𝟢𝟤𝟩. Programmed destiny
THERESSA ENTRÓ SILENCIOSAMENTE al garaje abandonado, sus pasos eran tan ligeros como la respiración controlada que mantenía mientras analizaba su entorno. Sabía que tenía que ser discreta, aunque Sam le había dado la dirección, era su naturaleza actuar como una espía, evitando ser descubierta hasta el momento adecuado.
Las luces eran tenues, densas sombras se extendían alrededor de las esquinas de la enorme y oxidada estructura. El sonido lejano de maquinaria resonó, amortiguado por la espesa capa de polvo y el abandono del lugar.
Mientras sus ojos se adaptaban a la oscuridad, Theressa vio las siluetas familiares. Sam estaba cerca de la entrada, vigilante, mientras Steve, de brazos cruzados, estaba junto a Bucky. Sin embargo, no era el Soldado del Invierno quien estaba frente a ellos, era el propio James. Sus ojos, aunque llenos de culpa y dolor, estaban claros y parecía completamente consciente.
Su brazo de metal estaba sujeto por una pesada máquina de sujeción, como si lo mantuvieran bajo control, pero Bucky no estaba luchando. Estaba tranquilo, o tal vez resignado.
—Theressa—fue Steve quien habló primero, su voz profunda pero suave.
Ella asintió, sin dejar de mirar a Bucky. Sus pensamientos estaban turbulentos.
—James—murmuró deteniéndose a unos pasos de distancia.
Los ojos de Bucky se alzaron para encontrarse con los de ella, vacilantes, casi avergonzados. Él la miró con la misma intensidad que ella a él. Todo lo que necesitaban decir estaba en las expresiones de ambos: la culpa, el sufrimiento, el perdón que tal vez nunca llegaría.
—Kuznetsov.
La forma en que pronunció el nombre, firme y lleno de significado, hizo que el corazón de Theressa se acelerara. Él la recordó. Detrás del dolor y el peso de sus acciones, había una chispa de reconocimiento.
Sam, que observaba todo desde donde estaba, dejó escapar una risa baja y seca.
—Ustedes dos... su dinámica es interesante, por decir lo menos. Nunca sé qué esperar.
Steve le lanzó a Sam una mirada de advertencia, pero incluso él sabía que esa observación no estaba lejos de la verdad. Había tensión en el aire, algo innegablemente complejo entre Theressa y Bucky. Algo que iba más allá de las palabras, una historia de supervivencia compartida que ambos entenderían, pero que otros nunca podrían comprender del todo.
Bucky luego frunció el ceño, la preocupación grabó sus rasgos. Miró a Theressa con una intensidad que casi la hizo estremecerse.
—¿Te... te lastimé?—su voz era baja y el peso de su culpa era evidente.
Theressa dudó por un segundo, pero luego esbozó una leve sonrisa, tratando de ocultar el dolor físico que aún sentía por las heridas recientes.
—Nada que no hayan hecho antes.
Bucky resopló, una mezcla de frustración y amargura emanaba de él. Él entendió lo que ella quería decir. Sus palabras, incluso con su intento de ligereza, sólo reforzaron la cruel verdad: él la atacó. Él era parte del dolor que ella llevaba, parte de la programación, la violencia, la manipulación.
—Eso no mejora las cosas, Kuznetsov—respondió con los ojos fijos en el suelo— Aún así... lo hice. Lo que sea que me hicieron, todavía está aquí, solo necesitaban decir esas malditas palabras...—su voz se apagó, llena de arrepentimiento.
Theressa observó a Bucky por un momento, viendo el peso que llevaba. Ella conocía este sentimiento, esta carga. Ambos sobrevivieron a una guerra interna, pero también a una que otros les impusieron. Cada cicatriz que llevaban, física y emocional, era un recordatorio constante de la violencia que sufrieron e infligieron.
Steve rompió el silencio con su voz profunda y firme, tratando de volver a centrarse en lo que estaban allí para discutir.
—Bucky, continúa con lo que decías antes. Sobre que hay otros súper soldados.
Bucky suspiró, pasando una mano por su cabello con dificultad, claramente incómodo al mencionar ese tema nuevamente. Apartó la mirada de Theressa, como si fuera reacio a involucrarla más en esta conversación. Pero al final supo que no tenía elección. Él siempre lo supo.
—Ya te lo dije—murmuró Bucky—Había más de ellos... en la base de Hydra en Siberia. Pero no estaban preparados. Excepto uno.
Steve frunció el ceño, la preocupación era evidente en sus ojos. Dio un paso adelante, queriendo más detalles.
—¿Quién?
Bucky dudó por un segundo y su mirada se oscureció. Luego, levantó los ojos y miró a Theressa. La expresión de su rostro era una mezcla de culpa, arrepentimiento y un amargo sentido de responsabilidad.
Theresa sintió el impacto de esa mirada, una opresión familiar en su pecho. Ella sabía lo que iba a decir incluso antes de que las palabras salieran de sus labios.
—Ella—respondió, su voz cargaba peso.
Steve frunció el ceño, claramente confundido, y su voz era más baja, casi cautelosa.
—¿Qué?
Theressa sacudió la cabeza rápidamente, como para descartar la idea antes de que se solidificara.
—No. Yo no.
Bucky, sin embargo, la miró resueltamente, la mirada pesada de alguien que guarda demasiados secretos durante demasiado tiempo. Respiró hondo antes de hablar, su voz llena de amarga tristeza.
—Sí. Tú eras el proyecto Supernova. La Viuda Negra que sacaron de la Habitación Roja y... la usaron en el experimento del suero del súper soldado.
Steve dio un paso atrás, el impacto de las palabras de Bucky fue casi físico. Miró a Theressa, buscando alguna confirmación o negación, pero ella desvió la mirada, mordiéndose el labio con nerviosismo.
—¿Tienes... el suero?—preguntó Steve, la incredulidad aún presente en su voz.
Theressa vaciló y su rostro se endureció ligeramente mientras intentaba procesar todo. Ella suspiró, resignada.
—Sí, pero...—admitió, dirigiendo sus ojos hacia Steve—Pero no... no tengo control mental, si eso es lo que estás pensando.
Bucky resopló con frustración, con la mandíbula tensa como si se estuviera conteniendo.
—Sí, lo tienes—dijo, interrumpiéndola, su tono más agudo de lo que pretendía. Theressa lo miró con los ojos muy abiertos, sorprendida por la firmeza de su afirmación—También utilizaron control mental contigo, Theressa.
Bucky mantuvo sus ojos fijos en Theressa, su voz llena de dolor mientras preguntaba:
—¿Cómo crees que entraste en la conversación de Rumlow y Pierce?
Theressa suspiró y se pasó una mano por la cara. Sabía que él tenía razón, pero admitirlo en voz alta era como desnudarse delante de todos.
—Quizás tengas razón—admitió, con la voz más baja y más resignada. Pero Bucky no retrocedió.
—Por supuesto que tengo razón. No te habrían dado el suero de súper soldado si no te iban a utilizar. No eras sólo una agente, Theressa.
Ella inmediatamente se puso a la defensiva, cruzándose de brazos como para protegerse de otra avalancha de verdades.
—Está bien, lo entiendo, Bucky. No es necesario que sigas presionando el mismo botón.
Antes de que la tensión entre los dos pudiera aumentar, Sam, que hasta entonces había permanecido callado, intervino, levantando las cejas en confusión.
—Espera, espera... ¿Qué diablos es este proyecto de Supernova?
Bucky dejó escapar un suspiro cansado, como si esa pregunta le trajera recuerdos que preferiría olvidar.
—El Proyecto Supernova fue una combinación del programa Soldado del Invierno y la Habitación Roja. Querían crear una versión aún más letal. Agentes controlables, como las Viudas, pero con la fuerza y resistencia de los súper soldados. Y Theressa fue uno de los primeros intentos exitosos.
El silencio que siguió fue casi palpable. Sam miró de Theressa a Bucky, procesando la información, mientras Steve parecía estar tratando de encajar todas las piezas del rompecabezas.
Theressa, con los brazos cruzados y mirando al suelo, sintió el peso de aquellas revelaciones, como si el pasado volviera a arrastrarla hacia la oscuridad.
Bucky se pasó la mano libre por el cabello, claramente luchando con lo que tenía que decir a continuación. Miró a Theressa con expresión sombría.
—"Super" no se trata sólo del suero. Es... una estrella roja—explicó, con un tono más bajo y más serio—Como el símbolo de la Unión Soviética, como mi brazo, pero también como el de la Habitación Roja.
Theressa sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando escuchó el nombre de la Habitación Roja. Esa parte de su pasado fue algo que intentó enterrar, pero siempre volvía a la superficie.
—Tienes palabras desencadenantes. Como yo. Pueden llamarte, controlarte... La diferencia es que si usas todo mientras estás bajo su control...
Se detuvo, como si dudara en concluir. De repente, Theressa tuvo un mal presentimiento.
—¿Qué?—preguntó, casi temiendo la respuesta.
Bucky respiró hondo antes de continuar:
—Te mueres, Theressa. Si te llevan al límite, tu cuerpo no podrá soportarlo. Te llamaban "Supernova" porque... cuando explotas, es el fin. Como una estrella moribunda.
El silencio en el garaje fue abrumador después de esta revelación. Theressa sintió el peso de cada palabra, como si una sombra se cerrara a su alrededor. "El fin de la vida de una estrella" ahora tenía mucho sentido. No era sólo un nombre. Era su destino programado si caía en las manos equivocadas.
—Estás mintiendo—murmuró, mientras la ira comenzaba a acumularse en su pecho—Eso no tiene sentido, Bucky. Ya me hice mucho daño, llegué a mi "límite" y no me morí.
Bucky respiró hondo, con los ojos fijos en los de ella y su voz ahora más firme.
—No estoy mintiendo, Teresa. No moriste porque no tenías tu controlador activado.
—¡No soy una bomba de tiempo!—gritó Theressa, con desesperación en su voz—¡No soy una maldita arma lista para explotar!
Bucky apretó los puños con frustración, la tensión entre los dos era casi palpable.
—¡Maldita sea, Theressa, eres demasiado testaruda para ver la verdad!—maldijo, su tono firme, pero mezclado con dolor y frustración—Te hicieron así. No es una cuestión de si es o no una bomba. ¡Te formaron como me formaron a mí y lo sabes!
—¿Ustedes dos pueden detener esta discusión de pareja?—interrumpió Sam, levantando las manos, con una media sonrisa irritada en el rostro.
Los dos permanecieron en silencio, respirando pesadamente, con los ojos todavía fijos el uno en el otro. La tensión todavía estaba en el aire, pero Sam había logrado cortar un poco con su comentario. Theressa miró hacia otro lado, tratando de procesar todo lo que se había dicho.
Theressa nerviosamente dio un paso adelante, sus manos temblaban ligeramente mientras miraba a Bucky con los ojos muy abiertos.
—¿Dónde están las palabras?—la urgencia en su voz era inconfundible—¿Están en el cuaderno del médico?
Bucky respiró hondo y la miró seriamente.
—Es posible...—respondió con voz pesada—El cuaderno tenía más que solo mi control.
Steve dio un paso adelante, frunciendo el ceño con preocupación.
—¿A dónde va, Bucky?
Bucky miró hacia otro lado, el peso de la respuesta claramente visible en su rostro.
—Posiblemente a Siberia. Ahí es donde mantuvieron a los otras "Supernovas" y a los otros Soldados de Invierno. Si quiere activar el proyecto, ahí es donde va.
Sam sacudió la cabeza, claramente descontento con la idea.
—Así que ahí es donde tenemos que ir.
Steve, siempre pensativo, puso las manos en las caderas y miró a su alrededor, calculando la situación.
—Estamos en desventaja. No sabemos cuántos tienen ni a qué nos enfrentamos exactamente. Vamos a necesitar ayuda.
El aire se volvió pesado al darse cuenta de que la batalla que se avecinaba sería mucho más peligrosa de lo que cualquiera de los dos imaginaba. Theressa, todavía conmocionada, sabía que ésta podría ser la última oportunidad de evitar que su destino quedara sellado.
Theressa sacudió la cabeza con frustración y dejó escapar un profundo suspiro.
—No tenemos ayuda—su voz era amarga—La mitad de los Vengadores, la ONU, la Interpol y quién sabe quién más quiere que te arresten o te maten, ahora mismo estamos solos.
El silencio que siguió fue interrumpido por la voz tranquila de Sam.
—No todos—el la miró, una leve sonrisa apareció en su rostro—Conozco gente que no está de su lado. Personas que pueden ayudar.
Steve levantó una ceja, intrigado.
—¿Qué tipo de ayuda?
Sam se encogió de hombros y se cruzó de brazos.
Theressa observó en silencio, todavía escéptica, pero una pequeña llama de esperanza comenzaba a brillar en lo profundo de sus ojos.
—¿Crees que estarían dispuestos a ayudarnos, aunque saben en lo que se están metiendo?
Sam esbozó una sonrisa más confiada.
—Sólo hay una manera de saberlo.
Theressa caminaba por los imponentes pasillos de la ONU, como una sombra invisible entre los agentes. No se sabía el lugar de memoria, pero lo más importante era que sabía dónde estaban las cosas que necesitaba.
Después de atravesar varias puertas cerradas y guardias de seguridad desprevenidos, Theressa se detuvo frente a un almacén secreto. Con una mirada rápida y eficiente, abrió el panel de seguridad, ingresó los códigos que aún estaban grabados en su memoria y escuchó el ligero clic de la cerradura al soltarse. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro cuando se abrió la puerta.
En el interior descansaba el escudo del Capitán América, brillando bajo la tenue luz del almacén. Junto a él, cuidadosamente guardado en una caja, estaba el Red Wing de Sam Wilson. "Robar" sería una palabra fuerte para lo que estaba a punto de hacer, pero "recuperar" parecía más apropiado.
Con precisión calculada, Theressa recogió los objetos, asegurándose de que nadie la hubiera visto. Su tiempo allí fue limitado, pero eficiente como siempre, salió del edificio y desapareció entre las calles concurridas.
Horas más tarde, se acercó a un punto cercano al aeropuerto, donde Sam había acordado encontrarse. Caminó con paso firme, el escudo de Steve atado a su espalda, mientras Red Wing estaba en un compartimento especial que ella había ajustado cuidadosamente. Cuando llegó al punto de encuentro, lo que vio la sorprendió.
Estaban Steve, Sam y Bucky, como se esperaba. Pero más allá de ellos, aguardaban figuras familiares y algunas desconocidas. Clint Barton, con su cara seria y su reverencia siempre a mano, junto a Wanda Maximoff y Pietro, que se movía con la impaciencia típica de quien podría cruzar el mundo en segundos. Sin embargo, había alguien nuevo en el grupo, un hombre que parecía fuera de lugar entre tantos rostros familiares.
—Theressa—Sam fue el primero en acercarse, sus ojos brillaron al ver a Red Wing—¡No puedo creer que lo hayas hecho!
—Tienes una habilidad especial para "recuperar" cosas, ¿eh?—comentó Clint con una sonrisa, claramente admirando el escudo de Steve en su espalda.
Theressa se encogió de hombros.
—No era nada que no nos perteneciera ya.
Antes de que pudiera preguntar sobre las caras nuevas, el hombre desconocido dio un paso adelante y extendió la mano con una sonrisa nerviosa.
—Scott Lang. Ant-Man—dijo con gran entusiasmo.
Theressa lo miró con curiosidad y luego a los demás.
—¿Ant-man?
—Es una larga historia—respondió Sam, sacudiendo la cabeza con una sonrisa.
Bucky, que había permanecido en silencio hasta entonces, miró al grupo reunido, con los brazos cruzados y una expresión de escepticismo.
—No tenemos mucho tiempo—dijo, en voz baja y urgente. Su mirada pasó entre Steve, Theressa y Sam, como si estuviera calculando cada segundo que desperdiciaron ahí parados.
—Bien—asintió Steve con un firme movimiento de cabeza, pasando ya al siguiente paso—Vamos al avión. Necesitamos salir de aquí lo antes posible.
Sin embargo, antes de que pudieran dar un paso, un familiar sonido metálico resonó en los cielos. Dos figuras blindadas aterrizaron con precisión, sus siluetas brillando al sol. Tony Stark y James Rhodes, con sus respectivas armaduras, aterrizaron con un suave impacto, bloqueando el camino.
Tony se quitó el casco, revelando un rostro serio, pero con el típico sarcasmo brillando en sus ojos.
—¿Qué haces aquí, Thessa?—preguntó Tony, su tono desafiante. Miró a su hermana, claramente sorprendido de verla involucrada en esta situación. Theressa lo miró sin dudarlo.
—Te lo explicaré cuando tenga tiempo, Tony. Ahora no es el mejor momento—respondió ella, con un toque de exasperación en su voz.
Tony arqueó las cejas, como si ese fuera el tipo de respuesta que ya esperaba.
—Excelente. Y hablando de tiempo...—luego giró su rostro hacia Steve, su mirada aguda—El tuyo se está acabando, Cap. Y seré muy claro: agradecerás mucho que te entregues ahora, antes de que llegue la Interpol. Porque, créeme, no serán nada amables.
Steve mantuvo una postura firme, pero la tensión entre él y Tony era palpable. Rhodes, al lado de Tony, simplemente observaba en silencio, listo para intervenir si era necesario.
—No puedo hacer esto, Tony—respondió Steve con calma, pero con firmeza inquebrantable.
—Oh, por supuesto que no puedes—Tony negó con la cabeza, exasperado—Porque sería sensato, ¿no? Y Dios no permita que seas sensato por una vez en tu vida.
—No se trata sólo de eso—insistió Steve—Aquí está sucediendo algo más grande.
Tony dejó escapar un suspiro de frustración, el brillo de su armadura reflejaba la brillante luz del sol mientras caminaba hacia Steve.
—Entiendo que creas que está haciendo lo correcto—comenzó, pero su tono pronto se endureció—Pero lo que está sucediendo ahora es más de lo que puedes manejar por tu cuenta.
Steve levantó la mano, intentando calmar la situación.
—Tony, escucha...
Los ojos de Tony se entrecerraron y antes de que Steve pudiera responder, gritó enojado:
—¡Mocoso!
De repente, una figura ágil apareció desde arriba, disparando redes y aterrizando entre los dos grupos. Spider-Man apareció en posición defensiva, listo para actuar.
—Esto es nuevo—murmuró Sam, frunciendo el ceño al ver al joven héroe.
Antes de que nadie pudiera reaccionar, Steve y Spider-Man comenzaron a pelear. El chico era rápido y ágil, esquivando los ataques de Steve con una destreza impresionante. El choque entre el escudo del Capitán América y las redes de Spidey resonó por toda la estancia, mientras los dos se movían en una danza de golpes y defensas.
Theressa, que estaba observando cómo se desarrollaba el caos, se acercó a Tony, que parecía más exasperado que nunca.
—¿En serio, Thessa? ¿Cómo recuperó el Cap su escudo?—preguntó Tony, sin ocultar su irritación, señalando al combate a un lado.
Theressa se encogió de hombros, sin perder la calma.
—No lo sé, Tony. Quizás cayó del cielo.
Tony resopló, claramente no tenía paciencia para las bromas.
—Por supuesto. Porque hoy nada tiene sentido, ¿verdad?—refunfuñó, con los ojos aún fijos en el enfrentamiento entre Steve y Spider-Man.
Dejó escapar un suspiro y volvió a mirar a Theressa, con la expresión de alguien que ya había esperado el caos, pero aún estaba exasperado.
—Sabes, traje refuerzos, ¿verdad?
Antes de que pudiera responder, tres figuras se acercaron al grupo. Natasha, Black Panther y Vision aparecieron, colocándose junto a Tony, listos para lo que vendría después.
Theressa los miró sin mostrar sorpresa y se encogió de hombros, con una pequeña sonrisa.
—Y ellos también.
Wanda, Clint, Bucky, Sam, Scott y Pietro se acercaron, uniéndose al grupo de Steve, creando un frente opuesto.
Tony miró al nuevo equipo reunido frente a él y dejó escapar un largo suspiro.
—Me estoy haciendo mayor para estas cosas...
—No eres el único. Yo también—Theressa se cruzó de brazos, inclinándose ligeramente hacia un lado, aún manteniendo la mirada fija en Tony.
Él la miró fijamente por un momento y luego sacudió la cabeza.
—¿Me vas a decir que esto va a terminar sin que nadie salga lastimado?
—No te voy a mentir—respondió Theressa, con un toque de humor negro—Creo que aquí todos han resultado más que heridos.
Y entonces comenzó la pelea.
Había una confusión generalizada, un verdadero caos. Vengadores contra Vengadores, aliados enfrentados como si fueran enemigos, cada uno luchando por sus convicciones. El sonido de golpes y explosiones resonó por todas partes, pero nadie parecía dar marcha atrás.
Theressa, al observar cómo se desarrollaba la batalla por un breve momento, notó algo curioso: nadie la atacó. Tal vez fue el hecho de que ella había firmado el Tratado de Sokovia y, técnicamente, no estaba en "rebelión". O tal vez fue darse cuenta de que el equipo de Steve todavía pensaba que ella estaba de su lado.
Aprovechando esta extraña ventaja, Theressa actuó según su propio plan. Mientras todos estaban distraídos por sus enfrentamientos, ella se deslizó entre los combatientes. Esquivando a Bucky, que estaba ocupado con Black Panther, y a Wanda, que estaba frente a Tony, Theressa se movió con precisión calculada.
Sus pasos eran silenciosos, sigilosos, algo que había aprendido en sus años como espía. Ella evitó cualquier participación directa en la pelea, pasando desapercibida mientras el caos reinaba a su alrededor. El objetivo estaba claro en su mente: el jet. Si pudiera llegar a él sin que nadie la notara, podría garantizarles una ventaja estratégica.
Al ver el avión a lo lejos, Theressa respiró hondo y continuó su misión, decidida a llegar antes de que terminara la batalla.
La escena detrás de Theressa era un caos total. Explosiones de energía chocaron en el aire, sonidos de metal chirriando, gritos de esfuerzo y dolor resonaron en el improvisado campo de batalla. Clint lanzó flechas a Black Panther, mientras Bucky intercambiaba golpes con Spider-Man. Wanda y Vision se vieron envueltos en una batalla de poder que hizo temblar el suelo. Y, por mucho que sabía que todos los presentes eran capaces, el miedo le oprimía el pecho.
Theressa tenía miedo, no por ella misma, sino por ellos. Sabía que esta pelea fácilmente podría convertirse en algo irreversible. Los golpes fueron precisos, fuertes y el riesgo de que alguien saliera realmente herido era real. Pero ella no pudo hacer nada para detenerlo. Habían tomado sus decisiones y ahora todo lo que ella podía hacer era concentrarse en lo que había que hacer.
Cuando finalmente llegó al avión, el sonido de la batalla parecía más distante, pero la presión en su pecho no disminuyó. Ella no tuvo tiempo de dudar. No podía darse el lujo de mirar atrás y reconsiderar. Sus dedos trabajaron rápidamente, abriendo la puerta y preparándose para el siguiente paso. La misión continuó. El miedo y la preocupación estaban ahí, pero no podía permitir que eso la paralizara ahora.
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