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━ chapter thirteen: blame


༻ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐂𝐄 ༺
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' CULPA '
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LA PRIMERA VEZ EN la que los sentidos arácnidos de Peter Parker se habían disparado para advertirle de una nueva clase de peligro, fue cuando Elissa Monroe abusó físicamente de Rae Williams.

Normalmente, cuando sus habilidades se ponían en alerta, los vellos de su cuerpo se erizaban, sus pupilas se dilataban y sus sentidos se agudizaban. Aún así, por más que todavía le costaba acostumbrarse, las reacciones de su cuerpo no iban más allá de lo que podía soportar.

En aquella ocasión, sin embargo, Peter fue víctima de sensaciones que jamás había experimentado antes. Sus oídos fueron atacados por un insoportable pitido que, juró, casi le quemaba los tímpanos. Sus extremidades habían comenzado a temblar incontrolablemente, como si le hubiesen inyectado una dosis de adrenalina que su torrente sanguíneo no era capaz de digerir. Su cabeza dolía, el nuevo y abrumador alcance que adaptó su visión le causaba náuseas, y no fueron sus vellos quienes se erizaron sino que, directamente, su piel se había encrespado de manera dolorosa.

A pesar de todo, aquello no le había impedido escapar de la cafetería mientras sus instintos lo guiaban hacia su destino: los baños femeninos de la secundaria Midtown, de donde Rae salió con unos cuantos moretones y una fea quemadura en el pómulo derecho.

La segunda ocasión se llevó a cabo justo después de que Anthony Stark abandonara la residencia de los Parker con la noticia de que, al día siguiente, viajarían a Alemania para combatir contra el Capitán América.

Después de tragarse la agonía que le producían sus reacciones, una fuerza ajena a él lo había arrastrado hacia el departamento de Rae. Pronto, Peter descubrió que, mientras él luchaba por domar a sus sentidos, Rae intentaba disminuir la magnitud de sus sollozos luego de que Riley Williams descubriera sus poderes y la catalogara como un monstruo.

Y la tercera y última oportunidad tomó lugar en el aeropuerto de Berlín, en el preciso instante en el que la Chica Fuego cayó inconsciente.

El castaño no podía describir el momento con exactitud. Su mente ya no era capaz de procesar, y ni siquiera le importó que Tony Stark fuese espectador de la manera en la que se retorcía de dolor sobre el suelo de la pista, gruñendo entre dientes cuando su pecho se vio atacado por una serie de familiares puñaladas.

Cuando el señor Stark le había dicho que era tiempo de retirarse de la pelea, Peter tuvo la corazonada de que apresar las piernas de un hombre gigante con sus telarañas no sería lo último que haría en Alemania.

Y como sucedía siempre desde que había obtenido sus poderes, sus sentidos no estuvieron equivocados.

—¿Qué sucede, niño? —le preguntó un alterado Tony por tercera vez, sacudiendo al muchacho para hacerlo reaccionar. Se preguntó, preocupado, en qué momento había decidido traer a un par de niños a Alemania—. Vamos, qué sucede —insistió entre dientes, con la respiración acelerándosele.

Peter se aferró al brazo del señor Stark para lograr incorporarse, sujetándose con fuerza del frío y duro material de su traje. Después de tanto alboroto, la máscara de Parker había abandonado completamente a su rostro y sus ojos castaños, cubiertos de miedo y dolor, buscaron los preocupados de Tony.

Es Rae.

Fue así, con la mención de aquellas palabras, como Peter Parker llegó al paradero de Rae Williams, trastabillando más veces de las que podía contar.

Cuando sus ojos —después de buscar erráticamente por todo el lugar— dieron con una lacia cabellera castaña cubierta de polvo, millones de escalofríos recorrieron la espalda de Peter.

Los efectos de sus instintos arácnidos se apaciguaron, pero le dejaron con una sensación devastadora, aún peor que las anteriores, cubriéndole la punta de la lengua. El corazón de Peter olvidó cómo maquinar por un par de segundos. Congelado, sin notar que la barbilla le temblaba por la impotencia, analizó a la joven, pasando por un rostro cubierto de nuevos rasguños hasta un delgado torso; el resto de su cuerpo se hallaba atrapado debajo de una enorme pila de escombros.

A partir de ahí, todo sucedió demasiado rápido.

Peter se había arrojado hacia el cuerpo de Rae sin prestarle atención a su entorno. Abrió la boca, intentó pedir ayuda, pero las palabras no podían atravesar el nudo que se apretaba alrededor de su garganta. El cuerpo le pesaba, el color se drenaba de su piel, y ni siquiera escuchó que Natasha Romanoff lo llamaba desde la distancia.

¿Debía tomarle el pulso? ¿Intentar sacarla de allí, o tal vez recurrir a alguien que no estuviese tan nervioso como él?

—Por favor, Rae... —logró soltar con un sollozo involuntario. No reparó en las lágrimas que comenzaban a correr por sus mejillas, dejando pequeños recorridos sobre el polvo que se había adherido al sudor de su piel. Tomó el brazo de la chica, sacudiéndolo con delicadeza—. Despierta, por favor. Tie-tienes que... tenemos que regresar a casa. —Siguió sacudiendo su brazo con mayor ímpetu, rogando que al menos le diese señales de que seguía con vida—. Tenemos que proteger a Queens, tenemos que... —Fue interrumpido por un hipido—. Venga, por favor, te sacaré de a-aquí.

» Eres fuerte, Rae; más que nadie. Tú puedes.

No obtuvo respuesta.

Y todo el dolor fue opacado por un abrumador sentimiento de culpa. Porque él tenía que haber estado allí, al lado de Rae, listo para protegerla.

—Lo siento —repitió una y otra vez con susurros cada vez más bajos, más débiles.

La mano de Peter buscó la mejilla de Rae y la acarició con dedos temblorosos. Se derrumbó a un lado de ella. Escondió la nariz en el cabello de la muchacha, buscando que su acogedora esencia siguiese allí para brindarle el confort que tanto necesitaba; sin embargo, solo se encontró con un asfixiante aroma a cenizas.

Y tan desconsolado estaba que en un principio no fue consciente del súbito y descomunal cambio de temperatura que hubo en el ambiente.

A pesar de que se negaba a separarse de Rae, Peter reaccionó al sentirse salvajemente acalorado. Elevó la cabeza y, cuando miró hacia el frente, se encontró con una criatura de más de cinco metros de altura, cubierta de fuego desde los pies a la cabeza.

Rugía con fiereza, con su diabólico rostro deformándose y un aura de llamas enmarcando a su figura. Tenía unas manos gigantes que rompían cualquier armonía que pudiese ver en la proporción de su cuerpo, terminadas en un conjunto de dedos filosos, con las puntas emanando aún más llamas. Era de brazos y piernas extremadamente largas, y la postura encorvada con la que se movía le daba un aspecto aún más atemorizante.

Fuego. Monstruo gigante. Más fuego, más ardor y más calor.

Era él. Esa cosa era el supuesto Flammae del que Elissa Monroe le había hablado hacía algún tiempo atrás. El mismo al que debía vencer si quería cumplir el trato que se había visto obligado a entablar con la pelirroja, el mismo que acechaba a Elissa en busca de lo que un principio le pertenecía, y el mismo que podría acabar con la vida de Rae Williams.

De pronto, los latidos de Peter encontraron un ritmo propio, intenso, empujado por la adrenalina. Se levantó a trompicones e ignoró el dolor que invadía a sus músculos, traspasando la carne y llegando a sus huesos. Su sangre se convirtió en un fluido cargado de rabia pura, de enojo hacia él mismo y una molestia irracional dirigida a Flammae. Ya no había temor, no le temblaban las manos, y no quería escapar.

Si no había podido defender a Rae de lo que fuese que hubiese sucedido antes, la salvaría de Flammae, sin importar que siguiese o no con vida.

Consumido por la furia, Peter soltó un gruñido mientras disparaba telarañas hacia Flammae. Descubrió que los químicos que usaba para fabricarlas no eran tan resistentes como pensaba; las telarañas solo se desintegraban al impactar contra la criatura, dejando en su lugar pequeñas montañas de ceniza. El monstruo seguía avanzando en su dirección mientras rugía con más fuerza y sacudía el suelo bajo sus pies con cada paso que daba, pero Peter no retrocedía.

Tan ensimismado estaba en su tarea que ni siquiera se percató de que Natasha rodeaba a Flammae para escabullirse hasta el cuerpo de Rae y, llevada por la culpa de no haberla ayudado antes, chequeaba sus signos vitales. Tampoco notó a Elissa, ni mucho menos la manera en la que se movía con inquietud sobre su lugar, dudando entre escapar de los problemas o si, por primera vez en su vida, hacer lo correcto.

Continuó presionado el botón de sus dispensadores aún cuando las telarañas se agotaron. No se rindió, no se alejó, no pensó en lo que podría suceder si Flammae lo alcanzaba, y tampoco se movió cuando la criatura se desvaneció frente a sus ojos como por arte de magia.

Fue entonces cuando la mirada de Peter encontró la de Elissa, quien había observado la escena desde la distancia.

Ninguno de los dos se atrevió a moverse. Se observaron en silencio, sin fulminarse, pero mucho menos admirándose; no tenían las energías para hacerlo, de cualquier manera.

En medio de esa comunicación silenciosa, mientras Parker se limpiaba las lágrimas con rabia y Elissa luchaba por esconder cualquier rastro de empatía que pudiese verse a través de sus ojos, Tony había arribado al lugar. Pasmado, actuando en silencio e intentando guardar la calma, levantó los escombros que apresaban al cuerpo de Rae mientras Natasha la sacaba y recostaba su cabeza sobre su regazo.

—Está estable. Su pulso es casi inexistente, pero está allí —murmuró Natasha en dirección a Tony, quien, aún devastado por la peligrosa caída que sufrió James Rhodes, optó por comprobar qué había sucedido con Parker mientras Visión cuidaba de Rhodes—. Pero si logra salir con vida va a terminar con graves secuelas. De la cadera para abajo... debe estar completamente destruida.

Tony suspiró: —Es mi culpa.

—No sabíamos que esto iba a suceder.

Natasha tragó en seco y evitó encontrarse con los ojos —en ese entonces cristalizados— de Tony; un amargo arrepentimiento invadiéndola.

Trató de ocultar sus reacciones. Prefería ahorrarse el proceso de darle explicaciones a Tony; sabía que lo mejor sería no decir que había rechazado la opción de ayudar a la chica cuando esta llamó su nombre. Pero, ¿qué se suponía que debía haber hecho Natasha? ¿Tener que elegir entre la libertad de Steve Rogers, o la vida de una niña que, según lo que le había dicho su prima, estaba destinada a morir de cualquier forma?

Todavía no tenía claro si había tomado la decisión correcta al no haber ayudado a Rae Williams.

Los intentos de Natasha resultaron vanos, sin embargo. Tantos años trabajando al lado de aquella mujer le habían servido a Tony para leer más allá de sus expresiones frías y serenas. Sabía que cuando Natasha evitaba el contacto visual con alguien a quien conocía se debía a que estaba luchando por ocultar algo.

Tony no tardó en comprender el qué, mientras veía las manos de Natasha titubear a la hora de comprobar la respiración de Rae.

—No hiciste nada para que esto no llegara a mayores, ¿cierto? —Los ojos de Natasha finalmente hallaron los de Tony, maldiciéndose por no haber ocultado lo suficientemente bien sus pensamientos. Cuando no contestó, el semblante de Tony se tornó enojado—. ¿Preferiste dejar que Steve escapara antes de ayudarla? ¡Es una maldita niña, por favor!

—Yo no fui quien la trajo aquí para meterla en este estúpido juego, Tony. —Stark apretó los labios ante el tono acusador de Natasha—. No es momento de buscar culpables, pero si quieres hacerlo solo mírate en un espejo.

Se quedó callado. Evitó pensar en que, en los últimos días, se había convertido en el culpable de demasiadas cosas.

Un abrumador silencio envolvió el ambiente. Natasha seguía chequeando el pulso de Rae cada tanto, Tony se pasaba las manos por el cabello mientras intentaba espantar al agrio sentimiento de culpa, y a unos cuantos metros de distancia, Peter Parker había encontrado el coraje para hablarle a Elissa.

—Querías que esto sucediera, ¿no?

La voz de Peter sonaba ahogada, como si no la hubiese empleado desde hacía un buen tiempo. A pesar de la dureza en sus palabras, no podía deshacerse de la mirada de niño desamparado que tintaba a sus ojos.

—Tarde o temprano iba a terminar así. —justificó con un encogimiento de hombros. La frialdad de su tono desesperó aún más a Peter.

—Prometiste que no le harías daño. —Se acercó a ella con zancadas rápidas.

El ámbar de los ojos de Elissa adquirió un par de tonalidades más oscuras a la par que su semblante caía y sus brazos se tensaban debajo de su pecho, cruzados.

—Dije que no la tocaría —corrigió de una manera sorprendentemente suave—, pero no dije que la protegería.

—Pudiste haberla ayudado.

—Tú ni siquiera estuviste aquí para hacerlo —contraatacó, enarcando una ceja.

Peter retrocedió un par de pasos por el impacto de sus palabras. La culpa volvió en oleadas mayores, la adrenalina abandonando a su cuerpo de golpe, y lo que en algún momento fue tristeza dejó su estado de impotencia, volviendo al pasado.

La mirada de Peter vagó por todo el lugar. Sus ojos —hinchados y rojos, con las pestañas cubiertas de restos de lágrimas— cayeron en el área en la que el cuerpo inerte de Rae descansaba, bajo el cuidado de Natasha. Apenas notó que el señor Stark había llegado y observaba la escena sumergido en un mar de pensamientos y, aunque quiso correr hacia Rae para sostenerla entre sus brazos, se sintió inhábil de tocarla de nuevo en tal estado.

«Cobarde», bramó su conciencia, pero lo ignoró lo mejor que pudo, agachando la cabeza.

Por su parte, Elissa suspiró mientras miraba lo devastado que lucía el chico. Intentó fingir indiferencia, espantar a la culpa y hacerle caso a lo que exigía su orgullo, pero al final se dejó llevar por la naturaleza empática del ser humano que, cabe destacar, Elissa tanto odiaba.

¿Quién le hubiese dicho que algún día estaría dispuesta a ayudar a Rae Williams? ¿Quién diría que ella contaría con las habilidades necesarias para intentar salvarla?

Sígueme, Parker.

Elissa se acercó a Rae mientras caminaba con rapidez y pasando de largo a Peter, quien, confundido, se vio obligado a hacerle caso. Apartó a Natasha sin esfuerzo y, después de agacharse a su lado, colocó una de sus manos sobre la frente de la chica.

Natasha, Tony y Peter admiraron la forma en la que un campo sobrenatural —de matices anaranjados, rojos y amarillos— envolvía al cuerpo de Rae y, en el proceso, la piel de Elissa se tornaba cada vez más pálida.

—¿Qué haces? —preguntó Peter a la defensiva. Trató de acercarse a Elissa, pero el brazo de Natasha lo detuvo.

—Le está dando su energía. Es algo que pueden hacer, ya que comparten las mismas habilidades. —explicó Natasha. Se aclaró la garganta cuando Tony y Peter la vieron, dubitativos—. Ya lo ha hecho antes.

—No la sanará por completo, pero evitará cualquier problema que pueda tener con sus piernas y hará que la rehabilitación sea más rápida —continuó Elissa a regañadientes luego de haber soltado a Rae. Se limpió las manos sobre la tela de sus pantalones, haciendo una pequeña mueca de desagrado—. De nada, Parker. —escupió con amargura.

Natasha ayudó a Elissa —quien lucía completamente exhausta y drenada de cualquier gota de energía— a levantarse del suelo. Compartieron una pequeña conversación de la cual excluyeron a Tony y a Peter, el cual, haciendo ademán de sentarse al lado del cuerpo de Rae, fue detenido por una mano posada sobre su hombro.

—Va a estar bien, niño —le dijo el señor Stark, asintiendo con suavidad—. Haremos todo lo posible para que vuelva bien a casa.

El corazón de Peter se quebró una vez más. Su labio inferior comenzó a temblar nuevamente y el llanto estalló en su interior. Lo miró, incapaz de articular una palabra mientras las lágrimas volvían a nublar su visión.

Peter se arrojó hacia Tony en búsqueda del abrazo que tanto necesitaba y que Rae, a diferencia de cada día desde hacía siete meses atrás, no era capaz de darle.

—La quiero mucho, señor Stark —sollozó Peter sobre su hombro—. No pue-puedo... no puedo perderla.

Tony respondió con unas leves palmadas en la espalda del chico. La incomodidad lo había embargado en un principio; incluso pensó en alejarse de Peter, pero con las manos del joven aferrándose con cada vez más fuerza de su traje y sus palabras resonando dentro de la mente de Stark, no fue capaz de hacerlo.

Hasta ese entonces, Tony no sabía que él también necesitaba una pizca de consuelo.

No correspondió el abrazo. Sin embargo, no se separó durante los minutos que transcurrieron antes de que el equipo de emergencias arribase al aeropuerto, y aquello fue más que suficiente para Peter.

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❮ 𝗡𝗢𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗨𝗧𝗢𝗥𝗔❯
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¡Hola, linduras! ¿Cómo se encuentran?

¡Por fin he podido terminar este capítulo! He tardado más de lo previsto,  más que nada porque tenía pensado agregarle unas cuantas cosas MUY importantes; luego me di cuenta de que el capítulo duraría más de quinientas palabras si hacía eso, así que lo he dividido en dos.

¡Pero al menos les tengo una sorpresa! Y es que hoy publicaré dos capítulos seguidos.

Esta chica ha ayudado a esta historia desde un principio. Es la creadora de los GLORIOUS PURPOSE AWARDS (a los cuales se ha tomado la molestia de nominarme hace un tiempo atrás < 3) y se encargó de hacer la primera portada seria de «Superstition», cuando tenía menos de trescientas visitas.
De nuevo, le doy las gracias. Pásense por su perfil para poder conocer más de sus maravillosas obras ¡!

Las preguntas de este capítulo son: ¿Qué opinan de la manera en la que  narro la tercera persona? ¿Les agrada más que los capítulos escritos en primera? ¿Encaja mejor con este libro?
Y, ¿fueron capaces de sentir el dolor de Peter?
Me interesa mucho saber sus respuestas para futuros capítulos de este libro.

Este capítulo está dedicado a -mayfield, quien es una hermosa persona que se ha tomado el tiempo de apoyar a esta historia al cien por cien. ¡Gracias, linda!

En fin, ¡eso es todo por este capítulo! La siguiente parte es de suma importancia para comprender la trama.

¡Voten, disfruten y comenten!

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