
━ chapter twenty two: dependence
༻ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐃𝐎́𝐒 ༺
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' DEPENDENCIA '
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P E T E R P A R K E R
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CUANDO TENÍA MI TRAJE puesto, me sentía invencible.
Podía decirse que el Hombre Araña se había convertido en todo aquello que quería ser; me permitía cumplir pequeñas metas —insignificantes según el resto, pero monumentales para mí— que ni siquiera me atrevía a contemplar cuando era Peter Parker.
Cada vez que la máscara cubría mi rostro, sentía que una oleada de valentía se apoderaba de mis sentidos. No eran los poderes en sí quienes me hacían sentir como una mejor versión de mí, sino los dispensadores, las telarañas, la experiencia de llevar la tecnología fabricada por el mismísimo señor Stark adherida a mi cuerpo. Era casi mágico, como pertenecer a una de esas películas de ciencia ficción que tanto me gustaban, y creía que jamás sería capaz de cargar con aquella euforia como si fuese parte de una rutina corriente.
Cuando me convertía en el Hombre Araña, perdía el miedo. Sentía que incluso podría besar a Rae de la manera que ella tanto merecía: sin titubeos, sin nervios ni dudas, y sin la torpeza de mis propias manos.
—Se ve que está bueno el reventón. Oh... me acuerdo de estas fiestas. —El auto finalmente se detuvo. Mis latidos arremetieron con más intensidad contra mis costillas, encontrando la forma de subir a mi garganta—. ¡Qué envidia!
—Será una noche inolvidable.
—Ned, hay sombreros que doman al hombre, pero tú domas al sombrero.
—Sí, me doy confianza.
Mientras observaba la casa de Liz Allan desde el auto, sentí que abría los ojos por primera vez. Entendí que no tenía las agallas de cruzar aquella puerta por mí mismo, como Peter, el chico común de Queens. En cambio, tuve que armarme con un traje especial, ocultándolo debajo de mi ropa para convencerme de que esa era mi noche.
Demostraría que era más que un simple nerd, y le enseñaría a Rae que podía ser un buen... novio; pero necesitaba la ayuda del Hombre Araña.
La palabra "dependencia" comenzó a dar vueltas por mi cabeza. Decidí ignorarla, mas siguió acechándome durante los próximos minutos.
Riley bufó desde el asiento trasero: —¿Cómo es que les gustan estas cosas?
Sonreí de manera inconsciente. Ni siquiera tuve que girarme para saber que Riley estaba frunciendo la nariz con desagrado.
Fijarme en ella me brindaba una pizca de paz. Tenerla allí era como conservar una parte de Rae a mi lado, así que no había dudado al preguntarle a mi tía si podía cuidar de Riley mientras estábamos en la fiesta. Habíamos estado comportándonos como un par de padres preocupados con respecto a lo que le había sucedido la noche anterior y, aunque aún no descubríamos qué pasó exactamente, lo menos que podíamos hacer era mantenerla vigilada a toda costa.
Sabía bien que Riley estaba asustada —aunque no lo admitiese, mis sentidos arácnidos veían a través de sus mentiras—, y ver a Rae sufriendo por ello hacía que una extraña presión se instalara en mi pecho.
Culpa, tal vez. Aún no había hallado la manera de protegerlas completamente y a pesar de que Elissa y yo estuviésemos trabajando en un plan para mantener a Rae a salvo, me frustraba no poder hacerlo solo.
No quería seguir aterrado, porque una parte de mí solo quería correr de Flammae y ocultarse debajo de la cama, y ni siquiera el Hombre Araña podía darme la valentía suficiente como para luchar por mi cuenta.
—Riley, cielo, las fiestas son buenas de vez en cuando. —May extendió su mano hacia la niña. Dudó en sujetarla por un momento, desconfiada, pero finalmente se animó a tomarla—. Ya verás que cuando seas mayor estarás rogándole a Rae para que te lleve a alguna.
—Sí, claro —murmuró; sarcasmo derrochando de su lengua. Giró a verme con aquel par de orbes vibrantes—. Al menos tú piensas como yo, ¿cierto, Peter? Tampoco luces feliz de estar aquí.
«¿Acaso se me nota tanto?».
Todas mis preocupaciones se dispararon hacia la base de mi estómago. Era demasiada presión; hacer mi aparición como el Hombre Araña, no revelar mi identidad en el intento, demostrarle a Flash que ya no tenía razones para molestarme, lucir bien ante Rae...
«Vamos, Parker, estás exagerando. Es una fiesta común y corriente, has estado en peores situaciones...».
Claro, una fiesta común y corriente. El problema estaba en que jamás había asistido a una y, con solo llevar el traje de un superhéroe bajo mi ropa, sabía que no podía formar parte de lo común y corriente.
—¿Sabes qué? Tienes razón, Riles. —Miré a mi tía, intentando camuflar mis nervios con un intento de sonrisa—. Ya me arrepentí... mejor vámonos.
—Ay, Peter... Ya sé, ya sé que es muy difícil tratar de convivir con todos los cambios que está sufriendo tu cuerpo. Estás floreciendo. —Riley ocultó una carcajada y Ned solo continuó sonriendo. Comencé a pensar que escapar del auto y entrar a la fiesta sería una mejor opción que quedarme allí—. Últimamente está muy estresado —susurró hacia el asiento trasero.
Miré una vez más a través de la ventana. Respiré hondo, bloqueé los sonidos que me rodeaban, me olvidé de mis habilidades arácnidas. No podía seguir comportándome como un cobarde si quería impresionar a Rae y al señor Stark; ¿cómo demonios vencería a Flammae si apenas podía enfrentarme a mi vida como Peter Parker?
Y entonces una corriente de valor electrificó a cada uno de mis nervios. Mi corazón comenzó a bombear un tipo de sangre diferente: más fuerte, más fluida, menos llena de inseguridades, como aquella que corría por mi sistema cada vez que combatía el crimen en las calles.
Quizás solo fue el traje el que me impulsó a salir del coche de una vez por todas, erizándome los vellos y animándome a enfrentar una pequeña parte de mis miedos, pero quise pensar que Rae estaría orgullosa de mí, fuese como fuese.
—Vamos, sí, voy a entrar.
Obtuve toda la confianza que necesitaba, y todo porque Rae Williams rondaba por mi mente.
—¡Peter! —Paré en seco cuando estaba apunto de cerrar la puerta del auto—. Diviértete, y compórtate como un caballero cuando veas a Rae, ¿de acuerdo?
Mis ojos se desviaron momentáneamente hacia Riley. La niña me sonrió, levantando sus pulgares en un gesto confortante que terminó de darme la seguridad que necesitaba.
«Puedo hacerlo».
—Claro. Lo haré.
Cerré la puerta. Observé la gran casa que me escudriñaba en la distancia. Suspiré hondo, un tanto aturdido por las agudas sensaciones que comenzaron a invadirme en cuanto comprendí que lo que sucedía era real, y cuando sentí la presencia de Ned a mi lado, comencé a caminar.
—Oye... —Ned se acercó a mí—. ¿Traes el traje? —Subí la manga de mi camisa como respuesta. Los ojos de mi mejor amigo se iluminaron inmediatamente—. ¡Esto nos va a cambiar la vida!
«No dependas de un superhéroe, Peter. Sé tú quien lleve la capa. No le des ese derecho al Hombre Araña», escuché las palabras que Rae me había dicho horas antes de la fiesta, haciéndome sentir culpable y recordándome que, tal vez, ella tenía razón.
Aquella dependencia no era saludable. Aun así, me obligué a ignorarlo, porque aunque fuera egoísta, necesitaba sentirme como un Vengador; era la única manera que conocía para ganar el coraje suficiente.
Y vaya que estaba equivocado, pero no quise entenderlo en ese entonces.
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Meses atrás, con un poco de práctica y la ayuda de Rae, había logrado dominar a mis poderes. Sin embargo, aunque daba por hecho que mis sentidos se habían acostumbrado al abrumador incremento que mis habilidades arácnidas le brindaban a mi entorno, comencé a cuestionar mi autocontrol en el preciso instante en el que puse un pie dentro de aquella casa.
Con la música rebotando entre las paredes, sentí que mis oídos amenazaban con estallar. Mi olfato se retorcía dentro de mis fosas nasales; una roñosa mezcla entre sudor, el hedor de una extraña bebida y algo más que no supe identificar bastó para provocarme unas inmensas ganas de expulsar todo el contenido de mi estómago. Incluso, me vi incapaz reconocer la voz de Ned entre el persistente barullo y la multitud de cuerpos danzantes.
Supe entonces que ya no había marcha atrás. La única manera de mantenerme anclado a aquel lugar era pensar en que pronto vería a Rae. Sabía de antemano que ella podría ayudarme: confiaba ciegamente en el suave sonido de su voz y en la arrulladora delicadeza de su tacto; no le costaría calmarme, por no admitir que ni siquiera tenía que intentarlo.
Y cuando finalmente la vi, fue como si el mismísimo universo se congelase.
No tuve tiempo de fijarme en el resto de su cuerpo; mi mirada no lograba desatascarse de su rostro. Rae lucía como una muñeca de porcelana, con su par de mejillas sonrojadas resaltadas por las imponentes luces que decoraban al lugar. Cuando sus comisuras se elevaron en la más sutil de las sonrisas, logró adueñarse por completo de los alocados latidos de mi corazón. Me atacó como una mezcla de calma y adrenalina, cariño y nerviosismo, de fuego y agua, sacudiéndome de un lado a otro sin siquiera dejarme respirar.
Me pregunté en qué preciso momento fue que Rae decidió que alguien como yo era digno de tenerla a su lado, de acompañarla en sus altos y bajos, de protegerla al mismo tiempo que ella cuidaba de mi propia espalda. No solo era el vestido que llevaba puesto, ni mucho menos lo que fuese que estuviese resaltando a sus —ya de por sí perfectas— facciones. Era la compleja belleza del aura que emanaba, la fuerza que veía detrás de sus curiosos ojos y la forma en la que seguía allí, de pie, como si fuese a comerse el mundo, tan asustada como yo pero más valiente de lo que jamás sería capaz de ser por mi cuenta.
Sí, la tía May tenía razón. Definitivamente estaba enamorado.
—Hola, chicos. ¡Qué sombrero! Está genial, Ned.
Hasta ese entonces, no me había percatado de que Liz Allan había sido quien escoltó a Rae en nuestra dirección. Estaba tan ensimismado que apenas fui capaz de distinguir la silueta de Elissa al lado de Rae.
—¡Hola, Liz! —saludó Ned con efusividad.
Por mi parte, no tenía palabras y, para mi mala suerte, Rae pareció notarlo. Una carcajada disimulada no tardó en escapar de sus labios.
Sin embargo, su mirada no se iluminó. Las pequeñas y vivaces arrugas que se dibujaban a los costados de sus ojos cuando reía no aparecieron. Ahí fue cuando comencé a preocuparme; mi expresión distraída y sonrisa bobalicona siendo reemplazadas por un ceño fruncido.
«¿Qué está sucediendo?».
—Oigan, qué bueno que vinieron —continuó Liz—. Hay pizzas y bebidas, pasen y atiéndanse.
—Creo que Parker ya tiene lo que quiere. —Mientras enarcaba las cejas con diversión, Elissa empujó con más fuerza de la necesaria a Rae, enviándola hacia mí
Mis reflejos arácnidos me permitieron atraparla antes de que cayese. Sonreí con nerviosismo al tenerla tan cerca: —Hola —saludé prácticamente sin aliento—. Te ves... wow.
Rae también sonrió, esta vez de manera sincera.
—Hola, Parker. —Pasó una mano por mi cabello, despeinándolo sin que nadie se diese cuenta ello—. Tú... tampoco te ves mal, supongo.
—Ah... mis padres van a matarme si rompieron algo. —El sonido de algo quebrándose a la distancia y la voz de Liz fueron las culpables de explotar la pequeña burbuja en la que Rae y yo nos habíamos envuelto. Nos separamos ligeramente, pero no pude retener los impulsos de sostener su mano—. Voy a... —se interrumpió a mitad de la frase, sonriendo con un deje de incomodidad—. ¡Diviértanse!
—Los dejaré... solos. —Elissa nos miró de arriba a abajo. Las marcadas ojeras debajo de sus ojos le daban un aire misterioso e incluso, me atrevería a decir, aterrador—. Rae, recuerda que hemos quedado para discutir el tema. —Rae asintió. Miré a ambas chicas con confusión a la par que Ned fruncía el ceño—. Y Peter, más te vale que también estés presente.
Y sin más preámbulos, Elissa se fue junto a Liz, dejando un rastro de fuego imaginario con su partida.
—Oye, ¿qué estás haciendo? —habló Ned entre dientes, interrumpiéndome justo cuando estaba apunto de hallar las palabras correctas para dirigirme a Rae—. Elissa y Liz acaban de hablar con nosotros y Flash no está demasiado lejos. ¡Ponte araña!
—Así que decidiste traer el traje. —La voz de Rae se tiñó de decepción—. Hola a ti también, Ned. Estoy bien, gracias por preguntar, amigo —murmuró en dirección al moreno, intentando sonreír con diversión. Aun así, no separó sus ojos de los míos.
Una punzada de culpabilidad me perforó el pecho. De repente, aunque había llegado con la idea de usar el traje con tal de hacerme valer como algo más que un nerd, mis objetivos se fusionaron en un único deseo: borrar esa mirada atormentada de los bonitos ojos de Rae, hacerla feliz, incluso si eso significaba quedar en ridículo ante Flash.
Rae quería a Peter Parker, no al Hombre Araña. Y aunque a veces mi mente intentase hacerme creer lo contrario, tenía que convencerme de ello.
Pero la presión era demasiada y a pesar de que Rae tuviese tanto poder sobre mí, quizás no era suficiente para adherir mis pies a la tierra y alejarme de los muros y las telarañas.
—Lo siento, Rae. —Se disculpó mi amigo con una sonrisa apenada—. Es solo que estoy emocionado, no puedo evitarlo.
—Puedo explicarlo —mascullé mientras Rae le respondía al chico, rogando que no se enfadase de manera silenciosa. Ella asintió con suavidad y le dio un reconfortante apretón a mi mano. Suspiré con alivio, girándome finalmente hacia Ned—. Ya no puedo hacer eso, Ned. El Hombre Araña no es un payaso de fiesta. Solo voy a... ser yo mismo.
—Peter, nadie quiere eso.
—Pues yo sí que lo quiero. —La espalda de Rae se enderezó mientras adaptaba una postura defensiva. Dio un par de pasos en dirección a Ned—. Mejor nuestro amigo antes que cualquier otra cosa, ¿no lo crees?
Fruncí el entrecejo. Rae no solía reaccionar así, pasase lo que pasase; nunca, jamás, había discutido con Ned, y mucho menos por mí. Confirmé que algo extraño estaba sucediéndole, y la curiosidad no tardó en carcomerme de pies a cabeza.
—P-perdón. Perdón. No me re-refería a eso —trastabilló Ned—. Pero Peter no es tu amigo, Rae; ustedes dos son más que eso. No quiero seguir siendo la tercera rueda, chicos. Aunque no tengan mucho tiempo juntos, llevo meses sintiéndome así. —Sus ojos pasaron al agarre que mi mano mantenía sobre la de la castaña. Mis dedos se afianzaron a su alrededor y ella solo guardó silencio—. Admítanlo, los tres estamos en la categoría de nerds. Ustedes tuvieron suerte de encontrarse, la única manera de que yo consiga a alguien es a través tu secreto, Peter.
» Y no solo eso: el Hombre Araña podrá sacarnos de este pozo. Cero burlas, cero apodos ridículos... ¡nada!
—Ned, —La mirada de Rae se suavizó—, eso sería genial pero... esto no es lo correc−
—¡Pito Parker! ¿Cómo andas? —La voz de Flash Thompson obligó a la castaña a cerrar la boca. Ned, Rae y yo giramos a verle desde su posición en la mesa de mezclas—. Y tu amigo, el Hombre Araña? A ver si adivino, ¿en Canadá, con tu novia imaginaria? ¡Ah, no, pero si tu novia es el Fenómeno Williams! —Una corriente eléctrica me recorrió de arriba a abajo ante la mención de Rae. Sentí el calor de la rabia instalándose en mi rostro mientras Flash nos señalaba—. Ese no es el Hombre Araña. ¡Es Ned con una camisa roja!
Al escuchar las risas del resto acechándonos desde las diferentes esquinas de la estancia, el poco orgullo que tenía se vio brutalmente pisoteado. Quise ponerme mi traje en ese mismo instante, demostrarles a todos quién era realmente cuando usaba mi máscara. Aun así, no estaba tan cegado por la vergüenza; la mano de Rae aferrada a mi brazo me sacaban de mi pequeño trance, mas los ideales que rondaban por mi mente en un principio volvieron a atacarme.
El Hombre Araña era mi única opción cuando Peter Parker se rendía en la batalla, y tendría que hacer uso de él.
—Sabes que no tienes que demostrarle nada a nadie, y menos a Flash. Lo entiendes, ¿cierto?
El murmullo de Rae rozó a los vellos de mi nuca con suavidad. La miré de reojo, relajando cada uno de mis músculos.
—Tengo que hacerlo, —Suspiré—, sino nunca dejarán de molestarnos.
—¿Importa? Somos Ned, tú y yo; a veces Michelle. Nos tememos el uno al otro.
—Pero–
—Tony no querría que hicieras esto. Yo no quiero que hagas esto. —Apreté los labios en una fina línea, una fibra sensible se retorció en mi interior. Observé los alrededores con una mirada escéptica, sintiendo que alguien estaba husmeando en nuestro intercambio. Sin embargo, Ned parecía haber quedado prendado por la mesa de los aperitivos y el resto de los invitados habían vuelto a lo suyo—. Este no eres tú, Parker. ¿Desde cuán–
—Esta tampoco eres tú. Algo sucedió y... y sé que no quieres decírmelo. Pensé que ya no habrían más secretos. —El color se desvaneció del rostro de Rae con un solo parpadeo. Aunque quise negarlo, sabía que me estaba ocultando algo, y cuando mis ojos bajaron hacia el cuello de su vestido, fijándome por primera vez en algo más que en mi propia reputación, mi piel quedó tan pálida como la suya—. ¿Q-qué demonios e-es eso?
Sus ojos se abrieron como platos. Su mano, como un reflejo casi sobrenatural, corrió a cubrir la extraña cicatriz que manchaba a su piel. No tardé en jalarla hacia el lugar menos concurrido que encontré, con la frente perlada de sudor y la boca seca por los nervios.
Con dedos temblorosos, repasé el contorno de la marca. Siseé, me aparté con rapidez mientras un nudo se ataba en mi garganta y las yemas de mis dedos se resentían ante el ardiente contacto.
—Por favor... dime que esto es obra de una de tus habilidades.
Rae negó con la cabeza. Sujetó mi mano, le dio un apretón. Su mirada se nubló con una capa de lágrimas a las que no dejó escapar.
Flammae fue lo primero que apareció en mi mente. Intenté hablar, atacarla con preguntas cuyas respuestas, esperaba, pudiesen calmar mi preocupación.
Pero ella negó con la cabeza y me dijo, silenciosamente, que hallaríamos el modo de salir de esta.
Le creí.
—Es tu decisión, Peter. No puedo hacerte cambiar de opinión. —El cambio de conversación me tomó por desprevenido, pero entendía que Rae no quisiese hablar del tema en ese momento. A pesar de haber descubierto aquella marca, seguía pensando que algo más se ocultaba detrás de la cara oscura de sus ojos—. Puedes usar el traje o... —Tragó en seco. Imité su acción—... o ser tú mismo, y yo estaría más que feliz con ello.
Una parte de mí quería quedarse allí, con ella, disfrutar de la primera probada de la vida adolescente que nos habíamos permitido desde hacía meses. Sin embargo, mi otro lado, el más potente y descabellado, solo quería llegar como el Hombre Araña y acabar con las burlas de una vez por todas.
La segunda parte ganó, porque aunque sabía que Rae no estaría contenta con mi decisión, también creía que era la única manera de acabar con las burlas, de darle una vida tranquila y una estancia amena en la secundaria Midtown.
—Voy a hacerlo... pero tienes que saber que-que lo siento mucho, linda.
No era tan ingenuo como muchos pensaban. Sabía que la muerte era inminente para Rae, Elissa se había encargado de forjarlo en mi mente incluso cuando me negaba a aceptarlo. Y si todo tenía que acabar, si tenía que asumir que aquella marca era el comienzo del final, quería asegurarme de que Rae pudiese sonreír cuando se paseara por los pasillos de la escuela.
Era un pequeño sueño. Tonto seguramente, egoísta en definitiva. No me detuve a preguntarle lo que ella quería, siempre estuve empeñado en que yo debía ser el héroe.
Comencé a pensar que no solo dependía de mi traje, sino que también de Rae, y la posibilidad de perderla se sintió más real que nunca.
Y cuando vi aquella extraña explosión desde la distancia, subido en el techo de la casa de Liz mientras me replanteaba lo que estaba haciendo, el Hombre Araña salió a la luz con un objetivo que, quizás, esta vez sí valía la pena: demostrarles a Rae y al señor Stark que tenía al traje controlado.
Tal vez solo quería demostrármelo a mí, porque aunque intentaba negarlo, sabía que aquello de jugar a ser un Vengador se me estaba subiendo a la cabeza.
Pero yo solo quería salvar al mundo, y ningún capricho podría quitarme ese deseo.
Claro que todo tenía que sacudirse.
Después de ver a Jonas Williams siendo partícipe del tráfico de aquellas extrañas armas supe que ahora me tocaba a mí guardar otro secreto.
Por el bien de Rae. Todo por el bien de Rae.
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R A E W I L L I A M S
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—¿Dónde estará Peter? Está tardando demasiado...
—No lo sé, Ned. —Me obligué a apretar los labios para no dejar escapar nada más. Tenía una idea de su paradero, sí, pero pensé que lo mejor era no comentárselo a Ned—. Vendrá, tú tranquilo.
«Lo dudo», pensé mientras lo veía encogerse de hombros. Tragué en seco. Rasqué con inconsciencia la marca que escapaba del cuello de mi vestido, fijando mi mirada en uno de los grandes ventanales que decoraban al salón.
—¿No crees que también pudiese haberle preguntado a la Chica Fuego si podía venir? Si al menos hubiese intentado convencerla de que se pasase por aquí... ¡Son amigos! Estoy seguro de que ella no le habría dicho que no.
—La Chica Fuego es temida por muchos, Ned. El Hombre Araña es más... amigable—. Una punzada de culpabilidad me hizo dibujar una pequeña mueca. Detestaba tener que mentirle, pero no estaba lista para contarle mi secreto—. Además, Flash parece tener una fijación especial por el Hombre Araña, será un mejor invitado —murmuré con sorna.
—En eso tienes razón. —Rio—. Pero yo creo que la Chica Fuego es cool.
Mi corazón adquirió un ritmo cálido ante el comentario de mi amigo. Dejé de sentirme como un monstruo por un instante y no pude evitar pasar uno de mis brazos por sobre los hombros de Ned.
—Estoy segura de que ella te lo agradecería.
Al escuchar sus risas y ver un leve sonrojo cubriendo a sus regordetas mejillas, me sentí peor por la manera en la que lo había tratado minutos atrás. Sin embargo, sonriendo con la mayor convicción que pude, intenté justificar mi comportamiento con el hecho de que tenía demasiadas cosas en la cabeza.
—¿Lo crees?
Asentí: —Claro que lo creo. —Le dediqué un amistoso empujón en el hombro—. Convenceré a Peter de que te la presente algún día.
—¡Eso sería genial, Rae! ¡Peter no podría tener una mejor novia! —Pasé una mano por mi cabello a la par que sonreía con una pizca de vergüenza. Ned, risueño como siempre, ajustó su sombrero—. Iré a buscar más pizza, ¿quieres venir conmigo? —Rechacé su oferta con una sacudida de mi cabeza. Sentía que no podría comer nada por los próximos tres días; mi estómago se hallaba demasiado descompuesto debido a todo lo que estaba sucediendo—. ¡Mejor, más pizza para mí! Ah, ¡y avísame si llega Peter! ¡No quiero perderme la cara de todos cuando vean al Hombre Araña!
» Y por si acaso Peter no te lo dijo... él piensa que luces hermosa, estoy seguro.
Lo vi alejarse a la par que mis mejillas ardían ante su último comentario; un mar de mariposas revoloteando en mi interior. Ned saludó a un par de chicos que pasaron de su amabilidad deliberadamente, pero a él pareció no importarle mientras se metía un gran trozo de pizza a la boca.
Por un momento, deseé ser tan despreocupada como Ned. Siempre alegre, ajeno a los verdaderos males que corrompían al mundo.
Pero estaba demasiado sumergida en aquel universo como para escapar de allí. Sabía demasiado; tal vez no tanto como Tony Stark, ni mucho menos como Steve Rogers, pero Peter y yo, con apenas quince años, no estábamos tan lejos de alcanzarlos.
Lo único que podía hacer era intentar no preocuparme en ese instante. Confiaba en Peter, en sus habilidades y en las decisiones que tomaría para combatir el mal, pero teniendo la certeza de que estaba luchando a solas contra un conjunto de armas sobrenaturales, era imposible el siquiera pensar en disfrutar de la fiesta.
No había que ser superdotado para saber que Peter Parker se había vuelto a arrojar en las manos del crimen. Aquella explosión que había visto a la distancia encajaba perfectamente con la clase de cosas por las que Peter vivía. No había manera de negar que, donde fuese que se paseara el peligro, allí estaría el Hombre Araña, divertido, balanceándose entre sus telarañas y siempre dispuesto a combatir a los villanos.
Era una lástima que mi propio hermano formase parte de esos villanos, y era aún peor el no poder decírselo.
Los minutos pasaban, más pesados y lentos que nunca y, a su vez, otro par de explosiones se manifestaban a través del ventanal. Recurrí entonces a mi confiable teléfono; necesitaba saber el paradero exacto de Peter. Llamé unas diez veces, luego otras diez más, y cuando pasaron los siguientes segundos sin recibir ninguna llamada devuelta, contemplé la posibilidad de salir a buscarlo por mi cuenta.
—Rae, ¿te apetece jugar Verdad o Reto con los demás? —Me había preguntado Betty en medio de una de mis llamadas—. Estamos seguros de que te vas a divertir.
Tuve que rechazar la oferta, no había lugar en mi mente para la diversión en aquel momento. Dedicándome un intento de sonrisa amable, Betty se despidió de mí y se unió al gran grupo de personas que, entre bebidas y risas, se disponía a jugar.
Una parte de mí deseó saber qué se sentiría formar parte de ese círculo, pero la otra, con un mal presentimiento y cientos de veces más preocupada, tomó la decisión de recurrir al último de mis recursos: el contacto del señor Stark.
Recordé el día en el que Tony me había dado su número de teléfono. Dijo que solo lo usara para emergencias, aclamando que no quería que una niñita estuviese llenando su buzón de mensajes y llamadas perdidas. Pensé también en la seguridad con la que le prometí jamás compartir su número con nadie, ni siquiera con Peter, sabiendo que haría precisamente aquello que el señor Stark quería evitar. Y, por último, pasó por mi mente la extraña seriedad que adquirió su mirada cuando me hizo jurar que usaría su contacto si necesitaba algo.
En muchas ocasiones había sentido la tentación de llamarle cuando simplemente me sentía asustada, o cuando uno de mis episodios de pánico aparecía por obra de mi estrés postraumático. Sin embargo, temiendo molestarlo y pensando que jamás me atendería, sentí que aquel momento requería de su ayuda. Él sabría cómo sacar a Peter de aquel embrollo, tenía que hacerlo, pero justo cuando estaba apunto de iniciar la llamada, alguien me jaló hasta la cocina, arrojándome contra una de las paredes y bloqueando mis cuerdas vocales con un poderoso agarre.
Adler Wolff me mantenía como rehén, con una mirada sombría que jamás había visto en el majestuoso azul de sus ojos.
—Iré directo al grano: sé que Elissa te ha contado lo que pretendo hacer contigo. Mi plan era pasar desaparecido, ganarme tu confianza, quizás alejar a Parker de ti para facilitarme el trabajo, pero... ya lo sabes todo. Debiste haber sido más precavida, sin embargo. —La conversación que había tenido con Elissa horas atrás, antes de que empezase la fiesta y después de atrapar a mi hermano con las manos en la masa, se repitió en mi cabeza como un molesto eco. Sujeté la muñeca de Adler con fuerza, encendiendo mi mano y clavando mis uñas sobre su piel, pero él ni siquiera pareció inmutarse—. El fuego no puede hacerle daño al agua, Chica Fuego. Estás acabada.
—Suéltame. —Logré mascullar; mi mano cayendo a mi costado mientras temblaba con temor—. Tal vez yo no puedo hacer nada, pero conozco a alguien que sí, y puedo llamarlo en este instante.
La imagen de Peter apareció en mi mente. Él era ágil, fuerte, estaba seguro de que acabaría con cualquiera que se propusiera, pero estaba ocupado en ese momento. Fue entonces cuando pensé en Tony. Solo me quedaba confiar en que él aparecería cuando lo necesitara y, teniendo en cuenta que mi teléfono aún seguía en mi mano izquierda, lo escondí detrás de mi espalda para desaparecerlo del campo de visión de Adler.
No llamaría, no aún. Primero necesitaba escuchar lo que Adler tenía que contarme. Sabía que no acabaría conmigo directamente, no ahí. Aunque la cocina estuviese sola, sería demasiado arriesgado, y él parecía demasiado listo como para hacer algo así.
Seguía escéptica; no lograba creerme del todo las cosas que Elissa me había contado sobre él, aún no confiaba en ella y creía que jamás podría hacerlo por completo. Quería escuchar la verdad de la boca del propio Adler, aunque tuviese que ponerme en peligro durante unos segundos.
—¿Ah sí? Quiero verte intentarlo. —Rio con cinismo. Quise responderle algo, pero apretó su agarre sobre mi garganta—. Como ya sabrás, soy heredero de Aequor, la entidad encargada de manejar todo lo relacionado con el agua, de mantener el equilibrio vital del universo.
» Equilibrio: te sorprenderá saberlo, pero no soy el único que busca eso en la galaxia. El tema de Thanos lo dejaremos para más adelante, sin embargo; por ahora se quedará en las manos de Elissa. Antes de que muera, claro está.
«¿Tha... tha-qué?», pensé mientras Adler volvía a apretar mi garganta. «Enfócate en lo demás, Rae, seguro que eso no es importante; al menos, no ahora».
—Digamos que no fue demasiado inteligente de tu parte el haber robado uno de los fragmentos del corazón de Flammae —continuó. Recordé haber escuchado algo similar cuando Peter me habló sobre lo que le había contado Elissa meses atrás—. Por culpa de tu estupidez, a Flammae no le queda demasiado tiempo. Aunque siempre haya sido el culpable del caos, mi amo no puede permitir que muera; él es parte de la balanza y, si se desvanece, algunos suponen que no será tan desastroso tomando en cuenta su maldad, pero mi amo no quiere arriesgarse.
Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la falta de aire. Apreté los dientes a la par que intentaba encestar unas cuantas patadas en su estómago, en sus piernas, en cualquier parte que estuviese a mi alcance, pero fue imposible.
Y, mientras tanto, no podía dejar de pensar en que Peter estaba en peligro.
—Tenemos que matarte, Rae. Es la única manera de arrancarle el fragmento a alguien que no es un verdadero heredero. —Vi una pizca de arrepentimiento en su mirada, pero desapareció tan rápido como la había localizado. No había notado hasta entonces que el acento alemán que solía fingir cuando estábamos en Midtown había desaparecido por completo de su voz—. Cuando mi amo me informó que eras tú, la misma Rae Williams que estudiaba conmigo en Brooklyn... casi no me lo creía. Es una lástima haberte conocido desde antes, así será más difícil acabar contigo. —Sus ojos fueron envueltos por un matiz azul, sobrenatural, como aquel que había visto en el callejón cuando Adler había salvado a Riley—. Pero Flammae se nos está adelantando, al parecer.
Adler pasó un dedo por la marca que había aparecido en mi cuello. Intenté chillar cuando su mano emanó un velo de agua que perforó a la herida, haciéndola escocer de una manera insoportable, abrumadora, y debilitándome súbitamente.
—No lograrán nada acabando conmigo, ni Aequor ni Fla-flammae. —Fui capaz de hablar, sintiendo temblar a cada una de mis extremidades—. Elissa dice que el fragmento ya es parte de mí. Aunque me mates, no podrán hacer nada. So-solo queda esperar a que... —Tomé una bocanada de aire para recuperar las fuerzas—... a que Flammae muera. No hay otra opción.
—Eso es basura. Mentiras. —Adler azotó mi cabeza contra la pared. Aunque una oleada de rabia parecía haberlo dominado, una pizca de duda se manifestó en su expresión. Algo en él sabía que Elissa tenía razón, que ya no había remedio; sólo teníamos que esperar, rogar que la muerte de Flammae no cambiase el curso del universo—. Te dejaré por hoy... —Desapareció al agua que emanaba de su piel, así como al rastro de gotas que había llegado a mi propio cuello. Me soltó de golpe, casi haciéndome caer al suelo y estrellarme contra las placas de mis caderas, pero logré mantenerme en pie, tapando mi herida con dedos temblorosos—. No significa que no debas cuidarte la espalda, Chica Fuego.
Y desapareció al mismo tiempo que yo me desplomaba en el suelo.
Un sollozo amenazó con escapar de mis labios, pero me lo tragué mientras aclaraba mi garganta.
No quise pensar en el hecho de que había alguien más acechándome, otra entidad furiosa en busca del equilibrio que Adler tanto defendía. En cambio, observé el teléfono que aún mantenía en mi mano, con los bordes de la carcasa plástica levemente derretidos por culpa del fuego que, en algún momento, escapó de mis dedos, y el contacto de Tony Stark brillando en la pantalla.
Marqué el número sin más preámbulos. Esperé, él atendió, y le conté mi problema.
Le dije que Peter Parker estaba en peligro y me guardé lo demás porque presentía que no había tiempo para lamentarse. Dependía de Peter y su seguridad, de nada más, y cuando uno de los trajes de Tony fue a recogerme a un par de cuadras de la casa de Liz, llevándonos al profundo lago donde el Hombre Araña acababa de caer, en lo único que pensaba era en salvar a Parker.
Quizás no era saludable, pero con todas las mentiras y misterios, con todos los peligros y secretos, decidí que eso ya no me importaba.
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❮ 𝗡𝗢𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗨𝗧𝗢𝗥𝗔❯
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¡Hola, lectores! ¿Cómo están el día de hoy?
¡Aquí traigo un nuevo capítulo! Sufrí para terminarlo, escribí casi todos los días y trabajé más lento que nunca pero... ¡finalmente llegó!
Drama, drama y más drama (;
Tengo sentimientos encontrados acerca de este capítulo jeje, pero estoy orgullosa de haber terminado.
Hice una mezcla entre el punto de vista de primera persona de Peter y de Rae. Me costó, siento que en muchas partes no tomé en cuenta la personalidad de Peter y quizás podría mejorar en ese aspecto, pero creo que tomar esa decisión con el punto de vista de esta historia fue un cambio diferente para «Superstition». Me gustaría saber su opinión sobre este pequeño cambio, si les gustaría verlo en un futuro y si les ha emocionado. ♡
Este capítulo está dedicado a spideysthetic (aunque ya le he dedicado uno a esta bella chica en un pasado xd) porque la amo, porque quiero y porque puedo. Amo muchísimo a esta personita y es uno de las mejores amigas que he conocido en esta plataforma. Mi esposa tiene un lugar especial en mi corazón y se merece todo este libro como dedicatoria xd
Quiero hablar contigo, amor, pero ahora estoy haciendo un ensayo para la escuela y estoy con el agua al cuello en cuanto a tiempo xdxdxd
También quisiera hacer un pequeño Preguntas y Respuestas, así que me encantaría que dejaran preguntas (tanto de esta historia como de mi persona) aquí. Las responderé en los comentarios.
¡Les mando un abrazo y un beso a todos los lectores que siguen votando y comentando! Los amo mucho a todos, últimamente he visto que han aparecido nuevos lectores a los que quisiera abrazar con todas mis fuerzas. ♡
¡Un saludo! ¡Nos vemos luego!
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