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❝ᴇᴍᴘᴀᴛíᴀ, ᴘᴏɴᴇʀᴛᴇ ᴇɴ ᴇʟ ʟᴜɢᴀʀ ᴅᴇʟ ᴏᴛʀᴏ, ᴠᴇʀ ǫᴜᴇ sᴇ sᴇɴᴛɪʀíᴀ sɪ ᴛᴇ ʜɪᴄɪᴇsᴇɴ ʟᴏ ᴍɪsᴍᴏ. ᴇsᴏ ʟᴇ ғᴀʟᴛᴀ ᴀ ʟᴀ ɢᴇɴᴛᴇ.❞
Esa noche Takemichi caminaba por los pasillos oscuros, sigilosamente para no ser visto por quién sea que estuviese de guardia. Ciertamente no debía ni acostumbraba a estar fuera de su habitación a esas horas, de hecho no tenía idea de cómo le había cogido tan tarde.
Se detuvo antes de doblar la esquina, escuchando algunas voces. Eran dos, y una de ellas la conocía.
—¿Qué carajos haces tú aquí?
Manjiro. Definitivamente era él. ¿Qué rayos hacía él allí?
—¿Mikey?. Eh. ¡Eso debería decir yo! —se asomó un poco, la persona que estaba de hablando tenía el cabello blanco, y a su parecer se parecía bastante al de cabellos negros—. ¿Qué haces aquí?
—He preguntado yo antes, responde de una puta vez, Izana —frunció el ceño en su dirección.
—Vine a... a verle —desvió la mirada hacia el suelo, pareciendo frustrado, Mikey abriendo sus ojos sorprendido, luego mirándole molesto.
—Ya te hemos dicho que no debes venir aquí. No vengas más.
—¿Es una orden como líder, o un consejo como hermano? —le miró seriamente, y Takemichi se sorprendió al escucharle, ¿Manjiro tenía un hermano?, no había mencionado nada de eso.
El pelinegro suspiró, mirándole de la misma forma.
—Un consejo, como hermano, y como líder —le aclaró, Izana le mantuvo la mirada unos segundos, luego solo dándose la vuelta para marcharse.
—No necesito los consejos de nadie. Tú más que nadie deberías entenderme, Soberbia —sonrió burlón antes de desaparecer en la oscuridad del pasillo, por unos instantes Takemichi logrando ver aquellas plumas negras aparecer en su espalda, se paralizó, no pudiendo reaccionar cuando Mikey le vió en la esquina, sabiendo que había escuchado todo.
—Takemicchi... —murmuró su nombre, viendo al menor caminar lentamente hacia él, varias veces observando por dónde se había ido aquel chico de orbes lila.
—Tú, ¿qué...?, él... —ni siquiera sabía qué decir, su corazón latiendo con rapidez de la impresión, solo logrando calmarse cuando sintió su mano acariciar su mejilla en un toque suave.
—Te explicaré, no te alteres. ¿Vale? —le dijo dulcemente, Takemichi asintió aún sin procesarlo todo en realidad, ambos caminando en dirección a su habitación.
Una vez estuvieron allí se mantuvieron en silencio unos segundos, hasta que Mikey soltó la bomba.
—Soy un pecado —le dijo sin más, no pareciendo preocuparle en lo absoluto el hecho de que Takemichi lo haya descubierto, el contrario solo alzó una ceja, no entendiendo a qué se refería.
—¿Qué quieres decir? —inclinó su cabeza una vez formuló aquella interrogante, Mikey suspirando y acercándose a él para tomar sus manos en las suyas, acariciándolas delicadamente.
—Soy Soberbia, tengo seis hermanos más, Lujuria, Gula, Avaricia, Ira, Pereza y Envidia, el chico que viste hace unos minutos —le dijo, y Takemichi parpadeó varias veces intentando analizarlo todo correctamente. Ciertamente había escuchado del tema, pero no era como que les enseñasen acerca de eso a fondo.
—Entonces, ¿no eres una persona normal? —hizo una mueca dudosa al decir, no le era difícil hacerse ese tipo de ideas estando en un convento y creyendo en Dios después de todo.
—No. Soy inmortal —le sonrió levemente, y Takemichi solo se detuvo en el tiempo, sumergido en sus pensamientos—. ¿Takemicchi?
—¡Eso es genial!, ¡¿y qué me dices de ese chico, también tienes esas alas?! —exclamó con emoción, escuchando a su contrario reír al ver esa linda reacción a su parecer, porque en realidad había estado asustado en su interior de pensar que le rechazaría por ser así, entonces solo siendo una molestia para su conciencia, porque a él nunca le importó más que su opinión en cada cosa.
—Sí, las tengo —asintió, luego teniendo que mostrárselas tras tanta insistencia y entusiasmo, Takemichi después de un rato calmándose, ahora el azabache acostado en la cama bocabajo mientras el menor tocaba suavemente aquellas extremidades tan negras como el carbón.
—Entonces, ¿eres un ser de la oscuridad? —preguntó, viéndole asentir, luego Mikey mirándole de lado cuando le escuchó suspirar, observando su mirada algo apagada.
—No te parece bien —ni siquiera preguntó, fue una afirmación que le hizo negar rápidamente, sintiéndose culpable aún sin ver algún rastro de expresión desepcionada en el ojinegro.
—No es eso, solo... le he entregado mi vida a Dios, es... confuso —murmuró, su voz siendo lo suficientemente clara en el silencio de la habitación.
Mikey se levantó, el rubio apartando sus manos de aquellas suaves plumas cuando desaparecieron, solo para verle a los ojos, ahora teniéndole más cerca que antes, sentado frente a él sobre el colchón.
—Sé que es difícil. Pero antes, quiero saber algo —le miró seriamente, Takemichi esperando a que continuase, sintiendo mariposas en su estómago solo de fijar sus ojos en los suyos tan negros—. ¿Ya te has decidido si venir conmigo?, es decir, ahora que sabes todo esto. No quiero presionarte, pero en serio... tú, tienes mi mundo de cabeza, Takemicchi —aceptó en un suspiro, siendo tan alivioso para él.
El rubio sintió los colores subirse a su rostro, ardiendo de manera molesta, moviendo sus dedos nerviosamente entre los pálidos del contrario.
—Sí, quiero irme contigo —afirmó, no siéndole tan difícil decidir cuando le tenía viendo y hablándole de ese modo—. También, Chifuyu vendrá con nosotros, al menos eso dijo, que hablaría con Ryusei.
Mikey se paralizó en su lugar al escuchar aquellos dos nombres en una misma oración. Takemichi le hablaba mucho de Chifuyu, sabía que tenía un gran lazo con él. Probablemente el de ojos verdes se enfadaría si supiese que le contó acerca de Ryusei y él, aunque después de todo Mikey lo sabía, pero aún así era como un fallo a su confianza.
—Oh, bueno, es muy buena idea —le sonrió amablemente, y por supuesto que era buena, no, buenísima idea. Seguramente a Kazutora se le dibujaría una sonrisa de oreja a oreja al saberlo, y tal vez los dejaría en paz de una vez por todas—. De hecho, cuéntales acerca de mí, toda la verdad.
—¿Qué?, pero, ¿no es un secreto? —pronunció confusamente, no hayándole sentido a lo que decía.
—Ellos deben saberlo. Te contaré después por qué —prometió, Takemichi asintiendo, no metiéndose mucho en detalles cuando ya tenía la suficiente información para sentirse algo abrumado.
—Entonces, ¿estás de acuerdo con eso?
—Sí. Pueden quedarse con nosotros, es un lugar bastante grande, incluso podría comprarles un apartamento. El dinero no es problema —se encogió de hombros, y era irónico que la soberbia personificada hablase así.
Después de todo era por Takemichi.
Su Takemichi.
—¿En serio?. De hecho, ¿en qué trabajas? —le dijo curiosamente, Mikey entonces conteniendo la respiración unos instantes, luego sonriéndole grandemente otra vez.
—Eso te lo diré después, ahora debo irme —acarició su cabello, evadiendo otra vez sus preguntas, Takemichi asintió sin darle importancia en realidad, no era como si fuese a ser un narcotraficante mafioso que le servía al Diablo... ¿no?.
—¿Después me contarás más de ti? —se levantó cuando él lo hizo también, mirándole emocionado por saber más, quería saber todo de él, y no era como Chifuyu que hizo que Ryusei le dijese todo en una noche.
—Lo haré. Ahora descansa, precioso —besó sus labios en un roce fugaz, luego marchándose de allí, Takemichi cerrando la puerta detrás de él, y no tenía idea de cómo iba a irse con personas vigilando afuera.
Por instinto se asomó por la ventana, apoyándose allí y suspirando con el corazón acelerado y sus mejillas rojizas. Entonces le vió, en el aire con aquellas hermosas alas representantes de la oscuridad, luego solo en un abrir y cerrar de ojos ya no estando allí, él quedando fascinado por milésima vez.
En la mañana Ryusei despertó junto a Chifuyu, como era costumbre. Ambos fueron al refectorio a desayunar y luego solo caminaron por los pasillos. Ryusei le había dicho que le avisase a Baji que no seguiría trabajando para ellos, pero Chifuyu se negó, diciendo que él quería seguir sirviéndoles solo por ese día, el penúltimo que estaría allí, y agradecía que el mayor le había dado esos dos días para despedirse del lugar y el resto de sus hermanos. Trabajó durante toda la mañana en la escuela, luego a las doce almorzaron y fue que Chifuyu sedió y dejó todo de lado para charlar con él, porque a pesar de saber que estaría el resto del tiempo junto a Ryusei cuando se fuesen, pasar momentos juntos nunca estaba demás.
—Otro más —suplicó el de unos pocos mechones negros, susurrando cerca de sus labios, Chifuyu viéndole risueño mientras negaba con la cabeza.
—Ya —rió levemente al decir, sintiéndole acercarse más para besarle de nuevo, él correspondiéndole por costumbre, contradiciendo sus propias palabras.
—Ni yo y Manjiro damos tanta diabetes —escucharon de pronto al chico de orbes azules, ambos separándose sorprendidos, Chifuyu siendo el más sobresaltado, viendo cómo Takemichi se les acercaba con una mano cubriendo sus ojos. El ojiverde escondió su rostro en el cuello de Ryusei, avergonzado y enrojecido por completo.
—Hola, Takemichi —le saludó Ryusei suavemente, importándole poco el hecho de que los hubiese visto en esa situación, todo lo contrario al rubio que se abrazaba contra su cuerpo.
En realidad Chifuyu nunca le había mencionado a Ryusei acerca de que Takemichi sabía de su relación, pero no era tan tonto como para no saberlo, aún más cuando le habló acerca de irse juntos, era lógico que lo sabía. Pero también confiaba lo suficiente en Chifuyu como para saber que no tenía conocimientos de su naturaleza, o las cosas sobrenaturales para los mortales que ocurrían en ese lugar.
—Hola, Ryusei. ¿Cómo estás? —le sonrió cálidamente, el mencionado sintiendo esa sensación parecida a la de cuando veía a Chifuyu sonreír, ellos se parecían demasiado, y transmitían esa misma vibra de calidez y confianza.
—Estoy bien. ¿Qué tal tú?
—Me alegro. Y yo, bueno, quería hablar con ustedes. ¿Puedo sentarme? —pidió levemente avergonzado por haber interrumpido su momento, Ryusei asintiendo y haciéndose a un lado junto a Chifuyu, dejándole un espacio en la banca. Ahora los tres estando sentados en silencio allí, lo suficientemente alejados del resto de las personas del convento—. ¿Entonces?
—Ryusei no está de acuerdo —aclaró Chifuyu una vez pudo soportar enfrentar su mirada, Takemichi frunció el ceño de manera casi imperceptible—. No es seguro para ti venir con nosotros, mejor ve con Manjiro, él no te pondrá en peligro como nosotros, es mejor para ti —le dijo, mirándole con seriedad, realmente costándole no contarle la verdad, porque él era parte de él, como su otra mitad, y era difícil tener que mentirle a la cara.
—¿En peligro?, ¿de qué hablas? —preguntó curioso, realmente quien les podría poner en peligro sería Manjiro a ellos, a su parecer, claro, pero sabiendo que no lo permitiría, entonces solo concentrándose en escuchar.
—Es... confuso, no puedo explicarlo, lo siento yo...
—Está bien —negó con la cabeza, sabiendo con solo ver su expresión que no podía contarle algo, simplemente conociéndole demasiado, más que Baji, más que Ryusei—. Yo tengo que contarles algo, aunque en realidad no le veo sentido ya que no nos vamos juntos, pero Manjiro quiere que lo sepan —se encogió de hombros, de pronto Ryusei prestando más atención, olvidándose de lo interesante que le parecía el suelo hace unos instantes.
—¿Qué es?
—Manjiro, él, no es una persona normal —intentó comenzar a explicarse, Ryusei y Chifuyu fruncieron el ceño de inmediato, olvidándose de todo solo para concentrarse en su voz—. Es un pecado, la Soberbia. Realmente no me explicó mucho del tema, pero me pidió que les dijese la verdad. Dijo que tiene seis hermanos, son...
—Lujuria, Gula, Avaricia, Ira, Pereza y Envidia —terminó de decir el ojinegro al escucharle, su expresión parecía molesta, pero a la vez preocupada y desentendida.
—¿Cómo... sabes eso? —Takemichi hizo una muñeca, luego Chifuyu compartiendo una mirada con su pareja, ambos asintiendo, como si se hubiesen comunicado solo a través de sus ojos.
—Tampoco soy una persona normal.
Ciertamente se había percatado de que Ryusei podría sorprenderlos con algo en algún momento, pero nunca se esperó que fuese un semidemonio.
Se estaba metiendo demasiado con la oscuridad, y no era correcto, pero parecía tan cálido ese lugar, junto a aquel pecado y Chifuyu, lejos de esa frialdad de aquellas cuatro paredes en ese convento. Y realmente no tenía razones además de su amor por Manjiro para dejar de servirle a Dios, no como Chifuyu cuando supo todo lo que le hicieron a Ryusei. Simplemente su amor era lo suficientemente fuerte e ingenuo que estaba dispuesto a olvidarse de todo, o al menos de la gran mayoría.
—Entonces, definitivamente ya tengo un pie en el infierno —pronunció entre burlón y serio, intentando aligerar sus propios pensamientos en la nebulosa que era su mente, Ryusei mirándole de la misma forma entonces.
—Ya tienes el setentaicinco porciento de tu cuerpo y alma allí, un candidato a monje que traiciona a su Dios para huir con su amor, que casualmente es un pecado, y con su hermano y su novio, que resulta ser que es un semidemonio que odia a Dios —sonrió maliciosamente al decir, Chifuyu quejándose en un movimiento contra su abdomen cuando vió a Takemichi procesar demasiado sus palabras. Entonces recordando que así era realmente Ryusei, burlón y juguetón, pero habían pasado por tanta presión esos días que no había hecho más de sus bromas o chistes.
—Espera, ¿quieres decir que...?
—Sí. Ahora sí podemos irnos juntos, a menos de que las intenciones de Manjiro sean otras hacia nosotros —rodó los ojos, Takemichi entonces preguntando sin entender, Mikey no haría nada contra sus hermanos, le importaba su felicidad, o al menos eso había prometido. Ryusei le explicó su historia, la mayor parte, Takemichi no pudiendo evitar llegar sus manos a su boca, horrorizado de lo que escuchaba, ahora si sabiendo quienes eran realmente los cielos, entonces como Chifuyu, solo pudiendo dudar cada vez más.
Después de dejar todo claro, se movió lejos de allí para encontrarse como todos los días con Mikey en el atrio. Le dijo que les había hecho saber la verdad. Mikey pidió todos los detalles de como había planeado Ryusei que escaparían y estuvo de acuerdo.
Estaba todo planeado, nada podría salir mal.
Al día siguiente Chifuyu desayunó junto a sus amigos, salieron del refectorio y no hizo más que abrazarlos, ellos le correspondieron, aún así algo confundidos por su comportamiento. Cuando estuvo frente a Draken recordó que él seguía fingiendo que era uno más de ellos, tragó con dificultad, frunciendo el ceño levemente, ninguno de los dos apartando la mirada de la del otro. Chifuyu fue quien dió el primer paso, porque a pesar de todo lo que había hecho, le quería como su familia, él era parte de ella. Sabía que según las palabras de Ryusei era muy probable que se viesen de nuevo, pero aún así quiso abrazarle. Draken se paralizó en su lugar al sentir sus brazos rodearle, desvió la mirada hacia donde estaba aquella ojimiel, quien los veía en silencio junto a Kakucho. Takemichi abrazándoles a ellos. El ojinegro al fin correspondió, suspirando antes de atraerle más a su cuerpo. Chifuyu sonrió levemente al separarse, el más alto solo desviando la mirada.
Cuando Takemichi y Chifuyu decidieron ya dejarles allí e irse, Draken les detuvo con su voz después de caminar unos metros más.
—Chifuyu —pronunció, el se giró para verle—. Lo siento —le dijo, seriamente, el menor borró la leve sonrisa de sus labios, ahora mirándole de igual forma, luego solo yéndose de allí, ignorando sus palabras.
Podía haberle abrazado, pero no le perdonaría lo que hizo.
Se despidió de las niñas después, Ryusei le acompañó, y le entristeció un poco verle tan nostálgico cuando les abrazaba, jugó con ellas una hora, después se fueron a bañarse, luego al refectorio para cenar. Al salir Chifuyu encontró con la mirada a aquel azabache de orbes chocolate, este a unos cuantos metros de ellos en el césped, estando de rodillas mientras acariciaba a un gatito de pelaje negro, sonriendo cuando daba vueltas jugando con él.
Chifuyu le pidió a Ryusei que se adelantase a su habitación, el asintió y se fue sin pensarlo demasiado, creyendo que solo quería quedarse un poco más viendo lo que no volvería a observar en un buen tiempo, posiblemente nunca más.
El rubio se acercó a aquella persona, los cabellos de ambos moviéndose debido a la brisa fría de la noche mientras avanzaba. Se detuvo cuando estuvo a su lado, el chico alzó su mirada, sus ojos abriéndose sorprendidos cuando le vió, abriendo su boca para hablar, pero luego cerrándola otra vez, sin saber que decir.
Chifuyu también guardó silencio, luego sentándose a su lado para acariciar al minino que ahora se restregaba contra él.
—Kei-
—Perdón —le interrumpió, realmente queriendo decírselo, no pudiendo expresar todo lo que sentía en realidad, no podía poner en riesgo su posición en los cielos, su confianza a ellos. Chifuyu le miró unos instantes, luego al felino, sonriendo levemente al hablar.
—Eres un estúpido —rió al decir, casi imperceptible. Baji le miró neutral, como había estado desde que se vieron allí, ni siquiera su expresión cambiando cuando le pidió disculpas. Entonces realmente dándose cuenta de que ya no le hablaba con el respeto y admiración de antes.
—Lo sé —se encogió de hombros, no pudiendo evitar mantener su vista en él—. ¿Y eso que Ryusei te dejó hablar conmigo?
—Ryusei no me gobierna, Keisuke —rodó los ojos—. Pero si te molesto, entonces puedo irme —se levantó, de pronto sintiendo la mano del mayor sosteniendo su muñeca.
—No me molestas. No te vayas.
—¿Para qué?, ni siquiera te importo —frunció el ceño, en realidad siendo tan doloroso decirlo en voz alta, Baji desvió la mirada aún sin soltarle.
—Si me importas —fue casi un murmuro, Chifuyu suspiró, sentándose otra vez.
—No mientas —hizo que le soltase.
—¿Me odias? —preguntó tras unos segundos, observando al pequeño animal entre las manos del ojiverde, ambos teniendo los ojos del mismo color.
—No me has dado motivos para no hacerlo —se encogió de hombros, restándole importancia a su palabras cuando en realidad fueron tan dolorosas para el contrario—. Cómo sea, ya me voy —se levantó, poniendo una última caricia sobre la cabeza del gato, luego caminando lejos de allí, pero antes deteniéndose a unos metros, aún de espaldas.
Se giró hasta que sus miradas se encontraron otra vez.
—Empatía, ponerte en el lugar del otro, ver cómo te sentirías si te hiciesen lo mismo. Eso le falta a la gente.
Baji hizo una mueca que no fue para nada alegre al escucharle, luego alejándose también en sentido contrario. Chifuyu suspiró, tragando con dificultad para deshacer el nudo en su garganta. Eso dolió, mucho. En realidad queriendo abrazarle, odiando el hecho de solo pensarlo.
Ahora debía ir a su habitación, se reuniría más tarde con Takemichi también.
Sería una noche larga.
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