➽I᙭
❝ᴛᴏᴅᴏs ǫᴜᴇʀᴇᴍᴏs ʟᴏ ǫᴜᴇ ɴᴏ sᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇ, sᴏᴍᴏs ғᴀɴᴀᴛɪᴄᴏs ᴅᴇ ʟᴏ ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ.❞
Chifuyu sintió un escalofrío recorrer su espalda ante sus palabras, sonrojándose más intensamente al sentir una de las manos de Ryusei acariciar su abdomen por debajo de la tela, manteniendo esa sonrisa tan despreocupada hacia él.
—¿Ahora?, la verdad no... —ni siquiera terminó de hablar cuando ya tuvo sus labios sobre los suyos, sintiéndoles moverse más apasionadamente que otras veces antes, y no podía resistirse, vamos, amaba cada una de sus acciones, sus manos sobre su piel sedienta de sus toques, sus labios saboreando los suyos, era algo que le hacía perder la cabeza y olvidarse de todo.
No perdió más tiempo y le siguió, abrazando su cuello cuando sus manos le jalaron más cerca aún, de repente el calor subiendo a sus cuerpos y sofocándoles. Ryusei hizo presión en los muslos descubiertos del más blanco, sacándole un gemido de sorpresa que ahogó en sus labios, sabiendo el como le ponía aquella acción.
Lamió su labio inferior, pidiéndole permiso, el cual fue concedido, el rubio abriendo su boca un poco para permitirle adentrar su lengua, ahora ambos músculos frotándose entre sí, lejos de pelear por el control, solo dejándose llevar.
—R-Ryusei —gimió en sus labios cuando sintió que agarró sus caderas, haciéndole moverse levemente sobre él, provocando aquella placentera fricción entre ellos.
No se apartó, tampoco intentó detenerle, solo se dejó hacer, disfrutando de aquellos roces, pronto moviéndose sin la ayuda del ojinegro, este entonces besando la piel pálida de su cuello, dejando marcas que seguramente no se borrarían con tanta facilidad como fueron hechas.
Ryusei no era capaz de dejar sus manos quietas, tocando toda superficie en su cuerpo, luego tomando el pullover de Chifuyu y jalándole hacia arriba, este sintiendo sus mejillas enrojecer al tener la mirada oscura intensamente sobre él, aún más cuando se acercó y lamió su pecho, teniendo que echar su cabeza hacia atrás, cerrando sus ojos con fuerza al sentir aquel bulto crecer en su entrepierna. Ryusei le hizo moverse hasta acostarse sobre la cama, colocándose entre sus piernas para tener más movilidad sobre él. Bajó entre besos poco a poco, hasta llegar a rozar sus labios sobre su pelvis, con sus dedos apartando la molesta tela de su shorts.
Chifuyu sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo, fríamente cuando aquella parte tan tibia interactuó con el frío de la noche. Se tensó en su lugar al sentir suaves besos a su alrededor, gestos que con el paso de los minutos se convirtieron en lamidas sin meterlo a su boca, solo provocándole más.
Chifuyu comenzaba a perder la paciencia, sintiéndose desesperado, necesitado de su atención, comenzaba a ser doloroso, y no hacía más que gemir en voz baja, tratando de no elevar su voz lo suficiente para que los escuchasen.
—Ryusei, por favor... —su voz salió en un tono que parecía estar llorando, y la verdad, no sabía ni siquiera qué era lo que pedía, solo quería sentirse mejor, hallar algún alivio.
El mencionado alzó la vista en su dirección, y no pudo evitar perder la cabeza al ver su rostro, enrojecido hasta las orejas, sus ojos cristalizados derramando unas pocas lágrimas, su cabello sudado pegado a su frente.
Chifuyu arqueó la espalda cuando sintió la calidez de su boca envolverle por completo, hasta el fondo, sus piernas temblando ante la excitación. Los movimientos comenzaron y los gemidos salieron de su boca uno detrás de otro, eso se sentía demasiado bien, sin embargo, no era algo que había esperado, por lo que le miró como pudo entre la nebulosa que era su vista.
—R-Ryusei, ¿q-qué haces?, no pued-
Le llevó al fondo otra vez, gimió con fuerza, luego colocando la almohada sobre su boca para no hacer tanto ruido.
El de ojos negros le miró, y sonrió satisfecho al verle en ese estado. Chifuyu sintió que se desmoronaría en cualquier momento al ver ese gesto tan sucio a su parecer, sonriéndole de esa forma sin sacarle de su boca aún. Podía sentir la humedad de su cavidad bucal, pequeños espasmos en todo su cuerpo, sus piernas intentaron cerrarse involuntariamente cuando le sacó de su boca solo para dejar una suave mordida en la punta, pero Ryusei no le dejó hacerlo, sosteniendo sus extremidades con sus manos en sus muslos, él cerrando los ojos con fuerza ante tanto placer.
Era fantástico para él la manera en que le hacía ver estrellas, el como con solo tocarle su piel ardía en necesidad, lejos de calmarle, solo le desesperaba, y era frustrante.
Sintieron los pasos de alguien acercarse, y Chifuyu no pudo más cuando escuchó leves toques en su puerta. Terminó en la boca de Ryusei, estrujando las sábanas entre sus puños, ahogando un grito en la almohada sobre su boca, dejando varias lágrimas deslizarse por sus mejillas encendidas en rojo.
—Chifuyu, ¿estás despierto aún?
La voz de Baji les hizo sobresaltar, Ryusei se levantó, viendo el cuerpo del rubio temblando, aún perdido en el orgasmo que acababa de tener. Se acercó a su rostro para apartar los cabellos húmedos de su piel, y Chifuyu le tomó desprevenido cuando juntó sus labios con los suyos, sin importarle en lo más mínimo lo que estuvo haciendo segundos antes con su boca.
Se separaron entre jadeos, Chifuyu con la respiración demasiado acelerada. Ryusei sonrió maliciosamente, lamiendo el labio inferior del ojiverde unos instantes antes de hablar.
—Creo que deberías responder —le susurró al oído, y el chico asintió.
—¿Baji-san? —alzó la voz en el silencio, y el pelinegro al otro lado de la puerta suspiró al escucharle.
—¿Qué haces despierto, Chifuyu?, ya son más de las doce.
Chifuyu abrió la boca para responder, pero no fueron palabras lo que salieron de sus labios, sino un suave gemido al sentir aquel bulto cerca de su entrepierna, presionando allí.
—T-tú... —respiró con dificultad, viendo a Ryusei aún entre sus piernas, este intentando mantener la calma y no hacer ningún movimiento que pudiese delatarlos.
El rubio desvió la mirada, entonces volviendo a hablar.
—Tenía dolor de cabeza, pero ya estoy bien, iba a dormir —pronunció, respirando con dificultad cuando Ryusei le hizo sentarse sobre sus piernas, sus narices ahora rozando, de repente sus labios besando los suyos otra vez.
—¿No necesitas algún medicamento?, puedo buscarlo —se escuchó del de orbes chocolate.
Ryusei le dejó respirar para comenzar a repartir besos en toda la superficie suave de su cuello, Chifuyu cerró los ojos, tragando la saliva que si no la detenía saldría de su boca.
—T-tranquilo, Baji-san, estoy bien, no hace falta —hizo todo lo posible por no gemir cuando Ryusei juntó la erección creciente de Chifuyu junto a la suya, pero aún así, el ojinegro puso una mano en su boca, evitando así que soltase alguno de sus sonidos de excitación.
—Bueno, si necesitas algo, no dudes en llamarme —le dijo, y pronto sintieron sus pasos alejarse.
Chifuyu sintió la pared fría contra su espalda cuando se recostó en ella al sentir la mano de Ryusei moverse sobre ellos, ambos dejando escapar un suspiro de su boca, perdidos en la sensaciones.
La verdad era que Chifuyu se sentía demasiado excitado cuando Ryusei presionaba su mano en su boca para que no hiciese tanto ruido, porque él sabía regularse, pero para el rubio era demasiado, y le era difícil no gemir ante ese placer.
La mano del de cabellos blanquecinos se frotaba sobre ambos, haciéndole soltar gruñidos bajos, cerrando sus ojos, y cuando observaba el rostro del ojiverde no podía evitar aumentar el movimiento, queriendo ver más de esas expresiones tan lindas a su parecer.
A Chifuyu no le gustó que él fuese el único allí sin ropa, así que extendió sus manos hacia él, desabrochando los botones de la camisa del contrario, este sonrió ante su acción, liberandole de su agarre para darle mayor movilidad. El rubio terminó de sacarle su camisa, y antes de que pudiese hacer algo más, Ryusei atrapó su boca en la suya, sin descuidar el movimiento de su mano.
Chifuyu cada vez dudaba menos de si dejar todo por él, Ryusei le hacía sentir amado, le gustaba hacerle ver estrellas, se preocupaba por él, y le hacía feliz. Realmente no quería estar lejos de él, sentía como si fuera su hogar seguro, su zona de confort.
Más lágrimas salieron de sus ojos cuando ambos terminaron, respirando aceleradamente sobre el hombro del otro.
—Ryusei... —susurró su nombre en su oreja, y el mencionado tuvo que cerrar los ojos para regularse y no terminar empotrándole contra la pared—. Yo... quiero...
—No puede ser hoy —negó con la cabeza, y realmente le costaba decir aquello, cuando en esos momentos era lo que más quería, tenerle bajo su cuerpo gimiendo mientras le tomaba como suyo.
—¿Por... qué? —le dijo, entre suspiros para recuperar el aliento, sus ojos cerrándose cansados, y no sabía realmente que era lo que seguía, pero sabía que aún faltaba algo.
—Tienes... tienes que pensarlo mejor —le dijo, comenzando a apartarse, pero Chifuyu no le dejó, tomando su rostro entre sus manos y besando sus labios con intensidad, así no podía, terminaría haciendo lo que no debía sin advertirle de las consecuencias—. Chifuyu, espera... —suspiró en sus labios, inconscientemente atrayéndole más cerca, sintiendo como de pronto Chifuyu movía sus caderas, perdido en la excitación, pero el le detuvo, sosteniéndole por ambos lados—. No podemos aún —negó con la cabeza.
—Pero... —intentó insistir, pero el chico se mantuvo en esa posición, negándose. Para no dejarle tan mal, besó sus labios suavemente, haciéndole cerrar los ojos para seguirle el paso.
—Será después, cariño —le sonrió, secando las lágrimas de sus ojos con sus pulgares.
Se levantó de allí, acomodando su ropa correctamente, le ayudó a Chifuyu también, porque parecía aún no recuperarse. Después de todo era su segunda vez haciendo esas cosas, no podía culparle.
—Deberías dormir —le dijo, inclinándose hacia él para dejar un beso en su frente. Chifuyu le miró desde su lugar, con las mejillas rojas aún. Ryusei caminó hacia la puerta, dispuesto a irse ya, pero se detuvo, sintiendo la mirada intensa de Chifuyu sobre él—. ¿Estás bien? —pronunció, acercándose unos pasos a él otra vez, Chifuyu tragó con dificultad antes de hablar.
—Quédate —murmuró, y Ryusei parpadeó unos segundos, sonriendo entonces, resultándole muy tierna su petición, pues en realidad él lo había pensado, pero creyó que sería mejor dejarle solo para que pudiese descansar.
—¿No te cansas de ser tan lindo? —le dijo, sentándose a su lado en la cama, besando sus labios unos segundos—. Está bien, me quedaré —sonrió, y al menor le brillaron los ojos, sonriendo también.
Cambiaron las sábanas y se acostaron juntos, Chifuyu sintió los brazos de Ryusei rodear su cintura mientras él recostaba su cabeza sobre su pecho, abrazándole también. Su cuerpo era tan cálido, que ni siquiera podía sentir ya el frío de la noche.
—Ryusei —le llamó, con los ojos cerrados, el mencionado observó hacia abajo, pero por la posición no pudiendo verle el rostro.
—¿Si?
—Te amo —sonrió genuinamente, realmente feliz de poder tenerle, aferrándose a su cuerpo lo más que podía.
Ryusei sintió su corazón latir con fuerza al escuchar sus palabras, rió levemente, dejando caricias en sus cabellos dorados.
—Yo te amo más, niño bonito —le dijo, como la primera vez, y Chifuyu abrió los ojos sorprendido al recordarlo, sonrió aún más, pronto ambos solo siendo dos cuerpos dormidos bajo aquellas suaves mantas, aferrándose a lo que más amaban pero que estaba prohibido.
Y fue la única noche que Ryusei pudo dormir bien, sin despertarse en la madrugada, tampoco teniendo pesadillas. Todo paz.
Solo con unos molestos ojos lila encima.
—Él es realmente lindo —pronunció aquel chico en las ocuridad del lugar, poco a poco acercándose a pasos lentos y silenciosos.
—¿Cuál de los dos? —respondió el de hermosos y brillantes ojos miel, dirigiéndole la mirada desde aquel trono mayormente oscuro, con variadas piedras preciosas a su alrededor, resaltando por encima de las penumbras en el lugar.
—El mortal —respondió, deteniéndose frente a él cuando le tuvo lo suficientemente cerca.
—¿Tengo que recordarte que Chifuyu es mío, Ran? —le sonrió burlonamente, levantando el mentón en su lugar, viéndole con superioridad, tanta como la que tenía, mostrando aquel tatuaje de tigre a un lado de su cuello.
—Tranquilo, él no me interesa, y aprecio mi vida —se encogió de hombros, sintiendo la intensa mirada dorada sobre él.
—¿Qué viste?
—Solo ví como la victoria se te escapaba de las manos —rió, y el de mechas rubias frunció el ceño al escucharle—. Estuvo a punto de pecar, pero al parecer ese chico le importa demasiado, ya sabes, hay consecuencias —rodó los ojos sin borrar aquella estúpida sonrisa de su boca, el contrario gruñó de rabia, apretando los lados del asiento entre sus manos.
—Parece que te está haciendo daño juntarte tanto con mi hermano —pronunció aquel chico de cabellos rubios, varios mechones de este variando entre el verde y el azul, y un fino par de lentes asomándose sobre sus ojos—. ¿Acaso piensas contagiarte del pecado de la ira?, yo no lo aconsejo —le sonrió burlón, sus párpados viéndose pesados, pero eso ya era costumbre.
—¿Qué haces aquí, Pereza? —interrogó, pronto este soltando un bostezo cansado.
—¿Desde cuándo me llamas así, Kazutora? —alzó una ceja, el chico se encogió de hombros, él entonces suspirando—. Estaba buscando a mi hermano en el convento, pero resulta que me encontré con algo muy interesante —dijo, acercándose a Ran y dejando caer su cabeza sobre su hombro.
Ellos esperaron en silencio, y pusieron los ojos en blanco al ver cómo comenzaba a cerrar sus ojos.
—Estúpido, no te duermas. Termina de hablar o voy a golpearte —le regañó el de cabello trenzado, haciéndole bufar y abrir sus ojos de nuevo.
—Uno de los inflitrados de los cielos parece estar tomando un camino equivocado —sonrió malicioso al decir, aún con esa expresión somnolienta en su rostro—. Al parecer le interesa esa chica que no puede hablar.
—¿Emma? —ambos abrieron sus ojos sorprendidos, de pronto una carcajada proveniente de Kazutora resonando en sus oídos.
—Vaya, parece que los cielos solo tienen a gente inútil allá arriba —sonrió victorioso, achicando sus ojos al hacerlo—. Supongo que eso es un avance.
—Así es, pronto Ryusei caerá, y será el inicio de nuestra victoria.
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