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❝ᴘᴏʀǫᴜᴇ ᴜɴᴏ sᴇ ᴄᴀɴsᴀ ᴅᴇ ᴍᴏᴠᴇʀ ᴄɪᴇʟᴏ ʏ ᴛɪᴇʀʀᴀ ᴘᴏʀ ǫᴜɪᴇɴ ɴᴏ ᴍᴜᴇᴠᴇ ɴɪ ᴜɴᴀ ʀᴏᴄᴀ ᴘᴏʀ ᴛɪ❞

Chifuyu despertó esa mañana con una hermosa sonrisa en sus labios, y era obvio, lo primero que vió fue el rostro de Ryusei frente a él, como últimamente cada vez que amanecía. El moreno le sonrió como siempre, apartando los mechones rubios de su frente para ver esos lindos ojos verdes con claridad.

—Buenos días, bonito —le dijo, Chifuyu se acercó a él, siéndole demasiado agradable el ambiente.

—Buenos días, hermoso —rodeó su cuello con sus brazos, enviándole una sonrisa pícara, Ryusei imitando su expresión, pudiendo sentir su aliento ante la cercanía.

—Hoy pareces de buen humor, ¿es que soñaste conmigo? —rió entre dientes, moviéndose para abrazar su cintura y acercarle más a él.

—Mmm, si soñé no lo recuerdo. Fallaste ahí —se burló, siendo tan dulce en realidad, que Ryusei no pudo quejarse o reírse siquiera.

—Qué lástima, eh. Yo soñé. Era muy hermosa —le miró a los ojos, y juró ver a Chifuyu levemente incómodo con sus palabras, el rubio logrando intentar mantener su buen humor, no queriendo escuchar esa clase de bromas desde la mañana.

—¿Ah sí?. Pues que bien —suspiró, apartándose de él para sentarse en la cama. Últimamente comenzaba a serle molesto que Ryusei tuviese tantas amistades donde trabajaban los pecados, se ponía incómodo cada vez que veía como las chicas lo rodeaban, y él era tan encantador que no podía negarse a ellas y solo dejarles hablando solas. Tal vez el moreno comenzaba a aburrirse de él, y cómo no, ni siquiera podía besarle sin que fuese directamente al baño para vomitar.

—Sí. Le veo a diario, y no me canso de observarla la verdad —miró su espalda desnuda, riendo en sus adentros al recordar como ayer le hizo quitarse la parte superior de su pijama, solo para poder sentir su suave piel.

—Supongo que te gusta, ¿no? —las palabras salieron con mala gana de entre sus labios.

Su buen humor ya no estaba ahí.

—Sí, me encanta —escuchó su voz suave, de una manera demasiado dulce, y se molestó, ¿por qué le decía esas cosas?, entonces decidió voltearse, seguramente para gritarle inconscientemente y después arrepentirse y hacer pucheros, pero no logró moverse cuando sintió los brazos de Ryusei apoyarse con firmeza en su cintura.

—Suéltame —fue lo único que salió de su boca, y era de las pocas veces que se enojaba con el mayor, pero seguramente era porque acababa de despertar, y en esos momentos era demasiado sensible. Sintió el calor del aliento de Ryusei en su oreja, y luego una leve presión allí. Sí, le había mordido.

—¿Sabes de qué hablo, no? —escuchó su voz de una forma tan seductora que sintió derretirse, entonces volteó un poco, encontrando su rostro muy cerca del suyo.

—¿De una chica? —alzó una ceja, totalmente serio, luego sintiendo aquel beso en su mejilla ahora toda roja.

—De tu sonrisa, bonito —con sus pulgares estiró ambos lados de la boca del menor, formando una sonrisa falsa, entonces frunciendo el ceño al ver que no era lo que quería-. Vamos, sonríe para mí -pidió en tono infantil, Chifuyu no pudiendo aguantarse más al ver su expresión, riendo levemente mientras el rostro de Ryusei se iluminaba otra vez, luego dedicándose a dejar dulces besos en aquellas regordetas mejillas rojizas, el menor riendo al sentirle allí, minutos después solo quedando el silencio y el sonido de los labios de Ryusei en su piel, llegando a un punto dónde el mayor solo quería besar aquellos lindos labios del ojiverde, inconscientemente besando la comisura de estos, con sus ojos entrecerrados, el menor suspirando mientras sonreía levemente, juntando sus frentes para hablar otra vez.

—Lo siento —le dijo, Ryusei negando con la cabeza, costándole demasiado en realidad.

—Está bien —le abrazó, escondiendo su rostro en la piel de su cuello luego de besarle allí.

—¿Cuándo crees que vuelva a la normalidad? —suspiró cansado, no gustándole para nada el hecho de no poder besar a su novio.

—No lo sé. Manjiro dijo que estaban investigando a la tal Hinata, pero aún no hay nada. Van a terminar amenazándola al parecer —murmuró cerca de su oreja, el menor dejando sus ojos cerrarse.

—Eso será otro problema. Es como si el mundo estuviese en contra de nosotros —rió amargamente, su contrario imitando su acción poco después.

—Literalmente.

Al terminar su ronda matutina de bromas y caricias, ambos se alistaron para salir en dirección al gran edificio de Bonten, como había mencionado Sanzu que le llamaban, y no tenían idea de por qué en realidad, ni siquiera en qué consistía el trabajo que ellos ejercían. Estuvieron allí alrededor de las diez y media, Ryusei se despidió de Chifuyu para ir con Mikey, después de todo a quien habían convocado había sido a él, pero el rubio no se quedaría solo en casa, prefería pasar el rato con Takemichi, que era el otro que no aprobaba el estar lejos de su novio, yendo siempre al gran edificio junto a él, aprovechando que había habitaciones para descansar allí.

—¿Y bien? —Chifuyu alzó una ceja al decir, viendo delante de él a un nervioso Takemichi a punto de soltar una bomba según parecía, no tenía idea de qué podría ser tan importante o secreto vieniendo de alguien como él.

—Es... Hina —desvió la mirada, el ojiverde paralizándose en su lugar al escucharle, reconociendo el nombre de inmediato.

—¿La Castidad?. ¿Qué con ella?

—Nos conocimos —dijo, Chifuyu abrió su boca sorprendido, acercándose inconscientemente un poco más, asustando por unos instantes a su hermano.

—¿Cómo que se conocieron? —le dijo, de repente una luz de esperanza alumbrando otra vez en sus ojos.

—Sí. Desde hace ya varios días ella y yo hemos estado saliendo a conversar y esas cosas —pronunció, jugando con sus dedos, Chifuyu pudo pensar otra cosa en cuanto a la relación de esos dos, pero Takemichi al igual que él era fácil de leer, y no había ni un rastro de vergüenza en su rostro, sino nervios y preocupación—. Creo que está enamorada de mí...

—¡¿Qué?! —abrió sus ojos a tope, un tono incrédulo asomándose en su voz.

—Clama —sugirió, Chifuyu negando con la cabeza, aún intentando procesarlo.

—¿P-pero por qué te ves con ella?. ¿A qué viene todo esto? —tragó con dificultad—. ¿Te gusta?

—¡No!. ¡Chifuyu, amo a Manjiro! —negó rápidamente, alterado de pronto, el contrario suspirando aliviado.

—¿Entonces?

—Hablé con Hanma.

—¿Quién? —movió su cabeza al interrogar, sin saber de quién hablaba, era bueno memorizado nombres, y ese nunca lo había escuchado.

—Es el pecado de la lujuria, no viene mucho aquí ya que dice que es aburrido, tal vez por eso no sepas quién es —se encogió de hombros—. En fin, lo que quiero decir es que él me explicó que las virtudes pueden perder su poder de distintas formas, pero la más cercana a mí sería que Hina peque en lujuria que es el contrario de su virtud, si logro eso, se romperá el sello —tocó el pecho del ojiverde, este encontrando sus ojos azules con seriedad, entendiendo todo ahora.

—¿Tú... estás dispuesto a hacer eso?

—Claro que sí, eres mi hermano, no voy a quedarme de brazos cruzados viéndote así —frunció el ceño, sintiéndose ofendido de que dudase de él.

—Pero, ¿cómo planeas hacerlo?

—En algún momento va a decirme la verdad, entonces voy a... besarla, supongo que con eso baste —su voz era cada vez más pequeña, Chifuyu suspiró con preocupación.

Sabía que Takemichi no quería hacer eso.

—¿Y Manjiro?. Takemichi, ¿vas a traicionarlo? —levantó con su mano su mentón, haciéndole verle a los ojos, era tristeza lo que había en ellos, pero como siempre con esa pizca de decisión.

—No quiero, yo lo amo, y no quiero verle sufrir. Pero esto es necesario, solo yo puedo hacerlo.

—¿Seguro?. ¿Él ya lo sabe? —le miró curiosamente, no terminaba de convencerse de que eso fuese bueno.

—Él... —se perdió en sus pensamientos, recordando lo que conversó en la noche anterior con aquel chico de pendiente tan particular, aquel cascabel...

Mientras menos personas lo sepan se dará con más facilidad. ¡Piénsalo!. Está la posibilidad de que tu novio lo entienda, pero es más probable que solo termine renunciando a tí, alguien que es capaz de traicionarle tan a la ligera...

—...él no debe saberlo.

Chifuyu estuvo manteniendo el silencio durante unos minutos, ambos perdidos en sus propias mentes llenas de pensamientos preocupados y frustrados, entonces llegó a una conclusión.

—Definitivamente no harás eso.

—¿Qué? —preguntó sin entender, Chifuyu mirándole seriamente.

—Olvídate de Hinata. ¿No piensas en las consecuencias?. Manjiro podría terminar contigo, y aunque sé que es beneficioso para mí, para tí no lo es. Y tú no eres así, vas a lastimar a Hina y también a Manjiro si se entera. No harás nada, de lo contrario, contaré todo —pronunció, levantándose del borde de la cama para salir de la habitación, no dejando espacios a peros, sabiendo lo insistente que podía ser aquel chico.

Él no era egoísta a excepción de cuando se trataba de Ryusei, porque a pesar de todo lo que estaba provocando Hina, él era una persona con demasiada empatía, no sabría que haría si Ryusei lo engañase, o si le mintiese solo para utilizarle en su beneficio. Ya le había pasado con Baji, y no era algo lindo de recordar. Así que no permitiría que la situación llegase a tales extremos, no si podía evitarlo. Y seguramente Takemichi no tenía las agallas ahora que estaba bajo una amenaza tan grave.

O eso esperaba.

Ryusei se encontraba sentado junto a Mikey en un gran salón de enormes ventanales adornados por gigantescas cortinas rojas, había una gran mesa alargada en el centro del lugar, encima de ellos varios candelabros elegantísimos, las luces siendo de un tono amarillento que le daba un ambiente de tranquilidad al lugar.

Ya le habían explicado todo, era sencillo: "¿Acepta trabajar en la mafia más grande de todo Tokyo?".

—Está bien —se encogió de hombros, los Haitani le vieron con sorpresa mientras que la expresión de Mikey no cambió en absoluto, Sanzu dando un paso al frente, pensando que no había entendido bien.

—Oye, no es cualquier trabajo, aquí hay muertes, armas, drogas... Te vas a ensuciar las manos en algún momento —le miró preocupado, de pronto siendo interrumpido por aquel de cabellos blancos al fondo del lugar, no muy lejos de ellos.

—Pero te forrarás de dinero hasta los dientes, le darás una buena vida a Chifuyu. Y teniendo en cuenta que eres un caso especial aquí, terminarás con un puesto de alto mando en poco tiempo. El dinero lo es todo —le miró con una sonrisa relajada, Ryusei podía ver cómo aún sin mirar contaba los billetes entre sus manos, no le sorprendió su argumento basándose en que era el representante de la avaricia, y aunque no fuese así, tenía bastante razón.

—Acepto —repitió—. No creo que sea bueno haciendo otras cosas que tengan disponibles los mortales, y aquí ganaré bastante dinero, además —se levantó, sonriendo con el mentón en alto—, ya me he ensuciado las manos otras veces.

El silencio se hizo en la habitación, Kokonoi suponiendo que se llevaría bastante bien con ese chico, mientras tanto, Sanzu solo aceptando lo que dijo, era su decisión después de todo, y les vendría bien las habilidades de aquel semidemonio allí. Entonces fue Mikey quien decidió romper el hielo.

—Bien, apartir de ahora eres miembro oficial de Bonten sin cargo definido, cumplirás cualquier misión que se te encargue, estarás a prueba por dos semanas, te asignaremos un puesto después. Sin embargo, si no demuestras servir de algo, estás fuera.

Eso fue lo que dijo antes de salir de la habitación, Ryusei y los demás fueron después. Cuando el ojinegro estuvo solo detuvo sus pasos en medio del pasillo vacío, observó sus manos, y no pudo evitar que los recuerdos llenos de sangre volviesen a su mente. ¿Volvería a esos tiempos?. ¿Tendría que volver a matar personas?.

Era el mejor trabajo que podía tener hasta ahora, tendría buenas ganancias, y asesinar no era algo nuevo para él. Solo no lo hacía desde sus ocho años, tendría que acostumbrarse, agregando que antes de irse Sanzu se detuvo para asegurarse de decirle que si obtenía un puesto en los altos mandos no tendría que cumplir ese tipo de misiones, solo cerrar acuerdos, guerras o treguas con organizaciones enemigas, tomar desiciones y dar órdenes en general.

Aunque ahora tenía otro problema, no es como si él se gobernase... Sí, Chifuyu debía darle permiso.

Últimamente el chico estaba mucho más al pendiente de las cosas que hacía, si tomaba desiciones riesgosas debía de tener el consentimiento del menor, o de lo contrario lo ignoraría, o tal vez peor. Chifuyu era muy intenso cuando se trataba de él.

Y no era que le molestase, le gustaba saber que se preocupaba por él y por su bienestar, que era capaz de sacrificar su tranquilidad por molestarse con él al regañarle cuando tenía la posibilidad de solo aceptar y terminar la discusión.

Era demasiado dulce para Ryusei, por eso lo amaba tanto.

Caminó algo nervioso ahora, sorprendiéndose de encontrarse con el menor en el camino, se suponía que estaba con Takemichi, pero no veía al otro rubio con él.

—¿Amor?. ¿Qué haces aquí? —le dijo, ambos deteniéndose el uno frente al otro, pudo ver sus ojos cristalizados, entonces se paralizó, viendo aquellas mejillas rojas y húmedas, preocupándose de inmediato, no perdiendo tiempo y acercándose a él—. ¿Por qué lloras?. ¿Te hicieron algo? —preguntó con rapidez, tropezando en sus palabras, no teniendo tiempo cuando Chifuyu se abrazó a su cuerpo, escondiendo su rostro en su pecho, huyendo, y Ryusei no sabía de qué—. ¿Qué pasó?. Dime, por favor —pidió, verle llorar no era algo que le alegrase, y Chifuyu recordó todo otra vez, repasando las palabras de Takemichi en su mente.

Cuando salió de la habitación minutos atrás, Takemichi no tardó en abrir la puerta otra vez y detenerle.

—¡Chifuyu, déjame hacer esto, no le digas, por favor! —rogó, sosteniendo su mano con firmeza, el rubio parpadeando varias veces, parecía desesperado, y era porque realmente necesitaba hacerlo, quería ver a su amigo bien, ayudar a Mikey, porque últimamente parecía muy estresado, y demostrarse a sí mismo que servía de algo más que una carga.

—No, Takemichi. Esto no es buena idea.

—Chifuyu, quiero hacerlo, solo yo puedo —le miró suplicante, pero la respuesta de Chifuyu fue la misma.

—No.

Se negaba rotundamente a dejar que pasase algo con tales consecuencias, eso no tardó en tener un efecto secundario en Takemichi, quien le miró con el ceño fruncido, claramente molesto.

—¡Deberías agradecerme!. ¡Encontré una forma de hacer que se rompa el sello y estoy dispuesto a poner mi relación en peligro y dañar a Hina solo por tí! —alzó la voz primero, conteniéndose en realidad, él le había confiado todo, y ahora ni siquiera tomaba en cuenta que podría ser la mejor opción.

—¡No tengo que agradecer nada, porque es una estupidez de tu parte el solo pensar en la posibilidad de que eso podría funcionar!. ¡Incluso tal vez no funciona solo con un beso y debes tener relaciones con ella! —le devolvió en el mismo tono, apartándose de su agarre con brusquedad, ahora algo enojado también, a su opinión, su hermano solo estaba haciendo el ridículo. Takemichi no había pensado en lo que dijo, pero no se detuvo por eso, encontrando su voz llena de rabia otra vez.

—¡Lo haría de ser necesario!

—¡¿Estás loco?!. ¡Estás haciendo el ridículo!.

—¡No me importa, puedo serles útil!

—¡¿Crees que con eso llamarás la atención o qué?!. ¡¿Eso es lo que quieres?!. ¡¿Solo no puedes quedarte detrás de Manjiro y jugar con su sombra sin estorbar?!

"¿Qué estoy diciendo?", eso fue lo que pensó.

Sus palabras llegaron rápidamente con un gran impacto en Takemichi, sus ojos ya se habían cristalizado, a diferencia de Chifuyu que parecía estar completamente bien, aún con la sangre caliente y sin pensar en las tonterías que estaba diciendo.

—Yo solo quería ayudar... —pronunció en un hilo de voz después de momentos en silencio, Chifuyu volviendo en sí y percatándose de lo que había hecho cuando vió las lágrimas descender por sus mejillas—. ¡Eres un adiota, Matsuno! —exclamó, con sus ojos cerrados con fuerza y sus puños también, después entrando a la habitación luego de un fuerte portazo.

Chifuyu tardó en reaccionar, cuando supo qué hacer solo acercándose a la puerta, totalmente arrepentido. Quiso abrirla, pero Takemichi la había cerrado.

—¡Ábreme, Takemichi!. ¡Lo siento! —le gritó desde afuera, y el otro chico que se encontraba sentado contra la puerta solo tapó sus oídos con ambas manos, escondiendo su carita llena de lágrimas entre sus rodillas a la altura necesaria.

—¡Lárgate! —gritó con un tono que a oídos de Chifuyu fue tan desgarrador y doloroso, entonces Takemichi solo pensando que Kazutora había sido un buen consejero, tal vez debió seguir lo que le dijo al pie de la letra y no decirle a nadie, ni siquiera a su hermano.

El de ojos verdes insistió e insistió, pero la puerta nunca fue abierta, por lo que tuvo que marcharse. Ahora solo podía esconderse en el pecho de su novio, Ryusei ya estando lo suficientemente preocupado, sabiendo que por ahora no le diría nada que no fueran esos balbuceos sin contexto que no paraba de pronunciar.

—Le dije cosas horribles, soy un idiota, no merezco perdón, los siento tanto...

—Ya, cariño, no llores más, no me gusta verte así. Vayamos a casa y conversemos, ¿está bien? —le dijo, suavemente mientras se dedicaba a frotar la palma de su mano sobre su cabello rubio, el menor asintió entre suspiros, ambos saliendo de allí en dirección a su hogar.

Aquellos dos engendros malditos se escabullian a través de los pasillos, cuidando de no ser vistos por ningún ángel, siendo testigos silenciosos y ambrientos de cada emoción humana que rondaba al mortal que por al lado les pasase. Sedientos del alimento que les proporcionaba su rey, terminaron por salir del gran edificio al tener la información que necesitaban para cambiar por su alimento de mediodía. Sanzu les vió cuando llegaba de haber ido por algo de comer fuera del lugar, les siguió con la mirada hasta perderlos de vista entre los pies de la gente en la calle, parpadeó varias veces, perdido en sus pensamientos, pero siendo sacado de su trance por su novio, quien presionó su cintura con delicadeza, posicionándose a su lado y observando hacia donde el chico también veía.

—¿Pasa algo?

—No... nada. Parece que Kazutora ha estado observándonos —pronunció, Ran abrió su boca levemente al escucharle, teniendo un mal presentimiento por alguna razón.

Por otro lado, aquel de mechas amarillas se encontraba en su enorme morada del mundo mortal, no tenía mucho que hacer en ese momento así que solo observaba por la ventana mientras bebía del vino que yacía dentro de la copa de cristal en su mano izquierda. No tardaron en llegar junto a él, siendo tan pequeños que pudieron subirse al marco de la ventana y mirarle con sus ojos llenos de oscuridad, los orbes dorados posándose sobre ellos, con solo mirarles ya conversándolo todo en absoluto silencio.

No tardó en sonreír de oreja a oreja, dejando una caricia sobre ellos, ambos yéndose satisfechos de obtener con ese toque la energía vital del chico.

—Jaja, esto se está poniendo divertido. ¿Tal vez debería presentarme ante mi Fuyu ya? —se levantó de su cómodo asiento de fundas rojas, pareciendo danzar en pasos ligeros como plumas, dando vueltas sin sentido—. Ah, aún no, esperaré un poco más~ —se detuvo para dejar la copa sobre la mesa de madera oscura, sin dejar de lado esa sonrisa en sus labios—. ¡Ahora me divertiré un poco más con Takemichi, Mikey y Hina! —pronunció con malicia, empujando con la punta de su dedo la manzana al lado de la copa, esta rodando hasta que el cuchillo en posición horizontal se clavó en ella, travesándola por completo—. Aunque tal vez les haga falta un pequeño empujoncito~

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