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❝¿Mɪᴇᴅᴏ ᴀ ʟᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ?. Tᴏᴅᴏs ɴᴀᴄɪᴍᴏs ᴘᴀʀᴀ ᴍᴏʀɪʀ, sɪ ᴛᴜᴠɪᴇʀᴀ ᴍɪᴇᴅᴏ ᴀʟ ᴍᴏᴛɪᴠᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ɴᴀᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏ, ¿ǫᴜé sᴇɴᴛɪᴅᴏ ᴛᴇɴᴅʀíᴀ ᴍɪ ᴠɪᴅᴀ?❞

—¿Por qué debo ir a la entrada principal? —los cabellos rubios del menor se saudieron ante su incomodidad, sus ojos verdes dejando el destello de curiosidad al fijarlos sobre los suyos marrones.

—Al parecer alguien ha sido transferido —le dijo con normalidad, levantándose de su posición arrodillado en el suelo frente aquel altar, entonces dirigiéndole la mirada mientras que con sus manos sacudía el polvo de sus rodillas.

—¿Transferido? —preguntó, su voz haciendo eco en el lugar solitario—. ¿De otro convento?

—Así es —asintió el mayor, estirándose hacia atrás levemente—. Tú serás el encargado de mostrarle todo —le dijo, y Chifuyu se tensó en su lugar al escucharle.

—Pero, Baji-san, tengo que cuidar a las aprendices más pequeñas —respondió, frunciendo el seño levemente, no le gustaba dejar sus labores para hacerse cargo de otras que no deberían corresponderle, siempre fue muy apegado a la rutina, y ahora no era la excepción.

—Mitsuya va a encargarse, el padre Taiju dijo que podías estar tranquilo y tomarte tu tiempo —comenzó a caminar a través del lugar, en dirección a la salida, el rubio siguió sus pasos, como siempre solía hacer.

Chifuyu no quería hacerse cargo de la persona transferida, pues, a pesar de ser muy sociable y simpático, el chico no era de andar por ahí haciendo amigos, era reservado, siempre estaba encerrado en su mundo.

Así que decidió insistir.

—Las niñas solo se entienden conmigo, Mitsuya no sabe los horarios de los medicamentos de Mana y Luna, y son sus hermanas, imagínese los de las demás que están enfermas —le dijo, mirando hacia otro lado que no fuera él, viendo los cuadros de hermosos ángeles a su alrededor, los crucifijos colgados en las paredes, y las largas bancas a cada lado de ellos.

Ciertamente, el joven Takashi desconocía los horarios de los medicamentos de las pequeñas, que desgraciadamente habían contraído un resfriado después de escaparse en la noche para caminar bajo la lluvia. Pero lógicamente, fueron castigadas por ello, así que no lo intentaría otra vez.

Eran bastante curiosas, por eso Chifuyu llegaba a tener problemas con el padre Taiju, quien decía que todo lo que ellas hiciesen era su responsabilidad, y si cometían actos incorrectos, la culpa caería mayormente sobre él, ya que ellas eran muy pequeñas para estar recibiendo verdaderos castigos, como pasarse las noches en vela rezando, y muchas otras cosas más.

—Ni lo intentes, Chifuyu —le advirtió, volteando a verle antes de tomar el picaporte y abrir la puerta, entonces el menor se encogió de hombros—. El padre le dió todas las instrucciones, era lógico que si Mitsuya se encarga solo del departamento de costura no supiese eso, así que se tomó la tarea de decírselo él mismo —le informó, ambos ya estando fuera del aquella habitación, de pronto estando rodeados de los demás habitantes del convento.

Chifuyu suspiró rendido, sabiendo que no podría contra él, y si seguía con sus objeciones, solo terminaría haciéndole enfadar.

—Está bien, no se preocupe, en quince minutos estaré allí, como usted dijo —le sonrió al hacer una reverencia frente a él, Baji asintió entonces, luego su mano subió a sus cabellos dorados, revolviéndolos con suavidad.

—Espero lo hagas bien, como siempre —sonrió, enseñando sus característicos colmillos.

Chifuyu no pudo evitar sonrojarse, entonces de repente se sintió más motivado, sonriéndole cálidamente también.

—¡Daré mi mayor esfuerzo!

Así fue como se despidieron. Chifuyu caminó con prisa, en el camino deseándole los buenos días a sus hermanos y hermanas, que aunque no fuesen de sangre, se consideraban así.

Debían considerarse así.

—Matsuno, le estábamos esperando desde hace unos minutos —una mujer mayor se le acercó, con mala cara debido a su llegada tarde, Chifuyu bajó la cabeza, dispuesto a discúlparse.

—Perdone, yo no...

—No importa, debes ser más puntual, ¿o no querrás que el padre se entere que llegas tarde al único compromiso que tienes en el día? —golpeó suavemente su cabeza con el abanico blanco entre sus manos, Chifuyu hizo una mueca, entonces encogiéndose de hombros.

—N-no, por favor, perdóneme, no volverá a pasar —le dijo, sonriéndole levemente, como solo él sabía hacer, de una forma que lograba envolverte completamente, y él lo sabía, por eso se aprovechaba de eso.

—Está bien, él te está esperando en el jardín principal, nos vemos, Matsuno... ten cuidado —se despidió, de pronto la curiosidad adueñándose de él ante sus últimas palabras, pero no tuvo tiempo a preguntar, y en el momento que le perdió de vista, Chifuyu dejó escapar un suspiro, entonces obsevando las rejas negras a unos cuantos metros, de vez en cuando pudiendo ver algunos autos pasar a gran velocidad.

Luego de volver en sí, caminó con tranquilidad hacia el lugar indicado, pudo verle, tranquilamente acostado en el césped perfectamente cortado. Se acercó un poco más, sentía un cosquilleo en su estómago que solo le pareció molesto. Su cabello era blanco y un poco rizado, y tenía unos mechones de otro color también.

Se paró en silencio cerca de su cabeza, le parecía bastante llamativo, no como ellos, que todos estaban vestidos vestidos con las mismas batas negras, alargadas hasta más allá de sus tobillos, y por esto todos lucían similares, pero él no, su piel era levemente más oscura, y había un tatuaje en su cuello, pero no pudo identificar su forma desde su posición.

—¿Cómo te llamas, niño bonito? —preguntó de repente, Chifuyu se tensó en su lugar al escuchar su voz, era melodiosa y clara, y no pudo evitar sonrojarse levemente al escuchar como le llamó, creyendo en sus adentros que era muy atrevido de su parte, resultándole muy extraño que se lo dijese, pues ni siquiera le había dirigido la mirada.

—Ch-Chifuyu, Matsuno Chifuyu —¿por qué su voz temblaba al hablar?, se sentía extraño, el ambiente también, mucho más ligero y agradable que el que se presenciaba dentro del convento.

—Oye, Fuyu, ¿le tienes miedo a la muerte? —pronunció aún sin abrir sus ojos, usando sus brazos como almohadas sobre el césped, una sonrisa juguetona formándose en sus labios entonces.

Chifuyu estaba totalmente confuso, él se esperaba una presentación normal y aburrida, y un recorrido por todo el lugar, no semejante pregunta de repente.

—¿Por qué pregunta esas cosas? —le dijo, y le sorprendía su tono al hablar, como sintiéndose muy pequeño ante él.

—¿Por qué no respondes mi pregunta? —rió levemente, de pronto una brisa fría sacudiendo sus cabellos, provocando que tapasen sus ojos. Chifuyu tragó con dificultad, dispuesto a responder de una vez.

—¿Miedo a la muerte?. Todos nacimos para morir, si tuviera miedo al motivo de mi nacimiento, ¿qué sentido tendría mi vida? —soltó al fin, con una expresión avergonzada y nerviosa en su rostro, y la verdad, no tenía ni idea de por qué.

El chico entreabrió sus labios en sorpresa, el silencio reinando en el lugar entonces, solo el viento escuchándose levemente silbar en sus oídos.

De repente se sentó, dándole la espalda, sonriendo para sí mismo al analizar su respuesta.

—Interesante~ —pronunció en un tono juguetón, entonces volteando su cabeza levemente para verle el rostro, Chifuyu quedando paralizado bajo su mirada oscura y sin vida, negra como la noche, tan aterradora pero a la vez tan atrayente e hipnotizante—. Neh, Fuyu, ¿te gustaría comenzar con el recorrido? —le observó con tranquilidad, Chifuyu aún embobado mirándole, simplemente no pudiendo apartar la vista de sus tan lindos ojos a su parecer.

El chico hizo un puchero en sus labios al no recibir respuesta, entonces levantándose, acercándose en pasos suaves hacia él, sacudiendo su mano frente a su rostro.

—¿Fuyu? —el menor parecía no poder articular palabra alguna, él se acercó un poco más, y sus mejillas se tiñieron de un intenso rojo, muy notable debido a su piel tan pálida. El más alto no tardó en darse cuenta a dónde era dirigida su mirada curiosa, entonces sonrió burlón, hundiendo uno de sus dedos en las inchadas mejillas del ojiverde, notando lo tibia y cálida que estaba—. ¿Te gustan mis ojos?

Una risita juguetona salió de sus labios, y Chifuyu despertó al instante de sentir el roce de sus pieles juntas.

—¡D-debemos comenzar con el recorrido! —exclamó nerviosamente, alejándose de él unos pasos, frunciendo el seño mientras se tambaleaba en su lugar, luego volteándose para evitar fijar su vista sobre él otra vez, sin entender su propio comportamiento.

—¡Jajaja!, realmente eres muy tierno, está bien, vayamos entonces —comentó, riendo burlonamente aún, gustándole demasiado hacerle sentir nervioso.

Comenzaron por las habitaciones más grandes, como el oratorio, la sala de reuniones, el comedor, llegando entonces al lugar donde se encontraban las pequeñas aprendices junto a Mitsuya.

Pero antes de entrar, Chifuyu se detuvo al percatarse de algo.

—¿Cómo se llama? —preguntó con curiosidad, y el chico a su lado le observo neutral, entonces moviendo su cabeza un poco hacia la derecha, haciendo que el arete alargado en su orejaa derecha se moviese también, sonriendo levemente entonces.

—Ryusei, pero puedes llamarme Ryu —propuso, y a Chifuyu no le gustaba para nada que cuando le dedicaba una sonrisa se sintiese tan agradable, entonces desviando la mirada, porque aún no lograba acostumbrarse, él nunca se sentía de esa forma con alguien que no fuese Baji, y no le agradaba la idea de sentirse así con un desconocido, que particularmente, tenía un aura demasiado extraña a su alrededor, dándole la sensación de que no debía confiar en él.

—Es un gusto conocerle, Ryu —murmuró lo último, y antes de darle tiempo a responder, entró de una vez por todas, definitivamente había actuado como un tonto cuando estuvieron en el jardín principal, pero no se permitiría rebajarse así otra vez, él no era así, tal vez era él quien le estaba obligando a ser de ese modo, con esa sonrisa encantadora, y esa mirada atrayente.

—Buenos días, Mitsuya —le saludó sonriente el de cabellos rubios, y Ryusei le vió con curiosidad, porque él parecía negarse a sonreírle en los últimos minutos, sin embargo, con el de ojos grises no parecía ser así, supuso que tal vez era porque se conocían desde hace tiempo.

—Chifuyu —le sonrió el mayor al verle llegar—. ¿No deberías estar con el chico transferido? —inclinó su cabeza en curiosidad, Chifuyu negó entonces.

—Es este —le dedicó una breve mirada.

—Hola, soy Ryusei, es un gusto conocerle, Mitsuya —le sonrió relajadamente, esa expresión que siempre le había caracterizado.

—Oh, un gusto, Ryusei —asintió con una leve sonrisa—. Bueno, supongo que está en medio del recorrido por el convento, ¿no? —el de cabellos blanquecinos asintió—. Este es el lugar donde las aprendices pasan el día, realizan actividad junto a las monjas mayores, recibiendo las enseñanzas necesarias para continuar aquí. Normalmente son cuidadas por Chifuyu, ya que yo me encargo del departamento de costura, pero como hoy él debía recibirte, yo tomé su trabajo.

Ryusei le escuchaba con atención, Chifuyu solo les observaba en silencio, pero luego solo comenzó a jugar con las pequeñas a su alrededor, las cuales parecían muy emocionadas por verle allí otra vez.

Ryusei se le acercó tras terminar su plática con Mitsuya, entonces rodeando sus hombros con su brazo, Chifuyu se sorprendió, soltando la pequeña pelota entre sus manos.

—Fuyu, ya podemos irnos~ —le dijo con suavidad, como siempre solía hacer, y el menor se giró para verle, de pronto arrepintiéndose, dándose cuenta de la cercanía de sus rostro, chocando con su mirada oscura, entonces volviendo su vista al frente, levemente enrojecido, otra vez.

—S-sí, adiós Luna —se despidió de la menor, y la pequeña asintió, yéndose junto con las demás.

Ambos salieron del lugar, Ryusei aún sin soltarle, y Chifuyu no quería ser un falta de respeto, pero ya comenzaba a molestarse.

—¿Podría soltarme? —le pidió, sonriendo un poco, Ryusei rió levemente, haciéndole acercarse más.

—Me gusta estar así, ¿a ti no? —le susurró al estar más cerca, Chifuyu sintió su interior temblar, ¿cómo pudo pensar ser algo indiferente con él?, no podía resistirse a... ¿su forma de ser?, sí, tal vez era eso, dándose cuenta entonces lo fácil que le hacía sentir tan pequeño, dudando en sus palabras.

—Aprecio mi espacio personal —por más que trató, su voz salió temblorosa, sus rostros estaban demasiado cerca, y sabía que no debía permitirlo, pero por alguna razón su cuerpo no respondía más que para caminar, agradeciendo que no había nadie alrededor.

—¿Es así? —preguntó un poco decepcionado, Chifuyu asintiendo en respuesta—. Entonces que lástima, tendrás que acostumbrarte —sonrió con superioridad, Chifuyu poniendo sus ojos en blanco ante sus palabras, no pudiendo creer que en sus adentros pensaba que era un chico interesante, con lo molesto que resultaba ser su actitud, percatándose que solo buscaba hacerle enojar.

—Usted es muy molesto —dijo, y Ryu hizo una mueca adolorida al escucharle.

—Auch. ¿A dónde vamos ahora? —preguntó, cambiando su expresión a una más alegre, soltandole entonces, no quería hacerle sentir mal el primer día y que después no quisiese simpatizar con él. Chifuyu respiró más relajado al sentirse otra vez con los pies sobre la tierra, olvidándose del nerviosismo que tenía hace algunos segundos.

—La verdad debería ya ir a su habitación —sugirió, queriendo volver a sus labores normales.

—¿Y aburrirme allí yo solo?, prefiero quedarme contigo —se le acercó otra vez, golpeando levemente sus dos hombros.

—Pues yo no —rodó los ojos, Ryu rió en respuesta.

—¿No te agrado?

—Mmm, no exactamente —lo pensó un poco—. Eres bastante amable y simpático, sin embargo, logras hacerme molestar, y no suelo estar molesto —se volteó hacia él, frenando su paso, el chico imitando su acción para verle a los ojos—. Además, hay algo extraño en ti, no lo sé, un aura distinta —le dijo, examinando su rostro con la mirada, Ryusei tensándose en su lugar entonces.

—¿Ellos no te dijeron?

—¿El qué? —le miró sin entender, de pronto confuso al verle serio.

—No importa, iré a mi habitación, hasta luego —se encogió de hombros, comenzando a caminar, Chifuyu se quedó pensativo unos instantes, entonces negando con la cabeza, volteándose en sentido contrario.

—Nos vemos —susurró, ambos separándose entonces, y tras cruzar la esquina, Chifuyu suspirando más tranquilo, volviendo a tener las mismas energías que en la mañana, dispuesto a ir al oratorio, seguro de que allí estaría Baji, y podría hablar con él acerca de Ryusei, porque definitivamente había algo extraño en él, y desde pequeño había sido muy curioso.

El aura que había en Ryu era bastante diferente a las otras que él había sentido en las demás personas. Hacía el ambiente más ligero, pero había una presencia muy grande a su alrededor, Chifuyu llegó a pensar que era uno de esos chicos con un gran don espiritual, sin embargo, no tenía esos aires, siendo tan burlón y poco respetuoso, por lo menos hacia su persona, no le resultaba así, por lo que decidió conversarlo con Baji, que tenía más experiencia que él al ser dos años mayor.

—Pero Baji-san, necesito hablar con usted —insistió el menor, pero el pelinegro estaba apurado.

—Chifuyu, tengo que irme —negó con la cabeza.

—¿A dónde va?

—No seas atrevido —frunció el seño, entonces el menor encogiéndose de hombros, haciendo un pequeño puchero en sus labios. Baji suspiró pesadamente al verle, entonces colocando una mano sobre su hombro—. Cuando vuelva me podrás hablar cuanto quieras, ¿está bien? —le sonrió para tranqulizarle, Chifuyu imitó su acción, adorando ver aquella sonrisa en sus labios, definitivamente era más hermosa que la de Ryusei, ¿pero entonces por qué se quedaba tan embobado viéndole?

—¿Cuando volverá?

—En la noche, supongo —tomó su mano para llevarle con él, no debía retrasarse, y al parecer el menor no quería aislarse de su presencia, así que hablarían mientras tanto.

—Eso es extraño, no suelen dejarnos salir, sin embargo, hoy usted dice que vendrá en la noche, justo hoy que ese chico tan extraño vino aquí —murmuró curioso, observando hacia el frente cuando ambos salieron del lugar, Baji le observó unos segundos, entonces dispuesto a responderle.

—El motivo de mi salida es confidencial, por eso no puedo decirte. Pero, ¿dices que el chico es extraño? —frunció el seño levemente, jalándole más cerca para hablar bajo y que nadie les escuchase, aunque fuesen pocas personas.

—Sí, no es normal... ¿cómo explicarlo?, su aura es muy ligera, no es pesada como la de nosotros, debido a nuestra energía espiritual digo.

—¿Su aura?

—Sí, es lo más cercano que encuentro para describirle, es decir, el ambiente a su alrededor, y suena loco, pero sus ojos, son tan negros y... ¿atrayentes? —continúa, bajo la atenta mirada del mayor, entonces atravesando la puerta principal—. También se comporta un tanto incorrecto y... atrevido. ¿Seguro que viene de otro convento?, no lo parecía —por fin voltea a verle, y un suspiro ahogado sale de sus labios al ver la expresión de sorpresa en el rostro del mayor—. ¿Baji-san?

—Está bien, deben ser ideas tuyas, a lo mejor solo debes familiarizarte más con él, sin embargo... —baja la mirada, frenando su caminar al estar a unos metros de la reja de caracoles negros—...no te le acerques mucho, ten cuidado.

Chifuyu no entendía, ya era la segunda persona que le pedía que tuviese cuidado con ese chico, entonces Baji se acercó, dejando un beso en su frente.

—Hasta más tarde —le sonrió.

—Sí, que el Señor le acompañe, Baji-san —hizo una pequeña reverencia, dejando ver sus mejillas levemente rojas por el gesto del mayor.

De repente, al cerrarse las rejas y verle marchar, una brisa fría le hizo cerrar los ojos, de repente un escalofrío recorriendo su columna vertebral. Sentía una presencia acercarse, unos ojos sobre él, y un cosquilleo en su nuca que rápidamente identificó como una respiración. Palideció al instante, siempre fue fácil de asustar, entonces volteó para saber quién era, pero no había absolutamente nada. Confuso miró hacia distintas direcciones, entonces suspiró aliviado al ver que no había nadie.

—¡Buh!~

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