━ chapter twenty nine: right
༻ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐍𝐔𝐄𝐕𝐄 ༺
──────────────
' CORRECTO '
˖⋆࿐໋₊
˖⋆ ✧ ˖⋆
AUNQUE MIS TÍMPANOS RETUMBABAN y mis ojos amenazaban con cerrarse, mi mente registró cada una de las palabras de Elissa. Sentí el impacto en cada fibra de mi cuerpo; en las paredes de mi cráneo, en el estómago y en la base de mi garganta. La preocupación no dudó a la hora de quitarme el aliento, y, conforme iba imaginando aquel escenario en mi cabeza, con Peter Parker protagonizando otra de sus peligrosas hazañas, las palmas de mis manos se empapaban cada vez más y más de sudor.
Lo sentí todo, y el efecto fue tan calcinante que prácticamente pude olvidar los moretones y rasguños que me cubrían de pies a cabeza.
Elissa no tardó en ponerme al día mientras nos dirigíamos a nuestro destino. La pelirroja conducía con descaro; mientras tanto, yo iba tumbada en la parte trasera de su auto. Al parecer su prima, Natasha Romanoff, no solo la había ayudado a deshacerse de los cargos que el gobierno había puesto contra ella por haber participado en el equipo del Capitán América durante los sucesos de Berlín, sino que también le había dejado una generosa suma de dinero con la que podría pagar la renta de su departamento y mantener su propio vehículo durante los próximos años.
Cuando le pregunté por qué sabía tanto sobre el paradero de Peter, Elissa simplemente me dijo que necesitaba mantener todos sus sentidos puestos sobre él, solo en caso de que sucediera algo similar a la posesión de Flammae en el Monumento Washington.
Mis labios no fueron capaces de articular mucho más después de eso.
Según ella, Peter Parker abandonó la secundaria Midtown antes de la hora de salida y había ido directamente al Ferry de Staten Island, usando su traje del Hombre Araña. Aparentemente, la mafia de armas alienígenas a la que pertenecía mi hermano estaba en el lugar para hacer negocios, y Peter no había dudado a la hora de tomar la oportunidad para demostrar su heroísmo. Sin embargo, las cosas no salieron como él lo planeaba: el barco había sido partido a la mitad por una de las armas y, a pesar de que Peter había logrado salvar a todos los pasajeros, los daños habían sido catastróficos.
También me dijo que el FBI se había involucrado en la escena, y que la aparición estrella de Iron Man había protagonizado el desastre en las noticias.
Tragué entonces en seco, reprimiendo mentalmente a Peter por su terquedad. Un sabor agrio se instaló en mi boca mientras repasaba los datos.
Parker había roto la promesa de no participar en aquel desastre, otra vez.
La amargura incrementó cuando entendí que, además, la explosión en el Monumento Washington había sido causada por uno de los componentes de esas armas. Ned llevaba uno en su mochila, y la única explicación para ello era que Peter había estado metiéndose en el asunto a mis espaldas, incumpliendo su palabra.
Pero, como siempre, la preocupación le ganó al enojo y, durante todo el recorrido, no pude dejar de preguntarme si Peter Parker se encontraba bien.
—¿Sabes algo, Williams? —preguntó Elissa, mirándome a través del espejo retrovisor—. Odio tener que decir esto, pero para este punto creo que es obvio que no disfruto precisamente de verte tan... mal. —No dije nada; no me vi capaz de reaccionar, mis músculos dolían demasiado, así que solo le devolví la mirada—. Lo que quiero decir es que, —Chasqueó la lengua y devolvió sus ojos a la carretera—, deberías dejar de preocuparte tanto por Peter y, por una maldita vez, ponerte a ti en primer lugar.
» Si de nosotras dos vas a ser tú la que vive, puedo asegurarte que preocuparte más por un chico que por tu propia vida hará que mi sacrificio no valga la pena, porque, si sigues así, tanto tú como yo acabaremos muertas.
Apreté las uñas contra las palmas de mis manos, dejé que mi cabeza se hundiera en el asiento. Un suspiro pesado abandonó mis labios, y fue en ese instante cuando me di cuenta de que estaba temblando; no por Adler, no por miedo, no por lo que había pasado minutos atrás, sino por la incertidumbre de no saber qué pasaba en ese instante con Peter.
Solo entonces, la rabia superó a la preocupación.
Ya no quería arrullar al chico entre mis brazos, sino gritarle, abofetearlo si hacía falta, todo para demostrarle que estaba comportándose como un niño inmaduro que no solo se ponía en peligro a sí mismo, sino también a mi sanidad.
Sus acciones, su terquedad y el secretismo; todo eso me destruía a mí. A mí, alguien que no podía dejar de sentir una necesidad casi agobiante de protegerlo. Alguien que lo amaba, y alguien que, además, estaba en peligro de muerte constantemente.
De pronto, un pensamiento intruso se coló en mi cabeza.
«Peter está siendo egoísta».
No obstante, cuando el pensamiento cruzó mi mente, me sentí mal, casi enferma, porque sabía bien que Peter era bueno—más que bueno—, y aquella virtud precisamente era su perdición.
Permití a mis ojos cerrarse finalmente, dejando que la oscuridad me envolviera.
Y no le respondí a Elissa, porque en el fondo sabía que tampoco tenía excusas válidas para vencer su argumento.
✧✧✧
Para cuando volví a abrir los ojos, ya habíamos llegado a nuestro destino.
Era un edificio simple, situado cerca del puerto de Staten Island. Gracias a nuestros poderes, la visión agudizada que ambas poseíamos nos permitió darnos cuenta de que Peter se hallaba allí, en la azotea del edificio, con sus pies colgando del borde. Otra figura se acercaba a él, y no tardamos en detectar que se trataba del mismísimo Iron Man.
Me pregunté si había un ser humano de carne hueso detrás de ese traje. Si Tony Stark, a diferencia de aquella vez en la que Peter cayó al lago, había dedicado su valioso tiempo a ayudarlo.
Teniendo una idea de lo mucho que realmente Tony quería a Peter Parker, algo en mí me dijo que la respuesta era un sí.
—¿Cómo pretendes que llegue hasta allí?
Elissa bufó en mi dirección: —Fácil: entrando.
Y así de sencillo, aprovechando que no había ningún recepcionista a la vista, entró al lugar como si fuera de su propiedad, conmigo siguiéndola desde atrás. Subimos las escaleras—cada piso se hizo eterno, pero nuestras habilidades nos permitieron subir a una velocidad que creí jamás haber empleado antes—, y, cuando llegamos a la cima, topándonos con la puerta que conectaba con la azotea, ella solo sonrió.
Sus manos se envolvieron en fuego. Calentó el cerrojo en menos de un instante y, proporcionándole un último golpe, la puerta cedió.
—Gracias.
Mi voz sonó como un murmullo, pero mi mirada transmitía lo que realmente sentía. Estaba realmente agradecida, y no solo por lo que había hecho con la puerta, sino porque había ido a despertarme de mi furia cuando estaba luchando contra Adler.
Le agradecía por lo que me había dicho en el auto. Le agradecía porque iba a morir por mi culpa; porque yo había tomado su gema, su única salvación, y aún así aprendió a dejar de detestarme por ello.
La seriedad en su expresión no cambió, pero su mirada se suavizó. Por mi parte, intenté no fijarme en lo marcadas que estaban sus ojeras.
—Haznos un favor a todos y resuelve tus propios problemas, Rae.
Se marchó entonces, y yo no tuve más opción que acceder a la azotea.
Sintiéndome súbitamente asustada de mostrarme a mí misma usando el traje de la Chica Fuego y con moretones cubriéndome el rostro, me limité a agudizar el oído para intentar escuchar la conversación. Ni Peter ni el Señor Stark—o, al menos, uno de sus trajes—se habían percatado de mi presencia; se me antojó extraño, sobre todo tomando en cuenta los sentidos arácnidos del castaño, pero no planeaba quejarme por ello.
Mis poderes obedecieron, y pronto pude escurrirme dentro de la conversación.
—¿Están todos bien? —Escuché decir a Peter. Su voz pendía de un hilo, y su máscara se hallaba tendida a su lado, sobre el borde de la azotea.
—En el episodio anterior de regando la popó con Peter te dije que dejaras esto, pero no. Hackeaste un traje de millones de dólares, —Mis ojos se abrieron como platos ante el descubrimiento; ¿Peter había hackeado su traje? ¿Qué mas me había estado ocultando?—, y todo eso para poder ir a mis espaldas a hacer la única cosa que te dije que no hicieras.
—¿Están bien todos? —insistió, luciendo como un niño desamparado.
—No, gracias a ti.
—Tony–
Intenté intervenir en cuanto supe que la situación no acabaría bien. El tono de Tony era cada vez más estricto, más acusador, y sabía bien que eso a Peter le dolería más que nada.
Estaba enfadada, sí, pero aún así necesitaba defenderlo.
Sin embargo, no pude acabar antes de siquiera salir de mi escondite, tras un muro de concreto que me tapaba por completo si ocultaba la cabeza en el ángulo correcto. Ninguno de los dos escuchó mi bajo murmullo mientras Peter continuaba.
—¿No gracias a mí? —Indignado, el chico giró a ver a Iron Man, bajando del borde de la azotea y cogiendo su máscara con rabia—. Esas armas están en las calles y traté de decirle, pero no quiso hacer caso. ¡Esto no habría pasado si tan solo me hubiera escuchado!
» Si de verdad le interesara, estaría aquí.
De repente, como si las palabras de Peter fueran un detonante, el traje se abrió de par en par, y el mismísimo Tony Stark salió de su interior.
Tuve que ahogar mi sorpresa para evitar ser descubierta, pero, mientras apretaba los labios para evitar expresar mi asombro, me percaté de lo mucho que había echado de menos su presencia.
Y, aunque en ese momento la tensa expresión del señor Stark era una réplica de la de un padre enfadado, confirmé que, si estaba allí, era porque Peter le preocupaba tanto como a mí.
—Sí te hice caso. ¿Quién crees que llamó al FBI, eh? —Se acercó a Peter, quien lucía tan asombrado como yo mientras retrocedía—. Yo fui el único que te tuvo confianza, todos los demás me dijeron loco por pedir ayuda a un niño de catorce años.
—Tengo quince...
—No, aquí cierras el pico, ¿sí? El adulto habla —interrumpió bruscamente—. ¿Y si alguien hubiera muerto? Sería otra historia, ¿no? Porque sería culpa tuya.
» Y si murieras tú, entonces sería culpa mía. —A simple vista, una expresión severa cubría las facciones del señor Stark, pero mi visión agudizada me permitió ver que, más allá del enfado, había una especie de arrepentimiento en su mirada: un vago y sincero toque de inquietud que ablandó algo en mi pecho—. No quiero eso en mi consciencia.
—Sí, señor. Yo no quería–
—Perdón no alcanza–
—Lo entiendo. —Peter hizo una breve pausa, recuperando el aliento. Hablando con suavidad, continuó—. Es que yo solo quería ser como usted.
—Y yo quería que fueras mejor.
Después de eso, un profundo silencio se instaló en la azotea. Mientras los ojos de Peter se perdían en la distancia, yo solo podía oír mis propios latidos, acelerados por la adrenalina del momento, y me pregunté cómo era posible que Parker, con su oído sobrenatural, no los estuviese escuchando.
Quizás no había espacio en su cabeza para pensar en otra cosa.
Quise creer que, incluso, tal vez pensaba en la promesa que me había hecho; aquel juramento que había incumplido por su imperiosa necesidad de demostrarse a sí mismo que podía salvarlos a todos, sin pensar en lo nerviosa que me ponían sus espontáneos actos de heroísmo arriesgado.
Pero si realmente yo le importaba más que su identidad secreta, entonces no hubiera hecho nada para poner en riesgo la poca sanidad mental que me quedaba.
El enojo resurgió en la punta de mis dedos ante aquel pensamiento. Sentí a mis puños calentarse, con el fuego preparando mis cuerdas vocales para gritarle a Peter Parker. Sin embargo, aunque lo que me había dicho Elissa resonaba en mi cabeza de manera insesante, la otra parte de mí solo quería ir a consolarlo, a decirle que estaba orgullosa de él por su buen corazón y valentía, aunque no pudiera salvar al mundo entero.
Al cabo de un tiempo, Tony siguió: —De acuerdo, ya que no resultó, devuélveme el traje.
Entonces, mis pulmones cayeron al fondo de mi estómago.
«¿Qué? ¿El traje? No puede quitarle el traje».
No podía.
Simplemente no podía quitárselo.
Había un motivo por el cual le había pedido a Tony meses atrás, luego de la batalla de Berlín, que dejara que Parker conservara el traje del Hombre Araña: Peter dependía demasiado de él, y arrancárselo solo acabaría destrozándolo.
Y, sin importar las circunstancias, yo no permitiría que eso pasara.
—¿Pero hasta cuándo?
—Para siempre.
—No. No, no, no–
El rostro de Peter palideció a la par que trastabillaba, sacudiendo la cabeza en negación. Mi corazón se encogió en mi pecho y el calor abandonó mis manos. Pude sentir el dolor y la impotencia emanando de sus palabras, apaciguando a mi propia ira casi por completo.
—Sí, sí, así son las cosas.
—No, por favor, por favor, señor Stark —rogó una vez más—. Usted no entiende. Esto es todo lo que tengo, no soy nada sin el traje.
Mi corazón se encogió aún más.
Me tenía a mí. ¿Acaso no era suficiente?
La amarga voz de mi consciencia se empeñó en convencerme de que la respuesta siempre había sido un no.
Y entonces, antes de que pudiese percatarme de que mi traicionera cabeza se había asomado fuera de mi escondite, los ojos de Tony Stark encontraron los míos desde la distancia.
—¿Todo lo que tienes? —Su mirada permaneció en mí mientras hablaba. Volvió a ver a Peter con una ceja enarcada—. Si no eres nada sin el traje, no te lo mereces, ¿de acuerdo?—continuó; el chico todavía no había notado mi presencia, pero, mientras tanto, mi respiración se aceleraba con la incertidumbre de lo que pasaría después. Entonces, Stark hizo un gesto en mi dirección—. Niña, sal de ahí, sé que has estado escuchando.
Me reprendí a mí misma por mi descuido, asomando a regañadientes el resto de mi cuerpo. De pronto, otro pensamiento potenció mis nervios: la razón por la que me había escondido en primer lugar era que no quería que el señor Stark viera los moretones que había dejado Adler en mi cara. Además, se suponía que yo ni siquiera debía estar usando mi traje, pues le había prometido que me mantendría alejada del mundo de la lucha luego de lo que había pasado en Berlín.
Peter Parker no era el único que había roto una promesa, después de todo.
¿Cómo le explicaría que mi vida estaba en peligro? ¿Qué excusa pondría para no preocuparlo?
Fue entonces cuando mis ojos encontraron los de Parker. Se quedaron allí, estancados, perdiéndose en su expresión sorprendida. El azul de los míos se fusionó con el tierno café de los suyos y, aunque tenía cientos de cosas que decir, no me atreví a romper el silencio.
Solo le tomó un par de segundos para que su expresión cambiase completamente: su mirada barrió la totalidad de mi rostro y supe de inmediato que había notado los restos de sangre que habían quedado en mi labio inferior, así como la hinchazón y las manchas moradas esparcidas por mi piel. Peter titubeó, cerrando y abriendo la boca varias veces, como si estuviese buscando las palabras adecuadas. Mientras me analizaba, palideció más que antes, y solo entonces comencé a preguntarme qué tan fuertes habían sido los golpes de Adler.
No dijimos nada, pero no fue necesario. Estaba tan concentrada en él que ni siquiera supe si el señor Stark nos estaba mirando o no.
—Rae, —Mi nombre finalmente salió de sus labios, casi sin aliento. Como si una fuerza externa lo hubiese empujado, comenzó a dirigirse hacia mí con paso apresurado—. ¿Qué–
Y lo detuve.
Por primera vez desde que lo había conocido, creía que no debía tenerlo cerca.
Mi brazo acabó extendiéndose frente a mí, con la palma de mi mano enfrentando al chico. Paró en seco en cuanto vio un par de chispas emanar de mis dedos, y su expresión solo reflejó un sentimiento crudo y desgarrador que llegó hasta la última fibra de mi mente.
«Ahora no», transmitió mi mirada, con más seguridad de la que realmente sentía. Por dentro, sin embargo, no quería hacer más que dejarme caer en sus brazos. Necesitaba un descanso—un descanso que mis instintos buscaban en Peter—, pero mi orgullo no podía permitírmelo.
Peter captó mi mensaje. No se movió ni un solo milímetro, tanto así que incluso parecía haber dejado de respirar.
—Regreso hoy de mis vacaciones y esto es lo que me encuentro, —El señor Stark bufó con incredulidad, interrumpiendo el silencioso intercambio que había surgido entre Peter y yo. Se detuvo a verme por un par de segundos más, como si estuviese memorizando todo el daño que había en mi rostro, y pude percatarme de cómo su pecho se contraía; no supe si sentirme agradecida por su preocupación o si estar avergonzada al recordar que casi había perdido contra Adler—, con Parker destruyendo un barco y contigo convertida en un saco de boxeo humano. ¿Algo más que debería saber? —Ni Peter ni yo nos atrevimos a responder—. Oh, claro que hay más. —Rio con ironía—. Rae, ¿podrías explicarme por qué demonios tu psicóloga me ha dicho que no has estado yendo a tus consultas?
«Mierda».
Aquel pequeño detalle que se me había escapado de las manos.
Que el señor Stark financiara mis consultas psicológicas no había sido muy bueno, después de todo. No se me pasó por la cabeza el hecho de que, como buena profesional, aquella mujer debía informarle a Tony sobre mi estado.
Yo llevaba más de un mes sin ir a visitarla.
Tampoco tenía excusas válidas para responderle; la realidad era que sus consultas simplemente no me servían de nada. Pero los adultos no solían entender esas cosas, o al menos eso había creído yo durante toda mi vida, así que no se lo había mencionado a nadie.
Ni siquiera a Peter, cuya mirada desaprobatoria no tardó en posarse sobre mi perfil.
Decidí que lo mejor sería recurrir a la respuesta más fácil: fingir.
—No lo necesito, señor Stark. Estoy bien.
—¿Bien? ¿Bien? Llego aquí y lo primero que veo es que en las noticias todavía se habla de lo que tu novio hizo en Washington. —La voz de Tony había subido un poco más. Sin dejarme refutar, continuó—. Y una mierda que estás bien; casi mueres, no es la primera vez, y te digo por experiencia que el estrés postraumático no es una cosa de la que te deshaces tan fácilmente.
Presa de mi propia testarudez, odiaba tener que admitirlo, pero Stark tenía razón.
Las cosas habían pasado demasiado rápido, antes de que siquiera tuviese tiempo de recuperarme completamente luego de casi perder las piernas, y tal vez era hora de admitir que necesitaba ayuda. No obstante, sabía bien que no podría recibirla nunca: explicar lo que realmente sucedía con Flammae solo acarrearía preocupaciones innecesarias; preocupaciones de las que, pensaba, yo debía hacerme cargo.
Pero Tony había enfrentado la muerte tantas o más veces que yo. Si algo me decía su mirada, era que estábamos igual de carcomidos por dentro. Aunque últimamente mis ataques de pánico se hubieran reducido a recuerdos fugaces de mis piernas atrapadas bajo el concreto en el aeropuerto de Berlín, mi mente no había tenido tiempo de sanar. Y percatarme de aquello me provocó unas inmensas ganas de arrojarme a sus brazos, como una niña en busca del consuelo de su padre.
Logré controlar mis impulsos, sin embargo. Sabía que debía callar. Flammae era mi secreto, un destino que yo misma me había buscado y del que solo yo podía escapar.
Así que decidí luchar por lo que me había sacado de mi escondite en primer lugar: por Peter, quien parecía querer ese traje más que a nada en el mundo.
—No le quite el traje, por favor —rogué, pero mi voz sonaba pesada. Miré a Peter de reojo, cuya expresión no pude leer esta vez. No obstante, antes de que me descubriera espiándolo, llevé mis ojos a Tony—. ¿No recuerda lo que le pedí en Berlín?
—Lo recuerdo —asintió—. Pero también recuerdo haberte pedido que lo cuidaras para que no hiciera nada estúpido. Y también te pedí que te cuidaras a ti misma. —Se encogió de hombros—. Claramente se te fue de las manos, niña.
Me encogí en mi lugar, deseando que el suelo me tragara.
Detestaba reconocer que yo también había fallado.
No sabía qué decir. Mis labios estaban sellados, cosidos por un ardiente hilo imaginario.
Culpable, culpable, culpable. Aquella maldita palabra comenzó a repetirse en mi mente, expandiéndose desde el centro de mi cuerpo como veneno. De pronto, sentí que cargaba todos los errores sobre mis hombros.
Era yo quien no había hecho lo suficiente para alejar a Peter del peligro. Era yo quien no había sido completamente honesta, pues nadie sabía que mi hermano se había convertido en un criminal, y, actuando como la peor justiciera de la historia, yo misma había decidido encubrirlo.
«Culpable, culpable, culpable».
—Ella no ha hecho nada malo, señor Stark. —La voz de Peter logró sacarme de aquella burbuja de pensamientos negativos. Cuando nuestros ojos se cruzaron, me observó como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi mente, y pronunció sus siguientes palabras sin despegar la mirada—. Yo tengo la culpa.
—No, los dos la tienen —señaló el hombre, haciendo especial hincapié en cada una de sus palabras—.Ustedes se quieren de verdad, ¿no? Pues deben protegerse el uno al otro. Y no mentirse, sobre todo.
Después de eso, una corriente de aire frío me envolvió de arriba a abajo.
Nadie dijo nada. Ni siquiera la elocuencia de Tony siguió haciendo de las suyas para sacarnos de la incomodidad de aquella situación. Mi mentor tenía razón: el peso de las mentiras era demasiado grande, y tanto Peter como yo no habíamos hecho nada para controlarlo.
Luego de lo que pareció una eternidad, Tony rompió el silencio.
—Bien, ahora denme los trajes.
Mis párpados se cerraron mientras ahogaba un suspiro cansado y, aunque sabía que no cambiaría su opinión, mi boca decidió actuar antes que mi mente: —Señor Stark, por favor, solo tome mi traje...
—Tú más que nadie deberías saber que prefiero hacer esto que verlos muertos a los dos. —Cerré la boca en menos de un parpadeo, forzada por la firmeza de sus palabras. Incluso me tambaleé cuando dio un par de pasos en mi dirección, pues la cruda frustración de su rostro había logrado intimidarme—. No voy a permitir que se repita lo de Berlín.
Tragué con lentitud, casi quemando mi garganta en el proceso. No esperaba escuchar aquello salir de la boca de Tony Stark, mas supe de inmediato que siempre quedarían tatuadas en mi conciencia.
Con la palabra "muerte" apoderándose de cada esquina de mi mente, creí haber visto a Flammae asomar sus garras sobre los hombros del señor Stark. No obstante, el hombre continuó antes de que el corazón se me saliese de la garganta, sacándome de aquella visión imaginaria.
—Cuando decidas contarme qué mierda está pasando contigo, llámame.
«No puedo», respondió mi voz interna de manera instantánea. «Me gustaría, pero no puedo. No quiero preocuparte. No mereces preocuparte».
Y era cierto. Nunca lo había escuchado decirlo explícitamente, pero sabía que Tony ya tenía demasiado peso sobre su espalda.
—Me aseguraré de llamar a Happy–
—No, llámame a mí —me interrumpió. Posteriormente aclaró su garganta y enderezó la espalda, ocultando el afecto de su voz con aquel aire de superioridad que solía envolverlo—. Aunque no lo disfrutes demasiado. Esto es algo... ocasional.
Contuve las ganas de encogerme en mi lugar ante mi cargo de conciencia, pues sabía que su interés no serviría para nada. Una respuesta sincera solo lo inquietaría, pero decir que todo estaba bien no sería suficiente para mantenerlo al margen y, por ende, alejado de Flammae.
Necesitaba una excusa, rápida y efectiva. Necesitaba algo que luciese como un secreto que había estado tratando de guardar, pero que no llegase a la magnitud del asunto de Flammae y las marcas de mi piel.
Entonces, la imagen de una cabellera pelirroja apareció en mi mente.
—Fue Elissa Monroe —solté sin siquiera pensármelo dos veces. Relamí mis labios para aparentar una fachada calmada, repitiéndome a mí misma que aquella mentira sería lo suficientemente creíble. Después de todo, Elissa era la única persona capaz de llenarme el rostro de moretones; o al menos lo había sido en un punto del pasado, pero Tony no sabía que la pelirroja había cambiado—. ¿La recuerda?
Pareció evaluarlo por un par de segundos. Finalmente, aunque el tiempo pasó con torturosa lentitud, enarcó las cejas en lo que, creí, era una buena señal.
—¿Solo eso?
—Sí.
Asentí de manera efusiva y, probablemente, con más energía de la necesaria. Sin embargo, por el rabillo del ojo, pude ver cómo Peter fruncía el ceño, escéptico—tal vez podía engañar a Stark, pero burlar a alguien que me conocía como Peter Parker era una tarea imposible.
Decidí que aquél era un problema que luego podría solucionar.
—Supongo que le pateaste el trasero.
—Supone bien, señor Stark.
El hombre pareció conforme con mi respuesta, pero algo me decía que no se creía del todo la excusa. Quizás era el destello de recelo que todavía quedaba en su mirada, o tal vez la manera en la que apretó los puños a sus costados antes de ocultarlos detrás de su espalda, manteniendo una postura controlada. No obstante, independientemente de la respuesta, me vi obligada a resistir la tentación de suspirar con alivio, pues parecía que estaba listo para partir.
«¿Nos quitará los trajes?», me pregunté, todavía mantienendo la esperanza de que, si teníamos suerte, cambiaría nuestro castigo inicial.
—Bien, entonces problema resuelto. Ahora, los trajes. —Apreté los labios en una fina línes mientras me maldecía por no haber hecho nada más para revertir la decisión de Tony, pero me hallaba demasiado agotada como para seguir intentándolo—. Oh y, niña, una última cosa. —Me señaló con un movimiento de cabeza—. Tu hermano es uno de los criminales más buscados por el FBI en este momento, pero Parker dijo que eso ya lo sabía, ¿no?
Quedé estática.
La sangre se acumuló en mis oídos hasta abandonar la punta de cada uno de mis dedos. Sentí que un molesto mareo se apoderaba de mi cabeza, mas mi mente estaba centrada en Jonas, evaluando desquicidamente el problema en el que se había metido al haber sido descubierto.
Pero, ¿entonces Peter ya sabía que Jonas formaba parte de aquella mafia de armas alienígenas?
¿Estuvo dispuesto a enfrentarlo e incluso llevarlo a cárcel? ¿Y sin decirme nada?
Tony nos observó, siendo testigo de cómo nuestras pieles pasaban de su tonalidad normal a un pálido casi blanco. Enarcando una ceja, volvió a hablar: —Así que tú también lo sabías, por lo que veo.
Peter me miró, yo lo miré.
Teníamos otro secreto descubierto que añadir a nuestra larga lista de mentiras.
✧✧✧
—No me dijiste que habías dejado de ir a tus consultas.
Apreté mis puños en cuanto su voz llegó a mis oídos. Me mordí los labios para evitar decir lo que realmente pasaba por mi mente, clavé mis uñas en las palmas de mis manos en un esfuerzo por mantener mi mirada firme sobre el pavimento y bajé la cabeza, con el objetivo de esquivar sus ojos a toda costa.
Llevaba demasiado tiempo en silencio, y la voz de mi consciencia gritaba con la necesidad de soltar algo, lo que fuera. Sin embargo, mi terquedad se empeñaba en que el camino fuera lo más silencioso posible. Había llegado demasiado lejos sin intentar hablarle a Peter, y mi orgullo no podía permitir que me rindiera.
Pero era difícil.
Después de abandonar la azotea donde el señor Stark nos había despojado de nuestros trajes, Peter y yo fuimos directamente llevados a una tienda de souvenirs que Tony encontró a la vuelta de la esquina, en busca de algún tipo de ropa que nos permitiera llegar a casa en condiciones. Peter acabó cubierto por una camiseta de Nueva York, la cual quedaba demasiado holgada sobre su esbelta figura, y un pantalón rosa con estampado de gatos que se negó a llevar en un principio, pero era lo único disponible. Por mi parte, tampoco había tenido buena suerte; solo pude encontrar un pantalón corto de pijama y una sudadera demasiado larga, ambos tintados de un color espantosamente llamativo.
A partir de ahí, tuvimos que volver a casa sin ayuda, pues no teníamos dinero para otra cosa y no se nos había ocurrido pedirle un poco a Tony antes de que se marchara. La caminata se había hecho larga y pesada, cargada de un silencio que ni Peter ni yo nos atrevimos a disipar, y, aunque creía que llevábamos prácticamente media hora andando, sentía que aún nos quedaba una eterna distancia por recorrer.
Poco después, como si el clima hubiese leído mi estado de ánimo, empezó a lloviznar. Sin embargo, cuando un grupo de preadolescentes que pasaba cerca de nosotros se burló de nuestros atuendos, finalmente cayó la gota que colmó el vaso.
Toda la ira que se había acumulado bajo mi piel desde el inicio de aquel día subió a la superficie, centrándose en el borde de mis lagrimales. Quería derrumbarme a llorar—tal vez por la rabia, o quizás por la terrible sensación de haber fallado—, pero insistí en que debía ser más fuerte.
Y, en lugar de drenar aquel torbellino de emociones como realmente necesitaba, mi mente decidió que transformar la vulnerabilidad en enfado era una buena idea.
Así que no, no pude alargar más el silencio.
—Al menos no soy yo quien cree que va a acabar con una estúpida mafia alienígena por su cuenta —escupí finalmente entre dientes, con sarcasmo irradiando de mis palabras.
—Vamos, Rae, no puedes hablar en serio...
Mis pies se detuvieron en seco. Respiré profundamente, tratando de controlar el fuego que quería emanar de mis dedos, y, cuando me vi capaz de mantener la compostura, finalmente me posicioné frente a él.
No quería que me afectara, pero la mueca pesarosa de su rostro me hizo trastabillar. No obstante, la ira me llevó adelante.
—¿No estoy hablando en serio? ¿Eso crees? ¿Crees que no estoy preocupada por ti, idiota? —Empujé su pecho con mi dedo índice, acercándome más y más, pero él no se movió de su posición. Repetí el gesto, esta vez con más fuerza—. Rompiste tu promesa... otra vez. Me mentiste a la cara y–
—¿Y tú? ¿Tú no mientes?
Mi boca se cerró de golpe. Peter tensó la mandíbula y sus puños copiaron los míos, posicionándose firmemente cerrados a sus costados.
Afortunadamente, el área en la que nos encontrábamos estaba casi vacía, y apenas unas cuantas gotas de lluvia caían sobre nuestras cabezas. Nos encerramos en una burbuja, obviando el resto de sonidos que provenían de las calles. Lo único que podía oler era tensión, lo único que podía escuchar era rabia, y lo único que podía ver era el enfado que había surgido en sus pupilas.
De repente, en medio de todo el caos emocional, deseé haberme tragado las palabras, pues ver a Peter Parker en aquel estado no me agradaba. Sin embargo, me mantuve firme, incapaz de retroceder a pesar de tener el presentimiento de que, de una forma u otra, las cosas no acabarían bien.
Apreté mi propia mandíbula. Di un paso hacia adelante. No perdería esa batalla; ya había fallado en más de una aquel día.
Tomando una profunda bocanada de aire, Peter prosiguió: —La única razón por la que no quieres que me involucre es porque Jonas es uno de los malos. Si no fuera él, todo sería diferente, ¿no? —Su mirada se había suavizado, pero su voz sonaba firme—. Te gustaba luchar por la justicia, ¿no lo recuerdas? Sé que lo quieres, Rae, pero hay que hacer lo correcto. Lo que hace Jonas está poniendo en peligro a miles de personas y–
—No lo entiendes —interrumpí. Negué con la cabeza, sentí que mis uñas casi atravesaban la piel de mis palmas mientras apretaba más y más los puños—. No lo entiendes porque lo único que te importa es ese estúpido traje y demostrarte a ti mismo que puedes ser el héroe. Pero, ¿sabes qué, Peter? No todo es blanco y negro, hay grises de por medio, y todos, incluso el jodido Hombre Araña, estamos sobre esa línea —pronuncié con lentitud—. Jonas no es una excepción.
—¿Que no lo entiendo? Dinero fácil, Rae: eso es lo que quiere. Han muerto personas por esas armas, no podemos seguir permitiéndolo.
—¿Pero sí puedes permitir que me quede sola? Si pierdo a Jonas, lo pierdo todo.
—No es cierto, me tienes a–
—¡Por Dios, Peter, tú tienes a May! —exclamé, como si no pudiese seguir conteniendo todo lo que llevaba dentro. Peter ni siquiera se inmutó, y aquello no hizo más que aumentar mi enfado—. Sin Jonas, no podré cuidar de Riley. De seguro no habías pensado en eso. —Bufé con incredulidad—. Y lo peor de todo es que aún sabiendo que él es el único soporte que me queda querías llevarlo a la cárcel sin decírmelo.
—Tú tampoco has sido sincera. ¿Lo que hiciste antes de espiarnos a mí y al señor Stark? No fue Elissa, lo sé.
Crucé mis brazos como un mecanismo de defensa:—No quería preocupar al señor Stark.
—¿Y a mí? ¿De verdad crees que a mí no me preocupas? —Mientras me perdía en los matices de dolor que se apoderaron del rostro de Peter, no me vi capaz de contestar, pero él tampoco esperó por una respuesta—. Rae, todo lo que hago es pensar en cómo vamos a deshacernos de Flammae antes de que ataque de nuevo.
—Si fuera cierto me hubieras escuchado y no hubieras ido a ese ferry en primer lu–
—¡Necesitaba una distracción! —clamó. Sus manos temblaban con lo que reconocí como desesperación—. D-después de lo que pasó en Washington, todo ha ido a peor. Y-y la gente necesitaba al Hombre Araña y yo–
—¡Y yo te necesito a ti! —bramé de regreso, posicionando una vez más mis manos sobre su pecho; en esta ocasión, sin embargo, apoyé las palmas completas. Lo empujé como hacía un par de minutos atrás, ignorando lo calientes que estaban mis palmas. Volví a repetir el gesto, una y otra vez—. Pero le has dado más importancia a ese traje que a mí. Te perdiste en una identidad irreal, ¡tú eres más que el Hombre Araña! —La sobrecarga de frustración hizo que mi voz perdiera intensidad. Cada vez que presionaba contra su pecho, mi fuerza caía, hasta el punto en el que solo las dejé descansar ahí, cerradas en puños—. Y te lo he dicho cientos de veces, ¡pero te da igual! ¡No quieres escucharme!
—Linda–
Esquivé su mirada, clavé mis ojos en el contraste de mis manos ardientes sobre el blanco de su camiseta. Algo me dijo que probablemente estaba quemándolo sin darme cuenta, pero las palabras siguieron saliendo a borbotones.
—Lo único que sé hacer es preocuparme por ti. Vivo las veinticuatro horas del día preguntándome cuál será la próxima cosa que harás para ponerte en peligro. Es... e-es dependencia, Peter, —Inhalé lentamente, luchando por encontrar las oraciones adecuadas para expresar el peso que sentía en el pecho—, es c-como si me comiera por dentro... No es sano.
Para ese punto, todo mi cuerpo temblaba de impotencia. Luchaba por activar mi lado racional, ignorando el incipiente calor que recorría mis nervios e intentando que mi visión volviese a enfocarse en su rostro; en el suave color de sus ojos, en la expresión honesta e inocente que tanto lograba calmarme.
Sin embargo, el mundo se había tintado de rojo: un rojo escarlata que representaba ira pura, y el agobio de verme incapaz físicamente de sacar toda esa rabia hacia afuera se materializó en forma lágrimas. Las pequeñas gotas de agua salada empezaron a bajar por mis mejillas, tan rápido que apenas pude percatarme de su presencia.
«No quiero llorar, no quiero llorar. Rae, no seas patética, deja de llorar».
—No, no, no digas eso, por favor. Eres la persona más fuerte e independiente que conozco. No puedes pensar eso, lo nu-nuestro es perfecto. —Sus manos se anclaron en mis muñecas; las sacudí de encima mío con vigor, pues la delicadeza de su tacto no hacía más que hacer apretar el nudo de mi garganta—. Por favor, por favor no digas eso–
—No es sano–
—Rae, ¡me importas demasiado! ¡Eres lo que más necesito! No–
—Eso no fue lo que le dijiste al señor Stark. —Una sonrisa amarga se posó sobre mis labios—. Necesito calma, necesito... necesito respirar.
A partir de ese instante, solo tuve que tomarme un par de segundos de descanso, con el objetivo de ganar el coraje suficiente para manifestar la idea que había estado rondando por mi mente desde mi conversación con Elissa Monroe.
Y dolía. El simple hecho de pensar en pronunciar las palabras me hacía dudar como nunca, mas estaba convencida de que era lo correcto.
Lo correcto para mí, para él, para ambos. Porque aquello que tenía pensado no se trataba de una simple cuestión egoísta para librarme del daño de una amistad, una relación, que se nos había salido de las manos, sino también una posibilidad de protegerlo.
Después de todo, Flammae lo había poseído para aprovechar la oportunidad de herirme a través de mis seres más queridos. ¿Qué podría llegar a hacer más adelante si descubría que mi necesidad de proteger a Peter Parker era más grande que lo que yo misma podía soportar?
Me limpié las lágrimas con brusquedad. Lo miré a los ojos, y no titubeé al hablar, porque sabía que, si dudaba, querría volver atrás.
—Deberíamos tomarnos un tiempo.
—N-no...
Mi garganta se estrujó mientras su rostro caía.
Su ceño perdió tensión, su mandíbula quedó libre de rigidez, y sus ojos, mejillas y nariz se enrojecieron tan rápido que casi no pude detectar el momento del cambio. La presión que mantenía a sus hombros elevados y su espalda recta desapareció, y, cuando parpadeó un par de veces, como si estuviese comprobando que no estaba en un sueño, pensé que no podría seguir adelante.
No obstante, me forcé a continuar. Tenía que hacerlo rápido y lo menos doloroso posible, por mucho que mi corazón se estuviese quebrando.
—No sé qué pasará con Flammae y-y tengo que estar con Riley y con Jonas, preocuparme por ellos —intenté justificar, más para mí que para él—. Son mi familia.
—Tú eres mi familia. Siempre lo has sido.
—Últimamente nos hacemos más daño que bien...
—No puedo. No puedo estar sin ti. —Al ver que yo retrocedía, Peter comenzó a acercarse a mí con algo que nunca había visto en él. Paró en seco cuando me alejé aún más, pero su expresión solo reflejó más enfado, más fracaso—. No puedes simplemente pretender que olvide todo lo que está pasando con–
—Adler Wolff y Flammae son mi responsabilidad —interrumpí, sabiendo perfectamente lo que iba a decir—. Y te quiero, Peter, no puedo permitir que ninguno de ellos te haga daño.
Y era la verdad. Todo era verdad.
—M-me da igual lo que digas —insistió; convicción emanando de la punta de su lengua—. Yo... encontraré la forma, Rae... Acabaremos con ellos.
Empecé a estresarme cuando dio otro paso más en mi dirección. El asunto estaba durando más de lo que planeaba, y no podía entender por qué Peter seguía insistiendo en lugar de rendirse.
Después de todo, ni siquiera había luchado tan duro por mantener su traje, y yo estaba casi convencida de que, para ese punto, Parker quería más a su identidad secreta que a mí.
Yo jamás sería suficiente para él.
Pero una parte de mí quería seducirme con la idea de que me estaba demostrando lo contrario, y no quise aceptarlo, porque entonces sería definitivamente imposible estar sin él.
—¡Peter, cállate! —estallé. Parker quedó congelado, e incluso yo misma me sorprendí ante la potencia de mi tono. Tuve que tomarme un momento para superar la sorpresa inicial antes de continuar—. Por favor. Todo esto es... es demasiado. —Mi voz se quebró mientras Peter abría y cerraba la boca, tratando de cortarme—. Demasiados secretos, demasiadas mentiras...
—No si estamos juntos.
—Llevamos meses sin ser sinceros el uno con el otro.
» Las cosas no solían ser así.
Finalmente, Peter Parker pareció perder su determinación. La primera lágrima se deslizó por su mejilla, y yo no pude hacer más que tratar de convencerme de que aquella solo era una gota de lluvia—quizás, si creía eso, no me dolería tanto.
Una vez más, volvió a acercarse a mí. Su insistencia no hizo más que ablandarme, pero todavía había restos de la fuerza que había utilizado para luchar contra Adler corriendo por mi sangre.
Así que lo aproveché.
—Para. —Hablar se sintió como veneno en la punta de mi lengua, pues mi voz se había mezclado con un matiz oscuro; una segunda entidad que, sabía bien, provenía de los corruptos trozos del corazón de Flammae que habitaban en mi sistema—. Pa-para, por favor. Nos haremos daño. Eso quiere Flammae.
Peter se encogió de hombros, casi temblando: —¿Entonces, esto es todo? ¿Así acabamos?
La forma en la que formuló aquella pregunta me escoció el alma.
Pero me repetí que ya no había vuelta atrás, y fui capaz de responder sin siquiera titubear.
—Es lo correcto.
—No se siente correcto.
Por primera vez desde que había empezado aquella discusión, mi corazón logró proyectar su voz por encima de la de mi mente.
«¿Estás segura de que esto es lo que quieres?», preguntó.
No me atreví a darle respuesta.
˖⋆ ✧ ˖⋆
──────────────
❮ 𝗡𝗢𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗨𝗧𝗢𝗥𝗔❯
✧✧✧
Por favor, no me maten jiji (:
Sé que quizás esta es una forma demasiado intensa de volver a la acción en esta historia, sobre todo tomando en cuenta que nuestro bebé Peter no apareció en el capítulo anterior, pero no tienen ni idea del tiempo que llevo pensando en esta escena entre Peter y Rae.
Sí, mucho tiempo, creo que desde que escribí el capítulo en el que se dieron su primer beso. Confíen en mí, todo saldrá bien jeje ¡!
Sin embargo, llegar hasta aquí ha sido bastante complicado. Esta historia ha pasado por altos y bajos, y me duele mucho tenerla abandonada, pero la realidad es que simplemente no dispongo del tiempo. Escribir cada capítulo me demora bastante, sobre todo porque últimamente me ha costado mucho escribir, así que tratar de actualizar de manera constante es literalmente imposible para mí.
Empecé esta historia con catorce años y el año que viene cumplo diecisiete. Parece mentira el tiempo que antes tenía en las manos, y efectivamente puedo confirmar que el bachiller (cientifico, específicamente de salud en mi caso) consume demasiado. Pero estudiar es importante, y me gusta mantener buenas calificaciones; para ello, Wattpad ha tenido que quedar en segundo plano desde hace mucho tiempo ):
En fin, voy a parar de contarles mi vida y simplemente pedir sus opiniones sobre este capítulo, linduras.
PREGUNTAS: ¿Qué les ha parecido el comportamiento de Tony y Elissa? ¿Qué han sentido a lo largo del capítulo? ¿Consideran que lo que piensa Rae está justificado? ¿Se posicionan del lado de Peter o de Rae, o piensan que ambos tienen sus razones?
Me encantaría leer sus respuestas en los comentarios. ♡
Eso es todo, linduras. Espero que hayan disfrutado mucho de este larguísimo capítulo (el más largo hasta ahora, y eso que ya son extensos de por sí JAJAJAJ). Les deseo lo mejor y, como extra, los invito a pasarse por la nueva historia de «The Devil All the Time» que he publicado (si son amantes de Arvin Russell y Tom Holland o simplemente les apetece).
¡Besos! ♡
──────────────
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro