𝟢𝟣𝟧. Redefing loyalties
—Él y unos diez chicos más en el ascensor—Steve resopló al otro lado de la línea, estaba jadeando, posiblemente corriendo o conduciendo una motocicleta, ya que el ruido del viento estaba presente en la llamada, así como los sonidos del tráfico circundante. Sintió que la ansiedad la recorría y su estómago se hundía, Kuznetsov agarró el arma en sus manos mientras Steve continuaba hablando—Necesito saber de qué lado estás, ¿Quién eres?
La traición, la manipulación, todo la rodeaba como una densa niebla.
—Steve, yo...—se detuvo, su mano agarrando el arma con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos—Estoy con SHIELD. Ya lo sabes.
—Entonces pruébalo—la voz de Steve era fría, desafiante—Dime lo que sabes.
Theressa sintió que la traición y la manipulación la envolvían como una espesa niebla. Cada palabra de Steve era una daga que se clavaba más profundamente en su alma. Pero sabía que no podía entregarse como traidora, no ahora, en medio de la misión, y ciertamente no ante el Capitán América.
Respiró hondo, sintiendo la frialdad del metal del arma contra su piel, tratando de encontrar una respuesta que no la condenara, pero que tampoco revelara su verdadera lealtad.
—Steve, yo... —su voz se quebró por un momento—Lo siento, pero tengo que irme.
Terminó la llamada abruptamente, quitándose el comunicador de su oreja con un movimiento rápido y preciso. El pequeño aparato cayó al suelo con un sonido apenas audible en el tenso silencio del pasillo.
Con un gesto decidido, lo pisó y lo aplastó bajo su talón. El crujido del plástico y el metal al romperse fue casi satisfactorio.
Theressa respiró hondo, intentando calmar la tormenta en su interior. El peso del arma en su mano era un recordatorio constante de lo que estaba en juego. No podía permitirse el lujo de distraerse. Había una misión que cumplir y cualquier vacilación podía ser fatal. Siempre había sido así.
Moviéndose con la misma precisión y gracia que antes, se acercó a la puerta de la habitación donde se encontraba retenido el agente. La adrenalina corría por sus venas, cada latido de su corazón era un tambor de guerra, preparándola para el inminente enfrentamiento.
La morena se agachó y miró por el ojo de la cerradura. Del otro lado, lo que vio la hizo contener la respiración por un momento. Phil Coulson quedó atrapado en una especie de máquina extraña, que recuerda a una máquina de resonancia magnética, pero algo andaba terriblemente mal. Se retorció de dolor y sus gritos fueron ahogados por el sonido de la máquina.
—Necesitas recordar—insistió Raina, su voz cortando el aire como una espada—El Vidente necesita que recuerdes.
Kuznetsov retrocedió un poco, procesando la escena que tenía ante ella. Raina aún no había notado su presencia ni el hecho de que todos los guardias circundantes habían sido derribados. Esto le dio una ventaja crucial.
Repasó mentalmente la misión: rescatar a Coulson para ganarse la confianza de su equipo, pero al mismo tiempo, asegurarse de que Raina siguiera creyendo en la Vidente. Cada paso tenía que ser perfecto, cada acción calculada.
Apoyándose contra la fría pared, Theressa se preparó para entrar a la habitación. Sus músculos estaban tensos, listos para la acción. Sujetó el arma con fuerza, sintiendo el familiar y reconfortante peso del metal.
Abriendo la puerta con un movimiento rápido y silencioso, entró en la habitación. Raina no tuvo tiempo de reaccionar cuando el agente ya estaba a su lado, con el arma apuntando directamente a su cabeza.
—Suéltalo—ordenó Theresa, su voz baja y peligrosa.
Rainha se giró lentamente, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Pero había algo más ahí, una rápida comprensión de la situación.
—¿Quién eres?—preguntó Raina, tratando de mantener la calma.
—Eso no importa—respondió Theressa manteniendo el arma firme—Suéltalo o haré que lo sueltes.
Raina dudó por un momento, pero luego se movió para desactivar la máquina. Mientras tanto, Theressa se acercó a Coulson y vio su rostro contorsionado por el dolor. Necesitaba actuar rápidamente.
Al confirmar que él todavía estaba vivo, una fría determinación se apoderó de ella. Con un movimiento rápido y calculado, Theressa golpeó a Raina en la sien, lo suficiente como para hacerla caer, pero no lo suficiente como para causarle un daño permanente.
Raina cayó al suelo, casi inconsciente. Theressa no perdió el tiempo. Agarró una cuerda cercana, probablemente utilizada para mantener a Coulson atrapado antes de ser colocado en la máquina, y ató a Raina fuertemente a una silla, asegurándose de que no pudiera escapar.
Theressa dirigió su atención a Coulson. Verlo tan vulnerable despertó algo dentro de ella, un sentimiento que rara vez permitía que aflorara. Ella se acercó lentamente, inclinándose para estar a la altura de sus ojos.
—Coulson, ¿Puedes oírme?—preguntó, su voz era un susurro suave, casi suplicante.
Los ojos de Coulson se abrieron lentamente, todavía nublados por el dolor y la confusión. Parpadeó un par de veces, tratando de centrar su visión en Theressa.
—Sí... —logró murmurar, su voz débil pero presente—¿Tú... quién eres...?
—Theressa Kuznetsov—respondió rápidamente, sabiendo que no había tiempo para largas explicaciones—Soy una agente de SHIELD, estoy aquí para sacarte de aquí. Tu equipo está en camino.
Theressa comenzó a liberar a Coulson de la máquina, sus manos trabajando rápidamente en los complejos dispositivos que lo sujetaban. Cuando finalmente lo soltó, él cayó ligeramente hacia adelante y ella lo abrazó con fuerza.
—¿Qué te hicieron, Coulson?—preguntó, su voz llena de urgencia y genuina preocupación.
Coulson respiró hondo, tratando de reunir fuerzas mientras sus ojos se fijaban en ella con una mezcla de dolor y confusión.
—Esa máquina... —comenzó con la voz temblorosa—Estaba accediendo a recuerdos que ni siquiera sabía que tenía. Cosas que Fury me hizo... cosas que me devolvieron la vida. Fue... doloroso. Yo... quería morir.
Theressa lo ayudó a ponerse de pie por completo, soportando su peso mientras intentaba recuperar el equilibrio.
—Por eso debieron borrarme la memoria y reemplazarla con otras cosas, buenos recuerdos, como recuperarme en una playa de Tahití—continuó Coulson, su voz aún llena de incredulidad y angustia—Pero todavía no sé exactamente qué pasó.
Theressa respiró hondo, intentando calmar la tormenta de emociones que la inquietaba. Con cuidado, levantó a Coulson y lo sostuvo mientras se equilibraba.
—¿Puedes caminar?—preguntó con la voz teñida de preocupación.
—Sí, puedo hacerlo—respondió Coulson, aunque sus ojos aún estaban oscuros por el dolor y la confusión. Theressa sintió un nudo en el estómago al escuchar la angustia en la voz de Coulson.
—Todo estará bien—dijo, tratando de ofrecer un poco de consuelo—Tu equipo está en camino. Ojalá pudiera darte respuestas, pero tampoco las tengo. Hasta ayer, sólo había oído hablar de ti como el agente que mató Loki.
—Gracias por rescatarme, agente Kuznestov. Necesitamos salir de aquí—habló, determinación en su voz mezclada con cansancio.
Thessa asintió, pero algo dentro de ella le impidió irse de inmediato. El instinto de tener siempre todo bajo control. Miró a su alrededor, sus ojos evaluando cada sombra y cada rincón de la habitación.
—Adelante—dijo con voz firme pero suave—May y Ward ya deberían estar cerca. Me pondré al día con ellos pronto.
Coulson dudó por un momento, pero luego asintió, confiando en su juicio. Comenzó a avanzar hacia la salida, con pasos lentos y cautelosos. Theressa lo miró, cada fibra de su ser en alerta máxima.
Mientras el agente se alejaba, la ansiedad comenzó a invadirla, una marea creciente que amenazaba con destruir su fachada de control y seriedad. Conocía bien la sensación de no tener respuestas, de estar consumida por la incertidumbre. Y ahí, en ese momento, una decisión imprudente comenzó a formarse en su mente.
Sin pensarlo mucho, impulsada por un impulso que ella misma apenas entendía, Thessa se volvió hacia la extraña máquina que aún zumbaba con una presencia siniestra. Su corazón latía más rápido, la adrenalina se mezclaba con la curiosidad y la desesperación, se acercó a la máquina y con manos temblorosas volvió a conectar los cables al enchufe.
La máquina cobró vida con un zumbido creciente y las luces parpadearon siniestramente. Theressa sabía que estaba a punto de hacer algo de lo que podría arrepentirse profundamente, pero la necesidad de comprender, de encontrar respuestas a sus propias preguntas no formuladas, era abrumadora.
Y si le habían quitado algún recuerdo, como ahora sabía que podían hacer tanto HYDRA como SHIELD, lo recuperaría.
Se tumbó sobre la máquina, ajustándose a los fríos soportes metálicos. El miedo subió por su columna, pero mantuvo su determinación. Con una última mirada a su alrededor, cerró los ojos y activó la máquina.
El dolor llegó de inmediato, una descarga eléctrica que la hizo arquear la espalda y apretar los dientes. Cada músculo de su cuerpo se contrajo y su mente fue inundada por una ola de sensaciones, se sintió arrastrado hacia un abismo de caos y confusión, donde se mezclaban imágenes desconectadas y emociones intensas.
El dolor era insoportable, una agonía que pareció durar una eternidad. Theressa gritó, un sonido estrangulado que resonó en la habitación vacía excepto por Raina inconsciente y atada a una silla. Sus pensamientos estaban hechos un desastre, cada fragmento de su identidad amenazaba con desintegrarse.
En medio del torbellino, comenzaron a formarse destellos de recuerdos. Thessa se encontró en una celda oscura y fría con paredes de hormigón desgastadas y húmedas. El ambiente era claustrofóbico, un cubículo en la base de Siberia. Cada detalle era nítido, cada sonido y olor vívidos, como si ella realmente estuviera allí, observando todo en primera persona, incapaz de interactuar o interferir.
Theressa se encontró herida, con la piel cubierta de hematomas y cortes y la sangre seca en la ropa. Se encontró en los brazos de un hombre, que intentaba mantenerla cálida y estable, esforzándose por no lastimarla aún más.
El hombre tenía un brazo de metal y un cabello largo y despeinado que le caía sobre la cara.
El reconocimiento fue instantáneo e impactante. Era el mismo hombre que había visto esa fatídica noche, el francotirador que había intentado matar a Nick Fury. Pero aquí, en este momento perdido en el tiempo, él no era un enemigo. Él estaba tratando de protegerla.
El recuerdo se desarrolló ante sus ojos como una escena de una película. Sus intensos ojos azules se fijaron en ella con una mezcla de preocupación y determinación. Sus dedos metálicos tocaron su rostro con sorprendente delicadeza, limpiando la sangre y la suciedad.
Entonces, de repente, Theressa se encontró siendo arrastrada por un pasillo oscuro, con los pies arrastrados por el frío suelo. Dos hombres corpulentos la abrazaron con fuerza, cada uno agarrando uno de sus brazos. Ella luchó, pero sus fuerzas se estaban desvaneciendo rápidamente. El pasillo parecía interminable, pero pronto se abrió hacia un laboratorio brillantemente iluminado.
En el centro de la habitación estaba Rumlow, con una sonrisa cínica curvando sus labios. Sus ojos brillaron con calculada crueldad. A su lado, Alexander Pierce observaba la escena con una expresión de superioridad fría y meticulosa.
—Finalmente—dijo Pierce, su voz sonaba como hielo rompiéndose—Empecemos.
Theressa intentó liberarse, pero fue inútil. Hombres con batas blancas se acercaron y la ataron a una camilla, apretando correas de cuero alrededor de sus muñecas y tobillos. Sintió que el pánico subía a su pecho y su respiración se aceleraba. La sonrisa de Rumlow se hizo más amplia.
Quería gritar, pero su voz no le salía. Su cuerpo tembló mientras los hombres con batas de laboratorio preparaban el equipo, luces frías reflejándose en los instrumentos metálicos. Entonces la escena se disolvió abruptamente.
Y de repente todo volvió a cambiar, el ambiente se volvió pesado, lleno de una tensión casi palpable. En el centro de la habitación, el hombre que ahora podía identificar como el Soldado del Invierno estaba atrapado en una silla atornillada al suelo. Tenía los ojos vidriosos, inexpresivos, mientras los hombres a su alrededor ajustaban las correas metálicas que lo mantenían quieto.
Theressa podía sentir la angustia que emanaba de él, a pesar de que su rostro carecía de emoción. Quería correr hacia él, ayudarlo, pero estaba atrapada en la visión, sólo una espectadora indefensa. Los hombres a su alrededor hablaban en murmullos bajos, preparándose para algún procedimiento que ella no entendía del todo.
Entonces, la escena se intensificó. El Soldado del Invierno comenzó a gritar de manera angustiada y desesperada. Su grito resonó en la habitación oscura, resonando en los pasillos de la mente de la niña. Fue un grito de dolor, de agonía, una expresión de sufrimiento que le atravesó el corazón.
Se sentía como si estuviera allí, presenciando cada momento, cada segundo de la tortura que él soportó. La brutalidad de HYDRA estaba ante sus ojos, sin cortes, sin filtros. Theressa quería desesperadamente intervenir, detener lo que estaba sucediendo, pero todo lo que podía hacer era mirar, impotente mientras el tiempo parecía distorsionarse en esa visión.
Y en un abrir y cerrar de ojos, como si alguien hubiera accionado un interruptor, todo desapareció. El dolor agudo e intenso dio paso a una sensación de extrema debilidad. Theressa se sentía físicamente agotada, como si hubiera corrido un maratón, con el cuerpo pesado y la mente embotada.
La chica parpadeó varias veces, tratando de orientarse. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba de regreso en la habitación donde había ido a rescatar a Coulson. La máquina estaba apagada y alguien había quitado los cables que la conectaban. Un alivio momentáneo la invadió, mezclado con el peso de la verdad que acababa de descubrir.
Theressa respiró hondo y se levantó lentamente de la máquina, sintiendo que cada músculo protestaba por el esfuerzo. Las revelaciones todavía giraban en su mente como un torbellino. Ahora sabía que sus recuerdos eran falsos, manipulados por HYDRA para cumplir sus propósitos.
Así como Coulson había hablado de recuerdos de su recuperación, todo lo que ella creía saber sobre Rumlow, sobre su lealtad a HYDRA, sobre sus motivaciones, era una mentira cuidadosamente construida. Y en cuanto al Soldado del Invierno, ahora comprendía que sus interacciones con él, la conexión que sentía, eran reales.
No estaba segura de qué hacer con todo esto, pero una cosa estaba clara: su camino estaba cambiando. Ya no podía ser sólo un peón en el juego de HYDRA, una marioneta en manos de Pierce y Rumlow y de HYDRA en general, como lo había sido una vez en manos de Dreykov y la Sala Roja.
Theressa miró alrededor de la habitación y comprobó quién había apagado la máquina. Raina todavía estaba atada e inconsciente, pero comenzaba a mostrar signos de recuperación. Era crucial mantener la situación bajo control.
Fue entonces cuando sus ojos se posaron en un hombre que reconoció de inmediato: Grant Ward. Era el espía durmiente de HYDRA y se infiltró en SHIELD durante años. Aunque nunca se habían conocido en persona, Theressa conocía su reputación.
Ward se acercó a ella con cautela, su rostro serio y expresión firme, pero había genuina preocupación en sus ojos. No sabía nada sobre ella más que el hecho de que era HYDRA y posiblemente una súper soldado.
—¿Estás bien?—preguntó Ward, extendiendo su mano para ayudarla a levantarse. Su voz era suave, pero con una tensión subyacente. Debía tener cuidado con sus palabras, sin revelar demasiado sobre sus propios secretos.
Theressa aceptó su ayuda y sintió el peso de su propia debilidad mientras se ponía de pie. No podía negar la capacidad de Ward para permanecer discreto y eficiente, incluso en circunstancias tan adversas.
—Gracias, Ward—respondió ella, su voz suave y controlada. No había lugar para sentimientos ni revelaciones en ese momento.
Ward asintió y sus ojos azules la evaluaron con una mezcla de sospecha y respeto profesional. Estaba operando bajo los mismos supuestos que Theressa: mantener la fachada, cumplir la misión y proteger sus respectivas agendas.
Juntos salieron de la habitación, avanzando con determinación por los oscuros pasillos de la casa abandonada. Cada paso fue calculado, cada movimiento preciso.
Él la ayudó a mantenerse firme cuando ella amenazó con perder el equilibrio. La mente de Theressa todavía estaba en automático, sin creer cuánto tiempo la habían engañado y creyendo que respetaba a quienes más la lastimaban. Quería gritar y vomitar, pero lo único que podía hacer ahora era reprimirlo todo, como siempre. Y sigue caminando.
Kuznetsov necesitaba más respuestas, no sólo sobre su propio pasado retorcido, sino también sobre lo que le deparaba el futuro ahora que sus lealtades estaban siendo redefinidas.
Theressa cerró la puerta del baño del avión con un profundo suspiro, sintiendo una mezcla de alivio por estar sola y malestar por la avalancha de emociones que la inundaba. La sensación de estar en el avión del equipo de Coulson, rodeada de agentes de SHIELD que confiaban en ella sin saber la verdad, era asfixiante.
Se sentó en el frío suelo del baño, con la espalda apoyada en la puerta. Cerró los ojos por un momento, tratando de desterrar las imágenes que insistían en repetirse en su mente. Fury muerto, el rostro angustiado de Coulson en la máquina, los recuerdos fragmentados de su propia historia distorsionados por HYDRA.
Estaba empezando a darse cuenta del peso de las mentiras que había vivido, de las manipulaciones que había aceptado como verdad.
La voz de Pierce resonó en su mente, recordándole su importancia para HYDRA. Ella era una pieza crucial en su juego, una herramienta cuidadosamente elaborada a partir de sus días en la Sala Roja. Desde siempre.
Toda su vida la había llevado hasta aquí y aparentemente nunca tuvo ni tendría una vida normal. Todo siempre estaba manipulado y programado, y cuando pensaba que realmente estaba haciendo algo por su cuenta, no lo hacía. Continuó siendo un peón, y peor aún, un peón con recuerdos falsos. Había pasado casi un año entero en esto, en estos recuerdos y vida falsos. Y todo eso la golpeaba como una ola.
Pero ahora, las certezas que alguna vez sustentaron su determinación se estaban desmoronando. Ya no podía ignorar las preguntas que surgían ni los sentimientos que se agitaban en su interior.
Theressa se pasó las manos por la cara, sintiendo el frío metal de la placa de identificación contra su piel, haciéndola recordar al Soldado de Invierno e imaginar dónde estaba ahora.
El avión parpadeó levemente, indicando que estaban en movimiento. El equipo de Coulson continuó su trabajo, discutiendo estrategias para encontrar al "Vidente". Pero Theressa ya no podía unirse a ellos, no ahora.
Necesitaba tiempo para pensar, para procesar todo lo que había descubierto. Sabía que sus próximas decisiones serían cruciales, no solo para ella, sino para el equilibrio de poder entre SHIELD e HYDRA.
Con un suspiro de resignación, Theressa Kuznetsov apretó con más fuerza su placa de identificación, sintiéndose más vulnerable que nunca.
En el baño oscuro del avión, se permitió un momento de silencio, dejando finalmente escapar las lágrimas. Estaba perdida en un laberinto de secretos, pero tenía que encontrar su camino, incluso si eso significaba desafiar todo lo que sabía.
Mientras las turbulencias del avión resonaban en la distancia, Theressa se concentró en encontrar una luz en medio de las sombras que la envolvían.
La chica deslizó la mano que no estaba alrededor de la placa de identificación en su bolsillo, donde agarró su teléfono celular e ignoró todas las notificaciones. Sin pensarlo mucho y con los dedos ligeramente sudorosos, comenzó a marcar el número de Steve.
El teléfono sonó una, dos veces y la ansiedad creció en su interior, haciendo que su corazón latiera salvajemente.
Justo cuando estaba a punto de rendirme y colgar, finalmente respondió una voz familiar al otro lado de la línea.
—¿Theressa? ¿Has decidido hablar ahora?—la voz de Steve era tranquila, pero había una tensión contenida, como si él también estuviera lidiando con sus propios dilemas.
Theressa cerró los ojos por un momento, sintiendo que se le hacía un nudo en la garganta. Respiró hondo, intentando controlar la emoción que amenazaba con desbordarse.
—Steve...—su voz era más ronca de lo que esperaba. Se aclaró la garganta y continuó—Yo... no sé por dónde empezar.
Hubo una pausa al otro lado de la línea, como si Steve le estuviera dando espacio para hablar cuando estuviera lista, aunque a él también se le estaba acabando el tiempo. Theressa agradeció este gesto, aunque le resultó difícil disfrutarlo.
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