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❛ Cicatrices ❜

Jack se encuentra sobre la cama mirando el móvil y puedo sentir seguridad al tenerlo en casa conmigo. Algunos mechones de cabello caen sobre su frente y alcanzan a cubrir un poco sus cejas pero parece no molestarle, lo cuál me causa un poco de gracia ya que en el trabajo su cabello se encuentra bien peinado hacia atrás y eso lo hacía ver igual de apuesto.


Me quedo parada en el umbral de la puerta mientras le observo como vil adolescente enamorada, incluso suspiro y mis labios forman una sonrisa que me hace sentir feliz. Vivir con él era toda una aventura, existían días donde pasábamos riendo después del trabajo, o escuchando sobre las tonterías que llevaban a cabo sus agentes y cómo estos mismos lo tenían harto, incluso, los días libres salíamos a la playa o dormíamos el tiempo que quisiéramos.

Conway alza la mirada y me analiza de pies a cabeza, yo me sobresalto y desvío los ojos hacia otro lado mientras me adentro en la habitación, escucho que se burla de mí diciéndome niñata y cosas parecidas solo para causarme molestia, la cuál terminaría en una sesión de besos donde él siempre ganaba. Soy una persona de carácter duro, pero cuando se trata de Jack termino cediendo; cuando espero mantener mi orgullo, aparece ese hombre enamorándome y pidiendo un beso porque sabe que esos suaves labios me encantan.

Guardo algo en el cajón y luego me dirijo a la cama, parandome a los pies de esta mientras le observo nuevamente. Esa es mi actividad favorita: ver el cuerpo de mi marido. A pesar de la edad sabía mantenerse en forma, de hecho, ni siquiera las canas habían hecho acto de presencia, lo que siempre me hace pensar que podía ser un dios de la juventud o algo por el estilo. El tenue color azul de sus venas resalta sobre su piel bronceada, y estas recorren desde sus manos hasta el antebrazo mientras sostiene el aparato con sus largos dedos, en uno de ellos reluce el anillo que simboliza el lazo más importante y eso me genera la misma emoción del día de nuestra boda.

Y es cuando veo las cicatrices en su torso, paso saliva y fijo la vista en otro lado.
-D-deberíamos bajar a cenar.

-Ahora voy, estoy algo ocupado -Siento que me observa y yo intento evadirlo acomodando mi blusa-. ¿Pasa algo, Ania?

-No, t-todo bien.

-Joder, menuda mentirosa ¿a qué sí? -En ese momento alzo la vista y veo una de sus cejas alzadas, leyéndome con esa facilidad que siempre tuvo, lo que me hace entrar en pánico-. En fin, ven, quedémonos un rato aquí antes de cenar.

-¿Ahora?

-Sí -Contesta demandante y hago caso a su petición y antes le pregunto torpemente si no se pondrá alguna camiseta-. Hace calor coño.

No me molesta verlo de esa manera, de hecho, comienza a suceder con más frecuencia que se la pase en la habitación sin nada que le cubra el torso. La confianza se trata de eso, que se sienta cómodo conmigo, y que lo haga me demuestra un gran avance, aunque quizás él no piense lo mismo.

Me siento a su lado y apoyo mi cabeza sobre su hombro mientras aún revisa algunas cosas, por lo que alcanzo a ver, habla con Michelle respecto a asuntos del CNP que por extensión le corresponden al CNI, aunque no tiene registrado su número sé que es ella, me hizo aprenderlo de memoria por si llega a sucederme algo y él no está disponible.

Emana una calidez que me hace sentir bien. A decir verdad, Jack cambió mi vida y se lo agradezco, y ahora compartirla con él me hace sentir dichosa, ese hueco por fin se ha llenado gracias a todo lo que me hace sentir cada día. Podía asimilar a mi esposo con un sedante que te ayuda a olvidar cualquier problema que estés enfrentando, aunque solo existía uno que aún no estaba resuelto del todo, y el cuál se convertía en mi inseguridad más grande dentro del matrimonio. Algunas veces intentamos hablarlo, y cuando sentía que era capaz de lograrlo, una voz aparecía en mi mente y todo ese avance se iba a la basura.

Me encuentro pensando en esto debido a que aparté los ojos del móvil y los fijé en su cuerpo. Su piel es como un mapa, las cicatrices significan un lugar diferente en el que ha estado; por anécdotas que me cuenta, varias son de guerras y otras en el trabajo, unas fueron heridas de bala y otras producto de un arma blanca. Me impresiona lo fuerte que se puede llegar a ser, todo el dolor que habrá sentido pensando cientos de veces que estuvo al borde de la muerte, y ahí comprendo que lo mío jamás se comparará a lo que él sufrió. Una vez le expresé eso a Jack y aseguró que no debía hacer menos mi dolor...

Intento asimilar eso, pienso en sus palabras una y otra vez y me resulta imposible no sentir en la boca un amargo sabor al pensar en esas ocasiones donde le pido que no entre a la ducha conmigo, o que mire a otro lado mientras me cambio de ropa, lo respeta, pero en el fondo sé que le molesta no poder besar y acariciar a su esposa con total libertad. Esa es la gran diferencia entre Julia y yo: ella confiaba en él y yo no soy capaz de hacerlo en mí misma.

Mis inseguridades llegan hasta ese grado. No me arrepiento de ser esposa de Jack, pero a menudo pienso que pudo haber elegido a alguien mejor para casarse por segunda vez, y eso me causa ganas de llorar. Conway lo ha notado, sabe que mis errores se reflejan en cada parte de mi existencia -y no me enorgullece-, pues son el recordatorio de que nunca podría acabar con nada de mi pasado, y aún así él intenta apartar esos pensamientos negativos.

Sus caricias deshacen ese nudo en mi garganta, pero cuanto se decide a brindarme más cariño lo único que soy capaz de hacer es apartarme y cedo a las lágrimas que se esfuerza por retener. Más de una vez lo he escuchado suspirar cuando entra a la habitación y se supone que estoy dormida, y el temor a que se canse de mí es latente.

No es él ni su forma de tocarme, es mi mente gritandome que le causaría repugnancia ver la clase de persona que fui hace años antes de conocerlo.

Así que tomo mi decisión, intentando ignorar todo lo que podría pensar en algún punto.

Mi mano acaricia con suavidad su piel y cierro los ojos, apegandome más hacia él; a su lado me siento a salvo, no importa si no se encuentra abrazándome, su mera existencia me demuestra que existe alguien más fuerte para protegerme de cualquiera. Su respiración es acompasada y siento su brazo envolver mis hombros, deposita un casto beso sobre mi cabeza y deja sus labios en ese lugar, y mi corazón se acelera apenas siento un cosquilleo en mi interior. Mis dedos acarician cada cicatriz que tiene, parecen incontables y yo me atrevería a besar cada una de ellas porque es eso lo que conforma a este hombre, y por unos segundos me cuestiono ¿qué recuerdos le traería verse al espejo y saber que eso lo acompañaría hasta la tumba?

De un momento a otro las posiciones cambian, estoy sentada sobre el regazo de Conway y él aferra sus manos a mi cintura, sus dedos acarician mi cuerpo sin importar que sea sobre la tela, usa una delicadeza que parece increíble en un hombre como él aunque sé que antes de mí aprendió a apreciar la delicadeza de una mujer. Sus dedos conocen mi cuerpo como su hogar, y sé que esto va más allá de un deseo carnal, me muestra a Jack tratando de aceptar algo que también debería hacer yo; si él aprendía a vivir con el dolor entonces ¿por qué no podría yo? Es obvio, cada persona sana a su propio ritmo, pero verlo es como un ejemplo para mí.

Ignoré esa voz insegura en mi cabeza, mis manos comienzan a levantar ligeramente la prenda superior de mi cuerpo, dejo ver una cicatriz por encima de mi ombligo. La historia de esta es difícil de contar, la sensación del cuchillo en mi abdomen florece cada vez que pienso en ello, puedo sentir la fuerza con la que me apuñalo y el sabor de la sangre parece estar impregnado en mi boca, y de no ser porque alguien llegó a tiempo seguramente no estaría ahora con Conway. Su dedo índice acaricia esta misma, me remuevo ligeramente por la incomodidad pero ese sentimiento es reemplazado por uno de aceptación y me quedo quieta mientras él toca la cicatriz, en total silencio su toque es el que parece hablar, incluso puedo verlo en su rostro:

Sé que fue difícil, también lo intenté cientos de veces y la bala se encasquilló en esos intentos.

Finalmente, a la luz de la luna que se colaba por nuestra ventana, se deshizo de mi blusa. Mi reflejo fue cubrirme con las manos y enseguida las apartó con lentitud, ofreciéndome una pequeña sonrisa que decía lo bien que me comprendía. El sostén cubre un par de cicatrices pequeñas, y las visibles son tocadas por su delicado tacto que me ha brindado esa confianza para mostrarme tal como soy. En ningún momento muestra asco, y aunque su rostro parece inexpresivo, sus orbes proyectan el mismo brillo que cuando me ve enamorado llegando a casa después de un largo dia de trabajo. Quiero pensar que a esto se refería mi madre cuando dijo que debía encontrar a alguien que me viera con ojos de amor.

Conway es como verme a mí misma, tenemos historias distintas pero ambas llegan al mismo punto y ese es lo que estamos viviendo ahora, el capítulo más bello que escribiremos en nuestras vidas.

Sigue sin decir nada, y acto seguido me acerca a su cuerpo y apoya el mentón sobre mi hombro. Sus labios entran en contacto con mi fría piel, deposita tiernos besos en esa área y soy capaz de sonreír aliviada.

Comprendo que el único lugar seguro es entre sus brazos, donde solo se trata de él y yo.

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