de oro y gemas.
—Exactamente.
—¿Por qué? —Volvió a preguntar obteniendo nada más silencio—. Está bien, algún día me lo dirá —se volteó para ver hacia el exterior, fue entonces que Namjoon se sintió temeroso— ¿Cómo llegué aquí? ¿Quién me trajo? Tengo derecho a saber eso.
—No pienso mentirte, yo… mandé a Yoongi al castillo de tus padres con una carroza llena de oro. Cuando… te ví fuera del castillo la otra vez, solo quise verte más tiempo.
Una risa y un asentimiento de su parte se escuchó.
—Claro, me compró. Por qué no me sorprende.
—Lo siento…
—¿En serio lo lamenta? ¿O es solo para conseguir algo a cambio? ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones, rey Kim? Porque lo es ¿No? Usted es el legítimo rey de Ghalella. —dijo aquello volteando a verlo, no quiso que aquella suave y confundida mirada le afectara—. Mis padres me vendieron y eso no me sorprende, desde siempre el plan fue hacerlo, la verdad tampoco me sorprende de usted que me haya comprado. No quería creer en las historias ridículas que decían acerca del hechizo que tiene, ahora veo que son más que ciertas, y veo que solamente busca a alguien que pueda romperlo. Pues déjeme decirle que esa persona no soy yo.
Rodeó el robusto cuerpo del rey y se dirigió escaleras arriba hacia su habitación, mientras que de pie en medio del salón se encontraba aún Namjoon, con un nudo en la garganta que le impidió hablar, que le impidió decirle al príncipe que él se había rendido de buscar a ese alguien, que solamente le había gustado verlo jugando entre las flores del rosal fuera del castillo, y que sin pensar en las consecuencias había hecho lo único que podía hacer para tenerlo junto a él, comprarlo.
SeokJin se sentía traicionado y no sabía ni por qué, jamás esperó que alguien tuviera consideración de sus sentimientos a la hora de intercambiarlo por dinero u oro. Es por eso que la almohada estaba empapada de sus lágrimas, al fin y al cabo no era nada más que un objeto intercambiable para las personas que amaba, y una posesión para otras que solo planeaban utilizarlo.
Se sentía pésimo, aún más sabiendo que ni siquiera podía escapar, aunque lo consideró sabía que no era correcto. Podía sentirse muy mal pero tenía en cuenta que en esa época aquello era lo más normal del mundo, ser víctima de una compra y venta en la monarquía eran algo que todos usaban en su beneficio, pero al darse cuenta después de más de un mes en ese lugar la forma que había llegado ahí, no podía sino sentirse como un material. Una chuchería barata que se podía botar.
Desde que el rey fue hechizado, el reino que antes sólo era uno se separó en cuatro reinos. Y ahora que sabía del legítimo rey, no podía no pensar en por qué él no hacía nada para recuperar su trono. Aunque… luego de un rato comprendió el porqué.
Su primera impresión fue el shock de haber estado todo ese tiempo en el castillo fantasma, su segunda etapa fue negarse y pensar que eso nada más era un sueño absurdo, porque ese castillo siempre estuvo abandonado y ahora se veía muy colorido y hasta hermoso. Luego empezó a negociar consigo mismo si acostumbrarse o no a su nuevo estilo de vida, a la oportunidad que tenía y su misión como juguete del rey. Poco después todo el cuarto se vió echo trizas, con adornos tirados y destrozados, el armario era víctima de patatas, las almohadas estampadas contra la pared y una que otra cosa lanzada al vacío del balcón por la irá del príncipe. Más tarde la tristeza volvió a invadir su alma y el llanto no pudo detenerse. El dolor, fue su siguiente emoción, sus padres eran unos cínicos al venderlo a un desconocido, pero al final lo acepto, acepto su tétrica situación.
Había pasado por cada fase de las etapas del duelo, y ahora estaba en la última: seguir adelante.
Al dia siguiente se encontraba bajando por las escaleras y curiosamente en todo el tiempo que estuvo en ese lugar se encontró con el rey subiendo las mismas. Evitó su mirada, y el hombre se detuvo hasta que el principe estuvo en el último escalón al igual que él. Observó hacia la puerta y con su rostro serio volteó hacia Namjoon.
—Buenos días, su alteza —hizo una reverencia, y su tono sarcástico le pareció poco gracioso a Namjoon, que tenía su dientes ligeramente presionados—. Dígame dónde gusta que pose hoy para usted.
—¿De qué hablas? —preguntó molesto pero con cautela.
—Si, soy un tipo de adorno en su palacio ¿No? A decir verdad —tocó la madera del barandal a su lado, viendo la superficie plana al final. Saltó hasta sentarse ahí. Cruzó una pierna tras otra, hizo el ademán de acomodar su ropa y se sostuvo— ¿Me veo bien para recibirlo cada vez que suba y baje de las escaleras?
—¿Crees que eres un objeto?
—¿No lo soy?
«Al principio si», quiso contestar Namjoon.
—Puedes hacer lo que quieras, si quieres que te crezcan raíces ahí por mi está bien. —continúo su camino, Seokjin quitó su sonrisa socarrona y no evitó pronunciar un “imbécil” que llegó a oídos del rey— ¿Qué fue lo que dijiste?
—Escuchó perfectamente, su majestad. —Seokjin seguía sentado en el barandal, balanceando sus pies.
Los pasos de Namjoon se escucharon fuertes al bajar las escaleras y quedar frente a él nuevamente.
—¿Sabes qué? Tienes razón. Eres mío y harás lo que yo diga cuando yo lo diga porque te compré y tienes que obedecerme. Así que si quiero que lustres mis zapatos o que seas una jodida estatua, lo serás.
—Maldito egocéntrico. —Pudo ver a la perfección los ojos de Nam volverse más brillantes, de un tono amarillo claro, y su mandíbula más definida. Estaba muy enojado y no quiso admitir que se veía tremendamente sexy.
—Sea lo que sea, eres de mi propiedad y tienes que hacer lo que diga —dijo con una sonrisa altanera—. Ahora me apetece que vayas a la cocina y traigas mi café, llévalo a la biblioteca.
Los dedos de Jin perdieron color al verse presionados en la madera, quería ahorcarlo o patearle la cabeza, pero eso seria que le cortaran la suya al matar al legítimo rey. Aunque… nadie sabía que seguía vivo, bien podía asesinarlo sin que nadie lo sentenciara, era una magníficaidea.
Apartando su plan de homicidio, de un salto bajó del barandal y maldiciendo al rey todo el camino hacia la cocina entró encontrando como siempre a las dos chicas.
—Principe Seokjin —ambas mujeres se quedaron sorprendidas de ver al chico rabioso—... ¿Por qué la molestia?
—¿Por qué no me advirtieron que su rey era tan idiota?
—¿Qué sucedió?
—Él…
No tenía nada que decir, porque en primer lugar, él lo había provocado, pero no creyó que fuera tan imbécil de tratarlo de esa manera.
—¡Ya dilo! —Insistió Dahyun un poco más preocupada.
—Solo háganle su café, yo se lo llevaré —ambas mujeres abrieron sus ojos con sorpresa—. No pregunten, por favor.
Dijo eso último sollozando falsamente mientras se dejaba caer en la mesa ¿Por qué no se quedó callado?, su actitud ahí no sería tomada como en el castillo de sus padres, claro estaba que el rey no iba a reaccionar bien ante sus caprichos, sarcasmos e insultos.
Minutos después la tetera con el platito y la taza de café encima de él estuvo en la mesa. Se sentía humillado, jamás había sido mandadero de nadie en el castillo y ahora sentía su ego pisoteado.
Con una lentitud agobiante se encaminó hacia la biblioteca en dónde ya se encontraba Namjoon leyendo con sus pies cruzados, y una postura cómoda para continuar leyendo “Los miserables”, por onceava vez.
Jin dejó la bandeja al lado de él en la mesita y tomó una postura de brazos cruzados ahí mismo.
—Ahí tiene.
Namjoon sin verlo tomó la taza y la llevó a sus labios arrugando la nariz.
—Está frío y le falta azúcar, ve a la cocina a que lo preparen de nuevo.
SeokJin no iba a permitir que lo tratara de esa forma, él no era su sirviente.
—Pues vaya usted.
Se dió la vuelta para salir del lugar.
—SeokJin.
—No soy su jodido sirviente.
Quiso abrir las puertas pero estás estaban bloqueadas, sabía que el muy maldito rey lo estaba reteniendo.
—Abra la puerta.
—No quiero. Ven a sentarte.
—Por favor, abra la puerta.
—Si quieres quedarte ahí de pie, está bien.
Namjoon estaba divirtiéndose en grande, se había molestado, pero ahora ver al pequeño castaño molesto lo entretenía mucho.
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