━ chapter fifteen: loss
༻ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐈𝐍𝐂𝐄 ༺
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' PÉRDIDA '
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LO PRIMERO QUE PENSÉ en cuanto volví a adueñarme de mi cuerpo, fue en lo mucho que necesitaba un vaso de agua.
El brusco cambio de sensaciones me arrolló como un tren en movimiento: fue repentino, arrebatador, agotador y, sobre todo, doloroso. La paz que me había traído la inconsciencia fue reemplazada por la perplejidad, mi alma ya no flotaba en un vacío de negrura y mis huesos parecían pesar toneladas, a pesar de hallarme recostada sobre la incómoda superficie de lo que reconocí como una camilla.
La intensa claridad que desprendían las luces del techo me impulsó a soltar un quejido, el cual quedó atascado en las secas paredes de mi garganta. Mi mirada, desorientada, se paseó por el lugar mientras mis oídos captaban el rítmico pitido que emitía el monitor cardiaco; hasta entonces, las tinieblas en las cuales me veía sumergida no me habían permitido caer en cuenta de que una aguja atravesaba mi antebrazo y me conectaba a una bolsa de suero.
En un principio, me invadió la confusión. Intenté recordar por qué me hallaba allí; por qué tenía que refugiarme bajo el molesto hedor a antiséptico que, por experiencia, sabía que cubría a las paredes de los hospitales. Después arribó el dolor, impactando en oleadas que, creí, no podría soportar: una incómoda presión me estrujaba las caderas, casi no podía sentir las piernas y, en mi espalda, había un molesto ardor que me obligaba a mantener la boca entreabierta.
«No quiero estar aquí», repetía, desesperada por arrancar la vía intravenosa de mi carne y salir corriendo de la habitación hasta enterrarme en los brazos de Jonas y besar la cabeza de Riley para asegurarle que todo estaba bien, que cumpliría mi promesa y regresaríamos a casa.
Pero primordialmente, mi alma exigía uno de los cálidos abrazos de Peter Parker.
Para mi buena suerte, el hoyo de soledad en el cual me estaba hundiendo se vio cubierto por un leve chirrido proveniente de la puerta, y cuando la cabeza de Tony Stark entró en mi campo de visión, escuché que mi corazón encontraba un ritmo más estable a través del —ahora pausado— sonido del monitor cardíaco.
El hombre ingresó a la habitación con una sonrisa fingida en el rostro. Cansado, soltando un suspiro pesado y apoyando sus manos sobre sus rodillas, se desplomó sobre la silla que se encontraba ubicada a un lado de la camilla.
—¿Cómo te sientes, niña? —habló en voz baja.
—No me gustan los hospitales.
Creí que mis cuerdas vocales habían quedado completamente desgarradas. Relamí mis labios, sintiéndolos resecos y desagradables, pero mi lengua estaba tan deshidratada como el resto de mi cuerpo.
Esbozando una vaga sonrisa —esta vez más sincera que la anterior—, Stark pareció comprender mis silenciosas peticiones. Me tendió un pequeño vaso de plástico que no dudé en beber de un solo trago, ignorando el temblor que se apoderó de mi muñeca mientras llevaba el líquido hacia mi boca.
—Somos dos.
Tony restregó su rostro con las palmas de sus manos, luchando por mantenerse despierto. Noté, además de las marcadas bolsas debajo de sus ojos, que su cabello estaba echo un desastre.
Y solo podía pensar en que eso no era una buena señal.
—Señor Stark, —El tono ronco de mi voz pareció llamar su atención. Tomé una bocanada de aire antes de hacer la condenada pregunta, temerosa de escuchar la respuesta—, ¿ganamos?
—Si con ganar te refieres a que Steve y Barnes escaparon, Rhodey jamás volverá a caminar por sí solo y que por mi culpa casi mueres... —Tragué en seco ante el amargo sarcasmo que había detrás de sus palabras—... entonces sí, ganamos.
Cerré los ojos con fuerza, sintiendo un fuerte mareo apoderándose de cada uno de mis sentidos. Apreté mis puños a mis costados e intenté regular el infernal calor que me quemaba los pulmones. No había podido ayudar; no pude cumplir mi objetivo, no soporté la batalla, y aquello solo era una señal de debilidad.
Contuve la impotencia dentro de las pequeñas lágrimas que se acumulaban en el borde de mis ojos. El dolor en mis caderas incrementó considerablemente, pero al menos pude agradecer que mi falta de energía mantuviese al fuego dentro de mis venas en un profundo estado de calma.
La sensación —mezclada con estrés, ansiedad y unas molestas náuseas— podía resumirse en una sola palabra: inutilidad, y no estaba orgullosa de admitir que en el último tiempo me estaba familiarizando cada vez más con ese término.
—¿Qué me sucedió? —pregunté con un hilo de voz mientras, después de hacer un movimiento que hizo palpitar de dolor a mis piernas, dibujaba una pequeña mueca.
—Recuerdas lo que pasó antes de que cayeras inconsciente, ¿no? —Asentí con lentitud, intentado camuflar el temblor de mi barbilla. Stark soltó un suspiro—. De acuerdo, eso era lo más importante —murmuró—. Los médicos dieron instrucciones de no decirte nada. Al menos no por ahora, necesitas estar más estable.
Tuve que morderme la lengua para no gritarle a Tony que necesitaba respuestas, si es que quería que conservara la poca sanidad mental que me quedaba. Sin embargo, no tenía las fuerzas suficientes para complacer los deseos de mi terquedad. Tomé, en cambio, profundas bocanadas de aire en un fallido intento por distraer a mis pensamientos de todo el dolor.
Mi mente se empeñaba en reproducir pequeños fragmentos de lo que había sucedido en el aeropuerto. A pesar de que mis ojos estuviesen puestos sobre una de las inmaculadas paredes blancas, solo podía ver imágenes de Natasha negándose a sacarme de los escombros, de Elissa derribándome, de Peter escondiéndome algo, y de la extraña criatura que apareció frente a mí justo antes de que sucumbiera a los encantos de la inconsciencia.
Era agobiante, algo que no podía describir. Me bombardeaban miles de preguntas sin respuestas y recuerdos que deseaba guardar bajo una cerradura inquebrantable. Quería saber por qué seguía allí, con vida, si cualquier ser humano jamás hubiera podido sobrevivir en mi situación; qué me habían hecho, dónde estaba Riley, por qué no podía existir un maldito botón que simplemente eliminara al dolor.
Y en especial, me preguntaba por qué surgieron los secretos, y por qué pesaban tantas toneladas.
—No quiero que me oculten más cosas.
Mi voz tembló, mis ojos se empañaron aún más mientras los trasladaba hacia los de Tony, y mis dedos juguetearon nerviosos sobre mi regazo.
Su mirada se suavizó con lo que reconocí como empatía. Lo vi titubear como nunca antes, pero no tardó en recuperar la compostura con un carraspeo de su garganta.
—Seguimos en Alemania. —Suspiró una vez más, luciendo contrariado—. Estuviste tres días inconsciente. Lo que pasó fue grave; tienes suerte de estar aquí y eso es todo lo que diré.
» Estamos tratando de controlar el dolor. Vas a estar bien.
—Pues sigue doliendo, señor Stark. —Dibujé una pequeña sonrisa que pretendía ser divertida, intentando aligerar el ambiente.
Tony se encogió de hombros mientras replicaba mi expresión. Sus ojos no se iluminaron; el gesto no pasó de más que una simple curvatura en la silueta de sus labios.
El semblante del señor Stark no tardó en oscurecerse: —Y eso sigue siendo mi culpa.
—Fui yo quien quiso venir a Alema–
—Pero fui yo quien fue a buscarlos, al chico y a ti. —Sellé los labios al no encontrar un argumento válido para rechistar. Tony sacudió la cabeza, esquivando mi mirada—. Escucha, no quiero que vuelvas a usar el traje —sentenció un par de segundos después; sus ojos adquiriendo un matiz de determinación que reemplazó al culpable.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal ante la mención de aquel traje. De una creación majestuosa, pasó a convertirse en un retrato de terror dentro de mi mente, y cuando sentí que revivía la manera en la que los trozos de cemento caían sobre mis piernas y el polvo se colaba dentro de mi tráquea, supe que había perdido algo más que a mi confianza.
—No tenía pensado volver a tocarlo.
Era tiempo de dejar ir a la Chica Fuego, porque sabía que jamás podría volver a usar mis habilidades sin rememorar lo ocurrido en el aeropuerto, y quizás esa sería una de las pérdidas que más lamentaría a lo largo de mi vida.
—Necesitas compañía. —Hasta que elevé la cabeza para fijarme en él, no me había percatado de que ambos nos habíamos quedado en silencio. Le echó un vistazo al reloj inteligente que llevaba en la muñeca; supe que algo había sucedido a decir por el brusco cambio que dio su expresión, pero con lo poco que conocía a Tony pude deducir que lo mejor era dejar la curiosidad a un lado y mantener la boca cerrada—. ¿Quieres que hagamos pasar a tu hermana? ¿A Parker? Tu chico no ha dormido bien desde hace días; lo mandé a descansar hace un par de horas, no se despegaba de ti.
—Por Dios, típico de Peter. —hablé para mí misma. Lo imaginaba completamente agotado, recostando la cabeza en el borde de la camilla al caer dormido luego de tragarse un par de quejas, producto de un posible dolor de espalda; era propio de él, así que no me sorprendía—. ¿Cómo están ellos? ¿Riley se encuentra bien? ¿Sabe lo que sucedió? ¿Hirieron a Peter? Yo–
—Detente allí. —Tony elevó su mano con algo de fastidio, haciendo un ademán que me hizo cerrar la boca—. Ambos están bien. Preocupados, pero bien al fin y al cabo.
» Tu hermana estuvo con Happy hasta ayer y hoy insistió en que quería que la trajeran. Es tan terca como Parker y tú juntos, así que no pudimos negarnos. —Enarcó las cejas—. Sé que prefieres que Riley no te vea en este estado, no hace falta que me lo digas. —Apreté los labios con algo de sorpresa, tragándome las palabras que rondaban por la punta de mi lengua para después asentir en silencio—. Parker estará aquí en cuanto antes... quizás un poco de romance o lo que sea que pase entre ustedes dos les vendrá bien, a ambos.
Desistí; ni siquiera intenté corregirle cuando insinuó que había algo más que una simple amistad entre Peter y yo, soltando un suspiro aliviado: Riley y Peter estaban perfectamente bien.
Hasta entonces, no me había dado cuenta de que eso era lo único que me importaba.
Tony pareció interpretar mi silencio como una señal para salir de la habitación. Murmuró algo para sí mismo, su entrecejo se frunció con molestia y continuó chequeando el contenido de su reloj. Para cuando su teléfono comenzó a vibrar, Stark ya había puesto el primer pie fuera del lugar.
Y mientras lo imaginaba poniendo los ojos en blanco debido a la interrupción de su celular, yo no fui capaz de aguantarme por más tiempo aquellas palabras que me acechaban desde que Tony admitió que habíamos perdido.
—¿Señor Stark? —Tony no se giró. En cambio, su espalda se tensó, y la mano que se dirigía hacia el bolsillo de su pantalón para sacar el teléfono cayó inmóvil a su costado—. Hubieron muchas pérdidas. No fue solo una simple batalla, y lo entiendo completamente.
Mis pensamientos viajaron hacia los Vengadores, hacia las promesas que habían jurado y las luchas que habían ganado. Pasaron hacia Steve, su amistad con el señor Stark, y llegaron finalmente al cariño que se reflejaba en el azul de sus ojos cuando hablaba de Bucky Barnes. Llegaron hasta las piernas que James Rhodes jamás volvería a usar, recorrieron la emoción de Peter Parker cuando se probó su nuevo traje, y finalmente acabaron allí, conmigo, sintiéndome como basura debajo de aquella bata de hospital.
Suspiré profundamente, y tomé el coraje para seguir hablando.
—Pero, por favor, no se culpe a usted mismo; esto tenía que suceder —murmuré de manera casi imperceptible—. Debía recordar que mis poderes no son una de esas cosas que deben tomarse como un... —Busqué la palabra correcta—... como un juego.
Escuché mi propia respiración entre el incómodo silencio. Necesitaba escuchar la respuesta de Stark, pero él solo se mantenía callado.
—Descansa, niña. —Me invadió una pizca de decepción después de escuchar sus palabras. Tomó el pomo de la puerta para abrirla por completo—. El tema del traje no va a quedarse así, hablaremos de eso más adelante.
» Después de que salgas de aquí me encargaré de asignarte a un par de enfermeras que te ayuden a volver a caminar. Pasarás unos días en el Complejo Venga–
Hizo una pausa, interrumpiéndose antes de terminar. A pesar de que me daba la espalda, supe que tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para rectificarse sin perder la calma.
—Vengadores, en el Complejo Vengadores.
Mi corazón crujió dentro mi pecho ante la expresión de Tony, pues ambos sabíamos que aquel término se había partido a la mitad. La siguiente mueca que se pintó en mi rostro no ensamblaba el dolor físico, sino el emocional.
Yo ni siquiera formaba parte de los Vengadores, pero después haberlos admirado tanto desde que era una simple infante, la pérdida era más que matadora.
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Decir que la decepción había sido grande después de que Tony Stark abandonara la habitación, era más que obvio.
Un par de horas más tarde, comencé a convencerme de que los astros se habían alineado en mi contra. Una pila de obstáculos se hallaban en pie e incrementaban la distancia que había entre Peter y yo, y esperando ansiosamente a encontrarme con la cálida paz que solía brindarme su mirada, sentía que el tiempo caminaba a paso de tortuga.
Las enfermeras no habían tardado en ponerse de acuerdo para ingresar al lugar, comprobando que todo estuviese en orden conmigo y haciéndome un extenso conjunto de pruebas. Me habían tenido que preguntar un par de veces si me sentía bien, puesto que el monitor cardíaco delataba el acelerado ritmo de mi corazón mientras mi mente vagaba por la presencia imaginaria de Peter; aunque ni siquiera pude ver mi rostro en el momento en el que tuve que inventar una patética excusa, era capaz de jurar que mi sonrojo había rebasado las barreras de lo realista.
El asunto solo empeoró cuando la doctora me informó que una grave laceración trazada desde la base de mi espalda hasta la mitad de mi columna había necesitado de una gran cantidad de suturas, y que un par de placas de titanio implantadas en mi región pélvica eran las encargadas de devolverle la movilidad a mis piernas.
Ni siquiera necesité preguntarle para saber que nuevos defectos se agregaban a la larga lista con la que definía a mi cuerpo, y no tuve el valor de echarle un vistazo a las cicatrices.
Intentaba distraerme con los más mínimos detalles. Miraba las baldosas del suelo, buscando patrones que siempre terminaban siendo igual: aburridos e insípidos. Cada tanto me preguntaba qué hora sería, aunque apostaba a que ya era más de media noche. Jugaba con mis dedos para no tentarme a rozar las zonas en donde habían abierto mi piel para realizarme la cirugía, mordía mi labio inferior hasta dejarle pequeñas heridas e incluso traté de iniciar una conversación conmigo misma.
Nada funcionaba, sin embargo, pues mis ojos seguían ardiendo después de contener las lágrimas por tantas horas, y aunque trataba de consolarme con el hecho de que al menos había sobrevivido, no podía dejar de preguntarme si aquello debía haber sucedido; si realmente merecía haber desafiado a la naturaleza y esquivado a las garras de la muerte.
Y el tiempo continuaba torturándome, recordándome que todavía no tenía permitido recibir la visita de cierto castaño justo cuando más lo necesitaba.
—¿Señorita Williams? —Mis alrededores parecieron recobrar el color en cuanto escuché a la doctora Müller, llamándome con un marcado acento que delataba su nacionalidad alemana—. Hay un chico aquí afuera, Peter Parker... los horarios de visita ya están habilitados. —Tuve que morder el interior de mi mejilla para evitar que mis labios se curvaran en una radiante sonrisa—. ¿Desea verle en este momento o–
—Sí, sí, sí —interrumpí con más energía de la que pretendía. Aclaré mi garganta para recuperar una expresión calmada—. Déjelo pasar, por favor —continué, prácticamente rogando.
La mujer me dedicó un gesto divertido, asintiendo con la cabeza para ocultar una chispa cómplice en el verde de sus ojos. Cerró la puerta con suavidad y, con solo un par de segundos, Peter ya había aparecido frente al umbral, con sus manos escondidas dentro de los bolsillos de su sudadera y una sonrisilla nerviosa acompañando a su rostro.
El aire escapó de mis pulmones en cuanto mi mirada se topó con el dulce chocolate de la suya. Mis mejillas temblaron debido a la emoción contenida, y para cuando mis comisuras se transformaron en la más sincera de las sonrisas, yo ya había extendido los brazos desde la camilla y Peter se había arrojado hacia mí, envolviéndome en un íntimo abrazo.
Mis dedos se enterraron en los castaños cabellos de su nuca a la par que los suyos se aferraban a la tela de mi bata. Mis pestañas rozaban la piel de su cuello, su nariz debutaba cerca de mi mejilla y el ligero tacto de sus labios sobre mi piel, tan suave como una pluma, erizaba inconscientemente a cada uno de los vellos que cubrían a mi cuerpo. La suave esencia que solía perfumarlo me brindaba una cálida sensación de familiaridad, y en aquel momento no sentía temor de que Peter pudiese percatarse del irregular repiqueteo de mi corazón contra su propio pecho, porque lo cierto era que yo sentía el del suyo.
«¿Qué mejor que los abrazos de Peter Parker?», me pregunté mientras apretaba los párpados con fuerza, hundiéndome aún más entre los brazos de Peter.
—No estoy haciéndote daño, ¿verdad?
Sacudí la cabeza con algo de diversión mientras sentía su agarre aflojarse, repentinamente preocupado. Tuve que tomar sus manos y devolverlas a su posición original; aún no estaba lista para dejarlo ir.
—Estás bien —susurré contra su cuello. Solté un suspiro aliviado, mi sonrisa se ensanchó cuando lo sentí estremecer bajo mi agarre.
—¿De qué hablas? Tú estás bien. —Reí con suavidad, separándome un par de centímetros para poder observar su rostro.
—Ambos estamos bien, eso es lo importante.
Nos observamos durante los siguientes segundos —incluso, quizás, minutos—. Dejé que mis ojos se paseasen por los pequeños detalles que conformaban al rostro de Peter: las cejas despeinadas, con una completamente diferente a la otra; la mandíbula marcada, complementada por la increíble suavidad de su expresión, junto a la curvatura de su sonrisa y la sobrenatural luz que parecía emanar de cada poro de su piel.
Su expresión pasó de alegre a conflictiva en menos de un parpadeo. El ceño de Peter se frunció, sus labios de torcieron en una pequeña mueca y sus ojos se cristalizaron antes de que pudiese predecirlo.
—Tenía miedo, Rae.
Mis propios ojos se reencontraron con las lágrimas que llevaban torturándolos desde que había despertado. Sentí una incómoda presión en el pecho, y un instinto ajeno a mi voluntad me llevó a acariciar su nuca con movimientos suaves: necesitaba eliminar el temor de su rostro.
Una parte de mí solo quería bombardearlo con preguntas sobre lo que había sucedido mientras estuve inconsciente, y la otra intentaba creer que lo que verdaderamente deseaba hacer era un simple disparate.
—Yo también —murmuré—. Pero por favor, Peter... —Conforme las palabras salían de mi boca, iba acortando la distancia que se imponía entre ambos. Un suspiro tembloroso abandonó mis labios—... no te asustes ahora.
Así de fácil, en uno de los lugares que más había llegado a odiar a lo largo de mi vida, junté mis labios con los de Peter Parker, y le regalé mi primer beso.
Describirlo era quizás la tarea más difícil que alguna vez había tenido que completar: era torpe, inexperto, pero al fin y al cabo cargado de inocencia. Sus labios eran suaves, como algodones de azúcar, y a pesar de que en un principio nos habíamos quedado pasmados mientras esperábamos a que alguno de los dos se atreviera a hacer algún movimiento, no había tardado en construir un lento ritmo que Peter siguió más tarde.
En un principio, sus manos se habían quedado estáticas sobre mi espalda, tensas, mientras que una de las mías se escurría de manera titubeante hacia su mandíbula. Sin embargo, habían bastado un par de segundos y una caricia de mi pulgar para impulsarlo a abrazar mi cintura con una delicadeza propia de él. Hubieron un par de choques de dientes, el beso pasaba de calmado a apresurado en los momentos menos adecuados, y era obvio que ninguno de los dos habíamos hecho algo parecido antes, pero a decir por las extrañas sensaciones que me carcomían desde la base de mi estomago hasta mi pecho, no podía pedir algo mejor.
Sabía que sentía algo más que un simple cariño fraternal por él. Desde hacía un tiempo atrás era plenamente consciente de que me atraía, desde sus mayores defectos hasta su gran deseo de ayudar. Descubrí lo mucho que había querido conocer un nuevo tipo de contacto más personal, y sin dudas Peter era el único del cual imaginaba recibir esa clase de afecto.
Al fin y al cabo, con sus errores y mordidas para nada intencionadas, aquel beso había sido perfecto para mí, porque después de haber creído que jamás volveríamos a vernos, comprobar que éramos reales era lo que más necesitábamos.
Para cuando nos separamos, me pregunté por cuánto tiempo habríamos estado allí, solos, con nuestros labios rozándose mientras mi frente reposaba sobre la de Peter.
Las mejillas de Peter se habían sombreado con un llamativo sonrojo y estaba segura de que las mías no se quedaban atrás.
—Yo... —Peter tragó en seco. Mi corazón se detuvo por una milésima de segundo, mis comisuras cayeron en un gesto preocupado, y sus ojos solo brillaron con más intensidad—. No sé qué decir.
Un par de risueñas carcajadas salieron de mis labios, cargadas de alivio. Peter no tardó en copiar mi acción a la par que una de sus manos trataba de acariciar mi espalda, aunque podía notar con claridad la duda y la ligera incomodidad que lo embargaba al intentarlo.
Solo sonreí con más ganas.
—No importa —Enredé mis dedos en su cabello. Peter cerró los ojos con una pequeña sonrisa—. No importa, estás aquí —musité, abrazándolo una vez más.
Al menos no había perdido a Peter Parker, y eso era más que suficiente para mí.
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❮ 𝗡𝗢𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗔𝗨𝗧𝗢𝗥𝗔❯
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¡Hola, linduras! No puedo decir mucho más en este momento, literalmente estoy apunto de abordar un vuelo hacia España, mi nuevo hogar. ♡
LO ÚNICO Y MÁS IMPORTANTE, ADEMÁS DE LO ÚLTIMO QUE PUEDO DECIR ANTES DE MONTARME EN EL AVIÓN, ES QUE WATTPAD NO ME DEJA RESPONDER COMENTARIOS. Los leo y aprecio todos, pero no puedo responderlos por alguna razón.
En fin, alargaré esta nota una vez aterrice, y también publicaré la dedicación de este capítulo.
¡Espero que lo disfruten! ¡Díganme qué les pareció!
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