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⚡ 𝗢𝗢𝟮. pilot pt.2

💙*。🌫𝙎𝙒𝙄𝙁𝙏⚡ 。˚💙
002.┊❝PILOTO PT.2
THE FLASH E1 T1

UN RITMO FAMILIAR sonó en los oídos de Anna y ella apretó los párpados con fuerza, buscando la fuente de la máquina que reproducía Poker Face de Lady Gaga como si pudiera encontrarla dentro de la oscuridad detrás de sus párpados cerrados.

La sensibilidad de los dedos de las manos y de los pies volvió a aparecer poco a poco y subió por las piernas, alejando la sensación de entumecimiento y hormigueo que se había apoderado de su cuerpo. Ahora podía sentirlo todo; la suave manta que le cubría el cuerpo, la blanda almohada sobre la que descansaba su cabeza, las luces brillantes que le daban en la cara y la aguja que estaba siendo clavada en su brazo.

—¿Qué haces? —preguntó una voz familiar, haciendo que Anna frunciera las cejas para ubicar el sonido. Caitlin Snow.

—Le gusta esta canción —añadió alegremente otra voz conocida. Cisco Ramon.

—¿Cómo puedes saber eso?

—Lo he visto en su Facebook. Su canción es la siguiente, Hot de Avril Lavigne. Buen gusto —dijo Cisco, su voz más cercana ahora—. Y pueden oírlo todo, ¿no?

—Las funciones auditivas son las últimas facultades sensoriales en degenerarse —respondió Caitlin.

Can't read my, no, he can't read my poker face —Cisco cantó en voz baja mientras sus pasos y su voz se alejaban de la pareja inconsciente.

Los ojos de Anna se abrieron de golpe y se incorporó rápidamente, inhalando con fuerza mientras su mente empezaba a perder el control. Miró rápidamente a su alrededor, frunciendo las cejas ante la habitación desconocida en la que se encontraba.

—¿Qué demonios? —susurró y giró la cabeza, sus ojos se abrieron como platos al ver a un hombre sentado en una camilla al lado de la suya.

Cisco se dio la vuelta, sus ojos se abrieron de par en par mientras se empujaba contra el escritorio.

—¡Oh, qué fuerte! —exclamó él, sin aliento por la sorpresa.

—¿Dónde estoy? —preguntó el hombre y se llevó las manos a la cabeza, apartando todo el equipo médico que tenía pegado a la cara.

—Han despertado —dijo Caitlin y se apresuró a ir al lado del hombre mientras Anna permanecía sentada en silencio, observando al desconocido que estaba sentado a su izquierda.

—Doctor Wells, baje al Cortex, como... ahora mismo —dijo Cisco y luego se giró, caminando al lado de Anna y frunciendo las cejas hacia ella mientras Caitlin seguía haciendo revisiones al hombre.

Anna apartó la mirada de Caitlin y del hombre y frunció las cejas, bajando la vista hacia sus manos, que temblaban violentamente. Inhaló una bocanada de aire temblorosa y la retuvo un instante antes de exhalar y cerrar los ojos para tranquilizarse aún más. Se pasó la lengua por los labios y volvió a inhalar una profunda bocanada de aire, tratando de juntar todas las piezas de por qué estaba en los Laboratorios S.T.A.R.

«No estás muerta», pensó la castaña para sí misma y sacudió ligeramente la cabeza, alzando las cejas mientras abría los ojos. «Sólo estás sentada al lado de un tío sin camiseta que probablemente sea el ser humano más atractivo que hayas visto nunca— junto a Ryan Reynolds, por supuesto. Nadie supera a Ryan Reynolds».

—Tensión 170 sobre 110, pulso 120. Pupilas reactivas a la luz —dijo Caitlin, su voz se coló en los oídos de Anna y la hizo volver a la realidad—. Mírame, mírame.

—¡Eh, eh, eh! Whoa. Tranquilo —dijo Cisco con calma y apoyó su mano en el hombro del hombre, ofreciéndole una sonrisa—. Todo va bien, tío. Estás en los Laboratorios S.T.A.R.

—¿Laboratorios S.T.A.R.? ¿Quién eres? —preguntó el hombre, haciendo que Ana se asomara y viera que se había levantado de la cama.

—Yo soy Cisco Ramon. Y esta es Caitlin... la doctora Snow —respondió el chico de pelo largo.

Caitlin alzó un vasito de plástico y lo apuntó hacia el hombre.

—Tienes que orinar aquí —dijo ella, haciendo que Anna reprimiera una carcajada.

—Espera un segundo —dijo Cisco y le arrebató el vasito a la doctora. La miró mal de reojo y puso una cara, una cara que Anna reconoció como la que ponía su amiga Shannon con demasiada frecuencia; la cara que significaba "cierra la puta boca".

—¿Qu-Qué está pasando? ¿Qué me pasa? —preguntó el hombre y luego enarcó las cejas cuando sus ojos se posaron en la castaña que seguía sentada tranquilamente en su camilla. Anna le dedicó una sonrisa tensa y agitó los dedos en forma de saludo—. ¿Y quién es esa?

—¡Te cayó un rayo encima, tío! Al igual que ella —dijo Cisco y señaló por encima de su hombro con el pulgar—. Y esa es Anna Wells.

—¿Qué? —preguntó el hombre y miró de un lado a otro a Caitlin y a Cisco. Se volvió hacia una pantalla de televisión y enarcó las cejas—. ¿Un rayo me ha dado abdominales?

—Tus músculos deberían de estar atrofiados... pero están en un estado inexplicable de regeneración crónica —explicó Caitlin y presionó sus manos contra los brazos y el hombro del hombre mientras lo examinaba.

Anna alzó las cejas y apartó la manta de sí misma, mirando abajo a su estómago.

—Oh, genial, a mí también me ha dado abdominales —dijo ella, sonriendo contenta mientras se pasaba la mano por el vientre desnudo, rozando con los dedos las zonas tonificadas.

—Ven, siéntate —dijo Cisco y llevó al hombre a sentarse en una silla.

Caitlin caminó hacia Anna y sonrió.

—Hola, Anna, ¿puedo hacerte algunas pruebas? —preguntó amablemente y la castaña asintió, sus ojos se centraron en el chico de pelo castaño sentado en la silla—. Tensión 165 sobre 100, pulso 135 —se dijo a sí misma y apuntó con una linterna a los ojos de Anna—. Pupilas reactivas a la luz.

Anna parpadeó al ver a Caitlin y frunció las cejas.

—¿A mí también me cayó un rayo encima? —preguntó y se acomodó el pelo detrás de la oreja una vez que Caitlin le quitó todo el equipo médico pegajoso de la cara.

—Los dos habéis estado en coma —dijo Cisco y miró de un lado a otro a las dos personas de pelo castaño.

—¿Por cuánto tiempo? —preguntó el hombre de pelo castaño y enarcó las cejas ante Cisco. Sus ojos recorrieron la habitación y lo vieron todo, como si la información estuviera pegada en algún lugar de las paredes.

—Nueve meses —respondió Harrison Wells y los ojos de Anna se dirigieron a la entrada de la habitación, pero sus labios pasaron de sonreír a fruncirse al ver a su tío llegar en una silla de ruedas. Cuando lo había visto por última vez, la silla de ruedas no estaba a la vista y ahora ambos tenían que adaptarse al nuevo cambio—. Bienvenidos, señor Allen y Anna. Tenemos mucho de qué hablar.

ANNA CAMINÓ POR EL LADO IZQUIERDO DE LA SILLA DE RUEDAS DE SU TÍO, mientras el hombre de pelo castaño caminaba por el derecho. Todavía no había preguntado por el estado de su tío porque temía que eso le molestara, pero verle tal y como estaba, le estaba molestando a ella. La última vez que lo había visto fue cuando aún era capaz de caminar. Era capaz de bajar la vista y sonreírle, pero ahora tenía que alzar la vista como ella lo había hecho durante tantos años.

—Me cuesta creer que esté aquí. Siempre he querido conocerle cara a cara —dijo el chico de pelo castaño mientras miraba hacia abajo a Harrison.

—¿Sí? Pues te has tomado muchas molestias —declaró Harrison y miró por detrás de su hombro, sus labios se estiraron en una pequeña sonrisa cuando su mirada se posó en el chico. Volvió a mirar hacia delante y movió el torso en la silla de ruedas—. Los Laboratorios S.T.A.R. no están operativos desde que el gobierno nos clasificó como un peligro para la salud clase cuatro. Diecisiete personas murieron aquella noche y muchas más resultaron heridas... incluido yo mismo —explicó mientras se acercaban a una línea de barandillas de cristal.

Anna se acercó al borde y apoyó las manos en la barandilla, inclinándose ligeramente hacia delante para mirar los restos de la explosión que la había dejado en coma.

—Oh, mierda... —susurró ella.

—Dios —dijo el chico Allen—. ¿Qué pasó?

—Hace nueve meses, el acelerador de partículas se activó justo como estaba planeado. Durante cuarenta y cinco logré el sueño de mi vida. Y entonces... —la voz de Harrison se apagó mientras miraba a través del cristal empañado los restos de su máquina, lo que hizo que Anna apoyara la mano en su hombro con delicadeza—. Entonces hubo una anomalía. Los electrones se dispararon y la bóveda explotó. La energía de esa detonación subió hacia el cielo... y eso cargó una nube de tormenta—

—Que formó los rayos que nos cayó —terminó el chico de pelo castaño, cortando a Harrison.

—Exacto —dijo Harrison y comenzó a alejarse por el pasillo, haciendo que los dos pacientes de pelo oscuro que habían estado en coma lo persiguieran rápidamente—. Yo estaba... recuperándome del accidente... cuando oí hablar de ti. Ya tenía a Anna aquí bajo mi cuidado. El hospital sufría un inexplicable corte de electricidad cada vez que tú sufrías una parada cardíaca, como estaba pasando aquí con Anna, aunque en realidad no era un buen diagnóstico porque, verás, no teníais la línea plana, Barry. Vuestros corazones se movían demasiado rápido para que el electro lo registrase —explicó y vio cómo se abrían las puertas correderas de la habitación en la que habían estado anteriormente—. Bueno, no es que sea el más popular de la ciudad pero, el detective West y su hija me dieron permiso para traerte aquí donde conseguimos estabilizarte justo como hicimos con mi sobrina.

Barry se paró frente a Wells, sus ojos se encontraron. Algo en los ojos de Barry cambió; pasó de la preocupación a la jota en cuanto Harrison mencionó a la hija del detective.

—¿Iris?

—Iris, sí —respondió Harrison y asintió con la cabeza—. Viene a verte muy a menudo.

Anna se mordió el interior de la mejilla y se puso de brazos cruzados, sus ojos cayeron al suelo mientras Caitlin y Cisco se acercaban y empezaban a hablar.

—¿Shannon y Emily han venido de visita? —preguntó en voz baja y miró a su tío, que asintió lentamente, haciéndola suspirar aliviada.

—Estuvieron aquí veinte minutos antes de que te despertaras, pero Emily tenía que llegar a un turno y Shannon tenía una cena familiar —explicó Harrison y sonrió a su sobrina—. Se alegrarán de saber que estás despierta.

—Tengo que irme —dijo Barry y comenzó a alejarse hacia la salida.

—Sí, yo también —dijo Anna y siguió al hombre rápidamente.

—No, no podéis —dijo Caitlin detrás de los dos.

—No, no. Caitlin tiene razón. Ahora que los dos estáis despiertos, tenemos que haceros más pruebas. Seguís sufriendo cambios. Hay muchas cosas que no sabemos.

—Me siento bien, de verdad. Me siento normal. Gracias por salvarme la vida —dijo Barry mientras caminaba hacia atrás, hacia la salida, dando una palmada.

—Me quedaré —dijo Anna y volvió a caminar hacia el grupo de científicos, bajando las mangas de su sudadera de los Laboratorios S.T.A.R. para cubrir sus manos mientras cruzaba los brazos.

—¿Puedo quedarme la sudadera? —preguntó Barry, haciendo que Anna se volviera para verlo asomado en la esquina.

—Sí, quédatela —respondió Harrison.

—Vale —dijo Barry y volvió a desaparecer por la esquina una vez más.

Anna bajó la mirada hacia su tío y luego levantó la vista hacia Caitlin y Cisco.

—Entonces, ¿qué? ¿Ahora soy una superheroína o algo así?

—¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁ? —preguntó Shannon en voz alta al entrar en el Cortex, con su pelo castaño volando detrás de ella mientras arrastraba a Emily por el bíceps—. ¿Dónde está nuestra mejor amiga?

Anna se bajó de la camilla una vez que Caitlin le quitó la cinta del aire después de tomarle la tensión. Se puso la sudadera de los Laboratorios S.T.A.R. y salió de la habitación lateral, deslizando las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros.

—Ey —dijo suavemente y sonrió a sus dos amigas cuando se volvieron hacia ella.

—Vaya, esperaba algún cambio drástico, pero no, sigues siendo fea —dijo Shannon y esbozó una sonrisa mientras se acercaba a Anna.

Anna agarró la parte inferior de su sudadera y la levantó, mostrando su recién tonificado estómago.

—Pero tengo abdominales —dijo y meneó las cejas.

Emily jadeó y salió disparada hacia delante, pasando los dedos por el estómago de Anna.

Joder, chica —susurró y levantó la vista para encontrarse con sus suaves ojos marrones.

—Bueno, hola señoritas —dijo Cisco, haciéndose el guay, mientras se acercaba a las tres chicas que estaban juntas, con una pequeña sonrisa dibujada en los labios—. Me llamo Cisco Ramon y trabajo aquí.

—Encantada de conocerte, Cisco —dijo Shannon y sonrió al chico, extendiendo su mano para estrechar la de Cisco—. Yo soy Shannon y esta es Emily.

—Encantado de conoceros a las dos —dijo Cisco y estrechó la mano de Shannon y luego la de Emily, sus ojos se dirigieron a Anna—. Te faltó decirme que tus amigas eran así de hermosas —añadió, haciendo que los ojos de Shannon se abrieran de par en par mientras que las mejillas de Emily se sonrojaban.

—Cisco, cariño, apenas hemos hablado cuando he venido aquí —respondió Anna y dio una palmadita en el hombro del hombre, sonriéndole—. Mis amigas son hermosas, ¿qué tal eso?

—Gracias por hacérmelo saber, Anna —dijo Cisco y negó con la cabeza a la castaña, poniendo los ojos en blanco.

Anna se encogió de hombros y le dio un codazo al chico, esbozando una sonrisa tonta.

—Mejor tarde que nunca, ¿no?

Emily soltó una carcajada y caminó hacia atrás, sacando su mano del agarre de Shannon. Se dio la vuelta y chocó contra una mesa llena de material médico.

Las cejas de Anna se fruncieron cuando la sala empezó a ralentizarse. Arrugó las cejas y se dirigió hacia la mesa que se caía, recogiendo todos los suministros y arreglando la mesa antes de que pudiera caer al suelo. Cuando se detuvo, sus ojos se abrieron de par en par y se volvió hacia Cisco y sus amigas. Levantó la mano frente a ella y vio cómo se agitaba violentamente, convirtiéndose casi en un borrón irreconocible frente a su cara.

—¿Qué demonios?

ANNA SALIÓ DE LA cabina delantera de la caravana de los Laboratorios S.T.A.R. y se ajustó los leggings hasta la altura de las rodillas, gimiendo por lo apretados e incómodos que le resultaban. Se ajustó la camiseta de tirantes y bajó los escalones de la caravana, temblando al sentir la fresca brisa.

—¿Por qué estamos aquí exactamente? Hace mucho frío —se quejó y se acercó a su tío, apoyando las manos en el respaldo de su silla de ruedas y mirando la tablet que tenía en las manos—. Sólo quiero echarme una siesta, tío H.

Poco después de su incidente con la bandeja de material médico que Emily había volcado, Barry había aparecido diciendo que le había ocurrido algo similar. Excepto que había empezado a correr y no pudo detenerse hasta que se estrelló contra la parte trasera de una furgoneta.

—Acabas de despertar de un coma de nueve meses. Creo que una siesta es la última cosa que necesitas hacer, Anna —dijo Harrison y miró a su sobrina, con una sonrisa dibujada en los labios.

—¿Cómo te está? —dijo Cisco asomándose en la puerta de la caravana a Barry, que se estaba poniendo un traje que le había proporcionado el chico de pelo largo.

—Un poco apretado —respondió Barry.

—Tranquilo, irás tan rápido que no te verán —dijo Cisco y sonrió al hombre de rojo.

Anna se dio la vuelta y vio cómo Barry salía de la caravana con rodilleras, coderas y un leotardo rojo. Resopló cuando sus ojos se encontraron con los de él y vio el ridículo casco rojo y las gafas que llevaba. Entonces sus ojos se abrieron de par en par y miró a Cisco.

—Yo también tengo que llevar eso, ¿no?

Cisco asintió con la cabeza y caminó hacia Anna, recogiendo una bolsa de suministros y lanzándosela.

—Ponte el traje, Wells —dijo y sonrió, volviéndose hacia Barry y ambos se dirigieron hacia la pista—. Mira, creíais que el mundo se ralentizaba, pero no. Los dos os movíais tan rápido que parecía que todos los demás estaban parados —explicó y luego se volvió hacia Caitlin y Wells—. El doctor Wells vigilará sus emisiones de energía, y Caitlin vuestras constantes.

—¿Y tú qué haces? —preguntó Barry con curiosidad.

—Hago los juguetes, tío —respondió Cisco con entusiasmo. Sacó un auricular con un rayo—. Fíjate. Esto es un auricular con una cámara que he modificado. Suele usarse para eliminar ruidos en el campo de batalla o, en tu caso y en el de Anna, por si rompéis la barrera del sonido. Eso sería una pasada —explicó él y después volvió a caminar hacia Wells tras coger el casco de la cabeza de Barry y luego el de Anna cuando pasó junto a ella.

Anna se ajustó las correas de las rodilleras y coderas y cogió el estúpido casco y las gafas.

—Esto es estúpido —murmuró y miró las gafas en sus manos y pensó en el casco, gimiendo por lo estúpida que iba a parecer. Se detuvo en seco una vez que llegó a Barry y Caitlin, observando cómo la doctora le ataba a ella una pieza de tecnología alrededor del abdomen y luego pulsaba un botón en el aparato—. ¿Qué es esta cosa? —preguntó Anna mientras miraba la máquina, acercándose a ella lentamente.

—Monitorea tus constantes vitales. Por favor, no lo toques —dijo Caitlin y luego pulsó un botón en la máquina que rodeaba la cintura de Barry. Pulsó unos cuantos botones en su tablet y sonaron pitidos sincronizados de ambas piezas tecnológicas—. ¿Qué? —le preguntó a Barry, que la había estado mirando con las cejas fruncidas.

—Nada —respondió Barry y sacudió la cabeza de un lado a otro—. Sólo que no sonríes mucho.

—Mi prometedora carrera de bioingeniería se fue a pique. Mi jefe está en silla de ruedas de por vida. Y la explosión que os dejó en coma mató a mi prometido —explicó Caitlin y Anna sintió como si una mano le hubiera atravesado el pecho y le apretara el corazón, forzándolo a romperse—. Así que estar seria me parece lo más apropiado —añadió la doctora y se marchó.

—¿Estuvo mal que dijera eso? —preguntó Barry y miró a la castaña que estaba a su izquierda.

Anna se encogió de hombros y se volvió hacia Barry, sus miradas se clavaron.

—No lo sabías, no pasa nada —dijo ella y le dio unas palmaditas en el brazo para reconfortarle.

—Señor Allen, Anna, aunque estoy muy ansioso por determinar el alcance de vuestras capacidades. Os aconsejo que vayáis con calma.

—Sí —Barry respiró hondo y asintió con la cabeza al hombre de la silla de ruedas.

—Anna—

—Estaré bien, tío H, no te preocupes —dijo la castaña y sonrió de manera tranquilizadora a su tío, sus ojos se cruzaron una vez que él la miró. Se puso sus feas gafas negras y esbozó una sonrisa—. Correr es pan comido para mí, ya lo sabes. Estuve en el equipo de atletismo durante seis años, estaré bien.

—Tu madre siempre decía que habías nacido para correr —dijo Harrison y devolvió la misma sonrisa que le dedicaba su sobrina—. Así que ve a correr, Anna. Corre.

Anna asintió y se volvió hacia Cisco, que le lanzó un casco negro. Ella lo cogió rápidamente y lo estudió, mirando el auricular del lado; un círculo negro con un rayo blanco pegado.

—Oh, esto es sencillamente horroroso —se quejó y se colocó el casco en la cabeza, pasando la correa por debajo de la barbilla y encajándolo en su sitio.

—Yo creo que es algo guay —dijo Barry y se encogió de hombros, poniéndose el casco por encima de la cabeza. Caminó hacia la pista abierta y se agachó, colocando los pies en los marcadores.

—Yo creo que es algo varonil —dijo Anna y se acercó a Barry, agachándose y colocando sus pies en los marcadores detrás de ella—. ¿Vemos quién es más rápido?

—Eso parece un desafío —dijo Barry y miró a la castaña que estaba a su lado, con una sonrisa en los labios—. ¿Me estás desafiando?

—Depende —dijo Anna y sonrió burlona, girando la cabeza para mirar hacia la pista—. ¿Estás preparado para perder contra una chica, Barry?

—Espero que no seas alérgica al polvo, Anna, porque es lo único que vas a ver —bromeó Barry y miró hacia delante, transformando su sonrisa en una pequeña sonrisa socarrona.

—Lo mismo digo, Allen —dijo la castaña e inhaló por la nariz antes de exhalar profundamente—. Nos vemos al otro lado —dijo y salió disparada de los marcadores, su cuerpo proyectándose hacia adelante mientras una ráfaga de viento se disparaba detrás de ella.

El mundo que la rodeaba pasaba volando de forma borrosa como si se hubieran mezclado acuarelas en una paleta; el cielo azul se mezclaba con la hierba verde y las nubes se combinaban con los colores. Los edificios en la distancia se fundían con el azul y se convertían en nada.

El viento quemaba las mejillas de Anna y las enrojecía, pero no podía frenar; se sentía viva. Por primera vez en años, se sentía realmente feliz y viva. El rayo la había cambiado físicamente y la había convertido en una mujer que podía correr más rápido de lo que nadie podía imaginar, pero también la había cambiado mental y emocionalmente. No había sido tan feliz en años, desde antes de la muerte de su madre. Era como si hubiera estado envuelta en un manto de dolor y tristeza y el rayo hubiera atravesado ese manto y la hubiera iluminado, encendiendo la parte de ella que había sido empujada hacia abajo tan profundamente dentro de ella que no estaba segura de que la antigua Anna existiera.

Pero la antigua Anna sí existía y volvía poco a poco gracias a un rayo que salió disparado del cielo.

Anna esquivó el grupo de barriles y miró por encima del hombro con una amplia sonrisa en los labios — estaba ganando la carrera.

La sonrisa de la castaña se borró al instante y se paró de golpe cuando Barry se estrelló contra los barriles, abriendo los que chocó y cubriendo a Anna y a sí mismo de agua.

—Oh, mierda —dijo y trotó hacia los barriles, agachándose frente a Barry y apoyando una mano en su muslo, justo por encima de la rodilla. Sus ojos se abrieron como platos al ver que se agarraba el brazo y gemía de dolor—. Te preguntaría si estás bien, pero parece que no lo estás pasando muy bien.

Barry gimió y se miró la mano y luego volvió a mirar a la chica Wells, que lo miraba con ojos preocupados. Aunque era obvio que le dolía muchísimo, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

—Parece que has ganado.

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