➽᙭Iᐯ
❝ʜᴀʏ ǫᴜᴇ ᴀᴘʀᴇɴᴅᴇʀ ᴀ ᴄᴀᴍɪɴᴀʀ sᴏʟᴏs, sɪɴ ᴀᴍɪɢᴏs, sɪɴ ᴀᴍᴏʀ, ʏ ᴀ ᴠᴇᴄᴇs sɪɴ ғᴀᴍɪʟɪᴀ. ᴘᴏʀǫᴜᴇ sᴏʟᴏs ʟʟᴇɢᴀᴍᴏs ʏ sᴏʟᴏs ɴᴏs ᴠᴀᴍᴏs.❞
Chifuyu parpadeó varias veces al no entender su pregunta, entonces volteando su mano hacia si mismo, quedando igual de paralizado que el contrario.
No estaba.
No había nada.
—¿Qué...? —pronunció, totalmente sorprendido, su corazón latiendo con fuerza en el fondo de su pecho, no sabiendo exactamente cémo debería reaccionar.
—Vale, esto ya es muy raro —bromeó el de ojos oscuros, recibiendo una mala mirada por parte del rubio.
—¡Esto no es juego!, ¿dónde rayos está? —la preocupación inundó su tono, tocando una y otra vez la superficie de su palma. Definitivamente debía haber una cicatriz allí.
—Ya, tranquilo —le sonrió relajadamente, intentando calmarle, tomando sus manos para luego arrastrarlo con él hacía la cama, ambos sentándose allí—. ¿Tuviste contacto con algún ángel? —el rubio asintió.
—Con Senju y Wakasa —bajó la mirada nerviosamente, Ryusei mirándole curioso ya que no parecía haber terminado de hablar—. También con Baji y Draken —le dijo, el de cabellos blanquecinos se tensó en su lugar, sus ojos abriéndose sorprendidos por segunda vez.
Aunque no demasiado, ya se la esperaba.
—Lo supuse, así que eran ángeles... Supongo que deben ser las dos virtudes que no conocía —pronunció mientras observaba el techo sumergido en sus pensamientos, luego recordando que aún tenía a un Chifuyu totalmente preocupado por la desaparición de la marca en su mano—. En fin. Tal vez hayan sido alguno de ellos. Probablemente Baji —se encogió de hombros, era en lo único que podía pensar en esa situación. Chifuyu hizo una mueca, no entendiendo a lo que se refería.
—¿Cómo que fue Baji?. No entiendo.
—Te explicaré —se removió en su lugar, suspirando para comenzar a hablar otra vez—. Los ángeles tienen el poder de regeneración, pueden curarse a sí mismos cuando están heridos, incluso a los demás. Solo hace falta el contacto físico para llevar ese proceso a cabo. Tal vez Baji lo hizo sin que te dieses cuenta.
A Chifuyu eso le parecía algo increíble, pero ya había visto lo suficiente para creerle de inmediato. Asintió, estando de acuerdo con su lógica.
Aunque no recuerda que Baji haya tomado sus manos los últimos dos días, que fueron los únicos que no revisó la cicatriz debajo de las vendas.
—¿Y tú no puedes hacerlo? —le preguntó curiosamente, Ryusei sonriendo un poco al volver a ver ese destello de luz que lo hacía su Chifuyu.
—No. Solo los ángeles pueden. Ciertamente eso es una desgracia, podía haberte curado antes —se lamentó, haciéndole reír levemente.
—Es cierto. Entonces, ¿vas a explicarme de una vez por todas todo el mal entendido que hubo? —pronunció, levantándose mientras le pedía ayuda en señas, Ryusei inclinándose hacia él, quitándole la túnica negra.
—¿Qué fue lo que ellos te dijeron? —preguntó, dejándose caer sobre la cama cuando el rubio caminó hacia el closet.
—Que seríamos condenados si me entregaba a ti —sus mejillas se sonrojaron levemente al decir, agarrando un pullover ancho que sería más cómodo para dormir, no preocupándose de la ropa inferior ya que le llegaba hasta mitad de los muslos, y no estaba con un extraño por supuesto.
—¿Solo por eso te pusiste así? —le dijo, incrédulo de que les hubiese creído esa tontería.
—No solo eso. Dijeron que podrías morir después, incluso yo también —respondió, ya con aquella prenda sobre su cuerpo, dejando la túnica colgada dentro del mueble de madera—. No quería que te pasase nada por mi culpa.
—En serio que tienen imaginación. Eso no pasará. Por lo menos no algo así de grave. Además, de ser así, no me atrevería a hacerte daño si está en mis manos evitarlo —declaró, fijando su vista en el techo. Chifuyu apagando la luz cuando escuchó las de afuera apagarse en ruidos bajos.
—Lo sé. Y lo siento por haberles creído, pero estaba hablando por primera vez con un ángel, y estaba nervioso —aceptó, acercándose a la cama junto a él, Ryusei tragando con dificultad al ver la imagen de Chifuyu parado frente a él con aquella ropa que le pareció tan provocadora, viendo parte de sus muslos descubiertos.
Luego solo se hizo a un lado, dejando al chico sentarse allí.
—Está bien, lo entiendo. A lo que ellos le temen es que si yo peco junto contigo, voy a aceptar la oscuridad completamente, y no saben que podría pasar. Incluso el Diablo tendrá mucho más acceso a mí —le dijo seriamente, Chifuyu paralizándose en su lugar cuando le escuchó, no lo había pensado, pero era obvio que si había un Dios debía haber un Diablo—. Sé que él también me quiere, no sé por qué, ni quiero saberlo. Pero es así.
—¿No vas a morir, verdad? —le miró con preocupación, Ryusei sonrió mientras alzaba su mano hasta acariciar su mejilla con sutileza, encantándole la forma en que parecía preocuparse por él por encima de todo.
—No voy a morir, tampoco dejaré que te obliguen a nada —solo con esas palabras Chifuyu suspiró de alivio, ahora la presión que había en su pecho disminuyendo poco a poco.
—Entonces, prácticamente mintieron por gusto.
—Tampoco lo entiendo. Entre ellos está la virtud de la Templanza, Baji o Draken, es alguno de ellos dos. Esa virtud piensa las cosas detenidamente, no darían ese paso así como así, de que tenían un objetivo podemos estar seguros, pero ahora mismo no se me ocurre nada. Está pasando algo que desconocemos —se encogió de hombros, luego viéndole fijamente a los ojos, Chifuyu sintiendo nervios ante el silencio que se hizo entre los dos.
—¿Qué quieres decirme? —inclinó su cabeza ligeramente hacia la derecha. Ryusei suspiró.
—Deberíamos irnos de aquí.
Ante su declaración Chifuyu solo pudo observar, ¿dejar todo lo que conocía?. Realmente no imaginaba como podía ser un lugar donde no estuviesen sus hermanos.
—¿Irnos? —musitó, tragando con dificultad, luego solo desviando la mirada—. No lo sé, esto es todo lo que conozco. Aquí está mi familia, Takemichi, Kakucho, Mitsuya, Emma... Draken y Baji —murmuró al final, su corazón aún no pudiendo aceptar que todo había sido una mentira, aún teniendo esa pizca de esperanza de que para ellos él si era importante, de que no todo habían sido órdenes sin sentimientos de por medio.
—Chifuyu, Draken y Baji te engañaron, ellos no son tu familia, para ellos solo eres el estorbo del que quieren deshacerse de una vez por todas —frunció el ceño al escucharle hablar de ese modo, con tanta nostalgia en sus ojos al pronunciar sus nombres.
Chifuyu sintió esa presión en su pecho otra vez, aquel nudo en la garganta amenazando con explotar con cada segundo que pasaba.
—Lo sé, pero... ellos... —sus ojos se cristalizaron por milésima vez en el día, ya había perdido la cuenta de cuánto había llorado entre el día anterior y ese. Y era frustrante, porque en serio los quería tanto, en especial a aquel de hebras negras.
—No llores, sé que es difícil, pero debes ser fuerte —se sentó también, tomando su rostro entre sus manos, apresurándose a quitar aquellas odiosas lágrimas de sus sonrojadas mejillas.
—Ryusei, ¿por qué me pasa todo esto? —se lamentó, sus suspiros siendo cada vez más entristecedores para su contrario, y no podía evitar pensar que todo su sufrimiento era su culpa, pero cuando los labios de Chifuyu presionaron los suyos, olvidándose de todo.
—Piénsalo, ¿está bien?. Si nos vamos, todo será mejor, pero depende de ti —le dijo cuando se separaron, el menor asintiendo entre suspiros.
Necesitaba tiempo.
Al día siguiente aquel de orbes azules se encontraba cerca del atrio, le dijeron que debía ir allí para apoyar a las monjas que harían lecturas, repartiendo folletos y esas cosas.
Suspiró pesadamente, ya un poco agotado de caminar entre la multitud. Entre sus quejas mentales no se dió cuenta cuando fue que tropezó con aquel y ahora se encontraba en el suelo, quejándose por el dolor en su tobillo.
—Oh, ¿estás bien? —le preguntó el de brillantes cabellos negros, estirando su mano en su dirección, Takemichi paralizándose al escuchar aquella voz tan melodiosa, solo teniendo que alzar la vista para encontrar sus ojos y aquella sonrisa relajada y juguetona dibujada en sus labios.
—¿Manjiro? —sus ojos se iluminaron de inmediato, el chico riendo levemente al tomar su mano y levantarle del suelo, el rubio solo con verle olvidando por completo su dolor, incluso los pocos papeles ahora esparcidos en el suelo.
—Eres muy torpe, Takemicchi —le miró burlonamente, el chico sintió sus mejillas arder solo con visualizar su rostro, pareciéndole tan hermoso en realidad.
—L-lo siento —susurró apenado, escuchándole reír otra vez mientras se inclinaba para sacudir la túnica negra del menor—. Gracias...
—¿Acaso todos los días estás aquí? —preguntó una vez volvió a su posición inicial.
—No, solo ayer y hoy —se encogió de hombros, sintiéndose demasiado pequeño frente a él, su presencia logrando hacerle sentir extraño, no lo podría describir.
Y la verdad era que Takemichi no sabía en las que se estaba metiendo, porque Mikey era tan atrayente como debía ser un pecado, tentador a ojos de aquellos mortales que le mirasen directamente. Era peligroso cuando un ser de oscuridad como él fijaba su atención en algo, y en esa situación, ese ser era Mikey, y ese algo Takemichi.
—¿Quieres hablar un rato?
Definitivamente ya estaba perdido.
No fue difícil para ellos sentir algo por el otro con el paso de los días, porque Takemichi estaba tan lleno de luz que la oscuridad de Mikey no podía resistirse para corromperle de una vez por todas. Siguió visitando el convento, Takemichi siempre arreglándoselas para obtener una tarea que hacer en el atrio, solo con esa excusa para verle.
Y no tardó en darse cuenta de lo que se sentía estar en la posición de Chifuyu, porque a diferencia del de ojos verdes, a él no tuvieron que explicarle cómo era ese tipo de amor. Takemichi había escuchado todas las historias y sentimientos de Chifuyu como para saber identificarlo, además de que siempre no estuvo tan concentrado en sus deberes como Chifuyu, sino que se abría más a su entorno, pudiendo presenciar varias expulsiones del lugar en relación al tema.
Sabía que estaba mal, y ya le costaba incluso darle consejos a Chifuyu cuando hablaban acerca de su relación con Ryusei, y fue aún más difícil cuando aquel accidente ocurrió.
El pelinegro y él se encontraban sentados en la parte trasera del oratorio del atrio, ambos charlando bajo aquel árbol de cerezo, las flores rosadas de vez en cuando cayendo sobre ellos cuando el viento las lanzaba lejos de sus ramas.
Y ocurrió, Takemichi perdió el equilibrio cuando el brazo en el que se apoyaba se resbaló por el borde de la banca, su cuerpo inclinándose hacia adelante. El azabache se giró hacia él después de haber estado observando en otra dirección, aún inconsciente de lo que estaba pasando en esas milésimas de segundo. Sus labios se presionaron sobre los contrarios, todo el peso cayendo allí, por unos momentos siendo dolorosa la sensación. Takemichi se apartó de inmediato, disculpándose mientras le miraba totalmente avergonzado, las palabras saliendo de su boca distorsionadas debido a los nervios.
—L-lo siento, no quería que... perdón, yo no...
Manjiro parpadeó varias veces mientras le escuchaba, de pronto tomando su cabeza por detrás solo para acercarle a él y tenerle en su boca de nuevo.
Ahí empezó todo. Con un accidente. El inicio de ese amor que tal vez terminaría destruyendo muchas cosas.
—Hey, Takemichi, ¿qué pasa? —Chifuyu le miró con preocupación, su amigo había estado actuando de manera extraña esos días, no era propio de él quedarse pensando y sonrojarse de repente, en todo caso sería Chifuyu el de tal comportamiento.
—Chifuyu, creo que debo contarte algo... —le miró con seriedad, el mencionado hizo una mueca al verle tan serio de pronto.
—¿Qué ocurre?, has estado extraño estos días, cuéntame qué te pasa.
—Eh, creo que... me enamoré —cerró sus ojos con fuerza al decir, asustándose al no escuchar una respuesta, entonces abriendo sus ojos poco a poco, viendo que la reacción del chico solo era sorpresa pura.
—¿Qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¡¿de quién?! —le miró con emoción, el ojiazul suspirando aliviado al ver que no había reaccionado tan mal como había estado imaginando.
—Es un chico —aclaró, Chifuyu asintió escuchándole atentamente—. Su nombre es Manjiro, no es de aquí, es del exterior, lo conocí aquel día que estuvimos en el atrio.
—¿En serio?, no recuerdo haberte visto con nadie... ya sabes, destacable.
—Lo sé. Fue la última persona que llegó, tu aún estabas en el confesionario con una mujer. Luego me fui a charlar con él y para cuando volví no te ví más —sonrió levemente al decir, solo con recordarle la emoción subiendo a su pecho, su corazón latiendo rápidamente.
—Entiendo, ¿y entonces?
—Ni idea, supongo que... que ya estamos juntos —murmuró, con sus mejillas enrojecidas, Chifuyu sonrió de manera pícara.
—Uh, ¿entonces ya se besaron y esas cosas? —le codeó suavemente, recibiendo un leve empujón seguido de una sonrisa nerviosa y avergonzada.
—S-sí. Baja la voz.
—Eso es genial, quién lo diría, el que no hace tanto me regañaba por lo que estaba haciendo —se burló, Takemichi rodando los ojos, ahora estando en su situación.
En realidad siendo peor de lo que imaginaba.
—Oye, ¿qué harás? —Chifuyu le miró seriamente entonces, Takemichi bajó la mirada, sabiendo a lo que se refería.
—No lo sé. Solo... no puedo quedarme aquí, pero no quiero irme, aquí está todo lo que conozco, estás tú y los chicos, no quiero dejarlos. Él ya lo mencionó, y me dió tiempo para pensar.
—Me pasa igual —declaró, Takemichi alzó la mirada en su dirección—. Ryusei dijo que lo mejor era irnos, y me dió tiempo para pensarlo, porque es muy difícil para mí. Además... —frunció el ceño, dundando en contarle la verdad de las cosas, acerca de Baji y Draken, pero sabiendo que no podía, entonces solo suspirando—. Olvídalo.
—Eh. Bueno, creo que estamos igual ahora, pero no debemos dejar que pase más tiempo, o tarde o temprano se darán cuenta.
Ambos se miraron algo tensos, sabiendo que era un paso demasiado grande para ellos que solo conocían solo esas cuatro paredes.
—Podríamos escapar juntos.
—¿Los tres? —le miró sorprendido, no lo había pensado. Takemichi asintió, y él solo se preocupó, puede que estuviesen en la misma situación, pero el de ojos azules no sabía nada acerca de demonios o ángeles, los cielos o el infierno. Era peligroso—. Tendría que hablar con Ryusei acerca de eso antes de decidir.
—Sí, yo también debería hablarlo con Manjiro.
—¿Qué tienen que hablar conmigo? —escucharon de pronto, ambos girándose sobresaltados para ver a aquel de cabellos blanquecinos, quien les sonreía juguetonamente.
—Ryu, que susto —suspiró el ojiazul, Chifuyu imitando su acción al saber que era él.
—¿Y bien?
—Te explicaré más tarde. Vayamos a comer —le sonrió el de ojos verdes, Takemichi haciendo una mueca burlona al escucharle, porque más tarde se suponía que todos debían estar en sus habitaciones, así que no le fue difícil saber que dormían juntos de vez en cuando.
Los tres se dirigieron al oratorio, cenaron y luego fueron a sus respectivas habitaciones, como siempre Ryusei yendo a dormir a la de Chifuyu.
—No, no y no.
—¡Pero Ryu, es mi hermano! —se quejó el menor, el mencionado negando otra vez.
—No.
—¿Por qué?
—Es obvio que no podemos llevarlo también. Es muy peligrosos que vaya con nosotros, siempre estamos rodeados de ángeles y demonios. Él no sabe nada, y no queremos que lo descubra por las malas, ¿cierto? —frunció el ceño, Chifuyu bufó cruzándose de brazos, sabiendo que tenía razón.
—No puedo dejarle a su suerte...
—Ese chico le va a ayudar, no es como que va a salir de aquí y no tendrá a dónde ir —rodó los ojos, viendo lo que Chifuyu no, este entonces asintiendo.
—Tienes razón. De todas formas... ¿podré verle, verdad? —alzó la mirada en su dirección, Ryusei guardó silencio, luego suspirando para sonreírle, acercándole con sus brazos por detrás de su cintura.
—Sí, podrás verle, visitarle y hacer lo que quieras. Pero una vez salgamos de aquí. ¿Ya te has decidido?
—Sí. Quiero... necesito, salir de aquí —corrigó, bajando la mirada, jugando con sus dedos sobre la piel tatuada del contrario.
—¿Aún no estás seguro, verdad? —suspiró al decir, Chifuyu negó entonces, no pudiendo solo decirle que sí y mentirle para no preocuparle—. Todo va a estar bien, ya verás. Además, en realidad no creo que sea la última vez que veas a Baji —le dijo, Chifuyu le miró sorprendido, ¿acaso también podía leer sus pensamientos?
—Ryusei, yo no... —intentó negarse, no quería que creyese que en realidad estaba atado al convento por ese chico, pues ahora que Takemichi también se iba, se suponía que sería más fácil elegir, pero Baji era quien de verdad le hacía dudar, y era algo frustrante para Ryusei darse cuenta de eso.
—No tienes que ocultarlo, sé que es Baji quien está en tu consciencia después de Takemichi, o incluso antes —pronunció, Chifuyu bajó la mirada otra vez, sabien que tenía razón, otra vez—. Como decía, no será la última vez que lo veas. Es uno de los que quieren que te alejes de mí, así que nos molestarán un poco más.
—Pero, entonces no tiene sentido irnos de aquí.
—Sí lo tiene. No estaremos rodeado de ángeles todo el tiempo, será mucho más fácil ocultarnos de sus engaños y trampas. Viviremos más tranquilos, solo los dos —juntó sus frentes, Chifuyu suspiró su aroma al tenerle así de cerca, siendo tan cómodo para él.
—Está bien. Sólo dime cuándo, y nos iremos —se subió a horcajadas sobre sus piernas, las suyas a cada lado de sus caderas ahora, rozando sus labios con los suyos mientras le mirada suavemente.
—Pasado mañana, en la noche, cuando todos estén dormidos.
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