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━ chapter sixteen: truth


༻ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐒𝐄́𝐈𝐒 ༺
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' VERDAD '
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PARA MÍ, EL EPÍTOME DE lo molesto siempre se había definido como aquellas mañanas calurosas en las cuales el sol te acaricia la piel, pero sus rayos no terminan de arroparte. Esas en las que la luz proyectada por la ventana no emana la temperatura verdadera, los vientos se empeñan en congelarte y, en vez de sudar como cualquier persona común, lo único que quieres hacer es enterrarte en el más grueso de los suéteres.

Como si de una batalla se tratase, el frío y el calor buscaban dominarme. La temperatura en la Torre Stark era de unos treinta grados aproximadamente, pero por alguna razón yo no podía parar de temblar. Incluso, a pesar de que nunca le había cogido el mismo gusto que mi padre, tuve que recurrir a abrazar una taza de café entre mis manos, con la esperanza de calentarme un poco.

No servía, sin embargo. Y por más que me obligué a darle pequeños sorbos, aquel líquido seguía sin gustarme.

—Hola, Rae.

Cuando separé mi vista del gran ventanal que había en la cocina, me encontré con la pequeña y bobalicona sonrisa de Peter Parker. Apoyaba su barbilla sobre la palma de su mano, sosteniendo el peso de su cabeza a través de su codo, el cual se hallaba en contacto con la impecable mesada. Un par de rizos castaños cayéndole sobre la frente y los ojos ligeramente hinchados por recién haber despertado sazonaban la imagen, convirtiéndola en la primera fuente cálida que había visto en lo que llevaba de día.

Aparté la mirada, agachando la cabeza con vergüenza y abrazando con más firmeza a la taza.

—Peter —saludé con algo de incomodidad, balanceándome sobre mis talones.

Desde que besé a Parker —hacía cinco días atrás—, ninguno de los dos habíamos tomado la iniciativa de hablar sobre el tema.

Por mi parte, me aterraban los cambios: la incertidumbre, pensar en qué podría suceder en un futuro, si cambiaríamos, si seríamos capaces de superar los secretos y mantener la misma relación de la que poco a poco me estaba enamorando.

Pero, a diferencia de mí, sentía que Peter estaba haciendo todo lo posible por sacar el tema. Iba desde pequeñas cosas, como lanzarme inocentes indirectas —bastante directas, a decir verdad; aunque podría apostar a que Peter, mientras intentaba ocultar su sonrojo, creía lo contrario—. Pasaba por caricias y acercamientos inesperados, gestos sutiles, y llegaba hasta aquella mirada.

Esa mirada en específico, tan especial y abrumadora, en la que parecía que sus ojos me analizaban como si yo tuviera al mismísimo universo entre mis manos.

Era completamente adorable, dulce y, me atrevería a decir, surrealista, pero a la vez frustrante. Aunque creía no merecer que alguien me observara con tal admiración, aquella expresión continuaba empujándome al borde mi precipicio personal: cada vez que encontraba a sus ojos, no podía espantar a la tentación de decirle lo mucho que le quería, más allá de las barreras de una amistad.

Éramos jóvenes, estábamos destinados a meter la pata. ¿Querríamos arruinar las cosas entre nosotros, entonces? ¿O nos quedaríamos con lo que apenas habíamos podido manejar?

—¿Volvieron las pesadillas?

Enderezó la espalda, su semblante perdió la magia y sus palabras sonaron mucho más cuidadosas; estaba segura de que había notado mi pésimo estado de ánimo.

—Desventajas del estrés postraumático, Pete. —Le di al café un sorbo, con la punta de la lengua bañada de cinismo. Intenté no dibujar una mueca de desagrado cuando la sustancia quemó a mi garganta—. Nunca sabes cuándo vas a volver a sentir al mismo edificio rompiéndote la columna una y otra vez cuando en realidad estás tomando una ducha.

—Rae... sabes que hubiera tomado tu lugar si hubiera tenido la oportunidad, ¿no? —Tragué en seco. Lo miré por el rabillo del ojo, conteniendo mi propio temblor mientras veía a su quijada sacudirse por la impotencia—. Lo sien–

No lo digas —interrumpí con más dureza de la que pretendía. Me obligué a sonreírle después de tomar una gran bocanada de aire, deslizando mi mano hacia la suya para intentar enmendar mi error—. Ya te has disculpado lo suficiente. No es tu culpa, no es culpa de nadie. Si sucedió, es porque se supone que tenía que pasar.

Peter asintió con suavidad, relajando su postura ante mi tacto. Le dio un apretón a mi mano que causó que los vellos de mi nuca se erizaran; su pulgar comenzado a acariciar mis nudillos mientras su ceño se relajaba.

—Eso no te está ayudando. —Peter me quitó la taza con cuidado—. ¡Ni siquiera te gusta el café!

—Tengo frío. El café era mi última opción para controlarlo.

Inspeccionó el grueso suéter de lana que cubría a mi cuerpo junto a la sudadera que le había robado la noche anterior. Vio los tres pares de medias arropando a mis pies y, por último, cayó en que, a pesar de todas las prendas que llevaba encima, yo seguía tiritando, con la punta de la nariz y de los dedos prácticamente congelados.

—¿Y qué onda con tus poderes? —cuestionó con mayor seriedad—. ¿Siguen... inactivos, o lo que sea?

Extendí mi palma libre. Cerrando los ojos y pensando en el característico calor del fuego, concentré toda mi energía en la punta de mis dedos y, justo como todas aquellas veces en las que lo había intentado desde que desperté en el hospital, no sucedió nada: las familiares chispas no salieron a la luz, las llamas siguieron dormitando y, por primera vez, pude decir que extrañaba al sobrenatural ardor que generaba mi sangre contra las paredes de mis venas.

Intenté silenciar a la insistente voz que me atormentaba mientras Peter inspeccionaba mi mano con preocupación. Sin embargo, seguía exigiéndome que de una vez por todas hiciera la pregunta que por tantos días llevaba carcomiéndome.

«¿Cuál es tu secreto, Parker?»

Aquellas palabras se habían convertido en una especie de mantra para mí; incluso, cuando compartíamos nuestro primer beso, no dejaban de resonar en el fondo de mi cabeza.

Aunque me empeñara en barrerlas hasta el más oscuro rincón, aunque intentara distraerme para no pensar en ello y aunque tratase de darle tiempo a Peter para que finalmente ganara el valor de decírmelo por sí mismo, mi conciencia seguía ahí, insistente y, sobre todo, sedienta de respuestas.

Quería salir de las sombras, escuchar la verdad. Y a decir por la manera en la que mi piel picaba ante la espera y por la enorme necesidad que sentía de morderme la uñas, podía afirmar que en mi sistema había una mezcla de nervios, curiosidad y desesperación que estaba más que dispuesta a satisfacer mis deseos, fuera como fuera.

Peter, —La curiosidad siempre terminaba ganándome, y ya había esperado demasiado tiempo como para seguir guardando silencio–, aún no he olvidado que estás ocultándome algo.

Como si le costase digerir las palabras, su rostro cambió en cámara lenta. Sus ojos fueron los primeros en reaccionar, abriéndose como un par de platos. Sus hombros se tensaron mientras intentaba adaptar una posición relajada que resultó como un movimiento torpe y, para cuando su palma comenzó a sudar bajo el agarre que apretó sobre mi mano, confirmé que no eran simples sospechas: Peter estaba guardándome un secreto, o tal vez varios.

No supe por qué, pero reafirmarlo solo logró decepcionarme aún más.

—¿Peter?

Mi primer instinto fue maldecir al escuchar una voz proveniente del umbral de la
cocina. Sin embargo, al caer en cuenta de que se trataba de la suave voz de Riley, giré hacia ella.

Dejé que mis propias piernas se encargaran de regañarme por haberme movido tan rápido. Aún no me acostumbraba al molesto rozar de las placas contra los huesos de mi cadera, pero lo más importante en el momento —y todo el maldito tiempo— era y siempre sería Riley.

—No te lo había dicho pero... tomé mis primeras fotos. En Alemania, a las afueras del hotel, mientras ustedes estaban en el aeropuerto.

Hasta que Riley no levantó el aparato que tenía colgado en el cuello, no me había percatado de que, tal y como lo había prometido, Peter le había regalado la cámara que alguna vez perteneció a su difunto tío, Ben Parker.

Mi corazón se ablandó. Mi semblante se relajó de manera considerable. Momentáneamente, olvidé lo que estaba aconteciendo segundos atrás y solo me concentré en que Peter Parker le había dado a mi hermana uno de los pocos recuerdos que tenía de su tío, solo para hacerla feliz.

—Oh. —Peter aclaró su garganta, esbozando una sonrisa incómoda—. ¿Y qué tal? ¿Te gus-gustó la cámara, pequeña demonio?

—La cámara es perfecta. —Si Riley notó el temblor nervioso detrás de la voz del castaño, pareció ignorarlo—. Pero las fotos... —Su expresión emocionada se transformó en una aterrada—... no tanto.

Antes de que alguno de los dos pudiese decir algo, Riley ya nos había extendido un trío de fotos. Lucían un poco desgastadas, pero de igual forma podía distinguirse la figura de un monstruo cubierto de fuego, con las mismas garras que me habían acechado antes de caer inconsciente en Berlín y la misma expresión diabólica tatuada en sus ardientes facciones.

La criatura que vi en alguna ocasión a través de mi ventana, la que se me acercó antes de desmayarme, y la misma que me había cazado en mis pesadillas durante los últimos días.

—¿Parker? —hablé sin aliento, sintiendo a mi pulso aumentar y a mi piel calentarse por primera vez desde que había despertado de mi coma. Peter volteó hacia mí; un matiz de reconocimiento, nervios y temor bañando a su mirada—. ¿Esto tiene que ver con lo que sea que me estás escondiendo?

✧✧✧

Después de tres días alojándome en la Torre Stark, podía decir que la atmósfera era completamente diferente a como la había imaginado. Por alguna razón, cuando Tony me dijo que pasaría un tiempo allí para que pudiese estabilizarme con el asunto de mis piernas, me imaginé que el lugar contaría con un ambiente acogedor, repleto de personas extraordinarias: genios, científicos dotados y quizás uno que otro superhéroe.

Sin embargo, creo que el cambio de "Torre Vengadores" a "Torre Stark" le dio un giro al asunto. No habían rastros de un ambiente cálido, sino sombrío, y todo el personal de la torre parecía haber sido contagiado por aquellos ánimos.

Tal vez se trataba de una especie de luto que me ayudó a recordar que yo misma había presenciado la ruptura de los Vengadores. O quizás era la simple ausencia del señor Stark, a quien no había visto por allí ni en una sola ocasión. Incluso, aunque después de muchas súplicas de mi parte Tony accedió a que Peter y Riley se quedasen conmigo, entre tantos secretos y la gran cantidad de tiempo que debía emplear en mis terapias ninguno de los dos había logrado brindarme la paz que tanto añoraba.

Hasta la habitación de Wanda Maximoff parecía ser consumida por las tinieblas. No podía ignorar el dominante hedor a melancolía que emanaban las paredes, por más que mi hermana, Peter y yo pasáramos las noches allí, juntos, intentando olvidar el hecho de que, tal y como me lo había comentado Visión con una expresión triste y desorientada, Wanda estaba siendo torturada por el gobierno junto al resto del equipo del Capitán América.

Es por eso que grande fue mi sorpresa cuando vi el atisbo de dos sonrisas, ocultas por la distancia.

Me encontré a Tony Stark ayudando a James Rhodes con sus nuevas piernas mecánicas, mientras paseaba por los pasillos de la torre con intenciones de practicar mi caminar y de airear mis pensamientos luego de que Peter me dijese toda la verdad sobre el asunto de Elissa, la extraña criatura que, ahora sabía, llevaba "Flammae" por nombre y el porqué de sus repentinas apariciones.

—"Mesa para uno, Señor Stank" —Escuché que decía Rhodes a medida que me acercaba al par—. "Por favor, por el baño" —continuó con burla.

—¿De qué me perdí, Señor Stank? —pregunté con una sonrisa divertida, dando cortos y calculados pasos hacia Tony.

Me tragué una mueca de dolor cuando pisé de manera inadecuada y una insoportable punzada repercutió en mi pelvis. Estiré los labios en una sonrisa tensa.

—Nada que te interese, niña.

A pesar de que sus comisuras se elevaron ligeramente, algo tatuado detrás de su mirada me dijo que las cosas no iban bien para Tony.

—¡Rae! —Rhodey rio—. ¿Cómo está mi compañera de terapia favorita?

Suspiré con cansancio: —Podría estar mejor, pero supongo que bien.

No todos los días te enteras de que el destino quiere verte muerta de alguna u otra manera, incluso después de destrozarte las piernas.

Mentiría si dijera que toda la información que había soltado Peter después de que Riley nos mostrara las fotos de Flammae no me abrumaba. De hecho, seguía más que escéptica, pero tomando en cuenta que Parker solía ser el antónimo de un buen mentiroso y que confiaba demasiado en él como para no creerle, podía asegurar que todo era cierto: desde el trato que estableció con Elissa para salvarme de las garras de Flammae hasta el verdadero origen del universo.

No tenía ni idea de cómo lo recordaba todo; en realidad, no quería pensar en ello. Tenía la inmensa necesidad de distraerme antes de que mi cabeza explotara y, aunque pasar un tiempo con el señor Rhodes después de haber entablado una amena amistad durante nuestras terapias sonaba tentador, mi peculiar habilidad de deducir lo que pasaba por la cabeza de Stark me decía que debía hablar con él.

—¿Dónde estuvo durante todo este tiempo, señor Stark?

—¿Alguna vez has escuchado de la palabra "privacidad"? ¿No? —Puse los ojos en blanco como respuesta, tratando de esconder una carcajada—. Vaya, es una pena, ¿y de la frase "no te incumbe"?

—Pues yo sí he escuchado de ella —respondió Rhodes—. Los dejo para que hablen con más... calma. —Palmeó la espalda de su compañero—. Suerte con esto, Tony Stank.

Rhodey elevó las manos en un gesto de inocencia, encogiéndose de hombros cuando Tony lo miró con algo de molestia. Fingí no percatarme de su pequeña y silenciosa conversación hasta que Stark giró a verme, luego de que James se perdiese dentro de otra habitación.

El hombre sonrió, dominado el arte de las expresiones falsas: —Has progresado con tus piernas, por lo que veo.

Bajé mi mirada hacia el par de piernas que aún luchaban por sostenerme. Dejé que mis dedos se perdieran en mi cadera, recordando la desagradable cicatriz que había quedado en mis costados.

Algo así. —Hice una mueca, arrugando la nariz de manera inconsciente.

—Supongo que sabes que es prácticamente un milagro el que puedas seguir caminando.

—Peter me dijo que la prima de Natasha fue quien me ayudó con eso. —Asentí con suavidad. Un sabor agridulce embarró a mi boca mientras aquel nombre salía de mis labios—. Aún no creo que ella me haya ayudado. —Suspiré—. Después de todo lo que me ha hecho...

—Los villanos se convierten en héroes todo el tiempo; así como los héroes, en villanos. —La vista de Tony se perdió en el paisaje urbano que se extendía a través de la gran cristalera. Aclaró su garganta—. No debería sorprenderte. Me he dado cuenta de que la vida no deja de abofetearnos con esas malditas ironías.

—Quizás es una de las cosas que tenemos en común —murmuré. Guardé silencio por un par de segundos—. ¿Lo dice por experiencia? —Tony despegó su vista del panorama. Su rostro sereno adquirió un matiz nostálgico que fui lo suficientemente ágil de captar—. Señor, sé que ha intentado cambiarme el tema, pero estoy segura de que lo que sea que estuvo haciendo durante estos últimos días fue incluso peor que la pelea en Berlín.

—Rae, eres solo una ni–

—Una niña que debe cargar con más peso del que muchos adultos podrían imaginarse, señor Stark. —Para ese punto, mis uñas ya se habían clavado en las palmas de mis manos, concentrando toda mi rabia—. Está bien, no tiene que contarme nada. No soy nadie para meterme en sus asuntos, después de todo. —Apreté los labios, ignorando las nauseas que me invadieron de manera repentina—. Pero solo trate de pensar en todo lo que le he dicho. Nadie tiene la culpa, nadie quiso que las cosas terminaran así, y si está tan dispuesto a buscar un culpable, no piense en usted mismo y simplemente gire a ver al gobierno.

Silencio. El incómodo y usual silencio que sigue a casi todas mis conversaciones con Tony Stark. O su peculiar manera, quizás, de demostrar que había quedado impactado.

No sabía que había desatado una inesperada bomba con mis palabras.

—No tienes padres, ¿cierto? —La pregunta me tomó por sorpresa a pesar de que, para ese punto, ya sabía que podía esperarme lo que fuese de aquel hombre. Había una chispa diferente en sus ojos: de determinación, firmeza, y la previa tristeza pareció haber sido borrada. No me quedó más remedio que asentir—. Bien, yo tampoco. Y por lo que sé, los de Parker también se unieron al club de los muertos. —Lo único que pude hacer fue dejar que mi boca cayese entreabierta, buscando las las palabras adecuadas. Sin embargo, Stark no me dejó hablar—. Entonces haré lo que cualquier padre cuerdo haría por sus hijos: les quitaré los trajes, a Parker y a ti, y no quiero enterarme de que alguno de los dos se vuelva a involucrar en este mundo, ¿entendido?

Hasta entonces, nunca se me había ocurrido ver a Tony Stark como una figura paterna. Apreciar en él la misma voluntad y el mismo deseo de ayudar que poseía mi padre, me había dejado sin palabras.

«De acuerdo, eso fue... intenso»

Dejé que los recuerdos de un hombre, sentado frente a la chimenea mientras fundía en un abrazo a tres niños pequeños, me envolvieran de arriba a abajo, escuchándome a mí misma preguntarle a mi padre si los finales felices existían. Mi pecho se estrujó, mis ojos se cristalizaron, y un nuevo impulso de lanzarme a Stark para abrazarlo con todas mis fuerzas surgió desde lo más profundo de mi alma.

Aunque no tuve el valor de hacer lo que mis instintos me rogaban, opté por dejar que mi expresión le agradeciera con la más humilde de las gratitudes, porque no me había dado cuenta hasta ese preciso momento de lo mucho que necesitaba a un padre que me guiara después de todo lo que había sucedido en los últimos meses.

—Como ya le dije, no tengo pensado volver a tocar ese traje. —Tragué; la saliva cayendo como una roca dentro de mi estómago. Intenté que no se notara el tono quebradizo de mi voz—. Pero, por favor, no le quite el traje a Peter. Nunca lo había visto tan emocionado como cuando se probó esa máscara... —El semblante del señor Stark se suavizó—. Es todo lo que tiene, no puede quitárselo. Por... por favor.

—Escucha, niña —comenzó, con un poco más de serenidad y una pizca de cansancio bañando a su mirada—. Sé que son jóvenes, tontos, que están enamorados... —Hizo una pausa—... sé que quieren salvar al mundo, juntos, aunque ahora digas que no vas a volver a tocar el traje; pero aún no están listos para eso.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía, en lo más profundo de mí, que Tony tenía razón.

—Pero, de acuerdo, no le quitaré el traje. —En cuanto aquellas palabras salieron de su boca, un suspiro aliviado tomó lugar entre mis labios. Pensé en lo emocionado que estaría Peter cuando le dijeran que podría conservar el traje y, aunque aún me hallaba un poco molesta por los secretos que me había escondido, la imagen valió completamente la pena—. Parker podrá seguir siendo el Niño Araña siempre y cuando no cause problemas, y ahí entras tú.

» No dejes que dependa de una identidad falsa. —Dio un paso hacia mí, cruzando sus manos detrás de su espalda—. El chico tiene potencial, y para que yo diga eso es porque es cierto.

» Hace un tiempo te dije que tenías que cuidar de él, y hablaba en serio; sería lamentable que un muchacho tan joven se perdiera a sí mismo dentro de un jodido traje.

Asentí, convencida de que lo que decía era completamente cierto, porque yo misma sentía que me estaba hundiendo dentro de los secretos de la Chica Fuego.

Y no podía continuar así, ahogada bajo un río de arena movediza donde cada segundo representa una mentira, un minuto resume a un engaño y una hora encierra una nueva pena, ya que estaba arrastrando a mis seres queridos junto a mí, hacia ese maldito mar de engaños.

—Una última cosa, señor Stark. —Apreté mis labios, tomando el valor para soltar la petición. Mi respiración era irregular; mi pulso, inestable—. ¿Podría... —titubeé. Me obligué a ni bajar la mirada por primera vez en mi vida—... podría llamar a mi hermano?

» Tengo algo que debo sacarme del pecho, y no puedo esperar a decir la verdad de una vez por todas.

El atisbo de una sonrisa, sincera y complacida, se dibujó en el rostro de Tony. Repliqué la suya, y así de fácil un peso se levantó de mi espalda.

Aunque sabía que Tony Stark no podría ayudarme a recuperar la parte de mí que había quedado sepultada bajo el aeropuerto de Berlín, estaba dispuesta a que él, y solo él, me ayudara a crecer como la heroína en la que aún —en secreto y a pesar de todo lo que había acontecido— quería convertirme.

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Envolverme en la comodidad de los brazos de mi hermano siempre había sido uno de mis pasatiempos favoritos, desde que usaba pomposas faldas durante mi infancia hasta que perdí el gusto por los afamados unicornios. Su esencia siempre me había parecido una de las más cálidas, de las más reconfortantes, y aunque su perfume no era diferente al de una suave brisa de verano, seguía siendo perfecto.

Abrazar a Jonas se sentía como estar en casa. Un gesto familiar, sencillo e indispensable. Sin embargo, estando allí, dentro de la habitación de Wanda Maximoff minutos después de que mi hermano llegase a la Torre Stark, dolía el darme cuenta de que no había tenido el placer de disfrutar de su aroma desde hacía meses atrás.

—Te extrañé, niñita. —El murmullo de Jonas se vio distorsionado por obra de sus labios apoyados contra mi coronilla—. Parece que han pasado siglos desde la última vez que te abracé de verdad, eh.

Decidí no responder; sería demasiado difícil que mi voz atravesara el nudo atado en mi garganta.

Jonas tenía razón; me sentía culpable, porque lo primero que había pensado al verlo fue en que era un alivio que la quemadura de mi rostro ya hubiese sanado, puesto que no tendría que dar más explicaciones.

Y me sentí aún más culpable por lo que estaba apunto de hacer, pero ese era el precio que debía pagar por la verdad.

—¿Y? ¿Cómo te ha ido con la pasantía? —Una sonrisa orgullosa debutaba en el rostro del castaño.

—La verdadera pregunta es cómo te fue a ti en Manhattan. —Intenté cambiar de tema desesperadamente—. ¿Te dieron un ascenso en el trabajo? ¿Por fin conseguiste una novia? Vamos, Joe, quiero una cuñad–

—Esto se trata de ti, pequeña genio; no de mí —contraatacó con diversión—. ¿Sabes lo mucho que yo hubiese querido trabajar aquí? ¡Por Dios, Rae, dime que has entrado al laboratorio de Stark! —A pesar de toda la tensión acumulada sobre mis hombros, dejé salir una risilla al ver a sus ojos brillar como hacía tiempo no lo hacían. Sabía bien que Jonas era un nato amante de la ciencia y de la tecnología; de hecho, solía estudiar una carrera relacionada con el tema, pero después de que nuestro padre muriera y de que mamá se marchara de casa, no le quedó más opción que abandonar los estudios y dedicarse a trabajar en algo que detestaba—. Esta oportunidad... no puedes dejarla pasar. —Suspiró con un aire más serio, posando sus manos sobre mis hombros—. Quiero que sepas que estoy dispuesto a dar lo necesario para que logres algo más de lo que yo jamás podré hacer.  Cuando el señor Stark me llamó para decirme que debías quedarte aquí por unos días y que le daría hospedaje a Riley debido a que yo no estaba en casa fue... no lo sé, no pensé demasiado cuando confirmé mi autorización.

» Siempre he buscado lo mejor para ustedes y... se siente extraño; el no haber podido ayudarte a conseguir esto. —Detecté una pizca de molestia en su voz, mas la cubrió con otra sonrisa ladeada—. Pero en fin, estás creciendo.

» No puedo seguir comportándome como si en algún momento llenaré el agujero que dejó papá, después de todo.

«Y yo no puedo seguir mintiéndote, hermano»

Estiré mis comisuras tanto como mis mejillas me lo permitieron, intentado que Jonas no se percatara de que había tocado más de una fibra sensible con solo unas pocas palabras. Sin embargo, cuando la ilusión abandonó el semblante de Jonas para ser reemplazada por la preocupación, supe que mis lamentables intentos de actuación no me habían resultado en aquella ocasión, y que mi piel seguramente había perdido todo su color.

No podía seguir fingiendo que todo estaba bien, que no me había dolido cuando sus manos habían rozado la cicatriz de mi espalda mientras nos abrazábamos segundos atrás. Necesitaba destapar a mi pecho, expulsar los secretos que solo me ponían ansiosa y sentir que, por primera vez en lo que sentía como años, el aire recuperaba su ligereza y el espeso humo que entraba a mis pulmones se transformaba en oxígeno puro, libre de mentiras.

Y por eso decidí soltarlo, porque ni siquiera me veía en la capacidad de responderle como si en verdad fuese un prodigio, cuando en realidad no era más que una simple chica que no lograba memorizar más de una fórmula química.

Soy la Chica Fuego. —Suspiré de manera temblorosa. Ni siquiera me había dado tiempo de pensar mis palabras—. De la que hablan en las noticias, el... el fenómeno en llamas, o como sea que me llamen.

Jonas rio. Rio como si hubiese enloquecido, y creo que esa fue la peor reacción que pudiese haberme esperado.

—Vamos, Rae... —se carcajeó. Los nervios nublaron mi visión, mis ojos se cristalizaron, el frío de la mañana fue intensificado y mis labios cayeron entreabiertos, sin saber qué hacer—. Pensé que Riley era la de las bromas, no tú.

Un chasquido. Un chasquido fue todo lo que bastó para que una pequeña llama surgiera entre mi pulgar y mi índice, avivado por una mezcla de desesperación, esperanza y miedo. Dejé que el fuego hablara por mí, que fuese mi salvavidas por al menos un momento, a pesar de que era la primera vez que había decidido aparecer desde hacía cinco días.

Y aunque un peso se había levantado de mis hombros, nuevas toneladas fueron agregadas en cuanto una solitaria lágrima se deslizó por la mejilla de mi hermano, quien, con un aura confundida y enojada, abandonó la habitación con un portazo antes de que siquiera pudiese parpadear.

Desde que había obtenido mis poderes, desde que mis dedos terrestres hicieron contacto con uno de los fragmentos del corazón de Flammae, siempre me pregunté cuál sería el comienzo de mi historia.

Pero allí, con la imagen de un decepcionado Jonas forjada dentro de mi mente, me pregunté si aquella historia había llegado a su fin sin siquiera tener un principio concreto, porque no valdría la pena escribirla si con cada párrafo quebraría un trozo de mi corazón, y con cada verdad no narrada rompería la confianza que tenía con quienes más amaba.

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❮ 𝗡𝗢𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗨𝗧𝗢𝗥𝗔❯
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¡Hola, bellezas! ¿Cómo se sienten el día de hoy?

¡Pues por fin me ha dado tiempo de escribir! He tenido unos días bastante difíciles (empezando por que, a pesar de que ya tengo internet, me he estado quedando en casa de una amiga y no he encontrado los momentos adecuados para poder escribir). Pero en fin, aquí está lo prometido, a pesar de que no estoy para nada contenta con el resultado ):

Sin embargo, aunque no he tenido demasiada inspiración en estos últimos días, estoy feliz de anunciar que hemos llegado al fin del primer volumen de esta historia: Civil War. Estoy completamente agradecida con cada uno de ustedes por haberme impulsado a seguir hasta este punto, porque sin su apoyo estoy segura de que no hubiese podido continuar.

El capítulo de hoy está dedicado a La_parka por las bonitas palabras que me dedica capítulo por capítulo. Cielo, eres una dulzura ¡!
Y, ya que no le he dedicado el capítulo anterior a nadie, también quiero mencionar a la hermosa valuesmatt, quien tiene el gran poder de conmoverme como nunca con sus opiniones sobre esta historia. Gracias por tomarte el tiempo de comentar cosas tan dulces y atentas, linda.

Preguntas: ¿Qué piensan del desarrollo de Rae hasta ahora? ¿Y de sus decisiones? ¿De su relación con Peter? En fin, todo lo que hayan pensado de la historia hasta este punto.
¡Muero por leer sus respuestas!

Quiero anunciarles también que hemos ganado los premios FANDOMS TOURNAMENT hace un par de días. A pesar de que no era un concurso en el que los lectores podían participar, quería comunicárselos, ya que me hace mucha ilusión.

Estaré tratando de responder sus hermosos comentarios en un par de horas, pero no prometo recuperar al cien por ciento mi actividad; al menos no por ahora. Siento mucho si tardo en mandar mensajes por DM, en verdad quisiera conversar con un montón de personas, mas lamentablemente no cuento con el tiempo.

Quizás tarde un poco más en actualizar ya que tengo que estructurar mejor la trama de esta historia en Homecoming. No duden en que actualizaré, no se preocupen, solo quiero que comprendan la situación en la que me encuentro, y estoy segura de que lo hacen.

¡Les mando un enorme saludo y un gran "gracias" por continuar leyendo aunque estoy comportándome como una pésima escritora! Los adoro, nunca piensen lo contrario por más que tarde en responder sus comentarios.

Tengan un hermoso día.

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