⚡ 𝗢𝗢𝟭. pilot pt.1
💙*。🌫𝙎𝙒𝙄𝙁𝙏⚡ 。˚💙
001.┊❝PILOTO❞ PARTE UNO
❪ THE FLASH E1 T1 ❫
CUATRO COCHES DE POLICÍA y una ambulancia estaban aparcados al final del camino de entrada a la casa de Anna. Las luces azules y rojas le cruzaron la cara mientras estaba de pie junto a la pequeña carretera asfaltada, el sonido de su tío cerrando la puerta del coche y llamándola por su nombre casi había sido ahogado por las fuertes sirenas que resonaban en sus oídos.
—Anna —llamó Harrison Wells a su sobrina, con la voz quebrada, pero ella sabía que intentaba ser fuerte por ella. Se ajustó las gafas en la nariz que habían empezado a resbalar por las gotas lluvia y miró a su joven sobrina, con un pequeño fruncimiento en los labios—. Mantente cerca, Anna —añadió y apoyó una mano en el hombro de la niña para atraerla contra su lado con suavidad.
La niña de nueve años se agarró a las correas de su mochila púrpura y subió a duras penas el camino de entrada, parpadeando las gotas de lluvia que cubrían sus pestañas y golpeaban la capucha de su chubasquero amarillo brillante; el chubasquero amarillo brillante con lunares blancos que había suplicado a su madre para que se lo comprase.
Anna se tragó un nudo en la garganta y se mordió el interior del labio inferior mientras seguía a su tío por las escaleras de su casa, con las cejas aún más juntas al ver el estado en que se encontraba su casa.
La cinta amarilla de precaución se extendía a lo largo de la puerta y las luces rojas y azules de la policía parpadeaban a lo largo del lateral de la casa, entrando a raudales por las ventanas. Los agentes con cámaras tomaron fotos del interior y Anna miró a su alrededor con curiosidad, preguntándose por qué había tanta gente apiñada dentro de su casa; era lo suficientemente inteligente como para saber quiénes eran los policías, pero no podía entender por qué estaban en su casa. Un hombre de piel oscura estaba de pie cerca del arco del salón, con las manos en la cadera mientras observaba a sus compañeros trabajar con rapidez.
Anna se zafó del agarre de su tío y pasó por debajo de la cinta amarilla de precaución que intentaba advertirle de lo que le acechaba más allá de la puerta; era testaruda. Se quitó la mochila de los hombros y la dejó caer al suelo a sus pies mientras se acercaba al salón, ignorando a su tío que la llamaba desde el otro lado de la puerta. Juntó sus manos delante suya, y sus dedos empezaron a rascar las uñas con nerviosismo.
—¿Mamá? —llamó mientras entraba en la sala de estar, sus ojos se posaron en las salpicaduras de sangre por todo el suelo y las paredes—. ¿Mami?
El hombre de piel oscura se volvió hacia Anna, sus ojos se suavizaron cuando ella levantó la vista y se encontró con sus ojos marrones.
—Soy el detective Joe West, y tú eres Anna Wells, ¿verdad? —preguntó y apoyó sus manos en los hombros de la chica mientras se agachaba frente a ella—. Anna, cielo, ha habido un accidente.
Anna enarcó las cejas y apartó la mirada del hombre, dirigiéndola hacia la cocina. Era una chica muy lista, su madre se había asegurado de que estuviera bien educada, pero por mucho que lo intentara no conseguía descifrar lo que estaba ocurriendo.
La niña vio cómo dos paramédicos sacaban un cuerpo en una camilla y su corazón se rompió en mil pedazos en su pecho. El cuerpo estaba cubierto con una sábana blanca y tenía una mancha de sangre. Incluso sin ver la cara del cuerpo, Anna supo de quién se trataba.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio la pulsera de cuerda blanca y azul que había hecho para su madre el año pasado durante el campamento de verano.
—No —susurró y extendió la mano, agarrando la de su madre mientras las lágrimas nublaban sus ojos. Apretó la mano de su madre con fuerza y apretó los labios, tragándose un sollozo que le cerraba la garganta—. Mami, por favor no...
—Joven, nos tenemos que ir, lo siento —dijo una de los paramédicos, con voz suave y tranquilizadora.
El detective se levantó de su posición agachada y se acercó a la camilla, deslizando la pulsera de la muñeca de la mujer y entregándosela a su hija.
—Anna, hubo un allanamiento. Tu madre resultó muy malherida. Lo siento, cariño, pero tu madre no lo consiguió.
Una mano se posó en su hombro, dándole un pequeño apretón antes de que dos brazos la rodearan por detrás y tiraran de la joven hacia su cuerpo.
—Está bien, Anna, te tengo —susurró Harrison Wells y se agachó detrás de su sobrina, apoyando suavemente la barbilla en su hombro—. Siempre te tendré.
ANNA PUSO LOS PIES SOBRE EL ESCRITORIO DE SU TÍO, sonriendo cuando éste la miró muy mal por haber puesto sus "playeras sucias" sobre su impecable escritorio. La castaña soltó una pequeña carcajada y levantó el pie izquierdo en el aire, apuntando la parte inferior del mismo en dirección a su tío para que pudiera ver bien la parte inferior.
—¿Lo ves, tío H? No hay suciedad, no hay barro, nada —afirmó con naturalidad y cruzó los tobillos mientras cruzaba los brazos sobre su pecho—. ¿Sabes qué significa eso, Harrison Wells?
—¿Y qué significa eso, Anna? —preguntó Harrison, mirando con curiosidad a su sobrina por encima de la montura de sus gafas, observando cómo le sonreía inocentemente. Levantó las cejas hacia ella y bajó el periódico, esperando una respuesta.
Anna echó la cabeza hacia atrás por un momento, dejando escapar un "puff" entre sus labios recién pintados con brillo. Se encontró con los ojos de su tío y golpeó el talón de su playera izquierda contra su escritorio, observando cómo nada caía de la suela de sus Converse azul marino sobre la superficie limpia y lisa.
—Que no puedes mirarme con ese ridículo ceño fruncido y echarme la bronca. Si no hay suciedad, no hay broncas, y si no hay broncas, Anna es feliz, Harrison es feliz.
Harrison entrecerró los ojos hacia su sobrina y miró su reloj, su mirada volvió a dirigirse a Anna mientras ésta se miraba las uñas pintadas de blanco.
—¿No tienes un trabajo al que ir, Anna? Parece que olvidas que no trabajas en mi laboratorio.
Anna frunció los labios y cogió su teléfono móvil del bolsillo de su chaqueta, sus cejas se dispararon sobre su frente al ver la hora que era.
—Oh, mierda —murmuró y bajó los pies del escritorio de su tío, deslizándose de la silla. Cogió su bolso del respaldo del asiento y se despidió con la mano—. ¿Nos vemos esta noche para el lanzamiento de tu acelerador de partículas?
Harrison asintió y levantó la mirada de su ordenador, posando sus ojos en su sobrina, que estaba de pie cerca de la puerta, rebotando sobre las puntas de los pies.
—Te veré esta noche, Anna. Ahora, ve a tu trabajo antes de que te despidan.
Anna sonrió felizmente y le mostró a su tío un pulgar hacia arriba antes de abrir de un tirón la puerta de su oficina.
—Adiós, tío H —gritó antes de escabullirse por la puerta y correr por el pasillo hacia la salida para llegar a su trabajo en Jitters tan rápido como pudiera antes de que la despidieran por llegar tarde una vez más.
ANNA SE ALEJÓ de su cliente una vez que le entregó su café con leche y entrecerró los ojos hacia una de sus mejores amigas que estaba de pie con las manos juntas delante de ella, riéndose como una colegiala.
—¿De verdad, Em? ¿Todavía sigues intentando emparejarme con ese tal Jeremy? Tiene treinta años y un hijo de cinco, vamos —siseó mientras enarcaba las cejas, caminando hacia las dos y clavándoles las yemas de los dedos en los costados.
—¡Te encantan los niños! —señaló Emily y sonrió alegremente, arrugando las comisuras de los ojos por el tamaño de su sonrisa.
Emily Patel, la chica a la que acudes cuando tienes un problema con los chicos o necesitas un hombro sobre el que llorar. Si tu problema no tiene que ver con una de esas dos cosas, la pobre belleza de pelo negro es inútil. Trabajaba en Jitters con Anna, pero estaba haciendo todo lo posible para convertirse en autora.
—No, Em, es a ti a la que le encantan, chica —dijo Shannon desde el otro lado del mostrador y sacudió la cabeza, poniendo los ojos en blanco ante la chica de pelo negro que estaba a su derecha—. ¡A Anna no le gustan los niños y lo sabrías si no estuvieras cegada por tu propia fiebre de bebés que te contagió tu novio! ¿Qué pasó con la fiestera Em, eh?
Shannon Gates, la chica a la que acudes cuando necesitas que te animen cuando no te sientes segura de ti misma o necesitas ayuda para darte cuenta de los fríos y duros hechos cuando no quieres ver la verdad. Trabajaba como dibujante en el Departamento de Policía de Central City, pero quería intentar hacer un negocio vendiendo arte, algo que no iba a salir bien porque ni siquiera había intentado hacer su propio arte para venderlo.
—Escucha, Em, no necesito ni quiero un novio, ¿vale? Apenas puedo manejar mi propia carga mental y emocional, y mucho menos la de otra persona —dijo Anna y se encogió de hombros, metiendo las manos en los bolsillos de sus vaqueros negros mientras fruncía los labios—. Oye, ¿van a venir conmigo al lanzamiento del Acelerador de Partículas de mi tío esta noche?
—¿Ciencia? Ew —dijo Emily y fingió una arcada mientras movía la cabeza de un lado a otro rápidamente, con su cola de caballo revoloteando detrás de ella. Sus ojos se desviaron hacia la entrada principal de Jitters y una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios—. ¡Oh! ¡Josh está aquí! Me estoy tomando un descanso temprano —exclamó la chica con rasgos asiáticos y sonrió a su mejor amigo antes de trotar hacia la entrada para reunirse con su novio de pelo color caramelo.
Anna puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, pasándose una mano por la frente mientras dejaba escapar un suspiro entre los labios.
—¿Ya terminó mi turno? —preguntó una vez que se giró hacia Shannon, que se limitó a mover la cabeza de un lado a otro y a levantar dos dedos, haciéndole saber a la empleada de Jitters que aún le quedaban dos horas de turno antes de poder irse a casa a dormir—. Si intento meter un tenedor en un enchufe o un cuchillo en una tostadora antes de que termine mi turno, déjame. Por el amor de Dios, deja que me electrocute para que tenga unos días de descanso.
LA CASTAÑA SE DESPLOMÓ contra el sofá y se hundió en los cojines, quitándose las Converse con las manos cansadas de haber estado todo el día sirviendo mesas y cafés. Apoyó la cabeza en el sofá y frunció los labios, mirando alrededor de su apartamento.
—¿Hola? —llamó y se incorporó lentamente, estirando el cuello para mirar a su alrededor, buscando alguna señal de sus dos compañeras de piso.
—Estoy muerta. Déjame en paz —gritó Shannon desde su habitación al final del pasillo, donde se oía una débil música.
Anna exhaló un suspiro y cogió sus playeras, caminando hacia la puerta principal y dejándolas en su lugar designado en el zapatero en el que Emily había desperdiciado cuarenta dólares.
—Yo también, Shan, yo también —exclamó la castaña y avanzó por el pasillo hacia la habitación de Shannon. Empujó la puerta lentamente y asomó la cabeza al interior, sonriendo a su amiga una vez que ésta levantó la vista de su bloc de bocetos—. ¿En qué estás trabajando?
—Sólo un par de bocetos en los que he estado trabajando —contestó Shannon y giró su silla hacia Anna, levantando su bloc de dibujo para mostrar dos páginas con el boceto de un hombre en cada una de ellas. Dejó el lápiz y levantó el cuaderno para mostrarle a Anna el boceto de un paisaje que aún tenía que colorear y sombrear.
Anna esbozó una sonrisa.
—Es increíble, Shannon —comentó ella mientras tomaba el cuaderno de bocetos de las manos de su amiga. Ojeó el papel y se fijó en los detalles de los árboles, que pronto se harían más visibles una vez que Shannon se pusiera a colorearlos—. ¡Deberías vender algo de esto! Estoy segura de que te hará ganar una buena pasta.
Shannon se encogió de hombros y cogió su bloc de bocetos, arrojándolo sobre su escritorio junto con el lápiz que llevaba oculto detrás de la oreja.
—Si lo vendo, probablemente acabaré perdiéndolo —explicó y golpeó con los dedos el bloc, frunciendo los labios—. Me gustaría llegar a hacerlo, pero tendré que hacer un montón de dibujos y pinturas antes de pensar en venderlo.
Cuando Anna abrió la boca para hablar, su móvil empezó a vibrar en el bolsillo trasero de su pantalón. Puso los ojos en blanco y lo cogió, levantando la pantalla para poder ver el nombre de la persona que llamaba.
—Un segundo, Shan, es mi tío —dijo y se levantó de la cama, saliendo de la habitación y cerrando la puerta. Pulsó el botón verde de la pantalla y se llevó el teléfono a la oreja, soltando un suspiro—. Hola, tío H. ¿Qué pasa?
—¿Dónde estás, Anna? El lanzamiento es en media hora y mi discurso es en cinco minutos —dijo Harrison y suspiró profundamente. El corazón de Anna se desplomó y se llevó los dedos a los labios, dándose cuenta de que se había olvidado del lanzamiento—. No vas a venir, ¿verdad?
—No. No, tío H, ahora mismo voy, te lo prometo —dijo Anna rápidamente y salió corriendo por el pasillo hacia su habitación, cerrando la puerta tras ella—. Intentaré llegar lo más rápido posible, ¿vale?
—Está bien, Anna, sólo mira desde tu ventana —dijo Harrison y suspiró una vez más, con la voz llena de tristeza—. No te encontré un apartamento con vistas a los Laboratorios S.T.A.R. por nada. Utiliza esa vista y observa la segunda cosa de la que estoy más orgulloso.
Anna levantó las cejas y se dirigió hacia la ventana de su habitación, sentándose en el asiento de la ventana y cruzando las piernas debajo de sí misma.
—¿Cuál es la primera? —preguntó y apoyó el lado de su cabeza contra la ventana, sonriendo para sí misma porque sabía cuál iba a ser su respuesta incluso antes de preguntar.
—Tú. Tú eres la cosa de la que estoy más orgulloso en este mundo, Anna Julia Wells.
LA CASTAÑA MIRÓ su reloj y esbozó una sonrisa cuando sonó el temporizador para indicarle que el lanzamiento se produciría en cualquier momento. Giró su cuerpo hacia la ventana y entrelazó los dedos, apoyándolos en su regazo. Anna se llevó el labio inferior entre los dientes para evitar sonreír con fuerza debido a lo orgullosa que se sentía de que su tío hubiera conseguido por fin aquello en lo que había estado años trabajando.
Harrison Wells era un gran científico, un buen hombre y un tío aún mejor, pero siempre fue más que eso para Anna. Desde el momento en que la acogió, Anna admiraba a Harrison Wells no sólo como un ídolo, sino como una figura paterna. No le quedaba nadie en su familia y su padre la había abandonado hacía mucho tiempo. Harrison se había convertido en una red de seguridad que había atrapado a la joven justo después de caer en un agujero una vez que su madre falleció. Esa red de seguridad impidió que se convirtiera en algo que no era y la hizo seguir adelante. Con Harrison Wells a su lado, no tenía que preocuparse por estar sola.
Una luz brillante parpadeó en el cielo, iluminando la habitación de Anna y su rostro mientras sus ojos se abrían de par en par y se apartaban de su asiento en la ventana. Se levantó y frunció las cejas, parpadeando cuando una luz naranja brillante apareció en la parte superior del edificio de los Laboratorios S.T.A.R.
—Eso definitivamente no debería estar pasando —murmuró y cogió su teléfono, marcando rápidamente el número de su tío y acercando el aparato a su oído—. Contesta. Contesta, contesta, contesta —susurró y abrió los ojos cuando un gran campo de fuerza se formó alrededor de los Laboratorios S.T.A.R. El campo de fuerza palpitó y se extendió por la ciudad, iluminando el edificio con luz amarilla.
—¿Hola? ¿Hola, Anna? Anna, ¿estás ahí? —preguntó Harrison rápidamente, con una preocupación evidente en su voz mientras hablaba en el oído de su sobrina.
—¿Qué está pasando con el acelerador? —preguntó Anna y miró por encima del hombro cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe y entró Shannon—. No soy una adicta a la ciencia como tú, pero esto parece muy raro.
—La máquina está funcionando mal y no sabemos cómo arreglarla —respondió Harrison rápidamente y la conexión empezó a fallar cuanto más avanzaba su voz—. An— tienes que—
—¿Tío H? Hola, ¿estás ahí? —preguntó Anna rápidamente y enarcó las cejas cuando se cortó la línea. Se apresuró hacia la ventana abierta y agarró la manilla, girándola rápidamente mientras la lluvia empezaba a golpear cada vez más fuerte.
—¡Anna! —gritó Shannon.
Antes de que Anna tuviera la oportunidad de moverse tras la advertencia de Shannon, un gran rayo golpeó el marco metálico de la ventana de Anna y subió por la manilla, golpeando su cuerpo con tal intensidad que se sintió como si le hubieran prendido fuego. Soltó la manilla rápidamente y salió disparada hacia atrás, estrellándose contra una estantería llena de libros al otro lado de su habitación.
Un silencioso gemido fue lo último que escapó de sus labios antes de que el mundo a su alrededor se volviera negro.
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