❏ | 𝐇𝐀𝐈𝐑 𝐃𝐘𝐄
La razón principal por la cual dejaron que Touya escapara del "hospital" fue porque él no podría sobrevivir más allá de un mes, él estaba condenando a morir treinta días después de su repentino despertar... Pero eso jamás sucedió. Con el pasar de los días, el cuerpo de Touya no se hizo más débil, al contrario, el rencor, odio y rechazo que recibió por parte de su progenitor fueron su motor para mantenerlo en pie todos los días, porque ahora — Dabi — buscaba vengarse de Enji Todoroki, quería destruir su vida tal y como él hizo con la suya. Él no descansaría hasta que todo estuviera reducido a cenizas, tal y como su cuerpo.
No volvió a casa después de cambiar su identidad, no tomó nada, porque no quería absolutamente nada que le perteneciera al héroe. Recorrió y vagó por las calles de musutafu complemente sólo, descalzo y sin comida o un techo para refugiarse. Dabi creía que la calle era muchísimo mejor que vivir bajo el mismo techo que Endeavor, jamás volvería a sufrir en sus manos, él ahora estaba solo.
El sonido de la campanilla que advertía su entrada al seven eleven sonó, Dabi vestía una capucha sucia y raída que encontró en el basurero, había decidido hacer algo con su aspecto por fin. Estaba consciente de que alguien podría reconocerlo al traer su cabello albino, a pesar de las cicatrices que albergaban su cuerpo, seguía pareciendo Touya Todoroki.
Se metió de lleno por el pasillo para productos de higiene, llegando a encontrarse cara a cara con las tinturas para el cabello. No lo pensó mucho y escogió el color negro, no quería nada que lo conectara con su familia.
No traía dinero, por lo que evidentemente no iba a pagar por el tinte. Jamás imaginó que su primer crimen fuera robar una tintura para el cabello, escondió la caja entre su ropa y salió de la tienda, dándole una sonrisa al guardia como si nada pasara, la confianza lo era todo.
— Parezco un idiota. — murmuró frente al espejo del baño.
Se encontraba dentro de uno de los baños públicos que tenía el metro, con unos guantes trasparentes que venían en la caja y un bote con la mezcla a su lado. Tenía la mitad de la cabellera cubierta del tinte, ni siquiera se leyó las instrucciones, sólo mezclo absolutamente todo dentro del bote y lo puso sobre su cabello.
La imagen frente al espejo poco a poco parecía alejarse más de Touya y eso le agradó, miró su piel amoratada, debía de hacer algo al respeto también.
Los ojos le picaron y quiso creer fervientemente que era por el peróxido de la tintura pero sabía que no era verdad, estaba llorando nuevamente y ni siquiera él podía darse una respuesta del por qué lo hacía. No extraña a su padre, ni a su madre, ni siquiera a Fuyumi o Natsuo — ni hablar de Shoto — pero, ¿Por qué no podía dejar de pensar en Elaine? Si quería comenzar de nuevo, tenía que borrarla, borrar a todos quienes formaron parte de su pasado, ¿Qué estaba mal con él?
Su cabeza repetía una y otra vez la imagen de su adorable chica, con su sonrisa inocente y ojos luminosos como un par de estrellas. Escuchaba su voz llamarlo por su antiguo nombre y las carcajadas de su risa aparecían con el viento, era una tortura.
Quiso odiarla, quiso poder odiarla y enterrar su recuerdo como lo enterraron a él, quiso sepultarla siete metros bajo tierra con un capa de cemento pero no pudo... Y jamás podría odiar a la única persona que estuvo para él incondicionalmente.
— Te extraño. — sollozó, emitiendo el mínimo ruido.
Dejó que las lágrimas desaparecieran con el agua del grifo, enjuagando su ahora cabellera azabache y dudando sobre su decisión sobre borrar a Elaine. Quizá; debería de buscarla, la conocía bien, no importaría el cómo se viera, sabía que ella lo seguiría queriendo pero tenía un problema: no tenía idea de dónde vivía la menor, pues nunca le prestó atención a los pocos viajes que tuvo a la casa de la pelirroja, ¿Cómo la encontraría? Podría probar yendo a su antiguo instituto, estudiaron juntos después de todo.
Clavó la mirada en el reloj colgado detrás de él, viéndolo a través del reflejo del espejo, marcaban las cuatro y media. Haciendo cálculos rápidos, sabiendo que él tenía diecisiete y que estaban en un clima más o menos húmedo y caluroso, podría sacar la conclusión de que Elaine tenía trece años — si es que habían pasado agosto — probablemente estaría cursando secundaria y sus clases terminarían a las cinco en punto.
«Tengo tiempo» Se dijo a sí mismo, tirando a la basura los guantes que usó junto a las otras cosas.
Su viejo instituto se veía exactamente igual, nada había cambiado drásticamente, las paredes de ladrillo blancas, la gran entrada con rejas y una caseta de seguridad donde había un guardia: instituto privado y de gente con dinero.
Faltaban pocos minutos para la salida de los menores, ¿Cómo lo sabía? Fácil, habían un montón de padres a los alrededores junto a sus coches, listos para llevarlos de vuelta a casa.
Su pie marcaba un rítmico sonido al estar ansioso, en su mente esto sonaba como una buenísima idea pero al estar a mimutos de volver a verla se le revolvió el estómago, quería vómitar, ¿Cuál sería su reacción? ¿Le creería? ¿Lo aceptaría? ¿Tendría miedo de él? Todas esas y más preguntas surcaron su mente al oír el sonido del timbre.
Poco a poco y en grandes cantidades fuero saliendo los estudiantes, portando su impecable uniforme, acompañados de risas y murmullos. Todo eso le pareció irreal, porque él debería de estar el su segundo año en la preparatoria UA. Desde hace mucho tiempo que no veía esa clase de interacciones, siempre fue un chico solitario en la escuela.
— No logro verla. — murmuró para sí mismo, buscando y rebuscando entre todas las cabelleras el llamativo color sangre de Elaine.
Durante un segundo, sus ojos hicieron contacto con los de una niña muy familiar: una albina con ojos celestes como el cielo que tendía a seguir Elaine porque eran compañeras de salón. No le importó si ella lo reconocía, porque nadie le creería tremendo disparate a una joven de trece años.
Caminó hacia ella con ambas manos metidas en los bolsillos sin dejar de verse ni un momento, la capucha de la sudadera cubría la mitad de su rostro, dejando que algunos mechones azabaches se escaparan de la tela.
— ¿Vas en primero de secundaria? — le abordó, mirándola desde arriba con seriedad.
— S-sí. — asintió rápidamente, tratando de recordar de donde le parecía conocido el chico.
— ¿Sabes si Taiyō Elaine asistió hoy? — intentó sonar casual, pero el constante tic con su pierna le dio a entender a la albina que estaba ansioso.
— Oh, no... — murmuró, bajando la mirada. — Elaine dejó de asistir a clases desde hace dos años.
— ¿Qué? — espetó, completamente confundido.
Kaede jugó con sus dedos, pensando si decirle a aquel desconocido que la pelirroja había dejado la escuela para estudiar de forma particular desde casa luego de la muerte de su mejor amigo. Contaba que, ese chico pudiera contactarse con ella porque también estaba preocupada.
— Lo último que supe de ella es que toma clases particulares. — respondió. — Pasó por un accidente, supongo que no lo soportó.
Touya apretó los dientes, el accidente había sido su muerte y tuvo tanta repercusión en ella que decidió dejar la escuela y tener tutores privados, excelente, ¿Cómo mierda iba a encontrarla? Aún así, le agradeció en voz baja a la menor para después dar media vuelta y desaparecer entre la manada de estudiantes y padres.
Los labios de la albina se fruncieron en una mueca, recordar a la pelirroja le provocaba malestar pues nunca le dio atención, todo por estar siempre al lado de ese imbécil... ¡Touya! Sus ojos se abrieron de la impresión, por poco tropezando con sus propios pies al darse cuenta de lo que acababa de pasar. No era posible, ¿O sí? Los muertos no vuelven a la vida, era totalmente imposible que el chico que tuvo hace cinco minutos frente a ella fuera Touya Todoroki, se había cremado a sí mismo hace tres años en el monte Sekote.
Su cabeza intenta recrear el rostro del desconocido frente a ella pero no puede, se maldice muchas veces al no haberse fijado en él. Lo único que recuerda es el cabello azabache y los ojos turquesa de Enji, pero no visualiza nada más. El Touya que ella recuerda era bajido con el rostro redondeado y pelirrojo, el varón de ahora estaba por el metro setenta con el cabello azabache y mandíbula marcada.
— ¿Kaede? — su madre le llama. — Es hora de irnos, cariño.
Kaede se lleva las manos a las sienes, intentando con todas sus fuerzas reproducir la imagen del encapuchado, sin éxito. No tenía sentido, nada de lo que había sucedido lo tenía. Touya era un Todoroki, extremadamente rico y que jamás vestiría con ropa raída o sucia, ese chico no calzaba con la imagen del fallecido Touya.
Además, ¿Por qué razón Enji fingiria la muerte de su hijo? Gastando tanto dinero para incubrir el accidente en el monte, no era posible.
«Sólo son parecidos, Kaede» se repitió durante el resto del día.
Con las manos metidas en los bolsillos caminó colina abajo, tratando de recordar algo que lo ayudará a encontrar la casa de Elaine... Un supermercado, un instituto, algún puente, algo, pero aún así no pudo relacionar nada con la casa de la alemana. Lo único que recordaba, era que se ubicaba en un barrio muy bonito y residencial, donde todas — sino la mayoría — de las casas eran iguales, lo único distintivo era su color, tenía un problema.
— ¿Y si volvió a Alemania? — se preguntó en voz alta, frenando de golpe.
En su cabeza rondó esa posibilidad como una verdad absoluta, sabía — por boca propia de Elaine — que la razón por la cual vinieron a Japón fue para aprender a controlar su singularidad y que no volvería con sus padres hasta que lograra hacerlo, pero, ¿Qué tal si volvió a Múnich después de su accidente? Si sus abuelos se las habían llevado de Alemania por el accidente que ocurrió con sus hermanos, ¿Qué le hacía pensar que no podían devolverse tras el suyo? Esperando que su nieta olvide el incidente dejando el país. Esto no hizo más que aumentar la ansiedad en — el ahora — azabache, que rápidamente se llevó el dedo a la boca y mordió ligeramente su pulgar.
«Ella no me abandonaría así...» se consoló mentalmente, intentando deshacer esas absurdas ideas que rondaban por su cabeza.
«Tengo que encontrarla y contarle todo».
— Maldición. — murmuró, observando como el semaforo cambiaba de color antes de que él alcanzara a cruzar la calle.
Durante ese minuto donde observó con aburrimiento como un montón de coches pasaban frente a él, algo llamó su atención: El perfil de una niña que conocía muy bien, no tenía mucho de la Elaine que guardaba en sus memorias pero sabía que era ella, no había dudas. Su cabello ahora estaba mucho más largo y mantenía la cabeza apoyada — con cansancio — en la ventana del coche negro en el cual estaba.
Su corazón dio un vuelco cuando de casualidad ambos pares de ojos se encontraron, pero la menor estaba demasiado somnolienta como para creer que Touya estaba a unos metros frente a ella vivo, pues cuando fregó sus ojos para ver si no se estaba volviendo loca, la silueta había desaparecido.
— No te frotes los ojos tan fuerte, cielo. — advirtió su abuela, viéndola desde el retrovisor.
— Sí... Creí haber visto a alguien conocido. — bajó la voz, buscando con la mirada la figura que había visto. — No fue nada, creo que estoy muy cansada.
— Ya llegaremos a casa. — dijo Björn, sonriendo.
No pudo hacerlo, Dabi no pudo acercarse. Tuvo toda la intención de correr hacia ella pero su cuerpo no respondió y los pies se pegaron en el piso como si estuviera anclado a él. Un terror indescriptible se apoderó de él al verse reflejado en el espejo, su piel quemada, su rostro irreconocible... ¿Cómo se atrevería a verla de esa forma? Era como un monstruo.
Y ese día también se odió, pero esta vez por su cobardía al dejarla ir.
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ᴄ ᴜ ʀ ɪ ᴏ s ɪ ᴅ ᴀ ᴅ ᴇ s
➥ Khloe originalmente se llamaba Hela, como la Diosa del inframundo.
➥ A pesar de haber cambiado su nombre, ella continuó con la tradición y nombró a sus mellizos como Frey y Frejya. Curiosamente dos Dioses mellizos.
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+100 ᴠᴏᴛᴏs ʏ 140 ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀɪᴏs ᴘᴀʀᴀ ᴇʟ sɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ ᴄᴀᴘ.
˙˚˓˒˙˛ʿʾ․·‧°⋆ও ──
¡ɴᴏ sᴇ ᴏʟᴠɪᴅᴇɴ ᴅᴇ ᴠᴏᴛᴀʀ ʏ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀ, ɴᴏs ᴠᴇᴍᴏs ᴇʟ ᴘʀóxɪᴍᴏ ᴠɪᴇʀɴᴇs!
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