➽᙭II
❝ᴍᴇ ᴇsᴛᴀs ᴍᴀᴛᴀɴᴅᴏ ᴄᴏɴ ᴇsᴏs ʟᴀʙɪᴏs ǫᴜᴇ ᴀʜᴏʀᴀ ᴍɪsᴍᴏ ɴᴏ ᴘᴜᴇᴅᴏ ʙᴇsᴀʀ.❞
Esa noche Ryusei no volvió a ver a Chifuyu, ni siquiera en el refectorio, le preguntó a los chicos que siempre estaban con él, pero tampoco sabían nada. Chifuyu se encontraba en su cuarto, no quería salir, tampoco comer. El estrés no le dejaba pararse de la cama, solo encontrando calma bajo aquellas mantas, pero llorando otra vez cada vez que recordaba las veces que Ryusei se quedó por las noches.
Tal vez estaba siendo un dramático, pero... no, debía serlo, no se trataba de cualquier tontería. ¿Por qué no le dijo antes que era tan grave?. Con razón querían que se apartase de él. Era demasiado peligroso.
No soportaría hacerle daño, eso lo tenía claro, lo amaba, era demasiado lo que sentía por él, no se perdonaría ni siquiera decir una palabra que le perjudicase.
Las lágrimas salían dolorosamente del borde de sus ojos, ya estos estando tan rojos e inchados, las gotas terminando por humedecer las sábanas blancas de la cama en la que estaba sentado.
—R-Ryusei... —pronunció su nombre, sin poder evitarlo sintiendo tantas ganas de tener sus brazos sobre él, abrazarle y besar esos labios que tanto le hacían ver estrellas. Tragó con dificultad, enterrando su rostro en sus rodillas entre mantas suaves, los sollozos desgarradores deslizándose fuera de su boca.
Debía estar enojado, Ryusei sabía que él también podía terminar condenado y aún así siguió a su lado, ¿acaso no le importaba hacerle daño?, ¿no sentía lo mismo que él?
Pero el rubio era incapaz de enojarse o guardarle rencor, no estaba en él, nunca fue alguien de resentimientos, menos con Ryusei, él era especial.
—No sé que fue lo que te dijeron —escuchó aquel susurro cerca de su oído, no pudo evitar dar un pequeño respingo, levantando la mirada asustado. De pronto los orbes verdes chocando con los negros, se paralizó en su lugar, temblando al sentirle tan cerca como hace unos segundos deseaba tanto—, y no voy a obligarte a hablar, tampoco a que creas en mí —tomó sus manos entre las suyas, acariciando aquella cicatriz en la extremidad derecha de Chifuyu, esa que ahora ya no estaba vendada, le sintió tensarse, entonces secando sus lágrimas con suma delicadeza, esa que solo tenía con él—. Solo quiero que des por hecho que nunca haría algo para lastimarte, o te engañaría —Chifuyu sintió su mundo dar vueltas, ¿por qué?, ¿por qué seguía con todo eso?, ¿por qué se arriesgaba tanto?—. Te amo, Chifuyu Matsuno.
Ahí estaba la respuesta.
El rubio estuvo a punto de hablar, pero Ryusei llevó uno de sus dedos a sus labios, presionando sobre ellos.
—No digas nada, lo que sea que te dijeron, sea cierto o no, decide tú si es suficiente para olvidarte de que existo.
Y dicho eso, desapareció, literalmente en un parpadeo. Chifuyu se mantuvo en silencio unos instantes, hasta que rompió a llorar otra vez.
Aquel de orbes miel al lado de su ventana le escuchó ahogar un fuerte grito en su almohada, suspiró, subiendo su mano a su cabello de mechas rubias, apartándolo de su rostro para después recolocar los finos lentes redondeados en su sitio. Vió hacia el reloj en su muñeca, un poco encima de este aquel tatuaje en el lomo de su mano, en el mismo sitio donde se apreciaba el otro en su mano izquierda.
❝Pecado.❞
❝Castigo.❞
No tardó en llegar junto a su acompañante, en la parte trasera del convento, se encontraron rápidamente debido a que el de cabellos blanquecinos y brillantes orbes lila ya estaba saliendo.
—¿Ya terminaste con tu noviecito? —bromeó el más alto, recibiendo un asentimiento de cabeza.
—¿Ya terminaste con aquellos dos? —comenzaron a caminar a través del césped, en dirección a la parte donde la oscuridad no permitía ver prácticamente nada.
—Sí, no sé por qué mierda Kazutora me manda justo a mí a hacer esto, esos dos me dan escalofríos con su amorío —hizo una mueca de asco, y aunque su acompañante ya estaba acostumbrado a que el amor le causase repugnancia, le gustaba llevarle la contraria, por lo que rió en voz baja, ahora volviendo a hablar.
—El amor es algo lindo, Hanma, el problema eres tú que no lo sabes apreciar y solo piensas con lo que tienes entre las piernas —le miró burlonamente, ambos dejando salir a la luz de la luna sus alas llenas de oscuridad, deteniéndose unos instantes.
—Izana, eso lo dices tú que estás enamorado del chico ese, yo no necesito amor —negó con la cabeza, alzando una de sus finas cejas ante sus palabras.
—¿Por qué? —preguntó, porque a pesar de saber que hablaba con la Lujuria personificada, él trataba de entender el por qué de sus acciones, no se imaginaba a una persona incapaz de amar.
Y antes de emprender vuelo y perderse en las tinieblas de la noche, Hanma dió su filosofía de vida como respuesta.
—¿Para qué quieres saber por qué?, la vida es deseo, no significado.
Pronto se adentraron en aquel lugar donde ni Dios los podía ver o escuchar, dónde solo eran gritos desgarradores los que se escuchaban si ibas un poco más allá del gran trono, dónde habían encontrado refugio cuando todo lo peor iba contra ellos.
—¡Al fin llegan! —el silencio fue roto por aquel chico de orbes verdes y cabello rosa, quien se encontraba a un lado de Kazutora, comiendo todo lo que había en aquella gran mesa, repleta de dulces y bebidas de todo tipo. Sonrió hacia ellos, alzando su mano en saludo.
—Espero traigan buenas noticias, porque si no es así me lanzo al fuego —pronunció el de tatuaje de tigre, con los ojos en blanco al hablar.
—Te ves irritado —le sonrió Hanma de manera burlona, él suspiró profundamente, y aprovechando que abrió su boca, el ojiverde entrodujo en esta otro chocolate esférico.
—¡¿Quién no se irrita estando solo con Sanzu?! —tragó la golosina con dificultad, escuchando la carcajada del más alto allí.
Izana y Hanma se detuvieron cuando estuvieron a un metro de la mesa, totalmente serios ahora, bueno, al menos Izana, porque Hanma trataba de aguantar la risa al ver cómo Sanzu trataba de hundir los dulces en la boca del de mechas rubias.
—¿Y bien?
—Los ángeles tuvieron una reunión hoy en el convento, parece que se están poniendo alerta con el caso de Ryusei, después de todo ese tal Chifuyu nos está ayudando sin darse cuenta —sonrió levemente el de lentes, Kazutora frunció el ceño, extrañando la idea de que se hubiesen reunido en tal lugar.
—¿Se reunieron allí?, ¿por qué se arriesgan tanto?
—Tal vez sea por Draken y Baji, si yo fuera ellos sería mejor que no saliesen de allí. Ryusei es listo, no tardará en darse cuenta de que son virtudes —le respondió Izana, ellos estando de acuerdo con su lógica, entonces Sanzu interrumpiendo su charla.
—¿Y tú por qué fuiste con Hanma?, no recuerdo que te hallan enviado a ti también —entrecerró los ojos, él se encogió de hombros, mirando hacia otro lado.
—No es tu problema.
—Es obvio que fue a verlo —Hanma puso los ojos en blanco, y tras algunos segundos en silencio, Sanzu le miró preocupado.
—Te hemos dicho que no vayas, Izana, es mejor que...
—Ya déjenme, ¿por qué mejor no te amarramos para que no veas a Ran?, así me dices qué se siente —gruñó al decir, dejando atrás toda la tranquilidad que tuvo al verle unos minutos desde lejos, volviendo a ser el chico malhumorado de siempre, moviéndose fuera de allí a pasos apresurados.
Sanzu suspiró, sabiendo que era su envidia quien hablaba, de pronto Kazutora sonriendo burlón, divertido al ver esa situación.
—Solo alimentan más su odio al cielo, me gusta. Tal vez no debería dejarle salir de aquí.
Ambos le observaron, definitivamente le encantaba ver el mundo arder.
—Nomás no te respondo porque sé que estoy hablando con el mal en persona, si no te amarraría hasta llenarte la panza de dulces.
—Y atrás yo te-
—No, Hanma, yo sé que me deseas, pero prefiero explotar hasta derramar comida por los ojos —puso los ojos en blanco, no pudiendo imaginarse teniendo relaciones con Hanma. Este se encogió de hombros, en una expresión desanimada.
—Que malo.
—Eso lo sé —le sonrió grandemente antes de levantarse de su asiento, deteniéndose en seco al escuchar los pasos de Ran correr hacia ellos—. ¿Qué pasa, Ran? —le preguntó cuándo estuvo frente a él, doblado sobre su propio cuerpo, intentando recuperar el aliento perdido.
—Han hablado con Mikey —dijo, y todos abrieron sus ojos sorprendidos al escuchar aquel nombre.
—¿Quienes?
—Draken.
—¿Qué? —pronunciaron a la vez, paralizados en su lugar.
—Sí. Por cierto, está en casa, mandamos a buscar a alguno de ellos para que lo curen.
—¿En mi casa?, ¿curarlo, por qué?, ¿acaso ese idiota de Manjiro le hizo daño? —Ran observó a Kazutora, volviendo a su posición erguida, este esperando a que soltase todo de una vez por todas.
—No, un demonio lo atacó cuando se iba, después de hablar con él.
—¿Él está bien? —preguntó Sanzu con preocupación, olvidándose de toda la comida sobre la mesa al levantarse.
—No es tan grave, pero nosotros no podemos curarlo lógicamente, Koko fue a buscar a Baji para que lo sanase.
—Pero Draken puede curarse solo —comentó Hanma, Ran negó con la cabeza entonces.
—No, está perdiendo mucha sangre y la regeneración es muy lenta. Lo mejor es que lo curen.
—Entiendo, vayamos para allá —comenzó a caminar lejos de ahí junto a Hanma, Ran se quedó viendo a Kazutora unos segundos antes de volver a hablar.
—No vendrás, ¿cierto?
—No creo que les agrade la presencia del Diablo allí —rió con amargura, dándose la vuelta, moviéndose en dirección contraria—. Y de todas formas no iría.
—¿Debería enviarles tu saludo? —sonrió burlón a su espalda, Kazutora imitó su acción aún sin verle.
—Sí, sí, ya lárgate.
—Se pondrá mejor —suspiró el de orbes chocolate, luego dirigiéndole una mala mirada al de cabellos negros y tatuaje de dragón en el cuello—. ¿De verdad no pudiste hacer nada para protegerlo?
—Ya dije que no me dió tiempo —frunció el ceño el de intensos orbes negros, ofendido al recibir esa pregunta por segunda vez, no dejaría que Draken saliese herido si tuviese la oportunidad de salvarlo—. ¿Qué ganaría con un ángel herido?
—Muchas cosas —presionó sus manos un poco más en aquella piel, Manjiro le miró seriamente, luego observando a Draken tumbado en el sofá, con sus ojos cerrados en una expresión adolorida, la herida en su estómago cada vez cerrándose más ante las manos de Baji sobre ella.
—¡Ah!, ¡¿por qué en el sofá que más caro costó?! —el grito de Koko les hizo sobresaltarse, este acercándose hacia allí, viendo las telas manchadas de rojo.
—¡Koko! —le regañó Mikey, y este cerró los ojos con fuerza al percatarse de lo que había dicho.
—Lo siento, no pude controlarme —puso los ojos en blanco, y los que venían detrás de él rodaron los ojos. Es cierto que sus emociones iban al límite cuando se trataba de su pecado, no podían culparle por ser así.
Aunque en sí era su culpa.
Sanzu se apresuró hacia el de cabellos rubios, arrodillándose a un lado de él, mirándole preocupadamente mientras alzaba su mano hasta dejar una caricia en su rostro.
—¿Él está bien?
—Despertará dentro de poco, no es tan grave, aunque si cierta persona lo hubiese intentado evitar estaría mejor —le contestó Baji, y todos hicieron una mueca al ver cómo Mikey dió un paso hacia él, enfadado.
—¡Ya te dije que no pude hacer nada, idiota! —exclamó, Baji frunció el seño en su dirección.
—¡Claro, no fuiste lo suficientemente rápido!. ¡Pero para esparcir la soberbia por ahí sí, ¿eh?!
—Oigan... —Sanzu intentó detenerles, sin despegar su vista de los ojos de Drake, estos abriéndose poco a poco.
—¡Tú sabes perfectamente que he sido el único junto a Rindou que no ha esparcido su pecado a nadie más! —una vena se marcó en su frente, alzando su voz, entonces sintiendo los brazos de Ran sostener los suyos, evitando que en cualquier momento se fuese encima de Baji.
—¡Serás...! —el pelinegro detuvo sus palabras al sentir las manos de Draken sobre las suyas, este tosiendo en voz baja antes de hablar.
—Dejen de discutir por gusto, me desmayo un día y ya están al agarrarse a golpes —suspiró con dificultad, captando las miradas de todos, incluso Rindou que estuvo dormido en un sillón no muy lejos de ellos se despertó al escuchar su voz, acercándose a ellos.
El Haitani mayor dejó libre a Mikey cuando no hizo más fuerza sobre él, el ojinegro ahora preocupándose solo por el estado del que alguna vez fue su hermano.
—Draken, ¿cómo te sientes? —preguntó Sanzu, tal vez siendo el único además de Mikey que realmente estaba preocupado por él, olvidándose de todo su alrededor.
—Estoy bien —se levantó lentamente, el pelirosa ayudándole al igual que el azabache—. Baji, Mikey intentó llegar a mí, no me dejó a propósito, sabes que él no es así —negó con la cabeza, y el mencionado solo desvió la mirada, entonces todos escuchando la voz de Rindou alzarse sobre ellos.
—¿Es cierto lo que dice Mikey, de la reunión?
—Sí. Todos los pecados fueron convocados a una reunión, los cielos quieren llegar a un acuerdo con ustedes.
—Draken, no ganan nada reuniéndose con nosotros, solo seguimos las órdenes de Mikey. Si quieren hablen con él, o con Kazutora que también tiene acciones sobre nosotros —se cruzó de brazos Kokonoi, Mikey asintiendo a sus palabras.
—Es cierto, si es por estar cerca de Ryusei y Chifuyu, hablen con Kazutora. Si es por nosotros y Kazutora, hablen conmigo —le dijo seriamente, ellos se quedaron en silencio unos segundos, los dos ángeles mirándose entre sí.
—¿Por qué siguen con esto?, pedimos que reducieran su castigo para que no se quemasen por la eternidad, y aún así ustedes se mezclaron con Kazutora —pronunció el rubio, Mikey desvió la mirada, chasqueando la lengua.
—Se lo debemos, nos dió un lugar donde vivir, nos extendió la mano cuando todos nos dieron la espalda, nos dió un estúpido par de alas cuando ustedes nos las arrancaron —respondió, sus puños apretándose a los lados de su cuerpo al decir, todos de pronto con expresiones apagadas, recordando todo solo con esas palabras—. No creas que nos gusta, es lo único que nos pidió a cambio en siglos, y lo estuvimos esperando, conociendo como es Kazutora sabíamos que su ayuda tendría un precio en algún momento.
Todos se mantuvieron en silencio por largos minutos, no era fácil para los ángeles aquellos días, tampoco para los pecados.
Pero tenían órdenes, y voluntades que cumplir.
—Es peligroso si Ryusei se une a Kazutora, no sabemos qué podría pasar —el rubio sobó el espacio entre sus cejas, apoyando los codos de sus brazos en sus muslos—. Fue un error traer a Ryusei al convento, y ahora el mayor problema son ustedes cerca de Chifuyu y la relación entre él y Ryusei. Solo les diré algo, piensen bien esto, tienen el suficiente poder como para evitar a Kazutora, si siguen así solo lograrán que pronto los cielos den órdenes contra ustedes también. Aléjense de todo esto, Dios no los perdonará una segunda vez.
—No necesito el perdón de su estúpido Dios, haremos lo que se nos venga la gana, no estamos del lado de Kazutora o el de ustedes, sino del nuestro. Lo hacemos porque queremos, no seguiremos sus órdenes, no tenemos tampoco por qué hacer cosas para su bien. Que te mejores, y vuelvan por donde vinieron —Manjiro se movió fuera de allí, Draken le llamó, pero hizo caso omiso a sus palabras.
—Chicos...
—Ya escuchaste —Hanma se encogió de hombros, abriendo la puerta para salir también.
—No podemos llevarle la contraria —continuó sus palabras Sanzu, levantándose del suelo para seguirle.
Los demás fueron tras ellos, dejando a los dos ángeles solos allí.
Eso iba de mal en peor.
Al amanecer Baji y Draken volvieron al convento, este último ya estaba completamente bien, y aprovechando esto, tuvo que irse a hablarle de aquella conversación a sus hermanos, Baji entonces fue el único que se quedó para mantener sus ojos sobre aquella pareja tan problemática.
Ese día era viernes, Chifuyu se levantó temprano y se encontró con Takemichi para el desayuno, el de ojos azules parecía muy emocionado por el hecho de que hoy era el día en el que debían ir al atrio. Kakucho se cruzó con ellos de camino allí, él era mucho más tranquilo y civilizado que aquellos dos, porque aunque Chifuyu no estaba muy emocionado en verdad, le gustaba ver feliz a Takemichi y subirle los ánimos.
Los tres se dirigieron al atrio, una vez allí recibieron instrucciones, Kakucho le leería a la multitud, Takemichi debía estar haciendo lo mismo, solo que dentro de el oratorio que se había hecho solo hace unos meses con el fin de tener más espacio, cumpliendo la leve función de una iglesia allí. Y el pobre Chifuyu tuvo que cumplir la función que menos quería.
El confesionario.
El reloj marcó las nueve y las personas comenzaron a llegar, Kakucho estaba nervioso pero no lo hacía notar, Chifuyu solo quería terminar con eso de una vez por todas, quien sí era demasiado fácil de leer era el de ojos azules, no quitaba esa sonrisa de su rostro mientras saludaba educadamente a todos los que entraban a sentarse dentro el oratorio, haciendo fila para el confesionario. El tiempo comenzó a pasar, Chifuyu tuvo que escuchar cada historia, y en sus condiciones le era difícil dar buenas respuestas sin corregirse una y otra vez, no podía sacar de su cabeza a Ryusei, ¿realmente era correcto alejarse de él?
Estuvieron allí por horas, cuando llegó el mediodía la mayoría de las personas se habían marchado, y poco después solo quedaba una mujer conversando con Chifuyu en el confesionario.
Takemichi estuvo a punto de decidir salir de allí cuando le vió entrar, aquel chico de hermosos y profundos ojos negros, su cabello oscuro como la noche, haciendo contraste con su chaqueta blanca, esa que dejaba ver sus hombros al estar levemente corrida hacia abajo.
No supo por qué se paralizó en su lugar al verle, pero apartó la mirada de inmediato, evitando que viese sus mejillas enrojecidas, teniendo la suerte de decir que aún no se había percatado de su presencia. Negó con la cabeza, volviendo en sí, debía darle la bienvenida.
Se acercó con pasos torpes, el chico se detuvo al ver que ya venía hacia él, con una expresión neutral que a Takemichi le parecía más interesante de lo que debía.
—¡B-buenas tardes!. Sea bienvenido a-
—¿Cómo te llamas? —su voz cantarina le detuvo, siendo demasiado suave y agradable para sus oídos que tuvieron que soportar el ruido de tantas personas hablando al mismo tiempo minutos atrás.
—Takemichi —tragó con dificultad—, Takemichi Hanagaki.
—Oh —el chico no pareció muy animado al escuchar que no era quien buscaba, pero no lo dejó notar, sonriendo de forma traviesa entonces, no puediendo ignorar el hecho de como Takemichi logró captar su atención—. Lindo nombre para ser siervo de Dios —susurró, y el rubio no pudo escucharle adecuadamente.
—¿Disculpe?
—Disculpado —Takemichi puso los ojos en blanco al escucharle, escuchando entonces aquella carcajada hipnótica que salió de los labios del mayor.
—Eh, ¿puedo saber su nombre también? —le miró suavemente, sintiendo sus mejillas arder otra vez al mantener la mirada fija en sus ojos, y no pudo evitar pensar aquel dicho:
❝Los ojos son el reflejo del alma.❞
Sus ojos parecían estar tan vacíos, sin rastros de vida.
—Manjiro Sano, un gusto conocerte, Takemicchi.
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