➽᙭ᐯIII
❝ɴᴏ ǫᴜɪᴇʀᴏ ᴘᴇʀᴅᴇʀᴛᴇ, ᴘᴏʀǫᴜᴇ sᴇ ǫᴜᴇ ᴊᴀᴍᴀs ᴇɴᴄᴏɴᴛʀᴀʀᴇ ᴀ ᴀʟɢᴜɪᴇɴ ᴛᴀɴ ɪɴᴄʀᴇɪʙʟᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴛᴜ❞
—¿Dónde estabas? —Takemichi observó angustiado al de intensos ojos negros, había estado todo el día esperándole, y ahora, siete y media de la noche, fue que llegó—. Me tenías muy preocupado.
—Lo siento —se disculpó, suspirando para luego acercarse y dejar un beso en su frente, después rodeando su cuerpo con sus brazos, atrayéndole a él.
—¿Está todo bien? —preguntó, un poco extrañado de su comportamiento, no solía traer esa cara cansada.
—Sí. No te preocupes. ¿Ya comiste algo? —se separaron, ahora el menor sonriéndole levemente al ver como él también lo hizo.
—Sip. También me duché y luego pasé el rato con Fuyu y Ryu —se encogió de hombros—. Llevaban toda la tarde aquí.
—¿En serio?. ¿Pasó algo?
—No, no. Todo bien... —le miró, luego removiéndose en su lugar algo incómodo—. Tenemos que hablar.
—Joder, no digas eso que das miedo. ¿Sabías que es la frase más temida en el mundo? —bromeó, viendo como Takemichi le arrastraba hacia dentro de la habitación, sentándole en la cama junto a él, y Manjiro solo se sintió pequeño bajo sus ojos azules, de pronto sintiéndose preocupado—. ¿Ya no me quieres?
—No digas tonterías —se rió unos instantes, tomando sus manos entre las suyas con delicadeza, ambos entrelazando sus dedos—. Chifuyu habló conmigo, parece que hay problemas, o más bien, los habrá.
—¿A qué te refieres? —frunció el ceño en su dirección, ya teniendo suficiente con todo ese lío de Kazutora.
—Lo más probable es que pronto den la orden de matar a Ryusei, los ángeles vendrán por él —le dijo, dejando a Mikey parpadeando varias veces, esperaba que fuera algo peor en realidad.
—La verdad eso ya lo sabía, ¿pero a qué quieres llegar? —inclinó su cabeza ligeramente hacia la derecha, en una expresión curiosa.
—¿Lo sabías?. Bueno, entonces me ahorro explicaciones —suspiró—. Amm, tú... ¿podrías protegerle? —eso sí no se lo esperó, aunque debió haberlo hecho, ya que tarde o temprano pasaría.
—¿Yo? —fue lo único que salió de sus labios, Takemichi sintiéndose algo nervioso ante su reacción tan desconcertada.
—Sí. Ugh, ya sabes, si le pasa algo Chifuyu sufrirá junto con él —murmuró, evadiendo su mirada, y preocupándose un poco al solo escuchar silencio cuando terminó de hablar.
—¿Por qué debería importarme Chifuyu? —preguntó con arrogancia, una pequeña sonrisa presentándose en sus labios, Takemichi alzó su mirada sorprendida hacia él.
—Es mi hermano.
—¿Y eso qué?
Nunca esperó que su respuesta fuese aquella, tal vez un no, o un sí, pero nunca un, "no me importa Chifuyu".
—¿No te importa Sanzu? —dijo de pronto, con un leve enojo en su tono que hizo a Manjiro cambiar su expresión a una más seria.
—Claro que sí, es mi... —se calló al percatarse a dónde quería llegar, entonces haciendo una mueca insegura—...uh.
—¿"Uh"? —le miró molesto—. Gracias Manjiro, gracias —se levantó, moviéndose fuera de allí, azotando la puerta al salir, luego caminando unos metros más antes de sentir la mano del pelinegro detenerle.
—Espera. Perdón. Es, agh, es culpa de mi pecado —dijo de una vez, claramente arrepentido de haberle dicho aquello, Takemichi lo pensó unos instantes, hacía poco Rindou le había explicado como las emociones de ellos iban a tope cuando se trataba de su naturaleza, la Pereza siempre tenía sueño, Sanzu siempre tenía hambre, Ran se molestaba con todo, y Manjiro siempre escuchaba solo su voz, no le importaba nadie más además de sus hermanos y ahora Takemichi, creyendo que él era quien lo merecía todo, como un rey—. A veces solo respondo por instinto, lo siento, sí te entiendo, ayudaré a Ryusei si quieres, haré lo que sea por ti. Perdóname —se disculpó nuevamente, en su interior estando realmente frustrado, pero más por ahora saber que debía lidiar con dos problemas bastante gordos.
Entonces Takemichi suspiró, Manjiro sorprendiéndose al sentirle abrazarle.
—Está bien. Gracias —sonrió, el mayor imitando su acción y abrazándole también, luego al separarse el rubio haciendo una mueca nerviosa—. ¿Seguro que puedes?. No te estoy obligando.
—Tranquilo, puedo hacerlo —le tranquilizó con una caricia en sus mechones dorados, sonriéndole levemente.
—Ya tengo un nuevo entretenimiento —dijo de pronto, Mikey le miró sin entender—. ¡Haré que regules tus emociones! —sonrió con desicion, el ojinegro tensándose al escucharle.
—En realidad estoy bien así —tartamudeó nerviosamente.
—¿Por qué?.
—Debo ser así, no puedo dejar la soberbia, por mucho que intentes está en mí la mayor cantidad de soberbia del mundo —le dijo, entonces sabiendo que era cierto con mirar sus ojos, ya se estaba controlando lo suficiente como para cargar todo aquel peso encima, la soberbia que había dentro de él usándole como contenedor.
—Entonces seguiré aburriéndome —se lamentó, Mikey riendo mientras le atraía hacia él con una mano en su cintura.
—¿Qué dices?. Hoy no duermes —fue lo único que dijo antes de llevarle de nuevo a la habitación, los dos que les veían desde hace unos segundos por coincidencia sonrojándose, ambos compartiendo miradas avergonzadas.
—¿Qué significa eso? —le preguntó Chifuyu al albino, tragando con dificultad mientras sentía el vapor en sus mejillas aumentar.
—N-no creo que quieras saber —aguantó la risa por instantes, luego tomando su mano y guiándole hacia el auto que los esperaba abajo para llevarlos a su apartamento.
Antes pasaron por un supermercado, no había casi nadie quizás por la hora, ambos caminaban tranquilamente mientras recogían las cosas que les harían falta. En el momento que Ryusei fue al mostrador para pagar, Chifuyu se distrajo con algunos productos simplemente por su envase colorido, en especial con el estampado de gatitos en una de las cajas de cereales.
De repente vió las luces pestañear varias veces, sintió una corriente de aire frío mover sus cabellos, y eso era extraño estando dentro de un lugar cerrado. Caminó entre los estantes sintiendo una presencia, sigilosamente, despacio y algo dudoso.
—¿R-Ryu?. ¿Eres tú? —murmuró, su voz elevándose fácilmente sobre el silencio del lugar.
—Hola —escuchó de pronto detrás de él, la voz femenina le hizo pegar un saltito en su lugar ante el susto, girándose rápidamente, encontrando sus ojos rosa—. Perdón asustarte.
—¿Quién eres? —preguntó rápidamente, en realidad estando levemente asustado.
La chica caminó un paso hacia él, haciéndole retroceder hasta chocar con el estante a sus espaldas, entonces sintiéndose acorralado.
—Soy Hinata —le sonrió, inclinando su mano en su dirección, Chifuyu le miró en silencio unos segundos, dudando, pero al final estrechando su mano con lentitud. Ante el contacto la sensación fue extraña, tal vez porque nunca había tocado las manos de una chica más allá de Emma—. ¿Cómo te llamas?
—Chifuyu...
—¡Un gusto conocerte, Chifuyu! —le sonrió más, y aún con inseguridades continuaron hablando, poco tiempo después Chifuyu descubrió que Hinata era una chica bastante amable y encantadora en todos los sentidos, era dulce y transmitía una tranquilidad agradable.
Cuando estuvieron cerca del mostrador sintió los brazos de Ryusei atraerle a su cuerpo, Hina les miró en silencio, alejándose unos pocos pasos según pudo ver.
—¡Chifuyu Matsuno, ¿dónde demonios te habías metido?! —le dijo, su tono escuchándose preocupado contra su oído, él le abrazó también, ni siquiera sabiendo por qué parecía tan alterado de repente.
—No me grites —se quejó, haciendo una expresión que en vez de enojada parecía tierna.
—Perdón. ¿Dónde estabas? —se separó un poco para verle, Chifuyu sintiendo sus mejillas enrojecer al saber que había una chica viéndoles.
—Me encontré con ella —observó en su dirección, y dos cosas extrañas pasaron, la primera era que no había nadie allí, y la segunda que ya no recordaba su nombre.
—¿Con ella? —alzó una ceja sin entender.
—¿Ah?, ¿dónde está? —observó en distintas direcciones, pero no había rastro alguno, entonces suspiró, seguramente debió de irse por algo, pero no le agradaba para nada ese ambiente de suspenso que se había formado.
—¿Dónde está quien?
—Olvídalo. ¿Ya pagaste las cosas? —el chico asintió, entonces él besó sus labios unos instantes para hacerle olvidar, y mira que lo logró, caminó fuera de allí y Ryusei le siguió como un cachorrito perdido.
Cuando se subieron al auto el mayor miró al de ojos verdes con preocupación, su rostro estaba pálido y parecía asqueado.
—¿Estás bien, cariño? —tomó su mano suavemente, pero el menor la apartó, llevándola a su boca mientras cerraba sus ojos con fuerza—. Oye, ¿qué pasa?
—No me siento bien —pronunció antes de salir del vehículo nuevamente, intentando respirar el aire fresco para dejar atrás ese horrible malestar que apareció de pronto. Ryusei no tardó en posicionarse a su lado, totalmente preocupado por verle en ese estado.
—¿Qué ocurre?
—Ya, estoy mejor —suspiró lentamente, luego mirándole con una leve sonrisa—. No sé que pasó —claro que sabía, y la razón le entristecía en realidad, siempre le habían gustado los labios de Ryusei, ahora solo sintió ganas de vomitar después de besarle.
Eso no estaba bien.
—¿Seguro? —le miró dudoso, Chifuyu se tensó bajo su mirada, pero supo disimularlo.
—S-sí, tranquilo —le sonrió, logrando tranquilizarle un poco.
—Está bien —se inclinó para besarle, sin embargo, Chifuyu le evadió caminando en dirección al auto, haciéndolo lucir como un accidente, como si no se hubiese dado cuenta.
El camino a casa fue incómodo para el rubio, y Ryusei no tardó en darse cuenta de que le ocurría algo, el menor siempre había sido facil de leer para él, y tal vez para el resto de las personas igual, por lo que no le fue difícil. Chifuyu lo estaba pensando demasiado, concluyendo que seguramente fue una coincidencia, por lo que decidió probarlo de nuevo. Al entrar al departamento ni siquiera dejó a Ryusei dar un paso más después de cerrar la puerta detrás de ambos, tomó su cabeza desde atrás y le atrajo a su boca, encontrando la suya con facilidad, el moreno abrió sus ojos sorprendido, pero luego le siguió el movimiento, sujetando su cintura delicadamente.
No tardaron las náuseas en llegar.
Chifuyu se separó rápidamente, retrocediendo varios pasos, la tos saliendo de su boca mientras sentía su estómago estremecerse. Ryusei le miró de la misma forma que antes, sosteniéndole cuando le vió tambalearse. No dijo nada, solo le llevó a la cocina y le hizo beber agua.
Chifuyu comenzaba a sentirse nervioso bajo la mirada seria del mayor, parecía analizar cada parte de su rostro, y eso realmente le hacía temblar, Ryusei tenía una mirada demasiado particular, su piel se erizaba de solo pensar en mirarle a los ojos.
—¡Agh!. ¡D-deja de verme así de una vez! —se quejó con las mejillas rojas, cerrando sus ojos con fuerza, entonces le escuchó reírse en voz baja, fue cuando decidió mirarle, Ryusei había querido enojarse porque le estaba ocultando algo, pero le era imposible si ponía aquella hermosa expresión, entonces mirándole con aquella sonrisa burlona en sus labios.
—Eres un tonto. ¿Me vas a decir qué pasa? —preguntó, ahora más seriamente que antes, Chifuyu respiró temblorosamente antes de contarlo.
—¿No te vas a enojar? —se aseguró de preguntarlo, aunque seguramente eso no le afectaría en nada.
—No —frunció el ceño, ahora más curioso aún, y preocupado, cabe decir.
—Uh... Bueno, es que... no se siente bien —murmuró.
—¿Qué cosa?
—Eh, besarnos... —habló en el mismo tono, realmente avergonzado de aquello, Ryusei solo parpadeó varias veces.
—¿Por qué? —fue lo único que le supo decir, confundido por completo, pero no pudo evitar sonrojarse.
—No lo sé. Solo... siento náuseas —bajó la mirada entristecido.
—¿No estarás embarazado? —bromeó, dejando salir una carcajada cuando Chifuyu golpeó su abdomen en forma de queja—. ¿Va a ser niño o niña? —rió de nuevo, el ojiverde en verdad no estaba al tanto de sus bromas, solo muy concentrado en sus pensamientos, y Ryusei supo que debía dejar de jugar cuando el chico tapó su rostro con sus manos y las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas—. ¿Ah?, ¡no llores! —se inclinó un poco más cerca, y como el chico estaba sentado sobre la meseta solo pudo verle hacia arriba, escuchando sus suspiros—. Amor, no llores —rogó, porque no soportaba verle así—. Perdón, no bromearé más con eso, disculpa.
—Perdón —habló, en un hilo de voz que casi era inaudible, entre suspiros ahogados.
—¿Por qué te disculpas?. No hiciste nada, cariño —le sonrió levemente, apartando las manos de su rostro con delicadeza, la que siempre tenía al tocarle.
—Lo siento, de verdad —volvió a disculparse, y Ryusei realmente no sabía qué pensar.
—Vale, vale, está bien —acarició su mejilla suavemente, rozando su nariz con la suya mientras se colocaba entre sus piernas para tenerle más cerca.
—¿Vas a dejarme? —pronunció, pareciendo tan inocente en realidad, Ryusei riendo levemente al escucharle.
—Claro que no, no quiero perderte, porque sé que jamás encontraré a alguien tan increíble como tú —le sonrió aún más para calmarle, Chifuyu sintiendo su corazón acelerarse y latir con fuerza—. Ya veremos qué pasa, ¿si?. Tal vez solo sea algo del momento —murmuró, su aliento cálido chocando con sus labios, y Chifuyu en realidad moría por besarle, pero simplemente no podía.
Le abrazó con fuerza, sabiendo que si su cuerpo no estuviese reaccionando de esa forma ya estarían en la cama. Tiempo después Ryusei le cargó, llevándole a la habitación junto con él, ambos acostándose aún abrazados, Chifuyu no queriendo soltarle ni siquiera para apagar la luz, escondiendo su rostro en su cuello, el moreno teniendo que usar sus habilidades sobrenaturales. Al estar ambos tan unidos, pudo percatarse del aroma que desprendía el cuerpo de Chifuyu, y frunció el ceño de inmediato.
Cuando el menor se durmió totalmente, Ryu se levantó y le dejó solo en la habitación, suspiró frustradamente antes de llamar, agradeciendo a Sanzu los teléfonos que les había regalado.
—¿Ryusei?. ¿Estás bien?. ¿Pasó algo?. ¿Por qué llamas a estas horas?. ¿Chifuyu está bien?. ¿Le pasó alg-
—Cállate ya —Ran le quitó el teléfono a Sanzu de las manos, poniendo los ojos en blanco ante tantas preguntas, era encantadoramente irritante—. ¿Qué pasa, Ryusei?
—Necesito hablar con Manjiro urgente.
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