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➽XIX

❝ᴛᴀʟ ᴠᴇᴢ ʟᴀ ғᴏʀᴛᴀʟᴇᴢᴀ ɴᴏ sᴇᴀ ᴛᴀɴ ғᴜᴇʀᴛᴇ ᴅᴇʟ ᴛᴏᴅᴏ, ᴛᴀʟ ᴠᴇᴢ ᴛᴏᴅᴏ ᴇʟ ᴘᴜᴛᴏ ᴍᴜɴᴅᴏ sᴏʟᴏ ᴇsᴛᴀ ᴀsᴜsᴛᴀᴅᴏ.❞

—¡¿Quién fue el idiota que dió la orden?! —el pelinegro entró a la habitación con notable enojo, en especial por haber arruinado su noche con Takemichi. Encontró con la mirada a aquel de ojos chocolate, también al rubio de trenza y la ojiazul.

—¿Por qué nos llamas a estas horas y de qué estás hablando? —Baji frunció el ceño en su dirección, su rostro claramente diciendo que si era una tontería se aseguraría de hacerle pagar por molestarle.

—¿Por qué no está aquí Hina?. Recuerdo haberla llamado —pronunció mientras se sentaba, suspirando para intentar calmarse.

—Estaba en una misión... —fue Senju quien se animó a responder cuando todos guardaron silencio, la vena en la frente de Mikey hinchándose visiblemente.

—Claro. Obviamente. Seguro le agradó mucho Chifuyu, tal vez se hagan buenos amigos y todo —pronunció con rabia, lentamente cada palabra que decía—. Explíquenme de una vez por todas, porque es obvio que lo selló con la castidad —su voz fue demandante, ellos se miraron entre sí claramente tensos, ahora Chifuyu y Ryusei eran responsabilidad de Manjiro, todo suceso que amenazara con su bienestar también amenazaba con su relación, y no les permitiría hacer entristecer a Takemichi y que le culpase por no protegerlos.

—No sé de qué estás hablando —ahora habló Baji, en su interior solo diciendo algo, "plan fallido". En un inicio acordaron sellarlo con castidad y pronto Ryusei terminaría por desinteresarse.

—No te hagas el estúpido. Y en serio, ¿quién lo ordenó?, porque si planeaban que Ryusei no se diese cuenta deben de ser muy imbéciles, es un semidemonio —suspiró aburrido ante tal tontería, cada vez eran más tontas las cosas que hacían los cielos para intentar controlar el problema de aquella parejita—. Están siendo patéticos.

—Les dije que era algo precipitado —habló Draken por primera vez, encontrando los ojos de Mikey al hablar, y solo fueron unos segundos los que le pudo mantener la mirada, luego observando hacia cualquier otro lugar que no fuesen sus ojos.

—Calla —Senju tapó su boca sutilmente, luego retirando sus manos a su cuerpo nuevamente, sabiendo que tenía toda la razón, como siempre—. ¿Qué quieres?

—¿Cómo que qué quiero?. Quítenle esa mierda —gruñó sus palabras, Baji sonrió burlonamente en su dirección.

—¿Por qué deberíamos obedecerte?

—Tenemos suficientes problemas, ya, paren, Ryusei no va a hacerle daño a una mosca si no le molestan, déjenle vivir en paz, ¡maldita sea!, solo son un dolor de cabeza —Ran se hizo notar, parado detrás de Mikey junto al otro Haitani, ambos ya enterados de toda la situación—. Solo dan ganas de...

—Aferrarse a la ira es como agarrar un carbón caliente con la intención de tirarle a otra persona, eres tú el que se quema —todos se giraron en dirección a la nueva voz, Wakasa entrando al lugar calmadamente, su mirada caída viajando por todos los rostros en la sala—. Deberías calmarte.

—¿Por qué calmarme? —la vena en su frente se marcó mucho más que a Manjiro, Sanzu que había llegado junto al de ojos lila rápidamente tomó sus manos entre las suyas, sabiendo que a la ira no se le debía decir un "cálmate" si no eras Sanzu.

—Tranquilo, no es momento para pelear —le susurró cerca de su rostro, solo su voz logrando hacerle suspirar y chasquear la lengua irritado, Wakasa ignorando sus palabras y solo parándose detrás de Draken.

—Manjiro, Hina selló a Chifuyu para evitar problemas, si tanto le quiere Ryusei entonces no le dejará por eso. ¿No?.

—Eso no me interesa, hace menos de tres horas le prometí a Takemicchi que iba a mantener el bienestar de ellos, que nada cambiaría de como estaba ahora. Y dudo que Ryusei no quiera cogérselo —sus palabras sonaron tan serias que no tuvieron tiempo a reaccionar cuando la realidad los chocó en la misma cara—. No son unos putos juguetes.

—Cabe mencionar que yo estoy en contra de esto —anunció Senju, los ángeles no se sorprendieron, pero sí los pecados, Rindou siendo el primero en hablar.

—¿Entonces por qué?. Eres la voz de la justicia, no pueden tomar decisiones sin tí.

—Ni yo sin ellos —dijo, todos guardando silencio, sabiendo que ella estaba obligada a seguir las órdenes por mayoría de votos.

—Baji, ¿tú estás de acuerdo? —Sanzu le miró con una leve esperanza de que solo fuesen órdenes, él más que nadie creía en ellos. Los seres de luz observaron al de cabellos oscuros, este observaba fijamente los orbes grisáceos del pelirosa, su expresión manteniéndose firme, como debía ser la mismísima fortaleza.

—Saben que lo que Él diga es mi opinión también. Y ustedes —observó a sus compañeros—, representen la corona que se les ha dado y déjense de desvíos, Ryusei y Chifuyu son solo obstáculos de momento.

—¿Desvíos nosotros? —Wakasa frunció el ceño en su dirección—. ¿Acaso no fuiste tú quien me atacó cuando dije que-?

—Me he arrepentido de hablar —interrumpió Draken—, pero nunca de haber guardado silencio —les miró fríamente, Wakasa cerró su boca y Baji solo bufó, sabiendo lo que el de ojos lila estuvo a punto de decir, Draken solo siendo la voz mediadora como siempre.

—Como sea —Senju suspiró—. Hina no va a quitar el sello, si quieren que desaparezca hallen la forma, nosotros tenemos las manos atadas.

—¡Ah!, fuera de aquí, no ganaremos nada hablando con ustedes después de todo —Ran se soltó del agarre de su novio, caminando varios pasos hacia ellos.

—Tengo una propuesta —interrumpió Baji—. Si dejan de trabajar con Kazutora, nosotros quitamos el sello.

—Baji —le regañó Draken por tomar decisiones tan a la ligera, sabiendo que no podían hacer aquello que proponía. Entonces todos observaron a Manjiro, él conntuvo la respiración unos instantes.

No podía hacer eso.

—Eso... n-no, no puedo, es imposible —los chicos se extrañaron de verle de repente nervioso, su expresión haciendo parecer lo que decía algo absurdo.

—¿Y eso por?

—Dije que no es posible y punto. Ahora lárguense.

Minutos después comenzaron a irse de allí, y fue que llegó el chico de ojos negros y cabellos de igual color, viendo confuso como todos ya se marchaban.

—Creo que llegué un poquito tarde —murmuró, y en el momento que encontró a Wakasa con la vista sus ojos se iluminaron, acercándose con rapidez al chico desde atrás, saltó sobre él casi haciéndole caer, el mayor mirándole de mala manera, pero cuando reconoció quién era rápidamente cambió su expresión.

—Shin, llegas tarde —le sonrió levemente, dejando de lado su conversación con Draken y concentrándose en él.

—Lo siento, tuve algunos inconvenientes de camino, sabes que no puedo negarme a los gatitos en las calles —hizo un leve puchero, Wakasa puso los ojos en blanco, simplemente demasiado generoso.

—Sí. Bueno, los chicos nos llamaron para que Hina quitase el sello que puso en Chifuyu, pero no llegamos a nada —se encogió de hombros al decir, caminando ambos junto a Draken, Senju y Baji para salir de allí.

—Ya veo. ¿Algo más interesante?

—Mm —observó a Baji a su izquierda—. Supongo que aquí estamos llenos de misterios.

El de ojos chocolate rodó los ojos mientras tomaba otro pasillo por el que no estaba seguro si llegaría a la salida, pero por lo menos no tendría que soportar sus indirectas.

—Ya déjenlo, saben que está siendo difícil para él.

—Está siendo un problema —Wakasa interrumpió a Draken, y este solo chasqueó la lengua, porque Baji no había ocasionado nada hasta ahora.

—Está haciendo su trabajo, quizás mejor que nosotros, no hay problema en eso.

—Por ahora, pero cuando pase algo con ese chico ya no tendrá tanta fortaleza, y recuerda lo mucho que a Él le gusta probarnos, si dan órdenes con respecto a Chifuyu, será Baji el encargado.

—Él... tiene que poner sus pensamientos en orden, vió a Chifuyu crecer, le tiene cariño —dijo, en realidad no sabiendo qué pensar con respecto a eso.

Y se esperaba que fuese mucho más que eso en realidad, porque Baji no era de doblegarse por cualquiera, y Chifuyu le tenía a sus pies sin saberlo.

—Tal vez la fortaleza no sea tan fuerte del todo, tal vez todo el puto mundo solo está asustado —concluyó el de ojos lila, y no eran cualquiera los que estaban hablando, eran la Paciencia y Templanza, a los que recurría Dios cuando debía sacar conclusiones.

El pelinegro suspiró frustrado a mitad del pasillo, deteniéndose de golpe al escuchar las voces cerca de él.

—Tráeme agua a mí también —la voz de Takemichi salió de dentro de la habitación a unos pasos de Baji, hablándole al ojiverde en la puerta de esta.

—Sí. Ahora vuelvo —le sonrió para luego cerrar la puerta y caminar justo en dirección al de ojos chocolate, deteniéndose en seco cuando estuvo a punto de chocar con él, pudiendo retroceder y evitar el accidente, sus ojos esmeralda abriéndose sorprendidos al reconocerle, Baji mirándole de la misma forma, porque no se había esperado que estuviese allí.

El mayor no supo qué hacer, por lo que se atinó a pasar de largo, sabiendo que si hablaba con él se pondría peor de lo que ya estaba. Pasó por su lado con aparente tranquilidad, en realidad sus manos sudando frío y tratando de mantener la calma en su rostro, pero no lo consiguió en el momento que Chifuyu tomó su muñeca y le detuvo, ambos parados al lado del otro en sentido contrario, viendo lados distintos del pasillo.

—¿Ya no me hablas? —le dijo, su voz sonando algo apagada, y Baji respiró aceleradamente al escucharle, en realidad solo queriendo huir de ahí.

Buena representación de la fortaleza, ¿no?.

—No quiero más problemas —respondió cortante, intentando caminar de nuevo, pero Chifuyu lo impidió, parándose delante de él.

—¿Soy un problema para ti? —le dijo, su voz siendo tan suave, en su interior pensando que aún podían arreglar las cosas, solo por ese instante intentando algo de nuevo, porque con solo verle a los ojos le hacía sentir tan cálido, porque le conocía tan bien que sabía que estaba actuando, y Baji se esforzó por ocultarlo, sabiendo lo observador que era Chifuyu.

—Lo eres —mintió, odiando tener que hacerlo, luego poniendo la mano en su hombro para irse—. Ahora deja-

—Dijiste que te importo —su voz parecía un ruego, "dime que sí te importo". Entonces tomando su mano otra vez para impedirle irse.

—¡No me importas!, ¡¿vale?!. ¡Eres un maldito dolor de cabeza!. ¡Con todo tu amorío con ese imbécil!. ¡Solo jugando con los cielos y el infierno!. ¡No es un patio de juegos para niños!. ¡¿Entiendes?!. ¡Incluso tuvimos que sellarte con castidad porque seguro fácilmente te abres de piernas con-!

Sus ojos se abrieron sorprendidos, tal vez porque se dió cuenta del dolor que causaron esas palabras cuando vió las lágrimas en sus ojos, o tal vez porque nunca pensó recibir una cachetada por parte del rubio.

—Eres un idiota, Keisuke. No sabes cuánto te odio, ¡no sabes! —las palabras salieron dolorosamente desde el fondo de su garganta, el de ojos castaños teniendo que voltearse para verle, pues el impacto le había girado la cara.

El rubio salió corriendo de vuelta a la habitación, tirando la puerta de forma que al cerrarse volvió a abrirse levemente. Baji se acercó, pudiendo ver cómo el chico iba directo a los brazos de aquel ojinegro, este recibiéndole confuso y preocupado, Takemichi acercándose también.

—¿Amor?, ¿estás bien? —le dijo suavemente, el chico solo llorando más, abrazándose a él con fuerza, y de repente sus miradas se conectaron a través de la rendija entre el marco y la puerta, Ryusei frunció el ceño de inmediato al reconocer al dueño de esos ojos y ese cabello largo, Baji solo bajó la mirada y se alejó de allí.

Los siguientes días transcurrieron bastante aceptables, no hubo más encuentros con los ángeles aparentemente, y Ryusei y Chifuyu parecían sobrellevar el problema del sello, el moreno no intentó obligarle a nada por muchas ganas que tuviese, no se atrevería, y Chifuyu trataba de ser lo más cariñoso posible con palabras y caricias dulces. Por otro lado, Manjiro encontraba a Takemichi cada vez más perdido en sus pensamientos, había probado preguntarle si le ocurría algo pero el chico siempre respondía que no pasaba nada, todo bien. Sin embargo, por muy ocupado que estuviese el menor, no dejaba de darle atención cuando regresaba de su trabajo.

—Mañana voy a salir —Manjiro observó al ojiazul con confusión, su ceño frunciéndose al no ser la primera vez que lo decía.

—¿Otra vez?

—Sip —se arrastró sobre el colchón hasta llegar al pelinegro sentado en el borde, sonriéndole dulcemente, le gustaba ser así pues Mikey pasaba la mayor parte del día fuera, y solo en las noches y parte de la tarde podía disfrutar de él.

—¿A dónde vas?

—Saldré con una amiga —le dijo, abrazándose a su cuerpo desde atrás, dejando descansar su cabeza en su hombro.

—¿Puedo saber quién es? —¿molestia?, ¿desaprobación?, ¿celos?, sí, eso era todo lo que reflejaba su voz.

—No la conoces —negó con la cabeza, luego haciendo caricias en su cuello usando sus dedos, Mikey suspirando algo desanimado, y fue algo que no pasó por alto por el menor—. ¿Ocurre algo?

—No. No pasa nada —se apartó de él, dejando el reloj de su muñeca sobre la mesita de noche, luego caminando hasta dejarse caer sobre el colchón, observando el techo unos segundos en silencio antes de volver a hablar—. ¿No te has aburrido de mí, verdad?

—¿Qué dices? —Takemichi rió como si le hubiese contado el mejor chiste, acercándose a él hasta que se tiró sobre su cuerpo, el mayor riéndose cuando le hizo cosquillas—. Nunca me aburriré de tí —pronunció, acostando su cabeza en su pecho, la sonrisa no saliendo de su rostro.

—Eso espero... —murmuró, y no parecía del todo convencido.

La cuestión era que Takemichi tenía asuntos extremadamente importantes que atender, todos estaban llenos de problemas y él no sería una carga, de hecho, ¡estaba en una misión importantísima!. Tuvo la suerte de encontrarse con la mismísima virtud de la castidad la semana anterior rondando cerca del apartamento de Chifuyu cuando fue a visitarle, por lo que fingió amabilidad y caminó con ella hasta que se ganó su simpatía.

Continuaron viéndose.

Takemichi pudo crecer en un convento, podía ser la persona más inocente del mundo, pero no era tonto, al menos no tanto, podía ver que Tachibana no le miraba como a cualquier persona, los constantes sonrojos y muestras de afecto se lo decían todo. ¿Una suerte?. Por supuesto. La castidad personificada se estaba viendo atraída por él, y resultaba ser que ella era un gran problema para su hermano, así que eso le ayudaba. No era un chico que le gustase mentir, tampoco utilizar a las personas, pero era necesario. Aunque antes debía informarse.

—Oye Rin, ¿la virtud de la castidad puede perder su poder o algo parecido?. Es decir, eso ayudaría a Chifuyu, ¿verdad? —preguntó directamente, el de mirada cansada guardó silencio unos segundos, estirándose sobre la mesa donde ambos estaban sentados mientras jugaban con las cartas.

—Pues sí, si Hina pierde su poder, es desterrada, se convierte en un ángel oscuro, o simplemente muere, el sello desaparecerá inmediatamente. Aunque no creo que nada de eso pase —se encogió de hombros, Takemichi pensándolo unos instantes antes de volver a preguntar.

—¿Y cómo puede perder su poder? —le dijo, el chico miró pensativamente el techo, pero justo antes de hablar las puertas se abrieron, dejando ver a un sonriente chico de tatuajes en ambas manos.

—¿Acaso escuché cómo hacer que pierda el poder la virtud de la castidad? —se acercó divertido hacia ellos, Rindou le miró en silencio mientras que Takemichi intentaba reconocerlo, pero nunca lo había visto antes.

—Buenos días, Hanma —le saludó el Haitani, el más alto sonriendo con la misma malicia de siempre, sentándose junto a ellos.

—¿Así que tú eres el rubio, bajito, bonito, del que hablaba Kazutora? —se inclinó un poco hacia él, Takemichi retrocediendo la misma distancia en su asiento.

—¿K-Kazutora? —murmuró, no sabiendo de qué estaba hablando.

—Como sea. ¿Acaso no te agrada Hina? —rió levemente al ver el sonrojo en las mejillas del menor por el acercamiento, alejándose ahora un poco para que no estuviese tan incómodo, Takemichi entonces volviendo al tema principal.

—No la conozco, solo era curiosidad —se encogió de hombros, Hanna mirándole fijamente a los ojos sin borrar aquella estúpida sonrisa.

—Bueno, las virtudes tienen lazos muy fuertes con Dios, así que sería un dolor de cabeza intentar convercerlas de apartarse o traicionarlo, por lo que, en caso de la Castidad, es más fácil hacerle caer en lujuria, si peca en lo contrario a lo que debe representar el castigo será mayor que si comete cualquier otro pecado —le dijo, luego señalándose a sí mismo—. Yo soy Lujuria, y es un gusto conocerte —extendió su mano en su dirección, Takemichi estrechándola con una leve sonrisa al encontrarle tan simpático y dispuesto a compartir la información que necesitaba.

Takemichi salió unas cuantas veces más con Hina, hacerle pecar en lujuria era su objetivo, sin embargo, habían dos cosas que se lo impedían.

Uno: Él estaba con Mikey.

Dos: La chica en verdad comenzaba a agradarle.

No quería herir los sentimientos de Hina, y era algo que lo tenía verdaderamente frustrado. Ese día iba a contarle todo a su hermano, Chifuyu, pero antes de llegar a su apartamento se sentó en un parque prácticamente vacío, era de noche, seguramente Manjiro le regañaría por estar solo a esas horas en ese lugar. Su cabeza le daba vueltas al tema una y otra vez, su mirada se mantenía fija en el suelo y su ceño estaba fruncido.

De repente sintió una presencia a su lado, y ni siquiera tuvo tiempo a reaccionar cuando escuchó su voz juguetona, y el tintineo de aquel cascabel en su oreja.

—Mm, así que tú eres el tesorito de Mikey~

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