❏ | 𝐒𝐎𝐔𝐋𝐌𝐀𝐓𝐄𝐒
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𝐒𝐎𝐔𝐋𝐌𝐀𝐓𝐄𝐒
❝Lo mejor es ahuyentar a las moscas, debo ir con el maestro de inmediato. ❞
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Gigantomachia emergió entre los árboles como si fuera uno de los titanes de Attack on titan, su silueta colosal domina el horizonte y su mirada feroz, acompañada de una respiración pesada — y agitada — provoca un miedo irracional en todos los presentes.
Es un monstruo imparable.
«No dejaré que sigas avanzando». murmuró para sí misma, fijando su vista en la bestia y en los villanos que llevaba consigo. Su determinación es férrea, y con cada paso, siente que su misión se vuelve más clara.
Hará uso de todo lo que aprendió en esos cuatro meses, incluso si eso significa llevarla a los extremos.
Es hora de luchar.
— ¡Va hacia la trampa! — gritó Tokage.
Justo en ese momento, Machia dio un paso más y el suelo bajo de él se desmoronó a causa de su peso. Su enorme cuerpo cayó dentro del foso en cámara lenta, su mandíbula se estrelló contra el piso, provocando un ligero temblor. El barro y las esferas pegajosas de Mineta se aferran a la piel de su boca y alrededores, mientras el gigante permanece tendido.
— ¡Lo tenemos! — exclamó Momo.
En ese mismo instante, Shiozaki y Hanta hicieron su parte. Las vides de la fémina se desplegaron con rapidez, envolviendo el gigantesco cuello de Machia con fuerza, apretando la zona. Sero, con su cinta adhesiva, se unió a la tarea, reforzando el trabajo de Ibara. Elaine, Rito, Kendo y Shishida tiraron con todas sus fuerzas, las cuerdas se tensaron hasta el límite. El peso de la tarea es responsabilidad suya, pero la mayor de ellos destacó en medio de la lucha; la fuerza de Sunshine es la más notable entre todo el alumnado, cada fibra de su cuerpo está en tensión, los músculos de sus brazos y piernas permanecen rígidos mientras tira con una intensidad sobrehumana. Puede sentir el dolor desgarrar sus fibras, el esfuerzo agobiante cada vez que empuja a la bestia hacia abajo, pero aunque le duela todo el cuerpo, aunque se caiga, no va a ceder.
— Si se levanta, lo tendremos complicado. — jadeó Shishida, tirando con todas sus fuerzas.
Gigantomachia gruñó, resistiendo al esfuerzo colectivo que los menores hacen para abrir su boca. El grupo continúa tirando de las sogas, mientras que el resto de sus compañeros sube por la espalda de la bestia, listos para abatir a la antigua liga de villanos. La batalla es concisa, Aoyama usa su rayo láser para golpear al bando enemigo, y Kaminari usa sus dispositivos para disparar contra ellos, siendo rápidamente acribillado por un golpe de Mr. Compress, que lo manda directamente hacia el suelo.
— ¡Abre la boca, desgraciado! — ordenó Sato entre gritos, dando todo de sí.
La tensión es palpable, y el suelo bajo de ellos continúa temblando gracias a las sacudidas del gigante; aún así, la pelirroja no flaquea, con un último grito de esfuerzo, tiró con una fuerza descomunal, y de repente, Machia emitió una especie de chillido agudo mientras su mandíbula cede, abriéndose poco a poco. Pese a toda su fuerza y resistencia, comenzó a ceder, la fuerza ejercida por Elaine junto al resto fue suficiente para poder abrir aunque sea un poco la boca de aquel titán.
— ¡Ahora! — indicó, Creati.
Al unísono, lanzaron los frascos de somnífero hasta la cavidad del gigante, con la esperanza de que alguna de ellas logre entrar.
— ¡Duérmete! — gritan.
Cuando todo parece ir viento en popa, el sirviente de AFO hace un movimiento inesperado: sus fauces se abren, dando la ilusión de que han ganando, pero pocos segundos después, emite un gran rugido que trae consigo violentas ráfagas de aire, las cuales destruyen los frascos en segundos. El viento es tan potente, que muchos de los presentes tienen que aferrarse a los troncos de los árboles, pues la fuerza es tal, que los hace prácticamente volar.
Su rugido resuena en el aire, rápidamente sofocado por algo mucho más devastador: el fuego. Dabi, quien estaba en los hombros de la bestia, hizo aparición con un sólo propósito, despejar el camino. El fuego envuelve el frondoso bosque frente a él, quemando todo a su paso; las llamas azules se expanden como la pólvora, devorando árboles y maleza con una furia implacable. La temperatura sube en cuestión de segundos, y las ráfagas de aire que Machia libera de su boca, solo avivan el fuego, extendiéndolo aún más. El bosque, que momentos antes había sido su refugio, ahora es una trampa mortal. Los estudiantes de primer año son rodeados por un muro de fuego, el calor abrasador los hace retroceder, incapaces de acercarse. Las llamas danzan de forma incontrolable, mientras el sudor gotea de los rostros de los presentes, con los ojos llenos de desesperación y pánico.
— Quema… — se quejan algunos, temblando.
— No podemos acercarnos. — gritó otro, están rodeados, y la intensidad del fuego abrasa sus cuerpos.
Lentamente, el gigante se libra de la trampa, levantándose poco a poco entre las vigorosas llamas azules del villano. Los menores entran en pánico, preguntándose qué van a hacer, no pueden permitir que se levante por completo o estarán perdidos. La cruel sonrisa del varón es visible incluso a través del fuego, mientras que continúa atacando. El calor es insoportable, y algunos de los menores comenzaban a sentir que el aire se volvía pesado.
— ¡Taiyo-Senpai! —
En medio de los gritos de desesperación, Sunvely avanza. La determinación se refleja en los movimientos de su cuerpo, mientras que los visores bloquean su vista. Los de primer año la observan con una mezcla de asombro y duda, pues a pesar de la situación, la fémina no duda.
Alzó las manos, sintiendo como sus palmas pican con antelación, como si hubiese esperando ese momento por mucho tiempo. El fuego se extiende por todo el lugar, y en el instante en el que rojo y azul se tocan, sucede algo extraordinario: ambas singularidades se fusionan en una sola, creando un vibrante color púrpura, que aumenta aún más la temperatura en el ambiente.
La fusión crea un espectáculo hipnotizante, un doloroso recordatorio para los amantes. Esas hermosas llamas color violeta, las mismas que alguna vez había creado con Touya, están allí, danzando en medio del bosque. Los ojos turquesas del villano se posan sobre la heroína, observando el fuego con una expresión melancólica, casi dolorosa. El pecho se le aprieta, no esperó encontrarse con la pelirroja tan pronto, es consciente de que en algún momento iban a enfrentarse, pero quería que no fuera de esta forma, tan directamente.
Las brasas se retuercen, fusionándose en una obra de arte letal. El violeta ilumina el caos a su alrededor, y en el centro de esa tormenta se encuentra Elaine; quien permanece firme. Lucha por tomar el control de aquella danza macabra, pero no es sencillo; cada que intenta dominar, Dabi se resiste desde la espalda de Machia, evitando que pueda extinguir el fuego por completo. «Así que, al final, tenemos que pelear, ¿eh?» murmuró para sí mismo, y la sonrisa en sus labios se torció, convirtiéndose en una mueca. La debilidad reflejada — por Elaine — en su rostro se disipa velozmente, reemplazada por una frialdad calculada. Él mejor que nadie, sabe que Sunshine no es un rival cualquiera, su don es mucho más poderoso que el suyo, y puede vencerlo en cualquier segundo.
El choque entre ambos dones es casi hermoso, el violeta baila sobre la maleza, el césped y las hojas de los árboles. Se enfrentan, mano a mano, girando, enredándose como si estuviesen vivos, compitiendo por el dominio. El mayor intenta que el fuego devore todo a su paso, pero la fémina, con su fuerza y voluntad indomable, lo mantiene a raya; es un combate tan destructivo como fascinante. Está más que claro que hay sentimientos de por medio, y cualquiera que los vea luchando puede notarlo. Ninguno de los dos lados está buscando hacerse daño, pero tampoco están dispuestos a ceder, ni a perder. Elaine siente la presión sobre sus hombros, pero no deja que sus emociones la dominen, su deber es derrotarlo; aunque una parte de su corazón no quisiera hacerlo.
Sus ocelos dorados, a pesar de estar cubiertos por los visores, pueden reconocer su silueta debido a su huella de calor. Sunshine dejó que el silencio hable por ellos, rodeados de aquella lumbre púrpura, tan caótica como sus propios sentimientos. El corazón de ambos late al unísono, una prueba de la conexión que comparten, la cual va más allá de la física, sino de una emocional, incluso mental. Los dos reflejan el dolor en su mirada, están tan cerca y a la vez tan lejos; ambos anhelan volver a tocarse, a reconocerse, pero en esas circunstancias, no son Elaine y su bombero, sino Sunvely y Dabi.
Los ojos turquesas del varón, que siempre la miraron como si fuese el eje de su mundo, no pueden ocultar el conflicto interno que lo atormenta. La ama, ama a Elaine como nunca ha amado a alguien más, incluso puede decir que la ama más que a sí mismo, por más ridículo — y humillante — que suene. Aún así, incluso amándola con todo su ser, debe seguir con su plan de venganza, aunque eso signifique enfrentarse a la única persona que logra despertar su lado más humano. «Mi hermosa Elaine». Su voz es apenas audible entre el crepitar del fuego, pero está llena de un peso emocional que ella puede percibir. No quiere hacerle daño, pero no tiene opción; juró destruir la sociedad corrupta de héroes y, para hacerlo, tiene que seguir adelante, sin importar quien se interponga en su camino, incluso si significa luchar contra ella.
Dabi no va a dejar que Touya — y los sentimientos que tiene por ella — lo detengan.
— ¡Eres un cobarde! — gritó, sintiendo un nudo formarse en su garganta. — ¡Da la cara de una vez, Dabi! —
Se mantuvo firme aunque su corazón duela, las lágrimas se asoman por la comisura de sus orbes, pero no llegan a caer porque ella misma las reprime. La dualidad entre el amor y el deber, una lucha interna con la que lleva batallando desde hace meses, nada nuevo para Sunvely, pero no por eso deja de ser menos doloroso. Una parte de ella quiere correr a sus brazos, decirle que no es tarde, que puede redimirse, que puede empezar de nuevo, pero es algo que no puede permitirse, porque sabe que él no está dispuesto a cambiar de bando, y menos por ella.
Hay demasiadas vidas en juego.
Ambos entienden cuál es su deber, que es lo que deben hacer. Ambos comprenden que el destino los ha colocado en polos opuestos, a ellos, quienes alguna vez fueron un par de niños felices, unos niños que fueron el pilar del otro; como la tierra y el agua, como uña y mugre, como las almas gemelas que son. Mientras el fuego continúa ardiendo a su alrededor, el enfrentamiento entre Elaine y Dabi no es sólo un choque de singularidades, sino un choque de almas, un conflicto donde el amor, el deber y la venganza están en guerra.
— ¡Aún no! — renegó Yaoyorozu.
En un instante, las cargas de dinamita explotaron en el fondo del foso, creando un estruendo ensordecedor. El barro se alzó en una nube espesa, mientras la explosión empuja más y más a Machia hacia el fondo del agujero, pero incluso con su cuerpo hundiéndose, el monstruo no deja de luchar.
Gracias a que Elaine está tomando el control del fuego, los menores pueden moverse sin miedo por el bosque, actuando bajo las órdenes de Creati, quien ha puesto explosivos bajo el suelo con la esperanza de que la bestia se hunda más.
A pesar del cambio tan drástico del curso original de la pelea, y exhausta por la brutalidad de la lucha, Mt. Lady no se dio por vencida. Se vuelve a lanzar a la batalla con un grito de determinación, subiéndose sobre la espalda de Gigantomachia, usando toda su fuerza para tratar de mantenerlo bajo control. Las manos de la heroína se aferran a las gigantescas mandíbulas del monstruo, sus músculos tiemblan por el esfuerzo que aplica para obligarlo a abrir la boca.
Elaine frunce los labios, molesta.
La fémina decide que, si no puede bajar la temperatura del fuego, entonces la subirá. Gracias a la pequeña — pero útil — información que Dabi compartió con ella tiempo atrás, sabe que su don lo lastima, y si bien es bastante poderoso, sus llamas siguen siendo más calientes que las suyas.
— ¡Los que estén cercanos al fuego, apártense ! — ordenó, hablando a través del intercomunicador.
La temperatura subió de golpe, tan rápido que el aire parecía vibrar. Los árboles circundantes comenzaron a arder con mayor intensidad, con sus troncos retorciéndose bajo el calor inhumano de las brasas. En pocos segundos, la conexión entre los amantes se rompe, ese lazo invisible que los unía a través del fuego, se rompió. Sunvely retoma el control de la situación, deshaciendo el color púrpura y volviendo a su característico color anaranjado, una clara señal de que ahora es ella quien está a cargo
En un principio, Dabi no pudo asimilar lo que vio. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que reaccionara. Volvió a al ataque, lanzando una nueva ráfaga de fuego azul hacia la menor, tan intensa como su frustración acumulada. El calor es sofocante, pero ella no retrocedió, al contrario; Elaine desvío el ataque, manipulando el propio don del varón y devolviendo la ráfaga hacia él. No lo vio venir, jamás podría haberlo imaginado, pero sucedió: lo golpeó de lleno. El intenso fuego abrasador lo quemó, su cuerpo reaccionó al dolor como si fuera la primera vez que se quemaba, incluso aunque no lo sintiera por completo.
El shock fue inmediato, sus ojos turquesas no pudieron esconder la sorpresa, ni tampoco la expresión en su rostro. Dabi, quien siempre consideró el don de Elaine como una extensión de sí mismo, ahora se encuentra herido. No es el dolor físico — que apenas siente — lo que lo abruma; es el hecho de que ella, Elaine — su Elaine — le haya hecho daño. La mujer que ama, su pilar, su sol, su primer amor, lo ha quemado. Siente el ligero ardor recorrer su piel, mientras que su mente los traslada al pasado, a esos días donde era tan feliz sin saberlo. En dónde podía disfrutar del calor de Sunshine, en donde eran uno solo, esos días donde jamás creyó que algo como esto podría suceder. Ella, que había sido la única persona que vio más allá del defectuoso primogénito de Enji, que lo amó incondicionalmente, aquella niña que se escapó innumerables veces con él al monte Sekote para entrenar, para cumplir el deseo de ser héroes juntos. Elaine, que incluso con esa apariencia, supo encontrar la belleza en un monstruo como él.
¿Por qué le afecta tanto? Porque la conoce, no sólo conoce sus gustos o disgustos, sabe todo de ella, incluyendo todo lo relacionado a su don. “Sunshine” está directamente influenciado por las emociones de su portador, en este caso: La fémina. Que su fuego sea capaz de quemarlo sólo significa una cosa, y es que ella ya no lo reconoce como Touya, sino como un villano al que debe detener. La ansiedad se hace presente en su cuerpo con un leve temblor de manos, la angustia asfixia su corazón mientras observa a la pelirroja, comprendiendo que los sentimientos que tiene por él están siendo reprimidos. Ella lo ve como el enemigo, alguien a quien debe vencer, no como la persona a la cual ama; el dolor de esa realización es insoportable, es un tipo de herida mucho más profunda que las quemaduras en su piel.
«¿Así es cómo va a terminar?». Se preguntó. «No, no es posible. Elaine me ama, me ama». Repitió una y otra vez, no va a perder a la única persona que le importa en el mundo, ¿o si? Las respuestas son cruelmente claras, todo lo que ha hecho, cada paso en su venganza lo ha llevado hasta allí, a ese preciso momento; donde no queda lugar para el amor, solo para la destrucción y desesperanza. Si ella lo ve como el enemigo, entonces no hay vuelta atrás, no dejará que sus sentimientos por ella lo frenen. Tiene una misión, una venganza que cumplir, aunque eso signifique enfrentarse a la mujer que ama y la verdad detrás de su identidad.
Mientras tanto, la lucha contra Machia continúa. Los héroes profesionales han llegado para enfrentar a la liga de Villanos, la cual está sobre la bestia. Aún con eso en mente, todos saben que detener al gigante es la clave; Mina, consciente de esto, se envuelve en su propio ácido, cubriendo su propio cuerpo con un velo burbujeante y corrosivo. Su misión es clara: meter el somnífero en la boca del titán, y detenerlo antes de que pudiera llegar a su maestro.
— ¡Viscosidad máxima, Acidman! —
La fémina vuela por los aires, enfocada en su objetivo. Las palabras de Midnight resuenan en su cabeza: detener a Machia, cueste lo que cueste. «Tiene que ir quien pueda, ¡Deshaz el miedo que paraliza tu corazón! ¡Duérmete!». La boca de la bestia está abierta gracias al esfuerzo monumental de la Pro Hero, todo parece estar yendo de acuerdo al plan, pero entonces, algo cambió.
Gigantomachia habló:
— Lo mejor es ahuyentar a las moscas… Debo ir con el maestro de inmediato. — Su voz es profunda y aterradora.
«Esa voz» murmuró, atónita. Esa oración, tan simple y mecánica, desató algo en su interior. Un oscuro y oculto recuerdo surgió a flote, un encuentro aterrador con un monstruo similar — sino igual — al que tiene en frente. El miedo la golpeó como un rayo, paralizando su cuerpo, el cual se congeló en el aire; el frasco resbaló de su mano justo en el momento crítico, y Mina, incapaz de superar el trauma, falló.
La bestia, impaciente y furiosa, agarró a Mt. Lady de la cabeza con una de sus gigantescas manos, y con un golpe brutal, la apartó del camino, lanzándola al suelo como si no fuera más que un estorbo. El impacto es duro, provocando que la heroína caiga desmayada sobre el césped, inmóvil.
Mina, quien sigue congelada en el aire, está a nada de ser alcanzada por la mano de Gigantomachia. La desesperación es grande, consumiendo su cuerpo en segundo, es incapaz de moverse, pero justo en el último segundo, Kirishima apareció como un borrón escarlata; con un empujón, sacó a la fémina del camino, tomando su lugar. El varón es atrapado por su mano, pero no cede. Su don está activado al máximo, convirtiendo su cuerpo en una roca impenetrable. La fuerza del gigante es brutal, enviándolo al suelo con un golpe certero. Mientras que Mt. Lady yace inconsciente, el pelirrojo se pone de pie con valentía. Sus ojos rubíes brillan con un fuego y voluntad inquebrantable, mira al coloso que lo supera en tamaño y en poder, pero no se rinde.
Se aferra a la piel áspera de Machia, escalando con sus garras endurecidas, subiendo con rapidez por su enorme cuerpo, no sólo lucha contra la bestia, sino también contra el miedo.
— Soy Red Riot, ¡A mi espalda no se derrama sangre! — Saltó con un grito de pura determinación, sacando el somnífero de su cinturón.
Justo cuando estaba a punto de lanzarlo, un cuchillo se atraviesa en su camino; es Toga, quien atacó con una precisión y puntería envidiable. El frasco se rompe en el aire, reduciendo las esperanza de los héroes considerablemente. Aún así Kirishima no se detuvo, con el segundo frasco en mano — el que le pertenece a Mina —, tomó impulso una vez más y, en un movimiento desesperado, heroico— y muy masculino —, lanzó el somnífero directamente a la boca de Machia.
El frasco entró, cumpliendo la misión que tanto esfuerzo y sacrificio había costado.
El coloso volvió a levantar su mano, dispuesto a tomar a Eijiro entre sus dedos como si fuese una simple piedra en el camino. Está agotado debido al endurecimiento, a punto de ser atrapado, cuando, de repente, un estruendo resuena en el aire.
Los cañones creados por Momo hicieron su debut, colocados estratégicamente y cargados hasta el límite, comenzaron a disparar sin cesar contra la inmensa figura de Machia, dándole una apertura a Tokage para agarrar al pelirrojo.
El titán suelta un rugido, irritado por los constantes ataques.
— ¡Red Riot se lo dio! —
— ¡Lo consiguió! —
Al ver que el equipo logró su cometido, y que Machia está siendo temporalmente sometido, Elaine toma las riendas de la situación. Su enfrentamiento con Dabi había estado consumiendo todas sus energías, tanto físicas como emocionales; con un suspiro profundo, extinguió el fuego de los alrededores, desapareciendo con un destello de luz.
Extendió la zurda, formando una ardiente lanza hecha con su don, las llamas danzan alrededor de sus manos, concentrándose en formas afiliadas y mortales. Con agilidad, la pelirroja lanzó el primer ataque directamente hacia Machia; el impacto es brutal, pues se clava en la piel del titán, dejando una quemadura de forma instantánea. Sunvely no se detuvo, una tras otras, las lanzas salen disparadas de sus manos, una más poderosa que la anterior. Las quemaduras en el cuerpo del gigante se acumulan, su piel, que hasta el momento había sido casi impenetrable, ahora está cubierta de manchas oscuras y abrasiones ardientes.
Entre los destellos del fuego, y los rugidos del colosal, la ayuda finalmente hace aparición. Majestic llegó volando, acompañado de varios héroes profesionales; enormes aros de luz brillante flotan en el aire, llevándolos hasta el campo de batalla. Junto a él se encuentran Grand Orca, Fatgum, Tamaki y otros cientos de héroes más.
— Las moscas no dejan de llegar. — gruñó, mientras sus ojos se oscurecían aún más, llenos de rabia. — Ahuyentarlas es más rápido.
Y entonces, algo cambió en él. Su don pareció evolucionar, un transformación que lo hizo aún más grande y peligroso. Sus músculos crecieron, sus garras se alargaron y su piel adquirió una resistencia aún mayor. El suelo tembló con cada paso que daba, y el terror se propagó entre los héroes y los estudiantes como una ola de pánico. Los internos, que ya habían hecho lo imposible para intentar detener al monstruo, se congelaron al ver la nueva forma de Gigantomachia. Elaine, que había estado luchando con toda su fuerza, detuvo sus ataques de inmediato, estupefacta.
— ¡Retrocedan! ¡Salgan de aquí de inmediato! — ordenó Majestic.
Los estudiantes se miraban entre sí, llenos de pánico y horror. Gigantomachia se mueve con furia, aplastando todo a su paso, arrasando con árboles y montañas. La fémina permanece inmóvil, con la cabeza yendo a mil por hora. Las últimas palabras de su profesora titular, hacen eco en su mente, un eco constante de la responsabilidad que pesa sobre ella. No puede permitir que Machia avance, no después de todo el esfuerzo que han puesto para dormirlo. El monstruo ya ha cobrado demasiadas vidas, causado mucho dolor, no dejará que la muerte de Midnight sea en vano.
Emprendió vuelo, elevándose por encima del campo de batalla. La brisa movió su cabello mientras sus manos comienzan a arder con una energía peligrosa, la temperatura se elevó en segundos, tan rápida y fuerte que muchos creyeron estar siendo asados. Elaine está invocando su movimiento estrella por excelencia: “Cruel Sun”, el enorme astro se forma sobre su cabeza, brillando con una luz cegadora y un calor abrasador. Su propia singularidad, alimenta y nutre el sol, mientras que aumenta de tamaño cada vez más. Incluso a la altura en la que se encuentra, las ondas de calor son capaces de encender la maleza a su alrededor, en suelo se seca, y las rocas más cercanas comienzan a descomponerse.
Suspiró.
La fémina extendió las manos, dirigiendo el astro con sus dedos, lista para atacar. El sol está en su punto máximo, brillando con una intensidad casi insoportable. Sunvely tomó una gran bocanada de aire, enfocando toda su energía en el ataque final.
Aunque eso jamás sucedió.
Algo la sacudió, provocando que flaquee, fue algún tipo de interrupción, algo que la desconcentró por completo. El ambiente a su alrededor cambió drásticamente, y una fuerza desconocida la arrastró con ella.
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ᴄ ᴜ ʀ ɪ ᴏ s ɪ ᴅ ᴀ ᴅ ᴇ s
◎ A Touya le sorprende tanto que Elaine haya sido capaz de quemarlo, porque nunca antes había sucedido, ni siquiera cuando eran niños y entrenaban juntos.
◎ Eso hizo que, al final, Dabi no dudara de la decisión que tomó, continuando con su venganza.
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+130 ᴠᴏᴛᴏs ʏ 250 ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀɪᴏs ᴘᴀʀᴀ ᴇʟ sɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ ᴄᴀᴘ.
˙˚˓˒˙˛ʿʾ․·‧°⋆ও ──
¡ɴᴏ sᴇ ᴏʟᴠɪᴅᴇɴ ᴅᴇ ᴠᴏᴛᴀʀ ʏ ᴄᴏᴍᴇɴᴛᴀʀ, ɴᴏs ᴠᴇᴍᴏs ᴇʟ ᴘʀóxɪᴍᴏ ᴠɪᴇʀɴᴇs!
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